HISTORIA VERDADERA DEL
MÉXICO PROFUNDO
Guillermo Marín.
1.
LAS CIVILIZACIONES MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO.
Somos un punto
pequeñísimo en el inconmensurable universo.
Se calcula que la
antigüedad del universo es de 13,500 millones de años y la de la Tierra es de 5 mil millones de años. La presencia del Homo Sapiens, el abuelo más cercano al hombre contemporáneo en la tierra, es de
aproximadamente 150 mil años. Para dimensionar la antigüedad de la Tierra y su
relación con la del ser humano; podríamos suponer que si los 5 mil millones de
años que tiene de existir el planeta fueran un año. El ser humano habría
aparecido en ese año, el 31 de diciembre a las 23 horas, con 59 minutos. Es
decir, que la humanidad es tan sólo un instante, en la vida de este maravilloso,
espléndido y generoso ser vivo que es la Tierra. Sin embargo, en una millonésima
fracción de segundo, es decir, en los últimos 50 años los seres humanos estamos
poniendo en peligro de muerte a la misma Tierra por nuestra equivocada forma de
vivir.
LAS SEIS CIVILIZACIONES
CON ORIGEN AUTÓNOMO.
El origen de las
civilizaciones más antiguas del planeta es de aproximadamente 10 mil años. La
forma en que los especialistas fijan la fecha de aparición de una cultura es
por la invención de la agricultura, ya que los seres humanos dejaron de ser
nómadas cazadores-recolectores, para quedarse a vivir por generaciones en un
mismo lugar y a partir de la observación y experimentación pudieron descubrir
el milagro del cultivo de las plantas, la filosofía, la ciencia, las técnicas,
el arte y la religión. En efecto, Egipto y Mesopotamia iniciaron los procesos de sedentarización e invención de la
agricultura, aproximadamente 8 mil años a. C., después le siguieron con
aproximadamente 6 mil años a.C., China, India, México y la Zona Andina. (León Portilla. 1980)
Estas 6 civilizaciones
son las más antiguas y sobre todo, con un origen autónomo; es decir, que
ninguna otra cultura les aportó conocimiento alguno. Ellas lograron de manera
autónoma, acceder, inventar y desarrollar todos sus conocimientos sin que nadie
les enseñara nada. De esta manera, México inició su Desarrollo Cultural
aproximadamente 6 mil años a.C. con el descubrimiento de la agricultura, pero
sobre todo, hay que subrayarlo, la invención del maíz, dado que logró niveles
de conocimiento muy altos y sorprendentes, hasta el arribo de los europeos en
1519. En estos aproximadamente 7 mil quinientos años de desarrollo autónomo,
los Viejos Abuelos sentaron las bases de una de las civilizaciones más antiguas
e importantes del mundo y nos legaron “Un rostro propio y un corazón
verdadero”, que ha vivido en los hijos de los hijos de los Antiguos
Mexicanos... nuestros Viejos Abuelos.
Aquí tendremos que hacer
una observación, la civilización europea no es de las más antiguas del mundo y
no tiene un origen autónomo, porque su desarrollo dependió de Egipto,
Mesopotamia, India y China. Por lo cual y con propiedad, Europa no es ni viejo,
ni continente, pues Europa forma parte del continente Euroasiáticoafricano.
2.
PROBLEMAS PARA CONOCER LA HISTORIA DEL MÉXICO ANTIGUO.
Existe una nube
contaminada, confusa y compleja que nos impide conocer la historia de nuestro
pasado más antiguo. Entre los problemas que existen podemos citar por lo menos
los siguientes:
1.- El cinco centenario
colonialismo cultural, que condenó a los pueblos vencidos a perder su memoria
histórica para poder dominarlos de manera permanente. Desde 1521 los que han
detentado el poder, sean estos los conquistadores, colonizadores o criollos, en
estos cinco siglos han desarrollado un complejo y eficaz sistema para que los
hijos de los hijos de los invadidos-vencidos, pierdan contacto con sus antiguos
orígenes y vinculen su pasado a la llegada de la cultura dominante. La cultura
dominante a nombrado a los siete mil quinientos años de desarrollo humano antes
de la invasión con el título de “Historia prehispánica”, es decir, a nuestros
Viejos Abuelos les quitaron el nombre y ahora los llamamos “antes de los
españoles”. Por la colonización no sabemos cómo se llamaban a si mismos, ni
cómo le llamaban a esta tierra.
2.- Que se conoce muy
poco de los dos primeros periodos (Preclásico y Clásico) en tanto que, cuando
finalizó el periodo de esplendor del Clásico Superior, los centros de
conocimiento y quienes los habitaban, desaparecieron misteriosamente sin dejar
rastro y memoria concreta, destruyendo y enterrando, no solo sus impresionantes
construcciones, sino fundamentalmente la sabiduría y los conocimientos que
permitieron su esplendor.
3.- Que los Aztecas en el
período de expansión, mandaron destruir todos los códices importantes donde se
mantenía la antigua memoria histórica del Cen Anáhuac y rehicieron la historia, en donde ellos aparecen como el pueblo
elegido, a pesar de que desde la fundación de México-Tenochtitlán (1325) a la
llegada de los invasores (1519) habían transcurrido apenas 194 años del último
período llamado Postclásico y que es considerado como una etapa de decadencia
de la civilización del Anáhuac; toda vez que degradaron y transgredieron la
filosofía y la religión de Quetzalcóatl.
4.- Que cuando llegaron
los conquistadores, exterminaron y destruyeron a casi todos los hombres de
conocimiento y sus códices, centros de conocimiento, templos y toda huella de
esta civilización hasta su aparente extinción del nuevo mundo español.
5.- Que los textos
escritos durante el primer siglo de la invasión enfrentan los siguientes
problemas: el náhuatl de aquellos tiempos era mucho más rico que el castellano,
por lo que la traducción de muchas ideas y conceptos de carácter filosófico,
científico, religioso, poético, por su grado complejo de abstracción del
pensamiento indígena, resultó imposible de traducirlo y entenderlo en el
primitivo mundo europeo que venía de La Edad Media. Los textos que escribieron,
tanto los conquistadores, como los indígenas conversos, fueron escritos sin
ningún rigor científico, en la mayoría de los casos, fueron alegatos para
demostrar su participación y “sacrificios” en la conquista, y pedir a la Corona
española su correspondiente pago o indemnización. Los misioneros que
describieron las costumbres de los vencidos, eran para que las conocieran los
hombres de la iglesia y pudieran evangelizar mejor a los vencidos.
“La
historia de la primitiva población de Anáhuac es tan obscura y está alterada con tantas fábulas (como la de
los demás pueblos del mundo), que es imposible atinar con la verdad... Varios
de nuestros historiadores que han querido penetrar este caos, guiados de la
débil luz de las conjeturas, de fútiles combinaciones y de pinturas
sospechosas, se han perdido entre las tinieblas de la antigüedad y se han visto
precisados a adoptar narraciones pueriles e insubsistentes” (Francisco
Javier Clavijero. 1779)
“Hubo
algunos -los menos- que, como Sahagún, dedicaron un cuidado increíble, digno
del mejor antropólogo moderno, a conocer a fondo el mundo indio; pero esto no
nacía de ningún aprecio por él, sino del deseo explícito y confesado de mejor
destruirlo. [ El médico -declara al empezar su monumental obra- no puede
acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué
humor o de qué procede la enfermedad... para predicar contra estas cosas, y aun
para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban]. Actuaba ( Sahagún)
pues, como un capitán de comandos al estudiar minuciosamente los planos de las
instalaciones enemigas: no para admirarlas o copiarlas, sino para mejor
destruirlas.” (José Luis Guerrero. 1990)
Los indígenas y su cultura
representaban “la presencia real del demonio y del mal” para los europeos del
siglo XVI y usaron lo anterior para la justificación de sus atrocidades.
También se tiene que pensar que los “informantes” de los misioneros, los
hombres de conocimiento, ahora en calidad de vencidos, no iban a entregar toda
su sabiduría a quienes ellos sabían, la querían desaparecer. Finalmente en este
aspecto diremos, que en los casos en que los misioneros valoraban desde otro
punto de vista a la “diabólica civilización”, existía la Santa Inquisición y la
burocracia real, quienes censuraban y destruían cualquier texto que pudiera
poner en duda los dogmas que sustentaba a la iglesia y el “justo y legal”
proceso de colonización por parte de España.
“El caso más lamentable de esta
cadena de censuras y represiones es el de Bernardino de Sahagún. En los
cincuenta que Sahagún dedicó a la recopilación de su grandiosa suma de
conocimientos de la cultura indígena, sucesivamente padeció la contradicción de
los mismos frailes y de las autoridades eclesiásticas de Nueva España, el
regateo de apoyos económicos para llevar adelante su trabajo, la dispersión de
su obra y finalmente la confiscación, por mandato del virrey Enríquez, de todos
sus papeles, los cuales se enviaron a España para ser examinados por el Consejo
de Indias. Murió sin saber qué suerte había tenido la obra a la que dedicó sus
mejores energías.
La requisa de la obra de Sahagún
fue un acto ligado a la decisión de la Corona de impedir que el conocimiento
del pasado indígena sirviera a
intereses distintos a los suyos.”
(Enrique Florescano. 1987)
6.- Que la mayoría de
los textos del México antiguo que se escribieron a finales del siglo XIX y del
XX, están escritos por extranjeros, con una visión de superioridad, con una fuerte dosis eurocéntrica y que siempre
“nos han investigado por nuestras diferencias y no por nuestras semejanzas”, y
desde un supuesto plano de superioridad cultural y como un botín científico.
7.- Que los occidentales
siempre han comparado para su investigación a la civilización del Anáhuac con
la civilización europea. Estudian y explican nuestro remoto pasado con el
espíritu, la ideología y la visión de los europeos. Esto es un grave error,
pues actualmente los descendientes de los pueblos originarios, los llamados
pueblos “indígenas”, no comparten la visión del mundo y la vida, ni siquiera
con los criollos y mestizos, que no entienden como estos pueblos no desean y
buscan “el atesoramiento, la explotación de la naturaleza, la acumulación, la
comodidad, el progreso material y la modernidad venida de fuera”; más aún, en los
tiempos remotos de la conquista y la colonia.
“Tal
vez así llegue a admitirse que aquellos hombres no eran los “primitivos”
adoradores de la lluvia, preocupados por la abundancia o la pérdida de sus
cosechas, por la posible fertilidad de la tierra, sino que tenían un
conocimiento metafísico de lo existente.
Un
concepto del mundo que hiciera explicables sus cualidades de grandes
matemáticos, astrónomos, ingenieros, arquitectos, escultores que,
paradójicamente, le son reconocidas de manera universal.
Porque
todos están de acuerdo en afirmarlo: los antiguos habitantes de Mesoamérica
eran insignes ingenieros y arquitectos; allí están, demostrándolo, las
difícilmente inigualables obras de los templos y las plazas edificadas, como
por milagro, entre selvas o sobre cumbres vueltas en llanuras, en pantanos
convertidos en tierra firme; allí la asombrosa utilización de los espacios y
las masas, como en una música cósmica en que se alteran sin defecto los bloques
de silencio con las armoniosas oberturas del
silencio.
Eran,
asimismo, incomparables matemáticos; así lo prueban sus cálculos, capaces de
comprender la noción del cero, la mensurabilidad del movimiento, según las
posiciones del antes y del después.
Eran,
también se admite como indiscutible, poderosos astrónomos; la marcha de los
cuerpos celestes, las leyes que determinan los avances y los retrocesos de los
planetas, el cíclico progreso de las estrellas, las muertes y las
resurrecciones de la luna, les eran del todo conocidos por la razón y por la
experiencia; de modo que sus medidas del tiempo les daban la facultad de
calcular, dentro de un calendario exacto y minucioso, fechas situadas en
espacios ya ilimitados.
Nadie
les niega la potestad de crear, en obras que más tarde se han considerado de
arte, imágenes simbólicas o realistas de calidades supremas; el barro, la
madera, el metal, la piedra, los colores manejados por ellos, han llegado hasta
nosotros en multitud de objetos cuyos valores plásticos transmiten con cabal
eficacia el testimonio de su voluntad de ser; eran pues, así se reconoce
universalmente, magnos artífices, dominadores de técnicas que a la fecha no
pueden aún explicarse cabalmente.
Se
supone lícitamente que contaron con una sabia organización social, bien
jerarquizada, sustentada en sólidos principios morales, de acuerdo con los
cuales la vida en común se desenvolvía ordenada y segura.
Se
sabe que hablaban lenguas copiosas con que se podían expresar conceptos de
máxima abstracción; lenguas suficientes a contener, directa y metafóricamente,
las finuras y la solidez del lenguaje de la ciencia, de la filosofía, de las
manifestaciones poéticas.
Todo
eso y más, que no sería fácil de enumerar aquí, se admite por todos como cosa
evidente y probable.
Y
todo eso puede sintetizarse diciendo que se admite sin duda que los antiguos
habitantes de Mesoamérica eran hombres sabios, capaces intelectual y
moralmente, conocedores de sí mismos y del mundo que los acogía.
Sin embargo, cuando se trata de
considerar la visión que ellos tenían de ese mundo y de sí mismos, los autores
que lo hacen, casi unánimemente, los juzgan como salvajes rudimentarios,
ocupados sólo en pensar la posibilidad de que la tierra fecundada por las
lluvias les rindiera los frutos de que principalmente se alimentaban.
Bajo
el pretexto de que constituían comunidades agrícolas, se les reducen todas sus
fuerzas espirituales, la totalidad de sus concepciones religiosas y metafísicas,
a un primitivo afán de alimentación material que sería para ellos el núcleo y
la periferia de su existencia.
Salvo
algunas excepciones, en todos los autores se encuentra esta inexplicable
oscuridad de juicio.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1986)
8.- Que los textos recientes, escritos por
investigadores nacionales siguen repitiendo y tomando como base, los errores de
los extranjeros y fundamentalmente, pretenden abordar nuestro pasado a partir
de los “objetos” (vestigios arqueológicos y fuentes documentales) y no
incursionan a partir de los “sujetos” (la memoria histórica de los pueblos
originarios y el aspecto filosófico-espiritual que los sostiene hasta nuestros
días y que esta presente lo mismo
en una estela, un códice, una vasija policroma, que en una pieza de Arte
Popular contemporáneo, una tradición, una leyenda o una costumbre).
“Para
demostrar la posible falsedad de las fuentes documentales, bastaría con acudir
a lo dicho por los soldados que describen lo que ellos mismos vieron. Allí
resalta su incomprensión de aquello que ante los ojos tenían. Véase por ejemplo
la descripción que hacen de las imágenes sacras veneradas en los templos de
Tenochtitlán, y compárese con las imágenes mismas que hasta hoy se conservan. Habrá que concluir que ninguna
semejanza hay entre lo escrito por ellos y lo existente en realidad.
Las
descripciones hechas por frailes como Sahagún o Durán, padecen los mismos
vicios cuando recogen impresiones de los vencedores, y otros aún más graves
cuando consignan lo que les comunicaron los vencidos.”...
“Victoriosas
sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las
señales de aquel sistema espiritual de iluminación que constituyen nuestras
ciudades.
Allí
el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la
pintura, las artes todas. Allí las ciencias, la
matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientemente
al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y
camino ascendente de la perfección de la vida.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
9.- En el desconocimiento casi total
de nuestra historia antigua. Cuando el mexicano común se refiere a ella, en
general lo hace desde una perspectiva “plana y sin la profundidad del tiempo”.
En efecto, la dimensión histórica de nuestra historia indígena, desde la
invasión de la agricultura hasta la toma de Tenochtitlán es de siete milenios y
medio. No se puede reducir sólo a los 196 años de la fundación de Tenochtitlán
a su destrucción y tener a los mexicas como los grandes herederos culturales de
la Toltecáyotl y del Anáhuac.
Nuestra historia antigua
es mucho más profunda, diversa y compleja. En ella hemos tenido ciclos de
formación, esplendor y decadencia. En ella han intervenido muchas culturas
diferentes en tiempo y espacio. Sin embargo, en todo este tiempo existió una
matriz filosófico-cultural que unió indisolublemente a los pueblos del Anáhuac
y a nosotros, los mexicanos del siglo XXI, pese a nuestra amnesia histórica y
cultural, como la continuación de su obra y de su legado. Sólo en las mentes
colonizadoras no es posible que exista esta continuidad histórica y cultural.
Los colonizadores han creado nuestra ficticia pero dolorosa orfandad cultural
para poder seguir explotándonos y depredando nuestro patrimonio natural.
Necesitamos urgentemente
reconstruir, repensar y reinventar nuestra propia historia. Sin miedo a las
“Vacas sagradas”, a la anquilosada academia y a los “intelectuales orgánicos”.
La historia es de quien la crea, no de quien la “investiga”. La historia de
México debe volver al pueblo de México. La historia es para ser contada y
sentida por el pueblo.
Pero por más difícil que
se presente esta iniciativa, ahí están las piezas de un rompecabezas; dependerá
de la sensibilidad, creatividad y fuerza espiritual de quien pretenda
intentarlo. Los Viejos Abuelos y su legado de sabiduría viven en lo más
profundo del alma y del corazón de los hijos de sus hijos, los mexicanos de
hoy.
3. LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC.
Lo que hoy conforma el
territorio de nuestro país, fue la cuna de una de las 6 civilizaciones más
antiguas con origen autónomo del planeta. Nuestros Viejos Abuelos se llamaban
así mismos, Anahuacas, pues al continente le llamaban en lengua Náhuatl
(que era la lengua franca), “Cen Anáhuac”. Esta civilización ha
tenido una sola matriz filosófico-cultural, por diferentes culturas que la han
expresado; en tiempos y espacios diferentes, con un hilo conductor en sus
tres grandes períodos.
La etapa de formación e
invención de todos los conocimientos; empezando por la invención del la
agricultura y el maíz, base y sustento de todo un pueblo a lo largo de su
existencia. Estas seis culturas madre tuvieron un cultivo como base de su
alimentación; unas el trigo, otras la papa, el arroz o el mijo; pero nuestros
antepasados “inventaron” el maíz, ya que éste era un pasto que a través
de un proceso de ingeniería biogenética, se logró convertir en este maravilloso
alimento que hoy en día le da de comer a muchos pueblos de los cinco
continentes.
Este esfuerzo sólo fue
posible gracias al trabajo de investigadores y científicos, que a lo largo de
una generación a otra, a través de milenios pudo desarrollar este maravilloso
alimento.
En efecto, nuestros
antepasados iniciaron, un largo camino, para dejar de ser nómadas, salvajes
cazadores-recolectores, para empezar lentamente el desarrollo de conocimientos
del mundo, la vida y la naturaleza, que les permitiera, no sólo asegurar su
existencia y supervivencia; si no tal vez, lo más importante, lograr la
trascendencia de su existencia, como individuos y como pueblo.
Estos siete mil
quinientos años de historia del Desarrollo Cultural de nuestro pueblo, los
especialistas lo han llamado época PREHISPANICA. Es importante subrayar
la visión colonialista y Occidental de la historia, vista por los ojos de los
vencedores. ¿Por qué nombrar a lo “propio nuestro”, a nuestros Viejos Abuelos y
su milenaria historia, con la referencia del invasor-conquistador español? ¿Por
qué no llamarla época PRECUAUHTÉMICA? La historia la escriben los vencedores,
por eso debemos tener presente, ¿Qué tipo de historia conocemos?
Pues bien, a la historia
de nuestros Viejos Abuelos antes de la invasión europea, los especialistas la
han dividido en tres períodos.
El primero es el llamado
PRECLÁSICO, que los investigadores lo sitúan aproximadamente del año 6 mil a.C.
al año 200 a.C.
El segundo período es el
CLÁSICO, que parte del año 200 a.C. al 850-900 d. C.
El tercer período que
inicia alrededor del año 850-900 d.C. y concluye con la invasión europea y la
toma de Tenochtitlán en 1521.
a)
Preclásico
6000 a.C a 200 a.C.
5800 años.
b)
Clásico 200 a.C. a 850 d.C. 1050 años.
c)
Postclásico
850 d.C. a
1521 d.C. 671
años.
d)
Colonia 1521 d.C. a
nuestros días.
Este increíble espacio
de tiempo, 7500 años (casi cuatro eras Cristianas), lo podemos comparar con los
últimos quinientos años de historia, que con propiedad podríamos llamar “época
Hispánica”. El lector apreciará que la base estructural de lo que hoy conforma
nuestra Nación, indiscutiblemente hunde sus raíces en el México indígena.
6000 a.C.
a
b
c d
El mayor periodo de
tiempo en el que ha vivido nuestro pueblo indiscutiblemente que es el de raíz
indígena anahuaca, por ello, los cimientos de lo que somos como pueblo y como
individuos se encuentra en pasado indígena, en esos siete mil quinientos años de
Desarrollo Humano que desconocemos y que ignoramos. Los mexicanos solo podremos
construir un futuro sólido, en la medida de conozcamos verdaderamente nuestro
pasado, el cimiento y raíz de lo que somos.
*
Es importante mencionar,
que como en su mayoría son extranjeros los que se han interesado por la
historia antigua de México y, por consiguiente, han “estudiado e investigado”
el México Antiguo como lo señala Bonifaz Nuño, casi siempre con un ignorante
menosprecio y un aire de superioridad. Un día, al investigador Paul Firchhoff se le ocurrió dividir al Anáhuac en: Mesoamérica (tomado del concepto
de Mesopotámia que significa “entre dos ríos” de la cultura Sumeria) y Árido
América. Es decir, los “indios-cultos-muertos-desaparecidos-del pasado” que
hacían pirámides y objetos bellos para el culto a sus dioses y que vivieron
desde lo que hoy son los estados de Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí y
Tamaulipas hacia el Sur y, los “indios-salvajes-muertos-desaparecidos-del-pasado”,
que vivieron en la región Norte de México. Sin embargo, la matriz filosófico
cultural del Anáhuac la compartieron todos los pueblos, desde Alaska hasta
Nicaragua, creando una civilización continental que desde la equivocación de Colón,
al confundir este continente con la India, los europeos no han querido o no han
podido conocer y comprender. Tal vez por eso, después de quinientos años de
saber que Cristóbal Colón (1451-1506) se equivocó y no llegó
a la India, le siguen diciendo a los pueblos originarios del Anáhuac, “indios”,
que es el gentilicio de las personas nacidas en la India.
La Civilización Anahuaca
no sólo estuvo presente y vigente en todo lo que hoy conforma el territorio
nacional. Nosotros suponemos que esta Civilización es CONTINENTAL. En efecto,
actualmente existen “elementos culturales” muy similares, lo mismo entre un
indígena Kumiai de Baja California, que un indígena Maya de Quinta Roo. Pero al
mismo tiempo, estas similitudes básicas las encontramos entre un indígena del
Canadá y un indígena de La Patagonia, pasando por la gran llanura de Norte
América, México, Centro América, la Zona Andina y el Amazonas. Los valores
esenciales de la vida, la muerte, la naturaleza, el cosmos, lo divino y lo
sagrado, los comparten armoniosa e íntimamente todos los pueblos llamados
“indígenas” del continente Americano. Lo que nos une y nos identifica a los
pueblos con raíces indígenas es la matriz filosófica-cultural que nos
estructura y no la supuesta “latinidad” que se inventó Napoleón III para
apoderarse de la América no sajona en el siglo XIX o la “hispanidad” con la que
los angloparlantes nos catalogan en el siglo XX.
El desprecio que hemos
heredado de los cinco siglos de colonialismo hacia la valoración y respeto de
los pueblos originarios, hacia los Viejos Abuelos, hacia nosotros mismos, queda
claro al llamarlos despectivamente “indios”. Pues desde hace muchos siglos, se
supo que Cristóbal Colón se equivocó y que no llegó a la India en la búsqueda
de una nueva ruta comercial, por lo cual, los pueblos “encontrados” no fueron
los “indios” esperados. Después de tantos años, por el colonialismo, ni
siquiera nos ha interesado saber, cómo se llamaban a sí mismos nuestros
antepasados. Dicho de otra manera, hemos perdido la memoria histórica, el
interés y orgullo de nosotros mismos.
Los Antiguos Mexicanos
le llamaban al continente CEN-ANAHUAC y ellos se reconocían como ANAHUACAS,
por lo que existían los anahuacas mayas, los anahuacas zapotecas, los anahuacas
mexicas y así sucesivamente.
4. EL PERIODO PRECLÁSICO O FORMATIVO.
A la primera etapa de la historia del México Antiguo se le conoce como
período PRECLÁSICO o período formativo, y tiene una duración aproximada de 6
mil años; esto es, su duración inicia en el año 6 mil a.C. y llega hasta
aproximadamente 200 años a.C. Este periodo es muy largo porque se entiende el
gran esfuerzo que hicieron nuestros antepasados. Desde ser salvajes primitivos
cazadores nómadas recolectores, hasta formar pequeñas aldeas y poseer un
eficiente sistema alimentario; un eficaz sistema de salud, un complejo sistema
educativo, un sólido sistema de organización social y un régimen jurídico. Contaban, además, con un
decantado sistema de valores y conocimientos filosóficos, éticos, morales,
estéticos y religiosos, que les permitió tener firmes cimientos para
desarrollar una de las más importantes y antiguas civilizaciones que se
mantiene viva hasta nuestros días a pesar de la agresión que ha sufrido durante
los últimos 5 siglos.
Esta valiosa
-infraestructura civilizatoria- que de alguna manera sigue viva y presente en
el México contemporáneo y que el “México imaginario” de Guillermo Bonfil Batalla se resiste a reconocer resulta la herencia
más importante que nos han legado los Viejos Abuelos del Anáhuac y los
cimientos más profundos de todo lo que hoy somos.
La relación con la
naturaleza y el trabajo con la tierra, especialmente con la invención de la
milpa, permitió a los pueblos del México antiguo tener una alimentación de
calidad. Los conocimientos del cuerpo humano, las plantas, animales y minerales
fueron las bases para ofrecer a los antiguos mexicanos una inigualable salud.
El desarrollo de un sistema educativo eficiente que permitiera formar y
capacitar a sus hijos para desarrollar a largo plazo el proceso civilizatorio y
mantener el “propósito social” por siglos; así como una infraestructura
científica que les posibilitara iniciar su camino en las matemáticas, la
astronomía, la medicina, la ingeniería, lingüística, arquitectura, botánica,
zoología; un lenguaje artístico que les facultara expresar, de manera estética
y universal, su percepción de lo inconmensurable y maravilloso de la existencia
humana y sus complejas y maravillosas relaciones con la naturaleza y el cosmos.
Un complejo y eficaz sistema de organización social que les permitiera
desarrollar obras monumentales que llevaron varias generaciones para concluirse
y que mantuvieron su propósito primigenio. En síntesis, un sin fin de
conocimientos, que formaron los cimientos de lo que posteriormente se conocerá
como el desarrollo del Período Clásico o del esplendor.
LA AGRICULTURA.
“La invención de la agricultura fue en
realidad un proceso muy prolongado, que tuvo lugar en el área en el curso de
varios milenios, a partir de hace 8000 a 10,000 años, según lo indica los
fechamientos más recientes logrados con nuevas tecnologías. Entre 1500 y 1000
años AC, empezaron a aparecer las primeras
aldeas permanentes de cultivadores en diversos puntos del futuro ámbito
mesoamericano. Se domesticaron las calabazas, el maíz, el aguacate, los
amarantos, los frijoles, los chiles, el tomate verde, el cacao, las anonas, los
zapotes, los magueyes, los nopales, y el algodón, entre otras, haciendo un
total de más de 70 especies diferentes, además de las provenientes de otras
áreas, pero que se cultivaron con provecho (por ejemplo, el jitomate y el guaje
o tecomate)”. (Teresa Rojas Rabiela. 2001).
El Período Preclásico
representó un milenario esfuerzo de nuestros Viejos Abuelos, no sólo para humanizarse,
sino para humanizar el mundo que les rodeaba. Porque los seres humanos, para
los antiguos mexicanos, son el principio y fin de la creación y los encargados
de su preservación y su desarrollo hacia lo perfecto.
Este elemento filosófico
es muy importante para comprender las culturas del México antiguo. En efecto,
mientras otras civilizaciones pretenden dominar, explotar y transformar a la
naturaleza, ubicándose como la cima de la creación universal, para los antiguos
mexicanos el objetivo del ser humano es apoyar el proyecto creador de los
dioses y humanizar al mundo, tomando a la Tierra como su “madre querida”
Tonatzin.
“El hombre es la medida de todas las
cosas”, decía el griego, otorgando al ser humano una suerte de dominio sobre el
mundo; “Mata y come”, dice Dios al hombre en el Nuevo Testamento. Así, las dos vertientes de la cultura
occidental, la helénica y la judeocristiana, atribuyen al hombre, para
subsistir, el dominio de las cosas y la autoridad para destruirlas.
Moralmente,
muy por encina de tal concepción, el antiguo indígena mesoamericano, como se
desprende de sus imágenes y de sus textos, proclama la suya: el hombre es el
principio de la creación del mundo y el encargado de su alrededor. Así es como
se constituye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos.
Intentemos,
pues, comprenderla en sus raíces y sus frutos, para conocer qué es lo qué
somos; qué, lo que debemos ser.
(Bonifaz
Nuño 1992)
Si bien, se supone que
los Viejos Abuelos iniciaron la agricultura y la invención del maíz en el sexto
milenio antes de Cristo; lo cierto es que aparecerán las primeras formas
culturales, que los especialistas han llamado Olmecas, aproximadamente
mil quinientos años antes de Cristo, entre los estados de Tabasco y Veracruz,
pero que indiscutiblemente se dieron en todas las culturas pero en una fase que
llamaremos “olmecoide” o de influencia olmeca. Pequeñas aldeas donde se
empieza a expresar todo ese vasto e inconmensurable conocimiento del universo,
la naturaleza, la vida, la muerte
y el ser humano frente a lo divino y a lo sagrado.
En esos aproximadamente
cuatro mil quinientos años de Desarrollo Cultural endógeno, desde la invención
de la agricultura, hasta la formación de la cultura Olmeca, los Viejos
Abuelos inventaron, descubrieron,
elaboraron, procesaron y sistematizaron toda esa sabiduría que aparece mil
quinientos años antes aproximadamente del inicio del esplendor o florecimiento
del México Antiguo, en el período llamado Clásico.
Los investigadores
extranjeros han pretendido desaparecer de nuestra historia antigua estos
valiosos cuatro mil quinientos años restándole importancia. En efecto, desde la
invención de la agricultura, hasta la irrupción de la cultura madre, no se le
da mucha importancia en los textos de los investigadores y es casi inexistente
en la “Historia oficial” que inicia desde la aparición de la cultura olmeca.
Pero los olmecas no fueron creados por “generación espontánea”, fueron cuatro
milenios y medio de intensa investigación y sistematización de la experiencia
humana de vida.
LA INVENCIÓN DEL MAÍZ.
La invención del maíz, tal vez sea uno de sus mayores logros del Período Preclásico o
formativo, pues de ser un pasto silvestre, los Viejos Abuelos, produjeron la
espléndida planta de maíz, alimento básico de la civilización. Es importante
subrayar que ningún otro pueblo hizo tan portentoso descubrimiento, pues las
otras cinco civilizaciones, sólo domesticaron plantas que ya estaban en estado
silvestre.
“La agricultura acompañó el proceso
civilizatorio mismo, plenamente integrado con el resto de las actividades
culturales y sociales. Los límites de sus prácticas como actividad básica
fueron los limites del área cultural; la presencia de culturas agrícolas
avanzadas en el centro y sur de México y Centroamérica no es casual, dada la
posibilidad de practicar allí el cultivo de temporal. Sin embargo, el aumento
del potencial productivo de esa agricultura básica dependiente de la lluvia,
fue posible merced tanto a las obras de riego y de remodelación de laderas y
otras obras en terrenos especiales, como al mejoramiento fitogenético de las
plantas domesticadas y en proceso de domesticación, y a las transformaciones de
las formas de organización social y económica. De hecho los diversos sistemas
agrícolas, sin dejar de ser en parte adaptaciones ecológicas, fueron
adaptaciones sociales, demográficas y económicas.” (Teresa Rojas Rabiela. 2001)
El desarrollo de la
hidráulica en la agricultura, es otro de los grandes cimientos, pues
permitió que un mayor número de personas pudiera tener energía y tiempo
disponible, para desarrollar los grandes proyectos civilizatorios, tanto en la
investigación científica, la exploración del arte, como en la edificación de
las imponentes construcciones, hoy llamadas “zonas arqueológicas” y que son un
impresionante monumento material, al proyecto espiritual de esta civilización.
“La era ´formativa´ es así llamada
porque aparece las principales técnicas -cestería, cerámica, tejido, metalurgia
y construcción - y toman forma los patrones de cultura comunal. La población
aumenta, se expanden las culturas y los pueblos, existe paz y gran difusión
cultural desde y entre los centros de la civilización. Se inicia la agricultura
intensiva, empieza el regadío en escala local y se domestican los animales de
mayor importancia.
La producción de alimentos sigue en el
plano de la subsistencia, excepto por las porciones destinadas a sostener la
clase dominante. Pero la agricultura intensiva empieza a dejar tiempo libre
para la satisfacción de necesidades sociales: producción de objetos de lujo,
construcción de edificios religiosos, etcétera.” (Ángel Palerm. 1990)
LA INVENCIÓN DE LA
MILPA.
La invención de la milpa
resultó otro valioso detonante para el desarrollo de la civilización anahuaca,
porque en un pedazo de tierra muy pequeño, un solo hombre puede darle de comer
a su familia por espacio de un año, al sembrar maíz, chile, calabaza y fríjol,
trabajando intensamente cuatro meses al año. Esto es como si hoy en día, un
salario mínimo durante cuatro meses, nos permitiera vivir adecuadamente todo el
año. La ingeniería hidráulica llegó en el Anáhuac a niveles muy avanzados, no
sólo por el uso extenso del regadío, sino que el concepto de la “Chinampa”
resulta aun en nuestros días muy adelantado.
“...la
agricultura de riego fue la única capaz tecnológicamente de sostener una
economía suficientemente productiva para mantener una población concentrada,
estable y especializada en tareas no agrícolas y una organización política para
mantener en funcionamiento el sistema de producción y distribución de bienes.
Así la invención del regadío habría permitido la vida urbana y con ello la
civilización.” (Teresa Rojas Rabiela. 2001)
Definitivamente no
podemos imaginar las maravillas de Teotihuacan o Monte Albán en el período
Clásico, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido
impulsar el desafío que representa la construcción de los diversos y numerosos
centros de conocimiento que existieron en nuestro territorio. Los investigadores
extranjeros no le han dado a la agricultura Anahuaca el verdadero lugar que
tiene en la historia de la humanidad.
“De
hecho, la conclusión a que nos vimos obligados a llegar fue que en la época
prehispánica los sistemas de cultivo habían alcanzado niveles de eficiencia y
de productividad no comparables, sino superiores, a las formas contemporáneas
más avanzadas. La leyenda de una agricultura de mera subsistencia, o bien capaz
solamente de generar escasos excedentes, quedó destruido”.
(Ángel Palerm 1990)
El período Preclásico fue la base, los
cimientos del desarrollo y posterior esplendor del México Antiguo. Casi seis
milenios de elaborar por nosotros mismos, una de las civilizaciones más
antiguas e importantes del mundo, de la cual hoy somos sus indiscutibles
herederos legítimos.
El México contemporáneo
tiene sus cimientos más profundos en este periodo formativo. Nuestra dieta
básica, la sabiduría curativa de la naturaleza y nuestra forma de relacionarnos
con ella. Nuestra relación inconsciente con la educación. Nuestras formas de
organización social, tienen sus más hondos orígenes en esos casi seis mil años
de desarrollo humano.
No podemos negar que
esta sabiduría se ha enriquecido con la de otros pueblos y culturas en un mundo
globalizado desde 1492. Que hemos sufrido una de las más devastadoras
agresiones culturales de la historia de la humanidad, donde no sólo la cultura
sino la condición de seres humanos nos trataron de arrebatar los
invasores-colonizadores. Sin embargo, a pesar de los pesares ahí esta y se
sigue moviendo. Es la fuerza vital que nos guía y orienta a pesar de no verla o
escucharla viene desde el remoto pasado. En ocasiones se manifiesta sutil y
casi invisible, en ocasiones se siente telúrica y expansiva de adentro hacia
fuera. Pero siempre esta presente en nuestro Ser.
5. LOS OLMECAS.
También llamados la
“Cultura Madre”, representan el logro final de miles de años, en que los pueblos antes
nómadas, cazadores, recolectores, lograron establecerse por milenios en un
lugar determinado y ahí, a través de generaciones y generaciones de investigar
y observar a la naturaleza, el firmamento y explorar sus insondables adentros
espirituales. Los especialistas eurocéntricos, con una visión colonizada, no le dan importancia a este largo período
del Período Preclásico que culmina luminoso con la conformación de la cultura
olmeca entre 1500 y 1200 a.C. pero que tiene un gran valor para nuestra
civilización, en tanto definieron el rostro primigenio de las culturas del
México antiguo, para nuestro presente, porque parte de lo que hoy nos conforma
encuentra en los olmecas sus primeras raíces; y sobre todo para el futuro,
porque nos recuerdan de nuestras capacidades, nuestra voluntad de ser y
trascender en el tiempo, pero sobre todo, nos habla de una continuidad y una
dirección.
Los
olmecas no se deben tomar como el “principio”, sino como el final de un inmenso
período de formación cultural que se llevó más de cuatro milenios (dos eras
Cristianas) y que es bastante desconocido para el común de los mexicanos.
“Uno
de los aspectos más controvertidos de los Olmecas, además de su posición
cronológica respecto a las otras culturas mesoamericanas, ha sido el
esclarecimiento de su filiación étnica, lingüística y racial que, en el Sur de
Veracruz y Este de Tabasco, experimentó una nueva forma de organización
económica, social, política, y religiosa. Ésta fue totalmente distinta a la
vida aldeana y tribal que le antecedió y a la que existía en la mayor parte de
ese espacio geográfico que, con el
transcurso del tiempo, llegaría a construir la macroárea cultural denominada
Mesoamérica.” (Tomás Pérez Suárez. 1994.)
Sin embargo, es
necesario apuntar que la síntesis filosófica que quedó plasmada en la
iconografía olmeca, mantendrá un hilo conductor durante todo el proceso de
desarrollo de la civilización Anáhuac, los mismos españoles encontraron vivas
en el siglo XVI las raíces de la cultura olmeca. De esta manera Quetzalcóatl,
que quedó grabado en las piedras de Chalcatzingo, Morelos, en el Período
Preclásico, lo encontraremos en Teotihuacan en el Período Clásico con los
toltecas y en el mismo Tenochtitlán con los aztecas en el Período Postclásico.
Las serpientes de cascabel, los felinos, el quincunce, la representación de
Tláloc a través del uso de la cara de dos serpientes encontradas y de perfil;
nos hablan de un conocimiento, una filosofía y una religión, que se mantuvo
viva y en evolución por lo menos 3 mil años consecutivos y que de algún modo
sobrevive en el ser místico y espiritual de los pueblos indígenas y campesinos
del México contemporáneo.
“No
guerreros ni comerciantes, sí agentes civilizadores, los olmecas cumplieron el
destino que ellos mismos se asignaron. Lo cumplieron hasta donde en el espacio
fueron capaces, y lo alargaron en el tiempo, construyendo lo que habría de ser
el espinazo espiritual de nuestra antigua cultura.
El
concepto de lo humano por ellos forjado, dio cimientos al perpetuo optimismo de
los hombres que los sucedieron. Los herederos suyos, sean teotihuacanos,
zapotecas, mayas, mixtecas, huastecas, totonacas, aztecas, lograron merced al
impulso que de ellos recibieron, la inagotable proliferación de felices
construcciones culturales cuyos vestigios todavía educan y deslumbran.
Teotihuacan,
Tula, Xochicalco, Cacaxtla, El Tajín, Tikal, Palenque, Toniná, Uxmal, Monte Albán,
Mitla, Malinalco, Chichén Itza, Tenochtitlan, otras muchas ciudades análogas,
dan testimonio de ese optimismo justificado y perdurable.
Injuriosamente,
los estudiosos hablan todavía de culturas primitivas, de totemismo, de
adoración de la lluvia, de ritos sangrientos, y centran su atención en la
guerra florida y los llamados sacrificios humanos de los aztecas, a fin de
intentar legitimar el desprecio que les justifica nuestra explotación.” ( Rubén Bonifaz Nuño.
1992)
Cuando la civilización del Anáhuac
logra producir nítidamente lo que hoy llamamos la cultura olmeca, ya estaban
terminados los cimientos de conocimiento de orden tangible como: la agricultura,
la ingeniería, la arquitectura, la medicina, etc. Así como de los de orden intangible como: la filosofía,
las matemáticas, la religión, el arte, la astronomía, entre otras. Así mismo,
ya estaban en operación los cuatro sistemas
básicos que fueron los cimientos de toda sociedad, independientemente de la
cultura a la que pertenecieran y que fueron desarrollados y perfeccionados,
casi en su totalidad, durante los primeros cuatro mil quinientos años de la
civilización, entre la invención de la agricultura y aparición de la cultura
olmeca.
Estos cuatro sistemas
son: el Alimentario, el de Salud, el Educativo y el de Organización social y
régimen jurídico. Representan las cuatro bases indispensables para desplantar
una cultura.
EL SISTEMA ALIMENTARIO.
En esos cuatro mil
quinientos años, los Viejos Abuelos, no sólo inventaron la agricultura, la
milpa, la chinampa, el nopal comestible. Sino que, desarrollaron un sofisticado
y complejo sistema de alimentación en el que se crearon las tortillas, totopos,
empanadas, los tamales, las salsas, el chocolate, el atole, las aguas frescas,
el tejate, el pulque, el mezcal, las alegrías o amaranto, el elote, los diversos tipos de chiles, el
pinole, el uso de plantas, carnes de animales de caza y pescados secos y
salados, gran cantidad de vegetales, el uso extenso de insectos, miel,
semillas, así como la domesticación del guajolote y el perro Xoloitzcuintle. El sistema alimentario no sólo comprendía alimentos, sino guisos
exquisitos y muy sofisticados en los que se equilibraban perfectamente las proteínas
animales y vegetales, los azúcares y las grasas. Lo que en conjunto permitió
que los antiguos mexicanos dispusieran de suficiente energía, salud y tiempo
para desarrollar sus proyectos civilizatorios, tanto en la construcción como en
la investigación.
EL SISTEMA DE SALUD.
El sistema de salud es
otra de las grandes aportaciones a la civilización. Los Viejos Abuelos
desarrollaron un profundo conocimiento del cuerpo humano y sus enfermedades.
Investigaron las substancias curativas que poseen las plantas, los insectos,
animales y minerales. Los médicos y la medicina anahuaca llegaron a alturas hoy
insospechadas que la barbarie europea desvalorizó y persiguió, sin embargo,
esta sabiduría ha podido sobrevivir a su desaparición histórica. En efecto,
todo este legado de conocimientos y sabiduría sufrió trescientos años de persecución y en los últimos
doscientos años ha vivido marginada y despreciada por la cultura dominante.
Pero, a pesar de lo anterior, indiscutiblemente ha sido el recurso más valioso para
mantener la salud de los mexicanos más pobres y desprotegidos por el gobierno y
explotados por la sociedad dominante. Los pueblos indígenas y campesinos, y de
alguna manera el proletariado que vive en los cinturones de miseria de las
grandes ciudades del país ha mantenido estos saberes tradicionales en
extinción, por encima de la acción de los voraces laboratorios trasnacionales y
los medios masivos de comunicación. Los “remedios caseros”, las infusiones, los
masajes, el uso de plantas, animales, insectos y minerales, es decir, nuestros
ancestrales remedios siguen asombrosamente vivos, así como, los rituales que
tienen poderosos resultados en la psique de los pacientes, sin dejar de nombrar
a las “plantas de poder” que ocupan un lugar muy especial en la sabiduría
ancestral.
EL SISTEMA EDUCATIVO.
El sistema educativo fue
otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac. Aunque por su
importancia se le dedicará un capitulo especial a la educación, podríamos
señalar que desde el punto de vista de “Sistema”, los antiguos mexicanos
seguramente desde el año 1500 a.C. con la aparición decantada de la cultura
olmeca, ya contaban con un sistema de educación que llegó a todos los niños y
jóvenes de la sociedad en las culturas más evolucionadas hasta la llegada de
los españoles.
El sistema educativo es
un elemento básico estructural para poder desarrollar un proyecto
civilizatorio, toda vez que el método para producir y reproducir el
conocimiento en la sociedad, indiscutiblemente que es la educación. Gracias a
este sistema, podemos entender los mega proyectos a largo plazo de las culturas
del Anáhuac, en las cuales se llevaban siglos en construir un centro de
conocimiento, como el mismo Teotihuacan, Palenque, Monte Alban o Xochicalco.
La educación que generó la
civilización del Anáhuac no se refiere únicamente al aspecto académico, que era
enseñado en el Tepochcalli, Cuicacalli y Calmécac. La educación tuvo un punto
de vista más profundo. Nos referimos a su especto filosófico y espiritual. En
efecto, se enseñaban las bases fundamentales para que el individuo pudiera
entenderse a sí mismo, a la familia, a la sociedad, a la naturaleza y al
universo; para comprender las relaciones que existen entre unos y otros, las
responsabilidades, los límites y las posibilidades. Todo esto en su conjunto y
a lo largo de ocho mil años de desarrollo humano, con sus altas y sus bajas,
nos han dado un “Rostro propio y un corazón verdadero”, como individuos y como
civilización. Este inmenso acervo de sabiduría y experiencia es lo que nos hace
ser “Mexicanos”.
No todos los pueblos del
mundo poseen esta experiencia que hoy englobamos en el llamado “Patrimonio
Cultural”. Han sido los pueblos que surgen de las milenarias civilizaciones que
se han llamado “Madres”, los que han logrado sistematizar e incorporar a su
“Ser” esta sabiduría de vida: la educación como esa riquísima experiencia que
ha sido seleccionada y sistematizada a lo largo de cientos de generaciones. Y si para la cultura occidental el
vértice superior de su conocimiento se encuentra sustentado en el dominio del
mundo material, para la civilización del Anáhuac el vértice superior de su
conocimiento se encuentra en la posibilidad de liberar el espíritu de la
materia. Esto es lo que nos une a todos los pueblos de origen anahuaca y nos
hace culturalmente tan sensibles a los aspectos místicos y espirituales de la
vida. Para concebir nuestra antigua cultura, debemos de pensar que nuestros
Viejos Abuelos vivieron en sociedades escolarizadas por más de treinta siglos.
Para descolonizar
nuestra historia debemos de dejar de vernos a nosotros mismos como los
extranjeros nos describieron, en tanto a sus intereses, concepción e ideología:
como una serie inconexa de islas culturales “Primitivas”, que nada tienen que
ver las unas con las otras. Siempre nos han investigado por nuestras
diferencias y no por nuestras semejanzas; las cuales son mayores. Los olmecas
tenían mucho que ver con los procesos de desarrollo cultural desde la invención
de la agricultura hasta la conformación de las primeras aldeas; y al mismo
tiempo las culturas posteriores con los olmecas y los mexicanos de hoy en día,
con los ocho mil años de desarrollo cultural que ha producido el ser humano en
el que hoy es nuestro territorio.
Para entendernos como civilización, debemos de tomar en
cuenta que en el Anáhuac durante por lo menos 3000 años se mantuvo un sistema
escolarizado en el que vivieron nuestros antepasados de generación en
generación de manera ininterrumpida y sistemática y que ciertamente, ha sido
truncada estos últimos 5 siglos por la colonización, pero que en el “Banco
genético de información cultural”
los mexicanos encontramos en la educación, una valiosa y poderosa herramienta
para el desarrollo humano. Somos una civilización con una añeja experiencia
educativa.
SISTEMA DE ORGANIZACIÓN
SOCIAL.
El sistema de organización social y
régimen jurídico es otro de los cimientos fundamentales que se crearon en los
primeros cuatro mil quinientos años que comprendieron desde la invención de la
agricultura y la aparición de la cultura olmeca. En efecto, no podríamos
entender la construcción de las llamadas “Zonas arqueológicas”, sin la
organización social y la regulación de un orden jurídico que permitiera la
regulación e interacción armónica y ordenada de los individuos y los pueblos.
El sistema de organización social y el régimen jurídico permite que los otros
tres sistemas -alimentario, salud y educación- puedan desarrollarse con
plenitud y armonía.
“Así como el pensamiento y
creencias de los pueblos son fruto de la observación y de la elucubración
humana, la organización política está en íntima relación con el pensamiento
económico, científico y religioso de los pueblos.
Del concepto matemático,
astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas,
mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y
superándola también, establecieron un orden político y social adecuado a las
condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fundamental de
promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal
suerte un alto grado de cultura y conocimiento, tanto de la naturaleza como del
universo”. (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978)
El concepto de Tollan
que se ha traducido como ciudad o metrópoli, era una realidad cotidiana en las
culturas del Anáhuac. Fuera en la zona maya, náhuatl, zapoteca, mixteca,
totonaca, purépecha o en cualquier otra, las grandes concentraciones humanas
del período Clásico y Postclásico fueron impresionantes. En lo que se refiere a
la ciudad de Tenochtitlán, los cálculos más discretos nos hablan de medio
millón de habitantes, pero seguramente que en el período clásico las
concentraciones humanas superaban estas cantidades. El concepto de Taltocán,
Calpúlli, Hueytlahtocáyotl, Tequíyotl, Tetlatzontequilíca, están ligados
íntimamente a la formidable organización social que es fruto de la sabiduría
acumulada y sistematizada por siglos y siglos de trabajar en sociedad por
alcanzar el desarrollo humano. Los antiguos mexicanos nunca hubieran podido
lograr los prodigios civilizatorios, tanto tangibles como intangibles, sin una
compleja red social de valores, actitudes, principios, instituciones, leyes y
autoridades que posibilitaran, no sólo el mantenimiento del orden social, sino
su propio desarrollo. Cada pirámide, cada obra de arte, cada códice o estela,
no pudieron existir sin el respaldo y apoyo de este sistema de organización
social y régimen jurídico que los sustentó.
“Establecieron una superestructura
de carácter federal e interestatal en materia política, educativa, científica y
cultural con un sistema impositivo o tributario, antes mencionado, adecuado a
las necesidades tanto del gobierno como de las diversas entidades de la
federación, ya para subvenir a los gastos públicos o para la redistribución de
la producción de unas regiones a otras en combinación con dicha organización
especial en materia mercantil.
Dados estos principios
fundamentales podemos distinguir dos clases de organizaciones:
A.- Las Territoriales, que eran:
1.- El calpúlli rural (autónomo y disperso); 2.- El calpúlli urbano (autónomo y
concentrado a manera de barrio); 3.- La región o icniúhtli de calpótin,
hermandad, fraternidad, grupo de amistad de caseríos (entidad regional
autónoma) llamado Tlatocáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señoríos del
Estado (autónomos, pero la autoridad dependía del Estado) llamados tecúhyotl,
señoríos; 5.- El Estado (independiente) llamado hueytlahtocáyotl, gran
gobierno; y 6.- La federación de Estados llamada Tlatacaicniuhyotl, hermandad o
amistad de gobernantes, o tecpíllotl, conjunto de principales o palaciegos.
B.- Las institucionales, jerarquías
centralizadas de gobierno, que podían ser: locales (la organización religiosa,
los gremios industriales, las sociedades de señores) o federales (las
jerarquías educativa, administrativa, fiscal, judicial, gubernamental o
política, la comercial y la militar).
El gobierno de toda agrupación,
tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o
expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación. “Nada se
hacía, afirman los cronistas, sin consultar en asamblea”. Ésta invariablemente
era encabezada por dos jefes, cuyos puestos generalmente eran vitalicios; uno
era administrador y el otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con
derecho de sucesión, y el otro más joven, era elegido por la asamblea,
dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la
determinación de las normas y procedimientos de ejecución.
La asamblea se
llamaba in cohuáyotl, círculo o a manera de serpiente”.
(Ignacio Romerovargas
Yturbide. 1978)
Este complejo sistema de organización
social se llevó varios milenios en decantarlo y perfeccionarlo la civilización
del Anáhuac. Lo cierto es que para la irrupción de la cultura olmeca ya estaba
conformado y fue el mismo que encontraron y usaron los propios españoles. En la
actualidad siguen vivos algunos elementos estructurales de este sistema en las
comunidades indígenas y campesinas. El “sistema de cargos”, el tequio, la
fajina, la asamblea, el consejo de ancianos, las mayordomías, los comités del
templo, la escuela, el agua potable, etc. son el testimonio de la supervivencia
de esta ancestral sabiduría de organización social.
“Todas aquellas autonomías
territoriales no vivían aisladas y abandonadas a su propio destino, sino que
estaban articuladas, armonizadas, relacionadas e integradas al Estado, a través
de instituciones jerárquicas que en su conjunto constituían en cada estado dos
grandes poderes: el poder administrativo cuyo jefe era el cihuacoátl,
literalmente mujer serpiente, ideológicamente administrador supremo gemelo del
tlahtoáni en lo concerniente a la mujer (administrar) que regía, con derecho a
sucesión de padre a hijo; y el poder ejecutivo, cuyo jefe era, el tlahtoáni,
literalmente el que habla, ideológicamente el que ejecuta, manda o gobierna,
era puesto de elección entre los miembros de una familia procedente de los
soberanos más remotos, poseedores de la tierra; pero no sucedían de padre a
hijo...” (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978)
A la llegada de los españoles en el
período decadente conocido como Postclásico. Los invasores no encontraron reyes
o reinas, príncipes o princesas, ni mucho menos reinos o imperios a la manera
europea. En su miopía e ignorancia los españoles interpretaron esta sofisticada
y democrática forma de organización social como una “monarquía” decadente y
vertical como la que tenían ellos en Europa.
A tal punto fue esta incapacidad de
apreciar y entender esta milenaria forma de gobierno que Hernán Cortés (1485-1547), cuando tenía prisionero a Moctezuma ( 1502-1520) en su casa y
después de haber ordenado la matanza del Templo Mayor, lo que provocó la
insurrección del pueblo mexica en contra de los invasores, ordenó que subieran
a la azotea a Moctezuma para que esposado le ordenara al pueblo que cesara la
insurrección. La sorpresa de los españoles es que ya el Tlatocan
había destituido al tlatoani Moctezuma y le había otorgado el poder a Cuitláhuac (¿-1520). Para la cultura europea el rey era la
representación de Dios en la tierra y su sucesión era hereditaria a través de
las Casas Reales. Cortés creyó que al tomar prisionero a Moctezuma tenía
controlado al pueblo mexica y no entendía como podían los mexicas destituir a
su gobernante. Hasta la fecha, se sigue desconociendo el sistema de
organización social y el régimen jurídico de los antiguos mexicanos y se sigue
hablando de “reyes, reinos y princesas prehispánicas”.
