Friday, October 19, 2012

HISTORIA VERDADERA DEL MÉXICO PROFUNDO


HISTORIA VERDADERA DEL

MÉXICO PROFUNDO 
Guillermo Marín.
  

1. LAS CIVILIZACIONES MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO.

Somos un punto pequeñísimo en el inconmensurable universo.

Se calcula que la antigüedad del universo es de 13,500 millones de años[1] y la de la Tierra es de 5 mil millones de años[2]. La presencia del Homo Sapiens[3], el abuelo más cercano al hombre contemporáneo en la tierra, es de aproximadamente 150 mil años. Para dimensionar la antigüedad de la Tierra y su relación con la del ser humano; podríamos suponer que si los 5 mil millones de años que tiene de existir el planeta fueran un año. El ser humano habría aparecido en ese año, el 31 de diciembre a las 23 horas, con 59 minutos. Es decir, que la humanidad es tan sólo un instante, en la vida de este maravilloso, espléndido y generoso ser vivo que es la Tierra. Sin embargo, en una millonésima fracción de segundo, es decir, en los últimos 50 años los seres humanos estamos poniendo en peligro de muerte a la misma Tierra por nuestra equivocada forma de vivir.

LAS SEIS CIVILIZACIONES CON ORIGEN AUTÓNOMO.

El origen de las civilizaciones más antiguas del planeta es de aproximadamente 10 mil años. La forma en que los especialistas fijan la fecha de aparición de una cultura es por la invención de la agricultura, ya que los seres humanos dejaron de ser nómadas cazadores-recolectores, para quedarse a vivir por generaciones en un mismo lugar y a partir de la observación y experimentación pudieron descubrir el milagro del cultivo de las plantas, la filosofía, la ciencia, las técnicas, el arte y la religión. En efecto, Egipto y Mesopotamia[4] iniciaron los procesos de sedentarización e invención de la agricultura, aproximadamente 8 mil años a. C., después le siguieron con aproximadamente 6 mil años a.C., China, India, México y la Zona Andina[5]. (León Portilla. 1980)

Estas 6 civilizaciones son las más antiguas y sobre todo, con un origen autónomo; es decir, que ninguna otra cultura les aportó conocimiento alguno. Ellas lograron de manera autónoma, acceder, inventar y desarrollar todos sus conocimientos sin que nadie les enseñara nada. De esta manera, México inició su Desarrollo Cultural aproximadamente 6 mil años a.C. con el descubrimiento de la agricultura, pero sobre todo, hay que subrayarlo, la invención del maíz, dado que logró niveles de conocimiento muy altos y sorprendentes, hasta el arribo de los europeos en 1519. En estos aproximadamente 7 mil quinientos años de desarrollo autónomo, los Viejos Abuelos sentaron las bases de una de las civilizaciones más antiguas e importantes del mundo y nos legaron “Un rostro propio y un corazón verdadero”, que ha vivido en los hijos de los hijos de los Antiguos Mexicanos... nuestros Viejos Abuelos.

Aquí tendremos que hacer una observación, la civilización europea no es de las más antiguas del mundo y no tiene un origen autónomo, porque su desarrollo dependió de Egipto, Mesopotamia, India y China. Por lo cual y con propiedad, Europa no es ni viejo, ni continente, pues Europa forma parte del continente[6] Euroasiáticoafricano.

2. PROBLEMAS PARA CONOCER LA HISTORIA DEL MÉXICO ANTIGUO.

Existe una nube contaminada, confusa y compleja que nos impide conocer la historia de nuestro pasado más antiguo. Entre los problemas que existen podemos citar por lo menos los siguientes:

1.- El cinco centenario colonialismo cultural, que condenó a los pueblos vencidos a perder su memoria histórica para poder dominarlos de manera permanente. Desde 1521 los que han detentado el poder, sean estos los conquistadores, colonizadores o criollos, en estos cinco siglos han desarrollado un complejo y eficaz sistema para que los hijos de los hijos de los invadidos-vencidos, pierdan contacto con sus antiguos orígenes y vinculen su pasado a la llegada de la cultura dominante. La cultura dominante a nombrado a los siete mil quinientos años de desarrollo humano antes de la invasión con el título de “Historia prehispánica”, es decir, a nuestros Viejos Abuelos les quitaron el nombre y ahora los llamamos “antes de los españoles”. Por la colonización no sabemos cómo se llamaban a si mismos, ni cómo le llamaban a esta tierra. 

2.- Que se conoce muy poco de los dos primeros periodos (Preclásico y Clásico) en tanto que, cuando finalizó el periodo de esplendor del Clásico Superior, los centros de conocimiento y quienes los habitaban, desaparecieron misteriosamente sin dejar rastro y memoria concreta, destruyendo y enterrando, no solo sus impresionantes construcciones, sino fundamentalmente la sabiduría y los conocimientos que permitieron su esplendor.

3.- Que los Aztecas en el período de expansión, mandaron destruir todos los códices importantes donde se mantenía la antigua memoria histórica del Cen Anáhuac[7] y rehicieron la historia, en donde ellos aparecen como el pueblo elegido, a pesar de que desde la fundación de México-Tenochtitlán (1325) a la llegada de los invasores (1519) habían transcurrido apenas 194 años del último período llamado Postclásico y que es considerado como una etapa de decadencia de la civilización del Anáhuac; toda vez que degradaron y transgredieron la filosofía y la religión de Quetzalcóatl.

4.- Que cuando llegaron los conquistadores, exterminaron y destruyeron a casi todos los hombres de conocimiento y sus códices, centros de conocimiento, templos y toda huella de esta civilización hasta su aparente extinción del nuevo mundo español.

5.- Que los textos escritos durante el primer siglo de la invasión enfrentan los siguientes problemas: el náhuatl de aquellos tiempos era mucho más rico que el castellano, por lo que la traducción de muchas ideas y conceptos de carácter filosófico, científico, religioso, poético, por su grado complejo de abstracción del pensamiento indígena, resultó imposible de traducirlo y entenderlo en el primitivo mundo europeo que venía de La Edad Media. Los textos que escribieron, tanto los conquistadores, como los indígenas conversos, fueron escritos sin ningún rigor científico, en la mayoría de los casos, fueron alegatos para demostrar su participación y “sacrificios” en la conquista, y pedir a la Corona española su correspondiente pago o indemnización. Los misioneros que describieron las costumbres de los vencidos, eran para que las conocieran los hombres de la iglesia y pudieran evangelizar mejor a los vencidos.

“La historia de la primitiva población de Anáhuac es tan obscura y está  alterada con tantas fábulas (como la de los demás pueblos del mundo), que es imposible atinar con la verdad... Varios de nuestros historiadores que han querido penetrar este caos, guiados de la débil luz de las conjeturas, de fútiles combinaciones y de pinturas sospechosas, se han perdido entre las tinieblas de la antigüedad y se han visto precisados a adoptar narraciones pueriles e insubsistentes”                                    (Francisco Javier Clavijero. 1779)

“Hubo algunos -los menos- que, como Sahagún, dedicaron un cuidado increíble, digno del mejor antropólogo moderno, a conocer a fondo el mundo indio; pero esto no nacía de ningún aprecio por él, sino del deseo explícito y confesado de mejor destruirlo. [ El médico -declara al empezar su monumental obra- no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humor o de qué procede la enfermedad... para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban]. Actuaba ( Sahagún) pues, como un capitán de comandos al estudiar minuciosamente los planos de las instalaciones enemigas: no para admirarlas o copiarlas, sino para mejor destruirlas.”                     (José Luis Guerrero. 1990)

Los indígenas y su cultura representaban “la presencia real del demonio y del mal” para los europeos del siglo XVI y usaron lo anterior para la justificación de sus atrocidades. También se tiene que pensar que los “informantes” de los misioneros, los hombres de conocimiento, ahora en calidad de vencidos, no iban a entregar toda su sabiduría a quienes ellos sabían, la querían desaparecer. Finalmente en este aspecto diremos, que en los casos en que los misioneros valoraban desde otro punto de vista a la “diabólica civilización”, existía la Santa Inquisición y la burocracia real, quienes censuraban y destruían cualquier texto que pudiera poner en duda los dogmas que sustentaba a la iglesia y el “justo y legal” proceso de colonización por parte de España.

“El caso más lamentable de esta cadena de censuras y represiones es el de Bernardino de Sahagún. En los cincuenta que Sahagún dedicó a la recopilación de su grandiosa suma de conocimientos de la cultura indígena, sucesivamente padeció la contradicción de los mismos frailes y de las autoridades eclesiásticas de Nueva España, el regateo de apoyos económicos para llevar adelante su trabajo, la dispersión de su obra y finalmente la confiscación, por mandato del virrey Enríquez, de todos sus papeles, los cuales se enviaron a España para ser examinados por el Consejo de Indias. Murió sin saber qué suerte había tenido la obra a la que dedicó sus mejores energías.

La requisa de la obra de Sahagún fue un acto ligado a la decisión de la Corona de impedir que el conocimiento del  pasado indígena sirviera a intereses distintos a los suyos.”
(Enrique Florescano. 1987)  

6.- Que la mayoría de los textos del México antiguo que se escribieron a finales del siglo XIX y del XX, están escritos por extranjeros, con una visión de superioridad, con  una fuerte dosis eurocéntrica y que siempre “nos han investigado por nuestras diferencias y no por nuestras semejanzas”, y desde un supuesto plano de superioridad cultural y como un botín científico.

7.- Que los occidentales siempre han comparado para su investigación a la civilización del Anáhuac con la civilización europea. Estudian y explican nuestro remoto pasado con el espíritu, la ideología y la visión de los europeos. Esto es un grave error, pues actualmente los descendientes de los pueblos originarios, los llamados pueblos “indígenas”, no comparten la visión del mundo y la vida, ni siquiera con los criollos y mestizos, que no entienden como estos pueblos no desean y buscan “el atesoramiento, la explotación de la naturaleza, la acumulación, la comodidad, el progreso material y la modernidad venida de fuera”; más aún, en los tiempos remotos de la conquista y la colonia.

“Tal vez así llegue a admitirse que aquellos hombres no eran los “primitivos” adoradores de la lluvia, preocupados por la abundancia o la pérdida de sus cosechas, por la posible fertilidad de la tierra, sino que tenían un conocimiento metafísico de lo existente.

Un concepto del mundo que hiciera explicables sus cualidades de grandes matemáticos, astrónomos, ingenieros, arquitectos, escultores que, paradójicamente, le son reconocidas de manera universal.

Porque todos están de acuerdo en afirmarlo: los antiguos habitantes de Mesoamérica eran insignes ingenieros y arquitectos; allí están, demostrándolo, las difícilmente inigualables obras de los templos y las plazas edificadas, como por milagro, entre selvas o sobre cumbres vueltas en llanuras, en pantanos convertidos en tierra firme; allí la asombrosa utilización de los espacios y las masas, como en una música cósmica en que se alteran sin defecto los bloques de silencio con las armoniosas oberturas del silencio.

Eran, asimismo, incomparables matemáticos; así lo prueban sus cálculos, capaces de comprender la noción del cero, la mensurabilidad del movimiento, según las posiciones del antes y del después.

Eran, también se admite como indiscutible, poderosos astrónomos; la marcha de los cuerpos celestes, las leyes que determinan los avances y los retrocesos de los planetas, el cíclico progreso de las estrellas, las muertes y las resurrecciones de la luna, les eran del todo conocidos por la razón y por la experiencia; de modo que sus medidas del tiempo les daban la facultad de calcular, dentro de un calendario exacto y minucioso, fechas situadas en espacios ya ilimitados.

Nadie les niega la potestad de crear, en obras que más tarde se han considerado de arte, imágenes simbólicas o realistas de calidades supremas; el barro, la madera, el metal, la piedra, los colores manejados por ellos, han llegado hasta nosotros en multitud de objetos cuyos valores plásticos transmiten con cabal eficacia el testimonio de su voluntad de ser; eran pues, así se reconoce universalmente, magnos artífices, dominadores de técnicas que a la fecha no pueden aún explicarse cabalmente.

Se supone lícitamente que contaron con una sabia organización social, bien jerarquizada, sustentada en sólidos principios morales, de acuerdo con los cuales la vida en común se desenvolvía ordenada y segura.

Se sabe que hablaban lenguas copiosas con que se podían expresar conceptos de máxima abstracción; lenguas suficientes a contener, directa y metafóricamente, las finuras y la solidez del lenguaje de la ciencia, de la filosofía, de las manifestaciones poéticas.

Todo eso y más, que no sería fácil de enumerar aquí, se admite por todos como cosa evidente y probable.

Y todo eso puede sintetizarse diciendo que se admite sin duda que los antiguos habitantes de Mesoamérica eran hombres sabios, capaces intelectual y moralmente, conocedores de sí mismos y del mundo que los acogía.

Sin embargo, cuando se trata de considerar la visión que ellos tenían de ese mundo y de sí mismos, los autores que lo hacen, casi unánimemente, los juzgan como salvajes rudimentarios, ocupados sólo en pensar la posibilidad de que la tierra fecundada por las lluvias les rindiera los frutos de que principalmente se alimentaban.

Bajo el pretexto de que constituían comunidades agrícolas, se les reducen todas sus fuerzas espirituales, la totalidad de sus concepciones religiosas y metafísicas, a un primitivo afán de alimentación material que sería para ellos el núcleo y la periferia de su existencia.

Salvo algunas excepciones, en todos los autores se encuentra esta inexplicable oscuridad de juicio.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1986)

  8.-  Que los textos recientes, escritos por investigadores nacionales siguen repitiendo y tomando como base, los errores de los extranjeros y fundamentalmente, pretenden abordar nuestro pasado a partir de los “objetos” (vestigios arqueológicos y fuentes documentales) y no incursionan a partir de los “sujetos” (la memoria histórica de los pueblos originarios y el aspecto filosófico-espiritual que los sostiene hasta nuestros días  y que esta presente lo mismo en una estela, un códice, una vasija policroma, que en una pieza de Arte Popular contemporáneo, una tradición, una leyenda o una costumbre).

“Para demostrar la posible falsedad de las fuentes documentales, bastaría con acudir a lo dicho por los soldados que describen lo que ellos mismos vieron. Allí resalta su incomprensión de aquello que ante los ojos tenían. Véase por ejemplo la descripción que hacen de las imágenes sacras veneradas en los templos de Tenochtitlán, y compárese con las imágenes mismas  que hasta hoy se conservan. Habrá que concluir que ninguna semejanza hay entre lo escrito por ellos y lo existente en realidad.

Las descripciones hechas por frailes como Sahagún o Durán, padecen los mismos vicios cuando recogen impresiones de los vencedores, y otros aún más graves cuando consignan lo que les comunicaron los vencidos.”...

“Victoriosas sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema espiritual de iluminación que constituyen nuestras ciudades.

Allí el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la pintura, las artes todas. Allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientemente al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la perfección de la vida.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

9.- En el desconocimiento casi total de nuestra historia antigua. Cuando el mexicano común se refiere a ella, en general lo hace desde una perspectiva “plana y sin la profundidad del tiempo”. En efecto, la dimensión histórica de nuestra historia indígena, desde la invasión de la agricultura hasta la toma de Tenochtitlán es de siete milenios y medio. No se puede reducir sólo a los 196 años de la fundación de Tenochtitlán a su destrucción y tener a los mexicas como los grandes herederos culturales de la Toltecáyotl y del Anáhuac.

Nuestra historia antigua es mucho más profunda, diversa y compleja. En ella hemos tenido ciclos de formación, esplendor y decadencia. En ella han intervenido muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Sin embargo, en todo este tiempo existió una matriz filosófico-cultural que unió indisolublemente a los pueblos del Anáhuac y a nosotros, los mexicanos del siglo XXI, pese a nuestra amnesia histórica y cultural, como la continuación de su obra y de su legado. Sólo en las mentes colonizadoras no es posible que exista esta continuidad histórica y cultural. Los colonizadores han creado nuestra ficticia pero dolorosa orfandad cultural para poder seguir explotándonos y depredando nuestro patrimonio natural.

Necesitamos urgentemente reconstruir, repensar y reinventar nuestra propia historia. Sin miedo a las “Vacas sagradas”, a la anquilosada academia y a los “intelectuales orgánicos”. La historia es de quien la crea, no de quien la “investiga”. La historia de México debe volver al pueblo de México. La historia es para ser contada y sentida por el pueblo.

Pero por más difícil que se presente esta iniciativa, ahí están las piezas de un rompecabezas; dependerá de la sensibilidad, creatividad y fuerza espiritual de quien pretenda intentarlo. Los Viejos Abuelos y su legado de sabiduría viven en lo más profundo del alma y del corazón de los hijos de sus hijos, los mexicanos de hoy.

3.     LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC.

Lo que hoy conforma el territorio de nuestro país, fue la cuna de una de las 6 civilizaciones más antiguas con origen autónomo del planeta. Nuestros Viejos Abuelos se llamaban así mismos, Anahuacas, pues al continente le llamaban en lengua Náhuatl (que era la lengua franca), “Cen Anáhuac”. Esta civilización ha tenido una sola matriz filosófico-cultural, por diferentes culturas que la han expresado; en tiempos y espacios diferentes, con un hilo conductor en sus tres grandes períodos.

La etapa de formación e invención de todos los conocimientos; empezando por la invención del la agricultura y el maíz, base y sustento de todo un pueblo a lo largo de su existencia. Estas seis culturas madre tuvieron un cultivo como base de su alimentación; unas el trigo, otras la papa, el arroz o el mijo; pero nuestros antepasados “inventaron” el maíz, ya que éste era un pasto que a través de un proceso de ingeniería biogenética, se logró convertir en este maravilloso alimento que hoy en día le da de comer a muchos pueblos de los cinco continentes.

Este esfuerzo sólo fue posible gracias al trabajo de investigadores y científicos, que a lo largo de una generación a otra, a través de milenios pudo desarrollar este maravilloso alimento.

En efecto, nuestros antepasados iniciaron, un largo camino, para dejar de ser nómadas, salvajes cazadores-recolectores, para empezar lentamente el desarrollo de conocimientos del mundo, la vida y la naturaleza, que les permitiera, no sólo asegurar su existencia y supervivencia; si no tal vez, lo más importante, lograr la trascendencia de su existencia, como individuos y como pueblo.

Estos siete mil quinientos años de historia del Desarrollo Cultural de nuestro pueblo, los especialistas lo han llamado época PREHISPANICA. Es importante subrayar la visión colonialista y Occidental de la historia, vista por los ojos de los vencedores. ¿Por qué nombrar a lo “propio nuestro”, a nuestros Viejos Abuelos y su milenaria historia, con la referencia del invasor-conquistador español? ¿Por qué no llamarla época PRECUAUHTÉMICA? La historia la escriben los vencedores, por eso debemos tener presente, ¿Qué tipo de historia conocemos?

Pues bien, a la historia de nuestros Viejos Abuelos antes de la invasión europea, los especialistas la han dividido en tres períodos.

El primero es el llamado PRECLÁSICO, que los investigadores lo sitúan aproximadamente del año 6 mil a.C. al año 200 a.C.

El segundo período es el CLÁSICO, que parte del año 200 a.C. al 850-900 d. C.

El tercer período que inicia alrededor del año 850-900 d.C. y concluye con la invasión europea y la toma de Tenochtitlán en 1521.

a) Preclásico     6000  a.C   a  200 a.C.    5800 años.
b) Clásico           200  a.C.  a  850 d.C.    1050 años.
c) Postclásico     850  d.C.  a  1521 d.C.    671 años.
d) Colonia         1521 d.C.  a  nuestros días.

Este increíble espacio de tiempo, 7500 años (casi cuatro eras Cristianas), lo podemos comparar con los últimos quinientos años de historia, que con propiedad podríamos llamar “época Hispánica”. El lector apreciará que la base estructural de lo que hoy conforma nuestra Nación, indiscutiblemente hunde sus raíces en el México indígena.
                                                                                                                                                                                   
                                                                                                                                                                    
6000 a.C.
                                                                                     
                                            a                                                                       b            c      d


El mayor periodo de tiempo en el que ha vivido nuestro pueblo indiscutiblemente que es el de raíz indígena anahuaca, por ello, los cimientos de lo que somos como pueblo y como individuos se encuentra en pasado indígena, en esos siete mil quinientos años de Desarrollo Humano que desconocemos y que ignoramos. Los mexicanos solo podremos construir un futuro sólido, en la medida de conozcamos verdaderamente nuestro pasado, el cimiento y raíz de lo que somos.
*
Es importante mencionar, que como en su mayoría son extranjeros los que se han interesado por la historia antigua de México y, por consiguiente, han “estudiado e investigado” el México Antiguo como lo señala Bonifaz Nuño, casi siempre con un ignorante menosprecio y un aire de superioridad. Un día, al investigador Paul Firchhoff[8] se le ocurrió dividir al Anáhuac en: Mesoamérica (tomado del concepto de Mesopotámia que significa “entre dos ríos” de la cultura Sumeria) y Árido América. Es decir, los “indios-cultos-muertos-desaparecidos-del pasado” que hacían pirámides y objetos bellos para el culto a sus dioses y que vivieron desde lo que hoy son los estados de Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí y Tamaulipas hacia el Sur y, los “indios-salvajes-muertos-desaparecidos-del-pasado”, que vivieron en la región Norte de México. Sin embargo, la matriz filosófico cultural del Anáhuac la compartieron todos los pueblos, desde Alaska hasta Nicaragua, creando una civilización continental que desde la equivocación de Colón, al confundir este continente con la India, los europeos no han querido o no han podido conocer y comprender. Tal vez por eso, después de quinientos años de saber que Cristóbal Colón (1451-1506) se equivocó y no llegó a la India, le siguen diciendo a los pueblos originarios del Anáhuac, “indios”, que es el gentilicio de las personas nacidas en la India.

La Civilización Anahuaca no sólo estuvo presente y vigente en todo lo que hoy conforma el territorio nacional. Nosotros suponemos que esta Civilización es CONTINENTAL. En efecto, actualmente existen “elementos culturales” muy similares, lo mismo entre un indígena Kumiai de Baja California, que un indígena Maya de Quinta Roo. Pero al mismo tiempo, estas similitudes básicas las encontramos entre un indígena del Canadá y un indígena de La Patagonia, pasando por la gran llanura de Norte América, México, Centro América, la Zona Andina y el Amazonas. Los valores esenciales de la vida, la muerte, la naturaleza, el cosmos, lo divino y lo sagrado, los comparten armoniosa e íntimamente todos los pueblos llamados “indígenas” del continente Americano. Lo que nos une y nos identifica a los pueblos con raíces indígenas es la matriz filosófica-cultural que nos estructura y no la supuesta “latinidad” que se inventó Napoleón III para apoderarse de la América no sajona en el siglo XIX o la “hispanidad” con la que los angloparlantes nos catalogan en el siglo XX.
 
El desprecio que hemos heredado de los cinco siglos de colonialismo hacia la valoración y respeto de los pueblos originarios, hacia los Viejos Abuelos, hacia nosotros mismos, queda claro al llamarlos despectivamente “indios”. Pues desde hace muchos siglos, se supo que Cristóbal Colón se equivocó y que no llegó a la India en la búsqueda de una nueva ruta comercial, por lo cual, los pueblos “encontrados” no fueron los “indios” esperados. Después de tantos años, por el colonialismo, ni siquiera nos ha interesado saber, cómo se llamaban a sí mismos nuestros antepasados. Dicho de otra manera, hemos perdido la memoria histórica, el interés y orgullo de nosotros mismos.

Los Antiguos Mexicanos le llamaban al continente CEN-ANAHUAC y ellos se reconocían como ANAHUACAS, por lo que existían los anahuacas mayas, los anahuacas zapotecas, los anahuacas mexicas y así sucesivamente.


4.     EL PERIODO PRECLÁSICO O FORMATIVO.

A la primera etapa de la historia del México Antiguo se le conoce como período PRECLÁSICO o período formativo, y tiene una duración aproximada de 6 mil años; esto es, su duración inicia en el año 6 mil a.C. y llega hasta aproximadamente 200 años a.C. Este periodo es muy largo porque se entiende el gran esfuerzo que hicieron nuestros antepasados. Desde ser salvajes primitivos cazadores nómadas recolectores, hasta formar pequeñas aldeas y poseer un eficiente sistema alimentario; un eficaz sistema de salud, un complejo sistema educativo, un sólido sistema de organización social y un régimen  jurídico. Contaban, además, con un decantado sistema de valores y conocimientos filosóficos, éticos, morales, estéticos y religiosos, que les permitió tener firmes cimientos para desarrollar una de las más importantes y antiguas civilizaciones que se mantiene viva hasta nuestros días a pesar de la agresión que ha sufrido durante los últimos 5 siglos.

Esta valiosa -infraestructura civilizatoria- que de alguna manera sigue viva y presente en el México contemporáneo y que el “México imaginario”[9] de Guillermo Bonfil Batalla se resiste a reconocer resulta la herencia más importante que nos han legado los Viejos Abuelos del Anáhuac y los cimientos más profundos de todo lo que hoy somos.

La relación con la naturaleza y el trabajo con la tierra, especialmente con la invención de la milpa, permitió a los pueblos del México antiguo tener una alimentación de calidad. Los conocimientos del cuerpo humano, las plantas, animales y minerales fueron las bases para ofrecer a los antiguos mexicanos una inigualable salud. El desarrollo de un sistema educativo eficiente que permitiera formar y capacitar a sus hijos para desarrollar a largo plazo el proceso civilizatorio y mantener el “propósito social” por siglos; así como una infraestructura científica que les posibilitara iniciar su camino en las matemáticas, la astronomía, la medicina, la ingeniería, lingüística, arquitectura, botánica, zoología; un lenguaje artístico que les facultara expresar, de manera estética y universal, su percepción de lo inconmensurable y maravilloso de la existencia humana y sus complejas y maravillosas relaciones con la naturaleza y el cosmos. Un complejo y eficaz sistema de organización social que les permitiera desarrollar obras monumentales que llevaron varias generaciones para concluirse y que mantuvieron su propósito primigenio. En síntesis, un sin fin de conocimientos, que formaron los cimientos de lo que posteriormente se conocerá como el desarrollo del Período Clásico o del esplendor.

LA AGRICULTURA.

“La invención de la agricultura fue en realidad un proceso muy prolongado, que tuvo lugar en el área en el curso de varios milenios, a partir de hace 8000 a 10,000 años, según lo indica los fechamientos más recientes logrados con nuevas tecnologías. Entre 1500 y 1000 años AC, empezaron a aparecer las primeras aldeas permanentes de cultivadores en diversos puntos del futuro ámbito mesoamericano. Se domesticaron las calabazas, el maíz, el aguacate, los amarantos, los frijoles, los chiles, el tomate verde, el cacao, las anonas, los zapotes, los magueyes, los nopales, y el algodón, entre otras, haciendo un total de más de 70 especies diferentes, además de las provenientes de otras áreas, pero que se cultivaron con provecho (por ejemplo, el jitomate y el guaje o tecomate)”. (Teresa Rojas Rabiela. 2001).

El Período Preclásico representó un milenario esfuerzo de nuestros Viejos Abuelos, no sólo para humanizarse, sino para humanizar el mundo que les rodeaba. Porque los seres humanos, para los antiguos mexicanos, son el principio y fin de la creación y los encargados de su preservación y su desarrollo hacia lo perfecto.

Este elemento filosófico es muy importante para comprender las culturas del México antiguo. En efecto, mientras otras civilizaciones pretenden dominar, explotar y transformar a la naturaleza, ubicándose como la cima de la creación universal, para los antiguos mexicanos el objetivo del ser humano es apoyar el proyecto creador de los dioses y humanizar al mundo, tomando a la Tierra como su “madre querida” Tonatzin. 

“El hombre es la medida de todas las cosas”, decía el griego, otorgando al ser humano una suerte de dominio sobre el mundo; “Mata y come”, dice Dios al hombre en el Nuevo Testamento.  Así, las dos vertientes de la cultura occidental, la helénica y la judeocristiana, atribuyen al hombre, para subsistir, el dominio de las cosas y la autoridad para destruirlas.

Moralmente, muy por encina de tal concepción, el antiguo indígena mesoamericano, como se desprende de sus imágenes y de sus textos, proclama la suya: el hombre es el principio de la creación del mundo y el encargado de su alrededor. Así es como se constituye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos.

Intentemos, pues, comprenderla en sus raíces y sus frutos, para conocer qué es lo qué somos; qué, lo que debemos ser.
(Bonifaz Nuño 1992) 

Si bien, se supone que los Viejos Abuelos iniciaron la agricultura y la invención del maíz en el sexto milenio antes de Cristo; lo cierto es que aparecerán las primeras formas culturales, que los especialistas han llamado Olmecas, aproximadamente mil quinientos años antes de Cristo, entre los estados de Tabasco y Veracruz, pero que indiscutiblemente se dieron en todas las culturas pero en una fase que llamaremos “olmecoide” o de influencia olmeca. Pequeñas aldeas donde se empieza a expresar todo ese vasto e inconmensurable conocimiento del universo, la naturaleza, la vida,  la muerte y el ser humano frente a lo divino y a lo sagrado.

En esos aproximadamente cuatro mil quinientos años de Desarrollo Cultural endógeno, desde la invención de la agricultura, hasta la formación de la cultura Olmeca, los Viejos Abuelos  inventaron, descubrieron, elaboraron, procesaron y sistematizaron toda esa sabiduría que aparece mil quinientos años antes aproximadamente del inicio del esplendor o florecimiento del México Antiguo, en el período llamado Clásico.

Los investigadores extranjeros han pretendido desaparecer de nuestra historia antigua estos valiosos cuatro mil quinientos años restándole importancia. En efecto, desde la invención de la agricultura, hasta la irrupción de la cultura madre, no se le da mucha importancia en los textos de los investigadores y es casi inexistente en la “Historia oficial” que inicia desde la aparición de la cultura olmeca. Pero los olmecas no fueron creados por “generación espontánea”, fueron cuatro milenios y medio de intensa investigación y sistematización de la experiencia humana de vida. 

LA INVENCIÓN DEL MAÍZ.

La invención del maíz[10], tal vez sea uno de sus mayores logros del Período Preclásico o formativo, pues de ser un pasto silvestre, los Viejos Abuelos, produjeron la espléndida planta de maíz, alimento básico de la civilización. Es importante subrayar que ningún otro pueblo hizo tan portentoso descubrimiento, pues las otras cinco civilizaciones, sólo domesticaron plantas que ya estaban en estado silvestre.

“La agricultura acompañó el proceso civilizatorio mismo, plenamente integrado con el resto de las actividades culturales y sociales. Los límites de sus prácticas como actividad básica fueron los limites del área cultural; la presencia de culturas agrícolas avanzadas en el centro y sur de México y Centroamérica no es casual, dada la posibilidad de practicar allí el cultivo de temporal. Sin embargo, el aumento del potencial productivo de esa agricultura básica dependiente de la lluvia, fue posible merced tanto a las obras de riego y de remodelación de laderas y otras obras en terrenos especiales, como al mejoramiento fitogenético de las plantas domesticadas y en proceso de domesticación, y a las transformaciones de las formas de organización social y económica. De hecho los diversos sistemas agrícolas, sin dejar de ser en parte adaptaciones ecológicas, fueron adaptaciones sociales, demográficas y económicas.”  (Teresa Rojas Rabiela. 2001)

El desarrollo de la hidráulica en la agricultura, es otro de los grandes cimientos, pues permitió que un mayor número de personas pudiera tener energía y tiempo disponible, para desarrollar los grandes proyectos civilizatorios, tanto en la investigación científica, la exploración del arte, como en la edificación de las imponentes construcciones, hoy llamadas “zonas arqueológicas” y que son un impresionante monumento material, al proyecto espiritual de esta civilización.

“La era ´formativa´ es así llamada porque aparece las principales técnicas -cestería, cerámica, tejido, metalurgia y construcción - y toman forma los patrones de cultura comunal. La población aumenta, se expanden las culturas y los pueblos, existe paz y gran difusión cultural desde y entre los centros de la civilización. Se inicia la agricultura intensiva, empieza el regadío en escala local y se domestican los animales de mayor importancia.

La producción de alimentos sigue en el plano de la subsistencia, excepto por las porciones destinadas a sostener la clase dominante. Pero la agricultura intensiva empieza a dejar tiempo libre para la satisfacción de necesidades sociales: producción de objetos de lujo, construcción de edificios religiosos, etcétera.”  (Ángel Palerm. 1990)           

LA INVENCIÓN DE LA MILPA.

La invención de la milpa resultó otro valioso detonante para el desarrollo de la civilización anahuaca, porque en un pedazo de tierra muy pequeño, un solo hombre puede darle de comer a su familia por espacio de un año, al sembrar maíz, chile, calabaza y fríjol, trabajando intensamente cuatro meses al año. Esto es como si hoy en día, un salario mínimo durante cuatro meses, nos permitiera vivir adecuadamente todo el año. La ingeniería hidráulica llegó en el Anáhuac a niveles muy avanzados, no sólo por el uso extenso del regadío, sino que el concepto de la “Chinampa” resulta aun en nuestros días muy adelantado.

“...la agricultura de riego fue la única capaz tecnológicamente de sostener una economía suficientemente productiva para mantener una población concentrada, estable y especializada en tareas no agrícolas y una organización política para mantener en funcionamiento el sistema de producción y distribución de bienes. Así la invención del regadío habría permitido la vida urbana y con ello la civilización.” (Teresa Rojas Rabiela. 2001)

Definitivamente no podemos imaginar las maravillas de Teotihuacan o Monte Albán en el período Clásico, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido impulsar el desafío que representa la construcción de los diversos y numerosos centros de conocimiento que existieron en nuestro territorio. Los investigadores extranjeros no le han dado a la agricultura Anahuaca el verdadero lugar que tiene en la historia de la humanidad.

“De hecho, la conclusión a que nos vimos obligados a llegar fue que en la época prehispánica los sistemas de cultivo habían alcanzado niveles de eficiencia y de productividad no comparables, sino superiores, a las formas contemporáneas más avanzadas. La leyenda de una agricultura de mera subsistencia, o bien capaz solamente de generar escasos excedentes, quedó destruido”.
(Ángel Palerm 1990)     

El período Preclásico fue la base, los cimientos del desarrollo y posterior esplendor del México Antiguo. Casi seis milenios de elaborar por nosotros mismos, una de las civilizaciones más antiguas e importantes del mundo, de la cual hoy somos sus indiscutibles herederos legítimos.

El México contemporáneo tiene sus cimientos más profundos en este periodo formativo. Nuestra dieta básica, la sabiduría curativa de la naturaleza y nuestra forma de relacionarnos con ella. Nuestra relación inconsciente con la educación. Nuestras formas de organización social, tienen sus más hondos orígenes en esos casi seis mil años de desarrollo humano.

No podemos negar que esta sabiduría se ha enriquecido con la de otros pueblos y culturas en un mundo globalizado desde 1492. Que hemos sufrido una de las más devastadoras agresiones culturales de la historia de la humanidad, donde no sólo la cultura sino la condición de seres humanos nos trataron de arrebatar los invasores-colonizadores. Sin embargo, a pesar de los pesares ahí esta y se sigue moviendo. Es la fuerza vital que nos guía y orienta a pesar de no verla o escucharla viene desde el remoto pasado. En ocasiones se manifiesta sutil y casi invisible, en ocasiones se siente telúrica y expansiva de adentro hacia fuera. Pero siempre esta presente en nuestro Ser.

5.  LOS OLMECAS.

También llamados la “Cultura Madre”[11], representan el logro final de miles de años, en que los pueblos antes nómadas, cazadores, recolectores, lograron establecerse por milenios en un lugar determinado y ahí, a través de generaciones y generaciones de investigar y observar a la naturaleza, el firmamento y explorar sus insondables adentros espirituales. Los especialistas eurocéntricos[12], con una visión colonizada, no le dan importancia a este largo período del Período Preclásico que culmina luminoso con la conformación de la cultura olmeca entre 1500 y 1200 a.C. pero que tiene un gran valor para nuestra civilización, en tanto definieron el rostro primigenio de las culturas del México antiguo, para nuestro presente, porque parte de lo que hoy nos conforma encuentra en los olmecas sus primeras raíces; y sobre todo para el futuro, porque nos recuerdan de nuestras capacidades, nuestra voluntad de ser y trascender en el tiempo, pero sobre todo, nos habla de una continuidad y una dirección.

Los olmecas no se deben tomar como el “principio”, sino como el final de un inmenso período de formación cultural que se llevó más de cuatro milenios (dos eras Cristianas) y que es bastante desconocido para el común de los mexicanos.

“Uno de los aspectos más controvertidos de los Olmecas, además de su posición cronológica respecto a las otras culturas mesoamericanas, ha sido el esclarecimiento de su filiación étnica, lingüística y racial que, en el Sur de Veracruz y Este de Tabasco, experimentó una nueva forma de organización económica, social, política, y religiosa. Ésta fue totalmente distinta a la vida aldeana y tribal que le antecedió y a la que existía en la mayor parte de ese espacio geográfico  que, con el transcurso del tiempo, llegaría a construir la macroárea cultural denominada Mesoamérica.”  (Tomás Pérez Suárez. 1994.)

Sin embargo, es necesario apuntar que la síntesis filosófica que quedó plasmada en la iconografía[13] olmeca, mantendrá un hilo conductor durante todo el proceso de desarrollo de la civilización Anáhuac, los mismos españoles encontraron vivas en el siglo XVI las raíces de la cultura olmeca. De esta manera Quetzalcóatl, que quedó grabado en las piedras de Chalcatzingo, Morelos, en el Período Preclásico, lo encontraremos en Teotihuacan en el Período Clásico con los toltecas y en el mismo Tenochtitlán con los aztecas en el Período Postclásico. Las serpientes de cascabel, los felinos, el quincunce[14],  la representación de Tláloc a través del uso de la cara de dos serpientes encontradas y de perfil; nos hablan de un conocimiento, una filosofía y una religión, que se mantuvo viva y en evolución por lo menos 3 mil años consecutivos y que de algún modo sobrevive en el ser místico y espiritual de los pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo.

“No guerreros ni comerciantes, sí agentes civilizadores, los olmecas cumplieron el destino que ellos mismos se asignaron. Lo cumplieron hasta donde en el espacio fueron capaces, y lo alargaron en el tiempo, construyendo lo que habría de ser el espinazo espiritual de nuestra antigua cultura.

El concepto de lo humano por ellos forjado, dio cimientos al perpetuo optimismo de los hombres que los sucedieron. Los herederos suyos, sean teotihuacanos, zapotecas, mayas, mixtecas, huastecas, totonacas, aztecas, lograron merced al impulso que de ellos recibieron, la inagotable proliferación de felices construcciones culturales cuyos vestigios todavía educan y deslumbran.

Teotihuacan, Tula, Xochicalco, Cacaxtla, El Tajín, Tikal, Palenque, Toniná, Uxmal, Monte Albán, Mitla, Malinalco, Chichén Itza, Tenochtitlan, otras muchas ciudades análogas, dan testimonio de ese optimismo justificado y perdurable.
Injuriosamente, los estudiosos hablan todavía de culturas primitivas, de totemismo, de adoración de la lluvia, de ritos sangrientos, y centran su atención en la guerra florida y los llamados sacrificios humanos de los aztecas, a fin de intentar legitimar el desprecio que les justifica nuestra explotación.”  ( Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Cuando la civilización del Anáhuac logra producir nítidamente lo que hoy llamamos la cultura olmeca, ya estaban terminados los cimientos de conocimiento de orden tangible como: la agricultura, la ingeniería, la arquitectura, la medicina, etc. Así como de  los de orden intangible como: la filosofía, las matemáticas, la religión, el arte, la astronomía, entre otras. Así mismo, ya estaban en operación los cuatro sistemas básicos que fueron los cimientos de toda sociedad, independientemente de la cultura a la que pertenecieran y que fueron desarrollados y perfeccionados, casi en su totalidad, durante los primeros cuatro mil quinientos años de la civilización, entre la invención de la agricultura y aparición de la cultura olmeca.

Estos cuatro sistemas son: el Alimentario, el de Salud, el Educativo y el de Organización social y régimen jurídico. Representan las cuatro bases indispensables para desplantar una cultura.

EL SISTEMA ALIMENTARIO.

En esos cuatro mil quinientos años, los Viejos Abuelos, no sólo inventaron la agricultura, la milpa, la chinampa, el nopal comestible. Sino que, desarrollaron un sofisticado y complejo sistema de alimentación en el que se crearon las tortillas, totopos, empanadas, los tamales, las salsas, el chocolate, el atole, las aguas frescas, el tejate, el pulque, el mezcal[15], las alegrías o amaranto, el elote, los diversos tipos de chiles, el pinole, el uso de plantas, carnes de animales de caza y pescados secos y salados, gran cantidad de vegetales, el uso extenso de insectos, miel, semillas, así como la domesticación del guajolote y el perro Xoloitzcuintle. El sistema alimentario no sólo comprendía alimentos, sino guisos exquisitos y muy sofisticados en los que se equilibraban perfectamente las proteínas animales y vegetales, los azúcares y las grasas. Lo que en conjunto permitió que los antiguos mexicanos dispusieran de suficiente energía, salud y tiempo para desarrollar sus proyectos civilizatorios, tanto en la construcción como en la investigación.

EL SISTEMA DE SALUD.

El sistema de salud es otra de las grandes aportaciones a la civilización. Los Viejos Abuelos desarrollaron un profundo conocimiento del cuerpo humano y sus enfermedades. Investigaron las substancias curativas que poseen las plantas, los insectos, animales y minerales. Los médicos y la medicina anahuaca llegaron a alturas hoy insospechadas que la barbarie europea desvalorizó y persiguió, sin embargo, esta sabiduría ha podido sobrevivir a su desaparición histórica. En efecto, todo este legado de conocimientos y sabiduría  sufrió trescientos años de persecución y en los últimos doscientos años ha vivido marginada y despreciada por la cultura dominante. Pero, a pesar de lo anterior,  indiscutiblemente ha sido el recurso más valioso para mantener la salud de los mexicanos más pobres y desprotegidos por el gobierno y explotados por la sociedad dominante. Los pueblos indígenas y campesinos, y de alguna manera el proletariado que vive en los cinturones de miseria de las grandes ciudades del país ha mantenido estos saberes tradicionales en extinción, por encima de la acción de los voraces laboratorios trasnacionales y los medios masivos de comunicación. Los “remedios caseros”, las infusiones, los masajes, el uso de plantas, animales, insectos y minerales, es decir, nuestros ancestrales remedios siguen asombrosamente vivos, así como, los rituales que tienen poderosos resultados en la psique de los pacientes, sin dejar de nombrar a las “plantas de poder” que ocupan un lugar muy especial en la sabiduría ancestral.