“Teniendo en ella toda su esperanza
del remedio, determinó un día sacar a Motecuhzoma en público, para que mandase
y rogase a los mexicanos que se aplacasen y dejasen de maltratarlos. Y así fue,
que estando los mexicanos dando bravísima batería, que casi querían derribar
las casas a pedradas, el marqués y otro de los suyos, el uno con una adarga
cubierto y el otro con una rodela de acero con la que se defendía de las
piedras y varas, subieron a Moctecuhzoma a una azotea de la casa, que caía
hacia el lugar donde los indios daban la batería y, llevándolo así cubierto, le
llevaron al pretil de la azotea y haciendo el buen Moctecuhzoma señas con la
mano que cesasen de vocear, que les quería hablar, callaron por un poco y
cesaron de batir la casa, y apartando la adarga y rodela con la que tenían
cubierto, les rogó a voces que dejasen de hacer mal a los españoles y que él
les mandaba que no le hiciesen mal.
Los capitanes que estaban en
delantera le empezaron a denostar con palabras muy feas, diciéndole que era
mujer de los españoles y que, como tal, se había confederado y concertado con
ellos para haberlos muerto, como mataron, a sus grandes señores y valientes
hombres y que ya no le conocían por rey, ni era su señor...” (Fray Diego
Durán.)
LA CULTURA MADRE.
La cultura olmeca es la esencia y la
fundación de nuestra civilización. Los rasgos culturales más importantes que
estarán vigentes por lo menos durante tres milenios del desarrollo humano que
se implementó en lo que hoy conforma el territorio nacional y del cual somos
herederos únicos y legítimos.
La iconografía, la
arquitectura, los símbolos filosóficos-religiosos de la serpiente, el jaguar,
el águila, que aparecieron claramente definidos en los testimonios de la
cultura olmeca, seguirán vigentes durante los sucesivos periodos hasta el
momento de la invasión. El optimismo por la vida, capaz de realizar
inconmensurables proyectos espirituales que dejaron impresionante huella en la
materia; sean pirámides, sistemas complejos de habitaciones sin ningún uso
doméstico o habitacional, hasta formidables sistemas hidráulicos, con presas y
canales o kilómetros de caminos empedrados.
“Y ahora júzguese el progreso del
fenómeno cultural ocurrido en el territorio de Mesoamérica durante cerca de
tres milenios; piénsese en la índole de la humana energía que poseyó la
capacidad de edificar, entre otras muchas, las ciudades antes indicadas,
ciudades en las cuales dieron flor y frutos las artes y las ciencias; donde la
sabiduría sirvió de raíz y coronamiento a los gigantescos esfuerzos materiales
requeridos por tal edificación.
Habrá que concluir que sólo una
concepción moral plenamente optimista y feliz, habida por el hombre acerca de
sí mismo y de su mundo, pudo engendrar el núcleo de esa energía incalculable.
Una dichosa concepción humanista de veneración por la vida en la totalidad de
sus manifestaciones”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Lo cierto,
la vigente y palpable de la herencia Olmeca y que ha sido trasmitido a las
culturas posteriores, quienes lo desarrollaron y llevaron a expresiones
exquisitas de la cultura y el arte, cada una dándole su toque y su acento
personal. Es sin lugar a dudas su optimismo por la vida y su sentido místico y
espiritual de la existencia y el universo.
“Con ellos (los olmecas) comienza en
definitiva lo que lícitamente puede considerarse la cultura mesoamericana en su
plenitud. Por una razón que explicaré más adelante, ellos lograron difundir los
principios de su idea del hombre y del mundo hacia los pueblos contemporáneos
suyos y, lo que es incluso más significativo, consiguieron hacerlos vivir en la
integridad de las maneras culturales que surgieron en Mesoamérica aún miles de
años después que ellos habían desaparecido, logrando que tales maneras de
cultura fueran, por su fondo común, una cultura única.” (Rubén Bonifaz Nuño.
1992)
Mucho nos
falta por descubrir sobre la antigua cultura olmeca y desacreditar todas las
mentiras que se han escrito doctamente en contra de ella. En efecto, como las
universidades norteamericanas pueden financiar a sus investigadores, estos han
escrito mucho sobre los olmecas. La mayor parte son sus “Propias conjeturas”
nacidas de juicios equivocados desde su primera raíz y que se han ido
acumulando con el tiempo.
“Con respecto de los olmecas, se ha
conjeturado acertadamente de la posibilidad de que hayan implantado un imperio;
según tal conjetura, habrían extendido su influjo en la Mesoamérica de entonces
valiéndose de la fuerza de efectivos militares. Nada se ha encontrado que
llegue a probar tal cosa, ni en sus representaciones plásticas ni en otros de sus
vestigios arqueológicos. Ninguna huella suya se tiene de armas de agresión o
defensa, salvo algún puñado de puntas de flecha descubiertas en La Venta.
(Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Sin embargo,
en México se empiezan a publicar investigaciones inteligentes, descolonizadas y
libres de prejuicios, como las del Dr. Rubén Bonifaz Nuño, quien nos señala un
nuevo camino. Ver con nuestros propios ojos, pensar con nuestras propias ideas
y sentir con nuestros propios sentimientos, es la escuela que crea Bonifaz Nuño.
Pero existen otros caminos, como pueden ser la tradición oral, los linajes de
conocimiento o por la delicada vía de los enteógenos.
“De esta suerte, valiéndose de
análogas complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de
la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales
características son el desdén y la ignorancia.
Condenable es eso, pero no es, en mi
opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos,
voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se
sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos
estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el
deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.
De estos casos, por obvio principio de
dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)
Aunque
parezca atrevido suponerlo, necesitamos descubrir lo que existe de la cultura
olmeca en los mexicanos del siglo XXI. Entender nuestra continuidad histórica y
cultural a lo largo de estos ocho mil años, es uno de los desafíos más
importantes que tenemos aquellos que deseamos acabar con la colonización y
construir una sociedad justa y armoniosa. Los olmecas y el fruto de su
sabiduría no han muerto o esta desaparecida. Es parte intrínseca de lo que hoy
somos. Es la cultura propia nuestra que no compartimos con ningún otro pueblo
del mundo.
¨Victoriosas sobre las injurias y el
desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema
espiritual de iluminación que construyeron nuestras antiguas ciudades.
Allí
el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la
pintura, las artes todas, allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la
medición del tiempo, florecieron obedientes al mismo entusiasmo del hombre
seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la
perfección de la vida.
Feliz,
el hombre vivió y edificó durante cerca de 30 siglos el glorioso testimonio de
su paso sobre la tierra.
Fundamento
ideal para la felicidad de los hombres actuales, la creación olmeca, es decir
la maravilla de la cultura de Mesoamérica, permanece allí, multiplicada en
obras que son ejemplo sin tregua.
Y
esa maravilla es herencia nuestra particular que nos honra y nos distingue
entre todos. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
Todas las culturas posteriores a la
olmeca tendrán su influencia. La estructura filosófico-cultural que legaron los
toltecas al Anáhuac será uno de los testimonios que nos confirman la existencia
de una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio.
Pero todas nacidas, todas con la raíz olmeca, todas compartiendo la misma
esencia filosófica.
Por ello, afirmamos que
existe una continuidad cultural y civilizatoria, no sólo en el período anterior
a la invasión, sino lo que no quieren aceptar los colonizadores, que existe una
continuidad civilizatoria y cultural en estos quinientos años de colonización.
No se puede negar que en este periodo se “podó la fronda” de manera brutal,
pero que la raíz ha seguido viva. También no podemos negar que esta raíz se a
apropiado culturalmente de otros elementos, no sólo de la cultura occidental,
sino de otros pueblos del mundo. Lo que la ha enriquecido y fortalecido.
El gran desafío es vencer
la colonización metal y espiritual. Lograr hacer conciente esta herencia
cultural y usarla para reconstruir nuestro presente y diseñar nuestro
futuro.
6. EL PERIODO CLÁSICO O DEL ESPLENDOR.
Resulta verdaderamente
penoso para los mexicanos, que después de cinco siglos, al igual que los
conquistadores del siglo XVI, no nos haya importado conocer, estudiar y
difundir el pensamiento filosófico del México Antiguo. Como hemos dicho ya, el
Anáhuac produjo una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo. La
pegunta obligada es ¿por qué?, si China y la India, que son civilizaciones tan
antiguas como la del Anáhuac, tuvieron una filosofía que orientara, explicara y
le dieran sentido y continuidad a su evolución, la nuestra no posea para los
investigadores un pensamiento filosófico que sostuviera un proceso de
Desarrollo Cultural, tan largo y antiguo como las otras civilizaciones ´´madre´´
del mundo. El mito de que los Viejos Abuelos eran agricultores idólatras, que
hacían sangrientas ceremonias al sol, al agua y al viento, es sólo producto de
las mentes colonizadoras, que negaron y siguen negando, cualquier valor de la
civilización invadida.
Cada una de las
civilizaciones “Madre” del mundo, han tenido que desarrollar, después de
satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, un cuerpo de ideas muy
elaboradas y complejas, que explican el origen de la vida, el mundo y el ser
humano; su razón de existir y dar respuesta a qué sucederá después de la
muerte, (el problema ontológico del Ser). Esta estructura de pensamiento, que
trata de resolver las tres preguntas básicas que todo ser humano conciente y
todo pueblo desarrollado necesitan responder, “quién soy, de dónde vengo y a
dónde voy”, es la base en donde se asientan los demás conocimientos, tanto
materiales como espirituales, que le dan orientación y sentido a la existencia.
Cada civilización con
origen autónomo, entre otras cosas, tuvo una filosofía, una religión, un
maestro, un grano como alimento básico y un lenguaje estético. Si unos tuvieron
El Taoísmo, El Hinduismo, El Budismo, nosotros tenemos a La Toltecáyotl, pensamiento filosófico del México
antiguo. Si otras civilizaciones tuvieron a Zoroastro, Hermes, Akenatón y
basaron su alimentación en el trigo, el arroz o la papa; nosotros tenemos a Quetzalcóatl
y al maíz.
Las ruinas de la civilización
grecolatina nos “hablan” porque conocemos a sus pensadores, filósofos y poetas.
Las piedras de las “ruinas” y los objetos que se encuentran en nuestros museos,
nos pueden “hablar” trasmitiendo su sabiduría, siempre y cuando conozcamos la
línea de pensamiento que la concibió; dejando de tener tan solo un valor
“Estético o turístico”, pasando a ser algo vivo, vigente y vibrante.
La elevada abstracción
del pensamiento filosófico se materializa en la piedra, el barro o los metales
y en el Patrimonio Cultural Intangible; de modo que, no podemos aceptar la
existencia de nuestros Viejos Abuelos, sin un pensamiento filosófico afirmado e
inconmovible en la materia y permanente en nuestras tradiciones y costumbres.
Resulta un desafío impostergable iniciar el tercer milenio con el conocimiento
de la filosofía de nuestros Viejos Abuelos.
“TOLTECÁYOTL, CONCIENCIA DE UNA
HERENCIA DE CULTURA. Hurgaré, a través de los textos y otros testimonios nahuas
prehispánicos, en la conciencia que tuvo el hombre mesoamericano de ser
portador de un gran legado. Y añadiré que, lejos de querer elaborar una erudita
y estática recordación, al acudir a las fuentes en náhuatl, busco también
atisbos e ideas con significación para nosotros y a la vez capaces de
enriquecer los planteamientos sobre nuestro propio patrimonio cultural.” (Miguel León Portilla. 1980)
El período de mayor
esplendor del México antiguo fue el llamado Clásico y comprende aproximadamente
del año 200 a.C. al 850 d.C. Más de mil años de un sorprendente y continuo
proceso de crecimiento humano y social.
En este período la filosofía, la sabiduría y las ciencias, llegaron a su
máximo desarrollo. Los grandes centros de conocimiento encabezados por
Teotihuacan lograron su mayor apogeo. La vida social encontró su equilibrio
perfecto entre la satisfacción de las necesidades materiales de subsistencia y
las necesidades de trascendencia de la existencia. El arte ha sido el mejor
testimonio de este luminoso período.
Si las bases del desarrollo
humano se dieron con los Olmecas en el Período Preclásico, el vértice superior
del desarrollo cultural del México antiguo se alcanzó en el Período Clásico.
Fueron más de mil años de un impresionante avance humanista en el Anáhuac.
Todas las civilizaciones del mundo llamadas “madre” buscaron en el espacio más
elevado de su desarrollo la trascendencia espiritual de la existencia. Los
antiguos mexicanos no fueron la excepción. Sus conocimientos del Espíritu humano,
de la concepción del mundo como campos de energía, de la relación del micro
cosmos con el macro cosmos y de la responsabilidad de interactuar como
“humanizador y equilibrador” entre la naturaleza y el cosmos, resulta
sorprendente y asombrosa.
Estos mil años de
esplendor son fundamentales para explicarnos lo que hoy somos los mexicanos.
Necesitamos conocer por nosotros mismos con mayor profundidad este período
luminoso. Hacer nuestras propias conjeturas con nuestros propios valores, dejar
atrás la visión del extranjero colonizador.
Los europeos en la Edad
Media buscaron en su pasado inspiración para construir un puente que los sacara
del oscurantismo de la Edad Media. La pregunta es por qué nosotros no podemos,
de la misma manera, buscar en el pasado una fuente de inspiración a partir de
los valores, principios y actitudes que crearon los Viejos Abuelos para llegar
al cenit de su evolución y desarrollo cultural. Y con esos valores diseñar y
construir nuestro futuro.
Actualmente desconocemos
los alcances de sus logros espirituales y energéticos, pero lo cierto es, que
los vestigios materiales de su desarrollo nos dejan sin aliento y exaltan
nuestro espíritu. Al recorrer Teotihuacan, por ejemplo, no podemos más que
pensar en sus logros intangibles, frente al impresionante manejo de la materia.
Si su pirámide de conocimientos estaba dirigida a alcanzar la conciencia
espiritual, cuando reflexionamos descolonizadamente en la cima de la Pirámide
del Sol, debemos de pensar en los alcances y logros que debieron tener en el
plano intangible del conocimiento, especialmente en el campo de la energía.
Al descolonizar la
concepción de nuestros Viejos Abuelos, por más negación y destrucción de su
conocimiento, entenderemos que siguen vivos en nuestro corazón. Que la
civilización del Anáhuac no ha muerto, como predican los colonizadores desde
hace cinco siglos. Y que nosotros somos su continuación en el tiempo cíclico.
7. LOS TOLTECAS.
Por lo general los que
han escrito la historia del México antiguo son los extranjeros, quienes desde
una visión eurocéntrica y una inexplicable y supuesta superioridad cultural,
siempre han juzgado nuestras diferencias con la cultura europea como
deficiencias. Lo que no es como ellos, resulta inferior a su juicio. Este
prejuicioso estudio de nuestra historia ha sido “parcelado” como botín
científico personal de cada uno de los investigadores extranjeros y de sus
discípulos mexicanos. De este modo se mantienen conceptos como “la civilización
azteca, la civilización maya, la civilización zapoteca”, como si fueran
estructuras culturales y civilizatorias diferentes.
“Se olvida que una cultura forma una
unidad orgánica y que, por ello, debe estudiarse desde su centro y no desde uno
de sus aspectos periféricos. El concepto de la vida es el <centro> de
toda cultura. Son ante todo las ideas acerca del origen, el sentido y la
perennidad de la existencia humana las que nos revelan el genio particular de
una cultura. Estas ideas son el resultado de una forma de conciencia
existencial del hombre en el cosmos; ésta es la causa de que sufran sólo
superficialmente la acción erosiva del tiempo.” (Mircea Eliade. 1962)
La cultura dominante no
se ha tratado de explicar integralmente, no sólo la civilización del Anáhuac,
sino las culturas indígenas de toda América como una sola civilización
continental, con una multiplicidad de culturas en tiempo y espacio, pero unidas
solidamente por una matriz filosófico-cultural. De esta manera se han estudiado por extranjeros y sus discípulos
mexicanos, cada una de las culturas como ínsulas de investigación y no, como un
macro proyecto civilizatorio que ha conjuntado a muchos pueblos y
culturas del continente Americano a lo largo de ocho milenios.
“En verdad muchos de los
toltecas
eran
pintores, escribanos de códices, escultores,
trabajaban
la madera y la piedra,
construían
casas y palacios,
eran
artistas de pluma, alfareros...”
“Los
toltecas eran muy ricos,
eran
felices,
nunca
tienen pobreza ni tristeza...”
“Los
toltecas eran experimentados,
acostumbraban
dialogar con su propio corazón.
Conocían
experimentalmente las estrellas,
Les
dieron sus nombres.
Conocían
sus influjos,
Sabían
bien cómo marcha el cielo,
Cómo da
vueltas...”
(informantes
de Sahagún)
La historia antigua de México se puede entender más fácilmente, como la
evolución compartida de los pueblos del Cen Anáhuac, con tres grandes períodos:
Preclásico, Clásico y Postclásico. Y con tres culturas, todas hijas de la misma
civilización, que influyeron o fueron las más representativas del desarrollo de
cada período, pero no las únicas.
Para el Preclásico fue la cultura olmeca, para el Clásico la cultura
tolteca, y para el Postclásico la cultura azteca.
xxxxxxx
“Paradigma de cualquier otra Tollan (Ciudad N. A.) era para los
mexicanos lo que se sabía acerca de Teotihuacan. Sus grandes edificaciones les
parecían hechas por gigantes y así hablaron de ellas con asombro, al igual que
las calzadas y otros recintos de la ciudad. En Teotihuacan había alcanzado
máximo esplendor una yuhcatiliztli, <existir de un modo
determinado>,que fue auténtica Toltecáyotl, obra de los sabios que
allí gobernaron, <los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la
tradición, los fundadores de pueblos y señoríos...>.” (Miguel León Portilla.
1980)
El período clásico y los
toltecas representan el momento de mayor esplendor en el México antiguo. Los toltecas a partir de Teotihuacan
difunden los conocimientos de la Toltecáyotl a todos los centros de
investigación del Anáhuac. Esto se
ve confirmado por la influencia teotihuacana en los vestigios arqueológicos de
las construcciones, cerámica y frescos del clásico en el universo cultural que
conformaban el Anáhuac. Los toltecas expandieron su sabiduría en todo el Cen
Anáhuac y dieron a la civilización su mayor punto de apogeo. Estos más de mil
años de esplendor no estuvieron basados en hechos de armas, pues existió una
paz total. Tampoco fue producto de una dominación económica, pues el inicio de
la moneda y el auge del comercio se dio con los aztecas en el periodo
decadente. Se entiende más como un proceso de elevada producción del
conocimiento y su expansión a todos los confines de aquel mundo.
“Pero
más bien indican que la raíz de todas las religiones [filosofías
N. A.] mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacan haya impuesto sus
dioses sobre los dioses de las otras naciones. Es, sin embargo, curioso, por ejemplo, que la influencia o
la conquista teotihuacana al fin de Monte Albán II, aparezca en esa cultura una
proliferación de dioses antes no conocidos y que gran parte corresponden a los
dioses teotihuacanos. Lo mismo
parece suceder en Guerrero y posiblemente en Veracruz. “. [Ignacio Bernal.
1965.]
Lo que es más posible es
que los toltecas, más que un grado de conocimiento de los hombres sabios del
milenario México antiguo fue una “cultura”, y que Teotihuacan, fue el centro
generador e irradiador de la Toltecáyotl a todo el Cen Anáhuac. Sorprende hoy en día, encontrar a
pueblos como los tacuates en Oaxaca o los mayas en la península de Yucatán y no
encontrar al pueblo tolteca en el mosaico étnico del país.
En la misma memoria
histórica del Cen Anáhuac, se reconoce a los Toltecas como los precursores de
la sabiduría y el conocimiento ancestral.
“Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacan.”
‘Los toltecas llevaron ventaja
en todo tiempo,
hasta que vinieron a acercarse a la tierra
chichimeca.
Ya no se puede recordar
cuanto tiempo anduvieron.
Vinieron del interior de las llanuras,
entre las rocas.
Allí vieron siete cavernas,
e hicieron esas cuevas templos,
su lugar de súplicas.
Y los toltecas
iban siempre por delante.”
[Informantes de
Sahagún.]
“Sorprende
no encontrar antecedentes de los principales factores de una civilización cuyas
normas en esencia, quedarán intactas hasta la Conquista española. Pero si es difícil admitir que rasgos
culturales -como algunas características arquitectónicas, la orientación de sus
edificios o las particularidades de su escultura y pintura- hayan podido desde
su nacimiento asumir un carácter definitivo, más difícil aún es imaginar la
aparición, en un estado de desarrollo perfecto, del sistema de pensamiento que
está en su base.” (Laurette Séjurné. 1957)
Si la llamada cultura Olmeca
es la cultura madre, la cultura Tolteca representó el florecimiento de la
sabiduría del México antiguo y resulta el legado más valioso de Los Viejos
Abuelos, así como para Europa fue el periodo grecolatino. Después de su
misteriosa y hasta hoy, inexplicable desaparición, los pueblos que les
precedieron en el período Postclásico, siempre trataron de situar el origen de
sus linajes en los toltecas. Los toltecas
y Quetzalcóatl son la expresión de la sabiduría y la espiritualidad más
profunda de nuestra civilización.
“Como
Quetzalcóatl enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden
superior, su efigie no puede ser otra que el símbolo de esa verdad y las plumas
de la serpiente que lo representan deben hablarnos del espíritu que permite al
hombre -al hombre cuyo cuerpo, como el del reptil, se arrastra por el polvo-
conocer la alegría sobrehumana de la creación, constituyendo así un canto a la
soberana libertad interior. Esta
hipótesis se ve confirmada, además, por el simbolismo náhuatl, en el cual la
serpiente figura a la materia -su asociación con las divinidades terrestres es
constante- y el pájaro, al cielo.
El Quetzalcóatl es entonces signo que contiene la revelación del origen
celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias
politeístas, el término Teotihuacan evoca el concepto de la divinidad humana y
señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el sitio donde la
serpiente aprendía milagrosamente a volar; es decir, donde el individuo alcanza
la categoría de ser celeste por la elevación interior.” (Laurette
Séjurné. 1957)
En efecto, uno de los
grandes misterios de la historia, no sólo del México antiguo, sino de la
humanidad misma, fue la inexplicable y asombrosa desaparición de los toltecas
en todo el Anáhuac en menos de una generación.
No se sabe por qué lo
hicieron, pero a mediados del siglo IX d.C. fueron destruidas piedra sobre
piedra las centenarias construcciones y cubiertas totalmente de tierra. Este
fenómeno no fue un hecho aislado o regional. Por el contrario, fue una acción
coordinada y concertada en todos los centros de conocimiento que hoy llamamos
“zonas arqueológicas”. De Norte a Sur y de Este a Oeste. En menos de 50 años
fueron desapareciendo y lo que también resulta asombroso, es que no existen
huellas arqueológicas de una migración y mucho menos aparecen en otro lugar del
Anáhuac. Literalmente los seres humanos que vivían en lo que hoy llamamos zonas
arqueológicas desaparecieron sin dejar rastro alguno y los especialistas le
llaman el Colapso del Clásico Superior.
8.
EL DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO.
El conocimiento que
desarrollaron estas 6 Civilizaciones Madre, desde hace aproximadamente 10 mil
años, ha sido el cimiento de toda la sabiduría humana. El hombre en la Luna y
las computadoras, son tan solo su continuidad y su fruto. Los Viejos Abuelos,
sin ayuda de ningún pueblo y a partir de la observación metódica y sistemática
de la naturaleza y de la bóveda celeste, lograron “tejer” una inconmensurable
red de conocimientos, que a través de los siglos y de generación en generación,
se conformaron como el Patrimonio Cultural de nuestra civilización.
“La astronomía era bien conocida entre
los pueblos mesoamericanos, destacándose en ello los toltecas. <Los toltecas
eran sabios, sus obras todas eran buenas, todas rectas, todas bien planeadas,
todas maravillosas... Conocían su influjo, sabían bien cómo marcha el cielo,
cómo da vueltas... La observación de fenómenos naturales que se repetían en
forma invariable, entre las que estaban las cifras 4, 7 y 13, sobre todo. Así,
de la combinación de éstas se obtenía una gran cantidad de ciclos.” (María
Elena Romero Murguía. 1988)
Los Viejos Abuelos
tenían dos vertientes del conocimiento, una era masculina la otra femenina. Una
era exacta, fría y distante: la mecánica celeste. La otra era bondadosa,
generosa y caprichosa: la naturaleza. A partir de la observación del
firmamento, la naturaleza y la esencia del ser humano, los Viejos Abuelos
construyeron todo su conocimiento.
“Si tomamos cuatro ciclos de 13,
obtenemos el cómputo de 52; siete periodos de 52 días hacen un total de 364...
Con relación al 13, tenemos que suceden 13 lunaciones en un año. Si tomamos las
cifras redondeadas de 28 días: 28 x 13 = 364. Trece son los llamados cielos de
la cosmogonía náhuatl, según se describe en el Códice Latino o Códice Ríos; 13
años conforman un tlalpilli y al multiplicar 7 por 13, obtenemos 91 <número
de elementos de un Nepoualtzizin>, lo que representa el número de días de
una estación, de equinoccio a solsticio y de solsticio a equinoccio. Si
duplicamos el valor de 91, tendremos 182, que simboliza el número de días del
ciclo del maíz; si lo triplicamos, el resultado es 273, es decir, el número
de días necesarios para una
gestación, o bien una cuenta ritual de 260 días, más una trecena; si lo
cuadruplicamos, obtenemos 364; así, 91 x 4 = 364, o bien, 91 meses, que forman
siete años <2,548 días>, 91 años <33,124 días> o 91 ciclos de
cuatro años, 364 x 364, haciendo un total de 132,496 días. Así pues, destacamos
los principales cómputos del cálculo prehispánico: cuatro, siete y 13.” (María
Elena Romero Murguía. 1988)
LA AGRICULTURA.
La invención del maíz,
tal vez sea, uno de sus mayores logros, pues de ser un pasto silvestre, los
Viejos Abuelos, produjeron la espléndida mata de maíz a través de lo que hoy
llamamos ingeniería biogenética.
El desarrollo de la ingeniería hidráulica en la agricultura, la
invención de la milpa y la Chinampa. El desarrollo de eficientes sistemas de
salud, alimentación, educación y organización social, representan los grandes logros de los Viejos Abuelos en esta
primera etapa.
“En
las chinampas se encuentran las formas más desarrolladas de rotación de
cultivos y de cultivos mixtos, así como el empleo más intensivo de almácigos y
semilleros. Este tipo de cultivo se halla en producción durante todo el periodo
anual, año tras año; seguramente se trata de uno de los sistemas de cultivo más
permanentes, intensivos y productivos del mundo.” (A. Palerm 1990)
La ingeniería hidráulica
llegó en el Anáhuac a niveles muy adelantados, no sólo por el uso extenso del
regadío, sino que el concepto de la “Chinampa” resulta aun en nuestros días muy
adelantado. Definitivamente no podemos imaginar las maravillas de Teotihuacan o
Chichén Itza, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido
impulsar el desafío que representa la construcción de los muchos centros de
conocimiento que existieron en todo el Cen Anáhuac.
La ciudad de México-Tenochtitlán que conocieron los españoles en 1519
construida en el período decadente del Postclásico, era un ejemplo de uso y
aplicación de la ingeniería y la arquitectura.
“En
España, y en toda Europa, no existían entonces conglomerados urbanos siquiera
comparables con México, que, aunque hay quien le asigne hasta millón y medio de
habitantes, lo más probable es que anduviera por el medio millón ( Londres no
pasaba de 40 mil y París, la ciudad más grande, apenas llegaba a 65 mil), y eso
sin contar las demás poblaciones del Valle, que no iban muy a la zaga, como
Texcoco, Aztcapozalco, Ixtapalapa, Tacuba, etc.”
(José Luis Guerrero. 1990)
La obra de ingeniería
hidráulica para dividir, contener y regular los lagos del Valle del Anáhuac,
representaba un adelanto desconocido para los europeos; lo mismo que el
concepto reticular de calles, avenidas, calzadas, canales. Esta ciudad, en el
Postclásico decadente, contaba con agua potable, plazas, escuelas, mercados,
centros culturales, tribunales, bibliotecas, zoológico, templos, canchas
deportivas, museos, graneros comunitarios, todo lo que para la gente de nuestro
tiempo implica una ciudad “moderna”.
“Tiene
esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y
vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda
cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil
ánimas...Hay en esta gran plaza una gran casa como de audiencia, donde están
siempre sentadas diez o doce personas, que son jueces...Hay en esta gran ciudad
muchas mezquitas o casas de sus ídolos de muy hermosos edificios, por las
colaciones y barrios de ella... entre estas mezquitas hay una que es la
principal, que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y
particularidades de ella... Hay bien cuarenta torres muy altas y bien obradas,
que la mayor tiene cincuenta escalones para subir al cuerpo de la torre; la más
principal es más alta que la torre de la iglesia mayor de Sevilla... Hay en
esta gran ciudad muchas casas buenas y muy grandes.... Por la una calzada que a
esta gran ciudad entra vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos
cada uno, y tan altos como un estado, y por el uno de ellos viene un golpe de
agua dulce muy buena, del gordor del cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo
de la ciudad, de que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para
cuando quieren limpiar el otro caño,.“. ( Hernán Cortés, 1519)
LAS MATEMÁTICAS Y LA CUENTA DEL
TIEMPO.
Las matemáticas fueron un campo fundamental
del conocimiento de los Viejos Abuelos. Necesarias no solo en la construcción
de los monumentales y exquisitos centros de conocimiento, sino en el campo de
los calendarios y la medición del tiempo. Efectivamente, los Mayas inventan el
cero matemático y en sus mediciones calendáricas, las cifras que manejan
resultan a la vez increíbles y perfectas. Los Viejos Abuelos tenían tres
calendarios diferentes pero, los tres se ensamblaban a la perfección en uno
solo. El primero era de 260 días y estaba en relación con las lunaciones. El
segundo era de 365 y cuarto, estando en relación con el movimiento de
translación de la Tierra en torno al Sol. El tercero era de 52 años y estaba
perfectamente sincronizado con el movimiento de traslación que realiza la Tierra
en torno al conjunto de estrellas
llamadas “Las Pléyades”. Sin dejar de mencionar el ciclo de Venus.
“Sabemos también la relación que
existe entre la disposición arquitectónica de Teotihuacan y el paso por el
cenit de las Pléyades cada 52 años, como un gran año de la constelación del
Toro. Este gran año es el tiempo justo en el cual se unen ambas cuentas: la
ritual de 260 días que relaciona las órbitas de Venus y la Tierra, y la
agrícola solar de 365.25 días, la cual se cumple cada 18,980 días, es decir, un
Xiuhmolpilli.” (María Elena Romero
Murguía. 1988)
El calendario fue tan perfecto que,
cuando llegaron los europeos y lo conocieron, se dieron cuenta que el de ellos,
llamado Juliano, estaba equivocado y ajustaron su calendario al nuestro y le
llamaron Gregoriano, pues fue el Papa Gregorio XIII quien ordenó la reforma al
calendario Juliano en 1582.
“El
origen del cómputo prehispánico ha sido rastreado desde sus raíces olmecas.
Recordemos que la palabra olmeca se forma de los vocablos ollin: movimiento y mecatl: mecate, en referencia a la medida
con el mecate; es decir, la medida del movimiento o bien el movimiento de la
medida. Esto significa que los olmecas eran conocidos muy probablemente como los medidores del movimiento
cósmico y su expresión en las formas geométricas...”. ( Ma. Elena Romero M.
1988)
México poseía el 75 % de
la biodiversidad del planeta. Los Viejos Abuelos conocían los usos medicinales,
alimentarios y utilitarios, asombrosamente de casi todas las plantas, minerales
y animales; lo que entre otras cosas les permitió desarrollar una de las
medicinas más antiguas y perfectas del mundo y que hasta nuestros días ha
sobrevivido. El Códice de la Cruz Badeano (1552), las asombrosas trepanaciones
encontradas en osamentas, los sobadores, yerberos y curanderos, son un
testimonio de la permanencia de esta sabiduría milenaria que se ha resistido a
desaparecer. Podemos afirmar que la farmacología mundial ha sido creada en sus cimientos por los aportes de tres
civilizaciones: China, India y México. Para poder apreciar el complejo y
sofisticado conocimiento que tenían los antiguos mexicanos del cuerpo humano
citaremos de la monumental obra “Cuerpo Humano e Ideología”, los nombres en
náhuatl de las partes del ojo y con ello inferir el grado de conocimiento sobre
la medicina humana:
“IXTELOLOTLI. 1 Ceja (conjunto de
piloso) Ixcuamolli. 2 Pestañas, Cochiatl. 3 Pupila, Ixneneuh. Ixttouh. Teouh,
Yoyolca. 4 Párpado, Ixquimiliuhcayotl. 5 Esclerótica, Iztacauh. 6 Iris,
Tlilticauh. Ceja (parte prominente sin pelo) Ixcuatolli. 8 Hueco circular que
se forma entre la orbita y el ojo, Ixcomol. Ixtecocomol. Ixtecocoyoctli. 9
Cuenca, orbita, Ixcallocantli. 10 Cara palpebral interna, Ixquempalli. 11 Borde
libre del párpado, Ixtentli. 12, Lágrima Ixayotl. 13 Lagrimal, Ixcuichilli,
Ixtencuilchilli, Ixomoljuhcantli? 14 Conjuntiva, Ixtocatzahuallo? (Alfredo
López Austin. 1980)
La ingeniería llegó con
nuestros Viejos Abuelos a niveles inimaginables. En nuestra civilización se
amalgamó muy bien la ingeniería con la astronomía y la religión. En efecto, más
allá del desafío a las leyes de la
física, las matemáticas y la perfección de la naturaleza; las construcciones
monumentales del Anáhuac tenían el fin de unir armoniosamente al ser humano con
la Tierra, los planetas y las estrellas, en una maravillosa y extraordinaria
aproximación con lo divino y lo sagrado del universo. Porque nuestros Viejos
Abuelos vivieron por milenios con un sentido espiritual y de armonía con el
universo.
“No cabía duda para él
que los mayas habían sido consumados matemáticos, astrónomos y navegantes, y
que estaban familiarizados con la trigonometría plana y esférica que los ponía
en posición de poder computar el tamaño del mundo, calcular la distancia de
polo a polo, y hacer la estimación del largo de un meridiano. Creía que, al
igual que los egipcios, los mayas habían incorporado sus concepciones
cosmogónicas y religiosas a sus edificios sagrados, particularmente a las
pirámides.” (Peter Tompkins. 1981)
LOS TRES
CÍRCULOS DE CONOCIMIENTO.
Existen tres círculos de
conocimiento en las milenarias civilizaciones del mundo. Tres niveles en donde
se expresa y trasmite la sabiduría. En el primero círculo se encuentra la
“Palabra”.
“Los maestros de la palabra, los
tlatolmatinime, como se les llamó en su lengua, eran sacerdotes, poetas y
sabios, autores de discursos, empeñados en dominar el difícil arte de expresar
el pensamiento con el matiz adecuado y la metáfora que abre el camino a la
comprensión. Eran, como se lee en un texto indígena, “artistas del labio y la
boca, dueños del lenguaje noble y la expresión cuidadosa”. Muchos de ellos,
eran también maestros en centros prehispánicos de educación, donde, junto con
lo mejor de la herencia cultural prehispánica, se enseñaba también el
tecpillatolli, o sea el lenguaje noble y cuidadoso. Esos mismos maestros de la
palabra habían creado las que se llamaban icniúhyotl, fraternidades de sabios y
poetas...” (Miguel León Portilla.
2001)
En efecto, desde los
mismos orígenes de la sabiduría humana, ésta se ha guardado-transmitido en la
lengua de los pueblos. Como ejemplo diremos que la Biblia, el libro impreso más
antiguo del mundo, fue guardado-transmitido a lo largo de siglos enteros por el
pueblo hebreo.
“Los mesoamericanos habían
desarrollado una oralidad que se manifestaba, en diversas circunstancias, en
forma de cantos, discursos y recordaciones de acontecimientos importantes,
divinos o humanos. Dicha oralidad puede describirse como una forma de tradición
oral que se aprendía sistemáticamente en las escuelas y templos.
Para
transmitirla, los sacerdotes y sabios utilizaban sus libros o códices. Los
mayas leían en sentido estricto las secuencias logosilábicas de sus libros. Los
nahuas y mixtecas amoxohtoca, “seguían” el camino de las secuencias de las pinturas
y glifos incluidos también en sus códices”.
(Miguel
León Portilla. 1996)
En la palabra, el
conocimiento se transmite directamente. En el idioma Náhuatl los Viejos Abuelos
atesoran valiosos conceptos como: “Topial in tlahtolli” el legado de nuestra palabra,
“To-pializ” lo que nos compete preservar, “Yuhcatiliztli” la acción que lleva a existir de un
modo determinado, “Toltecáyotl” el conjunto de instituciones y creaciones de
los toltecas.
“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
( Fernando Alva Ixtlilxóchitl)
La civilización del
Anáhuac tenía en su lengua franca, el náhuatl, palabras que nos revelan la
profundidad de su pensamiento y su sabiduría sistematizada. Por ejemplo:
“amoxcalli” biblioteca, “tonalámatl” libro de la cuenta de los días y los
destinos, “xiuhámatl y tlacamecayoámatl” libro de los años y los linajes,
“teoámatl” libro acerca de las cosas divinas, “cuica-ámatl” libro de los
cantares, “lemic-ámatl” libro de los sueños, “amoxohtoca” seguir el camino del
libro, “altehuehuehtkahtolli” antigua palabra del pueblo, “huehuehtlahtolli”
testimonio de la antigua palabra. De este último tomaremos un fragmento de las
palabras que le dirige una madre a su hija:
“Ahora
mi niñita, tortolita, mujercita, tienes vida, has nacido, has salido, has caído
de mi seno, de mi pecho. Porque te ha forjado, porque te ha moldeado, te hizo,
te formó menudita tu padre, tu señor. Ojalá no andes sufriendo en la tierra.
¿Cómo vivirás al lado de la gente, junto a las personas? Porque en lugres
peligrosos, en lugares espantosos, con gran dificultad se vive. Así, un poquito
concede a las personas, las haces merecer su fama, su honra, su calor, su
tibieza, su dulzura, su sabrosura, el Señor Nuestro.” (Miguel León Portilla. 1991)
En el segundo círculo
excéntrico, el conocimiento se ha guardado-transmitido en piedras y libros. En
efecto, la sabiduría se trasmitió a través de “escritos y dibujos en
piedras, piel, papel o en imponentes construcciones”. Esta forma de
conocimiento ha sido casi eterna y universal a todas las civilizaciones, pero
el conocimiento hay que leerlo-interpretarlo, y ya no es directo y “puro”, pues
se tiene que descifrar o decodificar. Como ejemplo podemos mencionar las
pirámides y estelas, y los códices
y frescos. En los trescientos años de colonia, toda esta sabiduría y ciencia,
fue perseguida por los españoles por representar al mismo demonio. En el Siglo
XIX fueron, para algunos visitantes ilustres, “Antigüedades, primitivas y
curiosas” que saquearon y destruyeron impunemente. En el Siglo XX apenas se
empezaron a considerar con un valor “estético y artístico”, instrumento tan
solo para generar divisas a partir del turismo, especialmente en la segunda
mitad del Siglo XX.
“El interés del estudio de las
orientaciones de sitios arqueológicos consiste, precisamente, en el hecho de
que constituyen un principio calendárico diferente a aquél representado en las
estelas y los códices. Se trata, sin duda, de un principio ajeno al pensamiento
occidental. La “escritura” con la cual se escribe es, en este caso, la
arquitectura y la coordinación de ésta con el medio ambiente natural. Un
sistema de códigos se plasma en el paisaje: con cerros y otros elementos
naturales, o también con marcadores artificiales en forma de símbolos o de
edificios construidos en estos lugares.” (Johanna Borda. 1991)
Sin embargo, todos los grabados, esculturas, relieves, frescos,
pinturas en códices, vasijas, textiles, contienen un alto valor filosófico. En
efecto, la iconografía de nuestros Viejos Abuelos sigue presente en nuestros
días, sin que nosotros, los hijos de sus hijos podamos reencontrarla y no sólo
conocer el significado de los símbolos, sino lo que resulta fundamental,
!encarnarlos!, para construir un México mejor. Estos símbolos siguen ahí: en la
artesanía, en la decoración y en algunos símbolos, que por tenerlos siempre
entre nosotros jamás nos han interesado. El ejemplo más sobresaliente es el
propio escudo nacional, que representa el símbolo esotérico de la Toltecáyotl y
que la Maestra Laurette Séjurné en su maravillosa obra “Pensamiento y Religión
en el México Antiguo” nos lo presenta de una manera clara y deslumbrante.
El tercer círculo de
conocimiento, los pueblos lo han guardado-transmitido en las “religiones”.
El conocimiento más importante de un pueblo, se estructura en una religión,
para que de manera accesible y sencilla las masas puedan regir su vida con los
principios éticos y morales fundamentados en la sabiduría que les permitan
además de vivir con armonía, orientar su existencia hacia los niveles
superiores de conciencia y con ello lograr la trascendencia espiritual.
Para aproximarse a la
religión del México antiguo, primero se necesita conocer la sabiduría del
primer círculo de conocimiento, para después, tratar de armar el rompecabezas
que hicieron, tanto los aztecas en el Postclásico a través de los cambios y las
transgresiones que realizó Tlacaelel al legado tolteca. Así como la que hicieron los españoles en la
colonia a través de sus prejuiciados escritos. Y recientemente, los
investigadores extranjeros a través de su visión eurocéntrica y marxista, en la
que con cuatro tepalcates y “la lucha de clases”, pretenden descifrar un legado
ancestral de carácter espiritual, que versa sobre el portentoso misterio de la
existencia humana.
La religión del periodo
Clásico de los Toltecas, que fue la creación más decantada que surgió con los
olmecas y que los toltecas la refinaron y extendieron por todo el Cen Anáhuac,
produciendo mil años de armonía en donde no existieron guerras, ni sacrificios
humanos, ni Señoríos. Mucho de la espiritualidad y misticismo de los pueblos indígenas y
campesinos del México contemporáneo, encuentran sus más profundas raíces en los
conceptos de lo sagrado y lo divino, con la que los toltecas enseñaron a vivir
en equilibrio y armonía a los pueblos del México antiguo.
EL PENSAMIENTO
FILOSÓFICO.
El conocimiento
filosófico del México antiguo, es hasta la fecha el más negado de todos los
conocimientos. Los conquistadores y colonizadores del Siglo XVI afirmaban que
los Viejos Abuelos no eran seres humanos, sino que eran animales con lo que
justificaban su deshumanizado trato. Hasta la fecha la cultura dominante no
acepta que los indígenas piensen y sean capaces, por ellos mismos, de iniciar
un movimiento social como el del EZLN. Aceptar que existió un elevado y
sofisticado conocimiento del ser humano, del mundo y del universo, es reconocer
por los colonizadores de ayer y de hoy, que se ha cometido una de las mayores
injusticias humanas, pues se ha negado y tratado de destruir una de las seis
civilizaciones más importantes y antiguas de la humanidad.
“Después de 1519 una inmensa mayoría
de nuevas influencias pasaron sobre la vida indígena. El imperialismo de los
Habsburgo extrajo su incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las
adaptaciones regionales. El valle no fue nunca una “sede” para los españoles,
salvo de la manera más circunstancial. Los españoles establecieron su capital
colonial en el valle, pero resueltamente lo conectaron por carretera con
Veracruz y luego por mar a Sevilla. Casi nunca adoptaron los estilos indígenas
en la ropa ni en el diseño o la construcción de casas. En vez de ello,
exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su situación
provinciana. La “cultura” de la civilización indígena tenía para ellos, en el
mejor de los casos, un atractivo exótico. Los españoles consumían los productos
de las chinampas, pero ignoraron los métodos agrícolas de las chinampas hasta
el siglo XVIII.” (Charles Gibson. 1967)
El investigador examina
la actitud del colonizador español, de no reconocer ningún valor en la
sabiduría y el conocimiento milenario de la civilización vencida. La cultura
colonizadora a erosionado la punta del iceberg de conocimiento de la
civilización del Anáhuac y sobre ella ha construido su endeble estructura ciega
y depredadora. Sin embargo, quien sostiene a la sociedad mexicana
contemporánea, indiscutiblemente que es el conocimiento generado a lo largo de
ocho mil años, que representa la inmensa base del iceberg que esta bajo el
agua. No podemos negar que en los últimos quinientos años se ha sumado, no sólo
el conocimiento de Europa, sino del mundo entero. Pero de la misma manera, no
se puede seguir negando la existencia de la sabiduría heredada por los Viejos
Abuelos y su indiscutible continuidad. En el “banco genético de información
cultural” que existe en cada
célula de los mexicanos, están atesorados ocho milenios de experiencia y
sabiduría humana.
Querer negar el
milenario y complejo andamiaje del pensamiento filosófico del México antiguo,
es como pensar que un mamífero pudiera vivir sin un sistema óseo. Reducir a una
mal interpretada religión, a un puñado de leyendas y mitos inconexos y a un
montón de deidades incomprendidas, llamadas equivocadamente “dioses
prehispánicos”, el pensamiento decantado y sofisticado de la Toltecáyotl, es el
mayor crimen cultural de la historia de la humanidad, pues se ha tratado de una
manera maliciosa de hacer creer que el Cen Anáhuac no poseyó un decantado y
sofisticado conocimiento del universo, del ser humano, de la vida y de su
trascendencia espiritual, de igual magnitud y valor, que las civilizaciones
coetáneas como la de la China y la de la India.
9. LA
RELIGIÓN.
La religión en el México
Antiguo ocupó un lugar central y preponderante en la vida todos los anahuacas.
En parte por la espiritualidad y misticismo ancestral, y en parte, porque el
sistema social estaba totalmente inmerso en los valores morales y éticos de la
religión del Cen Anáhuac. Todo cuanto se hacía: vida familiar, gobierno,
agricultura, salud, educación, arte, comercio, etcétera, estaba complejamente
vinculado a los aspectos de la religión. Como toda religión ancestral, la
nuestra buscaba la trascendencia del “Ser” espiritual más allá de la muerte. La
vida eterna a partir de la conciencia.
“¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
Al camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los
descarnados?
¿Acaso en el interior del cielo?,
¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de
los descarnados?
...
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco
aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
no para siempre en la tierra: sólo un poco
aquí”.
(Cantares mexicanos)
Para entender al México
antiguo es muy recomendable conocer las formas de vida y valores, de los
pueblos llamados “indígenas” que hasta nuestros días guardan celosamente los
milenarios valores y principios espirituales que los engendraron desde la
invención de la agricultura hace ocho mil años y que en síntesis buscan acercar
al ser humano con lo sagrado y lo divino, con lo trascendente e
inconmensurable.
“Finalmente llegamos a la veneración
de Dios en la forma de ideal elegido por uno mismo. Los hindúes han
representado a Dios de innumerables maneras y, según dicen, ello es apropiado.
Cada una de ellas no es más que un símbolo que apunta a algo en el más allá, y
como ninguna agota la verdadera naturaleza de Dios, toda la gama se necesita
para completar la figura de los aspectos y las manifestaciones de Dios... Como
hemos visto, el fin de la vida es trascender la pequeñez del ser finito. Esto
puede lograrse identificándose con el Absoluto trascendental que reside en el
fondo de uno mismo o desplazando el interés y el afecto hacia Dios personal que
se siente como una entidad distinta de uno mismo.” (Huston Smith. 1997)
Todas las civilizaciones
y sus culturas apuntan en su vértice superior a lograr la trascendencia de
nuestra forma material-carnal a una vida eterna luminosa-espiritual. Prepararse
para morir físicamente y renacer espiritualmente para una vida eterna, este ha
sido el desafío de todos los seres humanos concientes en la historia de la
humanidad. En ese perenne desafío se han formado todas las civilizaciones y
culturas del mundo, así como las religiones.
“...el hombre es el principio de la
creación del mundo y el encargado de su preservación y su desarrollo hacia lo
perfecto. Sobre esta concepción se edifica a sí mismo, y edifica el mundo a su alrededor. Así es como
construye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos.” ( Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
LA DIVINIDAD SUPREMA.
Para los Viejos Abuelos
existía una sola representación de la divinidad suprema, que era invisible e
impalpable, que no tenía nombre y que nadie la había creado. En el México
antiguo no existía el concepto judeocristiano de “dios” y de aquí nacen muchos
equívocos desde Hernán Cortés hasta nuestros colonizados investigadores de
México contemporáneo. La concepción de la divinidad suprema de los antiguos
mexicanos está más cerca de la concepción hindú que del judeocristianismo.
Manteniendo el principio básico de que la divinidad suprema es inaccesible e
incognoscible al ser humano, se entiende la “flexibilidad” para representar las
múltiples facetas de ese concepto tan complejo.
“El principio de unicidad inherente a la religión
–principio que tiene muy poco que ver con la calidad y el número de los dioses-
significa que el hombre ha descubierto un centro en sí mismo y que concibe el
universo a partir de ese centro. Es decir, que la esencia de todo sistema
religioso reside en la revelación de un alma individual estrechamente ligada al
alma cósmica: se trata, en una palabra, de la divinización del hombre.
No
siendo sino perecederas producciones del intelecto sometidas a las
circunstancias sociales, los dioses son secundarios y, considerados como un fin
en sí, no pueden inducir más que a error. Así pues, si no queremos que una
religión se nos oculte bajo el amontonamiento de inertes detalles técnicos, es
necesario esforzarnos por redescubrir la revelación que, inevitablemente, está
en su origen”. (Laurette Séjurné. 1957)
Debemos de tomar en
cuenta que poco es lo que sabemos en verdad de la religión de los Viejos
Abuelos. En parte, porque a partir del período Postclásico (850 a 1521 dC.) los
propios dirigentes en la decadencia, transgredieron las normas religiosas que
los maestros toltecas habían decantado y que permitieron un milenio de paz y
armonía de los pueblos del Anáhuac. Más aún, cuando Tlacaelel y los mexicas con
sus reformas a cien años antes de la conquista, cambiaron dramáticamente el
sentido místico espiritual religioso, por un sentido guerrero material
imperialista.
Conocemos también poco
de lo religioso, por la negación e incapacidad de los colonizadores y
misioneros por entender una religión que era totalmente diferente a la suya y
porque, además, pesaba el epíteto de demoníaca y primitiva. Los investigadores
contemporáneos siguen tomando como base “científica” lo que “dijeron los
vencidos y lo interpretaron los vencedores”, sin desarrollar una mentalidad
descolonizada para tratar de descifrar nuestro milenario legado religioso, no
han podido ver, que atrás de él, se encuentra un vasto tesoro filosófico, pleno
de eterna sabiduría universal.
“Ahora
bien: en este estado de la religión, acontece la conquista española. Sobreviene
la catástrofe. Llegan los misioneros, que sabiamente procuran que algo escape a
ella, y buscan conservar los testimonios de la religión vencida mediante la
información que solicitan a quienes habían sido sus fieles. Y éstos,
comprensiblemente, no les revelan, o porque no lo tienen o porque no quieren
compartirlo, el conocimiento mayor, el de quienes he llamado expertos. Entonces
comunican sólo aquello que es patrimonio cognoscitivo de la comunidad: rasgos
físicos, cualidades generales como que la entidad Tláloc es dios de las lluvias
o fomentador de la fertilidad. Esto es lo que consta en los textos entonces
recogidos.
Los
cronistas e historiadores posteriores toman esta imagen, decididamente
mutilada, ya que al destruirse la comunidad religiosa, el conocimiento de los
expertos dejó de transfundirse en ésta, dejándola sin fundamentos y con una
verdad fragmentada.
Ahora
llegan los estudiosos siguientes. Llevados posiblemente por su incapacidad de
comprender los llamados testimonios arqueológicos, esto es, las imágenes en que
los miembros de aquella comunidad plasmaron su secreto, han ido a lo que les es
comprensible: fuentes escritas. Y han tomado por verdad íntegra el conocimiento
superficial, privado de raíz, que en ellas se contiene. De allí la pobreza, la
incesante repetición de errores, contradicciones y superficialidades reiteradas
que se manifiestan en sus obras.
Y
también, fruto así mismo de su incomprensión de las imágenes, las falsas
atribuciones iconográficas, que han venido, al ser irreflexivamente repetidas,
a integrar una red insoslayable de mentiras y confusión, de la cual resulta
difícil escapar.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1986)
La divinidad suprema tenía muchas formas
de representación en lo que conocemos equivocadamente como dioses menores, pero
que eran advocaciones diferentes de una misma realidad. Como la Virgen María en
la religión católica que es una sola, con múltiples representaciones de una
misma realidad. A esta avanzada interpretación de “Dios”, los Viejos Abuelos le
nombraban poéticamente, “El dueño del cerca y del junto, Aquél por quien se
vive, Noche Viento, El que se inventa a sí mismo”. Intentos poéticos de
referirse a lo impronunciable, lo divino, lo inconmensurable, lo innombrable.
Concepto más filosófico que religioso, que seguramente fue manejado como
conocimiento esotérico por aquellas personas que vivían en lo que hoy conocemos
como zonas arqueológicas y que estaban consagrados al estudio e investigación
de las posibilidades energéticas del ser humano.
“Amo y señor nuestro, Tloque Nahuaque,
Yoalli Ehécatl, que ves y conoces el interior del árbol y de la piedra, y en
verdad ahora conoces también nuestro interior, escuchas en nuestro interior;
oyes y sabes lo que decimos dentro de nosotros, lo que pensamos; nuestro rostro
y nuestro corazón como humo y niebla se levantan delante de ti.” (Libro sexto
del Códice Florentino)
LA DUALIDAD DIVINA.
Esta misma figura filosófica se
representa en un siguiente plano más accesible, llamado “Dios Dual, dualidad
divina o Dios Dos”, como una divinidad doble, mitad masculina mitad femenina,
entendiendo que todo lo que esta creado en la tierra, surge de un par de
opuestos complementarios, uno masculino otro femenino, vida muerte, caliente
frío, luz oscuridad, blanco negro. etc.
Ometeótl es una profunda metáfora
filosófica. El universo mismo esta constituido de un par de opuestos
complementarios. El principio dialéctico esta presente de manera contundente en
“la dualidad divina”. Ocupa los espacios iconográficos de mayor importancia de
manera reiterativa. Como dos cabezas de serpientes que se miran de frente, o
como dos cabezas de quetzal que se miran de frente.
“Antes que nada, para eso, conviene
tener presente la idea, generalmente admitida, de la concepción dualista del
mundo existente entre los antiguos mexicanos.
Originado en una divinidad doble,
dicen los autores, el mundo era concebido por ellos como resultado de ese
principio; como una perpetua lucha entre contrarios, que iba engendrando muevas
etapas de existencia”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1996)
Esta representación de la divinidad
suprema en un plano siguiente inferior a Tloque Nahuaque o Aquél por quien se
vive, tal vez se manejaba en los espacios de los sumos sacerdotes y de la alta
jerarquía religiosa. Lo cierto es que esta representación dual de las
serpientes o los quetzales, se puede encontrar en todas las culturas de los
tres períodos, como elemento importante y central en la iconografía. Se trata
de la lucha de contrarios en la creación del universo y la vida en el Anáhuac.
Figura religiosa-filosófica que nos habla de la necesidad de humanizar al mundo
a través de la misión que ha recibido el género humano.
“Reflexionaremos ahora acerca de lo
expuesto hasta aquí.
Se
ha hablado de la –acción de dos principios antagónicos que luchan-, de –lucha
de contrarios-, de –la idea de la lucha-, de –choques de fuerzas
antagónicas-... Dicho tercer elemento, por necesidad, al mismo tiempo que no es
ni uno ni otro de los dos primeros, ha de tener en sí algo de ellos y algo
distinto a la vez, con lo cual ha de serle dado provocar su transmutación y su
unión en la acción creadora.