EL SISTEMA EDUCATIVO.

El sistema educativo fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac. Aunque por su importancia se le dedicará un capitulo especial a la educación, podríamos señalar que desde el punto de vista de “Sistema”, los antiguos mexicanos seguramente desde el año 1500 a.C. con la aparición decantada de la cultura olmeca, ya contaban con un sistema de educación que llegó a todos los niños y jóvenes de la sociedad en las culturas más evolucionadas hasta la llegada de los españoles.

El sistema educativo es un elemento básico estructural para poder desarrollar un proyecto civilizatorio, toda vez que el método para producir y reproducir el conocimiento en la sociedad, indiscutiblemente que es la educación. Gracias a este sistema, podemos entender los mega proyectos a largo plazo de las culturas del Anáhuac, en las cuales se llevaban siglos en construir un centro de conocimiento, como el mismo Teotihuacan, Palenque, Monte Alban o Xochicalco.

La educación que generó la civilización del Anáhuac no se refiere únicamente al aspecto académico, que era enseñado en el Tepochcalli, Cuicacalli y Calmécac. La educación tuvo un punto de vista más profundo. Nos referimos a su especto filosófico y espiritual. En efecto, se enseñaban las bases fundamentales para que el individuo pudiera entenderse a sí mismo, a la familia, a la sociedad, a la naturaleza y al universo; para comprender las relaciones que existen entre unos y otros, las responsabilidades, los límites y las posibilidades. Todo esto en su conjunto y a lo largo de ocho mil años de desarrollo humano, con sus altas y sus bajas, nos han dado un “Rostro propio y un corazón verdadero”, como individuos y como civilización. Este inmenso acervo de sabiduría y experiencia es lo que nos hace ser “Mexicanos”.

No todos los pueblos del mundo poseen esta experiencia que hoy englobamos en el llamado “Patrimonio Cultural”. Han sido los pueblos que surgen de las milenarias civilizaciones que se han llamado “Madres”, los que han logrado sistematizar e incorporar a su “Ser” esta sabiduría de vida: la educación como esa riquísima experiencia que ha sido seleccionada y sistematizada a lo largo de cientos de generaciones.  Y si para la cultura occidental el vértice superior de su conocimiento se encuentra sustentado en el dominio del mundo material, para la civilización del Anáhuac el vértice superior de su conocimiento se encuentra en la posibilidad de liberar el espíritu de la materia. Esto es lo que nos une a todos los pueblos de origen anahuaca y nos hace culturalmente tan sensibles a los aspectos místicos y espirituales de la vida. Para concebir nuestra antigua cultura, debemos de pensar que nuestros Viejos Abuelos vivieron en sociedades escolarizadas por más de treinta siglos.

Para descolonizar nuestra historia debemos de dejar de vernos a nosotros mismos como los extranjeros nos describieron, en tanto a sus intereses, concepción e ideología: como una serie inconexa de islas culturales “Primitivas”, que nada tienen que ver las unas con las otras. Siempre nos han investigado por nuestras diferencias y no por nuestras semejanzas; las cuales son mayores. Los olmecas tenían mucho que ver con los procesos de desarrollo cultural desde la invención de la agricultura hasta la conformación de las primeras aldeas; y al mismo tiempo las culturas posteriores con los olmecas y los mexicanos de hoy en día, con los ocho mil años de desarrollo cultural que ha producido el ser humano en el que hoy es nuestro territorio.

Para entendernos como civilización, debemos de tomar en cuenta que en el Anáhuac durante por lo menos 3000 años se mantuvo un sistema escolarizado en el que vivieron nuestros antepasados de generación en generación de manera ininterrumpida y sistemática y que ciertamente, ha sido truncada estos últimos 5 siglos por la colonización, pero que en el “Banco genético de información cultural[16]” los mexicanos encontramos en la educación, una valiosa y poderosa herramienta para el desarrollo humano. Somos una civilización con una añeja experiencia educativa.


SISTEMA DE ORGANIZACIÓN SOCIAL.

El sistema de organización social y régimen jurídico es otro de los cimientos fundamentales que se crearon en los primeros cuatro mil quinientos años que comprendieron desde la invención de la agricultura y la aparición de la cultura olmeca. En efecto, no podríamos entender la construcción de las llamadas “Zonas arqueológicas”, sin la organización social y la regulación de un orden jurídico que permitiera la regulación e interacción armónica y ordenada de los individuos y los pueblos. El sistema de organización social y el régimen jurídico permite que los otros tres sistemas -alimentario, salud y educación- puedan desarrollarse con plenitud y armonía.

“Así como el pensamiento y creencias de los pueblos son fruto de la observación y de la elucubración humana, la organización política está en íntima relación con el pensamiento económico, científico y religioso de los pueblos.
Del concepto matemático, astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas, mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y superándola también, establecieron un orden político y social adecuado a las condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fundamental de promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal suerte un alto grado de cultura y conocimiento, tanto de la naturaleza como del universo”. (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978) 

El concepto de Tollan[17] que se ha traducido como ciudad o metrópoli, era una realidad cotidiana en las culturas del Anáhuac. Fuera en la zona maya, náhuatl, zapoteca, mixteca, totonaca, purépecha o en cualquier otra, las grandes concentraciones humanas del período Clásico y Postclásico fueron impresionantes. En lo que se refiere a la ciudad de Tenochtitlán, los cálculos más discretos nos hablan de medio millón de habitantes, pero seguramente que en el período clásico las concentraciones humanas superaban estas cantidades. El concepto de Taltocán, Calpúlli, Hueytlahtocáyotl, Tequíyotl, Tetlatzontequilíca, están ligados íntimamente a la formidable organización social que es fruto de la sabiduría acumulada y sistematizada por siglos y siglos de trabajar en sociedad por alcanzar el desarrollo humano. Los antiguos mexicanos nunca hubieran podido lograr los prodigios civilizatorios, tanto tangibles como intangibles, sin una compleja red social de valores, actitudes, principios, instituciones, leyes y autoridades que posibilitaran, no sólo el mantenimiento del orden social, sino su propio desarrollo. Cada pirámide, cada obra de arte, cada códice o estela, no pudieron existir sin el respaldo y apoyo de este sistema de organización social y régimen jurídico que los sustentó.

“Establecieron una superestructura de carácter federal e interestatal en materia política, educativa, científica y cultural con un sistema impositivo o tributario, antes mencionado, adecuado a las necesidades tanto del gobierno como de las diversas entidades de la federación, ya para subvenir a los gastos públicos o para la redistribución de la producción de unas regiones a otras en combinación con dicha organización especial en materia mercantil.

Dados estos principios fundamentales podemos distinguir dos clases de organizaciones:

A.- Las Territoriales, que eran: 1.- El calpúlli rural (autónomo y disperso); 2.- El calpúlli urbano (autónomo y concentrado a manera de barrio); 3.- La región o icniúhtli de calpótin, hermandad, fraternidad, grupo de amistad de caseríos (entidad regional autónoma) llamado Tlatocáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señoríos del Estado (autónomos, pero la autoridad dependía del Estado) llamados tecúhyotl, señoríos; 5.- El Estado (independiente) llamado hueytlahtocáyotl, gran gobierno; y 6.- La federación de Estados llamada Tlatacaicniuhyotl, hermandad o amistad de gobernantes, o tecpíllotl, conjunto de principales o palaciegos.

B.- Las institucionales, jerarquías centralizadas de gobierno, que podían ser: locales (la organización religiosa, los gremios industriales, las sociedades de señores) o federales (las jerarquías educativa, administrativa, fiscal, judicial, gubernamental o política, la comercial y la militar).

El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación. “Nada se hacía, afirman los cronistas, sin consultar en asamblea”. Ésta invariablemente era encabezada por dos jefes, cuyos puestos generalmente eran vitalicios; uno era administrador y el otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho de sucesión, y el otro más joven, era elegido por la asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. 

La asamblea se llamaba in cohuáyotl, círculo o a manera de serpiente”.
(Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978) 

Este complejo sistema de organización social se llevó varios milenios en decantarlo y perfeccionarlo la civilización del Anáhuac. Lo cierto es que para la irrupción de la cultura olmeca ya estaba conformado y fue el mismo que encontraron y usaron los propios españoles. En la actualidad siguen vivos algunos elementos estructurales de este sistema en las comunidades indígenas y campesinas. El “sistema de cargos”, el tequio, la fajina, la asamblea, el consejo de ancianos, las mayordomías, los comités del templo, la escuela, el agua potable, etc. son el testimonio de la supervivencia de esta ancestral sabiduría de organización social.

“Todas aquellas autonomías territoriales no vivían aisladas y abandonadas a su propio destino, sino que estaban articuladas, armonizadas, relacionadas e integradas al Estado, a través de instituciones jerárquicas que en su conjunto constituían en cada estado dos grandes poderes: el poder administrativo cuyo jefe era el cihuacoátl, literalmente mujer serpiente, ideológicamente administrador supremo gemelo del tlahtoáni en lo concerniente a la mujer (administrar) que regía, con derecho a sucesión de padre a hijo; y el poder ejecutivo, cuyo jefe era, el tlahtoáni, literalmente el que habla, ideológicamente el que ejecuta, manda o gobierna, era puesto de elección entre los miembros de una familia procedente de los soberanos más remotos, poseedores de la tierra; pero no sucedían de padre a hijo...” (Ignacio Romerovargas Yturbide. 1978) 

A la llegada de los españoles en el período decadente conocido como Postclásico. Los invasores no encontraron reyes o reinas, príncipes o princesas, ni mucho menos reinos o imperios a la manera europea. En su miopía e ignorancia los españoles interpretaron esta sofisticada y democrática forma de organización social como una “monarquía” decadente y vertical como la que tenían ellos en Europa.

A tal punto fue esta incapacidad de apreciar y entender esta milenaria forma de gobierno que Hernán Cortés (1485-1547), cuando tenía prisionero a Moctezuma ( 1502-1520) en su casa y después de haber ordenado la matanza del Templo Mayor, lo que provocó la insurrección del pueblo mexica en contra de los invasores, ordenó que subieran a la azotea a Moctezuma para que esposado le ordenara al pueblo que cesara la insurrección. La sorpresa de los españoles es que ya el Tlatocan[18] había destituido al tlatoani Moctezuma y le había otorgado el poder a Cuitláhuac (¿-1520). Para la cultura europea el rey era la representación de Dios en la tierra y su sucesión era hereditaria a través de las Casas Reales. Cortés creyó que al tomar prisionero a Moctezuma tenía controlado al pueblo mexica y no entendía como podían los mexicas destituir a su gobernante. Hasta la fecha, se sigue desconociendo el sistema de organización social y el régimen jurídico de los antiguos mexicanos y se sigue hablando de “reyes, reinos y princesas prehispánicas”.

“Teniendo en ella toda su esperanza del remedio, determinó un día sacar a Motecuhzoma en público, para que mandase y rogase a los mexicanos que se aplacasen y dejasen de maltratarlos. Y así fue, que estando los mexicanos dando bravísima batería, que casi querían derribar las casas a pedradas, el marqués y otro de los suyos, el uno con una adarga cubierto y el otro con una rodela de acero con la que se defendía de las piedras y varas, subieron a Moctecuhzoma a una azotea de la casa, que caía hacia el lugar donde los indios daban la batería y, llevándolo así cubierto, le llevaron al pretil de la azotea y haciendo el buen Moctecuhzoma señas con la mano que cesasen de vocear, que les quería hablar, callaron por un poco y cesaron de batir la casa, y apartando la adarga y rodela con la que tenían cubierto, les rogó a voces que dejasen de hacer mal a los españoles y que él les mandaba que no le hiciesen mal.
Los capitanes que estaban en delantera le empezaron a denostar con palabras muy feas, diciéndole que era mujer de los españoles y que, como tal, se había confederado y concertado con ellos para haberlos muerto, como mataron, a sus grandes señores y valientes hombres y que ya no le conocían por rey, ni era su señor...” (Fray Diego Durán.)     

LA CULTURA MADRE. 

La cultura olmeca es la esencia y la fundación de nuestra civilización. Los rasgos culturales más importantes que estarán vigentes por lo menos durante tres milenios del desarrollo humano que se implementó en lo que hoy conforma el territorio nacional y del cual somos herederos únicos y legítimos.
La iconografía, la arquitectura, los símbolos filosóficos-religiosos de la serpiente, el jaguar, el águila, que aparecieron claramente definidos en los testimonios de la cultura olmeca, seguirán vigentes durante los sucesivos periodos hasta el momento de la invasión. El optimismo por la vida, capaz de realizar inconmensurables proyectos espirituales que dejaron impresionante huella en la materia; sean pirámides, sistemas complejos de habitaciones sin ningún uso doméstico o habitacional, hasta formidables sistemas hidráulicos, con presas y canales o kilómetros de caminos empedrados.  

“Y ahora júzguese el progreso del fenómeno cultural ocurrido en el territorio de Mesoamérica durante cerca de tres milenios; piénsese en la índole de la humana energía que poseyó la capacidad de edificar, entre otras muchas, las ciudades antes indicadas, ciudades en las cuales dieron flor y frutos las artes y las ciencias; donde la sabiduría sirvió de raíz y coronamiento a los gigantescos esfuerzos materiales requeridos por tal edificación.
Habrá que concluir que sólo una concepción moral plenamente optimista y feliz, habida por el hombre acerca de sí mismo y de su mundo, pudo engendrar el núcleo de esa energía incalculable. Una dichosa concepción humanista de veneración por la vida en la totalidad de sus manifestaciones”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Lo cierto, la vigente y palpable de la herencia Olmeca y que ha sido trasmitido a las culturas posteriores, quienes lo desarrollaron y llevaron a expresiones exquisitas de la cultura y el arte, cada una dándole su toque y su acento personal. Es sin lugar a dudas su optimismo por la vida y su sentido místico y espiritual de la existencia y el universo.

“Con ellos (los olmecas) comienza en definitiva lo que lícitamente puede considerarse la cultura mesoamericana en su plenitud. Por una razón que explicaré más adelante, ellos lograron difundir los principios de su idea del hombre y del mundo hacia los pueblos contemporáneos suyos y, lo que es incluso más significativo, consiguieron hacerlos vivir en la integridad de las maneras culturales que surgieron en Mesoamérica aún miles de años después que ellos habían desaparecido, logrando que tales maneras de cultura fueran, por su fondo común, una cultura única.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Mucho nos falta por descubrir sobre la antigua cultura olmeca y desacreditar todas las mentiras que se han escrito doctamente en contra de ella. En efecto, como las universidades norteamericanas pueden financiar a sus investigadores, estos han escrito mucho sobre los olmecas. La mayor parte son sus “Propias conjeturas” nacidas de juicios equivocados desde su primera raíz y que se han ido acumulando con el tiempo.

“Con respecto de los olmecas, se ha conjeturado acertadamente de la posibilidad de que hayan implantado un imperio; según tal conjetura, habrían extendido su influjo en la Mesoamérica de entonces valiéndose de la fuerza de efectivos militares. Nada se ha encontrado que llegue a probar tal cosa, ni en sus representaciones plásticas ni en otros de sus vestigios arqueológicos. Ninguna huella suya se tiene de armas de agresión o defensa, salvo algún puñado de puntas de flecha descubiertas en La Venta. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Sin embargo, en México se empiezan a publicar investigaciones inteligentes, descolonizadas y libres de prejuicios, como las del Dr. Rubén Bonifaz Nuño, quien nos señala un nuevo camino. Ver con nuestros propios ojos, pensar con nuestras propias ideas y sentir con nuestros propios sentimientos, es la escuela que crea Bonifaz Nuño. Pero existen otros caminos, como pueden ser la tradición oral, los linajes de conocimiento o por la delicada vía de los enteógenos. 

“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características son el desdén y la ignorancia.

Condenable es eso, pero no es, en mi opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos, voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.

De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.”  (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)

Aunque parezca atrevido suponerlo, necesitamos descubrir lo que existe de la cultura olmeca en los mexicanos del siglo XXI. Entender nuestra continuidad histórica y cultural a lo largo de estos ocho mil años, es uno de los desafíos más importantes que tenemos aquellos que deseamos acabar con la colonización y construir una sociedad justa y armoniosa. Los olmecas y el fruto de su sabiduría no han muerto o esta desaparecida. Es parte intrínseca de lo que hoy somos. Es la cultura propia nuestra que no compartimos con ningún otro pueblo del mundo.

¨Victoriosas sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema espiritual de iluminación que construyeron nuestras antiguas ciudades.

Allí el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la pintura, las artes todas, allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientes al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la perfección de la vida.

Feliz, el hombre vivió y edificó durante cerca de 30 siglos el glorioso testimonio de su paso sobre la tierra.

Fundamento ideal para la felicidad de los hombres actuales, la creación olmeca, es decir la maravilla de la cultura de Mesoamérica, permanece allí, multiplicada en obras que son ejemplo sin tregua.

Y esa maravilla es herencia nuestra particular que nos honra y nos distingue entre todos. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Todas las culturas posteriores a la olmeca tendrán su influencia. La estructura filosófico-cultural que legaron los toltecas al Anáhuac será uno de los testimonios que nos confirman la existencia de una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Pero todas nacidas, todas con la raíz olmeca, todas compartiendo la misma esencia filosófica.

Por ello, afirmamos que existe una continuidad cultural y civilizatoria, no sólo en el período anterior a la invasión, sino lo que no quieren aceptar los colonizadores, que existe una continuidad civilizatoria y cultural en estos quinientos años de colonización. No se puede negar que en este periodo se “podó la fronda” de manera brutal, pero que la raíz ha seguido viva. También no podemos negar que esta raíz se a apropiado culturalmente de otros elementos, no sólo de la cultura occidental, sino de otros pueblos del mundo. Lo que la ha enriquecido y fortalecido.

El gran desafío es vencer la colonización metal y espiritual. Lograr hacer conciente esta herencia cultural y usarla para reconstruir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.    

6.   EL PERIODO CLÁSICO O DEL ESPLENDOR.

Resulta verdaderamente penoso para los mexicanos, que después de cinco siglos, al igual que los conquistadores del siglo XVI, no nos haya importado conocer, estudiar y difundir el pensamiento filosófico del México Antiguo. Como hemos dicho ya, el Anáhuac produjo una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo. La pegunta obligada es ¿por qué?, si China y la India, que son civilizaciones tan antiguas como la del Anáhuac, tuvieron una filosofía que orientara, explicara y le dieran sentido y continuidad a su evolución, la nuestra no posea para los investigadores un pensamiento filosófico que sostuviera un proceso de Desarrollo Cultural, tan largo y antiguo como las otras civilizaciones ´´madre´´ del mundo. El mito de que los Viejos Abuelos eran agricultores idólatras, que hacían sangrientas ceremonias al sol, al agua y al viento, es sólo producto de las mentes colonizadoras, que negaron y siguen negando, cualquier valor de la civilización invadida.

Cada una de las civilizaciones “Madre” del mundo, han tenido que desarrollar, después de satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, un cuerpo de ideas muy elaboradas y complejas, que explican el origen de la vida, el mundo y el ser humano; su razón de existir y dar respuesta a qué sucederá después de la muerte, (el problema ontológico del Ser). Esta estructura de pensamiento, que trata de resolver las tres preguntas básicas que todo ser humano conciente y todo pueblo desarrollado necesitan responder, “quién soy, de dónde vengo y a dónde voy”, es la base en donde se asientan los demás conocimientos, tanto materiales como espirituales, que le dan orientación y sentido a la existencia.

Cada civilización con origen autónomo, entre otras cosas, tuvo una filosofía, una religión, un maestro, un grano como alimento básico y un lenguaje estético. Si unos tuvieron El Taoísmo, El Hinduismo, El Budismo, nosotros tenemos a La Toltecáyotl,  pensamiento filosófico del México antiguo. Si otras civilizaciones tuvieron a Zoroastro, Hermes, Akenatón y basaron su alimentación en el trigo, el arroz o la papa; nosotros tenemos a Quetzalcóatl y al maíz.

Las ruinas de la civilización grecolatina nos “hablan” porque conocemos a sus pensadores, filósofos y poetas. Las piedras de las “ruinas” y los objetos que se encuentran en nuestros museos, nos pueden “hablar” trasmitiendo su sabiduría, siempre y cuando conozcamos la línea de pensamiento que la concibió; dejando de tener tan solo un valor “Estético o turístico”, pasando a ser algo vivo, vigente y vibrante.