Al
intervenir, pues, este elemento que puede llamarse neutro, en los elementos
positivo y negativo, hace nacer en ese mismo punto la posibilidad y la
necesidad de algo que antes no existía.”
(Rubén Bonifaz Nuño. 1996)
TLÁLOC Y QUETZALCÓATL.
La tercera aproximación
de esta misma representación de la divinidad, se encuentra en un par de figuras
religiosas, opuestas y complementarias. Para los Viejos Abuelos, todo cuanto
existía en el mundo estaba constituido de dos clases de energía. Una era la
luminosa y la otra la espiritual. La energía luminosa, es la esencia de
todo el mundo “material”, pues la materia, en su naturaleza más íntima esta
conformada por energía. En nuestros días es más fácil entender esta avanzada
concepción del mundo, ya que sabemos que la parte más pequeña de la “materia”
esta constituida por átomos y éstos a su vez por cargas energéticas, de modo que lo que llamamos “materia”, no
es más que la energía condensada en diferentes grados.
“El rostro de Tláloc,
pues, es serpentino; pero no sólo eso: es también humano. Porque la imagen de
Tláloc representa un rostro formado por el encuentro de dos serpientes que
juntan sus hocicos, rostro que, generalmente, se asienta sobre un cuerpo de
hombre o de mujer, visto en su totalidad o en parte.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1996)
Los Viejos Abuelos
representaron simbólicamente a esta energía con el agua, toda vez que por la
influencia del agua el mundo material se reproduce. Un mismo desierto puede
convertirse en un vergel por medio de la intervención del agua. El agua es tan
solo -un símbolo- para representar el impulso maravilloso de la VIDA en su
sentido más amplio, siempre asociado a la fertilidad. El símbolo es confirmado
por que la presencia del agua como el anuncio de la vida. A este símbolo
religioso lo llamaron los nahuas Tláloc, pero los mayas Chac, los zapotecas
Cosijo y los totonacas Tajín. El concepto es la manifestación de la fuerza
creadora en un par de energías opuestas y complementarias que forman el mundo.
Es una sola estructura religiosa-filosófica, utilizada por todas las culturas
de una misma civilización.
De esta manera el
símbolo de Tláloc, no sólo presenta la energía con la que esta constituido el
mundo que nos rodea, sino que, además, nos recuerda de manera permanente que el
ser humano tiene la obligación de “humanizar” ese mundo material en el que
vive.
La segunda energía que
constituía al mundo era la energía espiritual, que generan todos los seres
vivios, desde una hormiga hasta una ballena, pero que en el ser humano se
genera con mayor intensidad a través de la conciencia de Ser. Para los Viejos
Abuelos, la diferencia con los demás seres vivos se torna una responsabilidad y
no una superioridad. El ser humano a través de su potencial generador de la
energía espiritual, se ve comprometido con la fuerza creadora para mantener el
orden universal y coadyuvar con las diversas representaciones de esa divinidad
suprema para humanizar el mundo. Sostener, preservar y humanizar al mundo
era la misión divina de los antiguos mexicanos en el orden cósmico universal de
la vida.
“La creación no es un hecho
instantáneo, sino un proceso interminable. El Hombre ha de cumplirla sin
interrupción, tomando sobre sí el deber de encaminar hacia su perfección lo
inicialmente creado.
Así
se explica, dentro de la básica unidad cultural, la dinámica variedad de sus
manifestaciones. Se explica así, por ejemplo, las diferencias entre la
urbanización de La Venta y la de Palenque o Monte Alban o Tenochtitlán. Una
sola concepción las dirige: la humana obligación de aliarse a los dioses para
crear, mantener y perfeccionar lo existente.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)
La segunda
representación, opuesta y complementaria a la primera, la encontramos con el
llamado “dios del viento”. Entendiendo en este simbolismo que, la vida cobra su
“esencia” cuando recibe el “soplo divino que le otorga la conciencia de ser”.
Efectivamente, los Viejos Abuelos afirmaban que el fenómeno de la vida
alcanzaba su perfección más sublime cuando la inconmensurable fuerza del
“Espíritu” soplaba en el interior de la energía luminosa. Al “Dios del Viento”
los Nahuas le llamaron Ehecatl-Quetzalcóatl. También, metafóricamente le
llamaban “El barredor de caminos” que anuncia la vida. Es el viento el que
anuncia la llegada de la lluvia y con esto el florecimiento de la vida. El
soplo divino que anima a la conciencia espiritual estaba asociado a
Quetzalcóatl.
“Hablaban
de un héroe nacional, civilizador y maestro, que al mismo tiempo era
identificado con la deidad suprema y con el creador del mundo.”
“León
Portilla considera que más importante que la existencia de Quetzalcóatl como
hombre -del que la vida, principalmente en el mundo maya, constituye un
complejo cuya clarificación presenta no pocos problemas- es que se le haya considerado como
personaje central del espiritualismo del México anterior a la conquista, al
grado de que el pensamiento filosófico a él atribuido llega a dominar toda una
etapa cultural.” (Alfredo López Austin. 1973)
Estas representaciones
simbólicas de realidades filosóficas sumamente complejas y profundas, fueron
compartidas por todas las culturas en tiempo y espacio. Desde el Preclásico
hasta el Postclásico, del Norte al Sur y del Océano Pacífico al Golfo de México. Su iconografía mantenía
caracteres y rasgos comunes y fundamentalmente sus nombres variaban según la
lengua, pero significaban lo mismo. Por ejemplo: Quetzalcóatl en náhuatl y
Cuculkan en maya, significa en los dos casos “Pájaro-serpiente” o serpiente
preciosa, como Belaguetza en lengua zapoteca. Diversas formas de expresar una
misma matriz filosófica religiosa, lo que nos habla de un hilo conductor, desde
los olmecas en el período Preclásico, pasando por los toltecas en período
clásico y que lo llegamos ha encontrar en los aztecas en el período
Postclásico. Una sola matriz filosófica-cultural, una iconografía diversa pero
manteniendo y compartiendo valores estéticos universales entre ellas, y
finalmente, una sola religión con diversas variantes en su expresión en tiempo
y espacio.
En el libro “Pensamiento
y Religión en el México Antiguo”, Laurette Séjurné hace una aproximación
descolonizada de lo que debió ser la esencia de la religión del Anáhuac.
“Es
este mismo itinerario el que sigue el alma: desciende de su morada celeste,
entra en la oscuridad de la materia para elevarse de nuevo, gloriosa, en el
momento de la disolución del cuerpo. El mito de Quetzalcóatl no significa otra
cosa. La pureza absoluta del Rey se refiere a su estado de planeta, cuando no
es todavía más que luz. Sus pecados y sus remordimientos corresponden al
fenómeno de la encarnación de esta luz y a la dolorosa pero necesaria toma de
conciencia de la condición humana; su abandono de las cosas de este mundo y la
hoguera fatal que construye con sus propias manos señalan los preceptos a
seguir para que la existencia no sea perdida: alcanzar la unidad eterna por el
desprendimiento y sacrificio del yo transitorio”...
“Es
decir, que la creación no es considerada posible más que a través del
sacrificio: sacrificio del Sol desmembrado en la humanidad (la estrella de la
tarde es un fragmento de luz arrancada antes de su declinación). Sacrificio del
hombre para restaurar la unidad original del astro”...
“El
Sol es denominado el Rey de los que vuelven: difícilmente podría encontrarse
una comprobación más rigurosa a la hipótesis de la creencia náhuatl en el
origen celeste del individuo”
“Como
lo hemos visto el mensaje de Quetzalcóatl consiste en resolver el problema de
la dualidad de la naturaleza humana. Con la parábola del rey de Tollan, enuncia
los principios del desprendimiento y del renunciamiento por los cuales el
hombre puede reencontrar su propia unidad”...
“Quetzalcóatl
hecha sobre él un puente para que sus “pajes” o discípulos puedan seguirlo.
Esta acción de crear un puente nos dice, una vez más, que su misión tiene por
objeto establecer una comunicación entre la tierra y el cielo, unir el hombre a
Dios.
Que
sean cumplidos durante la vida o después de la muerte, estos ritos que
reproducen la parábola del hombre convertido en planeta constituyen sin duda
prueba del paso a niveles espirituales superiores que deben progresivamente
llevar a la unión con lo trascendente.
En
realidad, la existencia era concebida como una preparación para la muerte, y
esta representaba el nacimiento verdadero que se alcanzaba liberándose del yo
limitado y mortal.”
“La
sangre con que Quetzalcóatl rocía los huesos sustraídos a la muerte representa
el fuego divino que salva a la materia -veremos después que la sangre y el
fuego tienen la misma significación simbólica-, y es claro que este mito relata
el nacimiento del hombre a la espiritualidad.”
“Esto
indica que, lejos de constituir un elemento inútil que no hace más que molestar
al espíritu, la materia le es necesaria porque únicamente por la acción
recíproca del uno sobre la otra, la liberación es conseguida.
Parecería
que si la materia es salvada por el espíritu, este a su vez tiene necesidad de
ella para transformarse en algo como una energía consciente sin la cual la
creación dejaría de existir.”
“Esta
energía indispensable a la marcha del universo no puede surgir más que del
hombre, porque solo él posee un centro susceptible de transformar el espíritu
que estará destinado a perderse en la materia. Salvándose él mismo, el hombre
-del que Quetzalcóatl es el arquetipo- salva entonces la Creación.
Por
eso es el redentor por excelencia. Como lo enseña la parábola del rey del
Tollan, esta salvación no se hace fácilmente. Para reconciliar el espíritu y la
materia de que esta formado, el individuo debe sostener durante toda su vida
una lucha dolorosamente consciente que lo convierte en un campo de batalla en
el que se enfrentan sin piedad los dos enemigos. La victoria del uno o del otro
decidirá de su vida o de su muerte: si la materia vence, su espíritu se
aniquila con él; si ocurre lo contrario el cuerpo “florece” y una nueva luz va
a dar fuerza al Sol.”
“El
Sol que da vida al universo se alimenta del sacrificio [espiritual N. A.] del hombre, y no puede subsistir sino por su
fuerza interior.”
“Así,
por un camino diferente, nos volvemos a encontrar con la hipótesis según la
cual la Era de Quetzalcóatl es la del advenimiento del alma, del centro
unificador que es la esencia misma de todo pensamiento religioso.” (Laurette Séjurné. 1957)
Es importante subrayar,
que el grado de abstracción y profundidad en la religión del pueblo logrado por
los Viejos Abuelos, resulta hasta nuestros días muy adelantado. Lo que sucede
es que desde 1521 se ha prejuiciado y mal interpretado todo conocimiento y
valor de la antigua civilización, especialmente en el aspecto de la religión y
la filosofía, toda vez que eran las bases “morales” por las que se justificaba
la invasión. En efecto, la Corona española manifiesta que los pueblos invadidos
eran salvajes y primitivos. La iglesia por su parte autoriza la invasión en
tanto se “liberaba” a los naturales de su demoníaca religión y se les salvaba
el alma, incorporándolos al seno de la iglesia católica.
LA ABSTRACCIÓN
RELIGIOSA.
Un ejemplo de esta
avanzada visión religiosa la podemos observar en una celebración que tenía lugar
en una ceremonia que desde los olmecas hasta los aztecas se repetía exactamente
cada 52 años. Una asombrosa medida que impedía el fanatismo y el culto a los
objetos, manteniendo al pueblo sin la carga aberrante de las supercherías y la
idolatría. Nos referimos a la Ceremonia del Fuego Nuevo que se celebraba cada
“Atado de años” y que entre todos los rituales se requería que los habitantes
de todas las comunidades, grandes y pequeñas, subieran a un cerro tutelar cargando
todas sus “Reliquias religiosas” que se habían acumulado a lo largo de 52 años,
tanto en los templos como en las casas.
Estas figuras hechas en
barro y diversos materiales pertenecían a las diferentes formas en las que se
representaba la divinidad suprema y sus diversas advocaciones o dioses menores.
Las piezas eran destruidas el último día antes de que terminara el ciclo
cósmico, ya que si salía el sol al otro día, estaban garantizados otros 52 años
más de vida del Quinto Sol. Así que no sólo se iniciaba un fuego nuevo, sino
también se construían nuevas representaciones de las deidades para iniciar un nuevo
ciclo sin cargar con “reliquias” que fanatizaran al pueblo y que desvirtuaban
el sentido abstracto de la divinidad. Es impresionante entender como con una
tradición religiosa de una civilización extremadamente mística y espiritual,
impedían que los pueblos se fanatizaran y convirtieran en fetiche los objetos
del culto religioso, manteniendo en el plano abstracto la divinidad suprema.
Los Viejos Abuelos comenzaron a ser idólatras con la imposición de la religión
católica, pues ahí es donde nace la devoción a las imágenes.
De esta manera, podemos
afirmar que esa divinidad suprema, que no tenía nombre, ni podía ser
representada, vista o tocada, se manifestaba en el universo, la naturaleza y en
los grandes sentimientos humanos. Así, el Sol resultaba una manifestación de
este poder inconmensurable, pero también lo hacía el agua, el viento, la
tierra, las montañas, el rayo, el fuego. No es que fueran “dioses”, sino
manifestaciones diversas de una misma realidad.
Existe cierta similitud
con la religión católica en la que existen muchas Vírgenes pero todas son
diversas advocaciones de la Virgen María; o la paloma que se encuentra
reiteradamente en lienzos, esculturas, vitrales o metales, puede ser otro
ejemplo. Los católicos no “adoran” y le rinden culto a la paloma. Es sólo un
símbolo aceptado por todos, de un concepto muy abstracto y profundo, como
resulta El Espíritu Santo.
Para el común del
pueblo, para los “macehuales”, para “la ala y la cola”, los símbolos de Tláloc
y Quetzalcóatl eran la inmediata representación de la fuerza creadora, de la
divinidad suprema. Símbolos que eran usados por el pueblo para guiar su sentido
ético y moral. Para fortalecer las costumbres y la tradición. Seguramente que
fue este tercer nivel de concepción religiosa la que permitió que durante diez
siglos los Viejos Abuelos pudieran vivir socialmente en armonía y en paz,
permitiendo el desarrollo del conocimiento de los venerables maestros toltecas
que “trabajaban”, en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas.
Existe una misma memoria
histórica compartida por todos los pueblos del Anáhuac en cuanto a su origen.
Más adelante lo trataremos en el capítulo referente a la filosofía, pero
valdría apuntar que la existencia de una serie de historias compartidas de una
u otra manera por los pueblos del Anáhuac, como son: La creación de la Tierra, Los dos gemelos divinos, La leyenda de los Soles, La lucha entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca,
La primera pareja divina y sus cuatro hijos, la peregrinación en busca de una
tierra prometida.
Lo anterior nos sugiere,
que el origen de la religión deviene de una antiquísima, profunda y compartida
concepción filosófica.
SÍMBOLOS RELIGIOSOS DE
LA DIVINIDAD.
Para cerrar este
capítulo enumeraremos los símbolos religiosos más conocidos del Anáhuac.
Entendiendo que no son “dioses” en el concepto judeocristiano, sino diversas
advocaciones de una misma realidad innombrable, impalpable e invisible. Estas
múltiples representaciones se refieren a las diversas formas de percibir lo
inconmensurable, aunque en algunos momentos nos pareciera que se repiten o
tienen grandes parecidos. Esta apreciación es correcta, ya que son símbolos
abstractos que nos hablan de verdades universales que tratan de ser representadas
o conceptualizadas para un uso popular.
Cuando tratamos sobre las múltiples
advocaciones de la divinidad suprema del Anáhuac debemos precisar a qué período
nos referimos: formativo, esplendor o decadente. A qué nivel: si al filosófico
que investigaban las personas de conocimiento, al religioso que manejaban la
jerarquía sacerdotal o al popular que veneraban los macehuales o pueblo en
general. Y finalmente, a qué cultura, dado que aunque todas las advocaciones
tenían un mismo origen, en cada cultura tenían un nombre diferente -aunque su significado fuera parecido-
y su iconografía fuera diferente, según cada estilo cultural. Pero debemos
señalar que compartían ciertos rasgos comunes. Por ejemplo, en el caso de
Tláloc y sus similitudes en todas las culturas. La representación gráfica
siempre compartía unas anteojeras y una lengua bípeda.
La excepción de la regla
la encarna Huitzilopochtli, representación de la divinidad exclusiva de los
mexicas. En efecto, cuando llegaron al Valle del Anáhuac en el siglo XI ya la
traían del Norte como su guía espiritual. Posteriormente, cuando los mexicas se
culturizan con los remantes de sabiduría tolteca que quedaban del período
Clásico, incorporarán a su “Dios tribal”
al panteón ancestral del Anáhuac y lo incrustarán como uno de los cuatro
hijos de la pareja divina. Esto sucederá durante las reformas
filosófico-religiosas que realizarán Tlacaelel cien años antes de la llegada de
los invasores.
También existen un sin
fin de “dioses menores”, que son referencias muy espaciales de actividades que
los seres humanos hacían y que, inmersos en un mundo sumamente religioso, se les contemplaba no como dioses
en el contexto judeocristiano, sino más bien como “Esencia sagrada”. Nos
referimos a los múltiples “Dioses” de: la cacería, el pulque, el comercio y
demás. Algo similar al lugar que ocupan los “Santos” en la religión católica.
La confusión nace de la visión europea y
judeocristiana del siglo XVI, que no tenía elementos, ni intenciones para
entender una religión mucho más antigua, abstracta y avanzada. Nace de la
actitud prejuiciada e intolerante de los primeros “estudiosos” extranjeros y
sus sucesivos investigadores. Nace también de la serie de mentiras, erróneas
apreciaciones y tergiversadas
tesis de los investigadores foráneos y sus colonizados seguidores locales, que
se han venido tejiendo y repitiendo a lo largo de estos cinco siglos y que se
han convertido en el discurso oficial de la llamada ´´Historia oficial´´.
Nombraremos a las
advocaciones más importantes de la suprema divinidad del Cen Anáhuac, en el
entendido de que no es una lista en la que se encuentren incluidas todas las
representaciones:
Tloque Nahuaque o “El
que esta aquí y en todas partes”. Ometeotl o “La dualidad divina”; Ometecutli
“De los dos el señor”. Ometecíhuatl “De los dos la señora”. Quetzalcóatl, “El
soplo divino o la representación del aire”. Tláloc, “El dios del agua o la
fertilidad”; “El Señor y la Señora
de la Tierra”, Tlaltecutli y Tlalecíhuatl. La Tierra representada en tres
diferentes modalidades como: Coatlicue o “La de la falda de serpientes”,
Cihuacoátl o “La Mujer serpiente” y Tlazolteotl o “La comedora de inmundicias”;
Tezcatlipoca, “El espejo humeante o el enemigo interior”; Mictlantecutli y
Mictlantecíhuatl, “El Señor y la Señora de la Muerte”. Tonatiuh, “El Sol”.
Tonacatecutli y Tonacatcíhuatl, “El Señor y la Señora del Sustento”.
Xochiquetzalli, “La flor preciosa”. Huehueteotl, “El dios viejo del fuego”;
Chantihco, “El calor de la Tierra, el fuego del hogar o la parte femenina de la
energía”. Tonatzin, “Nuestra madre querida. Mixcoátl, “La serpiente nebulosa”
refriéndose a la Vía Láctea. Xipe Totec, “El Señor del descarnado”, depurador
de la naturaleza o la acción de desprender la materia del espíritu. Xólotl, “El
gemelo o nagual” de Quetzalcóatl. Macuilxóchitl, “Cinco flor” o enaltecedor del
espíritu por medio del ejercicio y la danza. Mayahuel asociado al pulque como
bebida espirituosa; Yspapalotl, “Mariposa de obsidiana”; Toci, “La venerable
Abuela”. Chicomecóatl, o “Siete serpiente”, deidad del maíz. Xilonen La joven madre
del maíz”; Tlaloques entidades menores de la lluvia; Chalchihuitlicue, “La del
manto enjoyado”, advocación femenina del agua divina. Patécatl; “El de la
tierra de las medicinas”; Metztli, “La Luna”. Tepeyolohtli, “El corazón de las
montañas”; Yacatecuhtli, “El Señor que guía a los viajeros y comerciantes”;
Ixtliton advocación de la curación de las enfermedades, “Señor de la salud”;
Chiuatetéotl advocación de las mujeres muertas en parto; Xiuhtecuhtli
advocación del fuego. Casi todas las culturas compartirán las mismas
advocaciones pero cambiarán levemente su iconografía y totalmente su nombre de
acuerdo a cada lengua.
Uno de los legados más
importantes que hoy nos acompaña del México antiguo, indiscutiblemente es la
visión mística y espiritual que los mexicanos tenemos por el mundo y la vida.
Los Viejos Abuelos supieron muy sabiamente amoldarse a la religión impuesta.
Cambiaron todo por fuera, pero por dentro mantuvieron las bases fundamentales
de su milenaria religión.
Una de las muchas
herencias de ese mundo religioso que duró perfectamente estructurado, por lo
menos 30 siglos antes de la llegada de los invasores españoles, la podemos
encontrar hoy en día en la forma en la que los indígenas se relacionan con los
divino y con lo sagrado. Los indígenas no necesitan de “interlocutores” para
entrar en contacto con Dios. Ellos actualmente usan las imágenes católicas,
pero les ponen nombres en sus lenguas y les hacen cultos personales y
comunitarios donde ellos mismos ofician, sin necesidad de sacerdotes o
sacristanes.
Finalmente diremos que
la religión es y ha sido una de las bases del pueblo de México. El sentido
místico y espiritual de la vida es una de las valiosas herencias de nuestros
Viejos Abuelos.
10.
LA EDUCACIÓN.
La educación representó
uno de los pilares más sólidos e importantes de la civilización del Anáhuac. El
trabajo milenario civilizatorio que desarrollaron de generación en generación,
no habría sido posible sin un excelente sistema educativo que, no sólo
mantuviera las bases rectoras del proyecto original, sino que inculcara en los
hijos de sus hijos, los conocimientos, principios, valores y el objetivo
abstracto de su civilización de manera constante a lo largo de varios miles de
años. La educación en el México antiguo fue obligatoria y gratuita.
“Ninguna
cosa más me ha admirado, más digna de alabanza, que el cuidado y orden que en
criar a sus hijos tenían los mexicanos. Porque entendiendo bien que en la
crianza e institución de la niñez y juventud consiste toda la buena esperanza
de la república, dieron en aportar a sus hijos de regalo y libertad que son dos
partes de aquella edad y en ocuparlos en ejercicios provechosos y honestos.” (Miguel Acosta Saignes. 1945)
La educación en el México antiguo fue uno
de los pilares de la civilización del Anáhuac y la familia, su génesis. En
efecto, la educación que se daba en el núcleo familiar fue el profundo cimiento
de estos pilares. Los niños y los jóvenes se educaban con bases morales y
éticas a través de milenarios principios y valores que buscaban formarlos en
las actitudes y valores ante la vida, el mundo, la familia, el trabajo, la
sociedad, lo divino y lo sagrado. El padre y la madre, los abuelos y la familia
en general, nutrían amorosamente a los niños en el círculo extenso de la
familia. Es por ello que los términos “cencalli y cenyeliztli” expresan
cabalmente la importancia de la familia y la educación. Literalmente cencalli
significa en lengua náhuatl: la casa entera o el conjunto de los que en ella viven.
Existe una dualidad indivisible en la cultura de ayer y de hoy de los mexicanos
entre familia y educación. Cenyeliztli significa: “estado o naturaleza de los
que viven entera y conjuntamente en una casa”.
LAS INSTITUCIONES.
Existían tres
instituciones básicas; el Telpochcalli o “Casa de los jóvenes”, para la
instrucción básica de los niños y jóvenes; el Cuicacalli o la “Casa del
canto”, donde aprendían con “Flor y canto” (entendida como sabiduría y belleza)
a expresar su inconmensurable fuerza espiritual a través del arte. Finalmente
el Calmécac o “La casa de la medida”, centro de altos estudios, en donde
se formaban a los sacerdotes, los administradores y los dirigentes.
La educación se iniciaba
en casa y el niño era el centro de atención y afecto de toda la familia. Se le
proporcionaba todos aquellos cuidados llenos de ternura que la familia podía
darle, pero cumpliendo 7 años se le enviaba al Telpochcalli y entraba a un
sistema de férrea disciplina, estricto orden y escrupulosa jerarquía. A las niñas
y a los niños se les trataba por igual en cuanto a la disciplina. El sistema
educativo era del tipo “espartano” y se les preparaba para “la guerra interior”
(Período Clásico).
A los niños y jóvenes de
ambos sexos, se les enseñaba no sólo las ciencias, como las matemáticas,
astronomía, biología o las artes como el canto, la música y la danza; además de
aprender a hablar correctamente; “leer” y pintar sus códices, los maestros también
les enseñaban a unos a sembrar y cosechar la tierra, a edificar, tallar, tejer
y moldear. A las otras, a sembrar, cocinar, curar, criar, cultivar plantas,
tejer y bordar. El espíritu de la educación en el México antiguo era, “Formar
un rostro propio y un corazón verdadero” en los niños y jóvenes.
El Calmécac era una
institución a la que podían asistir sólo los más destacados. Los jóvenes que
iniciaban su preparación en los antiguos y secretos conocimientos de los Viejos
Abuelos, les llamaban “Guerreros”. Así se les llamaba porque tenían que
emprender la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar. La lucha
consigo mismo; la batalla para derrotar “Al enemigo interior”. Esta guerra se
hacía a base de “Flor y canto”, que representa la sabiduría, la filosofía y el
arte. El guerrero tenía como objetivo “Florecer su corazón” y darse como
alimento a sus seres queridos. Bella metáfora, donde la “Guerra” es usada de
manera simbólica, biófila y espiritual. Los guerreros se preparaban para la
muerte simbólica y con ello lograr llegar a la vida eterna. Este concepto era
tolteca del período clásico. Los mexicas, como veremos posteriormente
transgredieron estos principios como base de su expansión imperialista (Periodo
Postclásico).
Estos “Guerreros de la
libertad total” eran llevados a los centros de conocimiento. Por ello se entiende
que las llamadas zonas arqueológicas del período clásico; no eran ciudades, ni
centros ceremoniales, ni fortalezas, ni palacios o panteones. Seguramente eran
en cambio, centros de conocimiento de una sabiduría, que hoy en día, nos
resulta muy difícil comprender, pero que le podríamos llamar
“Ingeniería-energética”, pues se investigaba la vida y el mundo a través de
campos de energía. Estos centros de investigación y conocimiento, estaban
alejados de la vida cotidiana de las comunidades. Sin embargo, los venerables
maestros enseñaban la religión y la sabiduría, tanto a los sacerdotes y
administradores de los pueblos; como a los jóvenes más destacados que salían
del Calmécac y que eran enviados a estos lugares antiquísimos y misteriosos a
convertirse en frutos florecidos de su civilización.
“Testimonio
de profunda reflexión son éstos, herencia la más antigua que, en materia de
educación, proviene del México indígena. En el hogar y en las escuelas se
escucha la antigua palabra. Era ella la lección
atesorada de quienes ejercían el magisterio en los telpochcalli, “casa de
jóvenes”, y en los Calmécac, “hilera de casas” para la educación superior....En
varios de los códices o antiguos libros de pinturas y caracteres jeroglíficos
del México antiguo aparece la figura del temachtiani, el maestro, cuyos
atributos coinciden en muchos aspectos con los de otro personaje cuya figura se
idealiza y exalta en varios textos en náhuatl de la antigua tradición nativa.
Este personaje es el tlamatini, el sabio. El significado etimológico de
tlamatini guarda también relación con el que tiene la palabra temachtiani.
Tlamatini es “el que sabe algo, el que conoce las cosas”. A su vez temachtiani
es “el que hace que los otros sepan algo, conozcan lo que está sobre la tierra”
y, en fin, aquello que puede llegar a vislumbrar el hombre.
Los que ejercían la profesión de
tlamatini, “sabio”, eran precisamente quienes tenían a su cargo la preservación
y transmisión de los testimonios de la antigua palabra.” (Miguel León
Portillla. 1991)
Las normas sociales
tuvieron que ser muy sólidas, para estructurar y mantener un proyecto
socio-espiritual por miles de años y que ha sabido sobrevivir, en lo más
esencial hasta nuestros días. En
efecto, si tomamos como ejemplo Monte Alban en la cultura zapoteca de Oaxaca.
Se supone que la construcción se inició en el año 500 a.C. y fue abandonada
aproximadamente en el año 850 d. C., lo que implica tres cosas: un trabajo
permanente y descomunal en la construcción (la materia), con un proyecto
arquitectónico que no cambió en lo fundamental (siempre se usó para lo que se
diseñó). En segundo lugar, que se mantuvo una misma línea de pensamiento
filosófico y religioso a lo largo de 1350 años aproximadamente. Y en tercer
lugar, que contó con un sistema alimentario, social y educativo que permitió
éste prodigio. Esto resulta verdaderamente sorprendente, pues solo una sociedad
con sólidos principios éticos, morales y religiosos, pudo mantener y realizar
un proyecto social tan grandioso a un alto costo de la energía social y con un
gran esfuerzo, mantenido por muchas generaciones al parecer de manera
inalterable. Monte Alban no fue un hecho aislado en el Anáhuac, miles de las
llamadas ahora “Zonas arqueológicas” proliferan en el territorio nacional. Los
valores creados por la sociedad del México antiguo, son los cimientos en que
descansa “El México profundo” del que nos habla Guillermo Bonfil.
“Es
admirable que en esa época y en
ese continente, un pueblo indígena de América haya practicado la educación
obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano del siglo XVI,
cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de escuela.” (Jacques Soustelle.
1955)
El lector encontrará en
este párrafo del investigador francés, en principio admiración, pero
inmediatamente una actitud colonizadora y de supuesta superioridad, pues dice
que es admirable que en América (y no en Europa) y sobre todo “Un pueblo
indígena” (y no el pueblo francés), tuvieran en el Siglo XVI (cuando muy
probablemente el sistema educativo nació con los olmecas, antes de la era
cristiana) este tipo de educación (obligatoria, gratuita y extensiva a toda la
población), que en Europa solo se logró hasta el Siglo XX.
La primera escuela
pública nació en Italia en 1596. La educación popular en el Anáhuac seguramente
tiene sus orígenes en el advenimiento de la cultura olmeca, tres mil años antes
que los europeos. La confianza en la educación es una de los legados más
importantes de los Viejos Abuelos que conforman el México contemporáneo.
“Para poder penetrar siquiera un poco
en los ideales de la educación entre los nahuas, es necesario partir de otra
concepción suya fundamental. Nos referimos al modo como llegaron a considerar
los sabios nahuas lo que llamamos “persona humana”... “vuestro rostro, vuestro
corazón. Obviamente se designa con estas palabras a la persona del
interlocutor. Hallamos esto no en casos aislados, sino con gran frecuencia, es
decir en la casi totalidad de los
discursos pronunciados de acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas
tecpilatolli, o sea, -lenguaje noble o cultivado-.
In
ixtli, in yóllotl, -la cara el corazón-, simboliza siempre lo que hoy
llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. Y resulta
interesante notar, aunque sea de paso, el paralelismo que existe en este punto
entre la cultura náhuatl y la griega.” (Miguel León Portilla. 1980)
En la rica literatura
que conserva fragmentos luminosos del pensamiento antiguo, podemos encontrar
luces que nos pueden orientar en cuanto a este vasto acervo de herencia educativa que
conforma la esencia del “Ser mexicano”. En el Códice Matritense de la real
Academia, se puede leer:
“El hombre maduro:
corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio,
dueño de un rostro y un corazón,
hábil y comprensivo”.
Pero en la lengua
náhuatl se encuentran conceptos muy puntuales sobre la educación, que nos
revelan un mundo muy rico en donde nuestros antepasados pusieron mucho énfasis.
Por ejemplo, la palabra –ixtlamachiliztli- que implica la acción de dar o
trasmitir sabiduría a los rostros ajenos nos habla del proceso de
enseñanza-aprendizaje o itech netlacaneco que significa “Humanizar el querer de
la gente”. Los antiguos mexicanos no sólo tenían instituciones públicas
educativas como el tepochcalli, Cuicacalli o Calmécac, sino que dentro de la
civilización del Anáhuac, la educación era en sí misma una institución, columna
fundamental en las que se sostenía la sociedad anahuaca. De otra manera no se
pueden entender mil años de esplendor y siete mil quinientos de continuo
desarrollo humano.
EL MAESTRO.
Otro aspecto muy
importante de la educación fueron los maestros. El maestro encarna los
preceptos mismos del “rostro propio y el corazón verdadero”. El maestro era un
guía comunitario, más allá del aula, porque el maestro de todos los tiempos
educa con el ejemplo de su propia vida. El maestro –temachtiani- en lengua
náhuatl es definido en el Códice Matritense de la manera siguiente:
“Maestro de la verdad,
no deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos,
Hace a los otros tomar una cara,
Los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara...
Gracias a él, la gente humaniza su querer,
Y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
Conforta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende”.
De la capacidad, talento
y actitud del maestro dependerá el buen desempeño de las instituciones
educativas y de ellas, dependerá el potencial y permanencia de cualquier
civilización o cultura. Las bases de una persona, familia o civilización están
en la alimentación, la salud, la organización y la educación. No podemos
concebir la grandeza del Anáhuac, de sus monumentos, obras de arte o sus
extraordinarios conocimientos y sus incontables logros, sin el sistema de
educación que por lo menos estuvo operando de manera permanente a lo largo de
30 siglos antes de la invasión y destrucción europea. Y tampoco podemos negar
la herencia que sigue viva y latente en el ser de la cultura contemporánea de
México. Lo que se requiere es despertarla, activarla para reorientar nuestro
camino.
“El
solo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe en el
texto ya citado la figura del maestro o temachtiani, constituirá el más
elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo náhuatl.
Es
el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Magnifico
ejemplo de lo que hemos llamado –ingeniería lingüística náhuatl-. Esta
compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te- (a los otros); el
semantema radical de ix- (tli:rostro); y la forma participal cuitiani (“que
hace tomar”). Reunidos estos elementos, te-ix-cuitiani significa a la letra (el
que) “a-los-otros-un-rostro-hace-tomar”.
El
segundo término es te-ix-tlamachtiani:
“que-a-los-rostros-de-los-otros—da-sabiduría”. De nuevo indicamos los elementos
que lo conforman: te (a los otros)-; ix (tli: rostro o rostros); tlamachtiani
(el que hace sabios, o hace saber las cosas). Reunidos los diversos semantemas,
te-ix-tlamachtiani vale tanto como
“el-que-hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”.
Tercer
término: tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”. Compuesto de
te (a los otros)-; tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tetezcahuani :
“que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente
se indica al añadir en el texto citado que obra así, para que se vuelvan
“cuerdos y cuidadosos”.
Cuarto
término: netlacaneco (itech): “gracias a él, se
humaniza-el-querer-dela-gente”. Se
aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él); ne (la gente); tlacaneco
(es querida humanamente). Este último término es a su vez compuesto de neco
(forma pasiva de nequi: “querer”) y de Talca (Tl) “hombre”.
Quinto
término: tlayolpachivitia: “hace-fuertes-los-corazones”. Compuesto de
tla-prefijo de carácter indefinido que connota una relación con “las cosas o
las circunstancias más variadas”; yól (otl: corazón); pachivitia (hace
fuertes). Reunidos pues los diversos elementos: tla-yol-pachivitia significa
precisamente “con relación a las cosas, hace fuertes los corazones”.
Tal
es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl.” (Miguel León
Portilla. 1980)
EL CONCEPTO DE LA
EDUCACIÓN.
El concepto de la
educación del Anáhuac consistía en “Formar rostros propios y corazones
verdaderos” en los estudiantes, por lo cual no se limita al aspecto académico
solamente. Iba mucho más allá, a lo profundo de los sentimientos y de la psique
personal y colectiva. El aspecto moral y ético de la educación es el que hace
“Florecer el corazón”. El concepto de “Humanizar el querer” implica educar los
sentimientos y las actitudes de los estudiantes. Ésto se corresponde con uno de
los principios más elevados de la civilización anahuaca, que es la de compartir
la responsabilidad con la divinidad en cuanto a “Mantener y humanizar al
mundo”.
La educación que recibían los antiguos mexicanos,
desde la casa, el calpulli, el templo y la escuela estaba sustentada en sólidos
principios éticos y morales, pero fundamentalmente se les educaba para servir a
la comunidad. En efecto, el servicio a la comunidad como la acción de mayor
reconocimiento social, explica en gran parte la continuidad de las culturas y
la dimensión monumental de sus obras. Es muy importante apuntar este valioso
hecho que sigue vivo, como una herencia cultural, en las comunidades indígenas
y campesinas del México contemporáneo. Educarse para servir y mandar
obedeciendo legados irrefutables de nuestra milenaria herencia cultural
indígena.
“Existían en México muchos Calmécac,
cada uno de ellos anexo a un templo determinado. Su administración y la
educación de los jóvenes o de las doncellas dependía del Mexicatl Teohuatzin,
-vicario general- de la iglesia mexicana. Por el contrario, cada barrio tenía
muchos Tepochcalli, cuya administración corría a cargo de los telpochtlatoque,
-maestros de los mancebos-, o si se trataba de mujeres, de las ichpochtlatoque,
-maestras de las doncellas-, que son funcionarios laicos y no religiosos”.
(Jacques Soustelle. 1955)
En la actualidad, es muy
común que se confunda la educación con la instrucción. La educación es un
proceso que se inicia con el nacimiento y termina con la muerte. La educación
comprende valores, principios, sentimientos, actitudes, que les permiten a las
personas orientar su vida de manera integral, teniendo como fin supremo
impulsar el desarrollo espiritual. La instrucción o educación académica en
cambio se desarrolla en un periodo determinado de vida y consiste en una serie
de conocimientos que le permiten al estudiante insertarse en la vida productiva
de la sociedad.
Muchos de los herederos
de la cultura de los Viejos Abuelos no han podido ir a las escuelas a
“instruirse” y otros no saben leer ni escribir, pero la mayoría tienen una
elevada educación, en la que los valores éticos y morales les permiten acceder
a una elevada calidad de vida.
Ángel María Garibay
traduce del náhuatl un huehuetlatolli en donde se explica la tarea del maestro
y nos permite vislumbrar el valor moral de la educación.
“Comenzando a enseñarles:
cómo
han de vivir,
cómo
han de obedecer a las personas,
cómo
han de respetarlas,
cómo
deben entregarse a lo conveniente, lo recto,
y
cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no recto,
huyendo
con fuerza de la perversión y la avidez.
Todos
allí recibían con insistencia:
La
prudencia y la cordura”.
Como hemos dicho ya, la
educación no se circunscribía únicamente a la escuela. La casa, el calpulli, la
familia era tal vez el centro e inicio del sistema educativo de los antiguos
mexicanos. A los niños desde recién nacidos hasta los 7 años se les trataba con
mucha ternura en casa. Pero cuando asistían al telpochcalli su educación se
volvía muy estricta y disciplinada. El concepto de las instituciones educativas
es que debían ser autosuficientes. Motivo por lo cual se les asignaba tierras
de cultivo del calpulli, para que los propios alumnos y maestros prepararan la tierra, sembraran
y cosecharan. Hacían producir los huertos, explotaban racionalmente los
recursos naturales, pescaban, cazaban y recolectaban. Pero también construían y
les daban mantenimiento a sus edificios y jardines. Producían sus enseres, herramientas,
telas y vestido, según la región y los recursos. El concepto es que al hacer
autosuficiente a las escuelas, los alumnos aprendían a hacerse autosuficientes
para llevar un hogar. La enseñanza era de mayores a menores y muy disciplinada.
“Se les enseñaba
cuidadosamente
los cantares,
los que llamaban cantos divinos;
se valían para esto de las pinturas de los códices.
Les enseñaban también la cuenta de los días,
El libro de los sueños
Y el libro de los años”.
(Códice Florentino)
Como se sabe, todas las
actividades de los Viejos Abuelos estaban íntimamente relacionadas con los
aspectos religiosos de su cultura. La educación no era la excepción. Los
estudiantes combinaban el estudio académico, con la productividad, la religión,
el deporte y el arte. Pero fundamentalmente lo que se trataba de exaltar y
fortalecer eran sus valores morales y éticos. Los principios de servicio a la
comunidad, mantenimiento de sus prácticas religiosas, tradiciones y costumbres,
obediencia a los padres, maestros y autoridades. La templanza de carácter, el
dominio de sí mismos, la fortaleza de su cuerpo y la convicción en sus ideales
que aprendían los jóvenes en el sistema educativo, fue proporcional y un
reflejo de las grandes proezas culturales que realizó la civilización del
Anáhuac a través de sus diversas culturas en tiempo y espacio.
LA ANTIGUA PALABRA.
Entre los textos que se
han preservado sobre la educación a los hijos tenemos los llamados
“Huehuetlatolli” o la palabra antigua, que eran trasmitidos y guardados celosamente
de generación en generación. Muchos de estos discursos siguen en el corazón de
los pueblos del México indígena y de alguna manera sobreviven en las costumbres
y tradiciones. A continuación se presenta un fragmento del discurso de un padre
a su hija:
“Pues
ahora, mi niña. Oye bien, mira con calma; aquí esta tu madre, tu señora, de
cuyo seno y entrañas te despegaste, te desprendiste; como una plantita, como
una yerbita te alzaste, echaste hojas, floreciste; como si hubieras estado
dormida y despertaras.
Mira,
escucha, entiende, así son las cosas en la tierra. Ni vivas de cualquier modo,
no vayas por donde sea. ¿Cómo vivirás, por dónde has de ir? Se dice, niña mía,
palomita, chiquita, que la tierra es en verdad lugar difícil, espantosamente
difícil.
Sábete
que vienes, que desciendes, que naciste de gente noble, que eres espina y púa,
de nuestros señores, los que nos dejaron,
los que ya se fueron a quedar al otro lado, los que habían venido a
cuidar la estera y la silla, los que dieron fama y gloria a la nobleza.
Óyeme,
que en verdad te digo que eres noble, que veas que eres algo precioso, que
aunque seas una muchachita, eres jade y turquesa. Joya fundida y labrada, roja
sangre, aguja y púa, pelo y uña, fragmento y astilla de la nobleza. ¿O es que
todavía no entiendes lo bastante, que todavía te estás jugando en el suelo con
la tierra y tepalcates?
Ya
entiendes algo las cosas, las observas. No por sólo tu gusto te degrades, no
avergüences por nada a nuestros señores, los señores reyes que nos dejaron al irse,
no seas macegual, no acabes como macegual.
Vive
en paz en la tierra, entre la gente, pues eres una mujercita; he aquí el
trabajo que debes hacer: sé devota de noche y de día, suspirando muchas veces
por el que es Noche Viento; suplícale mucho, llámalo a voces, abre tus brazos
ante él en tu alcoba, al acostarte.
No
le tomes sabor al sueño; despierta, incorpórate, levántate de pronto a la media
noche, ve postrada sobre los codos y las rodillas, luego párate, haz tu
inclinación y reverencia, llama a voces al señor, a nuestro señor, al que es
Noche y Viento, pues él gusta de oírte por la noche; entonces tendrá piedad de
ti, entonces te dará lo que mereces....”.
“En
segundo lugar, he aquí lo que te aconsejo, lo que te suplico, criatura, hija
mía, y que ya sabes muy bien: no avergüences a nuestros señores, de quienes
desciendes, no eches polvo y basura sobre su tinta roja y negra, no avergüences
en nada a la nobleza.
No
quieras no más, enseguida, el trato carnal, ni saber las cosas que se dicen
sucias, impuras, que aunque en verdad cambies, ¿Te harás por ello una diosa? No
te des prisa a echarte a perder. Ve con calma, ve con mucha calma.” (Libro
sexto del Códice Florentino)
Para tener una idea
completa, ahora nos permitimos transcribir de los Huehuetlatolli otro discurso.
El que le da un padre a su hijo para fortalecer su educación:
“Mi
collar, mi pluma preciosa; como se forja el metal preciso, como el jade se
horada, en la misma forma has sido forjado, has sido horadado. Soy dueño de
collares, soy dueño de plumas preciosas, tengo hijos. Te diré unas palabras
aquí junto a tu oído quiero atarlas. Quizás..., así quizás..., así no..., tal
vez sólo tartamudearé, soy anciano, soy anciana. Sólo así a tu seno, a tu
garganta acércalas mis palabras. Tú que eres mi pie, mi mano, el fruto de mis
entrañas te afliges; eres collar, eres pluma preciosa, y eres cola, eres ala, eres gente
común del pueblo. ¿A dónde viene aún un labio, una boca? ¿serás tú el que
reciba el consejo? Haré que tragues, haré que comas jade, inculcaré en ti la
palabra buena y sabia, para que no seas un cofre, una petaca, que sólo guarda
las cosas. ¿Dónde aún vienen? En tu interior el Señor Nuestro esconderá el
jade, la turquesa, lo decoroso, lo bello, lo que se esconde, lo que se guarda.
Y
ya te das cuenta, te has corregido, no hagas tú mismo andar de puntillas a la
gente. Y se afligen los que te echaron en el mundo, los que en él te dejaron,
tus antepasados. ¿Acaso otra vez vendrán a hacerte comer, vendrán a hacerte
beber lo dulce, lo sabroso, el rostro de la gente, el corazón de las personas?
Y más, di lo que dicen el anciano, la anciana. ¿Por qué no es esto algo? Porque
tengo sujetos a los que son sus manos, tus pies, a la gente que te sirve.
Quizás así, quizás no así sea yo tu madre, sea yo tu padre, así te aconsejo.
¿Con esto me arrojarás, sólo así me empujarás, a mí que soy tu madre, a mí que
soy tu padre?
Tú
eres de jade, pluma de quetzal, con calma, con tiento vives gracias al Dueño de
la cercanía y de la proximidad, al dador de la vida.
No
con torpeza, no con tosquedad pases la vida. Aquí un día, dos días quizás aún
te hará permanecer Aquél por quien se vive.
Ya
sabes que el venado, cuando lo persigue, va asustado, no sabe que va a caer en
la trampa donde morirá. ¿Y tú, acaso eres venado para que no sepas adónde vas?
Porque te ha sido mostrado el camino que has de seguir, de tu arbitrio lo
habrás consumado si lo pierdes. Como el árbol frutal que ya no reverdece, que
ya no da retoños –sólo da retoños, sólo da renuevos si resiste la helada-, entonces
del todo se marchita, así se seca. Y tú, si ya no reverdecieras, dieras
renuevos cuando haya verdor, cuando haya renuevos, es porque de tu voluntad te
has arrojado en la boca de las fieras.
¿Acaso
con tranquilidad, acaso con calma se vive en la tierra? Esto es todo lo que así
acerco a ti, a tu mano, a tu pie, a tu persona. Que sea así con tu mano, con tu
rostro, con tu corazón, con todo tu ser. ¿Acaso una sola vez te haré comer, te
haré beber mi baba, la espuma de mi boca? ¿Las palabras que yo te digo? Sólo
esto es ya lo que escuchas, hijo mío.” (Huehuehtlahtollo testimonio de la antigua palabra. Miguel León
Portilla- Librado Silva Galeana. 1991)
La educación es una de
las estructuras más importantes de toda Cultura. En la educación se trasmiten los
valores, principios, actitudes, gustos, sentimientos que le dan una
“personalidad” a cada pueblo. Tal vez uno de los valores más importantes de la
civilización del Anáhuac fue la importancia que le dieron nuestros Viejos
Abuelos a la educación. La herencia educativa que tenemos los mexicanos se
manifiesta en las relaciones familiares y comunitarias. El elevado respeto a
los padres, el cariño a los abuelos, el mayorazgo, el compadrazgo. El volumen
de la voz, las formas de cortesía verbal, los protocolos familiares, amistosos
y sociales. La cortesía urbana, el respeto a la autoridad, el respeto a las
tradiciones, fiestas, usos y costumbres. La relación mística y respetuosa con
la naturaleza, el respeto a las formas religiosas. Muchos pequeños grandes detalles
de nuestra milenaria forma de ser, tienen sus ancestrales orígenes en los
procesos educativos que se fueron gestando, sistematizando y trasmitiendo a
través de muchas generaciones, no sólo en los centros educativos, sino
fundamentalmente en la vida diaria de la familia y la sociedad. Este legado no
a muerto ni esta desaparecido, sólo es ignorado.
“Personalmente, tengo la grabación de un
huehuehtlahtolli, cuyo contenido son recomendaciones de una madre a su hija, en
todo semejantes a las que se expresan en textos transcritos en el siglo
dieciséis. Me refiero a un huehuehtlahtolli que pronunció en 1969 una mujer
originaria de la comunidad náhuatl de Santa Ana Tlacotenco
(Milpa Alta, México, D. F.)... Resulta digno de atención, por no decir
asombroso, descubrir que hay narraciones contemporáneas en varias lenguas
mesoamericanas que siguen de cerca temas de la “antigua palabra” y que a veces
parecen “lecturas”, hechas casi quinientos años más tarde, de una página de un
códice prehispánico.” (Miguel León
Portilla. 1996)
LA EDUCACIÓN COMO UNA
HERENCIA
Es cierto que la
educación que hemos heredado los mexicanos de los Viejos Abuelos en las últimas
décadas del siglo XX se ha ido perdiendo en la sociedad mexicana, sin embargo,
todavía podemos encontrarlos en las comunidades indígenas y campesinas. Los
cimientos y la raíz están sólidos y se encuentra vivos. Quinientos años de
desvalorar nuestra educación ha dado sus frutos coloniales indudablemente. Pero
no hemos perdido como pueblo y como civilización esta valiosa herencia
cultural. Afirmamos que existe en todos los pueblos antiguos del mundo, un
“Banco genético de información cultural”, que es trasmitido de generación en
generación y viaja en el inconsciente. Que esta ahí y que cuando se requiere,
especialmente en momentos de contingencia, surge mágicamente de lo profundo, de
manera contundente y sólida, aparentemente sin explicación alguna.
Los mexicanos más
pobres. Los que por generaciones no han podido estudiar, son los que más creen
y respetan a la educación. Se quedan sin comer porque sus hijos vayan a la
escuela. ¿Quién les enseñó ésto? ¿Cómo saben que la educación es un proceso de
mediano plazo y que garantiza la elevación de la calidad y el nivel de vida de
las personas? ¿Cómo saben, quién les enseñó que la educación es la única forma
verdadera para superar sus deficiencias y limitaciones. Esta certeza profunda,
este “Conocimiento silencioso” es el resultado de 30 siglos de que nuestros
antepasados vivieron en una sociedad escolarizada.
Transcribimos partes de
una entrevista reveladora que le hace un periodista a un tlamatinime y que apareció
en el periódico “Uno más Uno”, los días 19 y 20 de marzo de 1979. Sorprende
encontrar en las respuestas del entrevistado, la permanencia de los conceptos
filosóficos de la educación del México antiguo a finales del siglo XX.
“A
unos cuantos kilómetros de Tollantazingo, rebautizada por los españoles como
Tulancingo, y traducida del náhuatl como la pequeña Tula, en honor a la gran
Tula de los toltecas, el tlamatinime (sabio) Ángel Xochimapictli Texcocano,
descendiente directo de la rama femenina de Nezahualpilli, hijo de
Nezahualcóyotl, manifestó que los movimientos telúricos que ponen en zozobra a
los habitantes de esta parte del planeta, se debe a que "la tierra es un
ser completamente vivo y mueve su corazón"... “En un despoblado que, salvo
la presencia del sabio, no guarda nada de la antigua grandeza de la cultura
indígena que floreció junto con los Atalantes de Tula, el tlamatinime comentó
que el sabio y el brujo indígenas son los encargados de mantener viva "la
visión del mundo de nuestros antepasados", diferenciando ambas actividades
con éstas palabras: "El Teixtlamachtiani" –quién hace a los otros
tomar una cara, una personalidad-, tiene la misión de acumular, conservar,
transmitir el antiguo conocimiento de nuestros padres para nuestros hijos,
mientras el tetezcauiani el brujo, quien pone un espejo delante de los otros,
tiene el deber de conservar el secreto eterno de la vida"... “El sabio
texcocano lee perfectamente el español, pero prefiere que se lo lean "para
conocer la naturaleza de las palabras", y no escribe sus enseñanzas porque
"ya un día los que vinieron quemaron nuestros códices, y desde entonces
nuestros libros están escritos en la lengua y guardados en la memoria, para que
sólo acabando a todos los hombres antiguos se pueda terminar con sus
creencias"... “Van quinientos años tratando de destruir los cimientos del
pensamiento antiguo. Han quitado piedra sobre piedra, nos han despojado de
todas nuestras pertenencias, nos han destruido los templos, la tierra, la
condición de hombres. Nos han vuelto reservados", dijo el viejo, dándole
una entonación especial a la última palabra”... "Ser indio – expresó el sabio en otra parte
de su charla-, en la tierra de nuestros padres es vivir desheredado. Ya nada
nos pertenece y, sin embargo, todavía conservamos todo lo que era
nuestro"... “¿Quiere usted decir
que vivir en el interior del mundo es conservar los ritos, las costumbres, las
tradiciones de sus antepasados? "No sólo eso – sentenció el anciano-,
volviendo a tomar su asiento y su jícara de pulque. Hay muchos indios que son
fieles a las tradiciones y ya están más muertos que vivos". ¿Entonces?
Los niños y los adultos que hacían un círculo en torno al sabio, parecían tan
expectantes como el reportero por conocer la respuesta. -lo importante es que el rito esté vivo en el
corazón del indio. Aunque sus altares hayan sido destruidos, sus sacerdotes
quemados, sus costumbres cubiertas con las cenizas de sus muertos, la Tierra
existe y esta abierta para quién es capaz de encontrar la rendija, el sendero
de su corazón-." (Fernando de Ita. 1985)
Los colonizadores para
tratar de destruir la civilización del Anáhuac y mantener a sus hijos en un
perenne estado de explotación, han tratado durante estos cinco siglos de
desmantelar, prohibir y desvalorar las estructuras e instituciones de educación
de los pueblos invadidos. No sólo las instituciones públicas, las cuales al
momento de la conquista fueron uno de los primeros blancos de la barbarie, así
como la persecución de sus maestros, sino a las instituciones no formales que
se encuentran sosteniendo los espacios familiares, de trabajo y sociales. El
colonizador sabe que en la medida de que el colonizado pierda los espacios públicos
y privados de su educación, quedará indefenso y vulnerable. La ignorancia es la
madre de todas las injusticias y la base de la colonización.
Deseamos terminar este
capítulo, con un fragmento de un texto titulado “Una declaración de
Independencia” con motivo del Cinco Centenario, escrito por el Dr. Bonifaz
Nuño, uno de los intelectuales más sólidos y uno de los grandes poetas de
México, que contiene la aspiración de aquellos mexicanos que deseamos acabar
con la colonización cultural y mental que sufre el pueblo de México:
“La raíz de los actuales mexicanos,
insisto, es única. Lo confirma el color de la piel de la mayor muchedumbre de
nosotros. Y ese color parece acompañarse de continuo con el peso de la
ignorancia y, resultado inmediato de ésta, la miseria.
Ese
nuevo llamamiento a la independencia habría de ser, en primer término, un
llamado a la educación. A un modelo de educación en que se trate de suprimir
todo género de admisión de la inferioridad que, a partir de la invasión de la
irrupción europea, se nos ha querido achacar”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
11.