La elevada abstracción del pensamiento filosófico se materializa en la piedra, el barro o los metales y en el Patrimonio Cultural Intangible; de modo que, no podemos aceptar la existencia de nuestros Viejos Abuelos, sin un pensamiento filosófico afirmado e inconmovible en la materia y permanente en nuestras tradiciones y costumbres. Resulta un desafío impostergable iniciar el tercer milenio con el conocimiento de la filosofía de nuestros Viejos Abuelos.

“TOLTECÁYOTL, CONCIENCIA DE UNA HERENCIA DE CULTURA. Hurgaré, a través de los textos y otros testimonios nahuas prehispánicos, en la conciencia que tuvo el hombre mesoamericano de ser portador de un gran legado. Y añadiré que, lejos de querer elaborar una erudita y estática recordación, al acudir a las fuentes en náhuatl, busco también atisbos e ideas con significación para nosotros y a la vez capaces de enriquecer los planteamientos sobre nuestro propio patrimonio cultural.”  (Miguel León Portilla. 1980)

El período de mayor esplendor del México antiguo fue el llamado Clásico y comprende aproximadamente del año 200 a.C. al 850 d.C. Más de mil años de un sorprendente y continuo proceso de crecimiento humano y social.  En este período la filosofía, la sabiduría y las ciencias, llegaron a su máximo desarrollo. Los grandes centros de conocimiento encabezados por Teotihuacan lograron su mayor apogeo. La vida social encontró su equilibrio perfecto entre la satisfacción de las necesidades materiales de subsistencia y las necesidades de trascendencia de la existencia. El arte ha sido el mejor testimonio de este luminoso período.

Si las bases del desarrollo humano se dieron con los Olmecas en el Período Preclásico, el vértice superior del desarrollo cultural del México antiguo se alcanzó en el Período Clásico. Fueron más de mil años de un impresionante avance humanista en el Anáhuac. Todas las civilizaciones del mundo llamadas “madre” buscaron en el espacio más elevado de su desarrollo la trascendencia espiritual de la existencia. Los antiguos mexicanos no fueron la excepción. Sus conocimientos del Espíritu humano, de la concepción del mundo como campos de energía, de la relación del micro cosmos con el macro cosmos y de la responsabilidad de interactuar como “humanizador y equilibrador” entre la naturaleza y el cosmos, resulta sorprendente y asombrosa.

Estos mil años de esplendor son fundamentales para explicarnos lo que hoy somos los mexicanos. Necesitamos conocer por nosotros mismos con mayor profundidad este período luminoso. Hacer nuestras propias conjeturas con nuestros propios valores, dejar atrás la visión del extranjero colonizador.

Los europeos en la Edad Media buscaron en su pasado inspiración para construir un puente que los sacara del oscurantismo de la Edad Media. La pregunta es por qué nosotros no podemos, de la misma manera, buscar en el pasado una fuente de inspiración a partir de los valores, principios y actitudes que crearon los Viejos Abuelos para llegar al cenit de su evolución y desarrollo cultural. Y con esos valores diseñar y construir nuestro futuro.

Actualmente desconocemos los alcances de sus logros espirituales y energéticos, pero lo cierto es, que los vestigios materiales de su desarrollo nos dejan sin aliento y exaltan nuestro espíritu. Al recorrer Teotihuacan, por ejemplo, no podemos más que pensar en sus logros intangibles, frente al impresionante manejo de la materia. Si su pirámide de conocimientos estaba dirigida a alcanzar la conciencia espiritual, cuando reflexionamos descolonizadamente en la cima de la Pirámide del Sol, debemos de pensar en los alcances y logros que debieron tener en el plano intangible del conocimiento, especialmente en el campo de la energía.

Al descolonizar la concepción de nuestros Viejos Abuelos, por más negación y destrucción de su conocimiento, entenderemos que siguen vivos en nuestro corazón. Que la civilización del Anáhuac no ha muerto, como predican los colonizadores desde hace cinco siglos. Y que nosotros somos su continuación en el tiempo cíclico.

7.   LOS TOLTECAS.

Por lo general los que han escrito la historia del México antiguo son los extranjeros, quienes desde una visión eurocéntrica y una inexplicable y supuesta superioridad cultural, siempre han juzgado nuestras diferencias con la cultura europea como deficiencias. Lo que no es como ellos, resulta inferior a su juicio. Este prejuicioso estudio de nuestra historia ha sido “parcelado” como botín científico personal de cada uno de los investigadores extranjeros y de sus discípulos mexicanos. De este modo se mantienen conceptos como “la civilización azteca, la civilización maya, la civilización zapoteca”, como si fueran estructuras culturales y civilizatorias diferentes.

“Se olvida que una cultura forma una unidad orgánica y que, por ello, debe estudiarse desde su centro y no desde uno de sus aspectos periféricos. El concepto de la vida es el <centro> de toda cultura. Son ante todo las ideas acerca del origen, el sentido y la perennidad de la existencia humana las que nos revelan el genio particular de una cultura. Estas ideas son el resultado de una forma de conciencia existencial del hombre en el cosmos; ésta es la causa de que sufran sólo superficialmente la acción erosiva del tiempo.” (Mircea Eliade. 1962)

La cultura dominante no se ha tratado de explicar integralmente, no sólo la civilización del Anáhuac, sino las culturas indígenas de toda América como una sola civilización continental, con una multiplicidad de culturas en tiempo y espacio, pero unidas solidamente por una matriz filosófico-cultural.  De esta manera se han estudiado por extranjeros y sus discípulos mexicanos, cada una de las culturas como ínsulas de investigación y no, como un macro proyecto civilizatorio que ha conjuntado a muchos pueblos y culturas del continente Americano a lo largo de ocho milenios.

“En verdad muchos de los toltecas
eran pintores, escribanos de códices, escultores,
trabajaban la madera y la piedra,
construían casas y palacios,
eran artistas de pluma, alfareros...”
“Los toltecas eran muy ricos,
eran felices,
nunca tienen pobreza ni tristeza...”
“Los toltecas eran experimentados,
acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
Les dieron sus nombres.
Conocían sus influjos,
Sabían bien cómo marcha el cielo,
Cómo da vueltas...”
(informantes de Sahagún)

La historia antigua de México se puede entender más fácilmente, como la evolución compartida de los pueblos del Cen Anáhuac, con tres grandes períodos: Preclásico, Clásico y Postclásico. Y con tres culturas, todas hijas de la misma civilización, que influyeron o fueron las más representativas del desarrollo de cada período, pero no las únicas.  Para el Preclásico fue la cultura olmeca, para el Clásico la cultura tolteca, y para el Postclásico la cultura azteca.
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“Paradigma de cualquier otra Tollan (Ciudad N. A.) era para los mexicanos lo que se sabía acerca de Teotihuacan. Sus grandes edificaciones les parecían hechas por gigantes y así hablaron de ellas con asombro, al igual que las calzadas y otros recintos de la ciudad. En Teotihuacan había alcanzado máximo esplendor una yuhcatiliztli, <existir de un modo determinado>,que fue auténtica Toltecáyotl, obra de los sabios que allí gobernaron, <los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradición, los fundadores de pueblos y señoríos...>.” (Miguel León Portilla. 1980)

El período clásico y los toltecas representan el momento de mayor esplendor en el México antiguo.  Los toltecas a partir de Teotihuacan difunden los conocimientos de la Toltecáyotl a todos los centros de investigación del Anáhuac.  Esto se ve confirmado por la influencia teotihuacana en los vestigios arqueológicos de las construcciones, cerámica y frescos del clásico en el universo cultural que conformaban el Anáhuac. Los toltecas expandieron su sabiduría en todo el Cen Anáhuac y dieron a la civilización su mayor punto de apogeo. Estos más de mil años de esplendor no estuvieron basados en hechos de armas, pues existió una paz total. Tampoco fue producto de una dominación económica, pues el inicio de la moneda y el auge del comercio se dio con los aztecas en el periodo decadente. Se entiende más como un proceso de elevada producción del conocimiento y su expansión a todos los confines de aquel mundo.   

“Pero más bien indican que la raíz de todas las religiones [filosofías N. A.] mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacan haya impuesto sus dioses sobre los dioses de las otras naciones.  Es, sin embargo, curioso, por ejemplo, que la influencia o la conquista teotihuacana al fin de Monte Albán II, aparezca en esa cultura una proliferación de dioses antes no conocidos y que gran parte corresponden a los dioses teotihuacanos.  Lo mismo parece suceder en Guerrero y posiblemente en Veracruz. “. [Ignacio Bernal. 1965.]

Lo que es más posible es que los toltecas, más que un grado de conocimiento de los hombres sabios del milenario México antiguo fue una “cultura”, y que Teotihuacan, fue el centro generador e irradiador de la Toltecáyotl a todo el Cen Anáhuac.  Sorprende hoy en día, encontrar a pueblos como los tacuates en Oaxaca o los mayas en la península de Yucatán y no encontrar al pueblo tolteca en el mosaico étnico del país.

En la misma memoria histórica del Cen Anáhuac, se reconoce a los Toltecas como los precursores de la sabiduría y el conocimiento ancestral.
“Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacan.”

‘Los toltecas llevaron ventaja
en todo tiempo,
hasta que vinieron a acercarse a la tierra chichimeca.
Ya no se puede recordar
cuanto tiempo anduvieron.
Vinieron del interior de las llanuras,
entre las rocas.
Allí vieron siete cavernas,
e hicieron esas cuevas templos,
su lugar de súplicas.
Y los toltecas
iban siempre por delante.”
[Informantes de Sahagún.]

“Sorprende no encontrar antecedentes de los principales factores de una civilización cuyas normas en esencia, quedarán intactas hasta la Conquista española.  Pero si es difícil admitir que rasgos culturales -como algunas características arquitectónicas, la orientación de sus edificios o las particularidades de su escultura y pintura- hayan podido desde su nacimiento asumir un carácter definitivo, más difícil aún es imaginar la aparición, en un estado de desarrollo perfecto, del sistema de pensamiento que está en su base.” (Laurette Séjurné. 1957)

Si la llamada cultura Olmeca es la cultura madre, la cultura Tolteca representó el florecimiento de la sabiduría del México antiguo y resulta el legado más valioso de Los Viejos Abuelos, así como para Europa fue el periodo grecolatino. Después de su misteriosa y hasta hoy, inexplicable desaparición, los pueblos que les precedieron en el período Postclásico, siempre trataron de situar el origen de sus linajes en los toltecas.  Los toltecas y Quetzalcóatl son la expresión de la sabiduría y la espiritualidad más profunda de nuestra civilización.

“Como Quetzalcóatl enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden superior, su efigie no puede ser otra que el símbolo de esa verdad y las plumas de la serpiente que lo representan deben hablarnos del espíritu que permite al hombre -al hombre cuyo cuerpo, como el del reptil, se arrastra por el polvo- conocer la alegría sobrehumana de la creación, constituyendo así un canto a la soberana libertad interior.  Esta hipótesis se ve confirmada, además, por el simbolismo náhuatl, en el cual la serpiente figura a la materia -su asociación con las divinidades terrestres es constante- y el pájaro, al cielo.  El Quetzalcóatl es entonces signo que contiene la revelación del origen celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias politeístas, el término Teotihuacan evoca el concepto de la divinidad humana y señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar; es decir, donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste por la elevación interior.”   (Laurette Séjurné. 1957) 

En efecto, uno de los grandes misterios de la historia, no sólo del México antiguo, sino de la humanidad misma, fue la inexplicable y asombrosa desaparición de los toltecas en todo el Anáhuac en menos de una generación.

No se sabe por qué lo hicieron, pero a mediados del siglo IX d.C. fueron destruidas piedra sobre piedra las centenarias construcciones y cubiertas totalmente de tierra. Este fenómeno no fue un hecho aislado o regional. Por el contrario, fue una acción coordinada y concertada en todos los centros de conocimiento que hoy llamamos “zonas arqueológicas”. De Norte a Sur y de Este a Oeste. En menos de 50 años fueron desapareciendo y lo que también resulta asombroso, es que no existen huellas arqueológicas de una migración y mucho menos aparecen en otro lugar del Anáhuac. Literalmente los seres humanos que vivían en lo que hoy llamamos zonas arqueológicas desaparecieron sin dejar rastro alguno y los especialistas le llaman el Colapso del Clásico Superior.













8. EL DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO.

El conocimiento que desarrollaron estas 6 Civilizaciones Madre, desde hace aproximadamente 10 mil años, ha sido el cimiento de toda la sabiduría humana. El hombre en la Luna y las computadoras, son tan solo su continuidad y su fruto. Los Viejos Abuelos, sin ayuda de ningún pueblo y a partir de la observación metódica y sistemática de la naturaleza y de la bóveda celeste, lograron “tejer” una inconmensurable red de conocimientos, que a través de los siglos y de generación en generación, se conformaron como el Patrimonio Cultural de nuestra civilización.

“La astronomía era bien conocida entre los pueblos mesoamericanos, destacándose en ello los toltecas. <Los toltecas eran sabios, sus obras todas eran buenas, todas rectas, todas bien planeadas, todas maravillosas... Conocían su influjo, sabían bien cómo marcha el cielo, cómo da vueltas... La observación de fenómenos naturales que se repetían en forma invariable, entre las que estaban las cifras 4, 7 y 13, sobre todo. Así, de la combinación de éstas se obtenía una gran cantidad de ciclos.” (María Elena Romero Murguía. 1988)

Los Viejos Abuelos tenían dos vertientes del conocimiento, una era masculina la otra femenina. Una era exacta, fría y distante: la mecánica celeste. La otra era bondadosa, generosa y caprichosa: la naturaleza. A partir de la observación del firmamento, la naturaleza y la esencia del ser humano, los Viejos Abuelos construyeron todo su conocimiento.

“Si tomamos cuatro ciclos de 13, obtenemos el cómputo de 52; siete periodos de 52 días hacen un total de 364... Con relación al 13, tenemos que suceden 13 lunaciones en un año. Si tomamos las cifras redondeadas de 28 días: 28 x 13 = 364. Trece son los llamados cielos de la cosmogonía náhuatl, según se describe en el Códice Latino o Códice Ríos; 13 años conforman un tlalpilli y al multiplicar 7 por 13, obtenemos 91 <número de elementos de un Nepoualtzizin>, lo que representa el número de días de una estación, de equinoccio a solsticio y de solsticio a equinoccio. Si duplicamos el valor de 91, tendremos 182, que simboliza el número de días del ciclo del maíz; si lo triplicamos, el resultado es 273, es decir, el número de  días necesarios para una gestación, o bien una cuenta ritual de 260 días, más una trecena; si lo cuadruplicamos, obtenemos 364; así, 91 x 4 = 364, o bien, 91 meses, que forman siete años <2,548 días>, 91 años <33,124 días> o 91 ciclos de cuatro años, 364 x 364, haciendo un total de 132,496 días. Así pues, destacamos los principales cómputos del cálculo prehispánico: cuatro, siete y 13.” (María Elena Romero Murguía. 1988)


LA AGRICULTURA.

La invención del maíz, tal vez sea, uno de sus mayores logros, pues de ser un pasto silvestre, los Viejos Abuelos, produjeron la espléndida mata de maíz a través de lo que hoy llamamos ingeniería biogenética.  El desarrollo de la ingeniería hidráulica en la agricultura, la invención de la milpa y la Chinampa. El desarrollo de eficientes sistemas de salud, alimentación, educación y organización social,  representan los grandes logros de los Viejos Abuelos en esta primera etapa. 

“En las chinampas se encuentran las formas más desarrolladas de rotación de cultivos y de cultivos mixtos, así como el empleo más intensivo de almácigos y semilleros. Este tipo de cultivo se halla en producción durante todo el periodo anual, año tras año; seguramente se trata de uno de los sistemas de cultivo más permanentes, intensivos y productivos del mundo.”  (A. Palerm 1990)

La ingeniería hidráulica llegó en el Anáhuac a niveles muy adelantados, no sólo por el uso extenso del regadío, sino que el concepto de la “Chinampa” resulta aun en nuestros días muy adelantado. Definitivamente no podemos imaginar las maravillas de Teotihuacan o Chichén Itza, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido impulsar el desafío que representa la construcción de los muchos centros de conocimiento que existieron en todo el Cen Anáhuac. La ciudad de México-Tenochtitlán que conocieron los españoles en 1519 construida en el período decadente del Postclásico, era un ejemplo de uso y aplicación de la ingeniería y la arquitectura.

“En España, y en toda Europa, no existían entonces conglomerados urbanos siquiera comparables con México, que, aunque hay quien le asigne hasta millón y medio de habitantes, lo más probable es que anduviera por el medio millón ( Londres no pasaba de 40 mil y París, la ciudad más grande, apenas llegaba a 65 mil), y eso sin contar las demás poblaciones del Valle, que no iban muy a la zaga, como Texcoco, Aztcapozalco, Ixtapalapa, Tacuba, etc.” (José Luis  Guerrero. 1990)

La obra de ingeniería hidráulica para dividir, contener y regular los lagos del Valle del Anáhuac, representaba un adelanto desconocido para los europeos; lo mismo que el concepto reticular de calles, avenidas, calzadas, canales. Esta ciudad, en el Postclásico decadente, contaba con agua potable, plazas, escuelas, mercados, centros culturales, tribunales, bibliotecas, zoológico, templos, canchas deportivas, museos, graneros comunitarios, todo lo que para la gente de nuestro tiempo implica una ciudad “moderna”.

“Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas...Hay en esta gran plaza una gran casa como de audiencia, donde están siempre sentadas diez o doce personas, que son jueces...Hay en esta gran ciudad muchas mezquitas o casas de sus ídolos de muy hermosos edificios, por las colaciones y barrios de ella... entre estas mezquitas hay una que es la principal, que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de ella... Hay bien cuarenta torres muy altas y bien obradas, que la mayor tiene cincuenta escalones para subir al cuerpo de la torre; la más principal es más alta que la torre de la iglesia mayor de Sevilla... Hay en esta gran ciudad muchas casas buenas y muy grandes.... Por la una calzada que a esta gran ciudad entra vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno, y tan altos como un estado, y por el uno de ellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor del cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad, de que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño,.“. ( Hernán Cortés, 1519)

LAS MATEMÁTICAS Y LA CUENTA DEL TIEMPO.

Las matemáticas fueron un campo fundamental del conocimiento de los Viejos Abuelos. Necesarias no solo en la construcción de los monumentales y exquisitos centros de conocimiento, sino en el campo de los calendarios y la medición del tiempo. Efectivamente, los Mayas inventan el cero matemático y en sus mediciones calendáricas, las cifras que manejan resultan a la vez increíbles y perfectas. Los Viejos Abuelos tenían tres calendarios diferentes pero, los tres se ensamblaban a la perfección en uno solo. El primero era de 260 días y estaba en relación con las lunaciones. El segundo era de 365 y cuarto, estando en relación con el movimiento de translación de la Tierra en torno al Sol. El tercero era de 52 años y estaba perfectamente sincronizado con el movimiento de traslación que realiza la Tierra en torno al  conjunto de estrellas llamadas “Las Pléyades”. Sin dejar de mencionar el ciclo de Venus.

“Sabemos también la relación que existe entre la disposición arquitectónica de Teotihuacan y el paso por el cenit de las Pléyades cada 52 años, como un gran año de la constelación del Toro. Este gran año es el tiempo justo en el cual se unen ambas cuentas: la ritual de 260 días que relaciona las órbitas de Venus y la Tierra, y la agrícola solar de 365.25 días, la cual se cumple cada 18,980 días, es decir, un Xiuhmolpilli.”  (María Elena Romero Murguía. 1988)

El calendario fue tan perfecto que, cuando llegaron los europeos y lo conocieron, se dieron cuenta que el de ellos, llamado Juliano, estaba equivocado y ajustaron su calendario al nuestro y le llamaron Gregoriano, pues fue el Papa Gregorio XIII quien ordenó la reforma al calendario Juliano en 1582.

“El origen del cómputo prehispánico ha sido rastreado desde sus raíces olmecas. Recordemos que la palabra olmeca se forma de los vocablos ollin: movimiento y mecatl: mecate, en referencia a la medida con el mecate; es decir, la medida del movimiento o bien el movimiento de la medida. Esto significa que los olmecas eran conocidos muy probablemente  como los medidores del movimiento cósmico y su expresión en las formas geométricas...”. ( Ma. Elena Romero M. 1988)

México poseía el 75 % de la biodiversidad del planeta. Los Viejos Abuelos conocían los usos medicinales, alimentarios y utilitarios, asombrosamente de casi todas las plantas, minerales y animales; lo que entre otras cosas les permitió desarrollar una de las medicinas más antiguas y perfectas del mundo y que hasta nuestros días ha sobrevivido. El Códice de la Cruz Badeano (1552), las asombrosas trepanaciones encontradas en osamentas, los sobadores, yerberos y curanderos, son un testimonio de la permanencia de esta sabiduría milenaria que se ha resistido a desaparecer. Podemos afirmar que la farmacología[19] mundial ha sido creada en sus cimientos por los aportes de tres civilizaciones: China, India y México. Para poder apreciar el complejo y sofisticado conocimiento que tenían los antiguos mexicanos del cuerpo humano citaremos de la monumental obra “Cuerpo Humano e Ideología”, los nombres en náhuatl de las partes del ojo y con ello inferir el grado de conocimiento sobre la medicina humana:

“IXTELOLOTLI. 1 Ceja (conjunto de piloso) Ixcuamolli. 2 Pestañas, Cochiatl. 3 Pupila, Ixneneuh. Ixttouh. Teouh, Yoyolca. 4 Párpado, Ixquimiliuhcayotl. 5 Esclerótica, Iztacauh. 6 Iris, Tlilticauh. Ceja (parte prominente sin pelo) Ixcuatolli. 8 Hueco circular que se forma entre la orbita y el ojo, Ixcomol. Ixtecocomol. Ixtecocoyoctli. 9 Cuenca, orbita, Ixcallocantli. 10 Cara palpebral interna, Ixquempalli. 11 Borde libre del párpado, Ixtentli. 12, Lágrima Ixayotl. 13 Lagrimal, Ixcuichilli, Ixtencuilchilli, Ixomoljuhcantli? 14 Conjuntiva, Ixtocatzahuallo? (Alfredo López Austin. 1980)

La ingeniería llegó con nuestros Viejos Abuelos a niveles inimaginables. En nuestra civilización se amalgamó muy bien la ingeniería con la astronomía y la religión. En efecto, más allá del  desafío a las leyes de la física, las matemáticas y la perfección de la naturaleza; las construcciones monumentales del Anáhuac tenían el fin de unir armoniosamente al ser humano con la Tierra, los planetas y las estrellas, en una maravillosa y extraordinaria aproximación con lo divino y lo sagrado del universo. Porque nuestros Viejos Abuelos vivieron por milenios con un sentido espiritual y de armonía con el universo.

“No cabía duda para él[20] que los mayas habían sido consumados matemáticos, astrónomos y navegantes, y que estaban familiarizados con la trigonometría plana y esférica que los ponía en posición de poder computar el tamaño del mundo, calcular la distancia de polo a polo, y hacer la estimación del largo de un meridiano. Creía que, al igual que los egipcios, los mayas habían incorporado sus concepciones cosmogónicas y religiosas a sus edificios sagrados, particularmente a las pirámides.” (Peter Tompkins. 1981)

LOS TRES CÍRCULOS DE CONOCIMIENTO.

Existen tres círculos de conocimiento en las milenarias civilizaciones del mundo. Tres niveles en donde se expresa y trasmite la sabiduría. En el primero círculo se encuentra la “Palabra”.

“Los maestros de la palabra, los tlatolmatinime, como se les llamó en su lengua, eran sacerdotes, poetas y sabios, autores de discursos, empeñados en dominar el difícil arte de expresar el pensamiento con el matiz adecuado y la metáfora que abre el camino a la comprensión. Eran, como se lee en un texto indígena, “artistas del labio y la boca, dueños del lenguaje noble y la expresión cuidadosa”. Muchos de ellos, eran también maestros en centros prehispánicos de educación, donde, junto con lo mejor de la herencia cultural prehispánica, se enseñaba también el tecpillatolli, o sea el lenguaje noble y cuidadoso. Esos mismos maestros de la palabra habían creado las que se llamaban icniúhyotl, fraternidades de sabios y poetas...”  (Miguel León Portilla. 2001)

En efecto, desde los mismos orígenes de la sabiduría humana, ésta se ha guardado-transmitido en la lengua de los pueblos. Como ejemplo diremos que la Biblia, el libro impreso más antiguo del mundo, fue guardado-transmitido a lo largo de siglos enteros por el pueblo hebreo.

“Los mesoamericanos habían desarrollado una oralidad que se manifestaba, en diversas circunstancias, en forma de cantos, discursos y recordaciones de acontecimientos importantes, divinos o humanos. Dicha oralidad puede describirse como una forma de tradición oral que se aprendía sistemáticamente en las escuelas y templos.
Para transmitirla, los sacerdotes y sabios utilizaban sus libros o códices. Los mayas leían en sentido estricto las secuencias logosilábicas de sus libros. Los nahuas y mixtecas amoxohtoca, “seguían” el camino de las secuencias de las pinturas y glifos incluidos también en sus códices”.
(Miguel León Portilla. 1996)

En la palabra, el conocimiento se transmite directamente. En el idioma Náhuatl los Viejos Abuelos atesoran valiosos conceptos como: “Topial in tlahtolli” el legado de nuestra palabra, “To-pializ” lo que nos compete preservar, “Yuhcatiliztli”  la acción que lleva a existir de un modo determinado, “Toltecáyotl” el conjunto de instituciones y creaciones de los toltecas.

“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
( Fernando Alva Ixtlilxóchitl)

La civilización del Anáhuac tenía en su lengua franca, el náhuatl, palabras que nos revelan la profundidad de su pensamiento y su sabiduría sistematizada. Por ejemplo: “amoxcalli” biblioteca, “tonalámatl” libro de la cuenta de los días y los destinos, “xiuhámatl y tlacamecayoámatl” libro de los años y los linajes, “teoámatl” libro acerca de las cosas divinas, “cuica-ámatl” libro de los cantares, “lemic-ámatl” libro de los sueños, “amoxohtoca” seguir el camino del libro, “altehuehuehtkahtolli” antigua palabra del pueblo, “huehuehtlahtolli” testimonio de la antigua palabra. De este último tomaremos un fragmento de las palabras que le dirige una madre a su hija:

“Ahora mi niñita, tortolita, mujercita, tienes vida, has nacido, has salido, has caído de mi seno, de mi pecho. Porque te ha forjado, porque te ha moldeado, te hizo, te formó menudita tu padre, tu señor. Ojalá no andes sufriendo en la tierra. ¿Cómo vivirás al lado de la gente, junto a las personas? Porque en lugres peligrosos, en lugares espantosos, con gran dificultad se vive. Así, un poquito concede a las personas, las haces merecer su fama, su honra, su calor, su tibieza, su dulzura, su sabrosura, el Señor Nuestro.”  (Miguel León Portilla. 1991)

En el segundo círculo excéntrico, el conocimiento se ha guardado-transmitido en piedras y libros. En efecto, la sabiduría se trasmitió a través de “escritos y dibujos en piedras, piel, papel o en imponentes construcciones”. Esta forma de conocimiento ha sido casi eterna y universal a todas las civilizaciones, pero el conocimiento hay que leerlo-interpretarlo, y ya no es directo y “puro”, pues se tiene que descifrar o decodificar. Como ejemplo podemos mencionar las pirámides y estelas, y  los códices y frescos. En los trescientos años de colonia, toda esta sabiduría y ciencia, fue perseguida por los españoles por representar al mismo demonio. En el Siglo XIX fueron, para algunos visitantes ilustres, “Antigüedades, primitivas y curiosas” que saquearon y destruyeron impunemente. En el Siglo XX apenas se empezaron a considerar con un valor “estético y artístico”, instrumento tan solo para generar divisas a partir del turismo, especialmente en la segunda mitad del Siglo XX.

“El interés del estudio de las orientaciones de sitios arqueológicos consiste, precisamente, en el hecho de que constituyen un principio calendárico diferente a aquél representado en las estelas y los códices. Se trata, sin duda, de un principio ajeno al pensamiento occidental. La “escritura” con la cual se escribe es, en este caso, la arquitectura y la coordinación de ésta con el medio ambiente natural. Un sistema de códigos se plasma en el paisaje: con cerros y otros elementos naturales, o también con marcadores artificiales en forma de símbolos o de edificios construidos en estos lugares.” (Johanna Borda. 1991)

Sin embargo, todos los grabados, esculturas, relieves, frescos, pinturas en códices, vasijas, textiles, contienen un alto valor filosófico. En efecto, la iconografía de nuestros Viejos Abuelos sigue presente en nuestros días, sin que nosotros, los hijos de sus hijos podamos reencontrarla y no sólo conocer el significado de los símbolos, sino lo que resulta fundamental, !encarnarlos!, para construir un México mejor. Estos símbolos siguen ahí: en la artesanía, en la decoración y en algunos símbolos, que por tenerlos siempre entre nosotros jamás nos han interesado. El ejemplo más sobresaliente es el propio escudo nacional, que representa el símbolo esotérico de la Toltecáyotl y que la Maestra Laurette Séjurné en su maravillosa obra “Pensamiento y Religión en el México Antiguo” nos lo presenta de una manera clara y deslumbrante[21].

El tercer círculo de conocimiento, los pueblos lo han guardado-transmitido en las “religiones”. El conocimiento más importante de un pueblo, se estructura en una religión, para que de manera accesible y sencilla las masas puedan regir su vida con los principios éticos y morales fundamentados en la sabiduría que les permitan además de vivir con armonía, orientar su existencia hacia los niveles superiores de conciencia y con ello lograr la trascendencia espiritual.

Para aproximarse a la religión del México antiguo, primero se necesita conocer la sabiduría del primer círculo de conocimiento, para después, tratar de armar el rompecabezas que hicieron, tanto los aztecas en el Postclásico a través de los cambios y las transgresiones que realizó Tlacaelel[22] al legado tolteca. Así como la que hicieron los españoles en la colonia a través de sus prejuiciados escritos. Y recientemente, los investigadores extranjeros a través de su visión eurocéntrica y marxista, en la que con cuatro tepalcates y “la lucha de clases”, pretenden descifrar un legado ancestral de carácter espiritual, que versa sobre el portentoso misterio de la existencia humana.

La religión del periodo Clásico de los Toltecas, que fue la creación más decantada que surgió con los olmecas y que los toltecas la refinaron y extendieron por todo el Cen Anáhuac, produciendo mil años de armonía en donde no existieron guerras, ni sacrificios humanos, ni Señoríos[23]. Mucho de la espiritualidad y misticismo de los pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo, encuentran sus más profundas raíces en los conceptos de lo sagrado y lo divino, con la que los toltecas enseñaron a vivir en equilibrio y armonía a los pueblos del México antiguo. 

EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO.

El conocimiento filosófico del México antiguo, es hasta la fecha el más negado de todos los conocimientos. Los conquistadores y colonizadores del Siglo XVI afirmaban que los Viejos Abuelos no eran seres humanos, sino que eran animales con lo que justificaban su deshumanizado trato. Hasta la fecha la cultura dominante no acepta que los indígenas piensen y sean capaces, por ellos mismos, de iniciar un movimiento social como el del EZLN. Aceptar que existió un elevado y sofisticado conocimiento del ser humano, del mundo y del universo, es reconocer por los colonizadores de ayer y de hoy, que se ha cometido una de las mayores injusticias humanas, pues se ha negado y tratado de destruir una de las seis civilizaciones más importantes y antiguas de la humanidad.  

“Después de 1519 una inmensa mayoría de nuevas influencias pasaron sobre la vida indígena. El imperialismo de los Habsburgo extrajo su incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las adaptaciones regionales. El valle no fue nunca una “sede” para los españoles, salvo de la manera más circunstancial. Los españoles establecieron su capital colonial en el valle, pero resueltamente lo conectaron por carretera con Veracruz y luego por mar a Sevilla. Casi nunca adoptaron los estilos indígenas en la ropa ni en el diseño o la construcción de casas. En vez de ello, exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su situación provinciana. La “cultura” de la civilización indígena tenía para ellos, en el mejor de los casos, un atractivo exótico. Los españoles consumían los productos de las chinampas, pero ignoraron los métodos agrícolas de las chinampas hasta el siglo XVIII.” (Charles Gibson. 1967)

El investigador examina la actitud del colonizador español, de no reconocer ningún valor en la sabiduría y el conocimiento milenario de la civilización vencida. La cultura colonizadora a erosionado la punta del iceberg de conocimiento de la civilización del Anáhuac y sobre ella ha construido su endeble estructura ciega y depredadora. Sin embargo, quien sostiene a la sociedad mexicana contemporánea, indiscutiblemente que es el conocimiento generado a lo largo de ocho mil años, que representa la inmensa base del iceberg que esta bajo el agua. No podemos negar que en los últimos quinientos años se ha sumado, no sólo el conocimiento de Europa, sino del mundo entero. Pero de la misma manera, no se puede seguir negando la existencia de la sabiduría heredada por los Viejos Abuelos y su indiscutible continuidad. En el “banco genético de información cultural”  que existe en cada célula de los mexicanos, están atesorados ocho milenios de experiencia y sabiduría humana.

Querer negar el milenario y complejo andamiaje del pensamiento filosófico del México antiguo, es como pensar que un mamífero pudiera vivir sin un sistema óseo. Reducir a una mal interpretada religión, a un puñado de leyendas y mitos inconexos y a un montón de deidades incomprendidas, llamadas equivocadamente “dioses prehispánicos”, el pensamiento decantado y sofisticado de la Toltecáyotl, es el mayor crimen cultural de la historia de la humanidad, pues se ha tratado de una manera maliciosa de hacer creer que el Cen Anáhuac no poseyó un decantado y sofisticado conocimiento del universo, del ser humano, de la vida y de su trascendencia espiritual, de igual magnitud y valor, que las civilizaciones coetáneas como la de la China y la de la India. 

       9. LA RELIGIÓN.

La religión en el México Antiguo ocupó un lugar central y preponderante en la vida todos los anahuacas. En parte por la espiritualidad y misticismo ancestral, y en parte, porque el sistema social estaba totalmente inmerso en los valores morales y éticos de la religión del Cen Anáhuac. Todo cuanto se hacía: vida familiar, gobierno, agricultura, salud, educación, arte, comercio, etcétera, estaba complejamente vinculado a los aspectos de la religión. Como toda religión ancestral, la nuestra buscaba la trascendencia del “Ser” espiritual más allá de la muerte. La vida eterna a partir de la conciencia.

“¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
Al camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?
¿Acaso en el interior del cielo?,
¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?
...
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
no para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”.
(Cantares mexicanos)

Para entender al México antiguo es muy recomendable conocer las formas de vida y valores, de los pueblos llamados “indígenas” que hasta nuestros días guardan celosamente los milenarios valores y principios espirituales que los engendraron desde la invención de la agricultura hace ocho mil años y que en síntesis buscan acercar al ser humano con lo sagrado y lo divino, con lo trascendente e inconmensurable.

“Finalmente llegamos a la veneración de Dios en la forma de ideal elegido por uno mismo. Los hindúes han representado a Dios de innumerables maneras y, según dicen, ello es apropiado. Cada una de ellas no es más que un símbolo que apunta a algo en el más allá, y como ninguna agota la verdadera naturaleza de Dios, toda la gama se necesita para completar la figura de los aspectos y las manifestaciones de Dios... Como hemos visto, el fin de la vida es trascender la pequeñez del ser finito. Esto puede lograrse identificándose con el Absoluto trascendental que reside en el fondo de uno mismo o desplazando el interés y el afecto hacia Dios personal que se siente como una entidad distinta de uno mismo.” (Huston Smith. 1997)

Todas las civilizaciones y sus culturas apuntan en su vértice superior a lograr la trascendencia de nuestra forma material-carnal a una vida eterna luminosa-espiritual. Prepararse para morir físicamente y renacer espiritualmente para una vida eterna, este ha sido el desafío de todos los seres humanos concientes en la historia de la humanidad. En ese perenne desafío se han formado todas las civilizaciones y culturas del mundo, así como las religiones. 

“...el hombre es el principio de la creación del mundo y el encargado de su preservación y su desarrollo hacia lo perfecto. Sobre esta concepción se edifica  a sí mismo, y edifica el mundo a su alrededor. Así es como construye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos.”  ( Rubén Bonifaz Nuño. 1992) 

LA DIVINIDAD SUPREMA.

Para los Viejos Abuelos existía una sola representación de la divinidad suprema, que era invisible e impalpable, que no tenía nombre y que nadie la había creado. En el México antiguo no existía el concepto judeocristiano de “dios” y de aquí nacen muchos equívocos desde Hernán Cortés hasta nuestros colonizados investigadores de México contemporáneo. La concepción de la divinidad suprema de los antiguos mexicanos está más cerca de la concepción hindú que del judeocristianismo. Manteniendo el principio básico de que la divinidad suprema es inaccesible e incognoscible al ser humano, se entiende la “flexibilidad” para representar las múltiples facetas de ese concepto tan complejo.

“El principio de unicidad inherente a la religión –principio que tiene muy poco que ver con la calidad y el número de los dioses- significa que el hombre ha descubierto un centro en sí mismo y que concibe el universo a partir de ese centro. Es decir, que la esencia de todo sistema religioso reside en la revelación de un alma individual estrechamente ligada al alma cósmica: se trata, en una palabra, de la divinización del hombre.

No siendo sino perecederas producciones del intelecto sometidas a las circunstancias sociales, los dioses son secundarios y, considerados como un fin en sí, no pueden inducir más que a error. Así pues, si no queremos que una religión se nos oculte bajo el amontonamiento de inertes detalles técnicos, es necesario esforzarnos por redescubrir la revelación que, inevitablemente, está en su origen”. (Laurette Séjurné. 1957)

Debemos de tomar en cuenta que poco es lo que sabemos en verdad de la religión de los Viejos Abuelos. En parte, porque a partir del período Postclásico (850 a 1521 dC.) los propios dirigentes en la decadencia, transgredieron las normas religiosas que los maestros toltecas habían decantado y que permitieron un milenio de paz y armonía de los pueblos del Anáhuac. Más aún, cuando Tlacaelel y los mexicas con sus reformas a cien años antes de la conquista, cambiaron dramáticamente el sentido místico espiritual religioso, por un sentido guerrero material imperialista.

Conocemos también poco de lo religioso, por la negación e incapacidad de los colonizadores y misioneros por entender una religión que era totalmente diferente a la suya y porque, además, pesaba el epíteto de demoníaca y primitiva. Los investigadores contemporáneos siguen tomando como base “científica” lo que “dijeron los vencidos y lo interpretaron los vencedores”, sin desarrollar una mentalidad descolonizada para tratar de descifrar nuestro milenario legado religioso, no han podido ver, que atrás de él, se encuentra un vasto tesoro filosófico, pleno de eterna sabiduría universal.

“Ahora bien: en este estado de la religión, acontece la conquista española. Sobreviene la catástrofe. Llegan los misioneros, que sabiamente procuran que algo escape a ella, y buscan conservar los testimonios de la religión vencida mediante la información que solicitan a quienes habían sido sus fieles. Y éstos, comprensiblemente, no les revelan, o porque no lo tienen o porque no quieren compartirlo, el conocimiento mayor, el de quienes he llamado expertos. Entonces comunican sólo aquello que es patrimonio cognoscitivo de la comunidad: rasgos físicos, cualidades generales como que la entidad Tláloc es dios de las lluvias o fomentador de la fertilidad. Esto es lo que consta en los textos entonces recogidos.

Los cronistas e historiadores posteriores toman esta imagen, decididamente mutilada, ya que al destruirse la comunidad religiosa, el conocimiento de los expertos dejó de transfundirse en ésta, dejándola sin fundamentos y con una verdad fragmentada.

Ahora llegan los estudiosos siguientes. Llevados posiblemente por su incapacidad de comprender los llamados testimonios arqueológicos, esto es, las imágenes en que los miembros de aquella comunidad plasmaron su secreto, han ido a lo que les es comprensible: fuentes escritas. Y han tomado por verdad íntegra el conocimiento superficial, privado de raíz, que en ellas se contiene. De allí la pobreza, la incesante repetición de errores, contradicciones y superficialidades reiteradas que se manifiestan en sus obras.

Y también, fruto así mismo de su incomprensión de las imágenes, las falsas atribuciones iconográficas, que han venido, al ser irreflexivamente repetidas, a integrar una red insoslayable de mentiras y confusión, de la cual resulta difícil escapar.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1986)  

La divinidad suprema tenía muchas formas de representación en lo que conocemos equivocadamente como dioses menores, pero que eran advocaciones diferentes de una misma realidad. Como la Virgen María en la religión católica que es una sola, con múltiples representaciones de una misma realidad. A esta avanzada interpretación de “Dios”, los Viejos Abuelos le nombraban poéticamente, “El dueño del cerca y del junto, Aquél por quien se vive, Noche Viento, El que se inventa a sí mismo”. Intentos poéticos de referirse a lo impronunciable, lo divino, lo inconmensurable, lo innombrable. Concepto más filosófico que religioso, que seguramente fue manejado como conocimiento esotérico por aquellas personas que vivían en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que estaban consagrados al estudio e investigación de las posibilidades energéticas del ser humano.

“Amo y señor nuestro, Tloque Nahuaque, Yoalli Ehécatl, que ves y conoces el interior del árbol y de la piedra, y en verdad ahora conoces también nuestro interior, escuchas en nuestro interior; oyes y sabes lo que decimos dentro de nosotros, lo que pensamos; nuestro rostro y nuestro corazón como humo y niebla se levantan delante de ti.” (Libro sexto del Códice Florentino)

LA DUALIDAD DIVINA.

Esta misma figura filosófica se representa en un siguiente plano más accesible, llamado “Dios Dual, dualidad divina o Dios Dos”, como una divinidad doble, mitad masculina mitad femenina, entendiendo que todo lo que esta creado en la tierra, surge de un par de opuestos complementarios, uno masculino otro femenino, vida muerte, caliente frío, luz oscuridad, blanco negro. etc.

Ometeótl es una profunda metáfora filosófica. El universo mismo esta constituido de un par de opuestos complementarios. El principio dialéctico esta presente de manera contundente en “la dualidad divina”. Ocupa los espacios iconográficos de mayor importancia de manera reiterativa. Como dos cabezas de serpientes que se miran de frente, o como dos cabezas de quetzal que se miran de frente.