LA FILOSOFIA.
La filosofía es la base
de cualquier civilización. La estructura fundamental de la sociedad se
encuentra en una compleja explicación, que le da significado y sentido a la
vida y al mundo. Para el caso de la civilización del Anáhuac, es el punto en el
que existe la mayor intolerancia y cerrazón del colonizador de ayer y de hoy.
Pocos son los autores que en nuestros días se han planteado la existencia de un
complejo y profundo sistema de ideas del mundo y de la vida, que expliquen
cabalmente la existencia del ser humano, la vinculación con la naturaleza, el
cosmos y sus creaciones materiales, y fundamentalmente, el camino para
encontrar la trascendencia espiritual de su existencia a partir de la
conciencia.
“
Me siento fuera de sentido,
lloro,
me aflijo y pienso,
digo
y recuerdo:
Oh,
si nunca muriera,
Si
nunca desapareciera...
¡Vaya
yo donde no hay muerte,
donde
se alcanza victoria!
Oh,
si nunca yo muriera,
Si
nunca desapareciera...”
(Ms.
Cantares Mexicanos.)
Una filosofía que
explique e integre en un todo congruente, el desarrollo humano a lo largo de
siete mil quinientos años. Un planteamiento filosófico que interprete y vincule
la creación material, (pirámides, estelas, esculturas, códices, cerámica,
frescos, etc.), con los ritos, leyendas, ceremonias, mitos, poesía, tradiciones
y costumbres, así como con la aspiración suprema de todo ser conciente, que se
encuentra en el vértice superior de su civilización. Es decir, la trascendencia
espiritual de la vida.
“¿A
dónde iré?
¿A
dónde iré?
El
camino del Dios dual.
¿Por
ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?
¿Acaso
en el interior del cielo?
¿O
solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?”
(Ms.
Cantares Mexicanos)
EL PROBLEMA ONTOLOGICO
DEL SER.
Cuando un ser humano o
un pueblo llegan a un estadio superior de conciencia, trata de responder al
planteamiento ontológico del Ser. “Quién soy yo, de dónde vengo y adónde voy”.
Hurgar en el tiempo mítico para darse una respuesta convincente, que los afirme
en el presente, que explique su devenir satisfactoriamente. Que defina su
responsabilidad, su ser y su estar en un momento dado, su vinculación con la
naturaleza, con el universo y con lo inconmensurable. Y como todos los pueblos,
que escudriñe la realidad que existe más allá de la muerte.
“
Sólo venimos a dormir,
sólo
venimos a soñar:
¡No
es verdad. No es verdad
que
venimos a vivir a la tierra!
Como
hierba en cada primavera
Nos
vamos convirtiendo:
Está
reverdeciendo, echa sus brotes,
Nuestro
corazón.
Algunas
flores produce nuestro cuerpo
Y
por allá queda marchito.”
(Ms.
Cantares Mexicanos.)
De esta manera, los
seres humanos crean la filosofía al dar respuesta a estas preguntas básicas de
la existencia. Todos los pueblos del mundo, cuando han logrado satisfacer sus
necesidades básicas de subsistencia, inmediatamente buscan encontrar el
significado de su existencia.
“¿He
de irme como las flores que perecieron?
¿Nada
quedará de mi nombre?
¿Nada
de mi fama aquí en la tierra?
¡Al
menos mis flores, al menos mis cantos!
Aquí
en la tierra es la región del momento fugaz.
¿También
es así en el lugar
donde
de algún modo se vive?
¿Hay
allá alegría, hay amistad?
¿O
sólo aquí en la tierra
hemos
venido a conocer nuestro rostro?”
(Ms.
de Cantares Mexicanos)
Una vez que cuentan con
un “Marco teórico básico” de ideas, los pueblos empiezan a buscar sus
respuestas en el mundo cotidiano y crean “la cultura”, al darle significados a
sus actos. Cada cultura está sustentada en un grupo de ideas, muy desarrolladas
y complejas o poco desarrolladas y sencillas, pero que todas dan respuesta
satisfactoriamente al problema ontológico.
“¿Adónde
iremos?
Sólo
a nacer venimos.
Qué
allá es nuestra casa:
Donde
es el lugar de los descarnados
Sufro:
nunca llegó a mí alegría, dicha.
¿Aquí
he venido sólo a obrar en vano?
No
es ésta la región donde se hacen las cosas.
Ciertamente
nada verdea aquí:
Abre
sus flores de desdicha.”
(Ms.
Cantares Mexicanos)
En la historia de la
humanidad todos los pueblos han elaborado un complejo sistema de ideas, que
generalmente están profundamente vinculadas a la vida familiar y comunitaria.
Por lo que comúnmente podemos encontrar las respuestas filosóficas de la vida,
íntimamente entretejidas con su religión, su educación, sus tradiciones y sus
costumbres. Solamente la cultura europea, que ha parcializado el conocimiento,
ha hecho de la filosofía una “ciencia del pensamiento”, abstracta y “pura”, que
siempre encuentra enormes dificultades para ser aplicada por el común del
pueblo en la vida cotidiana. Esta es la razón -además de ser la cultura dominante- por la que los
investigadores europeos y norteamericanos niegan la existencia de una filosofía
en el Anáhuac. Hasta la fecha “No han podido encontrar –ni encontrarán- en la
historia antigua del Anáhuac”, una filosofía europeizada.
“¿Acaso
allá somos verdaderos?
¿vivimos
donde sólo hay tristeza?
¿Acaso
es verdad, acaso no es verdad como dicen?
No
se aflijan nuestros corazones.
¿Cuántos
de cierto dicen
que
es verdad o qué no es verdad allí?
Tú
sólo te muestras inexorable, dador de la vida.
No
se aflijan nuestros corazones.”
(Ms.
Cantares Mexicanos)
La falacia colonizadora,
de ayer y de hoy, de que los Viejos Abuelos no tenían una filosofía, es parte
del desprecio y desvalorización con el que han “estudiado” nuestra civilización
madre y que hasta nuestros días desconocen verdaderamente a la civilización
invadida. El primer punto fundamental para recuperar la –historia propia
nuestra- indiscutiblemente es conocer la filosofía antigua, para entender el
proceso de desarrollo humano de siete mil quinientos años en el Anáhuac.
Comprender cómo nuestra cultura se ha “encubierto” para protegerse y sobrevivir
a su destrucción estos cinco siglos.
“¿Acaso
de veras se vive con raíz en la tierra?
No
para siempre en la tierra
sólo
un poco aquí.
Aunque
sea oro se rompe,
aunque
sea plumaje de quetzal
se
desgarra.
No
para siempre en la tierra,
sólo
un poco aquí”.
(Ms.
Cantares Mexicanos)
NIVELES FILOSÓFICOS.
Es también importante visualizar que el máximo
desarrollo de la filosofía del México Antiguo se dio durante el Período Clásico
(200 a. C. a 850 d. C). Lo que implica que los habitantes del Anáhuac habían
pasado casi siete siglos de decadencia al momento de la invasión europea, por
lo que se desconoce mucho a aquella filosofía que se llevaron los toltecas. Lo
poco que ahora tenemos fue lo que se mantuvo en la cultura y la educación
durante el Período Postclásico. Fue lo que sobrevivió a las reformas ideológicas,
filosóficas y religiosas que hicieron los mexicas ordenadas por Tlacaélel, y
finalmente, fue a lo que salvaron los tlamatinimes de la implacable destrucción
que realizaron los españoles.
Incursionar en la recuperación de la filosofía del México antiguo, es la
búsqueda de valores y principios que están presentes y fraccionados en casi
todos los aspectos de su forma de entender la vida y el mundo, es una tarea
ineludible para reconocer nuestro propio rostro.
Uno de los pilares de la colonización es, aceptar sin
cuestionar que por decreto, “Todo lo antiguo es primitivo”. La visión
occidental de la evolución de la humanidad es lineal. En esa visión, ellos se
ponen a la cabeza y todo lo pasado resulta primitivo sin ningún
cuestionamiento. El ser humano ha ido “progresando” de menos a más y los países
del primer mundo, abanderan la evolución y el progreso de la humanidad. Sin
embargo, esto es muy cuestionable y existen muchos conocimientos científicos
modernos, que occidente ha “encontrado” recientemente “en las civilizaciones
del pasado”. El eterno retorno.
Creemos seriamente, sin entrar a elucubraciones
fantásticas, que el conocimiento que tenían los Viejos Abuelos sobre la
percepción de: la energía del universo como un sistema de campos energéticos,
del ser humano como un preceptor y generador de energía, así como de los
fenómenos que emanan de su vibración, resultan casi totalmente desconocidos
para “la ciencia oficial” de la cultura occidental. Por eso les resulta a los
arqueólogos tan difícil explicar el uso “lógico occidental” de las llamadas
“zonas arqueológicas” del período Clásico, que por la prepotencia e ignorancia
colonizadora las han tratado de convertir en “ciudades, palacios, fortalezas y
centros ceremoniales”. Muy poco se sabe del período Clásico y los mínimos datos
que se obtienen, son “interpretados” por los arqueólogos extranjeros y sus
ayudantes mexicanos, en la concepción occidental de la “evolución”. Tratan de
“calzar a fuerza” a una civilización totalmente diferente, que no han entendido
en lo más mínimo en estos 500 años, y que la siguen comparando tercamente de
acuerdo a los procesos de desarrollo de la cultura europea. Es decir, la
evolución de la materia (piedra, bronce, hierro, acero), en el desarrollo
tecnológico de las armas y en el grado de complejidad de los mercados y las
relaciones comerciales y de producción.
Pero el pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos
del Anáhuac, aunque diferente, es parecido en su esencia a los de India y
China. Los parecidos que hoy podemos observar en los pueblos de acuerdo a sus
tradiciones, temperamentos, fiestas, usos, costumbres, comidas, vestidos,
construcciones, nos confirman que la raíz de su concepción filosófica del mundo
y de la vida, tiene muchas similitudes y en algunos casos, asombrosas
semejanzas.
Como en todo pensamiento filosófico antiguo existían
tres niveles de conocimiento. El más puro y sofisticado que manejaban los
llamados hombres y mujeres de conocimiento, en lo que hoy conocemos como zonas
arqueológicas y que debieron ser centros de investigación y de estudio, donde
los niveles de la “filosofía del conocimiento” debieron alcanzar su máximo
esplendor, mismo que, hasta el día de hoy desconocemos. El concepto filosófico
de los toltecas tenía que ver, como hemos dicho ya, con los niveles de
“percepción” de la energía.
El segundo nivel, que está representado en las
maravillosas creaciones materiales, desde las pirámides hasta los códices.
Donde de forma artística siempre está presente el pensamiento filosófico. Como
ejemplo, podríamos mencionar el “Quincunce” o la “Cruz de Quetzalcóatl”.
Todas las plantas arquitectónicas, especialmente del
Período Clásico, están compuestas de una serie de patios rodeados de cuatro
habitaciones en sus cuatro lados que, siempre están rigurosamente orientados a
los puntos cardinales, mantienen medidas proporcionales a la mecánica celeste y
encuentran un centro unificador o quinto punto en el centro del patio con una
pequeña construcción como base de pirámide, estela o monolito esculpido.
El concepto dialéctico de los dos perfiles de
serpiente que se convierten en un rostro humano y que, simbólicamente,
humanizan la materia (serpiente). O los dos rostros de quetzal que se miran de
perfil y que producen un tercer rostro con aspecto humano. El quetzal simboliza
el cielo o el espíritu, y este símbolo nos habla de la necesidad de “humanizar
la parte espiritual” del mundo y de la vida. La repetitiva imagen integrada por
un felino (jaguar, puma, ocelote), un reptil (serpiente de cascabel) y una ave (águila, quetzal, búho),
que forman un rostro humanizado. Las mismas grecas, los colores y los diseños
que están presentes, lo mismo en códices, estelas, monolitos, cerámica,
lienzos, madera y metal. Un universo de formas y diseños que implican un
lenguaje filosófico, que hasta ahora, poco se conoce y casi no se ha
decodificado, pero esta ahí, esperando el momento revelador en el que los hijos
de los hijos, tengamos la capacidad para entender o decodificar el mensaje.
El tercer nivel de conocimiento filosófico está
explicito en la religión. Dentro de los mitos, ritos y las parábolas, siempre
subyace un doble fondo filosófico y humanizador. Las antiguas religiones de la
humanidad, contienen en su punto central, una clara estructura filosófica, que
permite a los seres humanos comunes, resolver el problema ontológico del Ser,
sin entrar a complejidades de carácter filosófico que, requieren mucho mayor
grado de conocimiento y especialización. La filosofía como la religión permite
al ser humano, en diferentes niveles, enfrentar el desafío de la trascendencia
de la existencia.
Para penetrar al mundo filosófico del Anáhuac debemos
de tomar en cuenta: Que los maestros toltecas, los creadores de “la tinta negra
y roja”, desaparecieron literalmente en el llamado colapso del Período Clásico
Superior destruyendo piedra sobre piedra sus majestuosos centros de
conocimiento ocultando sus saberes. Que los mexicas cien años antes de la
llegada de los invasores europeos mandaron destruir todos los códices antiguos
que habían logrado conservarse de la época clásica, donde se recordaba la
historia y la sabiduría de los toltecas y la Toltecáyotl, creando su propia
historia, donde los mexicas ocupaban el sitio preponderante, aunque se sabía
que habían llegado al Valle del Anáhuac en el siglo XIII, con una escasa
cultura, pues eran nómadas-cazadores. Finalmente, debemos de tomar en cuenta
las reformas filosóficas-religiosas que realizó Tlacaelel, el Cihuacoátl más
longevo de los mexicas. Estas reformas transgredieron totalmente las normas
espirituales que quedaban de la enseñanza de Quetzalcóatl e impusieron a los
pueblos sojuzgados la ideología mística, materialista, guerrera de su dios
tribal llamado Huitzilopchtli.
“Cuando morimos.
No en verdad morimos,
Porque vivimos, resucitamos,
Seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices”.
(Ms.
Cantares Mexicanos)
FLOR Y CANTO.
La filosofía del
Anáhuac, entendida como el conjunto de ideas que le dan significado a la vida.
La podemos encontrar en dos formas, de una manera implícita y de una forma
explicita. La primera la encontramos en el concepto de “Flor y canto”, entendida
como -belleza y sabiduría-
“No
es verdad que vivimos,
no
es verdad que duramos
en
la tierra.
¡Yo
tengo que dejar las bellas flores,
tengo
que ir en busca del sitio misterioso!
Pero
por breve tiempo,
Hagamos
nuestros los hermosos cantos.”
(Ms.
Cantares Mexicanos)
En efecto, la belleza
del mundo interior y exterior del ser humano se basaba en el equilibrio. La
búsqueda del equilibrio, personal, social, con la naturaleza y con el universo.
Era la mayor aspiración y desafío de los Viejos Abuelos en la vida. Lo que es
bello al espíritu es bello al mundo y, lo que es bello al mundo, es bello al
espíritu. La metáfora de la belleza estaba consagrada en las flores. Los antiguos
mexicanos veneraban las flores como símbolo de la belleza filosófica que
deseaban alcanzar.
“Por esto en todos los órdenes de la
cultura náhuatl hallamos siempre presente el arte: Comprendemos ahora que
siendo la belleza, lo divino, y esto a su vez, lo verdadero, lo auténticamente
enraizado, todo el pensamiento filosófico náhuatl giró alrededor de una
concepción estética del universo y la vida. Conocer la verdad fue para los
tlamatinime expresar con flores y cantos el sentido oculto de las cosas, tal
como su propio corazón endiosado les permitía intuir.
Cultura
y filosofía de metáforas, no aspiró a develar por completo el misterio, pero
hizo sentir al hombre que lo bello es tal vez lo único real.” (Miguel León Portilla. 1956.)
En efecto, los cantos y
las flores eran el símbolo de la sabiduría y la belleza que aspiraban los
Viejos Abuelos en su pensamiento filosófico. Debemos de recordar que la misma
divinidad suprema no tenía nombre y que se le llamaba a través de diversas
metáforas poéticas. De la misma forma, al entrar al mundo filosófico del
pensamiento abstracto, las figuras metafóricas saturarán los espacios de la
reflexión de los misterios de la vida. Las flores y los cantos ocupan un lugar
relevante en la filosofía del Anáhuac.
“¿Yo
quién soy?
Volando
me vivo, cantor de flores,
Compongo
cantares,
Mariposas
de canto:
¡broten
de mi alma,
saboréelos
mi corazón!”
(Ms.
Cantares Mexicanos)
Al leer las traducciones
fragmentadas de los Manuscritos de los Cantares Mexicanos, no cabe la menor
duda de que los Viejos Abuelos estructuraron parte de su filosofía (la que
actualmente conocemos) a través de las metáforas poéticas. El problema
ontológico del Ser esta presente en cada uno de los poemas.
“Brotan
las flores, están frescas, medran,
abren
su corola.
De
su interior salen las flores del canto:
Tú,
oh poeta, las derramas sobre los demás.”
(Ms.
Cantares mexicanos)
Es el ser humano
conciente, ante los dilemas universales del existir, del morir y del
trascender. En efecto, el cantor clama a cada momento la angustia incierta de
la razón de la vida y la trascendencia de la existencia a partir de su muerte.
Filosofa poéticamente sobre la validez de esta vida y se pregunta si en el
lugar de los descarnados, se encuentra la verdad de la vida.
“¿Acaso
de verdad se vive en la tierra?
No
para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque
sea jade se quiebra,
Aunque
sea oro se rompe,
Aunque
sea plumaje de quetzal se desgarra,
no
para siempre en la tierra aquí”.
(Ms.
Cantares Mexicanos)
Los antiguos mexicanos
desde los más arcaicos tiempos, acaso cuando inventaron la agricultura, la
milpa y el maíz comenzaron a crear todo el complejo y profundo sistema de
pensamiento. Son cuatro mil quinientos años, desde la invención de la
agricultura hasta la irrupción de la cultura Olmeca entre Veracruz y Tabasco.
Tiempo suficiente para crear y decantar las bases de su pensamiento filosófico.
La filosofía explícita
del Anáhuac, de momento se encuentra oculta. Como las filosofías de las
civilizaciones madres que a excepción de la India, para sobrevivir han tenido
que mantenerse en absoluto y riguroso hermetismo. Pero además, en la mítica del
Anáhuac se asegura “del regreso de Quetzalcóatl” y su sabiduría. También
debemos de recordar que cuando Tlacaélel mandó destruir los códices antiguos,
ordenó que “los más importantes” fueran guardados en secretas cuevas, por lo
que no se ha perdido. De modo que el pensamiento filosófico “explícito” del
Anáhuac esta esperando su momento para ser difundido.
EL ORIGEN.
Los Viejos Abuelos, se debe
recordar -por más culturas diferentes en tiempo y espacio- tienen una misma
matriz filosófico-cultural. De modo que a la luz de la historia “recuperada”
hasta el día de hoy, podemos decir que cada una de las culturas estudiadas,
tiene una parte del conocimiento general. En algunos casos coinciden, en otros
existen variantes, pero todas comparten la misma raíz. Por ejemplo, en la
Leyenda de los Soles, existen variantes en cuanto al orden de los Soles, los
alimentos que se produjeron y la transformación que sufrieron los seres
humanos. Pero en general, entendemos que tienen todas las historias un origen y
un significado común. El mito del origen y la creación del mundo es común en todas las culturas del planeta. Cada cultura tiene su
propia concepción de la creación de la tierra y del ser humano, lo cual es
indiscutiblemente un planteamiento filosófico. Si recurrimos al Popol Vuj,
encontraremos una reveladora concepción de la creación:
“Al principio, todo estaba en
suspenso, en calma y en silencio. Todo estaba sin movimiento porque toda la
extensión del cielo estaba vacía. No había gente, animales, pájaros, peces,
cangrejos, piedras, barrancos ni montañas; solamente el cielo estaba allí, sin
nada. La tierra aún no existía y no había nada que pudiera hacer ruido. Todo
estaba en silencio y solamente el mar estaba allí. Quieto en la oscuridad.
Solamente los Creadores y Formadores, Tepew y Q´uk´umatz, estaban sobre las
aguas, rodeados de luz y cubiertos con plumas verdes y azules. Ellos eran
sabios y grandes pensadores, porque eran los ayudantes de Corazón del Cielo,
que es el nombre de Dios. Entonces decidieron crear los árboles y los bejucos.
Por voluntad de Corazón del Cielo, que también es llamado Juraqan, ellos
crearon las plantas de la oscuridad y dieron vida al ser humano. (Víctor
Montejo. 1999)
Pero también
encontramos en el Chilam Balam de Chumayel otra variante maya de la creación.
Seguramente, si pudiéramos tener los mitos de creación de todas las culturas
del México antiguo, encontraríamos en su diversidad una matriz filosófica, que
nos habla de un origen compartido.
“Dominus vobisculum decían todos
cuando allí donde no había cielos ni tierra.
Del abismo nació la tierra, cuando no
había cielos ni tierra.
El que es la Divinidad y el Poder, labró
la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo.
Y allí nacieron Siete piedras
sagradas, Siete Guerreros suspendidos en el espíritu del viento, siete llamas
elegidas.
Y se movieron. Y siete fueron sus
gracias también, y siete sus santos.
Y sucedió que incontables gracias
nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde
antiguamente no había Dios, porque no había recibido a su Dios, que sólo por sí
mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había
cielos ni tierra.” (Chilam Balam de Chumayel)
La pregunta ontológica,
de dónde venimos, cómo se creó el mundo, cómo se crearon los seres humanos,
encuentra respuesta en los fragmentos que han podido sobrevivir al colapso del
período Clásico, a la decadencia del Período Postclásico, a las transgresiones
de los mexicas, a las equivocaciones e ignorancia de los escritos europeos del
siglo XVI, al dolo de los investigadores norteamericanos del siglo XX, a lo que
se ha podido encontrar o se ha dejado ver hasta ahora, y a la “Historia
oficial”. Estos fragmentos, son como partes de un valioso rompecabezas, en
donde la imagen total representa la esencia de nuestra civilización, es decir,
su filosofía.
LA LEYENDA DE LOS SOLES.
La Leyenda náhuatl de
los Cinco Soles es fundamental para entender la evolución humana de manera
simbólica. Con todas las variantes que existen refiere que en el principio de
los tiempos no existía nada y fue entonces que el Señor de la Dualidad Divina,
Ometecuhtli, creó a Tonacacihuatl, la Señora de Nuestra Carne y a Tonacatecuhtli el Señor de Nuestra
Carne para que poblaran la tierra. Ellos se reprodujeron y tuvieron a cuatro
hijos llamados: Tezcatlipoca Rojo, Tezcatlipoca Negro, Tezcatlipoca Blanco y
Tezcatlipoca Azul. Luego los Tezcatlipocas pensaron que deberían crear una obra
para que los veneraran como dioses. Tezcatlipoca Azul hizo una gran hoguera y
los hermanos se centraron a su alrededor para crear a los seres humanos. Así
nació el hombre y lo llamaron Huehuecoyotl y le crearon a su mujer. Les
ordenaron tener hijos y les crearon a los animales, las montañas, los mares,
los lagos y les dejaron como misión adorar a los cuatro dioses. Sin embargo, la
obra no era perfecta porque Tlaltipac estaba en tinieblas, dado que no existía el
Sol.
Fue entonces, que
Tezatlipoca Blanco-Quetzalcóatl convirtió la hoguera en un débil Sol, lo que
hizo que Tezcatlipoca Negro molesto se convirtiera en un potente Sol, que
destruye la vida y marchita las plantas. Los gigantes que habitaban el mundo en
aquella época llamados Tzoculiceque se alimentaban de los piñones. Fue
Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl el que derribó de un bastonazo a ese
inclemente sol y Tezcatlipoca Negro cayó en el fondo de un lago y emergió
transformado en un inmenso jaguar, al que lo seguían muchos jaguares que
devoraron a los gigantes. Este fue el Sol de Tierra o Tlaltipactonantiuh.
El siguiente Sol se creó
porque Quetzalcóatl se transformó en Sol, pero fue un Sol menos intenso, lo que
provocó que la agricultura prosperara y que los seres humanos se alimentaran de
una fruta silvestre llamada acotzintli. Pero un día Tezcatlipoca Negro
convertido en jaguar trepó a los cielos y de un zarpazo derribó a su hermano
Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl, lo que provocó un vendaval que desgarraba los
cerros, sembrando destrucción. Por la fuerza del viento los seres humanos
tenían que caminar encorvados, por lo que se convirtieron en monos. Este Sol se
le llamó Sol de Viento o Ehecatonatiuh.
El tercer Sol se creó
cuando Tláloc toma el lugar de Quetzalcóatl y se convierte en Sol. Tlaltipac se
vuelve a poblar y los seres humanos ahora se alimentan de maíz de agua. Al
tiempo los seres humanos empezaron a corromperse con prácticas inmorales y a
desatender sus obligaciones con los dioses. La tierra se convirtió en un
páramo, de modo que Quetzalcóatl le ordena a Xiuhtecuhtli, Señor del Fuego, que
destruya a la humanidad. Del cielo empezó a llover fuego y los seres humanos se
convirtieron en aves. Este Sol se llamó Xiuhtonatiuh.
El siguiente Sol se creó
por órdenes de Tezcatlipoca Azul-Huitzilopochtli (para los mexicas), quién
ordenó a Chalchuiuhcueye, La Señora de las Faldas de Esmeraldas convertirse en
Sol. El alimento de los seres humanos fue Nahui-xochitl. Pero en la lucha cósmica
de los contrarios, Tezcatlipoca obliga a Chalchuiuhcueye a destruir a la
humanidad, por lo cual empieza a llover de manera permanente hasta que los
seres humanos se convierten en peces y los cielos perdieron el equilibrio y
cayeron sobre la tierra. Este Sol se llamó Atonatiuh.
Entonces, los dioses
apenados por sus errores se reunieron de nuevo en Teotihuacan para rectificar y
decidieron crear a cuatro hombres llamados: Atemoc, Itzacoatl, Itzamaliza y
Tenoch. Los cuatro emergieron por los cuatro puntos cardinales convertidos en
frondosos árboles. Levantaron los 13 cielos y reconstruyeron los 9 estratos del
Mictlán. Los dioses ordenaron a Tezcatlipoca
Blanco-Quetzalcóatl que viajara al Mictlán y le pidiera al Mictlantecuhtli, el
Señor de la Muerte, que le diera los huesos de los seres humanos de que habían muerto en el Sol anterior. El Señor de la
Muerte le puso unas pruebas que Quetzalcóatl pudo superar con ayuda de los
insectos y su nagual Xólotl para rescatar a las “reliquias divinas” a las que
dio vida al sangrar su miembro sobre los huesos. Faltaba el alimento de los
seres humanos del nuevo Sol. De modo que los dioses decidieron que nuevamente
Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl, ahora convertido en una hormiga localizara el
Monte del Sustento llamado en náhuatl Tonacaltepetl y que trajera el maíz y las
semillas para la nueva alimentación de los seres humanos.
Los dioses se volvieron
reunir en Teotihuacan y decidieron crear el Quinto Sol, pues Tlaltipac estaba a
obscuras. Acordaron que uno de ellos se convertiría en Sol, para lo cual
hicieron una gran hoguera y escogieron a Tecucciztécatl y a Nanahuatzin para
que ayunaran por 13 días y purificaran su cuerpo y su espíritu. Mientras el
primero evitó el sacrificio ofrendado joyas y piedras preciosas, el segundo se
entregó con devoción a sacrificarse para lograr la purificación.
Cuando los dioses
ordenaron a Tecucciztecatl saltar a la gran hoguera, no encontró el valor y la
fuerza interna para hacerlo. Después de varios intentos fallidos, los dioses
ordenaron a Nanahuatzin que saltara, lo cual hizo de inmediato. Poco tiempo
después, en el horizonte apreció Nanahuatzin convertido en el Quinto Sol, pero
enseguida, apareció por el Oriente Tecucciztecatl también convertido en Sol.
Los dioses dialogaron y concluyeron que no podía haber dos Soles, de modo que
tomaron a un conejo que pasaba y lo arrojaron sobre la cara de Tecucciztecatl,
para opacar su luz y éste se convirtió en la Luna.
A pesar de todo lo hecho
por los dioses el Sol no tenía movimiento. Nuevamente los dioses dialogaron y
concluyeron que todos ellos debían sacrificarse, arrojándose también a la
hoguera, para darle vida y movimiento al Quinto Sol. El único que no quiso
saltar fue Xólotl, pero fue perseguido por Quetzalcóatl aún cuando pretendía evadir su destino
convirtiéndose en maíz, maguey y ajolote. El sacrificio de los dioses dio como
resultado la creación y la vida del Quinto Sol. Las divinidades se tuvieron que
sacrificarse para que los seres humanos pudieran vivir. Por eso el nombre que
le dieron al pueblo fue de macehualli o macehual, que significa en náhuatl
“Merecido del sacrificio de los dioses”. Esto explica, filosóficamente, el
profundo sentido de sacrificio que tenía la vida para los anahuacas y en los
mexicanos contemporáneos. Los dioses se sacrificaron para darles la vida y los
seres humanos “alimentaban” a los dioses a través de sacrificarse
“espiritualmente”. Este concepto es del período Clásico, pues Tlacaelel el Cihuacóatl
mexica cambió el sacrificio espiritual por el sacrificio material, al final del
período Posclásico. Pero eso lo trataremos más adelante.
“Confirmando
los mitos, estas imágenes subrayan el papel esencial que juega el hombre en el
mantenimiento de la armonía cósmica asegurada únicamente por la constante
regeneración espiritual.” (Laurette Séjurné. 1957)
Podemos encontrar en la
Leyenda de los Cinco Soles, cómo los antiguos mexicanos de una manera
metafórica, nos hablan de una evolución y una serie de procesos en la búsqueda
de mejores estadios de desarrollo humano. Esta conciencia no lineal de la
evolución, en la que intervienen las fuerzas opuestas y complementarias del
universo y los seres humanos, nos indica una visión más científica que los
mitos de origen de la cultura judeocristiana. El aspecto filosófico esta presente
en la historia y explica las actitudes que han tenido y tienen los mexicanos de
ayer y de hoy, con respecto a lo divino y lo sagrado, con la vida y con la
muerte.
“Ninguna
otra cultura de la antigüedad llegó a formular, como ellos (los mayas) tal
número de módulos y categorías calendáricas ni tantas relaciones matemáticas
para enmarcar, con infatigable anhelo de exactitud, la realidad cíclica del
tiempo desde los más variados puntos de vista. Al mencionar algunos de sus
logros en el campo de la astronomía, la cronología y las matemáticas, nuestro
propósito ha sido destacar lo más conocido de la sabiduría acerca de las
medidas del tiempo.” (Miguel León portilla. 1968)
EL TIEMPO
Otro aspecto
interesante, para acercarse un poco más a la visión filosófica que tenían del
mundo los antiguos mexicanos, es sin lugar a dudas, la concepción del tiempo y
del espacio. En efecto, el tiempo es producto del movimiento. De hecho, a la
medida del movimiento le hemos dado la categoría de “tiempo”. Pero es sólo una
abstracción, el tiempo no existe, lo que existe es el movimiento. Por ello, del
movimiento de la Tierra sobre su propio eje, del movimiento de la Tierra en
torno al Sol y del movimiento del Sistema Solar en torno al grupo de estrellas
que llamamos Pléyades y del movimiento del planeta Venus en tono al Sol, los
Viejos Abuelos dedujeron a partir de la rigurosa observación y de los exactos
cálculos matemáticos la cuenta perfecta del tiempo, como pocos pueblos en el
mundo lo lograron en la antigüedad.
“Si
la moderna astronomía, nos dice que el año
trópico tiene una duración de 365.2422 días, con asombro podemos enterarnos que
los sabios mayas habían logrado una aproximación ciertamente extraordinaria, la
de asignarle un periodo de 365.2420 días.” (Miguel León Portilla. 1968)
El tiempo era cíclico y
no lineal. 22 unidades era la medida exacta en que dividían los tiempos de luz
y de oscuridad mientras la Tierra gira sobre su propio eje. La concepción
vigesimal hace perfectos sus guarismos. Donde el 5, 13, 18, 20, encontrarán
asombrosas combinaciones. Sus
semanas de 5 días, sus meses de 20 días y sus 18 meses que conformaban un año,
más los cinco días nemontemi y sus “atados de años” de 52 años. Los calendarios
pueden verse muy bien como una serie de círculos que embonan perfectamente unos
sobre otros. Es decir, el
calendario lunar o Tonalpohualli de 260 días, embona exactamente con el
calendario solar de 365 días y este a su vez, de manera perfecta con el atado
de años de 52 años o Xiuhmolpilli y los tres con el calendario venusino de 584 días. Sin
embargo, la cuenta maya nos deja sin aliento, pues registran fechas, pasadas y
futuras, que nos admira por su exactitud y tamaño.
“Pero era en la
obsesión de los Mayas por los ciclos donde residía en gran parte la importancia
de Venus: 5 ciclos sinódicos de este planeta corresponden casi exactamente a 8
años de 365 días (5 X 584 días = 8 X 365 días = 2920 días). La conexión con el
"año ritual" de 260 días se daba después de un Huehuetiliztli,
período de 104 años que corresponde a 65 ciclos sinódicos venusinos y 146
"años rituales". Estos números están redondeados, ya que el ciclo
sinódico de Venus es en realidad de 583.92 días mientras que el año dura 365.24
días. Los Mayas hicieron elaboradas tablas para corregir las pequeñas
discrepancias entre el periodo sinódico de Venus, el año y otros ciclos. Así,
al haber transcurrido 301 ciclos de 584 días, los Mayas habían restado en total
24 días (en forma análoga a nuestra costumbre de agregar un día cada cuatro
años) y con esta corrección podían predecir la posición de Venus con un error
de tan sólo ¡2 horas en 481 años! El conocimiento de esta última corrección por
los Mayas es sin duda uno de los descubrimientos más sobresalientes de la
astronomía antigua.”
(Esperanza Carrasco
Licea y Alberto Carramiñana Alonso)
Al considerar el tiempo
como una abstracción resultado de la medición del movimiento y de que éste, era circular y por ende cíclico, los Viejos Abuelos pudieron “evadir” la
visión lineal del tiempo y por ello pudieron “escudriñar” el pasado y el
futuro, como la civilización occidental no ha podido hacerlo nunca. Sin
embargo, existe una fecha encontrada por los arqueólogos en el tiempo lineal,
que se remonta más allá del año 1500 a.C. en el que los especialistas dan como
surgimiento de la cultura olmeca. Este fechamiento paradójicamente es maya:
“Un
tercer tipo de registro del tiempo fue conocido con el nombre de cuenta larga.
Este cómputo del tiempo se inició en el periodo Formativo, en algún lugar del
Istmo de Tehuantepec, y fue perfeccionado por los mayas en la época Clásica
(300-900 d. C.). La cuenta larga
registraba el número de días transcurridos desde un mitológico punto de
partida, un principio imaginario del tiempo que los mayas situaron en el año
3114 a. C.” (Enrique Florescano. 1987)
El tiempo para nuestros
Viejos Abuelos era algo muy diferente que el tiempo de los europeos. De la
misma manera que lo es hoy, para los indígenas y campesinos, en referencia a
las personas urbanas. Esta percepción filosófica del tiempo, nos hace ser de
una manera diferente, ya que el tiempo se alarga y se acorta, y aún deja de
existir. El tiempo cíclico, sagrado, social y familiar, tiene en los mexicanos
un sentido filosófico, sagrado y festivo.
“Los
sacerdotes mayas computaban en sus estelas “veintenas de soles” que se
remontaban cientos de millones de años hacia el pasado y preveen así mismo los
ciclos futuros. Si el día es para ellos una presencia solar, el tiempo es la
sucesión sin límites de todos los ciclos del sol”. (Miguel León Portilla.
1968)
Una de las grandes
preocupaciones y fuente de información de los Viejos Abuelos fue el tiempo.
Pocos pueblos en el mundo han contabilizado el tiempo como los antiguos
mexicanos. Se ha especulado mucho sobre la capacidad que tenían los sabios del
Anáhuac de, no sólo medir con extraordinaria exactitud el tiempo, sino la
posibilidad que pudieron tener de prever el futuro. En efecto, algunas de las
antiguas profecías que hoy se conocen, se han ido cumpliendo rigurosamente.
EL ESPACIO
La percepción filosófica
del espacio es llevada por los Viejos Abuelos a una exactitud admirable.
Existían tres niveles espaciales: el terrestre o humano (Tlaltípac) todo lo que
esta sobre la tierra. El celestial o de las entidades divinas (Ilhuícatl) desde
la nubes hasta el infinito y el inframundo o el lugar de
los descarnados (Mictlán) lo que esta debajo de la tierra.
El espacio terrestre
tenía un centro energético que era “el ombligo de la tierra”. En lengua náhuatl
el prefijo “co” es más que centro geográfico, es una representación del centro
energético. El punto central donde se inician los cuatro rumbos de la
existencia. Cada uno apuntará a los cuatro puntos cardinales y fija su punto
convergencia en el centro del mundo. Cada uno tendrá su propio color y será
representado por un animal u objeto simbólicamente, en una referencia
totalmente filosófica. Era el centro el lugar donde habitaba el dios viejo o del
fuego, llamado Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli y de donde partían los cuatro rumbos
del universo, su color era el verde: al Oriente, lugar por donde sale el Sol,
identificado por el color rojo y el glifo "caña", regido por Xipe-Tótec
que representaba la parte masculina del universo. EL Poniente, de color blanco
y con el glifo "casa", regido por Quetzalcóatl; era la región de las
mujeres conocida como Cihuatlampa. El Norte, de color negro, cuyo glifo era el
"cuchillo de sacrificio", estaba regido por el Tezcatlipoca Negro;
era la región del frío y de los muertos. El Sur, al que correspondía el color
azul y el glifo "conejo", regido por Tezcatlipoca Azul, lugar del
sacrificio conocido como Huitztlampa; era la región relacionada con lo húmedo. Debemos de recordar que el concepto, “la tinta roja y la tinta negra”
significaba simbólicamente la sabiduría. De la misma manera, los cuatro
Tezcatlipocas poseerán cada uno un color, que tendrá un significado filosófico.
Los puntos cardinales y los colores tenían un significado filosófico para los
Viejos Abuelos.
“La superficie
de la tierra (Tlatípac) es un gran disco situado en el centro del universo que
se prolonga horizontal y verticalmente. Alrededor de la tierra está el agua
inmensa (Teo-atl) que extendiéndose por todas partes como un anillo, hace del
mundo, “lo-eternamente-rodeado-por-agua” ( cen-a-náhuac). Pero, tanto la
tierra, como su anillo inmenso de agua, no son algo amorfo e indiferenciado.
Porque, el universo se distribuye en cuatro grandes cuadrantes o rumbos, que se
abren en el ombligo de la tierra y se prolongan hasta donde las aguas que
rodean al mundo se juntan con el cielo y reciben el nombre de agua celeste
(Ilhuica-atl). Los cuatro rumbos del mundo implican enjambres de símbolos.”
(Miguel León Portilla. 1956)
los Viejos Abuelos
tenían otra forma de representar el espacio y lo hacían con un enorme árbol,
que podía ser una ceiba, un ahuehuete o sabino y un nopal. Los trece cielos se
representaban en la fronda, los nueve niveles del inframundo con la raíz y el
plano humano la superficie de tierra donde estaba el árbol.
LOS TRECE CIELOS
El universo
espacial de los Viejos Abuelos, es el inmenso escenario filosófico-religioso en
el que en 13 niveles o cielos ocuparán la parte superior de su mundo. El
espacio celestial para los antiguos mexicanos estaba totalmente identificado.
El primer cielo o “cielo inferior” es el que los seres humanos ven, en él se
encuentra la Luna y las nubes, este cielo es llamado Ilhuícatl Metztli. El
segundo cielo era el lugar de las estrellas o Citlalco. El tercer cielo era el
lugar del Sol o Ilhuícatl Tonatiuh. El cuarto cielo en el que habita el planeta
Venus, conocido como Ilhuícatl huitzlan. El quinto cielo es donde se encuentran
los cometas o estrellas humeantes, llamado Citlalin Popoca. El sexto y séptimo
cielos son lugares donde sólo se ven los colores negro y azul, conocidos como
Yayauhco y Xocouhco. El octavo cielo es el lugar de las tempestades. Los
siguientes tres cielos están reservados para la morada de los dioses y se
nombran Teteocan. Los siguientes dos cielos constituían el Omeyocan, mansión de
la dualidad donde habita Ometéotl.
EL INFRAMUNDO
Debajo del espacio
humano o Tlaltípac, se encuentra el inframundo o Mictlán. Lugar donde gobierna
Mictlantecuhtli y Micltlantecíuhuatl, el Señor y la Señora de la Muerte. Allí
llegaban Los seres humanos que morían y no iban al Tlalocan, porque su muerte
no estaba relacionada con el agua. El paraíso reservado sólo para los niños era
el Chichihuacuahco,. Otros iban al Ilhuicatltonantiuh, el lugar reservado para
las guerreras y los guerreros que morían luchando su Batalla Florida. Las personas que morían de manera común y que su vida había sido
intrascendente, iban en un penoso viaje al Mictlán, el cual duraba cuatro años.
Los lugares que recorrería la persona para llegar
al Mictlán eran: la tierra, el pasadero de agua (Apanohuaya), el lugar en donde
se encuentran los cerros (Tépetlmonamicita), el cerro de obsidiana
(Cehuecáyan), lugar del viento de obsidiana lugar donde tremolan las banderas,
lugar en donde es flechada la gente, lugar donde se comen los corazones (Teocoyleualoyan),
lugar de la obsidiana de los muertos y por último el Mictlán o sitio sin
orificio para el humo. Al término de esos cuatro
años de sufrimiento se presentaban ante el Señor Mictlatecuhtli, quien les
decía: Han terminado tus penas, vete, pues, a dormir tu sueño mortal y –se convertían
en nada-, desaparecían.
En el mundo filosófico
del Anáhuac, también existían espacios intangibles que se entremezclaban con la
mítica, la religión, la historia y la realidad cultural de los Viejos Abuelos.
En su conjunto podemos apreciar la profundidad del pensamiento complejo de
nuestros antepasados que, penetraban en sus planteamientos a niveles muy
elevados de la concepción del mundo y de la vida. Entre otros podemos
mencionar: Ximoyan, el lugar de los descarnados. Topan in Mictlán, lo que nos
sobrepasa, la región de los muertos. Tlallamanac, lo que sostiene al mundo.
Tlamanitiliztli, lo que debe permanecer. Tlaxicco, en el ombligo de la Tierra.
Tlaltipac, lo que está sobre la Tierra. Tomanchan, el lugar mítico, literalmente:
la casa de donde bajamos. Cen Anáhuac, el continente. Tlalocan, el paraíso de
Tláloc. Aztlán, lugar mítico: literalmente, el lugar de las garzas. Omeyocan,
lugar de la dualidad divina. Chicomostoc, lugar de las siete cuevas. Tilan
Tlalpan, perímetro de la sabiduría. Ayauhcalli, casa de la niebla. Centzon
Huiznahua, las estrellas del hemisferio Sur, literalmente: 400 surianos.
Cihuatlampa, rumbo de las mujeres. Ilhuicaatl, el océano. Ilhuicatitlán, en el
cielo. Mictlampa, del rumbo de la región de la muerte.
EL ANÁHUAC
El Anáhuac es un
concepto muy profundo y complejo. Más allá de una vulgar delimitación de un
territorio, el Anáhuac representa una triada: espacio sagrado-tiempo
sagrado-divinidad solar. En efecto, el Anáhuac estará delimitado por el
movimiento del Sol que durante un año delimita un territorio a través de su
recorrido.
“¿Por qué escogieron los mesoamericanos esos
límites? Seguramente por razones astronómicas, ya que sólo entre ellos puede
pasar el Sol por el centro del cielo en algún día del año. Sin embargo, es
significativo que, al dividir la esfera en 400 grados toltecas, la franja
tropical abarque cincuenta y dos, número clave del calendario. Dentro de estos
límites, los anawakas establecieron una frontera sur más realista a los 13
grados de latitud norte, en un punto al que llamaron Nik Anakak, hasta aquí
anakak, hoy conocido como nicaragua.” (Frank Díaz. 2001.)
La cruz que se forma en
el rectángulo del territorio del Anáhuac, esta presente en todas las culturas
del Anáhuac, comenzando por la cultura Madre. En una gran cantidad de
esculturas, gravados y estelas olmecas, se puede apreciar este rectángulo
cruzado por dos líneas que forman una “X”.
Esta misma cruz, que
Laurette Séjurné llamó “Quincunce o Cruz de Quetzalcóatl”, también se aprecia
de manera reiterativa en la iconografía de la civilización andina. Pero también
la podemos observar en el trazado de un “pasa juego” o juego de pelota, en
dónde existe un rectángulo determinado por dos líneas que se cruzan en el centro
y sus extremos forman los cabezales de la cancha.
De esta manera el
Anáhuac es un espacio sagrado determinado por el movimiento del Sol a lo largo
de un año. Esta maqueta del cielo se reproduce en la Tierra y aún más, en las
construcciones de los centros de conocimiento. Una armonía perfecta entre el
movimiento, los astros y la superficie de la Tierra.
La palabra Anáhuac y
anahuaca sigue presente en muchos pueblos indígenas del continente. Con
diferentes variantes, el concepto se mantiene vivo hasta nuestros días y los
“investigadores oficiales”, no han querido ver que en el continente siempre ha
existido una sola civilización con una misma raíz filosófica.
LA MUERTE
La percepción filosófica
de la muerte y la vida es un punto muy rico, que nos proporciona mucha luz para
aproximarse al pensamiento de los Viejos Abuelos. La vida y la muerte eran un
par de opuestos complementarios. Si no existe la muerte, no puede existir la
vida y viceversa. Para tener conciencia de la vida se requiere tener conciencia
de la muerte. Pocos pueblos como el egipcio y el mexicano han incorporado a la
muerte como la parte más viva de su cultura. Los Viejos Abuelos tenían un día
muerte, al Señor y la Señora de la Muerte y el lugar de los muertos.
“Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
Allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
Mis flores, mis cantos, llevo a cuestas,
Los pongo ante el rostro de la gente”.
(Ms. Cantares Mexicanos)
Es importante apuntar que
en general, para la iconografía del Anáhuac, cualquier representación de una
osamenta significa filosóficamente la vida eterna o espiritual. En efecto, la
osamenta representa la parte “imperecedera” del cuerpo humano. El cráneo es la
última parte en desintegrarse de una osamenta y es tomada como un símbolo para
referirse a la presencia eterna del espíritu. De modo que los Viejos Abuelos
cuando usaban un cráneo, se referían filosóficamente a la vida eterna
espiritual.
“
Cuando morimos,
no
en verdad morimos,
porque
vivimos, resucitamos,
seguimos
viviendo, despertamos.
Esto
nos hace felices”
(Ms.
Cantares mexicanos)
Para los antiguos
mexicanos la vida en la tierra era de carácter temporal. La vida eterna se
encontraba después de la muerte. Ya sea en el Chichihuacuahco
para los niños, lugar a donde iban los infantes que morían a edad temprana. Un
paraíso donde existía un inmenso árbol del que brotaban gotitas de leche de sus
ramas. Esos niños esperarían en ese paraíso la creación del Sexto Sol para
volver a nacer. El Tlalocán era el lugar reservado para las personas que morían
por causas relacionadas con el agua. Un concepto muy cercano a la idea
judeocristiana del paraíso.
El lugar para los
guerreros y las guerreras de La Batalla Florida. El Ilhuicatonantiuh era el
cielo donde los guerreros acompañaban al Sol en su cotidiano camino, desde el
amanecer hasta el cenit, y las guerreras desde el cenit hasta el atardecer. El
lugar luminoso por excelencia. Y el Mictlán, el lugar para aquellas personas
que morían de muerte común. En el Mictlán sufrirían para llegar ante el Señor
de la Muerte y desaparecer.
“¿A
dónde iremos que muerte no haya?
Por
eso llora mi corazón.
¡Tened
esfuerzo: nadie va a vivir aquí!
Aun
los príncipes son llevados a la muerte:
Así
desolado está mi corazón.
¡Tened
esfuerzo: nadie va a vivir aquí!”
(Ms.
Cantares Mexicanos.)
Todos los seres humanos
cuando llegan a un estadio de desarrollo, desde el origen de los tiempos hasta
nuestros días, se enfrentan a la pregunta obligatoria. ¿Existe vida después de
la muerte? ¿Vivo para morir y renacer a la vida eterna? ¿Cuál es la razón de la
vida?, porque ahí estará la razón de la muerte.
LA BATALLA FLORIDA.
El concepto de La
Batalla Florida es muy revelador de la concepción filosófica del Anáhuac.
Primeramente debemos de observar que la guerra para los antiguos mexicanos,
probablemente desde las primeras sociedades que hoy llamamos olmecas, fue de
carácter simbólico. Como hemos apuntado ya, no existe un avance proporcional
entre las matemáticas, la medicina y la arquitectura, por citar sólo tres
aspectos de la cultura, con la evolución de las armas. En efecto, las armas que
encontramos en la iconografía del período Preclásico, serán las mismas que
veremos en el período Postclásico con los mexicas. La pregunta es obvia; por
qué existieron avances en otras áreas del conocimiento y en la tecnología
militar se mantuvo casi igual, a excepción del atlatl, que fue inventado para
cazar aves al vuelo por los toltecas.
“Es entonces
probable que el trofeo que perseguía el guerrero de la “batalla florida” no era
otro que su propia alma”. (Laurette Séjurné. 1957)
Lo anterior no es
“incapacidad o inferioridad” cultural o tecnológica. Por el contrario, nos
revela que los Viejos Abuelos no enfocaron su desarrollo en las armas y en la
guerra. Ésta siempre fue, más de carácter simbólico-religioso, que una
“industria” de expansión, explotación y aniquilamiento, como la ha usado hasta
nuestros días la cultura occidental. La guerra desde la primera presencia de
Quetzalcóatl en las batallas olmecas, se refiere al símbolo espiritual de la
guerra interior, que los toltecas llamaron, en el período Clásico, “La Batalla
Florida”.
“Hemos visto
ya en varias oportunidades que la existencia humana debe tender a la
trascendencia del mundo de las formas que esconde la realidad última. Esta
realidad reside en el corazón, y es necesario obligar a éste a liberarlo cueste
lo que cueste: he aquí la meta suprema de la “guerra florida”. Alcanzar, a
apoderarse de su corazón significa entonces penetrar en la vida espiritual.”
(Laurette Séjurné. 1957)
A pesar de que en el
período de expansión mexica, la guerra fue usada como nunca se había visto en
el Cen Anáhuac, la belicosidad de los mexicas, no tuvo el carácter de “guerra
de exterminio”, como los europeos la aplicaron en su conquista en América. La
guerra en el último período del Postclásico fue un ejercicio de poder entre los
Señoríos, eminentemente ritual y con un alto sentido religioso.
“Los
cholultecas, que nunca se habían visto con los mexicanos en campo (nunca se había
enfrentado militarmente),
quisieron probar su ventura y valor. Los cuales enviaron sus mensajeros a
Cuauhquecholan y a Atzitziuacan –que eran las fronteras- a decirles que de su
parte avisasen a Moctecuhzoma cómo ellos querían holgarse y regocijarse con
ellos en aquel campo y regocijar al dios de la tierra y dar contento al señor
de las batallas y al sol; que le suplicaban enviasen a sus gentes, que ellos
estarían en el campo esperándolos a tercero día.”... “Pero, sintiendo su daño
(los cholultecas), despacharon luego un mensajero a Moctecuhzoma, dándole
cuenta de lo que aquel día habían hecho y de la mucha pérdida de su gente. Y esperando
otro día, para ver si los cholultecas pedían más batalla, o quisiesen vengar a
sus gentes, aparejados los mexicanos para vengar la pérdida suya, los
cholultecas enviaron sus mensajeros al general del ejercito mexicano,
diciéndole que ya se habían holgado y regocijado y pasado tiempo un poco con
ellos; que bastaba, que se fuesen con Dios.” (Fray Diego Durán.)
Los mexicas hacían una
guerra sagrada y luchaban, según ellos, para mantener vivo al Quinto Sol que
estaba amenazando su existencia -por las reformas religiosas e ideológicas que
realizó Tlacaelel- y además, extendían su dominio e incrementaban el número de
pueblos tributarios. Los guerreros que morían en estas batallas encontraban la
más alta aspiración social.
“Que no
tuviesen pena en ello, y que la muerte de su hermano (Moctezuma) le pesaba, por
perder hombres tan valientes, pero que morir en honra y defensa de la patria
iban matizados y esmaltados con el matiz y esmalte de su alta sangre y valor,
adornados de piedras preciosas y de precisos plumajes de su grandeza y hechos
valerosos y que aquel era el fin que él y todos habían de desear, pues no
murieron como mujeres tras los tizones y fogones, sino con la espada en la
mano, matizando con el de su sangre y de la ajena las yerbas del campo y los
rayos del sol que por ellos se extienden, y que de esto se gloriaba y estaba
muy ufano. Y así mando luego se hiciesen las exequias de todos los señores que
en aquella batalla habían muerto...” (Fray Diego Durán.)
Las guerras de
los mexicas se hacían para conseguir prisioneros y llevarlos a Tenochtitlán y
sacrificarlos. Los prisioneros eran tratados con mucho respeto, pues eran para
ellos, “alimento del águila”. Se consideraba una torpeza que un guerrero matara
en el campo de batalla a su adversario, pues el objetivo era tomarlo cautivo.
Los mismos prisioneros de un bando y otro se sentían honrados por su destino
final.
Lejos de ser
una guerra de exterminio y rapiña, como las europeas, las guerras floridas de
los mexicas, aunque habían sufrido un cambio grotesco, pues cambiaron el
sacrificio espiritual por el material. La Batalla Florida dejó de ser una lucha
interior, para pasar a ser una lucha por tomar prisioneros para la piedra de
los sacrificios, mantenía un sentido de grandeza espiritual, aunque trastocada.
Los guerreros
que iban a las Guerras Floridas llevaban sobre sus hombros la inmensa
responsabilidad social y religiosa de “mantener con vida al Quinto Sol”. No
existía ninguna actividad en la cultura mexica que tuviera más alto honor, pues
se “servía”, no sólo al pueblo, sino fundamentalmente al universo.
“La causa
porque se movían así tantos a la guerra, aunque la principal era su propio
interés y ganancia de honra y bienes; lo segundo era no tener su vida en nada y
tener por bienaventurados a los que en la guerra morían y así llamaban a la
guerra xochiyaoyotl, que quiere decir “guerra florida”, y por el consiguiente,
llamaban a la muerte del que moría en guerra xuchimiquiztli, que quiere decir
“muerte rosada, dichosa y bienaventurada”. (Fray Diego Durán.)
Precisamente fue el
cambio de los simbolismos toltecas de carácter espiritual, que Tlacaelel
implantó, lo que les dio a los mexicas una doctrina
materialista-mística-guerrera. La Batalla Florida de carácter interior y
espiritual de los toltecas, fue cambiada por una Batalla Florida en contra de
los vecinos y hecha con armas “relativamente inofensivas”. Estas guerras del
período Postclásico se intensificaron en los últimos doscientos años antes de
la llegada de los españoles, durante la formación de la Triple Alianza y la
consolidación del Imperio Azteca. Estas guerras generalmente fueron más de
carácter simbólico y ritual; aunque los mexicas llegaron a “castigar”
excepcionalmente a algún pueblo, comúnmente no se destruían las ciudades y no
se aniquilaba a la población civil.