“Antes que nada, para eso, conviene tener presente la idea, generalmente admitida, de la concepción dualista del mundo existente entre los antiguos mexicanos.

Originado en una divinidad doble, dicen los autores, el mundo era concebido por ellos como resultado de ese principio; como una perpetua lucha entre contrarios, que iba engendrando muevas etapas de existencia”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1996)

Esta representación de la divinidad suprema en un plano siguiente inferior a Tloque Nahuaque o Aquél por quien se vive, tal vez se manejaba en los espacios de los sumos sacerdotes y de la alta jerarquía religiosa. Lo cierto es que esta representación dual de las serpientes o los quetzales, se puede encontrar en todas las culturas de los tres períodos, como elemento importante y central en la iconografía. Se trata de la lucha de contrarios en la creación del universo y la vida en el Anáhuac. Figura religiosa-filosófica que nos habla de la necesidad de humanizar al mundo a través de la misión que ha recibido el género humano.     

“Reflexionaremos ahora acerca de lo expuesto hasta aquí.

Se ha hablado de la –acción de dos principios antagónicos que luchan-, de –lucha de contrarios-, de –la idea de la lucha-, de –choques de fuerzas antagónicas-... Dicho tercer elemento, por necesidad, al mismo tiempo que no es ni uno ni otro de los dos primeros, ha de tener en sí algo de ellos y algo distinto a la vez, con lo cual ha de serle dado provocar su transmutación y su unión en la acción creadora.
Al intervenir, pues, este elemento que puede llamarse neutro, en los elementos positivo y negativo, hace nacer en ese mismo punto la posibilidad y la necesidad de algo que antes no existía.”  (Rubén Bonifaz Nuño. 1996)

TLÁLOC Y QUETZALCÓATL.

La tercera aproximación de esta misma representación de la divinidad, se encuentra en un par de figuras religiosas, opuestas y complementarias. Para los Viejos Abuelos, todo cuanto existía en el mundo estaba constituido de dos clases de energía. Una era la luminosa y la otra la espiritual. La energía luminosa, es la esencia de todo el mundo “material”, pues la materia, en su naturaleza más íntima esta conformada por energía. En nuestros días es más fácil entender esta avanzada concepción del mundo, ya que sabemos que la parte más pequeña de la “materia” esta constituida por átomos y éstos a su vez por cargas energéticas, de  modo que lo que llamamos “materia”, no es más que la energía condensada en diferentes grados.

“El rostro de Tláloc, pues, es serpentino; pero no sólo eso: es también humano. Porque la imagen de Tláloc representa un rostro formado por el encuentro de dos serpientes que juntan sus hocicos, rostro que, generalmente, se asienta sobre un cuerpo de hombre o de mujer, visto en su totalidad o en parte.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1996)

Los Viejos Abuelos representaron simbólicamente a esta energía con el agua, toda vez que por la influencia del agua el mundo material se reproduce. Un mismo desierto puede convertirse en un vergel por medio de la intervención del agua. El agua es tan solo -un símbolo- para representar el impulso maravilloso de la VIDA en su sentido más amplio, siempre asociado a la fertilidad. El símbolo es confirmado por que la presencia del agua como el anuncio de la vida. A este símbolo religioso lo llamaron los nahuas Tláloc, pero los mayas Chac, los zapotecas Cosijo y los totonacas Tajín. El concepto es la manifestación de la fuerza creadora en un par de energías opuestas y complementarias que forman el mundo. Es una sola estructura religiosa-filosófica, utilizada por todas las culturas de una misma civilización.

De esta manera el símbolo de Tláloc, no sólo presenta la energía con la que esta constituido el mundo que nos rodea, sino que, además, nos recuerda de manera permanente que el ser humano tiene la obligación de “humanizar” ese mundo material en el que vive.

La segunda energía que constituía al mundo era la energía espiritual, que generan todos los seres vivios, desde una hormiga hasta una ballena, pero que en el ser humano se genera con mayor intensidad a través de la conciencia de Ser. Para los Viejos Abuelos, la diferencia con los demás seres vivos se torna una responsabilidad y no una superioridad. El ser humano a través de su potencial generador de la energía espiritual, se ve comprometido con la fuerza creadora para mantener el orden universal y coadyuvar con las diversas representaciones de esa divinidad suprema para humanizar el mundo. Sostener, preservar y humanizar al mundo era la misión divina de los antiguos mexicanos en el orden cósmico universal de la vida.

“La creación no es un hecho instantáneo, sino un proceso interminable. El Hombre ha de cumplirla sin interrupción, tomando sobre sí el deber de encaminar hacia su perfección lo inicialmente creado.

Así se explica, dentro de la básica unidad cultural, la dinámica variedad de sus manifestaciones. Se explica así, por ejemplo, las diferencias entre la urbanización de La Venta y la de Palenque o Monte Alban o Tenochtitlán. Una sola concepción las dirige: la humana obligación de aliarse a los dioses para crear, mantener y perfeccionar lo existente.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)

La segunda representación, opuesta y complementaria a la primera, la encontramos con el llamado “dios del viento”. Entendiendo en este simbolismo que, la vida cobra su “esencia” cuando recibe el “soplo divino que le otorga la conciencia de ser”. Efectivamente, los Viejos Abuelos afirmaban que el fenómeno de la vida alcanzaba su perfección más sublime cuando la inconmensurable fuerza del “Espíritu” soplaba en el interior de la energía luminosa. Al “Dios del Viento” los Nahuas le llamaron Ehecatl-Quetzalcóatl. También, metafóricamente le llamaban “El barredor de caminos” que anuncia la vida. Es el viento el que anuncia la llegada de la lluvia y con esto el florecimiento de la vida. El soplo divino que anima a la conciencia espiritual estaba asociado a Quetzalcóatl.

“Hablaban de un héroe nacional, civilizador y maestro, que al mismo tiempo era identificado con la deidad suprema y con el creador del mundo.”

“León Portilla considera que más importante que la existencia de Quetzalcóatl como hombre -del que la vida, principalmente en el mundo maya, constituye un complejo cuya clarificación presenta no pocos problemas-  es que se le haya considerado como personaje central del espiritualismo del México anterior a la conquista, al grado de que el pensamiento filosófico a él atribuido llega a dominar toda una etapa cultural.”  (Alfredo López Austin. 1973)

Estas representaciones simbólicas de realidades filosóficas sumamente complejas y profundas, fueron compartidas por todas las culturas en tiempo y espacio. Desde el Preclásico hasta el Postclásico, del Norte al Sur y del  Océano Pacífico al Golfo de México. Su iconografía mantenía caracteres y rasgos comunes y fundamentalmente sus nombres variaban según la lengua, pero significaban lo mismo. Por ejemplo: Quetzalcóatl en náhuatl y Cuculkan en maya, significa en los dos casos “Pájaro-serpiente” o serpiente preciosa, como Belaguetza en lengua zapoteca. Diversas formas de expresar una misma matriz filosófica religiosa, lo que nos habla de un hilo conductor, desde los olmecas en el período Preclásico, pasando por los toltecas en período clásico y que lo llegamos ha encontrar en los aztecas en el período Postclásico. Una sola matriz filosófica-cultural, una iconografía diversa pero manteniendo y compartiendo valores estéticos universales entre ellas, y finalmente, una sola religión con diversas variantes en su expresión en tiempo y espacio.

En el libro “Pensamiento y Religión en el México Antiguo”, Laurette Séjurné hace una aproximación descolonizada de lo que debió ser la esencia de la religión del Anáhuac.

“Es este mismo itinerario el que sigue el alma: desciende de su morada celeste, entra en la oscuridad de la materia para elevarse de nuevo, gloriosa, en el momento de la disolución del cuerpo. El mito de Quetzalcóatl no significa otra cosa. La pureza absoluta del Rey se refiere a su estado de planeta, cuando no es todavía más que luz. Sus pecados y sus remordimientos corresponden al fenómeno de la encarnación de esta luz y a la dolorosa pero necesaria toma de conciencia de la condición humana; su abandono de las cosas de este mundo y la hoguera fatal que construye con sus propias manos señalan los preceptos a seguir para que la existencia no sea perdida: alcanzar la unidad eterna por el desprendimiento y sacrificio del yo transitorio”...

“Es decir, que la creación no es considerada posible más que a través del sacrificio: sacrificio del Sol desmembrado en la humanidad (la estrella de la tarde es un fragmento de luz arrancada antes de su declinación). Sacrificio del hombre para restaurar la unidad original del astro”...

“El Sol es denominado el Rey de los que vuelven: difícilmente podría encontrarse una comprobación más rigurosa a la hipótesis de la creencia náhuatl en el origen celeste del individuo”

“Como lo hemos visto el mensaje de Quetzalcóatl consiste en resolver el problema de la dualidad de la naturaleza humana. Con la parábola del rey de Tollan, enuncia los principios del desprendimiento y del renunciamiento por los cuales el hombre puede reencontrar su propia unidad”...

“Quetzalcóatl hecha sobre él un puente para que sus “pajes” o discípulos puedan seguirlo. Esta acción de crear un puente nos dice, una vez más, que su misión tiene por objeto establecer una comunicación entre la tierra y el cielo, unir el hombre a Dios.

Que sean cumplidos durante la vida o después de la muerte, estos ritos que reproducen la parábola del hombre convertido en planeta constituyen sin duda prueba del paso a niveles espirituales superiores que deben progresivamente llevar a la unión con lo trascendente.

En realidad, la existencia era concebida como una preparación para la muerte, y esta representaba el nacimiento verdadero que se alcanzaba liberándose del yo limitado y mortal.”

“La sangre con que Quetzalcóatl rocía los huesos sustraídos a la muerte representa el fuego divino que salva a la materia -veremos después que la sangre y el fuego tienen la misma significación simbólica-, y es claro que este mito relata el nacimiento del hombre a la espiritualidad.”

“Esto indica que, lejos de constituir un elemento inútil que no hace más que molestar al espíritu, la materia le es necesaria porque únicamente por la acción recíproca del uno sobre la otra, la liberación es conseguida.

Parecería que si la materia es salvada por el espíritu, este a su vez tiene necesidad de ella para transformarse en algo como una energía consciente sin la cual la creación dejaría de existir.”

“Esta energía indispensable a la marcha del universo no puede surgir más que del hombre, porque solo él posee un centro susceptible de transformar el espíritu que estará destinado a perderse en la materia. Salvándose él mismo, el hombre -del que Quetzalcóatl es el arquetipo- salva entonces la Creación.

Por eso es el redentor por excelencia. Como lo enseña la parábola del rey del Tollan, esta salvación no se hace fácilmente. Para reconciliar el espíritu y la materia de que esta formado, el individuo debe sostener durante toda su vida una lucha dolorosamente consciente que lo convierte en un campo de batalla en el que se enfrentan sin piedad los dos enemigos. La victoria del uno o del otro decidirá de su vida o de su muerte: si la materia vence, su espíritu se aniquila con él; si ocurre lo contrario el cuerpo “florece” y una nueva luz va a dar fuerza al Sol.”

“El Sol que da vida al universo se alimenta del sacrificio [espiritual N. A.] del hombre, y no puede subsistir sino por su fuerza interior.”

“Así, por un camino diferente, nos volvemos a encontrar con la hipótesis según la cual la Era de Quetzalcóatl es la del advenimiento del alma, del centro unificador que es la esencia misma de todo pensamiento religioso.”  (Laurette Séjurné. 1957)

Es importante subrayar, que el grado de abstracción y profundidad en la religión del pueblo logrado por los Viejos Abuelos, resulta hasta nuestros días muy adelantado. Lo que sucede es que desde 1521 se ha prejuiciado y mal interpretado todo conocimiento y valor de la antigua civilización, especialmente en el aspecto de la religión y la filosofía, toda vez que eran las bases “morales” por las que se justificaba la invasión. En efecto, la Corona española manifiesta que los pueblos invadidos eran salvajes y primitivos. La iglesia por su parte autoriza la invasión en tanto se “liberaba” a los naturales de su demoníaca religión y se les salvaba el alma, incorporándolos al seno de la iglesia católica.

LA ABSTRACCIÓN RELIGIOSA.

Un ejemplo de esta avanzada visión religiosa la podemos observar en una celebración que tenía lugar en una ceremonia que desde los olmecas hasta los aztecas se repetía exactamente cada 52 años. Una asombrosa medida que impedía el fanatismo y el culto a los objetos, manteniendo al pueblo sin la carga aberrante de las supercherías y la idolatría. Nos referimos a la Ceremonia del Fuego Nuevo que se celebraba cada “Atado de años” y que entre todos los rituales se requería que los habitantes de todas las comunidades, grandes y pequeñas, subieran a un cerro tutelar cargando todas sus “Reliquias religiosas” que se habían acumulado a lo largo de 52 años, tanto en los templos como en las casas.

Estas figuras hechas en barro y diversos materiales pertenecían a las diferentes formas en las que se representaba la divinidad suprema y sus diversas advocaciones o dioses menores. Las piezas eran destruidas el último día antes de que terminara el ciclo cósmico, ya que si salía el sol al otro día, estaban garantizados otros 52 años más de vida del Quinto Sol. Así que no sólo se iniciaba un fuego nuevo, sino también se construían nuevas representaciones de las deidades para iniciar un nuevo ciclo sin cargar con “reliquias” que fanatizaran al pueblo y que desvirtuaban el sentido abstracto de la divinidad. Es impresionante entender como con una tradición religiosa de una civilización extremadamente mística y espiritual, impedían que los pueblos se fanatizaran y convirtieran en fetiche los objetos del culto religioso, manteniendo en el plano abstracto la divinidad suprema. Los Viejos Abuelos comenzaron a ser idólatras con la imposición de la religión católica, pues ahí es donde nace la devoción a las imágenes.

De esta manera, podemos afirmar que esa divinidad suprema, que no tenía nombre, ni podía ser representada, vista o tocada, se manifestaba en el universo, la naturaleza y en los grandes sentimientos humanos. Así, el Sol resultaba una manifestación de este poder inconmensurable, pero también lo hacía el agua, el viento, la tierra, las montañas, el rayo, el fuego. No es que fueran “dioses”, sino manifestaciones diversas de una misma realidad.

Existe cierta similitud con la religión católica en la que existen muchas Vírgenes pero todas son diversas advocaciones de la Virgen María; o la paloma que se encuentra reiteradamente en lienzos, esculturas, vitrales o metales, puede ser otro ejemplo. Los católicos no “adoran” y le rinden culto a la paloma. Es sólo un símbolo aceptado por todos, de un concepto muy abstracto y profundo, como resulta El Espíritu Santo.

Para el común del pueblo, para los “macehuales”, para “la ala y la cola”, los símbolos de Tláloc y Quetzalcóatl eran la inmediata representación de la fuerza creadora, de la divinidad suprema. Símbolos que eran usados por el pueblo para guiar su sentido ético y moral. Para fortalecer las costumbres y la tradición. Seguramente que fue este tercer nivel de concepción religiosa la que permitió que durante diez siglos los Viejos Abuelos pudieran vivir socialmente en armonía y en paz, permitiendo el desarrollo del conocimiento de los venerables maestros toltecas que “trabajaban”, en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas.  

Existe una misma memoria histórica compartida por todos los pueblos del Anáhuac en cuanto a su origen. Más adelante lo trataremos en el capítulo referente a la filosofía, pero valdría apuntar que la existencia de una serie de historias compartidas de una u otra manera por los pueblos del Anáhuac, como son: La creación de la Tierra[24], Los dos gemelos divinos[25], La leyenda de los Soles, La lucha entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, La primera pareja divina y sus cuatro hijos, la peregrinación en busca de una tierra prometida.

Lo anterior nos sugiere, que el origen de la religión deviene de una antiquísima, profunda y compartida concepción filosófica.

SÍMBOLOS RELIGIOSOS DE LA DIVINIDAD.

Para cerrar este capítulo enumeraremos los símbolos religiosos más conocidos del Anáhuac. Entendiendo que no son “dioses” en el concepto judeocristiano, sino diversas advocaciones de una misma realidad innombrable, impalpable e invisible. Estas múltiples representaciones se refieren a las diversas formas de percibir lo inconmensurable, aunque en algunos momentos nos pareciera que se repiten o tienen grandes parecidos. Esta apreciación es correcta, ya que son símbolos abstractos que nos hablan de verdades universales que tratan de ser representadas o conceptualizadas para un uso popular.

Cuando tratamos sobre las múltiples advocaciones de la divinidad suprema del Anáhuac debemos precisar a qué período nos referimos: formativo, esplendor o decadente. A qué nivel: si al filosófico que investigaban las personas de conocimiento, al religioso que manejaban la jerarquía sacerdotal o al popular que veneraban los macehuales o pueblo en general. Y finalmente, a qué cultura, dado que aunque todas las advocaciones tenían un mismo origen, en cada cultura tenían un nombre diferente  -aunque su significado fuera parecido- y su iconografía fuera diferente, según cada estilo cultural. Pero debemos señalar que compartían ciertos rasgos comunes. Por ejemplo, en el caso de Tláloc y sus similitudes en todas las culturas. La representación gráfica siempre compartía unas anteojeras y una lengua bípeda.

La excepción de la regla la encarna Huitzilopochtli, representación de la divinidad exclusiva de los mexicas. En efecto, cuando llegaron al Valle del Anáhuac en el siglo XI ya la traían del Norte como su guía espiritual. Posteriormente, cuando los mexicas se culturizan con los remantes de sabiduría tolteca que quedaban del período Clásico, incorporarán a su “Dios tribal”  al panteón ancestral del Anáhuac y lo incrustarán como uno de los cuatro hijos de la pareja divina. Esto sucederá durante las reformas filosófico-religiosas que realizarán Tlacaelel cien años antes de la llegada de los invasores.

También existen un sin fin de “dioses menores”, que son referencias muy espaciales de actividades que los seres humanos hacían y que, inmersos en un  mundo sumamente religioso, se les contemplaba no como dioses en el contexto judeocristiano, sino más bien como “Esencia sagrada”. Nos referimos a los múltiples “Dioses” de: la cacería, el pulque, el comercio y demás. Algo similar al lugar que ocupan los “Santos” en la religión católica.

La confusión nace de la visión europea y judeocristiana del siglo XVI, que no tenía elementos, ni intenciones para entender una religión mucho más antigua, abstracta y avanzada. Nace de la actitud prejuiciada e intolerante de los primeros “estudiosos” extranjeros y sus sucesivos investigadores. Nace también de la serie de mentiras, erróneas apreciaciones y  tergiversadas tesis de los investigadores foráneos y sus colonizados seguidores locales, que se han venido tejiendo y repitiendo a lo largo de estos cinco siglos y que se han convertido en el discurso oficial de la llamada ´´Historia oficial´´.

Nombraremos a las advocaciones más importantes de la suprema divinidad del Cen Anáhuac, en el entendido de que no es una lista en la que se encuentren incluidas todas las representaciones:    

Tloque Nahuaque o “El que esta aquí y en todas partes”. Ometeotl o “La dualidad divina”; Ometecutli “De los dos el señor”. Ometecíhuatl “De los dos la señora”. Quetzalcóatl, “El soplo divino o la representación del aire”. Tláloc, “El dios del agua o la fertilidad”;  “El Señor y la Señora de la Tierra”, Tlaltecutli y Tlalecíhuatl. La Tierra representada en tres diferentes modalidades como: Coatlicue o “La de la falda de serpientes”, Cihuacoátl o “La Mujer serpiente” y Tlazolteotl o “La comedora de inmundicias”; Tezcatlipoca, “El espejo humeante o el enemigo interior”; Mictlantecutli y Mictlantecíhuatl, “El Señor y la Señora de la Muerte”. Tonatiuh, “El Sol”. Tonacatecutli y Tonacatcíhuatl, “El Señor y la Señora del Sustento”. Xochiquetzalli, “La flor preciosa”. Huehueteotl, “El dios viejo del fuego”; Chantihco, “El calor de la Tierra, el fuego del hogar o la parte femenina de la energía”. Tonatzin, “Nuestra madre querida. Mixcoátl, “La serpiente nebulosa” refriéndose a la Vía Láctea. Xipe Totec, “El Señor del descarnado”, depurador de la naturaleza o la acción de desprender la materia del espíritu. Xólotl, “El gemelo o nagual” de Quetzalcóatl. Macuilxóchitl, “Cinco flor” o enaltecedor del espíritu por medio del ejercicio y la danza. Mayahuel asociado al pulque como bebida espirituosa; Yspapalotl, “Mariposa de obsidiana”; Toci, “La venerable Abuela”. Chicomecóatl, o “Siete serpiente”, deidad del maíz. Xilonen La joven madre del maíz”; Tlaloques entidades menores de la lluvia; Chalchihuitlicue, “La del manto enjoyado”, advocación femenina del agua divina. Patécatl; “El de la tierra de las medicinas”; Metztli, “La Luna”. Tepeyolohtli, “El corazón de las montañas”; Yacatecuhtli, “El Señor que guía a los viajeros y comerciantes”; Ixtliton advocación de la curación de las enfermedades, “Señor de la salud”; Chiuatetéotl advocación de las mujeres muertas en parto; Xiuhtecuhtli advocación del fuego. Casi todas las culturas compartirán las mismas advocaciones pero cambiarán levemente su iconografía y totalmente su nombre de acuerdo a cada lengua.   