“Las flechas, atributo principal de
este guerrero celeste, no pueden evidentemente simbolizar más que los
relámpagos interiores que descubren la existencia de una condición divina”...
“De la inmersión en esta conciencia superior que disuelve la suya, Quetzalcóatl
sale armado de las flechas que le permiten, convertirse en Señor de la Aurora,
“disparar sus rayos” que revelan a los humanos la salvación que cada cual debe
intentar por sí mismo.” (Laurette
Séjurné. 1957)
La Batalla Florida de
los toltecas implicaba la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar.
Hombres y mujeres se preparaban para esta “guerra interior” y por tal, se
convertían en “guerreros”. La disciplina, la frugalidad y la austeridad en que
formaban a estos guerreros eran rigurosas y muy estrictas. Las armas eran “flor
y canto” y el campo de batalla era su propio corazón. Vencer la inercia que
destruye la materia. Los vicios, la pereza, la ignorancia personal. Estos guerreros
de la muerte florecida, eran impecables cazadores de conocimiento y forjadores
de su templanza espiritual.
“!
Esmeraldas son: turquesas
tu
greda y tus plumas,
oh
dador de la vida!
Dicha
y riqueza de los príncipes
Es
la muerte al filo de la obsidiana,
La
muerte en la guerra.”
(Romances
de los Señores de la Nueva España.)
Los toltecas
desarrollaron una escuela hermética de conocimientos filosóficos, igual que las
otras antiguas civilizaciones con origen autónomo. Los conceptos de: el
guerrero, la batalla florida, flor y canto, el rostro propio y el corazón
verdadero nos hablan en su conjunto de una visión filosófica, de las
posibilidades espirituales que tenía la existencia humana y la capacidad para
trascender los limitados espacios de la existencia material. La Batalla Florida
es una de las expresiones más vigorosas de la concepción filosófica que tienen
los toltecas del mundo y de la vida.
LA RESPONSABILIDAD
EXISTENCIAL
Para nuestros Viejos Abuelos
el ser humano tenía dos tareas muy importantes en el mundo. Mantener el
equilibrio de las fuerzas que sostienen al universo y humanizar al mundo. Estos
compromisos eran la más alta responsabilidad de nuestra civilización. No existe
ningún camino hacia fuera que no se haya recorrido hacia dentro. Por lo cual,
el “equilibrio” se tiene que lograr primero adentro del individuo y
después en su entorno y orientado en “las cuatro direcciones”. Los Viejos
Abuelos dividían al ser humano y al universo en cuatro partes a través de dos
ejes imaginarios, uno longitudinal y el otro transversal, haciendo en el
ombligo su centro y la cruz. Estas cuatro partes o rumbos de la existencia
humana y del universo, interactúan como pares de opuestos y complementarios. El
logro del equilibrio entre el par de opuestos complementarios, significa la
elevación. La pérdida del equilibrio significa, por consiguiente, la
degradación.
“La armonía” era el
logro fundamental en la filosofía de los Viejos Abuelos. La armonía se lograba
por medio de “el equilibrio” y éste a su vez se construía a través de “la
medida”. Armonía, equilibrio y medida, eran el logro más elevado de la
civilización del Anáhuac. Tanto en el plano interior del ser humano, para
lograr forjar “un rostro propio y un corazón verdadero”. Como en el plano
exterior, para “humanizar” el mundo.
La responsabilidad
social e individual de la existencia, estaba fundamentada en estos valores y
principios. Podemos observar en las culturas del México antiguo, como la
armonía esta asociada a la belleza y ésta a su vez a los divino y lo sagrado.
El equilibrio esta presente de manera constante y reiterada a partir del
concepto del “par de opuestos complementarios”, que al equilibrase se
humanizan. Y la medida que esta asociada al concepto de “mecatl” o mecate, “con
el que se mide el mundo y sus cosas”. Por ello, el Calmécac, literalmente es
“la casa de la medida” y Olmeca es “la medida del movimiento”.
De alguna manera estos
conceptos siguen presentes en el “ser” más íntimo de la cultura que hoy
llamamos “mexicana”, especialmente en las comunidades indígenas y campesinas,
pues es nuestro legado más importante que nos han heredado los Viejos
Abuelos.
LA CRUZ DE
QUETZALCÓATL
Existe en la iconografía
del Anáhuac un símbolo que es constante desde los olmecas hasta los mexicas.
Una cruz o equis que se encuentra presente en la mayoría de las llamadas “obras
de arte” del México antiguo. Esta cruz generalmente se ubica en la frente, en
el pecho o en el plexo solar, si se trata de una figura humana. Si es un diseño
geométrico, generalmente se encontrará en los puntos fundamentales. Esta cruz
se conforma por dos ejes que dividen al espacio y al cuerpo humano a través de
dos líneas que se cruzan en el “ombligo de la tierra” o en el ombligo humano.
“Esta Cruz, llamada de Quetzalcóatl,
tiene el valor de punto central y, como simboliza el recuentro del cielo y de
la tierra. Bajo este aspecto, el quincunce está abundantemente representado”.
(Laurette Séjurné. 1957)
La primera línea imaginaria
dividía al cuerpo humano en dos mitades. Del ombligo a la cabeza era la representación del cielo y se
simbolizaba con un ave. Simbólicamente tenía dos órganos que representaban la
aspiración de la elevación, encarnando la máxima aspiración espiritual: el
cerebro y el corazón. La segunda parte del ombligo a los pies, representando la
tierra y siendo simbolizada por una serpiente. Tenía dos órganos que encarnaban
la energía que une al ser humano con la tierra y el mundo material: los riñones
y los genitales.
De modo que el ser
humano, filosóficamente es el puente que une a los opuestos complementarios.
Como lo decían los Viejos Abuelos poéticamente, “donde se besaban la
tierra y el cielo”. Al ave la representaron generalmente a través de un quetzal, una águila o
una guacamaya. Al animal que representaba a la tierra se le simbolizó con una serpiente, que en lengua náhuatl se
nombra Coatl. De modo que El Quetzal-coatl, representa una figura filosófica
espiritual, que esta en nuestro ser y que podemos llegar a encarnarla a
través del equilibrio de nuestra parte espiritual con nuestra parte material.
El ser humano es punto de contacto entre lo divino y lo mundano, entre la
materia y el espíritu, entre el cielo y la tierra.
Pero al mismo tiempo,
los Viejos Abuelos dividen al ser humano en dos mitades longitudinales, también
a partir del ombligo. De lo que resulta que tenemos una parte derecha o “Tonal”,
que esta asociada al mundo conocido, la parte masculina, al día, el sol, lo caliente y
específicamente a la racionalidad. La parte izquierda se llama “Nagual”
y esta asociada al mundo desconocido, a la parte femenina, a la noche, a lo
frío, a la luna y a la parte intuitiva.
“La primera gran sección del cuerpo
humano se produce a la altura del obligo... Es posible la existencia de una
antigua equiparación entre esta división del cuerpo en dos partes y algunos
elementos míticos. Partamos de una triple correspondencia entre cosmología, la
organización política y la división corporal. Según el mito, el monstruo
cósmico originario fue segmentado por el centro de su cuerpo para con ello
dividir los sectores que constituían el cielo y la tierra... La segunda sección
del cuerpo lo divide en parte derecha y parte izquierda... No debe extrañar que
en algunos casos la fuerza sobrenatural de los seres humanos señalados por los
dioses se creyera ubicada en el lado izquierdo del cuerpo... Lo anterior
sugiere que, así como el uso de la mano derecha estaba más ligado a las
actividades cotidianas, sobre todo a las que exigían destreza, la izquierda se
ligaba en forma más estrecha al mundo de lo sobrenatural... Por último, es
necesario mencionar que el punto central del cuerpo, la región del ombligo, es
uno de los más importantes en el pensamiento mágico, ligado a la idea del punto
central de la superficie de la tierra, la casa del dios del fuego, sitio por el
que el eje cósmico permitía la comunicación con el cielo y con el inframundo.”
(Alfredo López Austin. 1980)
El ser humano queda
dividido en cuatro partes y representan los cuatro puntos cardinales o rumbos
de la existencia. Sin embargo, existe un quinto punto, una quinta dirección:
EL ARRIBA Y EL ABAJO. Lo que se eleva trascendiendo el plano humano si se
logran unificar en equilibrio el par de opuestos complementarios. Y lo que se
degrada y cae, si se pondera con exceso cualquiera de los cuatro elementos
sobre los restantes.
LA LEY DEL CENTRO O
QUINCUNCE
“La Ley del Centro” de
los Viejos Abuelos nos habla de que el ser humano debe tratar de equilibrar los
cuatro rumbos de la existencia en su centro, para lograr la trascendencia. El
dilema de estar en medio de dos pares de opuestos complementarios y el desafío
existencial de buscar su equilibrio para trascender.
No se puede ser en la
vida, totalmente espiritual, ni totalmente material; ni totalmente racional, ni
totalmente intuitivo. Cada uno de estos cuatro opuestos complementarios deben
estar en equilibrio. Si el Equilibrio se logra (que se da en el centro) el
individuo logra ascender y evolucionar; pero si el equilibrio se pierde y se
pondera más uno de los cuatro opuestos, el ser humano cae en los degradados
abismos de su estupidez, pues es arrastrado por la “inercia de la materia” que
lo lleva a su destrucción o corrupción. Perdiendo la maravillosa oportunidad de
trascender su existencia.
“El jeroglífico náhuatl más familiar
es una figura que, bajo infinitas variantes, está formada siempre por cuatro
puntos unificados por un centro, disposición llamada quincunce. Como lo
demostró Eduardo Seler, el cinco es la cifra del centro y éste a su vez,
constituye el punto de contacto del cielo y la tierra. Para mayor exactitud, el
quincunce designa además, la piedra preciosa que simboliza el corazón, lugar de
encuentro de los principios opuestos. He aquí entonces reunidos en un signo
todas las características del Quinto Sol –Corazón del Cielo-, expresadas por la
mitología... Todo esta admirablemente estructurado. ¿No es, en efecto, el
Quinto Sol el del hombre-dios cuyo corazón se convirtió en el planeta Venus? ¿y
no es justamente Quetzalcóatl quien inauguró la Era del Centro revelando la
existencia de una fuerza capaz de salvar de la inercia?
Pero hay más. El quincunce acompaña
también al dios del fuego –igualmente dios del centro y llamado por este hecho
“ombligo de la tierra”-,... la Ley del Centro ha abolido la fragmentación de
los contrarios. Basados sobre las revoluciones de los astros y sobre arduos
cálculos estos ciclos van, partiendo del más simple –el de la muerte y
resurrección de la Naturaleza-, hasta englobar unidades inmensas que tienen por
fin la búsqueda mística de los momentos de liberación suprema, es decir, las
concordancias entre el alma individual y el alma cósmica, el tiempo y la
eternidad, lo limitado y lo infinito.” (Laurette Séjourné. 1957)
“La ley del Centro” los
Viejos Abuelos la expresaron de manera reiterativa en todo cuanto consistió su
mundo material e iconográfico. Lo expresaron en la arquitectura, pues las
pirámides y recintos de investigación y estudio son una clara expresión de esta
filosofía. Basta observar que la mayoría tienen un patio central y cuatro
habitaciones o cuatro pirámides en cada punto cardinal. Las pirámides tienen en
general cuatro niveles, cuatro caras y en la cúspide una base que las unifica.
Otra forma muy recurrente era señalarlo a través de una flor con cuatro pétalos
y un centro unificador Macuilxochitl (cinco flor). También a través de la
llamada Cruz de Quetzalcóatl o sencillamente con una equis, un circulo con dos
líneas cruzadas en sus grabados, con cinco círculos.
El “quincunce” como lo
llama la maestra Séjourné se encuentra como motivo fundamental en los diseños
arquitectónicos y artísticos que los Viejos Abuelos construyeron, pintaron,
grabaron y bordaron, en pirámides, códices, estelas, textiles, frescos. Bástenos
ver con respeto y detenimiento este mensaje filosófico-espiritual, en los
vestigios materiales de esta maravillosa civilización. La aspiración
fundamental de los Viejos Abuelos, como la de todas las grandes y antiguas
civilizaciones, es la TRASCENDENCIA ESPIRITUAL DE LA EXISTENCIA.
“La Unión de los Contrarios en la
Religión Náhuatl. La dinámica de la unión de los contrarios está en la base de
toda creación, tanto espiritual como material.
Si
el cuerpo “brota y florece” su alma,
solamente si es traspasado por el fuego del sacrificio, la tierra, a su
vez, nos da sus frutos más que penetrada por el calor solar transmitido por las
lluvias. Es decir, que el elemento generador no es el calor ni el agua simples,
sino una combinación equilibrada de los dos.“ ( Laurette Séjourné. 1957)
Los Viejos Abuelos se
propusieron a través de lograr el equilibrio un camino, similar al budismo, al
cristianismo o al islamismo. Pero este camino es diferente para nosotros, en
tanto “es el nuestro propio”, el que nació en nuestras tierras, con
nuestra gente y sus experiencias y conocimientos. La filosofía que engendró el
esplendor del México Antiguo sigue viva, presente, vigente y vibrante; y por
ahora, nosotros somos parte inconsciente de ella. Como la grecolatina de la
civilización Occidental en nuestros días, que la separa más de dos mil años y
sigue viva en su esencia en Europa. El problema es que debido a la colonización
mental, no la podemos hacer conciente.
La pregunta es: por qué
los países colonizadores pueden tener conexión directa con su pasado
filosófico, como los europeos del pensamiento grecolatino o los chinos y
japoneses del pensamiento budista y, nosotros los mexicanos según nuestros
colonizadores, no tenemos ninguna relación con los siete mil quinientos años de
desarrollo de un pensamiento filosófico.
LOS TRES CÍRCULOS DE
CONOCIMIENTO
Como hemos dicho, el
conocimiento en el México antiguo se manejaba en tres círculos excéntricos. La palabra, que estaba en el centro del primer círculo. Era
sólo conocida por un reducido grupo de personas. La sabiduría se trasmite de labio a oído. Al igual que en el
Tíbet o en Egipto, los hombres y mujeres de conocimiento vivían en aquellas
construcciones milenarias que hoy se les nombra zonas arqueológicas. Eran
centros de conocimiento reservado sólo a una élite de personas especializadas
en conocimientos herméticos ancestrales. Estos maestros vivían apartados del
mundo y eran respetados por las personas comunes o maceguales que vivían en las
aldeas. Los hombres y mujeres de conocimiento habían desarrollado un complejo
y abstracto lenguaje de su sabiduría, en el que se transmitía y perpetuaba su
milenario conocimiento a través de símbolos y representaciones gráficas,
grabadas en piedra, madera, metales; pintado en códices, frescos y cerámica;
bordado en telas con piedras y plumas. Este segundo círculo de conocimiento se
trasmitió a través del lenguaje iconográfico, el cual contiene la
esencia del pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos y este conocimiento
queda enmarcado en los diversos materiales que trabajaron los Viejos Abuelos.
Conocimiento al que podían acceder sólo los iniciados y algunos de los
dirigentes y sacerdotes más importantes de las aldeas en el período Clásico.
Para acceder a él se requiere decodificarlo. Esta ahí, pero no es para todos.
En el tercer círculo de
conocimiento se encontraba básicamente en la religión y las normas
morales y éticas de la civilización del Anáhuac. Estos principios básicos
filosóficos que encarnaban la religión de los Viejos Abuelos, les permitía a
los seres humanos comunes: los campesinos, amas de casa, artistas, maestros,
artesanos, comerciantes, constructores, etcétera; contar con las bases
necesarias para ordenar una vida armónica personal, familiar y en sociedad. Por
ello, durante más de mil años, en el período conocido como Clásico o del
esplendor, existió un deslumbrante y luminoso desarrollo humano, siendo el
centro palpitante de este período clásico “la ciudad” donde los hombres
aprendían a ser dioses, Teotihuacan.
“Por
otro lado, si Teotihuacan se hubiera mantenido cuando menos 800 años como
ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso
de tal manera único en la historia, que es difícil de creer que haya sucedido.
No
conocemos en toda la historia universal un solo imperio que no se haya podido
formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en
casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente
que por encima existe una ideología que las dirige. Hay también la posibilidad
de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa
que las demás, y que por ello no necesitara recurrir a la fuerza. El
cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las
armas hayan jugado un papel importante en su difusión.... Pero más bien indica
que la raíz de todas las religiones mesoamericanas es la misma, y no que
Teotihuacan haya impuesto sus dioses sobre los dioses de otras naciones.“ ( Ignacio Bernal.
1965)
Este Desarrollo Cultural
fue el más importante y la cúspide de todo un proyecto civilizatorio del Cen
Anáhuac. Sin embargo, este desarrollo no fue como el de los pueblos europeos.
Sus principios y objetivos fueron tan diferentes como hoy en día son los principios
de bienestar y desarrollo de una comunidad indígena Tarahumara de Chihuahua,
comparados con la de los habitantes de la colonia Polanco de la ciudad de
México. Como ejemplo diremos que los Viejos Abuelos habían inventado la rueda y
no la usaron como los europeos; también habían desarrollado el lanzador de
dardos, que multiplicaba la velocidad de un dardo, mucho más rápido que una
flecha impulsada por un arco y jamás desarrollaron esta tecnología en el
aspecto militar. El lanzador siempre se mantuvo como un instrumento de caza. Se
supone que en el Periodo Clásico no hubo guerras y en el Postclásico las que
hubo, se mantenían en un ceremonial místico y religioso, más simbólico que de
guerra de exterminio. En efecto, para los mexicas degradadores de las enseñanzas de
Quetzalcóatl, la lucha espiritual con uno mismo, la “Batalla Florida” de los
toltecas, la convirtieron en una batalla para tomar vivos a los guerreros
vencidos y ofrendarlos en sacrificio mortal a Huitzilopochtli y mantener con ello vivo al amenazado
Quinto Sol, además de imponer grandes tributos a los pueblos vencidos.
La filosofía de la
civilización del Anáhuac es la obra más decantada de sus creaciones. El
pensamiento filosófico que no sólo explica el mundo y la vida; si no le da
significado a la vida humana, permitiéndole la trascendencia de la existencia
en el plano espiritual.
Todo cuanto podemos ver
y sentir de la inconmensurable herencia de los Viejos Abuelos, encuentra sus
cimientos y estructuras más sólidas, en la filosofía anahuaca. El mundo
tangible e intangible de sus creaciones. Desde las impresionantes
construcciones hasta las más finas creaciones artísticas. Desde los principios
y valores individuales que se transmitían de una generación a otra en la
familia o en las escuelas, hasta las grandes instituciones comunitarias como el
calpulli, el tequio, la fiesta de día de muertos o la fiesta a Tonatzin,
estuvieron sustentados sobre la base del pensamiento filosófico.
AGUA QUEMADA
Esta es otra de las
metáforas filosóficas más interesantes del Anáhuac. Su compleja estructura nos
revela un pensamiento muy profundo y dialéctico. Nuevamente estamos frente al
drama cósmico de la lucha de los contrarios, El agua y el fuego. En efecto, el
agua es el símbolo de la energía luminosa, como hemos apuntado con
anterioridad. Todo cuanto nos rodea está constituido de la energía luminosa, y
el agua multiplica con la acción de la luz a través de la fotosíntesis, el
mundo que nos rodea. Gracias al agua y la luz, el mundo se reproduce y llena de
vida.
El fuego es la
representación divina de la liberación del Espíritu de la materia. Con el fuego
se purifica la materia y trasciende. Lo mismo en la gran hoguera en
Teotihuacan, en donde se arrojaron los dioses para que el Quinto Sol tenga
vida, como la hoguera en la que se arroja Quetzalcóatl cuando se va del
Anáhuac. La serpiente de fuego es el símbolo liberador por excelencia y el
fuego también es el símbolo del sacrificio espiritual. De esta menara –Agua
Quemada- representa filosóficamente la vida espiritual.
“Este principio espiritual es tan
básico que le fue dedicado el Templo Mayor de Tenochtitlán: la circunstancia de
que el dios de las lluvias y el del fuego celeste hayan sido colocados uno al
lado del otro, en la cima de la misma pirámide, no puede seriamente
interpretarse de otra manera. Sabiendo, además, que el templo fue construido
sobre el emplazamiento de la fuente donde brotaban las aguas azules y rojas, se
hace patente que las divinidades
que lo regían simbolizaban la fórmula mítica del agua quemada” ( Laurette
Séjourné. 1957)
El concepto de “agua
quemada” implica la lucha de contrarios, fuego y agua, que trasciende en un
tercero, diferente a los dos que le crearon. De esta manera el encuentro en
equilibrio del agua y el fuego, produce el vapor, que se eleva y se desprende
simbólicamente de esta realidad material.
Agua Quemada simboliza
lucha interna de los opuestos complementarios, igual que la Batalla Florida.
Pero de una manera más universal y cósmica. No así la Batalla Florida, que es
una acción íntima y personal de cada guerrero, que tiene que ver con su “micro
universo”, en donde la inercia de la materia conduce a la destrucción o
corrupción del ser humano, en la medida que no pueda vencer los elementos que
lo degradan o corrompen.
El mundo y el universo
están regidos por las leyes universales del Espíritu. La lucha dialéctica del
par de opuestos complementarios se vive todos los días y segundo a segundo en
todo el universo. El día y la noche, la muerte y la vida, el ciclo cósmico de
Venus, el mismo drama universal. En este sentido el universo y el ser humano
están compartiendo el mismo desafío existencial. Razón por la cual se entiende
la misión que los “macehuales”, los merecidos del sacrifico de los dioses,
tienen que coadyuvar no sólo para el sostenimiento del Quinto Sol, sino también
para su humanización. Agua Quemada es fundamentalmente un símbolo filosófico.
LA TOLTECÁYOTL
Los antiguos mexicanos llamaron
Toltecáyotl, al conjunto de saberes y conocimientos de los toltecas. La
Toltecáyotl seguramente se inició con la domesticación de las plantas, la
agricultura y la invención del maíz hace ocho mil años y ha venido evolucionado
y decantándose con los siglos. A pesar de que los conquistadores de ayer y los
colonizadores de hoy, han querido negarle toda capacidad y valor intelectual a
los pueblos originarios y a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, la
sabiduría sigue viva y se ha sabido mantener agazapada estos últimos cinco
siglos en la cultura popular. Mucha de esta sabiduría tiene orígenes remotos y
aunque no la entendamos, vivimos con ella y es ésta sutil cualidad, que nos
hace ser diferentes a otros pueblos y nos da ese “toque” del ser mexicano. Es
lo que nos da “Rostro y corazón propio”.
“Lo más elevado de las que se nombran
“instituciones” de un pueblo, las creaciones, que dan apoyo a la estructuración
de una cultura, todo eso y probablemente también otras realidades, se incluían
en el significado de Toltecáyotl”.
(Miguel León Portilla. 1980)
Existe un acervo
riquísimo de sabiduría antigua en los pueblos indígenas y campesinos del México
contemporáneo. En la cultura oral de algunos pueblos se sigue manteniendo en la
memoria histórica a la llamada “Hermandad Blanca”. Herencia ancestral de los
toltecas y la Toltecáyotl que no desapareció en el colapso del periodo clásico
superior y que todavía Cortés registra su existencia en las cartas de Relación.
En efecto, Cortés relata que cuando llegaron los españoles a las costas de
Veracruz, Moctezuma mandó pedir consejo a los sabios de la Hermandad Blanca que
vivían en el Calmécac de Cholula en donde estaban educando a los hijos de los
“Píltin” o principales, es decir, la nobleza que gobernaría a los pueblos de la
Triple Alianza.
“Toltecáyotl, traducida a la letra,
significa toltequidad: esencia y conjunto de creaciones de los toltecas. Pero
cabe desentrañar mejor la riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y
también colectivo es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos
mexicanos lo empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla
de inspiración y condicionante de ulteriores logros. La Toltecáyotl, el legado
de Quetzalcóatl y los toltecas abarca la tinta negra y roja, -la sabiduría-,
escritura y calendario, libro de pinturas, conocimiento de los caminos que
siguen los astros, las artes, entre ellas la música de flautas, bondad y
rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del buen comer, la antigua
palabra, el culto a los dioses, dialogar con ellos y con uno mismo...”. (Miguel
León Portilla. 1980)
No podremos comprender a
profundidad la historia y la cultura del Anáhuac sin conocer la base filosófica
que estructuró esta civilización a lo largo de miles de años y que en los
últimos cinco siglos, sólo se ha encubierto, pero que sigue representando la
esencia verdadera de nuestra identidad de manera inconsciente.
Todas las grandiosas
obras materiales e inmateriales de esta civilización, que fueron transformadas
por las mentes, almas y manos de nuestros Viejos Abuelos, provienen de una
línea de pensamiento muy clara y definida desde sus mismos orígenes. Fue esta
“energía creadora” la que saco a la materia de su estado natural y le dio
forma, color y sentimiento. Fueron los hombres y mujeres que aprendieron “a
hacer mentir” al barro, los metales, los textiles, la madera, las piedras
preciosas, las fibras vegetales y un sin número de materiales sacados de la
naturaleza y humanizados al incorporarlos con un alto sentido estético y
místico al mundo milenario del Anáhuac. Fue la sabiduría de estos hombres y
mujeres que aprendieron de la naturaleza, la bóveda celeste y del Espíritu, a
formar “rostros propios y corazones verdaderos” en sus niños y jóvenes.
Todo este vasto e
inconmensurable tesoro artístico que está vivo en las llamadas zonas
arqueológicas y que satura los museos de México y el mundo, surge
inevitablemente de una estructura de pensamiento. Significa que la creación más
elevada de la civilización del Anáhuac es el conjunto de conocimientos que
explican el mundo, la vida y ubican a la existencia humana con una alta
responsabilidad por contribuir con las fuerzas generadoras a la humanización
del mundo y su mantenimiento a través de la armonía, el equilibrio y la medida.
La filosofía del Anáhuac o Toltecáyotl, es el lenguaje en el que se expresa el
Espíritu; cada una de sus maravillosas creaciones representan palabras que
sostienen un diálogo eterno entre los seres humanos y lo inconmensurable, lo
divino y lo sagrado.
No podemos seguir
condenando a la civilización del Anáhuac al desprecio intelectual que ha sido
sometida por el eurocentrismo y la colonización. La Toltecáyotl representa el
patrimonio más importante y menos reconocido de los antiguos mexicanos. Es
desde la Toltecáyotl, la creación más importante de los toltecas, es desde
donde debemos de partir para conocer e interpretar el pasado y en consecuencia,
entender nuestro presente. Es imprescindible la descolonización intelectual y
cultural para poder construir un futuro “propio-nuestro”. La Toltecáyotl deberá ser la línea de pensamiento que
nos permita “recuperarnos a nosotros mismos”. El desafío es llevar esa
sabiduría que existe en nuestro interior a planos conscientes del mundo
cotidiano y con ella construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.
Cinco elementos son la
herencia filosófica de los Viejos Abuelos. Aparentemente están escondidos y
camuflajeados en el inmenso sincretismo cultural de nuestros días. Parecen
elementos inconexos e intrascendentes cuando los apreciamos sin integrarlos a
un todo. Sin embargo, son la esencia que distingue a nuestro pueblo
milenario y la herencia del pensamiento filosófico en la vida diaria. Los
elementos culturales que hemos heredado de nuestra antigua filosofía son: la
alta vocación espiritual y mística por la vida, la defensa de la familia y sus
valores, el inconmensurable amor por la naturaleza, el infatigable espíritu
constructor y el permanente optimismo por la vida.
En efecto, la herencia más importante y valiosa de los Viejos
Abuelos no se encuentra en la materia. No está en las zonas arqueológicas, los
museos o en los metales preciosos. Se encuentra en la percepción espiritual del
mundo y de la vida. En los valores, principios, sentimientos, actitudes,
tradiciones, usos y costumbres, que han ido cambiando y amoldándose en estos
cinco siglos de colonización, pero que mantienen viva la esencia de una civilización
que no ha muerto. Está viva en el conglomerado de pueblos y culturas del
Anáhuac de nuestros días. Entre el sincretismo y las apropiaciones, no sólo de
la cultura occidental, sino de África y Asia que también la han
enriquecido.
12.
EL COLAPSO DEL PERÍODO CLÁSICO.
El final del llamado
período clásico superior, es hasta la fecha, uno de los grandes misterios de la
humanidad. En efecto, todo el esplendor que por más de mil años se había dado
en el Anáhuac y que fue precedido por casi 6 mil años de período formativo,
llamado período Preclásico; fue misteriosamente truncado.
Al mismo tiempo, en todo
el Cen Anáhuac, los hombres y mujeres de conocimiento, destruyeron ellos
mismos, los milenarios centros de investigación y enseñanza que ahora conocemos
como zonas arqueológicas. Las cubrieron de tierra y literalmente desaparecieron
sin dejar rastro arqueológico alguno.
¿Por qué lo hicieron,
adónde fueron, cómo lo hicieron? Es un gran misterio. Lo cierto es que los
seres humanos que vivían en estos lugares, desaparecieron y dejaron en la
orfandad intelectual, espiritual y cultural a los pueblos que vivían guiados
por su sabiduría y conocimiento. En la memoria histórica de los pueblos del Cen
Anáhuac, se recuerda este hecho a partir de que las fuerzas contrarias a la
luz, vencieron a Quetzalcóatl, por lo cuál tuvo que salir del Anáhuac, dejando
la profecía que regresaría el año uno caña para de nuevo instaurar su gobierno
de sabiduría, equilibrio y armonía. De esta manera termina el período de mayor
importancia y esplendor del México antiguo, aproximadamente entre el año 850 y
900 d. C.
“Pero,
a pesar de la extraordinaria organización social y política que supone el
esplendor Teotihuacano, a mediados del siglo IX d. C. sobrevino su misteriosa,
y hasta ahora no explicada ruina.
Esta no fue un hecho aislado y excepcional. En el mundo maya ocurrió por esos tiempos algo
semejante. La ruina y el abandono
de los grandes centros rituales de Uaxacatún, Tikal, Yaxchilán, Bonampak y
Palenque, tuvo lugar en una época muy cercana al colapso de Teotihuacan. Y hay
que confesar que hasta la fecha no se ha podido explicar de modo convincente la
causa de esto que pudiera llamarse muerte del esplendor clásico del México
antiguo.” (Miguel León Portilla. 1961)
LA MAGNITUD DEL COLAPSO
Este colapso cultural
fue un hecho sorprendente y de grandes dimensiones, pues se desencadenó en una
sola generación en todo el Cen Anáhuac. Si tomamos como referencia Monte Albán,
en los Valles de Oaxaca, diremos que los zapotecas iniciaron su construcción en
el año quinientos a.C. y que lo abandonaron alrededor del año ochocientos
cincuenta después de Cristo. Mil trescientos cincuenta años de increíbles y
titánicos trabajos por labrar en la montaña, un testimonio espiritual de la
aspiración suprema del pueblo zapoteca. Generaciones y generaciones trabajaron
incansablemente en el mismo proyecto. Aplanaron a mano la base de la montaña,
cargaron de lejanos lugares millones de toneladas de piedra y construyeron poco
a poco este prodigio del Espíritu. Asombroso sin duda resulta un proyecto de
esta magnitud y de esta longevidad. Sin embargo, resulta aun más increíble y asombrosa
su desaparición, pues en tan sólo una generación se destruyeron todos los
edificios hasta su base y en algunos casos fueron quemados. Luego se les cubrió
a todos de tierra completamente, lo que implica una razón muy importante y un
descomunal trabajo para una sola generación, si sabemos que no contaron con
metales duros, explosivos, animales de carga y no usaron la rueda.
El colapso de la
civilización del Anáhuac representa un gran misterio, no solo para los
mexicanos, sino para la humanidad entera. ¿Cuáles fueron las razones de este
inusitado hecho y algo que también resulta muy intrigante, por qué
desaparecieron de la faz de la tierra los habitantes de estos numerosos centros
de conocimiento? ¿Adónde se fueron, por qué lo hicieron, cómo lo hicieron?
Preguntas que se tendrán que contestar para entender cabalmente el presente de
los mexicanos y que puedan ayudarnos a construir nuestro futro.
Generalmente en los
colapsos de otras civilizaciones se ha demostrado que fueron consecuencia de un
conjunto de factores que coadyuvaron para la quiebra de un modelo
civilizatorio. Para el caso de la civilización del Anáhuac aún es un misterio
que no ha sido investigado con mayor profundidad, toda vez que se dio como una
“acción concertada” en muy poco tiempo y en un enorme territorio, que comprende
desde El Salvador en Centro América, hasta el estado de Zacatecas en México.
LA PERMANENCIA Y
TRASCENDENCIA DEL COLAPSO
Los grandes problemas
que arrastra la sociedad mexicana, tienen su verdadero origen en esta “fractura
o colapso civilizatorio” que todavía no tiene explicación. La decadencia del
periodo Postclásico, el efímero poderío azteca, la conquista europea y la
colonización criolla hasta nuestros días, tienen mucho que ver con este súbito
abandono de los milenarios hombres y mujeres de conocimiento de las tierras del
Anáhuac y sus centros de conocimiento. La conquista no es más que un efecto de
este asombroso hecho, que hasta la fecha sigue siendo un misterio.
La pérdida de la
enseñaza espiritual y la misteriosa ausencia de los venerables maestros de la
Toltecáyotl, así como la transgresión ideológico-religiosa que hicieron los
mexicas, un siglo antes de la llegada de los invasores europeos, es el
verdadero problema que enfrenta el pueblo de México hasta nuestros días.
Los mexicanos hemos
quedado “huérfanos”, sin maestros y ajenos a nuestra milenaria filosofía y
despreciando la cultura propia-nuestra. Siempre en la permanente espera del
regreso de Quetzalcóatl. Los conquistadores europeos destruyeron casi en sus
cimientos -las instituciones, las autoridades y las leyes- que nos habían
regido por lo menos más de tres mil años. En su lugar se han importado las
visiones del mundo y de la vida de España, Francia y ahora de Estados Unidos, y
se ha impuesto un régimen colonial de explotación humana y depredación de la
naturaleza, que a través de los últimos cinco siglos ha ido cambiando en la
superficie para mantenerse incólume en su esencia.
Los mexicanos
necesitamos recuperar nuestra memoria histórica para acabar con la
colonización. Nos han hecho pensar que la conquista es el origen de nuestros
problemas. Sin embargo, el problema es mucho más grande, profundo y más
antiguo. En efecto, es el Colapso del Período Clásico Superior, donde los
mexicanos de hoy encontramos nuestro verdadero problema. La destrucción física
de todos los centros de conocimiento que hoy llamamos zonas arqueológicas del
Período Clásico y la increíble desaparición de los seres humanos que los
habitaban, representa una impresionante crisis civilizatoria para el Anáhuac.
El efímero poderío y la transgresión filosófica-religiosa de los mexica y la
invasión y colonización española son los efectos o resultados de esta
catástrofe cultural.
13.
EL PERIODO POSTCLÁSICO.
El final del llamado
Período Clásico Superior, es hasta la fecha uno de los grandes misterios de la
humanidad. En efecto, todo el esplendor que por más de mil años se había dado
en el Anáhuac y que fue precedido por casi 6 mil años de período formativo, llamado
Preclásico; fue misteriosamente truncado. Al mismo tiempo en todo el Cen
Anáhuac los hombres de conocimiento, destruyeron ellos mismos, los milenarios
centros de investigación y enseñanza que ahora conocemos como zonas
arqueológicas, las cubrieron de tierra y literalmente desaparecieron de la faz
del planeta. Dado que no dejaron rastro arqueológico o aparecieron
posteriormente en otro lugar.
LA PROFECÍA DEL FINAL
DEL QUINTO SOL
Por otra parte, existía
un antiguo conocimiento que antes de esta humanidad, habían existido cuatro
intentos fracasados por encontrar la perfección humana. A cada periodo se le llamó Sol y se sabía que se vivía en el quinto
Sol llamado “Sol de Movimiento”. Que éste terminaría cuando al cumplirse un
ciclo de 52 años o atado de años, no saldrá al otro día el Sol. Sería la señal
del inicio del final del quinto Sol.
Comenzó una época de
oscurantismo y zozobra entre los pueblos del Anáhuac. Los maestros toltecas
inexplicablemente se habían marchado súbitamente y los pueblos se quedaron en
la orfandad. Al pasar de los años,
primero los dirigentes y después los sacerdotes, comenzaron a utilizar en su
beneficio personal la religión, la organización social y las enseñanzas de los
respetables maestros, representados por la figura simbólica de Quetzalcóatl.
Nada nuevo en la
historia de la humanidad. Cuando los seres humanos comunes, toman para sus
intereses personales las enseñanzas de los maestros o de los guías
espirituales. Las normas morales, éticas y religiosas empezaron a cambiar y
ajustarse a los intereses expansionistas y de poder personal de los dirigentes
y sacerdotes. Se iniciaron las guerras y los sacrificios humanos, que habían
sido totalmente prohibidos por Quetzalcóatl y que le dieron una paz total a los
pueblos del Anáhuac.
Los 7 mil quinientos
años que conforman la historia anahuaca del México antiguo, lo sitúan como una
de las 6 civilizaciones “madre” más antiguas y con origen autónomo en el mundo.
Podemos decir que el Período Preclásico o formativo es una época muy larga y
muy importante, porque en ésta se construyeron las bases de la civilización
anahuaca. Del Período Clásico, diremos que es el fruto de este largo camino, de
este increíble esfuerzo que realizaron nuestros antepasados por llegar, tal
vez, a culminar la aspiración más luminosa del espíritu humano. Sea como fuere,
los conocimientos y adelantos en materia de Desarrollo Humano que lograron los
toltecas, permitió vivir por siglos a los pueblos del Cen-Anáhuac una época
dorada. Sin embargo, el misterioso colapso que provocó la súbita desaparición
-hasta ahora inexplicada- de los maestros toltecas, causó el inicio del tercer
período llamado Postclásico. El cual representa la orfandad y decadencia de los
pueblos del Anáhuac, que sin sus maestros, distorsionan los preceptos
generadores de la Toltecáyotl, hasta la completa trasgresión por parte de los
mexicas que facilitó ideológica y religiosamente la conquista española
posteriormente.
EL VALOR HISTÓRICO DEL
PERIODO POSTCLÁSICO
De esta manera el
Período Postclásico, es un período muy conocido y estudiado, pero el menos
importante de nuestro valioso pasado. Es conocido en parte, porque los
conquistadores y los misioneros escribieron sobre la conquista y el inicio de
la colonización. Porque los criollos iniciaron la formación de su “patriotismo”
en contra de los gachupines a partir de “apropiarse” de la confusa historia de
los mexicas o mexicanos que escribieron gente como Fray Diego Durán. Porque los
primeros “investigadores locales” del Siglo XIX, tomaron como el “inicio” de
sus culturas regionales, los linajes y señoríos de finales del período
Postclásico, especialmente de la información que recogieron las fuentes
históricas.
“En contraste con las élites criollas
de los virreinatos del Perú o Nueva Granada, que por diversas razones se
alejaron del pasado prehispánico y de sus descendientes indígenas, los criollos
de la Nueva España tuvieron la percepción genial de apropiarse el pasado
indígena para darle legitimidad histórica a sus propias reivindicaciones. Al
mismo tiempo, separaron ese pasado de sus verdaderos descendientes históricos.
Esta expropiación que la inteligencia indígena criolla hizo del pasado indígena
marca la diferencia entre los criollos novohispanos para asumir el liderazgo
político en su país, y para reclamar, frente a los españoles peninsulares, el
derecho de dirigir y gobernar el destino de la patria.” (Enrique Flores Cano.
1987)
LOS DESAFÍOS EN LA
CONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA PROPIA
Los mexicanos
necesitamos descolonizar el pasado antiguo de México. Requerimos releer con
otros ojos las fuentes. Necesitamos reinvestigar nuestra historia
“propia-nuestra”, necesitamos repensar y reinventar nuestra historia verdadera.
Se necesita desmantelar el andamiaje de mentiras y verdades a medias que
elaboraron: primero los españoles durante los trescientos años de colonia y
después los criollos en los últimos doscientos años de “vida independiente” que
han hecho de la Historia Oficial hispanista, la biografía del Estado
colonizador en el que vivimos hasta nuestros días.
Resulta fundamental,
conocer con profundidad la filosofía y las normas éticas y morales con la que los Viejos Abuelos
construyeron a lo largo de miles de años, sociedades armónicas, justas y
respetuosas de los valores, principios y derechos humanos, que resultan
universales en tiempo y espacio y reencontrarlas en los sólidos principios
morales, éticos, místicos y sociales que de algún modo viven en los mexicanos
contemporáneos, especialmente en los llamados “indígenas” y campesinos.
“Todo escolar sabe algo del mundo
colonial. Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional.
Hay
un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso,
pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para
atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes
aquí, en el mismo sitio donde estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se
finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, -ellos y
nosotros-. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa
que aquello murió asesinado –para unos- o redimido para otros en el momento de
la invasión española. Sólo quedarían ruinas: unas en piedra y otras vivientes.
Ese pasado lo aceptamos y lo usamos como pasado –del territorio-, pero nunca a
fondo como –nuestro- pasado: son los indios, es lo indio. Y en ese decir se
marca una ruptura y se acentúa con una carga reveladora e inquietante de
superioridad. Esa renuncia, esa negación del pasado, ¿corresponde realmente a
una ruptura histórica total e irremediable? ¿Murió la civilización india y lo
que acaso resta de ella son fósiles condenados hace ya cinco siglos a
desaparecer porque no tienen ni presente ni futuro posible? Es indispensable
repensar la respuesta a estas preguntas, porque de ella dependen muchas otras
preguntas y respuestas urgentes sobre el México de hoy y el que deseamos
construir”. (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)
La recuperación de la historia antigua
“propia-nuestra” es una prioridad para desmantelar el sistema colonial y con
ello poder construir una sociedad más justa. Requerimos recuperar nuestra
memoria histórica, necesitamos quitarle a los académicos extranjerizados “la
historia antigua de México” e incorporarla a la vida diaria. Sacarla de los
museos, las bibliotecas y los centros de investigación.
Incorporarla a los valores y principios de la nueva sociedad. Recrear
nuevos mitos que apuntalen nuestro futuro “propio-nuestro”, con los cimientos
de la antigua civilización. Sumarla a los paradigmas y a las mágicas historias
que nos dan recuerdo y raíz. Hacer de los “antiguos mexicanos” nuestros
entrañables y admirados Viejos Abuelos, y acabar con la maligna percepción que
entre el pasado antiguo y el presente no existe ningún vínculo o continuidad.
Entender y sentir que la civilización del Anáhuac está viva y vibra en cada uno
de nuestros adormilados corazones.
14
. LOS MEXICAS.
La cultura más estudiada
y calumniada por los invasores ha sido la mexica. Los conquistadores tenían que
aumentar desproporcionadamente las supuestas atrocidades y la capacidad
guerrera y el poder de los “naturales”, dado que ellos mismos fueron los que
los vencieron. Estas falsas historias, aumentaban las supuestas proezas y
valentía que desarrollaron para vencer a los “poderosos mexicas”. Lo cual fue
totalmente falso, pues sabemos que la guerra de conquista fue una guerra civil
entre indígenas, provocada, alentada y dirigida por los españoles, debido a que
se valieron de las profecías que pesaban sobre la clase dirigente mexica y sus
propias contradicciones internas. Así como la resistencia existente contra la
dominación mexica por los pueblos sometidos.
Después llegaron los
misioneros que “investigaron” las costumbres y la religión de nuestros
antepasados para erradicarlas, y los pocos que trataron honestamente de
conocerlas se encontraron muy limitados por la lengua, pues el náhuatl del
Siglo XVI era mucho más rico y profundo que el castellano de aquella época. En
efecto, la filosofía, la religión y las ciencias en general, estaban mucho más
avanzadas que la de los europeos a pesar de estar viviendo una época de
decadencia.
Habían pasado siglos del
colapso civilizatorio. En el Anáhuac existía una “depresión cultural” que
esperaba en zozobra el cumplimiento del siguiente ciclo que se repetía cada 52
años, con el temido fin del Quinto Sol. Los principios y valores del periodo
Clásico lentamente se disolvían en el tiempo y en la ambición material de los
dirigentes de los recién creados “Señoríos”. En efecto, los señoríos fueron las formas de organización
que se desarrollaron en el periodo Postclásico. No eran reinos o monarquías de
tipio europeo, pero poseían una dirigencia que no era hereditaria, pero si
provenían de un grupo de familias con linajes. El Tlatocan era el consejo supremo y tenían dos autoridades en quien delegaban el
poder, una que se dedicaba a la administración, el cihuacóatl (mujer serpiente)
y la otra a la organización, el tlatoani (el que habla). Estas nuevas
organizaciones o “Señoríos” se enfrentaban en continuas luchas territoriales de
sometimiento y de poder, haciendo alianzas y matrimonios para consolidarlas.
EL PUEBLO SIN ROSTRO
En esta “depresión cultural” estaban los
pueblos del Anáhuac, cuando llegó del Norte el último pueblo salvaje y nómada.
Los mexicas cuando llegaron al Valle de México no sabían hablar náhuatl,
sembrar maíz, tejer algodón, en una palabra eran Chichimecas, un vocablo
náhuatl que es igual a bárbaro en español.
“En seguida, los Aztecas comenzaron a venir hacia acá,
[fueron ajenos a
los pueblos establecidos]
existen, están pintados, [estaban en permanente estado de guerra]
se
nombran en lengua azteca
los
lugares por donde vinieron pasando los mexicas.
Y
cuando vinieron los mexicas,
ciertamente
andaban sin rumbo, [no tenían un proyecto
cultural]
vinieron
a ser los últimos. [no vivieron como pueblo y cultura los períodos Preclásico y clásico y
menos aun eran herederos de la Toltecáyotl.]
Al
venir,
cuando
fueron siguiendo el camino,
ya
no fueron recibidos en ninguna parte.[eran
rechazados por bárbaros y belicosos]
Por
todas partes eran reprendidos. [no conocían las antiguas y complejas formas sociales]
Nadie
conocía su rostro.[no eran herederos del
milenario desarrollo cultural del Anáhuac]
Por
todas partes les decían:
-”¿Quiénes
sois vosotros?
¿De
dónde venís?.
(Códice Matritense de la
Real Academia de Historia, fol. 180r.)
Después de peregrinar
algún tiempo y con muchas peripecias, pues nadie los quería aunque si se les
temía, se asentaron en un islote de la gran laguna y establecieron su capital
hacia el año de 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los europeos y la
destrucción de su imperio. La maestra Séjurné nos dice que los mexicas
iniciaron su expansión a partir de un primitivo bagaje cultural.
“Considerando
la voluntad como la única fuerza mágica posible, los hombres de este episodio
parecen desear diferenciarse con orgullo del mundo animal y vegetal con el cual
estaban hasta entonces estrechamente fundidos, y sustituyen la hechicera por el
jefe guerrero. Esto parecía indicar que los aztecas no conocían más que las
leyes arcaicas de la brujería hasta que tomaron contacto con las creencias
religiosas [y básicamente filosóficas N. A.] del
Altiplano, creencias que ellos adoptaron inmediatamente a su mentalidad
rudimentaria.”
“Mi
principal venida y mi oficio es la guerra...Tengo que guardar y juntar todas
suertes de naciones, y esto no es graciosamente’. (Fernando Alvarado Tezozomoc.
Crónica mexicana)
Tales
palabras pronunciadas por Huitzilopochtli, después de su victoria con
Malinalxochitl, a un pequeño grupo de hombres desnudos que partían a la
conquista del mundo, marca el comienzo de una dramática aventura humana...
Cuando estén en contacto con otros pueblos, los veremos aplicar con rigor esta
filosofía de voluntad de poder.
Llegados tardíamente al Valle de
México, de inmediato se ponen a luchar por la tierra y la supremacía política
con tribus que, por haber adoptado ya costumbres más civilizadas se dejan
sorprender por la brutalidad de los recién venidos.” ( Laurette Séjurné. 1957)
Existe una historia donde
supuestamente los mexicas partieron de un lugar mítico de siete cuevas y venían
peregrinando en busca de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de
madre virgen. La señal era encontrar a un águila devorando una serpiente encima
de un nopal.
Debemos de recordar que Tlacaelel
mandó destruir los códices antiguos y mando rehacer la historia. Lo más
probable es que este “mito de origen” se remonte a tiempos mucho más antiguos,
probablemente del periodo olmeca y los mexicas, al rehacer la historia,
usurparon el lugar del pueblo originario del Anáhuac, pues resulta difícil
creer que cuando llegaron al Valle del Anáhuac en condiciones muy pobres
culturalmente, trajeran consigo una historia muy compleja que es de carácter
universal, pues otros pueblos del mundo también afirman en su mítica de origen,
venir de un lugar de siete pueblos, colinas o montañas. Afirman,
coincidentemente, que su guía era un ser nacido de madre virgen y que los
llevaría a establecerse en una tierra prometida.
“Traían un ídolo que llamaban
Huizilopochtli, el cual traían cuatro ayos que le servían a quien él decía muy
en secreto todos los sucesos de su itinerario y camino, avisándoles de todo lo
que les había de suceder.
Y era tanta la reverencia y temor
que a este ídolo tenían, que otro ninguno que ellos, no le osaban tocar ni
llegar. El cual venía metido en una arca de juncos, que hasta el día de hoy no
hay quien sepa ni haya visto de estos naturales la forma de este ídolo. A éste
hacían estos sacerdotes adorar por dios, predicándoles la ley que habían de
seguir y cumplir, las ceremonias y ritos con que habían de ofrecer ofrendas. Y
esto hacían en todos los lugares en que asentaban real, a la mesma manera que
los hijos de Israel lo usaron todo el tiempo que anduvieron en el desierto.”
(Fray Diego Durán)
Otro punto importante para tomar en
consideración, es la actitud de algunos misioneros y religiosos que trataron de
encontrar en Quetzalcóatl y en los primeros pobladores del Anáhuac a Santo
Tomás
y a los descendientes del pueblo de Israel. Esto ha sido y es, muy común en los
investigadores extranjeros, que al parecer pocos han llegado a conocer de
verdad a la civilización del Anáhuac, para la mayoría de estos “estudiosos” fue
hacer coincidir a nuestra civilización en sus preconcebidas ideas de lo que
fuimos y somos. Si en el siglo XVI algunos dijeron que Quetzalcóatl era Santo
Tomás, en el siglo XX dijeron que era extraterrestre.
“Los orígenes de la dinastía
mexicana son obscuros, y esta obscuridad se ha hecho más densa por los
esfuerzos que los historiadores aztecas realizaron para dotar de títulos de
nobleza a su linaje soberano. Trataron de demostrar que esta dinastía reciente,
compuesta en última instancia de “par-venus” descendía de la gran monarquía
legendaria de los toltecas.”
(Jacques Soustelle. 1955)
Otro aspecto digno de tomar en cuenta,
en la tergiversación de la “historia mexica”, fue cuando los criollos a
mediados del siglo XVIII retoman la “historia antigua de México” y la hacen
suya. En efecto, Clavijero
incorpora a la historia del Anáhuac a la nueva “historia antigua de los
criollos mexicanos”. Donde los mexicas pasaran a ser aztecas y cobrarán una
importancia suprema. Los españoles criollos hicieron de los mexicas, los
griegos o los romanos, del nuevo mundo que ellos estaban formando. Muchas de
las supuestas grandezas de los aztecas, nacieron en los mitos de origen que se
inventaron los criollos del siglo XVIII.
EL IDEÓLOGO
Tlacaelel, el longevo
cihuacoátl de varios tlatoanis de Tenochtitlán en el momento de mayor esplendor, fue el ideólogo y dirigente del imperio
azteca, que al transgredir las leyes y normas de la enseñanza milenaria de
Quetzalcóatl, le quitó el sentido espiritual de la vida y le dio un sentido
material a la existencia, tanto de los individuos, como a la sociedad y el
Estado. En efecto, los mexicas usaron las milenarias estructuras sociales y
culturales que se mantenían como un legado remoto de los toltecas, pero les
cambiaron el sentido y su fondo. Se supone que en su juventud, Moctezuma
Ilhuicamina y Tlacaélel, asistieron al Calmécac de Cholula, el cual era la
última representación de la sabiduría de los toltecas en aquellos tiempos en el
Anáhuac. Éste Calmécac preparaba a los jóvenes más capaces y con linaje de cada
pueblo del altiplano, transmitiéndoles el antiguo conocimiento tolteca, para
formarlos como dirigentes. Estos dos personajes serán muy importantes en la
conformación del llamado Imperio Azteca.
Moctezuma Ilhuicamina
fue el tlatoani que consolidó la derrota del tirano Maxtla de Aztcapozalco e
inició, junto con Nezahualcóyotl de Texcoco la expansión militar de la triple
alianza. Tlacaélel, fue el ideólogo de la reforma filosófica, religiosa,
económica y política que encumbró a los mexicas en muy pocos años, no sólo como
los dueños del Cen-Anáhuac; sino que contraviniendo las ancestrales profecías y
mitos, los mexicas se auto proclamaron los sostenedores del Quinto Sol,
proponiéndose con sus reformas impedir que se acabara la era cosmogónica en la
que vivían.
“Después
de la victoria azteca sobre los tecpanecas de Azcapotzalco, engreídos los
mexicas, sometieron también al señorío de Xochimilco y a los de Cuitláhuac y
Chalco, en la región sur del Valle de México. Particularmente la conquista de
Cuitláhuac resulta en extremo significativa. Planeada por Tlacaélel, después de
haber vencido a Xochimilco, se convierte en algo así como un símbolo de lo que
habrá de ser toda la obra del gran consejero azteca.
El
rey Itzcóatl, persuadido por Tlacaélel, había enviado mensajeros a Cuitláhuac,
exigiendo de ellos, so pena de ser conquistados, dos cosas: que les entregaran
a sus hijas y hermanas doncellas para que vinieran a Tenochtitlán a cantar y
bailar en sus casas de placer, así como el envío de diversas flores, con
jardineros experimentados que las plantaran y cultivaran en la capital azteca.
En pocas palabras, exigían los aztecas las flores de Cuitláuhuac y los cantos
de sus doncellas. (Tal vez a lo que se referían
simbólicamente los mexicas era a buscar alianzas sanguíneas con los sometidos y
a apropiarse de los conocimientos, herencia de los toltecas y la Toltecáyotl, y
no a sus flores, jardineros y mujeres para el placer. Nota del Autor.)
Ahora
bien, recordando la expresión idiomática de la lengua náhuatl in xóchitl, in cuícatl, que literalmente significa “flores y
cantos”, pero que en su sentido metafórico connota la idea “poesía, arte, y
simbolismo”, podría vislumbrarse en la pretensión azteca el propósito de
obtener para sí, aunque fuera por
medio de la guerra, las flores y los cantos, o sea, el mensaje cultural de los
otros pueblos del Valle de México.
Vencida
la gente de Xochimilco, Cuitláhuac y Chalco, antes de iniciar nuevas
conquistas, Tlacaélel decidió consolidar por medio de una reforma ideológica el
poderío azteca. Ante todo le pareció necesario forjar lo que hoy llamaríamos
una “conciencia histórica”, de la
que pudieran estar orgullosos los aztecas. Para esto, reunió Tlacaélel a los
señores mexicas. De común acuerdo se determinó entonces quemar los antiguos
códices y libros de pinturas de los vencidos y aun los propios de los mexicas.