Uno de los legados más importantes que hoy nos acompaña del México antiguo, indiscutiblemente es la visión mística y espiritual que los mexicanos tenemos por el mundo y la vida. Los Viejos Abuelos supieron muy sabiamente amoldarse a la religión impuesta. Cambiaron todo por fuera, pero por dentro mantuvieron las bases fundamentales de su milenaria religión.

Una de las muchas herencias de ese mundo religioso que duró perfectamente estructurado, por lo menos 30 siglos antes de la llegada de los invasores españoles, la podemos encontrar hoy en día en la forma en la que los indígenas se relacionan con los divino y con lo sagrado. Los indígenas no necesitan de “interlocutores” para entrar en contacto con Dios. Ellos actualmente usan las imágenes católicas, pero les ponen nombres en sus lenguas y les hacen cultos personales y comunitarios donde ellos mismos ofician, sin necesidad de sacerdotes o sacristanes.

Finalmente diremos que la religión es y ha sido una de las bases del pueblo de México. El sentido místico y espiritual de la vida es una de las valiosas herencias de nuestros Viejos Abuelos.

10. LA EDUCACIÓN.

La educación representó uno de los pilares más sólidos e importantes de la civilización del Anáhuac. El trabajo milenario civilizatorio que desarrollaron de generación en generación, no habría sido posible sin un excelente sistema educativo que, no sólo mantuviera las bases rectoras del proyecto original, sino que inculcara en los hijos de sus hijos, los conocimientos, principios, valores y el objetivo abstracto de su civilización de manera constante a lo largo de varios miles de años. La educación en el México antiguo fue obligatoria y gratuita.

“Ninguna cosa más me ha admirado, más digna de alabanza, que el cuidado y orden que en criar a sus hijos tenían los mexicanos. Porque entendiendo bien que en la crianza e institución de la niñez y juventud consiste toda la buena esperanza de la república, dieron en aportar a sus hijos de regalo y libertad que son dos partes de aquella edad y en ocuparlos en ejercicios provechosos y honestos.” (Miguel Acosta Saignes. 1945)

La educación en el México antiguo fue uno de los pilares de la civilización del Anáhuac y la familia, su génesis. En efecto, la educación que se daba en el núcleo familiar fue el profundo cimiento de estos pilares. Los niños y los jóvenes se educaban con bases morales y éticas a través de milenarios principios y valores que buscaban formarlos en las actitudes y valores ante la vida, el mundo, la familia, el trabajo, la sociedad, lo divino y lo sagrado. El padre y la madre, los abuelos y la familia en general, nutrían amorosamente a los niños en el círculo extenso de la familia. Es por ello que los términos “cencalli y cenyeliztli” expresan cabalmente la importancia de la familia y la educación. Literalmente cencalli significa en lengua náhuatl: la casa entera o el conjunto de los que en ella viven. Existe una dualidad indivisible en la cultura de ayer y de hoy de los mexicanos entre familia y educación. Cenyeliztli significa: “estado o naturaleza de los que viven entera y conjuntamente en una casa”.

LAS INSTITUCIONES.

Existían tres instituciones básicas; el Telpochcalli o “Casa de los jóvenes”, para la instrucción básica de los niños y jóvenes; el Cuicacalli o la “Casa del canto”, donde aprendían con “Flor y canto” (entendida como sabiduría y belleza) a expresar su inconmensurable fuerza espiritual a través del arte. Finalmente el Calmécac o “La casa de la medida”, centro de altos estudios, en donde se formaban a los sacerdotes, los administradores y los dirigentes.

La educación se iniciaba en casa y el niño era el centro de atención y afecto de toda la familia. Se le proporcionaba todos aquellos cuidados llenos de ternura que la familia podía darle, pero cumpliendo 7 años se le enviaba al Telpochcalli y entraba a un sistema de férrea disciplina, estricto orden y escrupulosa jerarquía. A las niñas y a los niños se les trataba por igual en cuanto a la disciplina. El sistema educativo era del tipo “espartano” y se les preparaba para “la guerra interior” (Período Clásico).  

A los niños y jóvenes de ambos sexos, se les enseñaba no sólo las ciencias, como las matemáticas, astronomía, biología o las artes como el canto, la música y la danza; además de aprender a hablar correctamente; “leer” y pintar sus códices, los maestros también les enseñaban a unos a sembrar y cosechar la tierra, a edificar, tallar, tejer y moldear. A las otras, a sembrar, cocinar, curar, criar, cultivar plantas, tejer y bordar. El espíritu de la educación en el México antiguo era, “Formar un rostro propio y un corazón verdadero” en los niños y jóvenes.

El Calmécac era una institución a la que podían asistir sólo los más destacados. Los jóvenes que iniciaban su preparación en los antiguos y secretos conocimientos de los Viejos Abuelos, les llamaban “Guerreros”. Así se les llamaba porque tenían que emprender la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar. La lucha consigo mismo; la batalla para derrotar “Al enemigo interior”. Esta guerra se hacía a base de “Flor y canto”, que representa la sabiduría, la filosofía y el arte. El guerrero tenía como objetivo “Florecer su corazón” y darse como alimento a sus seres queridos. Bella metáfora, donde la “Guerra” es usada de manera simbólica, biófila y espiritual. Los guerreros se preparaban para la muerte simbólica y con ello lograr llegar a la vida eterna. Este concepto era tolteca del período clásico. Los mexicas, como veremos posteriormente transgredieron estos principios como base de su expansión imperialista (Periodo Postclásico).

Estos “Guerreros de la libertad total” eran llevados a los centros de conocimiento. Por ello se entiende que las llamadas zonas arqueológicas del período clásico; no eran ciudades, ni centros ceremoniales, ni fortalezas, ni palacios o panteones. Seguramente eran en cambio, centros de conocimiento de una sabiduría, que hoy en día, nos resulta muy difícil comprender, pero que le podríamos llamar “Ingeniería-energética”, pues se investigaba la vida y el mundo a través de campos de energía. Estos centros de investigación y conocimiento, estaban alejados de la vida cotidiana de las comunidades. Sin embargo, los venerables maestros enseñaban la religión y la sabiduría, tanto a los sacerdotes y administradores de los pueblos; como a los jóvenes más destacados que salían del Calmécac y que eran enviados a estos lugares antiquísimos y misteriosos a convertirse en frutos florecidos de su civilización.

“Testimonio de profunda reflexión son éstos, herencia la más antigua que, en materia de educación, proviene del México indígena. En el hogar y en las escuelas se escucha la antigua palabra. Era ella la lección atesorada de quienes ejercían el magisterio en los telpochcalli, “casa de jóvenes”, y en los Calmécac, “hilera de casas” para la educación superior....En varios de los códices o antiguos libros de pinturas y caracteres jeroglíficos del México antiguo aparece la figura del temachtiani, el maestro, cuyos atributos coinciden en muchos aspectos con los de otro personaje cuya figura se idealiza y exalta en varios textos en náhuatl de la antigua tradición nativa. Este personaje es el tlamatini, el sabio. El significado etimológico de tlamatini guarda también relación con el que tiene la palabra temachtiani. Tlamatini es “el que sabe algo, el que conoce las cosas”. A su vez temachtiani es “el que hace que los otros sepan algo, conozcan lo que está sobre la tierra” y, en fin, aquello que puede llegar a vislumbrar el hombre.

Los que ejercían la profesión de tlamatini, “sabio”, eran precisamente quienes tenían a su cargo la preservación y transmisión de los testimonios de la antigua palabra.” (Miguel León Portillla. 1991)
 
Las normas sociales tuvieron que ser muy sólidas, para estructurar y mantener un proyecto socio-espiritual por miles de años y que ha sabido sobrevivir, en lo más esencial  hasta nuestros días. En efecto, si tomamos como ejemplo Monte Alban en la cultura zapoteca de Oaxaca. Se supone que la construcción se inició en el año 500 a.C. y fue abandonada aproximadamente en el año 850 d. C., lo que implica tres cosas: un trabajo permanente y descomunal en la construcción (la materia), con un proyecto arquitectónico que no cambió en lo fundamental (siempre se usó para lo que se diseñó). En segundo lugar, que se mantuvo una misma línea de pensamiento filosófico y religioso a lo largo de 1350 años aproximadamente. Y en tercer lugar, que contó con un sistema alimentario, social y educativo que permitió éste prodigio. Esto resulta verdaderamente sorprendente, pues solo una sociedad con sólidos principios éticos, morales y religiosos, pudo mantener y realizar un proyecto social tan grandioso a un alto costo de la energía social y con un gran esfuerzo, mantenido por muchas generaciones al parecer de manera inalterable. Monte Alban no fue un hecho aislado en el Anáhuac, miles de las llamadas ahora “Zonas arqueológicas” proliferan en el territorio nacional. Los valores creados por la sociedad del México antiguo, son los cimientos en que descansa “El México profundo”[26] del que nos habla Guillermo Bonfil.

“Es admirable que en esa época  y en ese continente, un pueblo indígena de América haya practicado la educación obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano del siglo XVI, cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de escuela.”  (Jacques Soustelle. 1955)

El lector encontrará en este párrafo del investigador francés, en principio admiración, pero inmediatamente una actitud colonizadora y de supuesta superioridad, pues dice que es admirable que en América (y no en Europa) y sobre todo “Un pueblo indígena” (y no el pueblo francés), tuvieran en el Siglo XVI (cuando muy probablemente el sistema educativo nació con los olmecas, antes de la era cristiana) este tipo de educación (obligatoria, gratuita y extensiva a toda la población), que en Europa solo se logró hasta el Siglo XX.

La primera escuela pública nació en Italia en 1596. La educación popular en el Anáhuac seguramente tiene sus orígenes en el advenimiento de la cultura olmeca, tres mil años antes que los europeos. La confianza en la educación es una de los legados más importantes de los Viejos Abuelos que conforman el México contemporáneo.

“Para poder penetrar siquiera un poco en los ideales de la educación entre los nahuas, es necesario partir de otra concepción suya fundamental. Nos referimos al modo como llegaron a considerar los sabios nahuas lo que llamamos “persona humana”... “vuestro rostro, vuestro corazón. Obviamente se designa con estas palabras a la persona del interlocutor. Hallamos esto no en casos aislados, sino con gran frecuencia, es decir en la casi totalidad  de los discursos pronunciados de acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas tecpilatolli, o sea, -lenguaje noble o cultivado-.

In ixtli, in yóllotl, -la cara el corazón-, simboliza siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. Y resulta interesante notar, aunque sea de paso, el paralelismo que existe en este punto entre la cultura náhuatl y la griega.” (Miguel León Portilla. 1980) 

En la rica literatura que conserva fragmentos luminosos del pensamiento antiguo, podemos encontrar luces que nos pueden orientar en cuanto a este vasto acervo de herencia educativa que conforma la esencia del “Ser mexicano”. En el Códice Matritense de la real Academia, se puede leer:

“El hombre maduro:
corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio,
dueño de un rostro y un corazón,
hábil y comprensivo”. 

Pero en la lengua náhuatl se encuentran conceptos muy puntuales sobre la educación, que nos revelan un mundo muy rico en donde nuestros antepasados pusieron mucho énfasis. Por ejemplo, la palabra –ixtlamachiliztli- que implica la acción de dar o trasmitir sabiduría a los rostros ajenos nos habla del proceso de enseñanza-aprendizaje o itech netlacaneco que significa “Humanizar el querer de la gente”. Los antiguos mexicanos no sólo tenían instituciones públicas educativas como el tepochcalli, Cuicacalli o Calmécac, sino que dentro de la civilización del Anáhuac, la educación era en sí misma una institución, columna fundamental en las que se sostenía la sociedad anahuaca. De otra manera no se pueden entender mil años de esplendor y siete mil quinientos de continuo desarrollo humano.

EL MAESTRO.

Otro aspecto muy importante de la educación fueron los maestros. El maestro encarna los preceptos mismos del “rostro propio y el corazón verdadero”. El maestro era un guía comunitario, más allá del aula, porque el maestro de todos los tiempos educa con el ejemplo de su propia vida. El maestro –temachtiani- en lengua náhuatl es definido en el Códice Matritense de la manera siguiente:

“Maestro de la verdad,
no deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos,
Hace a los otros tomar una cara,
Los hace desarrollarla.

Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.

Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara...

Gracias a él, la gente humaniza su querer,
Y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
Conforta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende”.

De la capacidad, talento y actitud del maestro dependerá el buen desempeño de las instituciones educativas y de ellas, dependerá el potencial y permanencia de cualquier civilización o cultura. Las bases de una persona, familia o civilización están en la alimentación, la salud, la organización y la educación. No podemos concebir la grandeza del Anáhuac, de sus monumentos, obras de arte o sus extraordinarios conocimientos y sus incontables logros, sin el sistema de educación que por lo menos estuvo operando de manera permanente a lo largo de 30 siglos antes de la invasión y destrucción europea. Y tampoco podemos negar la herencia que sigue viva y latente en el ser de la cultura contemporánea de México. Lo que se requiere es despertarla, activarla para reorientar nuestro camino.

“El solo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe en el texto ya citado la figura del maestro o temachtiani, constituirá el más elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo náhuatl.

Es el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Magnifico ejemplo de lo que hemos llamado –ingeniería lingüística náhuatl-. Esta compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te- (a los otros); el semantema radical de ix- (tli:rostro); y la forma participal cuitiani (“que hace tomar”). Reunidos estos elementos, te-ix-cuitiani significa a la letra (el que) “a-los-otros-un-rostro-hace-tomar”.

El segundo término es te-ix-tlamachtiani: “que-a-los-rostros-de-los-otros—da-sabiduría”. De nuevo indicamos los elementos que lo conforman: te (a los otros)-; ix (tli: rostro o rostros); tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las cosas). Reunidos los diversos semantemas, te-ix-tlamachtiani vale tanto como “el-que-hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”.

Tercer término: tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”. Compuesto de te (a los otros)-; tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tetezcahuani : “que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente se indica al añadir en el texto citado que obra así, para que se vuelvan “cuerdos y cuidadosos”.

Cuarto término: netlacaneco (itech): “gracias a él, se humaniza-el-querer-dela-gente”.  Se aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él); ne (la gente); tlacaneco (es querida humanamente). Este último término es a su vez compuesto de neco (forma pasiva de nequi: “querer”) y de Talca (Tl) “hombre”.

Quinto término: tlayolpachivitia: “hace-fuertes-los-corazones”. Compuesto de tla-prefijo de carácter indefinido que connota una relación con “las cosas o las circunstancias más variadas”; yól (otl: corazón); pachivitia (hace fuertes). Reunidos pues los diversos elementos: tla-yol-pachivitia significa precisamente “con relación a las cosas, hace fuertes los corazones”.

Tal es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl.” (Miguel León Portilla. 1980)  

EL CONCEPTO DE LA EDUCACIÓN.

El concepto de la educación del Anáhuac consistía en “Formar rostros propios y corazones verdaderos” en los estudiantes, por lo cual no se limita al aspecto académico solamente. Iba mucho más allá, a lo profundo de los sentimientos y de la psique personal y colectiva. El aspecto moral y ético de la educación es el que hace “Florecer el corazón”. El concepto de “Humanizar el querer” implica educar los sentimientos y las actitudes de los estudiantes. Ésto se corresponde con uno de los principios más elevados de la civilización anahuaca, que es la de compartir la responsabilidad con la divinidad en cuanto a “Mantener y humanizar al mundo”.

La educación que recibían los antiguos mexicanos, desde la casa, el calpulli, el templo y la escuela estaba sustentada en sólidos principios éticos y morales, pero fundamentalmente se les educaba para servir a la comunidad. En efecto, el servicio a la comunidad como la acción de mayor reconocimiento social, explica en gran parte la continuidad de las culturas y la dimensión monumental de sus obras. Es muy importante apuntar este valioso hecho que sigue vivo, como una herencia cultural, en las comunidades indígenas y campesinas del México contemporáneo. Educarse para servir y mandar obedeciendo legados irrefutables de nuestra milenaria herencia cultural indígena. 

“Existían en México muchos Calmécac, cada uno de ellos anexo a un templo determinado. Su administración y la educación de los jóvenes o de las doncellas dependía del Mexicatl Teohuatzin, -vicario general- de la iglesia mexicana. Por el contrario, cada barrio tenía muchos Tepochcalli, cuya administración corría a cargo de los telpochtlatoque, -maestros de los mancebos-, o si se trataba de mujeres, de las ichpochtlatoque, -maestras de las doncellas-, que son funcionarios laicos y no religiosos”. (Jacques Soustelle. 1955)

En la actualidad, es muy común que se confunda la educación con la instrucción. La educación es un proceso que se inicia con el nacimiento y termina con la muerte. La educación comprende valores, principios, sentimientos, actitudes, que les permiten a las personas orientar su vida de manera integral, teniendo como fin supremo impulsar el desarrollo espiritual. La instrucción o educación académica en cambio se desarrolla en un periodo determinado de vida y consiste en una serie de conocimientos que le permiten al estudiante insertarse en la vida productiva de la sociedad. 

Muchos de los herederos de la cultura de los Viejos Abuelos no han podido ir a las escuelas a “instruirse” y otros no saben leer ni escribir, pero la mayoría tienen una elevada educación, en la que los valores éticos y morales les permiten acceder a una elevada calidad de vida.
Ángel María Garibay traduce del náhuatl un huehuetlatolli en donde se explica la tarea del maestro y nos permite vislumbrar el valor moral de la educación.

“Comenzando a enseñarles:
cómo han de vivir,
cómo han de obedecer a las personas,
cómo han de respetarlas,
cómo deben entregarse a lo conveniente, lo recto,
y cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no recto,
huyendo con fuerza de la perversión y la avidez.
Todos allí recibían con insistencia:
La prudencia y la cordura”.

Como hemos dicho ya, la educación no se circunscribía únicamente a la escuela. La casa, el calpulli, la familia era tal vez el centro e inicio del sistema educativo de los antiguos mexicanos. A los niños desde recién nacidos hasta los 7 años se les trataba con mucha ternura en casa. Pero cuando asistían al telpochcalli su educación se volvía muy estricta y disciplinada. El concepto de las instituciones educativas es que debían ser autosuficientes. Motivo por lo cual se les asignaba tierras de cultivo del calpulli[27], para que los propios alumnos y maestros prepararan la tierra, sembraran y cosecharan. Hacían producir los huertos, explotaban racionalmente los recursos naturales, pescaban, cazaban y recolectaban. Pero también construían y les daban mantenimiento a sus edificios y jardines. Producían sus enseres, herramientas, telas y vestido, según la región y los recursos. El concepto es que al hacer autosuficiente a las escuelas, los alumnos aprendían a hacerse autosuficientes para llevar un hogar. La enseñanza era de mayores a menores y muy disciplinada.

“Se les enseñaba cuidadosamente

los cantares,
los que llamaban cantos divinos;
se valían para esto de las pinturas de los códices.
Les enseñaban también la cuenta de los días,
El libro de los sueños
Y el libro de los años”.
(Códice Florentino)

Como se sabe, todas las actividades de los Viejos Abuelos estaban íntimamente relacionadas con los aspectos religiosos de su cultura. La educación no era la excepción. Los estudiantes combinaban el estudio académico, con la productividad, la religión, el deporte y el arte. Pero fundamentalmente lo que se trataba de exaltar y fortalecer eran sus valores morales y éticos. Los principios de servicio a la comunidad, mantenimiento de sus prácticas religiosas, tradiciones y costumbres, obediencia a los padres, maestros y autoridades. La templanza de carácter, el dominio de sí mismos, la fortaleza de su cuerpo y la convicción en sus ideales que aprendían los jóvenes en el sistema educativo, fue proporcional y un reflejo de las grandes proezas culturales que realizó la civilización del Anáhuac a través de sus diversas culturas en tiempo y espacio. 

LA ANTIGUA PALABRA.

Entre los textos que se han preservado sobre la educación a los hijos tenemos los llamados “Huehuetlatolli” o la palabra antigua, que eran trasmitidos y guardados celosamente de generación en generación. Muchos de estos discursos siguen en el corazón de los pueblos del México indígena y de alguna manera sobreviven en las costumbres y tradiciones. A continuación se presenta un fragmento del discurso de un padre a su hija:

“Pues ahora, mi niña. Oye bien, mira con calma; aquí esta tu madre, tu señora, de cuyo seno y entrañas te despegaste, te desprendiste; como una plantita, como una yerbita te alzaste, echaste hojas, floreciste; como si hubieras estado dormida y despertaras.

Mira, escucha, entiende, así son las cosas en la tierra. Ni vivas de cualquier modo, no vayas por donde sea. ¿Cómo vivirás, por dónde has de ir? Se dice, niña mía, palomita, chiquita, que la tierra es en verdad lugar difícil, espantosamente difícil.

Sábete que vienes, que desciendes, que naciste de gente noble, que eres espina y púa, de nuestros señores, los que nos dejaron,  los que ya se fueron a quedar al otro lado, los que habían venido a cuidar la estera y la silla, los que dieron fama y gloria a la nobleza.