Implícitamente se estaba concibiendo la historia como un instrumento de
dominación:
“Se guardaba su historia.
Pero,
entonces fue quemada:
cuando
reinó Itzcóatl, en México.
Se tomó una resolución,
los
señores mexicas dijeron:
no
conviene que la gente
conozca
las pinturas. [los códices]
Los que están sujetos,
[el pueblo]
se
echarán a perder
y andará torcida
la tierra,
porque
allí se guarda mucha mentira,
y muchos
en ellas han sido tenidos por dioses.”
(Informantes
de Sahagún)
Quemados los viejos libros de
pinturas, dan principio los aztecas a una nueva visión histórica y
religiosa.” (Miguel León Portilla.
1961)
LAS REFORMAS FILOSÓFICAS
Y RELIGIOSAS
Los mexicas dirigidos
por Tlacaélel destruyeron los códices más importantes y antiguos, intentando
borrar la historia y la filosofía de los toltecas. Con ello, pudieron
transgredir la norma de Quetzalcóatl y modificar su religión. Es este, el
verdadero problema -no resuelto hasta nuestros días- que los mexicanos hemos
llevado por más de seis siglos. La conquista y todos los males posteriores
derivan de “la ausencia de nuestros sabios maestros toltecas y de la transgresión
filosófica e ideológica que iniciaron los mexicas y que más tarde remataron los
españoles.”
Los mexicas dirigidos por Tlacaélel
iniciaron una nueva era en la vida cultural de los pueblos que tenían miles de
años de vivir en el Valle del Anáhuac y que tenían casi cinco siglos de
decadencia cultural a partir del colapso del periodo Clásico Superior. Con el
vigor y la poderosa fuerza de voluntad que caracterizó a los mexicas se
“refuncionalizó” la cultura decadente y se creó una nueva propuesta para
dinamizar a la cultura del Postclásico.
“Acabada esta fiesta, los señores de
las ciudades se fueron a sus provincias y reinos y dieron en querer imitar a
los mexicanos, y así, empezaron a hacer y a edificar templos y a sacrificar,
con aquel modo y aparato, hombres, y a tener y a elegir sacerdotes y a hacer
aquellas ceremonias y ritos; a ordenar ordenes de caballería y a tener
ejércitos de armas, colegios y escuelas de cantar y danzar y de todos los
ejercicios que en la ciudad de México había.” (Fray Diego Durán)
La nueva ideología
proponía el cambio del culto al espíritu, por el culto a la materia. Sostenían
que el sacrificio del corazón no era espiritual, que tenían que ser
sacrificadas físicamente las personas y con su corazón palpitante alimentar al
“Quinto Sol” ya que estaba amenazada su existencia, según las antiguas
profecías. Pero la expansión no sólo fue religiosa y filosófica, los pueblos
derrotados eran sometidos a pesadas cargas tributarias, como nunca antes se
había dado en el Anáhuac. Los cambios de Tlacaélel dieron las bases del poderío
Azteca y paradójicamente fueron, a la llegada de los europeos, su ruina.
“Victoriosos
los aztecas, Tlacaélel tomó varias medidas que transformaron el pensamiento y
la vida de su pueblo. Tlacaélel nunca quiso ser rey. Prefirió actuar sólo como
consejero, primero de Itzcóatl y después de Moctezuma Ilhuicamina y de
Axayácatl... La feliz conjunción de Tlacaélel y esos dos monarcas
extraordinarios que fueron Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina, fue ciertamente el
principio y la consolidación de los antiguos mexicanos. La figura de Tlacaélel,
de quien llegó a decir a principios del siglo XVII el célebre científico, según parece de origen alemán,
Henrico Martínez, que era “a quien se debía casi toda la gloria del imperio
azteca”, requiere mucho mayor atención que la casi nula, que hasta ahora se le
ha concedido.” (Miguel León Portilla. 1961)
I
Tlacaélel desplazó el
milenario binomio religioso Tláloc-Quetzalcóatl y a éste último lo suplió por
Huitzilopochtli, dios tutelar mexica de la guerra, la sangre y la materia.
Cambió el sacrificio espiritual por el sacrifico material de cautivos. En un
periodo de decaimiento cultural, con la ausencia de los grandes maestros, con
las profecías del retorno de Quetzalcóatl y con la amenaza de que cada 52 años
se acabaría el Quinto Sol; los mexicas refuncionalizaron el sistema a partir
del cambio de las premisas filosóficas y religiosas, en favor de un desarrollo
material, bélico, fanático y de explotación de los pueblos vecinos. Es decir,
los mexicas cambiaron el sentido espiritual de la vida, por un sentido
material. La ideología materialista, místico guerrera fue al mismo tiempo su
mayor logro y al mismo tiempo el origen de su derrota, pues cuando los
españoles llegaron en el año que la profecía predecía el regreso de
Quetzalcóatl, y que Hernán Cortés hábilmente aprovechó, asumiéndose como el
capitán del personaje esperado. Casi todo el mundo en el Anáhuac se puso en
contra de aquellos que cien años antes, habían transgredido milenios de un
pensamiento humanista. Los mismos mexicas, muchos años antes de la llegada de
los conquistadores y por iniciativa de Tlacaélel mandan a sus mensajeros al
lugar mítico del origen, regresaron a decirle al primer Moctezuma, Ilhuicamina,
que estaba amenazado el poderío de Huitzilopochtli.
“Y
de las quejas grandes que Coatlicue tenía de Huitzilopochtli su hijo, y de cómo
lo esperaba y lo que dejó dicho, que en cumpliéndose cierto tiempo, había de
ser echado de esa tierra y que había de volver a aquel lugar, porque por la
mesma orden que había de sujetar naciones, por esa misma orden le habían de ser
quitadas y privado del dominio y señorío que sobre ellas tenía”. (Fray Diego
Durán)
Muy caro pagaron unos y otros sus
errores. Los aztecas por transgresores e imperialistas, y los pueblos que
lucharon con los españoles en contra de ellos; porque al término de la guerra
se dieron cuenta que los españoles no eran los enviados de Quetzalcóatl y
resultaron más explotadores y sanguinarios que los mexicas.
El “famoso” imperio
Azteca no duró más de 196 años, desde la fundación de Tenochtitlán en 1325,
hasta su destrucción en 1521. El período más importante del México Antiguo fue
el del Clásico, entre el año 200 a.C. y el 850 d. C.; la cultura representativa
fueron los toltecas y el centro de este impresionante desarrollo cultural fue
Teotihuacan. Los mexicas llegan al Valle del Anáhuac en los tiempos de la
decadencia, cuando los maestros toltecas tenían siglos de haberse retirado y
Teotihuacan era una serie de montículos cubiertos por tierra, maleza y olvido.
El “famoso imperio Azteca” sólo tuvo escasos cien años de gran poderío y
esplendor. Sorprende como la historia oficial -desde la época de la colonia- ha
tratado de que los mexicanos pierdan la memoria histórica y crean encontrar su
“lejano pasado”, en un pueblo como el mexica, que se caracterizó por ser:
imperialista, centralista, transgresor de la filosofía, la ideología, la
religión y las normas éticas y morales de nuestra herencia milenaria, la Toltecáyotl,
que nació desde los milenarios tiempos de los olmecas.
LA MISIÓN DIVINA
Los mexicas se autodenominaron “los
sostenedores del Sol” y se asignaron la misión divina para sostener y
conquistar “la tierra rodeada por las aguas celestiales” a través de la
imposición de su dios tribal Huizilopochtli, en sustitución del milenario
Quetzalcóatl. Las reformas de Tlacaelel cambiaron el sentido espiritual de la
religión y de la sociedad y le dieron un sentido material. Tlacaelel usó las
formas toltecas, pero definitivamente cambió su fondo. Es por esta razón que el
simbolismo de la religión mexica nos resulta poética, en sus prácticas
totalmente deshumanizadas.
“ ¿Cómo admitir que la creencia en
la tiranía del Sol sobre la vida física haya podido enraizar en el corazón de
los hombres? Más verosímil es pensar que sólo por la fuerza pudo implantarse y
que la espiritualidad de algunos aspectos de la vida azteca debía provenir de
una tradición antigua, traicionada en su esencia en beneficio de una estructura
temporal dominada por una implacable voluntad de poder”. (Laurette Séjurné.
1957)
Para llevar a cabo esta titánica
empresa la sociedad se militarizó. Las escuelas dejaron de tener el carácter
místico espiritual y pasaron a formar cuadros de guerreros de “batallas
materiales”. El telpochcalli se transformó en una academia militar para los
macehuales donde se formaba a la tropa. El calmécac pasó a ser una escuela de
los pililis o hijos de los nobles, para formar cuadros de oficiales. La Batalla
Florida espiritual de los toltecas, pasó a ser una guerra para tomar
prisioneros y llevarlos al sacrifico ritual para “alimentar” al Quinto Sol e
impedir su muerte y el fin del Imperio Azteca. La dualidad de
Tláloc-Quetzalcóatl se cambió por la de Tláloc-Huitzilopochtli.
“Morir en el combate, o mejor
todavía, en la piedra de los sacrificios, era para ellos la promesa de una
dichosa eternidad: porque el guerrero caído en el campo de batalla, o
sacrificado, tenía asegurado su lugar entre los “compañeros del águila”, los quauhteca,
que acompañaban al sol desde su salida por el oriente hasta el cenit, en un
cortejo deslumbrante de luz y resplandeciente de alegría, para reencarnar
después en un colibrí y vivir por siempre entre las flores.” (Jacques
Soustelle. 1955)
Los mexicas cambiaron la milenaria
organización de los pueblos en comunidades independientes y empezaron a
desarrollar a partir de la Triple Alianza, una nueva unión de señoríos como una
poderosa fuerza militar, política y económica, como nunca antes se habían visto
en el Anáhuac. La guerra pasó a ser una razón de Estado y las pequeñas
escaramuzas, casi simbólicas y poco sangrientas, pasaron a ser grandes campañas
militares en las que se desplazaban miles de guerreros a grandes distancias, en
ejércitos perfectamente organizados, armados y equipados, como no se habían
dado antes en el Anáhuac.
“En la religión azteca, nos dicen,
el hombre no tenía otro fin sobre la Tierra que el de alimentar al Sol con su
propia sangre, sin la cual el astro moría agotado. Es este trágico dilema el
que imponía a los dirigentes la triste obligación de elegir entre la matanza y
el fin del mundo.” (Laurtte Séjurné. 1957)
Se sometieron a los Señoríos y se
crearon las pesadas cargas tributarias, pues el objetivo de la guerra no sólo
era conseguir “líquido divino” para alimentar al Quinto Sol, sino, además,
conseguir bienes y materia prima en grandes cantidades de los pueblos
sometidos, lo que permitió el formidable crecimiento de Tenochtitlán, que en
pocos años pudo tener obras monumentales, que no hubieran podido crearse en ese
periodo tan corto de tiempo por el esfuerzo y trabajo de los mexicas. Se le dio
un vigoroso impulso al comercio, como nunca antes lo había tenido en el
Anáhuac. Los pochtecas o comerciantes, pasaron a ocupar una alta jerarquía en
la escala social de Tenochtitlán.
LOS POCHTECAS Y LOS GUERREROS
Los pochtecas llegaron a tener gran
poderío, no sólo económico y político, sino también militar, a tal punto que en
su momento se llegaron a enfrentar con el Tlaltocan de Tenochtitlán, pero
fueron derrotados y castigados. Por la ideología del culto a la materia se
fortalecieron y acentuaron dos actividades que nunca en el Anáhuac habían
tenido gran relevancia, la del guerrero y la del comerciante.
Fue tanto el impulso y crecimiento que
tuvieron los comerciantes y el comercio que, durante siete mil cuatrocientos
años de desarrollo humano de la civilización del Anáhuac, llegando a tener
grandes avances en la ciencia, las artes y la filosofía, pero nunca necesitaron
crear la moneda. Fue con el poderío y expansión de los mexicas y el comercio,
que un poco antes de la invasión europea se comenzó en el Anáhuac a crear las
primeras formas de moneda, con el cacao y artículos de cobre. Esto no demuestra
incapacidad, lo que demuestra es que los Viejos Abuelos no fundaron su
civilización y el desarrollo humano en el comercio y en el consumo, por eso
durante miles de años no necesitaron inventar la moneda. Sin embargo, por las
modificaciones ideológicas que realizaron los mexicas a la herencia de
sabiduría tolteca, la milenaria tradición espiritual del Anáhuac empezó a
sufrir severas transformaciones, como la guerra, el comercio, la moneda y la
propiedad privada.
“En la época que estudiamos se
manifiesta una evolución significativa. Aunque teóricamente la propiedad
privada sigue siendo colectiva, de hecho las tierras asignadas en usufructo a
un tecuhtlli, son transmitidas por él a sus descendientes. Entonces pasan a ser
pillalli, “tierras de pilli”; es decir que los hijos de los dignatarios, que ya
por su nacimiento tienen derecho preferentemente a los altos puestos, se
benefician además de los productos heredados. Un dominio privado se construye a
expensas de un dominio público. Forzaríamos la palabra si dijéramos que el
emperador y los dignatarios eran grandes propietarios de bienes inmuebles: en
efecto, subiste la idea de que la colectividad tiene el derecho principal. Pero
nos equivocaríamos igualmente si afirmáramos que este derecho era el único
reconocido en la práctica.
La sociedad mexicana estaba en
plena transición y la apropiación privada de la tierra afloraba, por decirlo
así, a cada instante; las costumbres y los hábitos vigentes se alejaban cada
vez más de la tradición.” (Jacques Soustelle. 1955)
Este punto es muy importante, pues si
tomamos en cuenta lo que ya se a dicho con anterioridad con respecto a las
armas, vemos que la civilización del Anáhuac no fundamentó su expansión y
desarrollo humano, ni en las armas ni en el comercio durante los períodos
Preclásico y Clásico, y que las transformaciones de la antigua tradición se
dieron cien años antes de la llegada de los invasores españoles.
La cultura occidental precisamente
encuentra en el desarrollo de las armas, la expansión del comercio y la
propiedad privada, las razones fundamentales para iniciar la conquista del
mundo. Hasta nuestros días, la tecnología militar y los intereses comerciales
siguen llevando a la cultura occidental a someter a otras culturas y países. La
obsesión de destruir las formas propias y antiguas de organización de los
pueblos e imponer “la democracia”, para abrir los mercados e imponer la libre
empresa, ha caracterizado a Inglaterra en el siglo XIX y a Estados Unidos en el
siglo XX y lo que va del XXI. La cultura occidental se sustenta en las armas,
el comercio y la propiedad privada.
“Organizaban y dirigían las
caravanas de cargadores que, desde el valle central, llegaban a las provincias
lejanas, semifabulosas, de la costa del Golfo de México y del océano Pacífico.
Vendían en esos países los productos de México: telas, mantas de piel de
conejo, vestidos de lujo, joyas de oro, orejeras de obsidiana y de cobre,
cuchillos de obsidiana, tinturas de cochinilla, hierbas medicinales o para
hacer perfume; de allá traían artículos de lujo: el chalchihuitl, jade verde,
transparente, las esmeraldas, quetzalittli, los caracoles marinos, las conchas
de tortuga de mar con las que hacían las paletas para preparar el cacao, las
pieles de jaguar y de puma, el ámbar, las plumas de papagayo, de quetzal, de
xiuhtototl. Su comercio consistía, pues, en exportar los productos
manufacturados y en importar artículos exóticos de lujo.” (Jacques Soustelle.
1955)
El guerrero mexica fue
la base material del poderío azteca y el pochteca su espía y explorador. Los
hombres se dedicaron en mayor medida a la guerra, en virtud de que el Estado
recibía por medio de los tributos: alimentos, textiles, materias primas, armas,
artículos suntuarios, esclavos. La guerra permitía al mexica tener acceso a la
riqueza y fundamentalmente al honor y ascenso en la escala social. Nunca
dejaron de ser agricultores y artesanos, pero la guerra empezó a ocupar la
mayor parte del tiempo y de su energía, lo mismo que el comercio. La sociedad
mexica se convirtió en una sociedad militarizada muy bien organizada y los
mercados o tianguis llegaron a tener increíbles dimensiones. Un formidable
cuerpo de guerra que sometía a los pequeños e independientes señoríos. Una
orden de comerciantes, con características de tipo militar, igual que la de los
guerreros tigres o águilas. Los mexicas a pesar de haber recibido formidables
derrotas por parte de los purepechas, tlaxcaltecas y cholultecas, entre otros,
fueron casi invencibles, especialmente por la organización que tenían con los
demás señoríos a quienes fueron incorporando en calidad de “aliados” después de
haberlos vencido y la extraordinaria red de información que tenían a través de
los pochtecas o comerciantes.
Es importante señalar
que la guerra y las armas para la civilización del Anáhuac, nada tenían que ver
con la concepción europea. La guerra era una actividad para “tomar cautivos
para alimentar al Quinto Sol”. El objetivo de la guerra en el Período
Postclásico no era matar, destruir o arrasar. Las guerras se pactaban entre
mensajeros. Se acordaba el día, el lugar y el número de guerreros. Generalmente
se realizaban en descampados y muy pocas veces en ciudades. Esto se daba sólo
en condiciones de “castigo”, por ejemplo: cuando un aliado se sumaba a un
enemigo. Existían las treguas por fiestas o exequias, y en un momento dado,
cualquiera de las partes podía solicitar el fin de la contienda y los ejércitos
regresaban a sus ciudades con sus heridos y sus cautivos. Algunas guerras se
hacían sólo para mantener a los ejércitos en forma y tomar cautivos, como las
que los mexicas obligaban a dar a los tlaxcaltecas.
Las armas, como ya se
apuntó, no reflejan el avance científico que alcanzaron los Viejos Abuelos en
otros campos del conocimiento. Lo que implica su desinterés histórico y
cultural por la guerra. Un bastón con incrustaciones de pedazos de filosos
cristales de obsidiana, lanzas con puntas de obsidiana, bastones con pesadas
piedras en una punta a manera de mazos, y arco y flecha, fueron las armas
ofensivas. Las armas defensivas fueron un escudo hecho con armazón de madera
recubierto de piel y plumas, trajes hechos con manta reforzada y en algunos
casos de caparachos y huesos de animales o pedazos de piel cocida a la manta.
Lo que demuestra que la guerra fue para la civilización del Anáhuac algo muy
diferente que para los europeos, chinos, indios, egipcios y mesopotámicos. Este
punto no ha sido analizado con mayor profundidad por los investigadores, ya que
desde los tiempos de Colón y Cortés, esta característica de las culturas
invadidas fue tomada como una deficiencia y una falta de “capacidad
civilizatoria”.
La organización de los
pochtecas y sus famosos “tamemes” o cargadores, así como el sistema de mercados
o tianguis, fue usado por los españoles durante los tres siglos de Colonia y de
alguna manera sobreviven hasta nuestros días. No sólo en las comunidades
indígenas y campesinas, sino en las grandes ciudades con los “tianguis urbanos”
y los vendedores ambulantes.
EL ROSTRO MEXICA
Se ha escrito mucho sobre los mexicas.
Desde las llamadas “fuentes” y posteriormente los criollos que han tratado de
dar validez a su proyecto de “país neo colonial”, en un remoto origen indígena.
Los criollos manejaron la imagen de los mexicas, igual que los europeos han
manejado la imagen de los griegos y los romanos, como sus más remotos y
gloriosos antepasados.
Se han escrito muchas
mentiras sobre los mexicas. Ya sea para denostarlos y pintarlos como poderosos
salvajes idólatras demoníacos, que nadaban en ríos de sangre a través de
sacrificar a miles y miles de seres humanos, que fueron vencidos heroicamente
por un puñado de “soldados” españoles, dirigidos por un valeroso líder
carismático o para pintarlos como una alta cultura, creadora de toda la
grandeza del Anáhuac. Inventores del calendario, las matemáticas, la lengua, la
arquitectura e ingeniería, así como de la religión y las formas de organización
social. Poseedores de la “tinta roja y negra”, creadores de La Toltecáyotl.
Ninguna de las dos versiones es
cierta. No se debe fincar la descolonización de nuestra nación y la búsqueda de
nuestra antigua raíz, en el último pueblo que llegó salvaje del Norte, cuando
tenía siglos de haberse colapsado el esplendor del Anáhuac. No se puede sentir
orgullo del pueblo explotador del Anáhuac, el pueblo trasgresor de La
Toltecáyotl. No se trata de ubicarse en posiciones radicales en contra o a
favor. Se trata, en cambio, de dimensionar en toda su extensión y potencialidad
la historia antigua antes de la invasión, para reconstruir verídicamente
nuestra memoria histórica y desmantelar los mitos y mentiras del colonizador.
Debemos de darnos cuenta de que quien creó el mito del “Imperio Azteca” fueron
los colonizadores, pues a final de cuentas, un puñado de sus antepasados
conquistó y destruyó al “formidable” poderío mexica.
Mantener el mito del
supuesto poderío azteca y su inexacta grandeza, es quedar en manos de los
herederos culturales de los conquistadores, quien de esta manera nos impiden
conocer con mayor profundidad la milenaria civilización de la que formamos parte
viva.
Por supuesto que se debe
reconocer la formidable capacidad de romper la inercia depresiva que tenía la
cultura en el Anáhuac en el período Postclásico por parte de los mexicas. Su
gran fuerza de voluntad y su templanza para enfrentar los desafíos para
consolidar su hegemonía. Su capacidad para refuncionalizar el arte, es una
prueba innegable de los alcances y talento que tuvo la cultura mexica. Estas
características y virtudes no pueden pasar desapercibidas, pero tampoco podemos
exaltar vanamente lo falso y lo negativo. Debemos de analizar y conocer las
razones por las cuales, un puñado de facinerosos, pudo someter a millones de
indígenas. Conocer la verdad nos permitirá iniciar el camino de revalorización
de nuestra antigua civilización.
Existen siete mil
trescientos años de desarrollo humano, diversas culturas y periodos de
increíble esplendor, que debemos de tomar en cuenta para estructurar la
herencia cultural e histórica de Los Viejos Abuelos y actuar en consecuencia
como, “los hijos de los hijos de ellos”, de cara al futuro.
“Un
estudio más profundo de esta sociedad (mexica)
mostraría, sin lugar a dudas, profundas contradicciones, que explican a su vez
las tensiones internas de las cuales se liberaba, ocasionalmente, en forma
ritual. Y el origen de esas contradicciones debe buscarse en la superposición y
la mezcla de culturas diferentes: la de los toltecas, transmitida por los
habitantes sedentarios del valle, y la de las tribus nómadas de las cuales
formaban parte los aztecas que contribuyeron a formar la civilización mexicana
tal como era en la época de su descubrimiento.” (Jacques Soustelle.
1955)
La cultura mexica es entonces la
fusión, a veces armoniosa y otras discordante, entre la milenaria sabiduría
tolteca, llena de símbolos espirituales y religiosos, que se encontraba en un
momento de decadencia, y la vigorosa cultura mexica, heredera de la férrea
voluntad del poder material, para sobrevivir en mundo agreste y semiárido. Los
aguerridos nómadas en asenso y los pacíficos sedentarios en decadencia. La
mezcla de los pueblos místicos y los pueblos guerreros.
La mexica fue una cultura que no pudo
concluir el sincretismo y la mezcla entre las dos herencias que le dieron vida.
Realmente su tiempo fue muy corto (de 1325 con la fundación de Tenochtitlán a
1521 con su caída sólo duró 196 años) con relación al periodo de los siete mil
quinientos años que abraca la civilización del Anáhuac, desde la invención de
la agricultura hasta la invasión europea.
La historia de los mexicas la podíamos
dividir en tres periodos muy cortos. El primer periodo se dio desde su llegada,
como bárbaros nómadas, al Valle del Anáhuac en el siglo XII y la toma del poder
del tlatuani Itzcoátl en 1424, donde inicia la carrera política de Tlacaélel
siendo muy joven. El segundo periodo abarca toda la influencia y hegemonía de
Tlacaelel como cihuacoátl de varios tlatuanis (Itzcoátl, Moctezuma el Viejo,
Axayacatl, Tizoc y Ahuizotl) hasta su muerte en 1480. El tercer periodo, de la
muerte de Tlacaelel a la caída de Tenochtitlán.
Los mexicas no tuvieron tiempo de
reconstituir la ideología que creó Tlacaélel. En el último periodo, antes de la
invasión española, existió una corriente de altos dirigentes civiles y
religiosos que proponían volver a apegarse más a la ideología y la religión de
los antiguos toltecas. Esta situación agravó aún más los conflictos de la clase
dirigente a la llegada de Cortés, pues los seguidores del pensamiento de
Tlacaélel deseaban exterminar a los intrusos y los que deseaban volver a la
antigua doctrina de Quetzalcóatl de los toltecas, pedían recibir a Cortés como
embajador de Quetzalcóatl.
Lo cierto es que les faltó tiempo a
los mexicas para madurar y decantar su ideología y religión. En algunos campos,
especialmente el del arte, los mexicas no sólo llegaron a igualar la destreza
de los antiguos toltecas, sino que como lo podemos apreciar en nuestros días,
especialmente en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia,
llegaron en algunos casos a superar a los maestros toltecas.
CRONOLOGÍA DE LOS TLATOANIS MEXICAS
Los tres primeros tlatoanis gobernaron bajo
el señorío de Atzapotzalco, y fueron sus tributarios porque les dejaron vivir
en las tierras de su señorío.
Siguió el mando en Acamapichti, que
significa “Manojo de Flechas”; de 1377 a 1389.
Después gobernó Huitzilíhuitl, que
significa “Pluma de Colibrí”, de 1390 a 1410.
Le sucedió Chimalpopoca, que quiere
decir “Escudo Humeante”, de 1418 a 1428.
Le siguió Itzóatl o “Serpiente de
Obsidiana”, de 1428 a 1440. Bajo su mando cayeron los señoríos de Coyoacán y
Xochimilco.
Tomó el gobierno Motecuhzoma
Ilhuicamina, que significa “El Flechador del Cielo”, de 1440 a 1469.
El Tlatócan nombró a Axayácatl, o
“Cara de Agua”, que gobernó de 1469 a 1481, Durante su mandato se esculpió el
llamado “Calendario Azteca” y se combatió por primera vez con los purépechas.
Le siguió Tizoc, cuyo nombre quiere
decir “El Sangrado”, de 1481 a 1486, se dice que fue envenenado porque no
aumentó las conquistas de los mexicas. Durante su reinado se amplió el recinto
del Templo Mayor.
A su muerte gobernó Ahuízolt, o
“Perro de Agua”, de 1486 a 1502, fue un gran conquistador que amplió los
dominios mexicas hasta Zacatecas y el Soconusco al sur, es decir hasta el
límite con Guatemala. Inauguró el Templo Mayor y construyó un acueducto que
provocó una inundación sobre Tenochtitlán, en la que murió accidentalmente.
Le siguió en el mando Motecuhzoma
Xocoyotzin, “el joven”, de 1502 a 1520, quien sometió a algunos grupos
independientes y luchó contra los tlaxcaltecas y huexotzincas. A él se debe el
lujo y esplendor del imperio mexica y la imposición ante los aliados de
Tlacopan y Texcoco. A Motecuhzoma le tocó recibir a Hernán Cortés.
En 1520 el Tlatocan desconoce como Huey
Tlatoani a Motecuhzoma y nombra como a Cuitláhuac o “Excremento Seco”.
Al mando de él se inició la lucha en contra de los invasores europeos, pero
murió de viruela durante una terrible epidemia que cobró la vida de muchos
mexicas.
En 1521 fue nombrado tlatoani Cuauhtémoc, o “Águila que Desciende”, quien
defendió la ciudad de México Tenochtitlán y es tomado preso el 13 de agosto de
1521 y asesinado por Cortés en Isancanac, provincia de Acala, la madrugada del
28 de febrero de 1525.
15 . LA CONQUISTA.
La historia del
“descubrimiento” de América, su violenta conquista y su injusta colonización
durante los últimos cinco siglos, ha estado en manos de los vencedores y de los hijos de los hijos de todos
los europeos que han seguido llegando a México, para hacer fortuna a través de
los “nativos” y sus al parecer, inagotables recursos naturales. Ayer el oro y
la encomienda, hoy el petróleo y el salario mínimo, pero la historia se repite.
El conocer la historia, libera a los pueblos de cíclicos y repetitivos errores.
Resulta imprescindible que los mexicanos debamos conocer nuestra “verdadera
historia”, para que no siga habiendo vencedores y vencidos, dominados y
dominadores, colonizados y colonizadores.
“No fue así lo que hicieron los Dzules
(españoles) cuando llegaron aquí. Ellos enseñaron el miedo; y vinieron a
marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de
los otros.” (Libro de Chilam Balam de Chumayel)
EL MUNDO DE LOS
CONQUISTADORES
España venía de la
expulsión de los árabes, quienes habían dominado la península a lo largo de
ochocientos años. Los reinos de Castilla y Aragón apenas en 1479 se habían unido para
formar la Corona Española a partir de la boda de Fernando de Aragón e Isabel de
Castilla, por lo cual eran una corona “nueva, pobre y con territorios desbastados”
y hombres en armas.
La colonización nos ha
hecho creer que cuando llegaron al Anáhuac los invasores ya existía el gran
imperio español. Totalmente falso. En ese entonces lo que hoy es España, era un
territorio que había sido dominado ochocientos años por los moros. Sus
pobladores no tenían la identidad y el concepto de “imperio español”.
Al mismo tiempo que en
América se realizó una sangrienta conquista a sangre y fuego, lo mismo sucedía
en esos territorios que estaban integrados por pequeños reinos y naciones con
una gran influencia musulmana. Los reinos de Castilla y Aragón invadieron y
sojuzgaron a estas naciones con las armas para más tarde hacer la España que
conocemos. Pero algunos pueblos no se dejaron sojuzgar totalmente, como el
reino de Portugal, que más tarde se convertirá en un país y desde luego los
pueblos vascos y catalanes, que hasta la fecha siguen pelando su autonomía.
El discurso colonizador
nos hace creer que llegó a México un gran imperio representado por un ejército
compuesto por “soldados” españoles. Totalmente falso. España no llegó a ser un
gran imperio hasta finales del siglo XVI y eso se debió, indiscutiblemente, a
las riquezas que saquearon de México y Perú a través de una feroz explotación
de los pueblos invadidos y una depredación de sus riquezas naturales. Por otra
parte, España y Europa en general, no tuvieron ejércitos en forma hasta el
siglo XVII.
Por otra parte Europa
había perdido el paso comercial al Oriente por la toma de Constantinopla y del cercano Oriente por los Turcos. La economía de Europa en
aquellos tiempos dependía del
comercio de las especias y de múltiples objetos de consumo que importaba
de aquellas lejanas tierras.
“Fue
Cristóbal Colón, financiado por mercaderes venecianos, y no por las escasas y modestas
joyas que pudo haber tenido la Católica Isabel, quien abrió el camino a nuestro
continente”. [José María Muría. 1982]
Inmediatamente después
del encuentro accidental del Cen Anáhuac (Norteamérica) y del Tahuantinsuyo (Sudamérica), los españoles inician la invasión, destrucción, saqueo,
explotación y exterminio de los pueblos “descubiertos”, con el permiso divino
de la iglesia católica y el apoyo legal de la corona española.
“En
1493, el Papa español Alejandro VI, árbitro supremo de la cristiandad, cedió a
España los territorios vistos por Cristóbal Colón y sus compañeros, y “todas
las islas y tierras firmes que se descubrieren hacia el occidente y mediodía”
del meridiano distante cien leguas de las Azores y Cabo Verde, para reducir “a
los habitantes y naturales de
ellas a la fe católica” y recoger, como premio de la cruzada, “oro, cosas
aromáticas y otras muchas de gran precio, diversas en género y calidad.” (José María Muría.
1982)
La búsqueda de vías
alternas de comunicación con China y la India, significó más tarde para Europa,
más que mantener el comercio, una fuente de poder continental y mundial. La
tecnología oriental era muy superior a la europea, no sólo por la brújula, la
pólvora, la cerámica, la seda, el papel y la aleación de los metales; sino la
antigua y superior tecnología en la navegación, recuérdese que China y la
India, son dos civilizaciones mucho más antiguas que la europea. Un ejemplo es
que en 1400 d.C. el total de la flota china ascendía a 3500 barcos, de los
cuales 400 eran de guerra, 400 mercantes y 2700 guardacostas.
“Probablemente,
los barcos más seguros del mundo, y también los de mayor calado, eran chinos, y
a partir de la época de los Sung, los mercaderes chinos viajaron a puntos muy
distantes de sus propias aguas. Ibn Battuta, que visitó a la India y China en
el siglo XIV, escribió que en sus tiempos todo el comercio entre Malabar y el
sur de China se hacía en barcos chinos....Los navegantes árabes estaban
familiarizados con las largas travesías oceánicas y disponían de barcos
seguros. Es interesante observar que los árabes que tuvieron contacto con la
gente de Vasco de Gama no se mostraron impresionados por las naves europeas;
admiraron su recia construcción, pero los juzgaron poco manejables y
lentos....En conjunto, es probable que los árabes deban colocarse al lado de
los chinos entre los pueblos marítimos que en el siglo XV habrían podido
circunnavegar África y quizá cruzar el Pacífico si lo hubiesen intentado.” ( J.H. Parry. 1989)
De esta manera es interesante entender
que los pueblos de Asia tenían una tecnología muy superior a la europea y que
al ser apropiada por los europeos, se usó con fines comerciales, militares y de
expansión. Las tecnologías que Europa copió de Asia y que le sirvió más tarde
para invadir y apropiarse del planeta entero, los asiáticos a pesar de haberlas
inventado, a pesar de tener el poderío militar y marítimo, no intentaron
adueñarse y someter al planeta.
Las concepciones de la vida y el
mundo, la guerra y el poder, entre los europeos y el resto del mundo han sido
totalmente diferentes. De modo que la “heroica” empresa de “descubrir el nuevo
mundo”, no fue más que una aventura comercial y guerrera, financiada por los
voraces mercaderes y llevada a cabo, por los españoles más pobres e ignorantes
de la obscura edad media, a cualquier precio y sin ningún escrúpulo.
“Es
imposible imaginarse a los exploradores del siglo XV buscando el Polo Norte.
Eran hombres prácticos, igual que los gobernantes y los inversionistas que
financiaban sus viajes, y sus objetivos también prácticos: principalmente,
establecer contactos con países no europeos concretos, países cuya existencia
era conocida, países de cultura avanzada e importancia comercial, países cuyos
habitantes podían suministrar mercancías valiosas y de cuyos gobernantes podía
recabarse alianza y apoyos políticos. La exploración podía revelar otras
ventajas, huelga decirlo: pesquerías no explotadas e islas fértiles donde había
feudos y tierras cultivables a disposición de quien quisiera apoderarse de
ellos. Con todo, hasta las islas eran mejores si estaban habitadas,
preferiblemente por gentes dóciles y laboriosas... En su mayor parte, los
exploradores no buscaban tierras nuevas, sino rutas nuevas para llegar a
tierras conocidas... Así pues, la originalidad y la importancia de los viajes
del siglo XV no consistían tanto en revelar lo deshabitado y lo desconocido
como vincular, por medio de rutas marítimas utilizables, regiones separadas de
lo habitado y conocido... la experiencia de Colón no era del todo distinta;
pero, obviamente, no ocurría lo mismo en el caso de sus habitantes. Colón no
descubrió un mundo nuevo; estableció contacto entre dos mundos, ambos
habitados, ambos ya viejos en términos humanos.” (J.H.Parry. 1989)
LA RAZÓN
DEL “DESCUBRIMIENTO”
El
“descubrimiento del Nuevo Mundo” en 1492, marca el inicio de la búsqueda del
poder de los “comerciantes o mercaderes”. La invasión de América, África y
posteriormente Asia, por las coronas europeas, generalmente estaba financiada y
alentadas por los mercaderes, pues debemos de recordar que “la iniciativa
privada” no existía en aquellos tiempos. La lucha frontal entre “el Estado y el
Mercado” inicia con la invasión de América en 1492 y termina a finales del
siglo XX con la imposición del neoliberalismo económico y la globalización
económica.
Si bien
es cierto que los conquistadores españoles traían los pendones de la corona
española, eran totalmente financiados por los mercaderes. Esa fue una de las
razones por las cuales la corona española no tuvo el control total de los
conquistadores españoles, ya que no eran soldados, ni era la alta nobleza. En
cambio, era la escoria de una España sumida en la pobreza y la ignorancia, pues
acababan de terminar a un alto costo la guerra de reconquista con los árabes.
Este tropel de hombres sin educación y deseosos de enriquecerse a través del
saqueo y la explotación, fueron financiados y usados por los mercaderes para
iniciar la conquista del mundo.
“Una
vez vide que, teniendo en la parrilla quemándose cuatro o cinco principales y
señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban a
otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían
el sueño, mando que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que un verdugo,
que los quemaba, no quiso ahogarlos, antes les metió con sus manos palos en las
bocas para que no sonasen y atizoles el fuego hasta que se asaran de espacio
como él quería. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas.
Y porque la gente que huir podía se encerraba en los montes y subía a las
sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias,
extirpadores y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron
lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un
credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco. Estos perros
hicieron grandes estragos y carnicerías. Y porque algunas veces, raras y pocas,
mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia,
hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen habían los
cristianos de matar cien indios.”
“...muchas
fuerzas e violencias e vejaciones que le hacían, comenzaron a entender los
indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo.” (Bartolomé de las Casas. 1552)
De esta manera la invasión europea, no
fue generada por un espíritu humanista y científico. Tampoco fue el ejercicio
pleno de la autoridad de la corona española. Fue una empresa comercial y
guerrera, protagonizada en parte por los “inversionistas”, ricos comerciantes
que deseaban encontrar primero, una nueva ruta para comerciar con Asia y
después, saquear de las tierras “descubiertas”, los metales preciosos y
explotar hasta el exterminio a sus habitantes. El mismo Colón será impulsado
por la codicia y la ambición. La “Historia oficial” hispanista nos lo ha
presentado como un explorador humanista. Nada más falso que eso.
Cristóbal Colón, que recientes
investigaciones demuestran que no era genovés, sino al parecer era un judío
catalán. Quien fue asesorado por los mercaderes, hace firmar a los reyes de
España, el 17 de abril de 1492, las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, en las
que pidió los títulos de, “Almirante Mayor de la Mar Océano, Virrey y Gobernador
General” de las tierras que descubriera, el derecho de terna (presentación de
tres nombres) en los nombramientos de regidores, el décimo o 10% de todas las
mercancías que se negociaran en las Indias, derecho de exclusividad en los
pleitos que surgieran por las mercadurías indianas, y de contribuir con un
ocheno u octava parte 12.5% de los gastos de armar naves comerciales,
obteniendo entonces el mismo porcentaje de los beneficios. Como se aprecia, su
avaricia y la de los mercaderes que financiaban la expedición, fue muy grande y
eso a la larga fue lo que hundió a Colón y distanció a los mercaderes de la
Corona española.
Los compañeros de la aventura de Colón
eran la gente más pobre y los condenados a cadena perpetua, que veían en el
viaje la única posibilidad de salir de las mazmorras. Al tiempo los españoles
que se fueron a “Hacer la América”, fueron los campesinos sin tierra,
presidiarios, soldados de fortuna y la baja nobleza empobrecida, quienes
buscaban ante todo, la fortuna inmediata y desmedida a cualquier precio.
“Como
los hombres no somos todos muy buenos, antes hay algunos de mala conciencia, y
como en aquel tiempo vinieron de Castilla y de las Indias muchos españoles
pobres y de gran codicia, e caninos e hambrientos por haber riquezas y esclavos...” (Bernal Díaz de Castillo)
La historia hispanista
nos habla de un grupo de valientes
e intrépidos soldados y exploradores, que venían a descubrir un mundo primitivo
y salvaje en favor del progreso. Que arriesgaron sus vidas en favor de la religión
y de la humanidad. Este puñado de hombres heroicos, nos los han pintado como un
grupo compacto de “soldados”, dirigido por un líder respetado por todos. La
realidad encubierta nos dice todo lo contrario.
“Había
muchas deudas entre nosotros, que debíamos de ballestas a cincuenta, y a
sesenta pesos, y otros de una espada cincuenta, y de esta manera eran tan caras
todas las cosas que habíamos comprado, pues un cirujano, que se llamaba maestre
Juan, que curaba algunas malas heridas y se igualaba por la cura a excesivo
precio, y también un medio matasanos que se decía Murcía, que era boticario y
barbero, que también curaba, y otras treinta trampas y tarrabusterías que
debíamos, demandaban que las pagásemos de las partes que nos tocaban.”(Bernal
Díaz del Castillo). Este pasaje confirma la estructura privada rígida de la
expedición en que ni las heridas corren a cargo del común, Se explica mejor la
codicia de los soldados al reparar en que no había un verdadero cuerpo de
ejército, sino una asociación.” (Silvio A. Zavala.
1933)
LA FILOSOFÍA DE LA
CONQUISTA
Los españoles
estructuraron una filosofía que justificara y legalizara la invasión,
destrucción, sometimiento y explotación de los pueblos indígenas. Legitimar la
injusticia, la atrocidad, el genocidio, fue el objetivo de juristas, teólogos,
religiosos, nobles, comerciantes y aventureros. Generar la riqueza a partir del
despojo y el crimen, fue “razón de Estado”.
“Y tenga vuestra majestad por muy cierto
que según la cantidad de tierra nos parece ser grande, y las muchas mezquitas
que tienen, no hay año que, en lo que hemos visto, no maten y sacrifiquen de
esta manera tres o cuatro mil animas. Vean vuestras reales majestades si deben
evitar tan gran mal y daño, y cierto seria Dios Nuestro Señor muy servido, si
por mano de vuestra reales altezas estas gentes fueran introducidas e
instruidas en nuestra muy santa fe católica...” (Hernán Cortés. 1519)
La primera idea fue que
los indígenas no eran “seres humanos”, sino animales. La segunda, que al estar
ausentes del Dios europeo y la religión católica, eran producto del demonio.
Tercera, que lo “Universal Humano” es para el europeo su cultura y él mismo;
por lo que los indígenas y su cultura resultaban inferiores. Cuarta, desde sus
mismos orígenes, los pueblos europeos han vivido en un mundo de amenazas,
rivalidades, guerras, invasiones y saqueos; por lo que el “derecho de guerra y
conquista” era el que tenía el pueblo vencedor de hacer uso en provecho y
beneficio, indistintamente de los hombres, tierras y propiedades del pueblo
conquistado.
“Las
personas y bienes de los que hayan sido vencidos en justa guerra pasan a los
vencedores. Los vencidos en justa queden siervos de los vencedores, no
solamente porque el que vence en alguna virtud excede al vencido, como los
filósofos enseñan, y porque es justo en derecho natural que lo imperfecto
obedezca a lo más perfecto, sino también para que con esta codicia prefieran
los hombres salvar la vida de los vencidos (Que por esto se llaman siervos: “se
servare”) en vez de matarlos: por donde se ve que este género de servidumbre es
necesario para la defensa y conservación de la sociedad humana...” (Juan Ginés de Sepúlveda. 1490-1573)
La civilización europea
tiene sus bases en el pensamiento judeocristiano, la cultura grecolatina y la
cultura germánica. Del primero se desprende que, “Dios hizo al hombre a su
imagen y semejanza y lo hizo para gobernar sobre los seres y las cosas, usando
al mundo y matando a los animales en su provecho”. De la segunda se argumenta,
“El hombre grecolatino” tiene como misión: que debido a su supuesta
“superioridad racional”, debe dominar, transformar y explotar a la naturaleza”.
De la tercera se inspira la pasión y vocación militarista, que se torna
agresiva, con su perpetua voluntad de dominio, alimentada por sus voraces
impulsiones explotadoras, desde sus más remotos orígenes, hasta nuestros días.
Por lo tanto, los indígenas estaban condenados “legalmente” a la esclavitud y a
la explotación por medio de las armas y con la bendición de Dios, sin ningún
derecho. Por primera vez en la historia de la humanidad se estigmatiza a una
“raza y a una cultura” como inferior y como esclava “a natura”.
Desde la llegada de
Colón a las Antillas, donde los indígenas fueron brutalmente exterminados en
muy pocos años, el conquistador primero y después el colonizador, impusieron su
derecho de apropiarse de lo que no les pertenecía, y en honor de este supuesto
derecho; masacrar, mutilar, violar, herrar, robar, esclavizando y explotando a
los pueblos invadidos; justificando estas acciones, como una empresa
“civilizadora, evangélica y heroica”, como resultado de una supuesta
superioridad religiosa, racial y cultural.
El problema para América
y México, es que se sigue repitiendo este esquema, gracias a muchos cambios de
forma, pero el fondo colonizador de las relaciones sociales, culturales,
económicas y políticas, sigue siendo el mismo del Siglo XVI al siglo XXI.
“En el año de mil y quinientos y diez y siete se
descubrió la Nueva España, y en el descubrimiento se hicieron grandes
escándalos en los indios y algunas muertes por los que la descubrieron. En el
año de mil y quinientos y diez y ocho la fueron a robar y a matar los que se
llaman cristianos, aunque ellos dicen que van a poblar. Y desde este año de
diez y ocho hasta el día de hoy, que estamos en el año de mil quinientos
cuarenta y dos, ha rebosado y llegado a su colmo toda la iniquidad, toda la
injusticia, toda la violencia y tirana de los cristianos que han hecho en las
Indias, porque del todo han perdido todo el temor a Dios y al rey, y se han
olvidado de sí mesmos. Porque son tantos y tales los estragos y crueldades,
matanzas y destrucciones, despoblaciones, robos, violencia y tiranías, y en
tantos y tales reinos de Tierra Firme, que todas las cosas que hemos dicho son
nada en comparación de las que se hicieron; pues aunque las dijéramos todas,
que son infinitas las que dejamos de decir, no son comparables ni en numero ni
en gravedad a las que desde el dicho año de mil y quinientos y diez y ocho se
han hecho y perpetrado hasta este día y año de mil quinientos y cuarenta y dos,
y hoy, en este día del mes de septiembre, se hacen y cometen las mas graves y
abominables. Porque sea verdad la regla que aquí pusimos, que siempre desde el
principio han ido creciendo en mayores desafueros y obras infernarles.” (Bartolomé de las Casas. 1542)
La “historia oficial”
hispanista evita difundir el pensamiento y la crítica de personas como
Bartolomé de las Casas. Más aún, alienta que el común de la gente no investigue
las mismas fuentes, pues al leer de manera crítica y analítica estos textos, el
lector encuentra las mentiras, aberraciones y cinismo de los que los
escribieron. El propio Cristóbal Colón, Hernán Cortés o Bernal Díaz del
Castillo, en sus escritos relatan sus atrocidades.
“Al
leer los escritos de Colón (diarios, cartas, informes), se podría tener la
impresión de que su móvil esencial es el deseo de hacerse rico (aquí y más
adelante digo de Colón lo que podría aplicarse a otros; ocurre que muchas veces
fue el primero y que, por lo tanto, dio el ejemplo). El oro, o más bien la
búsqueda del oro, pues no se encuentra gran cosa en un principio, está
omnipresente en el transcurso del primer viaje. En el día mismo que sigue al
descubrimiento, 13 de Octubre de 1492, ya anota en su diario: ‘No me quiero
detener por calar y andar muchas islas para fallar oro’(15.10.1492). ‘Mandó el
Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante
salvo oro’(1.11.1492). ‘Incluso su plegaria se ha convertido en: -Nuestro Señor
me aderece, por su piedad, que halle este oro..-’(23.12.1492)”.
(Jacques
Lafaye. 1991)
Con base en este
principio ideológico y filosófico, los europeos encontraron la justificación
por “derecho” terrenal y divino, de la conquista y colonización, no sólo de
América, sino del mundo entero. Pues a partir del siglo XVI, los europeos
invadieron América, África, Asia y Oceanía. Destruyendo culturas y religiones,
subordinando economías y mercados, esclavizando y exterminando pueblos enteros;
todo en favor de sus intereses económicos y políticos, amparados por su
religión.
La “historia oficial” ha
sido hispanista desde 1520, cuando el propio Hernán Cortés escribe –Las Cartas
de Relación-, que son una visión totalmente parcial de los sucesos, pues tenían
la intención de justificar a Cortés ante el rey de España, por haber
traicionado al gobernador de Cuba, quién le subrogó la concesión para robar oro
de las costas del Golfo de México en lo que hoy conforma el territorio
nacional. La historia hispanista sigue poniendo a Hernán Cortés como un gran
héroe.
“Pero
el adversario que más inquietaba a Hernán Cortés era Diego Velásquez; y no sin
razón, ya que el gobernador envió, en cuanto pudo, a Narváez en su persecución.
La preocupación por dar a su situación una apariencia legal nos instruye acerca
de la importancia del respeto a las formas jurídicas en las conquistas”.
(Jacques Lafaye. 1991)
EL CONQUISTADOR
Hernán Cortés fue un
hombre de su tiempo. Hijo de un Hidalgo pobre, de joven fue expulsado de la Universidad
de Salamanca donde quería estudiar derecho, por sus bajos resultados
académicos. Más tarde se prepara para partir a una expedición a Italia, pero es
tundido por un marido ofendido, pues escriben sus biógrafos con gran eufemismo,
“que gustaba de visitar lechos de mujeres casadas”, lo que lo hace estar en
cama por meses y a los 19 años zarpa a hacer fortuna a América y desembarca en
la isla de Santo Domingo en 1502, en las nuevas tierras actuó como
escribano, agricultor, granjero y más tarde como conquistador.
“Los
principios de su estancia (Cortés) en el Nuevo Mundo como las circunstancias de
su travesía, precedida por un vagabundo picaresco, contribuyen a presentárnoslo
como un emigrante bastante oscuro.”
(Jaques
Lafaye. 1991)
Acompañó más tarde a Diego
Velásquez en 1511 en la conquista de Cuba. Fue luego secretario del mismo y más
tarde alcalde de Santiago de Baracoa. A pesar de que tuvo dificultades con
Diego Velásquez, pues sedujo a la hermana de la novia del gobernador, Catalina
Juárez Marcaida, y no aceptó casarse con ella, huyendo de la ley se refugió en
una iglesia. Al casarse posteriormente en 1514 con Catalina, logró que él fuera
su padrino.
Es importante señalar
que siendo gobernador de la isla de Cuba Diego Velásquez, obtiene la concesión
de la corona española para ir a “rescatar oro” a las costas de los que hoy es el territorio de México. Trata de
subrogar la concesión primero con Baltasar Bermúdez y finalmente lo hace con
Cortés.
“Diego Velásquez decidió poner en pie
–a su costa, de acuerdo con el procedimiento habitual- una expedición. Pensó en
confiar el mando a uno de sus compatriotas de Cuellar, Baltasar Bermúdez, pero
éste puso condiciones que disgustaron a Velásquez; el gobernador, airado, lo
echó en términos violentos como era su costumbre. Entonces, según Las Casas,
Amador de Lares lo convenció para confiar el mando a Cortés –con el cual había
de repartir los beneficios de la expedición. Pero aquí debemos ceder la palabra
a Gómora (es decir, al propio marquez), de acuerdo con el cual, Baltasar
Bermúdez rechazó el mandato porque Velásquez le reclamaba una participación de
tres mil ducados; tras ese fracaso, Cortés fue sondeado, a condición de que
tomara a su cargo la mitad de los gastos, ya que “tenía dos mil castellanos de
oro en compañía de Andrés de Duero, mercader”, es decir, tenía un socio
comanditario. Vemos aquí, en una escala modesta, cómo empezaba a ser invertido
el capital comercial en las empresas coloniales.” (Jaques Lafaye. 1970)
LA INVASIÓN
En esta situación llega
Hernán Cortés a las costas de Quinta Roo en 1519, con 11 barcos, 553
aventureros y 110 marineros, más un centenar de negros e indígenas caribeños.
Había salido prófugo de la ley de Cuba, pues el Gobernador de la isla, Diego
Velásquez, sabiendo de los planes de traición del flamante capitán, mandó
detener a Cortés, pero éste adelantó su partida para evitar ser detenido y
encarcelado.
Esta es la razón por la
cual, ante la proximidad de un motín en la expedición ya anclada en las costas
de Veracruz, aquellos que no querían a Cortés como capitán, pugnaban porque la
expedición retornara a Cuba y entregaran preso a Cortés y que el gobernador
Velásquez les asignara a otro capitán. Hernán Cortés mandó quemar las naves
para evitar la lucha entre españoles y su probable encarcelamiento.
“Alzado” de hecho con la armada, pero
reconociendo en sus cartas sus deberes públicos y privados hacia Diego
Velásquez, salió Cortés de la isla de Cuba. En la costa de Veracruz, antes de
la penetración militar a la Nueva España, el rompimiento, ya franco, cobró
matices jurídicos.
Cortés
había celebrado cuantiosas operaciones de rescate; la facción velasquizta se
daba por satisfecha y temerosa del gran número de los indios pedía el regreso a
Cuba; don Hernando y los soldados proletarios, incitados por la riqueza,
deseaban, por el contrario, penetrar en empresa de pacificación y conquista de
las tierras (saqueo y despojo N. A.). La
vuelta a Cuba podía significar para el capitán su ajusticiamiento por rebelde.”
(Silvio Zavala. 1991.)
El gobernador Velásquez,
había logrado obtener la “concesión de rescatar oro” de lo que hoy es México, lo que se debe
entender como un saqueo para no usar eufemismos. Es importante mencionar que
salvo los dos primeros viajes de Colón, la invasión de América, fue una empresa
popular y no de la Corona de España. En efecto, los inversionistas y los
aventureros personalmente financiaron las expediciones, unos con sus propios
recursos y otros con sus vidas. La corona española otorgaba la concesión mediante
un cabildeo que se hacía en la corte y su “costo” era que, el 20% de lo robado
le pertenecía a la corona, el famoso “quinto real”, el 80% restante, se dividía
entre los cortesanos, inversionistas y aventureros, según la inversión que cada
uno hubieran negociado en la empresa. Los españoles previamente habían
realizado dos expediciones a las costas de México; la de Francisco Hernández de
Córdoba (1517) y la de Juan de Grijalva (1518); sabían pues, de la existencia
de aquellas tierras, sus riquezas y de sus habitantes.
“Es, pues, un hombre
(Cortés) fuera de la ley (el gobernador había lanzado una orden de arresto en
contra de él, sin efecto a doscientas leguas de Santiago de Cuba), el que salió
de San Cristóbal, a mediados de febrero de 1519.” (Jacques
Lafaye. 1991)
Cortés al llegar a Isla
Mujeres, se enteró de que en Chetumal vivían dos españoles, que en 1511 habían
naufragado en los arrecifes de Alacranes, viajando de Panamá a Cuba y mandó a rescatarlos.
Ocho años después del
naufragio los dos españoles conocían a la perfección la lengua Maya. Mientras
Jerónimo de Aguilar se mantuvo español, Gonzalo Guerrero se asimiló total y
plenamente a la cultura Maya. Gonzalo Guerrero es un oscuro personaje en “la
historia oficial”, un traidor para la visión hispanista de la historia. Gonzalo
Guerrero compró su libertad, se hizo hombre libre y se incorporó al ejercito
Maya y llegó a ser “Nacon” (Jefe de guerreros) y desposó a una doncella de la
alta nobleza maya bajo sus costumbres y su religión, teniendo tres hijos con
ella, que son los primeros mestizos de México y tal vez, lo más
importante, enseñó a pelear a los mayas contara los españoles y murió luchando
contra la invasión española. Gonzalo Guerrero es el símbolo del extranjero que
al venirse a vivir a estas tierras y en nuestra cultura, no sólo da lo mejor de
sí y se entrega en su defensa, sino que ofrece su propia vida en ello.
Cuando llegan por
Jerónimo de Aguilar, inmediatamente se va con los españoles, pero cuando llegan
por Gonzalo Guerrero, éste le manda dar las gracias a Cortés, y argumenta que
ya tiene familia y que él se queda a vivir con los mayas.
Cuando Cortés llega a
Tabasco, ahí le regalan a la Malinche, quien sabe hablar Náhuatl y Maya, por lo
que se hace el “puente” lingüístico. Malinche en lengua Maya pone al tanto a
Jerónimo de Aguilar y éste en español a Cortés de la situación que se vive en
el imperio Azteca. Que ese año 1519, es el año uno caña y que su llegada
coincide con la profecía de que cada 52 años se esperaba el anunciado regreso
de Quetzalcóatl. Que él llegó por el Oriente, es blanco y barbado, que traerá
la nueva era de Quetzalcóatl y que castigará a todos aquellos que
transgredieron su filosofía y religión. Que el Tlatocan (supremo consejo
mexica) y Moctezuma II lo estaba esperando con verdadera preocupación y gran
temor.
SE CUMPLE LA PROFECÍA
En efecto, Moctezuma II
y el Tlatocan estaban al tanto de las expediciones y naufragios de los
españoles en estas tierras. Había sido anunciado el fin de la usurpación mexica
de Hutzilopochtli por Quetzalcóatl a través de los llamados “presagios
funestos”. Diez años antes, una espiga de fuego (cometa) cruzó por el cielo de
la Gran Tenochtitlán; un día sin explicación lógica el templo de
Huitzilopochtli ardió hasta destruirse completamente; otro día a plena luz, sin
lluvia o trueno, ardió de Xiuhtecuhtli; un día el agua de la laguna que circundaba a la ciudad hirvió sin
explicación; en algunas ocasiones se escuchaba por las noches en las calles de
Tenochtitlán, el grito desgarrador de una mujer, que lloraba por sus hijos que
iban a morir; un ave encontrada en el lago, tenía un espejo en la cabeza, en
donde Moctezuma vio la llegada de los españoles; le llevaban a Moctezuma
hombres deformes que en su presencia desaparecían. Sea como fuera, la
dirigencia mexica y muchos pueblos antiguos del mundo, conocían de las artes
adivinatorias; además que ya estaba dicho en la tradición oral, lo que
sucedería. Lo cierto es que una parte de los dirigentes mexicas, vieron con temor en la llegada
de los españoles, el fin de su transgresión filosófica y religiosa.
La
conquista de México fue más bien una guerra civil entre indígenas, con
profundas raíces filosóficas, religiosas y viejas heridas entre los pueblos por
la dominación mexica, que una epopeya heroica de un
puñado de españoles.
Hernán Cortés supo
aprovechar las debilidades estructurales del sistema indígena que estaba en un
momento de gran poder material, pero de suma debilidad filosófica y religiosa.
El mito hispanista de que, gracias al valor y la superioridad en armas,
caballos y religión, le dio a Cortés la victoria, es producto de la ignorancia
y la colonización mental en la que hemos vivido estos últimos quinientos años.
El costo de la partida e los toltecas, el cisma religioso-filosófico- ideológico
que inició Tlacaélel y que le dio gloria y poder a los mexicas, lo vino a pagar
Moctezuma Xocoyotzin.
Los pueblos que no transgredieron
la milenaria norma de Quetzalcóatl y que se mantuvieron leales a la milenaria
tradición Tláloc-Quetzalcóatl; como fueron los pueblos mayas de la península de
Yucatán y sur de México; los zapotecas y mixtecas en Oaxaca, los purépechas en
Michoacán, los tlapanecas en la montaña de Guerrero y los tlaxcaltecas de
Tlaxcala, en principio no tomaron a los españoles como Quetzalcóatl y se
mantuvieron en rebeldía, tanto de los mexicas primero, como después, de los
españoles. No es casual en nuestro tiempo, encontrar en estas regiones y
pueblos de México, la más fuerte resistencia cultural, que los llevan a ser en
su conjunto “La Reserva Espiritual de México” y corazón palpitante del
“México Profundo”.
Cortés buscó y logró la
alianza de los Tlaxcaltecas, quienes primero los combatieron, pero hábilmente
Cortés se hizo pasar primero, como el capitán de Quetzalcóatl, es decir, el rey
de España, y después por el mismo Quetzalcóatl, tan esperado y temido por sus
transgresores. Cortés aprovechó la profecía de Quetzalcóatl y la trasgresión a
su pensamiento, provocando una guerra civil y religiosa en el Anáhuac. Es
claro, que un puñado de aventureros, mal armados, sin entrenamiento y
disciplina militar, llenos de pugnas, ambiciones y rivalidades internas no iban
a vencer, por ellos mismos, al poderoso mundo indígena y en especial al temido
y formidable imperio mexica, que contaba con cientos de miles de guerreros,
perfectamente entrenados y organizados, con una larga tradición y experiencia
militar. El número de los indígenas, arrollaba cualquier superioridad
tecnológica militar de los españoles de aquellos tiempos. España para esos tiempos
tenía aproximadamente 9 millones de habitantes, en lo que hoy es México se
calcula que existían entre 20 y 25 millones de habitantes.
“En España, y en toda
Europa, no existían entonces conglomerados urbanos siquiera comparables con
México, que, aunque hay quien le asigne hasta millón y medio de habitantes, lo
más probable es que anduviera por el medio millón (Londres no pasaba de 40 mil
y París, la ciudad más grande, apenas llegaba a 65 mil), y eso sin contar las
demás poblaciones del Valle, que
iban muy a la zaga, como Texcoco, Aztcapozalco, Ixtapalapa, Tacuba,
etc., que totalizaban más del millón y medio,” (José Luis Guerrero. 1990)
Cortés supo hábilmente
engarzar el problema religioso y las rivalidades de los indígenas, para
asumirse como el capitán de Quetzalcóatl, llegar a Tenochtitlan con miles de
aliados indígenas, pasando antes a la ciudad sagrada de Cholula y hacer la
primera gran matanza, para fortalecer la alianza con los tlaxcaltecas, pues en
ese momento eran sus rivales. Para los mexicas, el conflicto y la guerra eran
religiosos, ellos no se estaban enfrentando a un enemigo invasor y depredador,
ellos estaban en medio de un gran cisma religioso-filosófico y en una guerra
civil.
“Esa
desproporción, sin embargo, era sólo aparente: aparte de que pronto el número
de indios aliados fue tan grande que la conquista realmente se puede decir que
no lo fue, sino más bien una guerra civil de la que se aprovecharon unos pocos
invasores extranjeros, dado que ambos peleaban más en terreno religioso que en
el militar, la concepción española de la guerra les confería una fuerza
demoledora, en tanto que la mexicana paralizaba a sus creyentes, haciéndoles
actuar en forma tan inadecuada que era tanto como dejarlos inermes, como iremos
viendo.
Es
que los españoles -analiza brillantemente Soustelle- hacían una guerra “total”: para ellos no había sino un
Estado -la monarquía de Carlos V- y una sola religión posibles. Los mexicanos
fueron vencidos porque su pensamiento, regulado sobre una tradición pluralista en
el orden político y religioso, no estaba adaptado al conflicto con el
dogmatismo del Estado y de la Religión unitarios.”
(José Luis Guerrero. 1990)
En
efecto, mientras que para los mexicas la llegada de los españoles significaba
el cumplimiento de una profecía milenaria, que traería su desplome
ideológico-religioso, en el que podía existir todavía alguna negociación; para
los españoles implicaba una extraordinaria conquista militar y religiosa, que
les traería riqueza personal y poder político.
Mientras que para los
aztecas la guerra religiosa representaba la oportunidad de tomar vivos a los
enemigos, para sacrificarlos a Huitzilopochtli en el Templo Mayor. Un enemigo
muerto en el combate era una torpeza y una pérdida para sus dioses; para los
españoles en cambio, la guerra significaba el extermino del infiel en el campo
de batalla, con la ayuda de Santiago Apóstol en favor de la Cristiandad y de la
Corona.
Moctezuma y el Tlatocan,
trataban con seres mágicos y divinos, mensajeros y embajadores de Quetzalcóatl.
No fueron cobardes y sí diplomáticos. Ellos buscaban una negociación. Nunca
dejaron de creer en la validez y fuerza de Huitzilopochtli en contra de
Quetzalcóatl. Los mexicas creían estar en una lucha religiosa y mágica; los
españoles estaban empeñados en una empresa comercial guerrera. Unos
hablaban de Quetzalcóatl-Cristo-rey de España; los otros hablaban de
Huitzilopochtli-Tezcatlipoca-Tlacaélel. Los aztecas buscaban una negociación
religiosa-ideológica honorable, los españoles buscaban la destrucción-dominación-riqueza.
Unos eran gente noble y educada, los otros eran gente ignorante, sin escrúpulos
y ávida de riqueza a toda costa.
LA ENTREGA DE LOS
MEXICAS A LOS ESPAÑOLES
Finalmente, y contra la
voluntad popular y de muchos dirigentes y sacerdotes mexicas, El Tlatocan
ordenó a Moctezuma recibir en Tenochtitlán a Cortés, el capitán de
Quetzalcóatl. Existe documentado por el propio Cortés y Bernal Díaz, un hecho,
que revela claramente qué sucedió en la conquista. Moctezuma manda llamar a
todos los Señores que le tributaban en el Cen-Anáhuac, y delante de los
españoles les dice que por fin había llegado aquél que tanto esperaban y que le
debía obedecer y tributar al rey
de España, como hasta entonces la habían hecho a él. Esto es, que el poderoso Imperio
Azteca, sabedor de la transgresión que habían realizado sus antepasados al
mando de Tlacaélel, aceptaban su usurpación ideológica y religiosa,
entregándose a la voluntad del dios mítico y milenario de los pueblos del
Cen-Anáhuac. En voz del propio Moctezuma y mandado tomar su discurso a través
del escribano por Cortés, ya que el Tlatoani le dijo que sería un evento muy
importante, Moctezuma les dice a sus Señores tributarios, que para el efecto
había mandado traer de todo el imperio:
“Hermanos
y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y
abuelos habéis sido y sois súbitos y vasallos de mis antecesores y míos, y
siempre de ellos y de mi habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros
asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus
naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria
como nosotros [los mexicas]* no
somos naturales de estas tierras, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y
los trajo un señor [Quetzalcóatl]* que en ella los dejó, cuyos
vasallos todos eran. El cual volvió desde ha mucho tiempo y halló que nuestros
abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las
mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera de
que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir como señor de
esta tierra [la trasgresión de su filosofía y religión]*; y él se
volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese
constreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado [con
temor]*, y según las cosas que el capitán [Cortés]* nos ha
dicho de aquel rey y señor que le envió acá [Carlos V-Quetzalcóatl]*,
y según la parte de donde él dice que viene [del otro lado del mar, del
Oriente, a donde se fue Quetzalcóatl y de dónde regresaría, según la profecía]*,
tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste [el rey de
España]* es el señor que esperábamos [Quetzalcóatl], en
especial que nos dice que allá tenían noticias de nosotros, y pues nuestros
predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados [Tlacaélel y
sus transgresiones]*, hagámoslo nosotros [reinstalar la filosofía y
religión de Quetzalcóatl], y demos gracias a nuestros dioses [nótese
que hasta aquí, los Aztecas pensaban que el problema era entre dioses
“menores”, Quetzalcóatl-Huitzilopochtli, pero que la estructura de Tloque Nahuaque,
el dios todo poderoso, seguía en pie y que los españoles no eran
invasores-conquistadores, pues ellos creían que después de la “rectificación”,
los españoles o enviados de Quetzalcóatl, se regresarían por donde vinieron]*,
y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto
aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que
así como hasta aquí a mi me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de
aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey [Carlos V]*,
pues él es vuestro señor, y en su lugar tengáis a este su capitán [Cortés] ; y
todos los tributos y servicios que hasta aquí a mi me haciades, los haced y dad a él, porque yo asimismo
tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo
que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer” [ esta
es la entrega del imperio azteca a los españoles, sin derramar una sola gota de
sangre]*. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y
suspiros que un hombre podía manifestar, y asimismo todos aquellos señores que
le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. [
El dolor y sufrimiento de Moctezuma y sus Señores tributarios, es lógico
entenderlo, pues significaba la aceptación tácita de su histórica equivocación,
al transgredir la filosofía y religión de Quetzalcóatl, y la demostración de la
caída de Huitzilopochtli, el dios usurpador de los aztecas]*. Y
certifico a vuestra sacra majestad, que no había tal de los españoles que oyese
el razonamiento, que no hubiese mucha compasión.
Y
después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían [a el rey de España]* por su señor, y
habían prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por las
razones que para ello les daba, quedan muy contentos de hacer, y que desde
entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde
allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron, de hacer y
cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese
mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos
los tributos y servicios que antes al dicho Mutezuma hacían y eran obligados, y
todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo
pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así
por testimonio en presencia de muchos españoles.
Pasado
este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra
majestad, hablé un día al dicho Mutezuma, y le dije que vuestra alteza tenía
necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que
enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos
españoles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían
ofrecido, a les rogar que lo que ellos tenían sirviesen a vuestra majestad con
alguna parte.”
(Hernán Cortés, segunda carta relación
del 30 de Octubre de 1520).
(* Texto anexado por el
autor para hacer más explícito el contenido)
Este
testimonio escrito por el propio Hernán Cortés desmitifica toda la “proeza
guerrera” de los aventureros españoles, y aclara, la verdadera tragedia de los
mexicas.
Si existió posteriormente la gran matanza y lucha, fue solo por la
torpeza criminal y la ambición desmedida de los españoles. Poco después de este
hecho, Cortés manda tomar prisionero a Moctezuma, quien los había hospedado en
su propia casa y lo tortura para que entregue el oro que poseía.
LA GRAN MATANZA Y EL
ORIGEN DE LA GUERRA
En esos momentos llega a
Veracruz Pánfilo de Narváez, quien el gobernador de Cuba había mandado con 19
navíos y mil cuatrocientos hombres a tomarlo preso, por haber salido prófugo de
Cuba y haberlo traicionado junto con todos los inversionistas que habían
financiado la expedición. Sin embargo, Cortés con mucha astucia para corromper
a los nuevos aventureros, que no soldados; pues Velásquez casi despobló Cuba
para formar la expedición de captura, y gracias a que Narváez se creía
invencible, mandó a un notario, un capellán y cuatro hombres armados a acordar
la rendición de Veracruz al mando de Sandoval, quien a su vez los mandó a
Tenochtitlán. Cortés los deslumbró con la ciudad, que en ese momento estaba a
sus pies y los regresó cargados de oro, en calidad de cómplices para subvertir
a la expedición de captura y que más tarde se pasarán con él por el oro
ofrecido y prometiéndoles infinitas ganancias. La misión se logró con mucho
éxito. Insistimos, para comprender la historia, hay que entender que los
españoles no eran soldados adiestrados y disciplinados. Eran parias en busca de
fortuna y todas las atrocidades y traiciones, que hicieron contra los indígenas
y como entre ellos mismos; solo demostraba la calidad humana, moral y ética,
que guió todos sus actos en la Conquista y la Colonia.
“La
sorpresa, de hecho, no existió sino para Narváez: cuando Cortés atacó por fin
Cempuala en una noche de tormenta, aunque un centinela los había puesto sobre
aviso, los de Velásquez apenas si quemaron una poca de pólvora para salvar las
apariencias, celebrando al día siguiente su derrota con tanto descaro de
pífanos y tambores que hasta sus vencedores llegaron a sentirse molestos.” (José
Luis Guerrero. 1990)
La historia hispanista
dice que Cortés salió de Tenochtitlán y dejó a Alvarado al mando de los hombres
que se quedaron en la ciudad de Tenochtitlán. Esto, para lavar las manos de
sangre y de torpeza criminal al conquistador, pues según esta versión afirma
que cuando Cortés estaba en Veracruz, la nobleza mexica le pidió a Alvarado
permiso, para realizar una festividad en la plaza central de Tenochtitlán. Por
la tarde llegaron más de cinco mil mujeres y hombres, la clase dirigente,
ricamente ataviados con oro y totalmente desarmados, para bailar en la gran
plaza. Los españoles al ver esto, mandaron cerrar las cuatro puertas de la
plaza amurallada y a cuchillo mataron a mujeres y hombres para despojarlos de
sus joyas.
“Inmediatamente
cercaron a los que bailaban, se lanzan al lugar de los atabales [tambores]: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos
brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al
momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas
los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron
cabezas; les rebanaban la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero
a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron
sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a
los de allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había
algunos que aún en vano corrían:
iban arrastrando los intestinos y parecían enredares los pies en ellos.
Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse.
Pues
algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros
escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se entrometieron entre
los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentaron ser muertos, se
salvaron. Pero sí entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La
sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha
encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que
parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera
en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas,
buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí;” (Informantes de Sahagún).
En el siguiente relato
indígena encontramos una tenue muestra de las matanzas que hacían los
españoles. Este fue el gran error de los españoles, pues muchos de los mexicas
desde el primer momento querían exterminar a los españoles, sobre todo,
aquellos fanáticos de Huitzilopochtli, pero el Tlatócan no lo permitió. Pero al
darse la matanza la gente del pueblo reaccionó enérgicamente y se fueron a las
armas.
“Y
cuando se supo afuera, empezó la gritería: ¡Capitanes, mexicanos... venid
acá! ¡Que todos armados vengan:
sus insignias, escudos, dardos! ... ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son
los capitanes, han muerto nuestros guerreros!...
¡Han sido aniquilados, oh
capitanes mexicanos!
Entonces
se oyó el estruendo, se alzaron gritos, y el ulular de la gente que se golpeaba
los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes, cual si hubieran
sido citados: traen sus dardos, sus escudos.
Entonces
la batalla empieza: dardean con venabolos, con saetas y aun con jabalinas, con
arpones de cazar aves. Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan. Cual si
fuera capa amarilla, las cañas sobre los españoles se tienden.” (Informantes de Sahagún).
Los españoles entonces
se refugian en la casa de Moctezuma y le ponen grilletes. Estando rodeados los
invasores al frente de Alvarado, dice la historia escrita por los españoles,
que Cortés regresó y que mansamente lo dejaron entrar al cerco. Que la ciudad
estaba desierta y que entraron sin ningún problema.
Esto es realmente
imposible de creer e ilógico. Es difícil entonces explicar, por qué Cortés
inmediatamente después de llegar al centro de la ciudad, trata de salir del
cerco. Todo Tenochtitlán estaba en pie de guerra y el Tlatócan, había depuesto
a Moctezuma y había nombrado en su lugar a Cuhitlahuac como nuevo tlatuani. Es
una mentira que los mexicas dejaron entrar a Cortés a la ciudad, donde por las
calles, resultaban un fácil blanco militar.
Lo más lógico de
suponer, es que Cortés venció a Narváez y al regresar a la ciudad de
Tenochtitlán, él mismo ordenó la matanza. Carnicería absurda, pues como ya
sabemos, en primer lugar, que el propio Moctezuma juró obedecer a los
españoles, y en segundo lugar; para los indígenas el oro no tenía el valor que
los españoles le daban; por lo cual hubiera bastado que los españoles les
hubieran pedido el oro, y seguramente todos lo hubieran entregado sin
resistencia.
EL MISTERIO DE “LA NOCHE TRISTE"
Sea como fuere, cercados los españoles
y Moctezuma depuesto por el Tlatocan, los mexicas tenían rodeados a los españoles
y sus aliados. Cortés intentó huir una noche en la que caía una gran tormenta,
cuando fueron descubiertos y diezmados, en la famosa batalla de “La Noche
Triste”, (el nombre oficial de la
batalla, revela el origen de quien la escribió, pues fue triste para los
españoles, más no para los mexicas). Sorprende encontrar en nuestros días como
la cultura dominante a través de la SEP, mantienen en los libros de texto el
concepto de “La Batalla de la Noche Triste” y nos demuestra que el Estado
mexicano es eminentemente colonial. La historia oficial, miente y es
tendenciosa. Deforma y coloniza a los niños mexicanos.
“La
derrota tuvo proporciones de exterminio: aunque Cortés pretende reducir a 150
los españoles muertos, Bernal Díaz menciona 870, es decir, la gran mayoría,
amén de los más de los indios aliados. La victoria pues fue aplastante para los
mexicanos aun del punto de vista español, y, como siempre, sólo mediante el
auxilio divino pudieron explicarse el no haber sido totalmente liquidados. Con
un poco más de escepticismo para aceptar aliados sobre naturales podríamos
preguntarnos: ¿Por qué, en realidad, no los ultimaron?”. (José Luis Guerrero. 1990).
Este es otro de los
grandes misterios de nuestra historia. Por qué los mexicas dejaron a los
españoles que se refugiaran en Tlaxcala y no los persiguieron y acabaron, por
qué esperaron pacientemente, sin hacer nada, a que Cortés y sus hombres se
curaran, se aliaran con los pueblos vecinos de Tenochtitlán, se armaran y
construyeran tres barcos, para asediar con posterioridad a Tenochtitlán.
“Fernando de Alva
Ixtlixóchitl, prácticamente fue el verdadero conquistador de Tenochtitlán, pues
gracias a él Cortés dispuso de tropas poco menos que ilimitadas -casi medio
millón de guerreros- contra los, cuando mucho, 50 mil de Cuauhtémoc.” (José
Luis Guerrero. 1990).
Para poder plantear una respuesta
descolonizada debemos entender que la invasión de los españoles, para los
mexicas significaba un conflicto religioso-ideológico. Puede ser probable que
los mexicas, orgullosos de sí mismos, fieles a su dios tutelar Huitzilopochtli,
conscientes de la trasgresión a Quetzalcóatl, practicantes de los sacrificios
humanos; hayan decidido altivamente inmolarse en Tenochtitlán y aceptar el
castigo divino que representaba la lucha en contra de los enviados de
Quetzalcóatl, porque ellos sabían que sus vecinos ante los acontecimientos y
temerosos de la fuerza de Quetzalcóatl, se estaban uniendo a
“Cortés-Quetzalcóatl-Carlos V” para caer sobre ellos.
LA CAÍDA DEL ÁGUILA Y LA GUERRA DE
RESISTENCIA
Sea como fuere, la ciudad de México
Tenochtitlán cayó después de resistir 80 días heroicamente. Sin agua, alimentos
y sin ningún auxilio posible, peleando casa por casa, cientos de miles de
aliados indígenas y un puñado de españoles tomaron la ciudad el 13 de Agosto de
1521. Cuauhtémoc fue hecho prisionero y se concluyó el sitio.
“Y
cuando aquellos fueron hechos prisioneros, fue cuando comenzó a salir la gente
del pueblo a ver dónde iba a establecerse. Y al salir iba con andrajos, y las mujercitas
llevaban las carnes de la cadera casi desnudas. Y por todos lados hacen rebusca
[de oro] los cristianos. Les abren las faldas,
por todos lados les pasan la mano, por sus orejas, por sus senos, por sus
cabellos.” (Texto anónimo de Tlatelolco. 1528).
Lo que vino después, sólo
pudo ser posible por la barbarie española y la confusión y rencor de los
aliados indígenas. Los españoles encabezaron el saqueo, destrucción y ejecución
de los mexicas, para quienes no existió ninguna compasión. Las atrocidades que
cometieron, tanto los españoles como sus aliados indígenas no han sido
documentadas cabalmente, pero resulta muy fácil deducirlas.
“Fue cuando le quemaron los pies a
Cuauhtemoctzin.
Cuando apenas va a amanecer lo
fueron a traer, lo ataron a un palo
en casa de Ahuizotzin en
Acatliyacapan.
Allí salió la espada, el cañón,
propiedad de nuestros amos.
Y el oro lo sacaron en
Cuitlahuactonco, en casa de Itzpotonqui.
y cuando lo han sacado, de
nuevo llevan atados a nuestros príncipes hacia Coyoacán.
Fue en esta ocasión cuando
murió el sacerdote que guardaba
a Huitzilopochtli. Le habían
hecho investigación sobre dónde estaban los atavíos del dios y los del Sumo
Sacerdote de Nuestro Señor y los del Incensador máximo.
Entonces
fueron hechos sabedores de que los atavíos que estaban en Cuauhchichiloco, en
Xaltocan; que los tenían guardados unos jefes.
Los
fueron a sacar de allá. Cuando ya aparecieron los atavíos, a dos ahorcaron en
medio del camino de Mazatlán... Allá ahorcaron a Macuilxóchitl, rey de
Huitzilopochco. Y luego al rey de Cuhulacan, Pizotzin. A los dos los ahorcaron.
Y
al Tlacatécatl de Cuauhtitlan y al mayordomo de la casa Negra los hicieron
comer por los perros.
También
a unos de Xochimilico los comieron los perros.
Y
a tres sabios de Ehécatl, de origen tetzcocano, los comieron los perros.”
(Texto anónimo de Tlatelolco. 1528)
Cortés mandó destruir
piedra sobre piedra a la ciudad de Tenochtitlán, una de las ciudades más
grandes y mejor urbanizadas de aquellos tiempos, para de sus escombros, fundar
la capital de la Nueva España.
Significando
con ello, la destrucción y negación de la civilización vencida, que
inmediatamente fue proscrita y perseguida.
La civilización
anahuaca, una de las 6 civilizaciones más antiguas de la humanidad y con origen
autónomo, fue condenada aparentemente a desaparecer. El siguiente texto nos da
una idea de lo que sucedió:
“Ixtlilxuchil
[aliado texcocano de Cortés] fue luego a su
madre Yacotzin y diciéndole lo que había pasado [la derrota de los mexicas]
y que iba por ella para bautizarla, le respondió que debía haber perdido el
juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos de bárbaros como
eran los cristianos, a lo cual respondió don Hernando [Ixtlilxuchil ]
que si no fuera su madre la respuesta fuera quitarle la cabeza de los
hombros, pero que lo había de
hacer aunque no quisiese, que importaba la vida del alma
[Cristo-Quetzalcóatl ]; a lo cual respondió ella con blandura que la dejase
por entonces, que otro día se miraría en ello y vería lo que debía hacer; y él
se salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos donde ella estaba aunque
otros dicen que porque la halló en un templo de ídolos. Finalmente ella salió
diciendo que quería ser cristiana y llevándosela para esto a Cortés con grande
acompañamiento la bautizaron y fue su padrino el Cortés y la llamaron doña
María por ser la primera cristiana.”
(Códice Ramírez)
La conquista de México no terminó el
13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán. Los pueblos invadidos
mantendrán una resistencia permanente, desde la insurrección del Mixtón
(1541-1542) hasta la del EZLN en 1994. Unas veces intermitentes, violentas y
explosivas, otras de manera permanente, subterránea y silenciosa, pero la
resistencia siempre estará presente en estos cinco siglos de ocupación
colonial.
La Guerra de la Gran
Chichimeca, durante el período colonial. Las múltiples rebeliones de los
indígenas mayas y yaquis durante el siglo XIX y principios del XX, son las más
famosas, pero no necesariamente las únicas o las más importantes. La historia
oficial de los criollos, desterró y desvaloró las historias regionales. Dentro
de ellas, se encuentran muchas rebeliones indígenas. Por lo general muy
violentas y sangrientas, pero sin una organización de carácter regional de
mayor trascendencia. Generalmente fueron sofocadas a sangre y fuego, con todo
el poder del Estado y los rebeldes exterminados con saña inaudita.
Lo interesante y
novedoso de la rebelión de los indígenas mayas de Chiapas y el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional en 1994, es que es una insurrección armada que
declara la guerra al gobierno federal, pero no combate. Lo segundo es que, por
primera vez en estos cinco siglos de invasión colonial, los indígenas han
procurado extender su levantamiento a otros pueblos indígenas y se vinculan con
la sociedad civil no indígena, además de darle un carácter internacional a su
lucha.
CRIMEN DE LESA HUMANIDAD
La estabilidad cósmica y la armonía
social en la que habían vivido, por lo menos durante tres mil años fueron rotas
violentamente. El universo y el mundo se colapsaron de súbito. De poseer la
calidad de ser humano, de vivir como pueblos soberanos y pueblos libres, de ser
herederos de una civilización de más de siete milenios, los indígenas pasaron
violenta y rápidamente a bajar a la calidad de animales. Su nueva condición era
de ser derrotados y esclavos. Su religión y su cultura, pasaron a ser
perseguidas y negadas.
“Tras la caída de los dioses y el
desquiciamiento del orden cósmico, vino la perturbación del orden humano, la
conversión violenta de los señores de la tierra en servidores de los
conquistadores, y la alteración de sus tradiciones y formas de vida. La
violencia y el cambio substituyeron la estabilidad del orden antiguo, de manera
que la irrupción cotidiana de la violencia acentuó la sensación de vivir una
alteración del tiempo, un “tiempo loco”, una era de cataclismo total...”.
(Enrique Florescano. 1987)
Los mexicanos contemporáneos, por efecto de la
colonización mental y cultural que hemos sufrido a lo largo de estos cinco
siglos, no podemos dimensionar cabalmente el tamaño de la tragedia que vivieron
nuestros antepasados y lo que ha significado y significa para nosotros como
pueblo y como seres humanos. Y por efectos de la educación colonizada, al
parecer no nos importa. El sistema educativo oficial, los medios masivos de
difusión, los intelectuales, artistas e investigadores están de tal manera
deformados, que unos refuerzan la colonización y los otros no tienen la
capacidad de romper la inercia de la colonización mental. Pero esta “hecatombe”
cimbró totalmente el mundo indígena conocido hasta antes de la invasión, el
mundo de nuestros Viejos Abuelos y nos sigue marcando hasta nuestros días.
Otros pueblos en la historia de la humanidad han sufrido
cataclismos similares y al paso del tiempo han logrado recuperarse. Sean por
causas humanas o producto de la naturaleza. Pero la diferencia sustancial con
nuestro pueblo fue la saña brutal, la violencia deshumanizada y la absoluta
intolerancia, con la que sistemáticamente los conquistadores primero y después
los colonizadores, destruyeron la cultura y la identidad de los vencidos a
través de borrar su memoria histórica, desaparecer sus lenguas, minimizar y
desvalorizar sus conocimientos, despojarlos de los espacios físicos, sagrados,
sociales y religiosos, y destruir y perseguir a su milenaria religión, matar a
sus sacerdotes y destruir sus templos. Nunca en la historia de la humanidad se
ha quitado a un pueblo, durante cinco siglos, su condición de seres humanos y
su cultura. Este drama no sucedió hace cinco siglos, por desgracia es la
cotidianidad en la vida nacional de muchos mexicanos, ahora matizado y
subliminal, pero con el mismo objetivo y resultado. Oprimir, enajenar y
explotar al pueblo de la civilización vencida.
"Mis dedos están
rígidos por la edad. Ya no puedo escribir. La humanidad ignorará siempre lo que
ha sido de este gran pueblo. Nuestra civilización le ha asentado un golpe tan
duro que no podrá levantarse y puede ser que jamás se sepa que gran altura
intelectual había alcanzado”. (Fray Bernardino de Sahagún)
El desconocimiento del pasado indígena, la incapacidad
de “recordar”, la vergüenza por la raíz indígena, el desprecio a lo propio y la
exaltación de lo ajeno, el ser educados en la casa y en la escuela como
“extranjeros incultos en su propia tierra”, se pueden explicar solamente a
través de la sistemática negación del pasado. Porque la negación del pasado es
la negación de sí mismo. Sí un pueblo no conoce su historia no se conoce a sí mismo.
Es ajeno a su destino.
“El primer efecto de la
Conquista sobre la memoria indígena fue la destrucción de ese sistema estatal
de control sobre el pasado. El segundo fue la represión de todo intento de los
vencidos para expresar y articular su memoria. A partir de la Conquista la
trasmisión del pasado indígena se produjo en un campo de tensión creado por la
sola presencia del conquistador, en un clima de represión general que ahogó las
formas de recordación del pasado distintas a las impuestas por el vencedor. A
ello se debe que la mayor parte de los sistemas ideados por los indígenas para
preservar y transmitir su pasado se hicieran ocultos, se disfrazaran a menudo
con ropajes cristianos, o se encerraban en prácticas secretas.” (Enrique
Florescano. 1987)
Lo que se evita decir a toda costa en
la sociedad mexicana, es que se conforma con un pequeño grupo de vencedores y
una inmensa mayoría de vencidos. Se esconde la verdad y se disfraza de un
“romántico encuentro” de dos culturas. A los poseedores del dinero, los
criollos neocolonizadores no les gusta que a los vencidos-colonizados se les
recuerde su pasado. Y mucho menos, la forma deshumanizada en la que han tratado
de destruir a la civilización conquistada. Esta es la razón por la cual la
mayoría del mexicano común desconoce su historia.
16
. LA COLONIA.
A partir del 13 de
Agosto de 1521 en lo que hoy es México; las leyes, las instituciones y las
autoridades, producto de más de 7 mil quinientos años de desarrollo cultural y
civilizatorio; Que sirvieron para estimular el desarrollo de nuestros Viejos
Abuelos, fueron desechadas y proscritas. En su lugar, primero el conquistador y
luego el colonizador, impusieron sus propias leyes, instituciones y
autoridades, que no eran las de España. Este nuevo orden jurídico y social,
estaba diseñado especialmente para regular la explotación de los vencidos y sus
recursos naturales, a mano de los españoles y en favor de la corona española. Este
orden colonial se mantiene hasta nuestros días de manera maquillada, pero igual
de eficaz.
Los indígenas, vencidos
y los aliados de los invasores, pronto se dieron cuenta de su grave error, pero
era ya muy tarde. La sociedad colonial hispánica nace en México, en las
personas de los conquistadores. Ayer la escoria más ruin de la España Medieval,
aventureros ignorantes y voraces miserables; hoy convertidos en grandes
“Señores”, en algunos casos, con más riqueza y gente a su servicio que la
propia nobleza española. Los pleitos y las intrigas serán comunes entre los mismos
conquistadores primero, y después con la burocracia real y los comerciantes e
inversionistas, que inmediatamente empezaron a llegar, desplazaron a los
conquistadores y a sus descendientes.
Estas historias son una
“tragedia” para muchos conquistadores que se vieron desplazados por los
burócratas y cortesanos que empezaron a llegar a La Nueva España. El caso más
evidente, es el del propio Hernán Cortés. Sus problemas con el Virrey Antonio
de Mendoza, sus excesos y sus enemigos, lo alcanzaron al final de su vida.
Murió en España el 2 de diciembre de 1547, a los 62 años, sin gloria alguna,
pobre y perseguido por la justicia ya que sus enemigos lo sometieron a un largo
y burocrático “juicios de residencia”.
El despojo, la
injusticia, la ilegalidad, la violencia, fueron los cimientos con los que se
construyó la Colonia en México; y esto, no sólo con los indígenas y negros,
sino con los propios españoles criollos, lo que tres siglos después producirá
la guerra de independencia, entre criollos y españoles.
“A
los españoles también dañó profundamente [el
oro], si no en lo físico en lo moral. Cortés no sólo robó todo lo que pudo a
sus propios soldados, como ya vimos, sino que también halló el modo de
extorsionarlo a sus propios aliados, a quienes todo debía. Fernando de Alva
Ixtlixóchitl da fe que cuando su bisabuelo homónimo solicitó que liberara a su
hermano Coanacochtzin, Cortés se negó, alegando que era prisionero del rey, y
cuando le suplicó que al menos le quitara los grillos que lo tenían llagado,
Cortés accedió, pero a cambio de oro contante y sonante.” [José Luis
Guerrero. 1990.]
Durante estos
trescientos años, los pueblos indígenas fueron tratados, primero como animales,
hasta que se demostró jurídicamente en el Vaticano que tenían alma, y después
como seres primitivos vencidos, que no tenían ningún derecho en el nuevo orden
colonial. Se les trató de exterminar, no sólo físicamente, sino se
fundamentalmente se trató de destruir sus culturas y su civilización.
“Sepúlveda utilizó las obras de los
primeros cronistas de Indias, particularmente las de Oviedo, para demostrar la
superioridad de la civilización española sobre las culturas americanas y para
denigrar a los indígenas. Con los datos de Oviedo y las concepciones
humanísticas acerca de los pueblos civilizados, mostró que los indios
americanos carecían de ciencias, escritura y leyes humanitarias, lo cual los
incapacitaba para constituir sociedades justas y racionales. Por el contrario,
señaló que era adictos a la idolatría y practicaban sacrificios humanos y el
canibalismo, acusaciones que hoy se asemejarían a las de crímenes contra la
humanidad. Como carecían de las cualidades indicativas de la vida civilizada,
merecían ser subyugados y gobernados por los españoles.” (Enrique Florescano.
1987)
Los indígenas perdieron
la libertad, el derecho a educarse,
mantener su cultura, su idioma, la propiedad de la tierra y de todas sus
posesiones materiales y espirituales; las mujeres fueron sistemáticamente
violadas y los hombres y niños fueron obligados a realizar trabajos forzados
hasta la muerte sin ninguna paga, más que la evangelización. Las leyes, las
autoridades y las instituciones muy pocas veces estuvieron de su parte. Estas
son las raíces más profundas del país que crearon los criollos posteriormente
en 1821 y explican hasta la actualidad, la pobreza e injusticia que vive
México.
“En
Chichicapan, no sólo fatigaron a los indios con el trabajo de las minas y los
repartimientos, sino que destruyeron las sementeras, talaron los campos y se
apoderaron del ganado y demás bienes de los escasos vecinos [indios] que quedaron vivos. Cuando el laboreo de las minas cesó, el
templo y el convento estaban casi en ruinas, el asiento del pueblo convertido
en pantanos, y los campos repartidos entre los mineros [españoles], que
lo habían aprovechado para estancias de ganado. Aun mucho después, Burgoa tuvo
que demandar a un español, dueño de una de estas estancias, porque no
satisfecho con el terreno que había usurpado, se apoderaba del ganado de
algunos miserables indios con el pretexto de que ‘las mulillas y machuelos de
éstos [de los indios] eran hijos de sus burros’, lo que tampoco era
cierto.
Los
abusos de los repartimientos no eran privativos del valle de Oaxaca, pues de la
misma o de distinta manera eran siempre vejados en sus intereses los indios de
la Sierra y de la Mixteca. Aquel fácil y lucrativo comercio que habían
inventado los españoles, de vender sus mercaderías, distribuyéndolas por fuerza
entre los indios, aunque no las necesitasen, a precios obligatorios señalados
al arbitrio del vendedor, estaba muy extendido y perseveró hasta el último
siglo de dominación española.” (José Antonio Gay. 1881)
Los españoles no
cancelaron el sistema de tributos aztecas, por el contrario, lo hicieron más
pesado y lo extendieron, poco a poco, a todos los confines de México. Desde el
siglo XVI los pueblos originarios han sido condenados a través de la injusticia
al despojo, la marginación y la explotación física y de sus recursos naturales
en favor de sus colonizadores. Se supone que de 1521 a 1621, los españoles
cometieron uno de los mayores genocidios de la
humanidad, exterminando a cuchillo, con trabajos forzados y especialmente
con enfermedades que trajeron de Europa, a 20 millones de seres humanos. México
no volvió a tener esta población, hasta la década de 1940.
“Estos
indios, escarmentados por los sufrimientos que tuvieron, llegaron a cobrar gran
odio a los blancos, confundiendo en una común malevolencia también a los
sacerdotes. Juzgaban que el oro era el único móvil de los primeros; y así,
resolvieron llenarles las manos de riquezas, guardar exteriormente todas las
formalidades de cristianos y continuar en lo privado sus viejos usos.” (José Antonio
Gay. 1881)
Sin embargo, los Viejos
Abuelos, a pesar de los pesares, y en una prodigiosa y heroica lucha de
resistencia, lograron mantener viva su cultura milenaria, en el abigarrado y
complejo sincretismo cultural; no sólo en las comunidades indígenas y
campesinas del presente, sino en la misma sociedad mestiza. Podemos suponer que
en el siglo XVI, en vez de haber un “descubrimiento” hubo un “encubrimiento”.
Que los españoles estructuraron un férreo sistema colonial, para extraer la
riqueza de México y muy pocas veces, para desarrollar y mejorar a sus
habitantes originarios y su civilización milenaria. Sin embargo, pese a la
adversidad, los Viejos Abuelos iniciaron un descomunal e inteligente sistema de
resistencia cultural al someter a las leyes, autoridades e instituciones a la
corrupción. En efecto, el proyecto de crear La Nueva España, de los restos del
Anáhuac, nunca se pudo cumplir cabalmente, por la corrupción en la que se
vivió.
“De
esta manera la forma corrupta en que se implementó el orden colonial, tanto
entre los españoles como en contra de los indios, permitió que nunca se
consolidara el nuevo proyecto civilizatorio. Los propios españoles corrompieron
la ley, las instituciones y la autoridad; esto permitió de alguna forma la
supervivencia de la cultura indígena, quienes implementaron desde una elaborada
y compleja estrategia de resistencia, que tenía dos grandes vertientes. La
primera era tratar de conservar de manera “disfrazada o camuflajeada”, los
valores más importantes de su cultura ancestral en el nuevo orden colonial; y
la segunda fue, corromper lo más que se
pudiera las leyes, instituciones y autoridades de sus opresores, sabedores de
que era el único medio que tenían a su alcance para enfrentar a los españoles,
y sabotear el proyecto de la construcción de la Nueva España, donde ellos no
tenían cabida.” (Guillermo Marín. 2001)
El período colonial, lejos de vivir una
resignada paz, fue una escabrosa adaptación de un pueblo que había vivido en
soberana libertad por miles de años, transitando a través de una sólida
educación familiar y una rígida y escrupulosa estructura social; con respetadas
y antiquísimas normas morales, sociales, éticas y religiosas, con antiguas
leyes, con solventes instituciones y con honestas autoridades reconocidas y
aceptadas; A una nueva realidad, en la que los pueblos invadidos y vencidos, no
tenían ningún derecho. Sus Leyes, Instituciones y Autoridades fueron
brutalmente destruidas y desmanteladas, en su lugar el invasor impuso aquellas
que les servían para la explotación.
Durante los últimos quinientos años, primero los indígenas y luego los
mestizos han creado, recreado y mantenido una amplia y compleja “cultura de
resistencia”. Como diría el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, “incorruptibles en
los espacios propios y sumamente corruptos en los espacios ajenos”. Sí, pero
no.
“Así, la conformación de la sociedad
novohispana fue un proceso tortuoso, conflictivo, con múltiples ensayos,
experimentos y fracasos. Fue el
resultado de las polémicas de teólogos y juristas sobre la naturaleza de “los
justos títulos” del rey al dominio de las Indias; de los desacuerdos y pugnas
entre colonos, funcionarios y religiosos; de la necesidad de adecuar
instituciones españolas al nuevo entorno. Y sobre todo, de las dificultadas
prácticas de gobernar y controlar una numerosa población indígena que, aunque
vencida, no había sido asimilada y frecuentemente presentaba una resistencia
mucho más eficaz de lo que podría pensarse, aferrándose a sus tierras, formas
de gobierno, creencias y costumbres.” ( Felipe Castro. 1996)
El periodo colonial
representa para las comunidades indígenas un verdadero holocausto. La historia
de las permanentes rebeliones no fue registrada en la “historia oficial”. Sin
embargo, cada pueblo y en diversas formas, mantuvieron diferentes tácticas de
resistencia, porque a pesar de la misma matriz cultural de los vencidos, éstos
no actuaban homogéneamente.
“Así
como no todos los grupos étnicos reaccionaron de manera uniforme ante el
avasallamiento, en el interior de cada uno hubo distintas respuestas... como la
huida hacia zonas de refugio, la migración temporal o permanente, el repliegue
en el espacio comunal, el aprovechamiento de las ventajas relativas que les
daba el propio sistema legal español, el bandolerismo y el tumulto...Todas
fueron variantes de un mismo propósito: sobreponerse a la brutal conmoción
provocada por la conquista, sobrevivir, mantener cierta autonomía, reconstruir
su identidad... Los españoles mostraron una voluntad hegemónica que iba más
allá de la ambición puramente material; para ellos, el sometimiento de los indios
era un objetivo en sí mismo... A la vez, los indígenas renunciaban a los
aspectos exteriores, más visibles y por ende más expuestos de su cultura. Se replegaban dentro de cada comunidad,
trataban de reducir al mínimo el contacto con los españoles, procuraban
escamotear su vida interna de los ojos inquisitivos, delegaban la
representación colectiva de sus intereses y el espinoso problema de tratar con
los amenazantes poderes externos al reducido grupo de los oficiales de
república... En conjunto, los pueblos elaboraron su propia versión del
“obedezco pero no cumplo”: la sumisión y respeto a las autoridades civiles o
eclesiásticas eran casi tan grandes como la falta de ejecución real de sus
órdenes. Marcello Carmagnani
señala atinadamente que hablar de “resistencia pasiva” resume en forma poco
clara esta lucha diaria, que se centraba en asuntos aparentemente menores pero
que apuntaba hacia la reconstrucción de su identidad étnica, y en este proceso
reelaborar y proyectar al futuro un patrimonio común, una nueva cultura
diferente de la prehispánica pero no por ello menos india que la precedente.”
”Los
españoles mostraron una voluntad hegemónica que iba más allá de la ambición
puramente material; para ellos, el sometimiento de los indios era un objetivo
en sí mismo.”
“Todas
(las rebeliones) fueron variantes de un mismo propósito: sobreponerse a la
brutal conmoción provocada por la conquista, sobrevivir, mantener cierta
autonomía, reconstruir su identidad.” (Felipe Castro. 1996)
El dominio español en la
colonia fue abrumador y absoluto, llegando a extremos tan inhumanos, que sólo
evidencian la miseria espiritual de los propios españoles que realizaron la
invasión. Para finales de la Colonia se calcula que en la Nueva España existían
aproximadamente 6 millones de personas, de ellas, según el censo de 1793 había
8 mil peninsulares, que controlaban el poder político, económico y social de
toda la población.
Los trescientos años de
Colonia fueron un verdadero infierno para los pueblos invadidos. Toda su
cultura, conocimientos y su historia milenaria, pasaron a ser representaciones
demoníacas. En la práctica no tuvieron ningún derecho ante la ley del
colonizador. Su lugar en el nuevo orden era de esclavos y de seres primitivos,
en permanente sospecha y desconfianza; dado que la cultura indígena siempre
representó para los españoles, además de un atraso, una liga con lo diabólico y
lo perverso.
“La vitalidad del antiguo sustrato
cultural está presente en las prácticas que los antropólogos han llamado
sincretismo. Estas revitalizaciones de la antigua cultura buscan incorporarla
en el presente por el procedimiento de encubrirla con un barniz cristiano que
permita su aceptación en la sociedad dominante.” (Enrique Florescano. 1987)
Sin embargo, para el
siglo XVIII los criollos iniciaron una conciencia de “la patria”, en
contraposición con los gachupines. El malestar que surgió a mediados del siglo
XVI entre los hijos de los conquistadores nacidos en México y los españoles que
llegaban de ultramar a “hacer la América” y que tuvo en Francisco Javier
Clavijero al primer historiador “criollo-mexicano”, quien empieza a reclamar La
Nueva España para los criollos. Clavijero escribe “La Historia Antigua de
México”, pero a diferencia de los misioneros y conquistadores, Clavijero le
empieza a dar a la historia antigua del Anáhuac una pertenencia al espíritu
rebelde que se gestaba en los criollos de la Nueva España. En la dedicatoria
del texto escribe “Una historia de México escrita por un mexicano”.
“A ese conjunto de valores y símbolos
integradores, los criollos del siglo XVIII le agregaron la idea de que la
patria tenía un pasado remoto, un pasado que al ser asumido por ellos dejó de
ser sólo indio para convertirse en criollo y mexicano.
Así,
al integrar a la noción de patria la antigüedad remota, los criollos
expropiaron a los indígenas su propio pasado e hicieron de él un antecedente
prestigioso de la patria criolla. La patria criolla disponía ahora de un pasado
remoto y noble, de un presente unificado por valores culturales y símbolos
religiosos compartidos, y podía por tanto reclamar legítimamente el derecho de
gobernar su futuro”. (Enrique Florescano. 1987)
En el proyecto de
construir “La Nueva España”, a los indígenas sólo se les permitió poner la mano
de obra y sus recursos naturales gratuitamente, las ideas eran totalmente
importadas de Europa. A los pueblos indígenas se les condenó a perder sus
idiomas, su memoria histórica, sus conocimientos, sus espacios físicos y
sociales, y desde luego su religión, y para el siglo XVIII los criollos
empezaron a expropiarles hasta la historia antigua. Tenían que dejar de ser lo
que habían sido por milenios, para pasar a ser resignados y sumisos esclavos de
los colonizadores. El proyecto fue literalmente desaparecer todo vestigio de la
milenaria civilización originaria. Sin embargo, no fue así. El árbol milenario
de la civilización del Anáhuac fue derribado por el colonizador con el leguaje
del hacha. Pero la raíz que se guarda bajo la madre tierra, mantuvo con vida al pedazo de tronco que tercamente
permaneció. Y de lo más profundo llegó con fuerza impetuosa la vida y el tronco
floreció. La civilización del Anáhuac no murió y sobrevivió a la Colonia.
REFLEXIÓN JURÍDICA DE LA CONQUISTA Y COLONIA
La “historia oficial” es totalmente hispanista, fundamentalmente porque
se trata de hacer creer al pueblo que la invasión y explotación que se viene
haciendo de los pueblos del Anáhuac es algo “normal y correcto”. Que así fue y
sigue siendo un modo ético y moral de hacer riqueza a partir de la injusticia,
el despojo y la violencia a los más débiles y los legítimos herederos de estas
tierras y esta civilización.
Sin embargo, desde el mismo Siglo XVI los hombres más honestos,
preparados y preclaros de España señalaron aguadamente que se estaba cometiendo
un crimen de lesa humanidad sobre los pueblos invadidos y colonizados.
No fue uno, sino muchos intelectuales y honestos evangelizadores que al
conocer las grandes atrocidades que estaban cometiendo los hombres más bárbaros
e ignorantes en nombre de Dios y de la corona española, elevaron sus protestas
y alegatos, tanto al Vaticano como al rey de España.
Por supuesto que los intereses de los conquistadores y colonizadores
lograron acallar estas voces españolas humanistas y sensatas, que exigían que
se detuviera la barbarie y la injusticia. Los intereses económicos pesaron más
que la inteligencia y el amor a Dios. Como en nuestros días, los intereses
económicos y políticos pesan más sobre la verdadera historia de México, que dar
a conocer al pueblo la injusticia en la que hemos vivido estos cinco siglos de
vencedores y vencidos. La “historia oficial” pretende mantener ignorantes y
ajenos a los mexicanos de su historia y su cultura Madre. Dado que la riqueza
de unos cuantos criollos, se sustenta en la ignorancia y la enajenación de todo
un pueblo.
Personajes como Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Domingo de Soto, Toribio de Benavente,
Vasco de Quiroga, Juan de Zumarraga, Alonso de la Vera Cruz, John Mair, Juan
Ramírez y Tomás Mercado, entre muchos otras voces concientes se opusieron e
hicieron críticas muy bien fundamentadas del porque era ilegal e injusta la
conquista y la colonización.
En general los intelectuales y religiosos afirmaban que ni el Papa ni el
emperador eran dueños y señores del planeta. Mucho menos de las personas que en
ella vivieran y menos aún de sus propiedades terrenales.
Que el rey de España no tenía ningún derecho de hacerles la guerra,
invadirles y aún menos, esclavizar a los indígenas, pues ellos no habían
ofendido a la corona, ni habían agredido o invadido los bienes o territorio
español, además de que no eran súbditos de la corona española y como
desconocían la religión, el Papa no tenía ningún derecho sobre ellos, sus
tierras y posesiones materiales. El Papa en el último de los casos podía tener
alguna autoridad sobre las almas de los indígenas, más no sobre sus bienes
materiales.
Que los españoles no podían tratar como infieles a los indígenas, pues
ellos nunca habían conocido la palabra de Dios. Jurídicamente los indígenas
estaban libres de pecado y lo único que si podían hacer los españoles, es
hacerles la guerra si no se dejaban evangelizar, pero que esta guerra no les
daba el derecho a la corona y a los españoles de esclavizar y quitarles sus
tierras y pertenencias a los indígenas.
Que los indígenas tenían sus propia organización social y jurídica. Que
tenían sus propias autoridades, leyes e instituciones, por lo que no se les
podía imponer las leyes, autoridades e instituciones que la corona había
diseñado para sus colonias. Por lo cual podrían ser incorporados al reino de
España en calidad de súbditos, sí ellos lo deseaban, pero que era ilegal e
inmoral esclavizarlos y destruir su sociedad y cultura.
Que no existe justificación para hacerles la guerra a los indígenas por
el pretexto de evangelizarlos y menos aún la encomienda y el repartimiento,
pues lo único que generaba era un rechazo total de los indígenas a la verdadera
palabra de Dios. Que los excesos, injusticias, robos y violaciones de los
españoles, además de contraponerse a la Ley de Dios, eran una gran
contradicción a la evangelización, pues en general, los españoles que venían a
hacer riqueza a la Nueva España, estaban muy lejos de ser “buenos cristianos y
hombres honrados y decentes”.
“La quinta razón (de
Juan Ramírez) es que el trabajo que se da a los indios es contrario a la Ley de
Cristo, quien habla de un “yugo suave y carga ligera”. En efecto, los
encomenderos les dan cargas tan pesadas que caen bajo ellas y a veces llegan
hasta morir por los trabajos. Comenta el padre Ramírez que los indios se
encuentran “en mayor y dura servidumbre que la que tuvieron los hijos de Israel
en Egypto debaxo del rey Faraón, porque aquellos servían en tierra agena a los
naturales y los indios en su propia tierra sirven a los extrangeros,
tratándolos peor que si fueran esclavos, […] siendo libres vasallos de los
reyes de España. Lo son porque han aceptado bautizarse, aunque “el nombre de christianos
entre los indios no es nombre de religión, sino nombre aborrecible, por los
malos ejemplos que les han dado los que se llaman christianos […] Los mismos
virreyes se hacen de la vista gorda, por interés, para no percatarse de que a
los indios se les ha quitado injustamente su libertad, sus vidas y sus
haciendas.
La sexta razón es que la
opresión va en contra de la ley eclesiástica, pues la iglesia habló por su
pontífice, el papa Paulo III en 1537, cuando en su breve apostólico declaró que
los indios era hombres verdaderos, capaces de religión y libres, con legítimas
posesiones y dominios.” (Mauricio Beuchot. 1992)
A todas luces, la conquista y colonia que se comenzó en 1519 y que sigue
dándose hasta nuestros días es injusta, ilegal e inmoral. La historia oficial a tratado de justificar y pasar como algo
natural, lógico e histórico, que unos cuantos violentos se aprovechen de una
mayoría indefensa y pacífica. La sociedad mexicana es injusta, abusiva y
violenta, dado que sus cimientos coloniales (1521-1821), fueron utilizados por
los criollos para construir “su país” (1821 a la actualidad). La historia
oficial justifica la conquista y la colonización con un discurso lleno de
mentiras y verdades a medias. Nos habla de la heroica gesta de Colón y Cortés.
De una supuesta “independencia” y de la formación de una imaginaria “democracia”.
Cuando en vedad sólo se trata de ocultar un crimen y abuso permanente en contra
del pueblo y la civilización vencida.
La invasión y conquista que sufrimos los pueblos del Anáhuac es
injustificable. No sólo la del siglo XVI, sino la que se ha realizado a lo
largo de estos casi cinco siglos. El conocimiento de nuestra verdadera historia
es el vehículo que nos permitirá descolonizar nuestras mentes y nuestras
relaciones sociales, políticas y culturales.
17.
LA INDEPENDENCIA.
Durante los tres siglos
de Colonia, la injusticia y la desigualdad en el estricto sistema de castas, hacía inferiores en
oportunidades y derechos a los criollos (hijos de españoles nacidos en México).
Esto trajo como consecuencia que en el siglo XVIII, naciera un sentimiento de
sublevación de los españoles criollos en contra de los españoles peninsulares.
Los primeros, por el sólo hecho de haber nacido en estas tierras no tenían
derecho a ocupar los más altos cargos entre las autoridades civiles, militares
y religiosas; el poder, el comercio y la riqueza estaban celosamente
restringidos en manos de españoles peninsulares.
“Los primeros criollos, por el hecho
de que su posición y su prestigio se basara en las hazañas de sus padres,
estaban orgullosos de su ascendencia hispánica: su situación social y económica
descansaba en el prestigio de ser españoles y descendientes de conquistadores.
Este sustento original entró en crisis cuando la Corona atacó el fundamento de
su posición económica y social (las encomiendas), e instaló en el virreinato
una burocracia de funcionarios españoles que los excluyó de los puestos
directivos. A fines del siglo XVI, el resentimiento criollo ocasionado por el
continuo deterioro de su posición social se expresó en una animosidad acerba
contra los gachupines, los españoles que venían a hacer la América, permanecían
unos cuantos años en ella y regresaban a España enriquecidos.
A
esta frustración política se sumó un problema de identidad.” (Enrique Florescano. 1987)
A lo largo de los
trescientos años de Colonia estas “injusticias”, y no las cometidas en contra
de los indígenas, negros y mestizos, iniciaron el movimiento independentista.
Un puñado de criollos deseosos de participar plenamente en la explotación de
las riquezas coloniales, se puso a conspirar en contra del gobierno virreinal.
A España, en esos momentos Napoleón Bonaparte la había invadido y tenía presos
en Francia a Carlos IV, al heredero Frenando VII y a la familia real. Gobernaba
“Pepe Botella”, el hermano alcohólico de Napoleón y en teoría, las riquezas que
producían las colonias americanas de España, debían llegar a las arcas
napoleónicas. Pero los ingleses, los eternos enemigos de Napoleón, lo impedían
gracias a su poderosa flota naval, que en 1805 al mando del Almirante Nelson,
había vencido a las armadas de España y Francia, en la famosa Batalla de
Trafalgar, por lo que hacía muy difícil el contacto entre Europa y América. Los
ingleses no dejarían pasar la riqueza colonial, porque sabían que sería usada
para invadir a la propia Inglaterra.
“En 1808, España fue invadida por los
ejércitos de Napoleón y el rey Carlos IV y el heredero Fernando VII cayeron prisioneros de los franceses. Por primera
vez los habitantes de los reinos de España y de las Indias contemplaron azorados
la desaparición del vínculo real que los unificaba. En Nueva España, las
autoridades del virreinato declararon que la prisión de los monarcas no
cambiaba en nada “las potestades establecidas legítimamente y deben todas
continuar como hasta aquí”. Pero los criollos afirmaron que había una situación
política nueva, y señalaron que esta situación obligaba a plantear el problema
de en quién residía la soberanía y de quién la debería asumir en las
circunstancias del momento”. (Enrique Florescano. 1987)
Mientras los reyes se
encontraban presos por los franceses, las autoridades españolas peninsulares
hacían omnipotente su poder en
América, lo que aceleró el movimiento insurgente de los criollos, además de la corriente
liberal que se gestaba entre un sector importante de España. De esta manera
empezaron a brotar pequeños conatos insurgentes, encabezados por los criollos,
pero todos eran rápidamente sofocados; en parte porque no tenían respaldo
popular y en parte, porque tres siglos después, los españoles ya contaban con
un verdadero ejército organizado, disciplinado y armado, quien sofocaba de
inmediato las pequeñas sublevaciones criollas que carecían de sustento popular.
“Pero ahora cada vez son más numerosos
(los criollos) los que creen que las vías de reforma están cerradas, y que
precisa acudir a medios violentos. Los principios son los mismos manejados por
el partido criollo en 1808. Al año siguiente se encausa a Julián de
Castillejos, oficial criollo, por haber hecho un llamado al virrey Garibay para
formar una junta a nombre de Fernando VII, fundándose en que “en las actuales
circunstancias la soberanía reside en los pueblos”. En septiembre del mismo año
se descubre la conjura de Valladolid, encabezada por el capitán José María
García Obeso y don José Mariano Michelena, en la que figuran varios oficiales
criollos y miembros del bajo clero. Su plan consistía en juntar un congreso
formado por vocales de las villas, que guardara en depósito la soberanía real.”
(Luis Villoro. 1976)
Fue cuando los conspiradores
criollos del Bajío, decidieron invitar a un cura, para que él a su vez,
promoviera la rebelión entre los indígenas. Descubierta la conspiración y
próximos a ser detenidos es cuando da el Grito de Dolores, el cura Miguel Gregorio Antonio
Ignacio
Hidalgo y Costilla Gallaga (1753-1811). Es importante señalar que al final de la proclama, Miguel Hidalgo
echa vítores a los reyes de España. Los criollos independentistas se
mantenían ideológicamente cercanos a Fernando VII, preso por Napoleón en
Francia.
“El otro dirigente de la rebelión,
Allende, no puede seguir fácilmente el sesgo popular que la revolución ha
tomado. Sus desavenencias con Hidalgo se explican, más que por conflictos
personales, por su situación social ambigua. Allende no entiende ni aprueba las
condescendencias de Hidalgo con la plebe. Desde el comienzo se esfuerza en
transformar la rebelión en un levantamiento ordenado, dirigido por oficiales
criollos; pero su molestia llega al límite cuando el cura empieza a dejar caer
en el olvido la figura de Fernando VII. La actitud de Allende es el primer
signo de las vacilaciones de muchos criollos ante una revolución que tiende a
rebasarlos”. (Luis Villoro. 1976)
La propuesta consistía
en que los criollos pretendían liberarse del yugo peninsular, independizándose temporalmente de España,
por lo cual la Francia napoleónica, supuestamente no tendría derechos sobre la
Nueva España. Pera cuando Fernando VII, lograra su libertad y reinara
nuevamente en España, los criollos se reincorporarían a la corona española.
Desde luego con otra correlación de poder con los peninsulares. Esta fue la
verdadera intención de los criollos al inicio del movimiento insurgente y no el
de darles la libertad y la independencia, a los indígenas y a los negros.
Una prueba de lo
anterior es que cuando Hidalgo, al frente, no de un ejército, sino al frente de
una turba de indígenas enardecidos y violentados por trescientos años de explotación e injusticia, se
lanzan por todo el Bajío a destruir pueblos y asesinar a peninsulares, llegan a
enfrentarse a las puertas de la ciudad de México, en la famosa Batalla del
Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810; en donde supuestamente la versión
“oficial de la historia”, Hidalgo no se da cuenta que venció al poderoso
ejército virreinal al mando del teniente coronel realista, Torcuato Trujillo y
da la orden de retirarse, en vez de entrar y tomar la capital de la Nueva
España. Lo más probable es que Hidalgo sabía lo que estaba haciendo, supo que
ganó la batalla, pero decidió no tomar la ciudad por la matanza que harían los
indígenas incontrolables (no eran un ejército) de españoles indefensos. Miguel
Hidalgo y Costilla se retira y será perseguido por un nuevo ejército virreinal
hasta su captura. Muere fusilado el 30 de julio en Chihuahua.
En este proceso aparece
José María Morelos y Pavón (1765-1815). Su propuesta es diferente a la de Hidalgo, él sí
pretende una verdadera independencia de España y la creación de una nación
independiente, como las que estaban surgiendo en Europa y los
ya constituidos Estados Unidos de América. Pero debemos recordar que Morelos
era mestizo, después de sostener la guerra insurgente corre la misma suerte de
Hidalgo. El 5 de noviembre de 1815 fue
derrotado decisivamente en Temazcala, en donde fue aprehendido. Fue
llevado a México, en donde lo degradaron públicamente de sus investiduras
sacerdotales y lo sentenciaron a la pena de muerte. El 22 de diciembre fue
conducido a San Cristóbal, Ecatepec, en donde fue fusilado.
Toma la llama de la
causa insurgente Vicente Guerrero Saldaña (1782-1831), en lo que hoy forma el
estado de Guerrero, manteniendo una escuálida presencia insurgente. Guerrero
sin armamento, soldados adiestrados, con poco apoyo económico y después de 11
penosos años de insurrección, decide negociar con Agustín de Iturbide Arámburu (1783-1824), quien a la sazón, ha sido puesto por el virrey Juan Ruiz
de Apodaca (1754-1835) al frente de un numeroso ejercito, que terminará
definitivamente la menguada insurgencia en el Sur. Los españoles peninsulares
viendo que en España los liberales estaban peligrosamente ganado terreno en el
poder y para poner distancia de un gobierno liberal en España, deciden sumarse
a la independencia, proponiendo que la nación siguiera siendo católica, que la
gobernara una monarquía “moderada”, encabezada por Fernando VII o uno de sus
hijos y que se declarara a los criollos y peninsulares con igualdad de
derechos. De esta manera Vicente
Guerrero a través del “Abrazo de Acatempan”, acuerda unirse a Agustín de
Iturbide y con los dos ejércitos, regresar a la ciudad de México y consumar la
independencia. Como se ve, se puede hacer un seguimiento de la guerra de
independencia a través de las castas. Los criollos fueron Hidalgo e Iturbide, y
los mestizos Morelos y Guerrero.
La guerra de
independencia surgió como una pugna por el poder económico y político entre
españoles criollos y españoles peninsulares. La masa indígena fue usada como
carne de cañón y fueron los mestizos, quienes le dieron un verdadero sentido
independiente a la insurrección. Finalmente, fue un criollo el que traicionó a
los peninsulares y a los mismos criollos, al nombrarse emperador. Los indígenas
sólo sirvieron como chusma armada, tanto de unos, como de otros.
18
. El Siglo XIX
La supuesta independencia
no trajo cambios sustanciales para los mexicanos indígenas y mestizos y sí,
para los criollos. Durante el siglo XIX, no se canceló el sistema colonial
de explotación, tanto de los indios, como los campesinos mestizos,
siguieron sometidos por un feroz sistema colonial de explotación. La
independencia sólo fue política de España, más no económica y social. Ahora
Francia, Inglaterra y Alemania, penetrarán económica, política, social y
culturalmente a la nueva nación mexicana y los criollos, que encabezan esta
europeización del país, tendrán la vocación de modernizar y civilizar a los
hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. En la Conquista los indios fueron
tratados como animales demoníacos, en la Colonia como vencidos, en el siglo de
las luces como primitivos y un verdadero lastre, para la deseada europeización
de México que aspiraban los criollos.
“Al
asumir su independencia, México era el más extenso de los países
hispanoamericanos, y en 1822 se amplió aún más al incorporársele las provincias
centroamericanas que medían casi medio millón de kilómetros cuadrados. Con todo, los males geopolíticos eran
mayúsculos: aislamiento internacional, líos en las fronteras, separatismo de
regiones y deterioro de caminos.
Desde la revolución de independencia se paralizó el tráfico naviero con
el remoto Oriente, América del Sur y Europa. El Tratado Onis-Adams de 1819 no fijó suficientemente bien
el lindero con Estados Unidos. Tampoco eran precisas las demarcaciones del sur
y, sobre todo, la línea fronteriza con la colonia inglesa de Belice. La mata de gente no creció durante las
guerras de independencia. Dentro
de un territorio de 4 665 000 Km2 vivían en 1822 siete millones de
habitantes. La guerra contra
España había costado seiscientas mil vidas, la décima parte del total; equivale
decir, la mitad de la población trabajadora. Aparte de escasa, la población,
como en los días coloniales, se apretujaba en el centro; nadie quería ir a la
vasta zona del norte que sin gente era un peligro, una invitación al despojo, una
arca abierta.
En
el orden económico la cosa era peor. La producción minera se redujo en once
años de lucha a 6 millones de pesos en vez de los 30 a que llegó en 1810. El valor de la producción agrícola se
contrajo a la mitad y el de la industria a un tercio. En 1822 los ingresos del
erario fueron de nueve millones y medio de pesos, y los gastos de trece y
medio. Y como si un déficit anual
de cuatro millones no fuera poco, el naciente país recibió en herencia una
deuda pública de 76 millones. La
baja de los ingresos estatales no fue puramente pasajera; se debió en gran
medida a la abolición de un impuesto injusto: el tributo per cápita de los
indios [5 millones de indígenas y un millón de españoles, criollos, mestizos y
negros. N .A.]. Tampoco el alza del
gasto público podía ser transitorio: había que sostener un ejército numeroso y
fuerte para conservar la independencia. La hacienda estaba condenada a un
estado de bancarrota crónico y a caer en las garras de los agiotistas, como así
sucedió.
En
el orden social había mucho que hacer.
La declaración de la igualdad jurídica de todos los mexicanos deja a los
indios, acostumbrados a un régimen de tutela, indefensos ante los
criollos. La igualdad de derechos
agudiza la desigualdad de fortunas. Los 3,749 latifundios crecen a costa de los
terrenos de las comunidades indígenas. También era de esperarse, con sólo la
legislación igualitaria, un empeoramiento de las condiciones laborales del peón
y del artesano. Por otra parte, la
discordia civil favorece la mezcla de razas y la consolidación de una clase
media. A partir de 1821 será ésta
la que le dispute el poder a la aristocracia terrateniente.
Al
otro día de lograda la independencia salieron a flote las dificultades
políticas: inexperiencia de los criollos en la administración pública;
inclinación de los caudillos menores a convertirse en reyezuelos de las zonas
donde habían luchado; deseos de los caudillos mayores de ser reyes o
presidentes del nuevo país; guerra de partidos (falta completa de entendimiento
entre monarquistas y republicanos, militares y civiles, clérigos y burócratas);
desinterés político de la gran masa de la población; vehemencia política aguda
de la minoría y en especial de la clase media.”
(Luis González. 1973)
En el período del
llamado -México Independiente-, todos los criollos estaban de acuerdo que el
modelo civilizatorio tenía que ser como el que los pueblos más avanzados de
Europa estaban realizando y como los vecinos del Norte habían constituido.
Después de Iturbide, José Antonio López de Santa Anna (1794-1876)
se encumbra en el poder por largo tiempo en sucesivos gobiernos y luchas
fraticidas, en busca de crear una “nación moderna”. En efecto, en Europa en
esos momentos se estaban transformando los viejos imperios y reinos, en las nacientes
y modernas naciones-estado. Éste concepto de organización humana es
relativamente muy nuevo en la historia de la humanidad, y tiene que ver mucho con la
revolución industrial, el macro comercio, la tecnología, el poderío militar y
las comunicaciones. Fueron los dueños del dinero los que impulsaron, primero en
Europa, y después en todo el mundo, el derrocamiento de todas las antiguas
formas de gobierno y en su lugar, instauraron los “países y las democracias”. Una nueva forma de gobernar en el mundo, donde los que
poseen el poder económico, pueden gobernar a nombre de la sociedad a través de
los políticos y los partidos, sin exponerse públicamente.
Sin embargo, los
criollos se dividieron en dos bandos a lo largo de casi todo el siglo XIX; si
unos eran masones escoceses, los otros eran masones yorkinos; si unos eran
federalistas, los otros centralistas; si unos pretendían modernizar el país con
un dirigente europeo, los otros pretendían hacerlo con un nacional, si unos
trataban de copiar a Europa, los otros a Estados Unidos. Enmedio de estas
pugnas internas de los criollos, la nación fue invadida por los estadounidenses
y los franceses, perdiendo más de la mitad del territorio que se había heredado
de la Colonia española. Y sólo fue, que hasta la mitad del siglo XIX el
proyecto civilizador europeo, ahora francés, se lograba consolidar gracias a un
indígena y un mestizo: Bendito Juárez García (1806-1872) y Porfirio Díaz Mori (1830-1915), los dos oaxaqueños.
“México ingresa a la vida
independiente con una población de poco más de seis millones, de los cuales el
60% eran calificados como indios y
sólo un millón de criollos y peninsulares.
Fue
la minoría criolla la que tomó en sus manos las riendas del gobierno y
pretendió definir un proyecto de país.
Para
los criollos, la nación estaba inicialmente constituida sólo por ellos mismos,
es decir, por la sexta parte de la población total. La inmensa mayoría no era
parte de la nación: era, simplemente, un problema, su mayor problema."
(Guillermo Bonfil Batalla.
1987)
En el siglo XIX, no
se desmantelaron las estructuras coloniales de explotación, sólo se
adaptaron a las nuevas circunstancias y en esta estructura, la civilización
anahuaca tampoco tuvo un espacio. Las ideas de igualdad, fraternidad y libertad
eran sólo patrimonio de los criollos y nunca se pensó en extenderlas a los
mestizos, indígenas y negros, y mucho menos permitir que ellos propusieran
cambios. Los indígenas y los
campesinos, fueron los que nuevamente se sacrificaron para modernizar la estructura
colonial. Los intereses de Francia, Inglaterra y Alemania, alentaron las
iniciativas de los criollos.
“En
treinta años de vida independiente, México no había tenido paz, ni desarrollo
económico, ni concordia social, ni estabilidad política.
Entre
1821 y 1850 reinó la inquietud en todos los órdenes. En treinta años hubo cincuenta gobiernos, casi todos
producto del cuartelazo; once de ellos presididos por el general Santa Anna. La
vida del país estuvo a merced de divididas logias masónicas, militares
ambiciosos, intrépidos bandoleros e indios relámpago. Los generales producían
guerritas a granel para derrocar presidentes y gobernadores... La norma fue la
pobreza y el aislamiento en todos los sectores de la actividad humana, sin
embargo, los contactos con el exterior fueron mayores que en la colonia. A
México, río revuelto, vinieron a pescar sastres, mercaderes, zapateros y
boticarios de Francia, comerciantes de Alemania, hombres de negocios de
Inglaterra.” (Luis González. 1973.)
El México del siglo XIX, había sido
concebido por un puñado de criollos nacionalistas que se inspiraban en modelos
extranjeros, ya fuera el
estadounidenses o el europeo. Pero la civilización milenaria y su gente
seguiría negada y explotada, sin poder ejercer el derecho de decidir. Las
leyes, las instituciones y las autoridades ahora serían diseñadas para que los
criollos y sus voraces socios europeos, pudieran explotar los recursos
naturales, especialmente la minería y el petróleo, y a la masa indígena y
mestiza que todavía no encontraba acomodo en la nueva sociedad y que no tenía
derechos reales. El sistema colonial que se edificó a lo largo de tres siglos
dejó de funcionar. El 80% de los “mexicanos” de inicios del siglo XIX eran de
origen indígena; pero sus leyes, sus instituciones, sus autoridades y su
civilización, ni remotamente tenían derecho a diseñar la nueva nación que los
criollos querían crear.
Mientras los
criollos-conservadores-masones escoceses pretendían formar una monarquía
europea para salir del caos:“Perdidos somos sin remedio si la Europa no
viene pronto en nuestro auxilio” escribía Lucas Alamán. Los criollos-liberales-masones-yorkinos,
negaban cualquier herencia europea o indígena, y pretendían crear un modelo
idéntico al del vecino del Norte, para diseñar el futuro de esta patria que
estaba en formación.
Los dos bandos de
criollos estaban de acuerdo en una sola cosa, la civilización milenaria no
tenía cabida en el nuevo proyecto, los criollos discrepaban únicamente en
cuanto a que, sí el modelo era europeo o estadounidense.
Para mediados del siglo
XIX, entre las pugnas de los criollos y la incapacidad para gobernarse, las
potencias europeas encabezadas por Francia, Inglaterra y España deciden en la
Convención de Londres intervenir en México, no tanto para asegurar el pago de
las deudas contraídas con ellos por la incipiente y pésimamente administrada
nación; sino para construir un muro de contención europea a los expansivos y
voraces Estados Unidos, que empezaban a construir su poderío; que en esos
momentos no podían ayudar a sus aliados “criollos liberales” pues se
encontraban en la “guerra de secesión”.
Las tropas intervencionistas desembarcaron en Veracruz y el gobierno
liberal negoció con Inglaterra y España mediante el tratado de La Soledad, para
que se retiraran sus tropas. La Francia de Napoleón III inició la invasión con
apoyo y simpatía de los criollos conservadores. El Imperio de Maximiliano duro
menos de tres años, en parte porque los Estados Unidos al término de la Guerra
Civil, exigieron la salida del ejército francés, en parte porque Napoleón III
necesitaba sus tropas para defenderse de sus peligrosos vecinos los Prusianos,
dado que ya se veía venir la Guerra Franco-Prusiana en Europa, y en parte por
la permanente lucha que sostuvieron los criollos liberales a través de los
generales Mariano Escobedo, Ramón Corona y Porfirio Díaz.
“La historia Moderna de México
comienza con una caída y acaba con otra. Se inicia en julio de 1867, al
derrumbarse el imperio de Maximiliano, y concluye en mayo de 1911, cuando se
desploma el gobierno de Porfirio Díaz. Esta historia abarca cuarenta y cuatro
años, que, sin embargo, se dividen habitualmente en dos épocas. La inicial, de escasos diez años
(1867-1876), se llama la República Restaurada. A la segunda, de treinta y
cuatro (1877-1911), se le nombra El porfiriato.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)
Finalmente triunfaron
los criollos liberales. Paradójicamente serán dos oaxaqueños, uno de profunda
estirpe indígena Benito Juárez García y el otro, Porfirio Díaz Mori, mestizo,
pero con una innegable herencia indígena, los que realizarían el sueño que
habían iniciado los criollos desde 1824. El sueño de crear una nación moderna
como las de Europa.
El modelo fue francés,
los capitales y tecnologías de Francia, Inglaterra y Alemania. México se volcó a “la modernización”,
que no era otra cosa que una nueva europeización. Los que pagaron el costo
fueron fundamentalmente los indígenas, con sus recursos naturales y los
campesinos mestizos, con su mano de obra barata.
“La
formula de “poca política, mucha administración” funcionó satisfactoriamente
durante largos años porque el país ansiaba la paz y quería mejorar su condición
económica, y porque Porfirio demostró que podía mantener la paz y sabía cómo
impulsar la economía nacional. Al final, sin embargo, se hizo cada vez más
ingrata hasta provocar la rebelión maderista.
Jamás ha habido en el mundo una
sociedad igualitaria en que la riqueza se reparta en porciones exactamente
iguales entre todos y cada uno de los miembros de esa sociedad. Pero en México
la desigual repartición de la nueva riqueza pareció muchísimo más marcada, y
por ello no se le halló otra explicación que el apetito insaciable de los ricos
de hacerse cada día más ricos, a costa, por supuesto, de unos pobres que deberían
ser tratados como hermanos.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)
19
. El Siglo XX.
El costo social de esta
neo europeización modernizadora fue muy alto. La explotación de los peones
acasillados y de los trabajadores, especialmente de las minas y las fábricas
textiles, fue muy elevado. La política expansionista de Estados Unidos, que
bajo su flamante política Monroe, “América para los Americanos”, no
estaba dispuesta a tolerar, los cada vez mayores intereses económicos y políticos
de Francia, Alemania e Inglaterra, en lo que ellos consideran desde aquellos
tiempos, el “traspatio de su casa”.
Todo esto propició el
estallido de la revolución de 1910 y la nueva invasión de Estados Unidos en
1917.
“...México
es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a
un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la
presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución
necesita de más tiempo: debemos abrirles a los jóvenes mexicanos ambiciosos las
puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo
de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados
Unidos. México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos
jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la
Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un
tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que
nosotros...” ( Richard Lansing,
Secretario de Estado del presidente Wilson. 1924.)
Cuando Porfirio Díaz
prepara una nueva reelección por sexta vez consecutiva y el poder estaba entre
los hombres del Centro y Sur del país, aparece Francisco Indalecio Madero (1873 - 1913) representando los intereses de los nacientes grupos
económicos del Norte de México. El grupo del Norte primero intentan que Madero
sea el vicepresidente para la siguiente elección.
“Madero
proponía que el hombre a elegir de inmediato fuese sólo el vicepresidente. Éste
aprendería así el oficio de gobernar para que, al desaparecer Díaz, ocupara en
forma natural, sin sobresaltos, el lugar del mandatario.” (Eduardo Blanquel.
1973)
Al no aceptar el
dictador, Madero funda el Partido Antirreleccionista y se lanza a la contienda
electoral por la presidencia apoyado por Estados Unidos. Díaz no permite el
tenue intento democrático y persigue a Madero metiéndole a la cárcel. Díaz se
reelige presidente y Madero ya libre se refugia en Estados Unidos, quienes
alentaron el movimiento en contra de los intereses de Europa en nuestro país.
Con el Plan de San Luis Potosí el 20 de noviembre, Madero convoca a la lucha
bajo el lema “Sufragio efectivo. No-reelección”. Pascual Orozco (1882-1915), y Francisco Villa (1877-1923) en el Norte y Emiliano
Zapata ( 1879 - 1919) en el Sur serán los primeros
en secundar el inicio de la revolución. Después de 6 meses de “escaramuzas” la
revolución maderista había triunfado y Madero, como más tarde dijo Díaz al
abandonar el país rumbo a Europa, “había soltado al tigre”.
Efectivamente a los 20
días de haber recibido la presidencia de manos de Francisco León de la Barra (1863-1939) (el presidente interino), Madero enfrenta la verdadera lucha armada. Zapata
se levanta en armas con el Plan de Ayala, que busca un cambio profundo y real
en las condiciones de los campesinos e indígenas con la tenencia de la tierra.
Madero no cambió inmediatamente las estructuras políticas, económicas y
militares de la dictadura, un sentido extremo de democracia le impidió
consolidar su revolución y fue una de las razones de su caída.
“Momento
a momento, la situación nacional se hacía más compleja. El clima de inseguridad
que se vivía preocupó hondamente a los dueños del poder económico. Para ellos
la paz y la seguridad eran condiciones esenciales de su existencia y
prosperidad. Si Madero era incapaz de ordenar al país, se requería de una
acción enérgica contra el gobierno. Con mayor razón cuando el presidente
mexicano se atrevió a corregir la situación ilegal lograda por algunos
inversionistas extranjeros, gracias a la cual se eximían hasta de las
obligaciones mínimas para con el país, como era el de pagar los impuestos. La
alarma creció, y acaudillados por los representantes de esos intereses
extranjeros y con la embajada de Estados Unidos por cuartel general, los
mexicanos vencidos por la revolución, aliados con el ejército porfiriano casi
intacto a pesar de su derrota, asaltaron el poder y asesinaron a Madero.”
(Eduardo Blanquel 1973)
El “Chacal” Victoriano
Huerta (1873-1916), peón de la embajada de Estados Unidos se apropia de la
presidencia, fusila a Madero y a José María Pino Suárez (1869-1913) y luchará contra Venustiano Carranza (1859-1920), quien será el caudillo en esta nueva etapa de la revolución al lado
de Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón (1880- 1928), quienes después de sangrientos combates vencerán a Huerta en 1914.
Carranza asume la presidencia y empieza a desmantelar los intereses europeos y
al ejército de Díaz, con la simpatía de los Estados Unidos. Le da a su gobierno
un carácter nacionalista y sobre la base de la Constitución de 1917, trata de
iniciar la solución a siglos de injusticia, pero el clima en el país es de
total inestabilidad. El pueblo en armas y pletórico de “generales” deseosos de
poder y redención, hacen imposible su gobierno. El caudillo pierde el control y
se enfrenta a Zapata, Villa por su parte se enfrenta con Obregón. Es asesinado
Carranza y Obregón en 1921 asume la presidencia y con ello termina la lucha
armada y se inicia la “Revolución institucionalizada” o como dijera el escritor
Mario Vargas Llosa “La dictadura perfecta”, que llegará intacta hasta 1982, año
en que se implanta en México el Neoliberalismo, que tendrá que desmantelar la
ideología nacionalista y revolucionaria, para abrirle las puertas al capital
financiero supra nacional a través de la firma del Tratado Trilateral de Libre
Comercio, que es la cancelación sumisa a la auto determinación y la soberanía.
“En 1921 daba principio la verdadera
reconstrucción nacional. A pesar de su lentitud y de las fluctuaciones en su
ejecución, la Reforma Agraria se ponía en marcha. El latifundio, ahora
proscrito, iría cediendo ante la pequeña propiedad, pues según el criterio
oficial del momento, ésta era la formula óptima de explotación de la tierra.
Junto a ella, pero como solución secundaria, la restitución y la dotación
ejidal. Así, a pesar de sus deficiencias, la redistribución de la tierra se
constituyó en la base fundamental de una economía más compleja y productiva; en
la única garantía real para emprender con posibilidades de éxito el proceso de
industrialización nacional.”
(Eduardo Blanquel. 1973)
Después de la lucha
revolucionaria, las estructuras coloniales de explotación y negación de la
cultura autóctona no se desmantelaron. Nuevamente sólo se transformaron y
adaptaron a la influencia y los intereses norteamericanos. Para iniciar el
camino, ahora llamado del “Progreso”, de nuevo se sacrificó a los campesinos
para impulsar la supuesta industrialización de México; ellos tenían que poner
en la mesa del obrero el alimento a precios muy bajos. Los Estados Unidos nos
prestarían el capital y nos venderían la tecnología. Después de la Segunda
Guerra Mundial, México entró de cabeza a la supuesta industrialización, que
según los norteamericanos y sus teorías “desarrollistas”, nos aseguraba entrar
al selecto grupo de países desarrollados.
Después de cuatro décadas perdimos la
autosuficiencia alimentaria, el país está alarmantemente contaminado por
comprar cara una tecnología obsoleta; la planta industrial esperada se
convirtió en sucursal de las grandes empresas transnacionales, que producen
básicamente bienes de consumo y no bienes de capital, la televisión comercial y
la publicidad en general ha causado verdaderos estragos en la identidad
cultural y la conciencia de los mexicanos, y tal vez lo más injusto; México se
quedó con una deuda externa, creciente e impagable, una especie de “macro
encomienda nacional”.
En 1982 México debía 53 mil millones
de dólares. En 2002, veinte años después la deuda ascendía a 157 mil millones
de dólares, tres veces más que en 1982. Pero en esos 20 años los mexicanos
pagamos 460 mil millones de dólares tan sólo de intereses. Una cantidad muy
superior a los 13 mil millones de dólares que se invirtieron en el Plan
Marshall para recuperar a la Europa devastada por la II Guerra Mundial.
Para entrar al siglo
XXI, México enfrenta: el neoliberalismo y la globalización. La vertiginosa
pérdida de las identidades culturales. El desmantelamiento de su planta
productiva y la agresión a su mercado interno. El peligroso empobrecimiento de
la mayoría de los mexicanos y la insuficiencia presupuestal para atender las
demandas y los rezagos sociales. La venta de las empresas nacionales,
patrimonio de todos los mexicanos y la condena a convertir a México en un país
maquilador, es decir, “regalar” la mano de obra al capital financiero supra
nacional. A vivir una sociedad esquizoide, en tanto el paradigma es orientado a
la sociedad y la cultura norteamericana; pero al mismo tiempo, esta sociedad
nos desprecia y nos rechaza. A perder, día a día, la soberanía y la identidad,
a quedarnos sin “un rostro propio y un corazón verdadero”... perdidos
inútilmente en el cinco centenario,
“Laberinto de las soledades”; pero sobre todo, que nuestros altos
dirigentes sigan manteniendo tercamente una ideología criolla del “desarrollo
nacional”. En efecto, el modelo económico dictado por las grandes capitales y
los reducidos círculos de poder de los “mercaderes internacionales” y sus
instrumentos supra nacionales de control, no cambia ni un milímetro, aunque nos esté conduciendo a la pobreza
extrema de la gran mayoría de las familias mexicanas, a la pérdida de la
identidad cultural y fundamentalmente, a la enajenación y embrutecimiento del
pueblo, cerrándose a cualquier sugerencia de los pueblos mestizos e indígenas,
que todavía guardan una raíz viva y profunda, de la civilización anahuaca, que
tiene una diferente visión de la vida y el mundo, del progreso y el bienestar;
que tienen un largo proceso de desarrollo, brevemente interrumpido estos
últimos quinientos años.
20
. UNA HISTORIA PROPIA NUESTRA.
Estamos iniciando un nuevo siglo y muchos mexicanos
están inconformes con lo que esta sucediendo en el país. Los valores y
principios que siempre han sostenido a la sociedad se están deslavando. El
modelo económico neoliberal y la docilidad ante las instituciones financieras
supra nacionales han limitado la capacidad del Estado. La injusticia y la
pobreza avanzan furiosamente sobre amplios sectores de la sociedad. Las
instituciones públicas y sociales se están fracturando alarmantemente. La
destrucción y contaminación del patrimonio natural esta llegando a niveles
insostenibles. El sistema político ha entrado en descomposición. La
narco-política y el crimen organizado esta ganando muchos espacios de poder de
la vida nacional. La sociedad mexicana se torna cada día más violenta y se
desquicia.
Los mexicanos creyeron que el cambio del partido
político en el poder era la solución a todos los males de la nación. En poco
tiempo se comprueba que se cambió de colores pero que el sistema corrupto, no
sólo se mantiene, sino que ha incrementado sus tentáculos. Pareciera que el
futuro es cada vez más oscuro e incierto.
¿Cómo es que hemos llegado hasta aquí?
EL COLONIALISMO CULTURAL
A partir del siglo XVI,
los europeos invadieron América, África, Asia y Oceanía, con la tecnología
oriental pero con la ideología europea de la guerra, el comercio y el culto a
la tecnología. Los españoles, portugueses, ingleses, holandeses, entre otros
pueblos, surcaron los mares para llegar a “descubrir”, conquistar, explotar y
extraer las riquezas naturales en favor del desarrollo de los mercaderes
afincados en Europa. Para ello argumentaron una supuesta superioridad racial,
religiosa y cultural, que les permitía tomar de los hombres y las tierras
invadidas todo cuanto ellos desearán. Hegel afirmó que “América pertenece al
porvenir, y por eso carece de historia. La historia universal comienza en Asia,
pero sólo en Europa adquiere plenitud espiritual.” Hegel niega la milenaria historia de
América, pero, además, la adjudica al futuro de los europeos. El concepto de la
“universalidad” de la cultura europea ha sido uno de los argumentos de
sometimiento de los colonizadores. En efecto, los pueblos europeos han
desarrollado un sincretismo a partir de la cultura judeocristiana, la cultura
grecolatina y la cultura germánica. La férrea voluntad de dominio y explotación
en que han sometido a todos los pueblos del mundo y sus recursos naturales, ha
hundido a la humanidad en una de las más severas crisis de la historia
planetaria. Aristóteles pilar del pensamiento occidental señala en su obra, “La
Política” que:
“la
guerra... es, en cierto modo, un medio natural de adquirir, puesto que
comprende la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que nacidos
para obedecer se niegan a someterse, es una guerra que la naturaleza misma ha
hecho legítima”. Aristóteles también sostiene
que “los vencidos estén sometidos a los vencedores” a esto llamó
“derecho legal” y afirmó “ que los vencidos deben ser movidos al trabajo
servil, y esto es justo según la naturaleza”. (Aristóteles)
Los conquistadores en
México impusieron el sistema colonial, que implica la explotación inhumana de
los vencidos y la depredación de sus recursos naturales y la destrucción de su
cultura, en favor de los vencedores. Para lograr esto, inmediatamente
sometieron a los vencidos a la perdida de: “el lenguaje, la memoria histórica,
los conocimientos y tecnologías, los espacios físicos y sagrados y finalmente
los sometieron a la pérdida de su religión -el último espacio de su existencia-
para dejarlos completamente indefensos y con ello lograr, que en el fondo de
sus corazones naciera la aspiración, no de liberarse del invasor-explotador,
sino a ser exactamente igual que él, de convertirse en otro
conquistador-explotador.
Durante cinco siglos se
nos obligó a olvidar todo cuanto fuimos y es nuestro orgullo; se nos enseñó con
suma perfección a despreciar lo propio y a exaltar lo ajeno. Hemos vivido estos
cinco siglos en un “laberinto de soledades”, siempre buscando nuestro rostro,
nuestras ideas, nuestro corazón, nuestras soluciones, en el extranjero. Durante
tres siglos fue un modelo español, después durante el siglo XIX el modelo fue
francés y en el siglo XX el modelo es estadounidense. Para que la explotación
deshumanizada de nuestros pueblos y la depredación irracional de nuestros
recursos naturales se mantengan “por los siglos de los siglos” en favor de
nuestros colonizadores, es necesario que el pueblo pierda su Identidad
Cultural y su memoria histórica.
Es necesario que el
pueblo no se reconozca a sí mismo, que se niegue, que se menosprecie. Cuando a
un pueblo le han amputado estos cinco Elementos Culturales, queda silente,
amnésico, ignorante, impotente e insensible y se ha realizado el
colonialismo cultural, cimiento fundamental del colonialismo económico. El
pueblo colonizado no deseará expulsar y liberarse de su colonizador. En cambio,
deseará convertirse en otro colonizador de su propio pueblo.
Los españoles en cambio,
sufrieron la invasión de los árabes ochocientos años, pero nunca se destruyó su
cultura. Por el contrario, durante este período, España vivió una pluralidad
cultural enriquecedora. Los árabes, judíos y españoles vivieron en armonía y
realizaron a través de los siglos, un gran intercambio cultural. Los españoles
seguían siendo españoles por medio de su cultura y, cuando lograron expulsar a
los árabes ocho siglos después, siguieron siendo españoles y no ven en los
árabes a “la madre patria musulmana”, aunque muchas de las costumbres,
tradiciones, palabras, cocina y arte, esta íntimamente ligada con la cultura
musulmana. Los árabes no le quitaron a los españoles la lengua, la memoria
histórica, los conocimientos y las tecnologías, los espacios y su religión, por
lo cual sólo invadieron, pero no colonizaron.
Para
mantener un sistema permanente de extracción de la riqueza de un pueblo, se requiere
destruir su Cultura y su memoria histórica.
El elemento para que un pueblo no piense en acabar la explotación y se
convierta en un explotador de sí mismo en favor de su colonizador, es
colonizarlo culturalmente es hacer que los colonizados ignoren su cultura y la
desprecien. La educación que se da en México, en la casa, en la escuela y en la
sociedad, es una educación colonizada. No busca que nuestros niños y jóvenes se
eduquen para liberar a su pueblo, sino por el contrario, se educan para someter,
enajenar y explotar al más débil. Triunfar en una sociedad colonizada implica
convertirse en un despiadado explotador de sus propios hermanos.
LOS HIJOS DE LOS HIJOS DE LOS VIEJOS
ABUELOS
Los descendientes de los
Antiguos Mexicanos somos todos nosotros. Somos los hijos de los hijos de los
Viejos Abuelos. Es bien cierto que poseemos una herencia occidental pero,
debemos analizar que, por una parte tenemos una “Madre Cultura”, la
indígena o anahuaca; ella nos ha dado
la forma de sentir y relacionarnos con los seres humanos, la naturaleza,
el universo y con lo divino y lo sagrado. Nos ha dado también el alimento, los
valores éticos y morales de la familia. Que no tengamos “conciencia” de ella,
no quiere decir que no exista. Hemos sido educados durante cinco siglos para no
ver, no valorar y despreciar lo mejor de nosotros mismos.
Por otra parte tenemos
una “Cultura Padre”, que nos ha dado el idioma, la religión y el sentido
material de la existencia y la supuesta “pertenencia” a la cultura occidental.
Sin embargo, Europa y Estados Unidos, siempre nos desvaloran y marginan. Somos
producto de una mezcla de culturas. No lo podemos negar y lo debemos de
potenciar. Tenemos de una y de
otra, somos mestizos. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que la civilización
del Anáhuac esta viva, presente y vigente, en cada uno de nosotros y que
representa lo “único propio nuestro”.
Que es la parte más fuerte y sólida de nuestra cultura, aunque nos sea
por ahora muy difícil reconocerlo, aflorarlo y concientizarlo. Por lo que no
podemos llegar a la plenitud negando la mitad de nuestro Ser, sea cualquiera de
las dos partes, sea la occidental o la anahuaca.
EL MÉXICO PROFUNDO
Un pensador mexicano,
Guillermo Bonfil Batalla, plantea que existen simbólicamente dos Méxicos. Uno
Profundo, que hunde sus raíces en una milenaria civilización, que le ha dado un
rostro propio y un corazón verdadero a nuestro pueblo, de una manera definitiva
e imborrable.
Y que existe otro
México, el Imaginario. Bonfil señala que lo nombra Imaginario, no porque no
exista, sino porque su proyecto es imaginario, en tanto toma sus inspiraciones
en lejanas tierras, con disímbolas culturas, todas ajenas y extrañas a la
nuestra.
“La
historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del
enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encauzar el país en el
proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas
de vida de estirpe mesoamericana.” [ Guillermo Bonfil
Batalla. 1987.]
Otro elemento del México
Imaginario es, que mientras trata de rescatar, cristianizar, civilizar,
modernizar, industrializar y globalizar al México Profundo desde 1521; nunca ha
sido tomado en cuenta. El México Imaginario ha negado la civilización anahuaca
sistemáticamente desde la conquista hasta nuestros días, pero paradójicamente
siempre ha tratado de rescatarla. El México Profundo y el Imaginario han estado
en permanente lucha desde hace quinientos años, unas veces violenta y
explosiva, otras más, de manera silenciosa, resistiendo callada pero
vigorosamente. Esta desgastante lucha se da también en el corazón y en la mente
de todos los mexicanos, las más de las veces inconscientemente, hundiéndonos en
los obscuros pantanos de nuestro laberinto de soledades.
“Los
pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la
ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados,
hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran
cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su
identidad propia; callan o se rebelan, según una estrategia afinada por siglos
de resistencia.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)
Es necesario reconocer
la parte negada de nuestro ser y asumirnos como mexicanos de primera y no, como
gringos del tercer mundo. Apropiándonos de todas las tecnologías y de todas las
ideas modernas del mundo, pero usándolas para nuestro propio proyecto y
desarrollo civilizador. No se trata de vivir en un “museo”, ni en el pasado;
por el contrario, el desafío es seguir siendo tradicionales y fieles a nuestra
identidad, pero al mismo tiempo, punta de lanza de la modernidad y el progreso,
como lo hace Japón o Inglaterra. Construir el futuro con los cimientos del
pasado. No existe ninguna posibilidad de futuro, sin la plena conciencia del
pasado.
LOS INDIOS DESINDIANIZADOS
Sin la prodigiosa lengua
madre, sólo con limitados “dialectos”. Sin la memoria histórica, sólo con
dudosos mitos y confusas leyendas. Sin los milenarios conocimientos, en medio de
la ignorancia, sólo con la perversa brujería y el sórdido atraso. Sin espacios
físicos, sociales y sagrados, sólo en criminales desiertos, desoladas montañas
o en los paupérrimos cinturones de miseria. Sin un lenguaje artístico, tan solo
con insignificantes artesanías. Sin la antiquísima religión, en medio de un
confuso sincretismo religioso manejado por el dominador. Sin “un rostro propio,
sin un corazón verdadero”, sólo como “extranjeros incultos en su propia
tierra”. Despreciando lo propio y exaltando lo ajeno. Sin el recuerdo
glorioso de nuestros antepasados, queriendo ser “un colonizador colonizado”,
tan solo un híbrido occidental del tercer mundo, un gringo de tercera.
Inseguro, violento y temeroso.
“La
presencia de la cultura india es, en algunos aspectos, tan cotidiana y
omnipresente, que rara vez se repara en su significado profundo y en el largo
proceso histórico que hizo posible su presencia en sectores sociales que asumen
hoy una identidad no india.”
“...los
campesinos tradicionales ya no se reconocen indios, aunque vivan una cultura
predominantemente india; los grupos urbanos subalternos no son culturalmente
homogéneos: algunos mantienen como cultura de referencia la de sus comunidades
de origen, indias o campesinas; otros, han forjado una cultura popular urbana
de vertiente indi,...”
“Porque
lo que aquí llamamos avanzado, moderno y urbano, no es la punta de lanza de un
desarrollo propio, interno, sino la resultante de la implantación de la
civilización occidental desde arriba; y lo que llamamos atrasado, tradicional y
rural, no es el punto de partida de aquella avanzada, sino el resultado indio
de civilización mesoamericana.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)
Los mexicanos a pesar de
los pesares, de nuestra ignorancia y orfandad de nosotros mismos, somos los
hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, que esperan pacientes el momento de
la luminosa conciencia y el potencial reencuentro. Somos un pueblo mestizo,
debemos luchar por ser dignos herederos de Miguel de Cervantes y al mismo
tiempo de Netzahualcóyotl. Debemos conocer las dos partes que nos conforman. No
podemos y no debemos, hacer menos a ninguna de las civilizaciones que nos
conforman.
Los mexicanos somos: Indígenas por
dentro (en lo espiritual, lo místico, en lo ontológico) con rasgos occidentales
por fuera; pero nunca seremos occidentales por dentro, con rasgos indígenas por
fuera. Que todo mundo quiere ocultar.
UN ROSTRO PROPIO Y UN CORAZÓN
VERDADERO
A partir de 1521 en que
Hernán Cortés mandó destruir piedra sobre piedra La Gran Tenochtitlán;
metrópoli que estaba más adelantada que cualquiera ciudad europea del momento.
Toda la herencia de los siete mil quinientos años de la civilización de los
Viejos Abuelos, fue negada y condenada por ser para los conquistadores,
primitiva y diabólica. Nada que tuviera que ver con la sabiduría de los Viejos
Abuelos, podía entrar en el proyecto civilizador europeo, para crear en las
tierras conquistadas “La Nueva España”.
Desde 1521 se les ha inculcado a los
mexicanos el sentir desprecio y pena por la herencia cultural de los Viejos
Abuelos. Cada mexicano para “progresar económicamente” o “mejorar socialmente”,
tiene que alejarse lo más posible de sus raíces y negar su -cultura madre-. El
camino es hablar, vestir, comer, trabajar, consumir; en síntesis, ser como sus
conquistadores. Asumir el rostro del colonizador y maquillar el rostro
milenario de nuestra propia cultura, hasta aparentemente borrarlo. Pintarse el
cabello, blanquearse la piel, alisarse el cabello, ponerle nombres a los hijos
en inglés. Negarse a sí mismo y sentir vergüenza por su propio fenotipo.
El supuesto problema es
que los mexicanos para “ser modernos”, tenemos que dejar de “ser
tradicionales”. Ser “moderno” implica, ser como el extranjero colonizador; ser
“tradicional” implica ser como el indígena colonizado. La exaltación de lo
extranjero y el desprecio por lo nacional, no solo se dio en productos y modas,
sino lo que resultó aún mucho más dañino; el asumir el corazón y los
sentimientos, imponiendo por encima de nuestro rostro, el rostro del
conquistador-colonizador.
Los mexicanos podemos
ser extremadamente tradicionales y mantener un profundo y encendido orgullo de
nuestra cultura, nuestro pasado y nuestro Patrimonio Cultural; y al mismo
tiempo, ser escalofriantemente modernos. Como ahora en día lo hace el pueblo
japonés, quienes son defensores furibundos de sus orgullosas tradiciones y al
mismo tiempo, son punta de lanza de la tecnología mundial. Los mexicanos
necesitamos, desarrollar “Un rostro propio y un corazón verdadero” en el siglo
XXI, que sea al mismo tiempo moderno, pero que se sostenga en nuestra milenaria
tradición. Debemos de dejar de ser “extranjeros incultos en nuestra propia
tierra”; y debemos luchar por ser mexicanos de primera y no, occidentales
del tercer mundo. El México del siglo XXI necesariamente tendría que ser
construido con nuestra Cultura Madre, no contra ella.
UNA CULTURA MILENARIA DE CALIDAD
TOTAL
Nuestra cultura ha sido
siempre de CALIDAD TOTAL. Prueba de ello, es que han sobrevivido al tiempo nuestras
pirámides, templos, monumentos, y los museos están repletos de objetos, que por
estar bien hechos y tener una excelente calidad estética, han podido sobrevivir
al tiempo. Esta Calidad Total en nuestra estructura familiar y espiritual, nos
han permitido cruzar venturosos estos cinco siglos de negación. Todo esto, en
su conjunto, los ha llevado a ser reconocido como PATRIMONIO CULTURAL DE LA
HUMANIDAD.
Somos un pueblo con una
sólida cultura, que ha sabido trascender su muerte histórica. La conquista, la
encomienda, el progreso, la modernidad, el desarrollo, el neoliberalismo y la
globalización, no han podido en estos cinco siglos de negación, borrar el
“Rostro propio y el corazón verdadero” de la cultura de nuestros Viejos
Abuelos.
Los
mexicanos como dignos herederos del Patrimonio Cultural del México Antiguo,
debemos conocerlo y estar conscientes de estos valores, para transformar
nuestra realidad, con la misma pasión de “ser y trascender”, como lo hicieron
nuestros sabios abuelos. La excelencia en nuestro desempeño, cualquiera que
éste sea, debe estar fundamentado en la pasión que nuestros antecesores
mantuvieron para crear una de las seis civilizaciones más antiguas e
importantes del mundo. Esta es nuestra mejor herencia.
La
excelencia no puede surgir como decreto, mandato o moda importada. La
excelencia nace de la conciencia de lo que hemos sido y somos, tanto como
individuos, como pueblo. La excelencia es una de las más valiosas herencias
culturales que tenemos. La excelencia en un patrimonio cultural que
necesariamente, como todo el patrimonio, debemos recuperarlo a partir del
estudio, reconocimiento y resignificación de los valores que conforman nuestra
civilización originaria.
EL MÉXICO DEL SIGLO XXI
Los mexicanos somos
herederos de una de las más antiguas civilizaciones del mundo, que sigue viva,
presente y vibrante en cada uno de nosotros, “Los hijos de los hijos de los
Viejos Abuelos”. Desde que los
maestros toltecas partieron, y los aztecas primero y los españoles después,
destruyeron nuestras antiguas instituciones, leyes y autoridades; hemos vivido
en la orfandad de nosotros mismos.
Unos y otros, transgredieron nuestra esencia civilizadora, para dominar
y explotar, tanto a los seres humanos, como a los recursos naturales. Para ello, los colonizadores han
pretendido que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos pierdan el
lenguaje, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la profunda
espiritualidad de la vida. En una palabra, todo vínculo con el pasado antes de
la invasión.
Estos últimos cinco
siglos, de los más de ocho mil años de existencia de nuestra civilización, son
tan sólo una larga y oscura noche. Los mexicanos tenemos cinco fortalezas para
construir el México que todos deseamos: “El sentido espiritual por la vida,
los valores morales y éticos en torno a la familia, nuestra armoniosa relación con la naturaleza,
nuestro permanente optimismo por la vida, a pesar de las más terribles
adversidades y nuestro infatigable espíritu constructor”.
Pero fundamentalmente
tenemos vivo, en lo más profundo de nuestros misteriosos adentros, el espíritu
de la filosofía, que rigió el desarrollo civilizatorio del Cen Anáhuac. En nuestro “Banco genético”, en nuestra
“Memoria histórica”, en nuestras más vivas tradiciones, usos y costumbres, se
guarda el potencial para construir una nación, en donde ya no existan más los
vencedores y vencidos, en donde se clausuren los quinientos años de salvaje y
deshumanizada colonización, en donde amalgamemos armoniosamente las dos
civilizaciones de las que formamos parte. El México del siglo XXI, tendrá que
ser construido con las mejores ideas y las más sofisticadas tecnologías de
México y el mundo, pero la selección de ellas deberá de ser a partir de
nuestros propios principios y criterios, sobre la base de lo que hemos sido y
realmente somos, pero fundamentalmente, de acuerdo con lo que deseamos ser como
individuos y como nación.
El México soberano, justo, libre y humanizado, que todos deseamos
construir para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, tendrá que tener
presente la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos.
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LA TEORÍA DE
LA GRAN EXPLOSIÓN. El sistema solar empezó siendo una difusa masa de gases y
polvo que giraba y se concentraba lentamente por la fuerza de gravedad. El
calor generado por este proceso produjo un pequeño sol que brillaba débilmente
en el centro. De este sol se desprendió un disco plano de gases que giraba a su
alrededor. En el interior de este disco
se concentró el gas formando los planetas, mientras el sol se contraía y
calentaba progresivamente. Cerca del sol los elementos más pesados se
condensaron formando los planetas interiores, como la Tierra; más afuera, los
átomos ligeros se condensaron a su vez dando origen a los planetas exteriores.
Aunque existen antecedentes como: el Zijanthropus (hombre de África
oriental); el Homo hábilis que fabricaba herramientas; el Australopithecus Africanus;
el Hombre de Java, el Homo erectus, el Pithecantrhopus y el Homo Sapiens Neanderthalis,
que es el más conocido de los hombres prehistóricos y que apareció en Europa,
Asia y África hace 150,000 años que sabía encender y usar el fuego que llego a
tallar la piedra, fabricó utensilios, herramientas y armas para la cacería y
empezó a dibujar y a grabar, Sin
embargo, el Homo Sapiens Sapiens, durante los últimos 30,000 años ha
constituido la única variedad humana del mundo.
Es una, gramínea
herbácea anual pariente de los zacates y los pastos. Esta planta ha sufrido
grandes transformaciones debido a que originalmente era un pasto que en la
actualidad se le denomina teozintle. Esa transformación ha originado una gran
variedad de clases las cuales se diferencian en el tamaño que varía, de dos a cuatro m. de altura; en la forma y tamaño
de la mazorca, el color y la textura etc. Hay
pruebas concluyentes, aportadas por los hallazgos arqueológicos y paleobotánicos
de que, en el valle de Tehuacán,
al sur de México ya se cultivaba maíz hace aproximadamente 4,600 años.
El 13 de septiembre de 1813, se reunió el Primer Congreso en
Chilpancingo, en donde se redactó la famosa Acta de Independencia, en la
cual fue proclamada la abolición de la esclavitud.
Por
primera vez es declarado Presidente de la República en marzo de 1833, pero él
argumenta que está enfermo y deja el poder en manos de Valentín Gómez Farías,
el vicepresidente. De 1833 a 1855, Antonio López de Santa Anna participó
constantemente en la política. Intervino en muchos golpes militares, luchas
internas y tropiezos económicos que vivió México. Lo mismo los liberales que
los conservadores, muchas veces lo buscaron para que se hiciera cargo de la
presidencia del país. Durante estos años, México perdió gran parte de su
territorio y padeció la intervención norteamericana y francesa. La última ocasión en que sucedió esto
fue en 1853