Óyeme, que en verdad te digo que eres noble, que veas que eres algo precioso, que aunque seas una muchachita, eres jade y turquesa. Joya fundida y labrada, roja sangre, aguja y púa, pelo y uña, fragmento y astilla de la nobleza. ¿O es que todavía no entiendes lo bastante, que todavía te estás jugando en el suelo con la tierra y tepalcates?

Ya entiendes algo las cosas, las observas. No por sólo tu gusto te degrades, no avergüences por nada a nuestros señores, los señores reyes que nos dejaron al irse, no seas macegual, no acabes como macegual.

Vive en paz en la tierra, entre la gente, pues eres una mujercita; he aquí el trabajo que debes hacer: sé devota de noche y de día, suspirando muchas veces por el que es Noche Viento; suplícale mucho, llámalo a voces, abre tus brazos ante él en tu alcoba, al acostarte.

No le tomes sabor al sueño; despierta, incorpórate, levántate de pronto a la media noche, ve postrada sobre los codos y las rodillas, luego párate, haz tu inclinación y reverencia, llama a voces al señor, a nuestro señor, al que es Noche y Viento, pues él gusta de oírte por la noche; entonces tendrá piedad de ti, entonces te dará lo que mereces....”.

“En segundo lugar, he aquí lo que te aconsejo, lo que te suplico, criatura, hija mía, y que ya sabes muy bien: no avergüences a nuestros señores, de quienes desciendes, no eches polvo y basura sobre su tinta roja y negra, no avergüences en nada a la nobleza.

No quieras no más, enseguida, el trato carnal, ni saber las cosas que se dicen sucias, impuras, que aunque en verdad cambies, ¿Te harás por ello una diosa? No te des prisa a echarte a perder. Ve con calma, ve con mucha calma.” (Libro sexto del Códice Florentino)

Para tener una idea completa, ahora nos permitimos transcribir de los Huehuetlatolli otro discurso. El que le da un padre a su hijo para fortalecer su educación:

“Mi collar, mi pluma preciosa; como se forja el metal preciso, como el jade se horada, en la misma forma has sido forjado, has sido horadado. Soy dueño de collares, soy dueño de plumas preciosas, tengo hijos. Te diré unas palabras aquí junto a tu oído quiero atarlas. Quizás..., así quizás..., así no..., tal vez sólo tartamudearé, soy anciano, soy anciana. Sólo así a tu seno, a tu garganta acércalas mis palabras. Tú que eres mi pie, mi mano, el fruto de mis entrañas te afliges; eres collar, eres pluma preciosa, y eres cola, eres ala, eres gente común del pueblo. ¿A dónde viene aún un labio, una boca? ¿serás tú el que reciba el consejo? Haré que tragues, haré que comas jade, inculcaré en ti la palabra buena y sabia, para que no seas un cofre, una petaca, que sólo guarda las cosas. ¿Dónde aún vienen? En tu interior el Señor Nuestro esconderá el jade, la turquesa, lo decoroso, lo bello, lo que se esconde, lo que se guarda.

Y ya te das cuenta, te has corregido, no hagas tú mismo andar de puntillas a la gente. Y se afligen los que te echaron en el mundo, los que en él te dejaron, tus antepasados. ¿Acaso otra vez vendrán a hacerte comer, vendrán a hacerte beber lo dulce, lo sabroso, el rostro de la gente, el corazón de las personas? Y más, di lo que dicen el anciano, la anciana. ¿Por qué no es esto algo? Porque tengo sujetos a los que son sus manos, tus pies, a la gente que te sirve. Quizás así, quizás no así sea yo tu madre, sea yo tu padre, así te aconsejo. ¿Con esto me arrojarás, sólo así me empujarás, a mí que soy tu madre, a mí que soy tu padre?

Tú eres de jade, pluma de quetzal, con calma, con tiento vives gracias al Dueño de la cercanía y de la proximidad, al dador de la vida.

No con torpeza, no con tosquedad pases la vida. Aquí un día, dos días quizás aún te hará permanecer Aquél por quien se vive.

Ya sabes que el venado, cuando lo persigue, va asustado, no sabe que va a caer en la trampa donde morirá. ¿Y tú, acaso eres venado para que no sepas adónde vas? Porque te ha sido mostrado el camino que has de seguir, de tu arbitrio lo habrás consumado si lo pierdes. Como el árbol frutal que ya no reverdece, que ya no da retoños –sólo da retoños, sólo da renuevos si resiste la helada-, entonces del todo se marchita, así se seca. Y tú, si ya no reverdecieras, dieras renuevos cuando haya verdor, cuando haya renuevos, es porque de tu voluntad te has arrojado en la boca de las fieras.

¿Acaso con tranquilidad, acaso con calma se vive en la tierra? Esto es todo lo que así acerco a ti, a tu mano, a tu pie, a tu persona. Que sea así con tu mano, con tu rostro, con tu corazón, con todo tu ser. ¿Acaso una sola vez te haré comer, te haré beber mi baba, la espuma de mi boca? ¿Las palabras que yo te digo? Sólo esto es ya lo que escuchas, hijo mío.” [28] (Huehuehtlahtollo testimonio de la antigua palabra. Miguel León Portilla- Librado Silva Galeana. 1991) 

La educación es una de las estructuras más importantes de toda Cultura. En la educación se trasmiten los valores, principios, actitudes, gustos, sentimientos que le dan una “personalidad” a cada pueblo. Tal vez uno de los valores más importantes de la civilización del Anáhuac fue la importancia que le dieron nuestros Viejos Abuelos a la educación. La herencia educativa que tenemos los mexicanos se manifiesta en las relaciones familiares y comunitarias. El elevado respeto a los padres, el cariño a los abuelos, el mayorazgo, el compadrazgo. El volumen de la voz, las formas de cortesía verbal, los protocolos familiares, amistosos y sociales. La cortesía urbana, el respeto a la autoridad, el respeto a las tradiciones, fiestas, usos y costumbres. La relación mística y respetuosa con la naturaleza, el respeto a las formas religiosas. Muchos pequeños grandes detalles de nuestra milenaria forma de ser, tienen sus ancestrales orígenes en los procesos educativos que se fueron gestando, sistematizando y trasmitiendo a través de muchas generaciones, no sólo en los centros educativos, sino fundamentalmente en la vida diaria de la familia y la sociedad. Este legado no a muerto ni esta desaparecido, sólo es ignorado.

“Personalmente, tengo la grabación de un huehuehtlahtolli, cuyo contenido son recomendaciones de una madre a su hija, en todo semejantes a las que se expresan en textos transcritos en el siglo dieciséis. Me refiero a un huehuehtlahtolli que pronunció en 1969 una mujer originaria de la comunidad náhuatl de Santa Ana Tlacotenco (Milpa Alta, México, D. F.)... Resulta digno de atención, por no decir asombroso, descubrir que hay narraciones contemporáneas en varias lenguas mesoamericanas que siguen de cerca temas de la “antigua palabra” y que a veces parecen “lecturas”, hechas casi quinientos años más tarde, de una página de un códice prehispánico.”  (Miguel León Portilla. 1996)

LA EDUCACIÓN COMO UNA HERENCIA

Es cierto que la educación que hemos heredado los mexicanos de los Viejos Abuelos en las últimas décadas del siglo XX se ha ido perdiendo en la sociedad mexicana, sin embargo, todavía podemos encontrarlos en las comunidades indígenas y campesinas. Los cimientos y la raíz están sólidos y se encuentra vivos. Quinientos años de desvalorar nuestra educación ha dado sus frutos coloniales indudablemente. Pero no hemos perdido como pueblo y como civilización esta valiosa herencia cultural. Afirmamos que existe en todos los pueblos antiguos del mundo, un “Banco genético de información cultural”, que es trasmitido de generación en generación y viaja en el inconsciente. Que esta ahí y que cuando se requiere, especialmente en momentos de contingencia, surge mágicamente de lo profundo, de manera contundente y sólida, aparentemente sin explicación alguna.

Los mexicanos más pobres. Los que por generaciones no han podido estudiar, son los que más creen y respetan a la educación. Se quedan sin comer porque sus hijos vayan a la escuela. ¿Quién les enseñó ésto? ¿Cómo saben que la educación es un proceso de mediano plazo y que garantiza la elevación de la calidad y el nivel de vida de las personas? ¿Cómo saben, quién les enseñó que la educación es la única forma verdadera para superar sus deficiencias y limitaciones. Esta certeza profunda, este “Conocimiento silencioso” es el resultado de 30 siglos de que nuestros antepasados vivieron en una sociedad escolarizada.

Transcribimos partes de una entrevista reveladora que le hace un periodista a un tlamatinime y que apareció en el periódico “Uno más Uno”, los días 19 y 20 de marzo de 1979. Sorprende encontrar en las respuestas del entrevistado, la permanencia de los conceptos filosóficos de la educación del México antiguo a finales del siglo XX.   

“A unos cuantos kilómetros de Tollantazingo, rebautizada por los españoles como Tulancingo, y traducida del náhuatl como la pequeña Tula, en honor a la gran Tula de los toltecas, el tlamatinime (sabio) Ángel Xochimapictli Texcocano, descendiente directo de la rama femenina de Nezahualpilli, hijo de Nezahualcóyotl, manifestó que los movimientos telúricos que ponen en zozobra a los habitantes de esta parte del planeta, se debe a que "la tierra es un ser completamente vivo y mueve su corazón"... “En un despoblado que, salvo la presencia del sabio, no guarda nada de la antigua grandeza de la cultura indígena que floreció junto con los Atalantes de Tula, el tlamatinime comentó que el sabio y el brujo indígenas son los encargados de mantener viva "la visión del mundo de nuestros antepasados", diferenciando ambas actividades con éstas palabras: "El Teixtlamachtiani" –quién hace a los otros tomar una cara, una personalidad-, tiene la misión de acumular, conservar, transmitir el antiguo conocimiento de nuestros padres para nuestros hijos, mientras el tetezcauiani el brujo, quien pone un espejo delante de los otros, tiene el deber de conservar el secreto eterno de la vida"... “El sabio texcocano lee perfectamente el español, pero prefiere que se lo lean "para conocer la naturaleza de las palabras", y no escribe sus enseñanzas porque "ya un día los que vinieron quemaron nuestros códices, y desde entonces nuestros libros están escritos en la lengua y guardados en la memoria, para que sólo acabando a todos los hombres antiguos se pueda terminar con sus creencias"... “Van quinientos años tratando de destruir los cimientos del pensamiento antiguo. Han quitado piedra sobre piedra, nos han despojado de todas nuestras pertenencias, nos han destruido los templos, la tierra, la condición de hombres. Nos han vuelto reservados", dijo el viejo, dándole una entonación especial a la última palabra”...  "Ser indio – expresó el sabio en otra parte de su charla-, en la tierra de nuestros padres es vivir desheredado. Ya nada nos pertenece y, sin embargo, todavía conservamos todo lo que era nuestro"... “¿Quiere usted decir que vivir en el interior del mundo es conservar los ritos, las costumbres, las tradiciones de sus antepasados? "No sólo eso – sentenció el anciano-, volviendo a tomar su asiento y su jícara de pulque. Hay muchos indios que son fieles a las tradiciones y ya están más muertos que vivos". ¿Entonces? Los niños y los adultos que hacían un círculo en torno al sabio, parecían tan expectantes como el reportero por conocer la respuesta. -lo importante es que el rito esté vivo en el corazón del indio. Aunque sus altares hayan sido destruidos, sus sacerdotes quemados, sus costumbres cubiertas con las cenizas de sus muertos, la Tierra existe y esta abierta para quién es capaz de encontrar la rendija, el sendero de su corazón-." (Fernando de Ita. 1985)

Los colonizadores para tratar de destruir la civilización del Anáhuac y mantener a sus hijos en un perenne estado de explotación, han tratado durante estos cinco siglos de desmantelar, prohibir y desvalorar las estructuras e instituciones de educación de los pueblos invadidos. No sólo las instituciones públicas, las cuales al momento de la conquista fueron uno de los primeros blancos de la barbarie, así como la persecución de sus maestros, sino a las instituciones no formales que se encuentran sosteniendo los espacios familiares, de trabajo y sociales. El colonizador sabe que en la medida de que el colonizado pierda los espacios públicos y privados de su educación, quedará indefenso y vulnerable. La ignorancia es la madre de todas las injusticias y la base de la colonización.

Deseamos terminar este capítulo, con un fragmento de un texto titulado “Una declaración de Independencia” con motivo del Cinco Centenario, escrito por el Dr. Bonifaz Nuño, uno de los intelectuales más sólidos y uno de los grandes poetas de México, que contiene la aspiración de aquellos mexicanos que deseamos acabar con la colonización cultural y mental que sufre el pueblo de México:

“La raíz de los actuales mexicanos, insisto, es única. Lo confirma el color de la piel de la mayor muchedumbre de nosotros. Y ese color parece acompañarse de continuo con el peso de la ignorancia y, resultado inmediato de ésta, la miseria.
Ese nuevo llamamiento a la independencia habría de ser, en primer término, un llamado a la educación. A un modelo de educación en que se trate de suprimir todo género de admisión de la inferioridad que, a partir de la invasión de la irrupción europea, se nos ha querido achacar”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992) 

11. LA FILOSOFIA.

La filosofía es la base de cualquier civilización. La estructura fundamental de la sociedad se encuentra en una compleja explicación, que le da significado y sentido a la vida y al mundo. Para el caso de la civilización del Anáhuac, es el punto en el que existe la mayor intolerancia y cerrazón del colonizador de ayer y de hoy. Pocos son los autores que en nuestros días se han planteado la existencia de un complejo y profundo sistema de ideas del mundo y de la vida, que expliquen cabalmente la existencia del ser humano, la vinculación con la naturaleza, el cosmos y sus creaciones materiales, y fundamentalmente, el camino para encontrar la trascendencia espiritual de su existencia a partir de la conciencia.

“ Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
Oh, si nunca muriera,
Si nunca desapareciera...
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
Si nunca desapareciera...”
(Ms. Cantares Mexicanos.)

Una filosofía que explique e integre en un todo congruente, el desarrollo humano a lo largo de siete mil quinientos años. Un planteamiento filosófico que interprete y vincule la creación material, (pirámides, estelas, esculturas, códices, cerámica, frescos, etc.), con los ritos, leyendas, ceremonias, mitos, poesía, tradiciones y costumbres, así como con la aspiración suprema de todo ser conciente, que se encuentra en el vértice superior de su civilización. Es decir, la trascendencia espiritual de la vida. 

“¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
El camino del Dios dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?
¿Acaso en el interior del cielo?
¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?”
(Ms. Cantares Mexicanos)

EL PROBLEMA ONTOLOGICO DEL SER.

Cuando un ser humano o un pueblo llegan a un estadio superior de conciencia, trata de responder al planteamiento ontológico del Ser. “Quién soy yo, de dónde vengo y adónde voy”. Hurgar en el tiempo mítico para darse una respuesta convincente, que los afirme en el presente, que explique su devenir satisfactoriamente. Que defina su responsabilidad, su ser y su estar en un momento dado, su vinculación con la naturaleza, con el universo y con lo inconmensurable. Y como todos los pueblos, que escudriñe la realidad que existe más allá de la muerte.

“ Sólo venimos a dormir,
sólo venimos a soñar:
¡No es verdad. No es verdad
que venimos a vivir a la tierra!
Como hierba en cada primavera
Nos vamos convirtiendo:
Está reverdeciendo, echa sus brotes,
Nuestro corazón.
Algunas flores produce nuestro cuerpo
Y por allá queda marchito.”
(Ms. Cantares Mexicanos.)

De esta manera, los seres humanos crean la filosofía al dar respuesta a estas preguntas básicas de la existencia. Todos los pueblos del mundo, cuando han logrado satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, inmediatamente buscan encontrar el significado de su existencia.

“¿He de irme como las flores que perecieron?
¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la tierra?
¡Al menos mis flores, al menos mis cantos!

Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.
¿También es así en el lugar
donde de algún modo se vive?
¿Hay allá alegría, hay amistad?
¿O sólo aquí en la tierra
hemos venido a conocer nuestro rostro?”
(Ms. de Cantares Mexicanos)

Una vez que cuentan con un “Marco teórico básico” de ideas, los pueblos empiezan a buscar sus respuestas en el mundo cotidiano y crean “la cultura”, al darle significados a sus actos. Cada cultura está sustentada en un grupo de ideas, muy desarrolladas y complejas o poco desarrolladas y sencillas, pero que todas dan respuesta satisfactoriamente al problema ontológico[29].   


“¿Adónde iremos?
Sólo a nacer venimos.
Qué allá es nuestra casa:
Donde es el lugar de los descarnados

Sufro: nunca llegó a mí alegría, dicha.
¿Aquí he venido sólo a obrar en vano?
No es ésta la región donde se hacen las cosas.
Ciertamente nada verdea aquí:
Abre sus flores de desdicha.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

En la historia de la humanidad todos los pueblos han elaborado un complejo sistema de ideas, que generalmente están profundamente vinculadas a la vida familiar y comunitaria. Por lo que comúnmente podemos encontrar las respuestas filosóficas de la vida, íntimamente entretejidas con su religión, su educación, sus tradiciones y sus costumbres. Solamente la cultura europea, que ha parcializado el conocimiento, ha hecho de la filosofía una “ciencia del pensamiento”, abstracta y “pura”, que siempre encuentra enormes dificultades para ser aplicada por el común del pueblo en la vida cotidiana. Esta es la razón  -además de ser la cultura dominante- por la que los investigadores europeos y norteamericanos niegan la existencia de una filosofía en el Anáhuac. Hasta la fecha “No han podido encontrar –ni encontrarán- en la historia antigua del Anáhuac”, una filosofía europeizada.

“¿Acaso allá somos verdaderos?
¿vivimos donde sólo hay tristeza?
¿Acaso es verdad, acaso no es verdad como dicen?
No se aflijan nuestros corazones.
¿Cuántos de cierto dicen
que es verdad o qué no es verdad allí?
Tú sólo te muestras inexorable, dador de la vida.
No se aflijan nuestros corazones.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

La falacia colonizadora, de ayer y de hoy, de que los Viejos Abuelos no tenían una filosofía, es parte del desprecio y desvalorización con el que han “estudiado” nuestra civilización madre y que hasta nuestros días desconocen verdaderamente a la civilización invadida. El primer punto fundamental para recuperar la –historia propia nuestra- indiscutiblemente es conocer la filosofía antigua, para entender el proceso de desarrollo humano de siete mil quinientos años en el Anáhuac. Comprender cómo nuestra cultura se ha “encubierto” para protegerse y sobrevivir a su destrucción estos cinco siglos.

“¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra
sólo un poco aquí.
Aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal
se desgarra.
No para siempre en la tierra,
sólo un poco aquí”.
(Ms. Cantares Mexicanos)


NIVELES FILOSÓFICOS.

Es también importante visualizar que el máximo desarrollo de la filosofía del México Antiguo se dio durante el Período Clásico (200 a. C. a 850 d. C). Lo que implica que los habitantes del Anáhuac habían pasado casi siete siglos de decadencia al momento de la invasión europea, por lo que se desconoce mucho a aquella filosofía que se llevaron los toltecas. Lo poco que ahora tenemos fue lo que se mantuvo en la cultura y la educación durante el Período Postclásico. Fue lo que sobrevivió a las reformas ideológicas, filosóficas y religiosas que hicieron los mexicas ordenadas por Tlacaélel, y finalmente, fue a lo que salvaron los tlamatinimes de la implacable destrucción que realizaron  los españoles. Incursionar en la recuperación de la filosofía del México antiguo, es la búsqueda de valores y principios que están presentes y fraccionados en casi todos los aspectos de su forma de entender la vida y el mundo, es una tarea ineludible para reconocer nuestro propio rostro.

Uno de los pilares de la colonización es, aceptar sin cuestionar que por decreto, “Todo lo antiguo es primitivo”. La visión occidental de la evolución de la humanidad es lineal. En esa visión, ellos se ponen a la cabeza y todo lo pasado resulta primitivo sin ningún cuestionamiento. El ser humano ha ido “progresando” de menos a más y los países del primer mundo, abanderan la evolución y el progreso de la humanidad. Sin embargo, esto es muy cuestionable y existen muchos conocimientos científicos modernos, que occidente ha “encontrado” recientemente “en las civilizaciones del pasado”. El eterno retorno.

Creemos seriamente, sin entrar a elucubraciones fantásticas, que el conocimiento que tenían los Viejos Abuelos sobre la percepción de: la energía del universo como un sistema de campos energéticos, del ser humano como un preceptor y generador de energía, así como de los fenómenos que emanan de su vibración, resultan casi totalmente desconocidos para “la ciencia oficial” de la cultura occidental. Por eso les resulta a los arqueólogos tan difícil explicar el uso “lógico occidental” de las llamadas “zonas arqueológicas” del período Clásico, que por la prepotencia e ignorancia colonizadora las han tratado de convertir en “ciudades, palacios, fortalezas y centros ceremoniales”. Muy poco se sabe del período Clásico y los mínimos datos que se obtienen, son “interpretados” por los arqueólogos extranjeros y sus ayudantes mexicanos, en la concepción occidental de la “evolución”. Tratan de “calzar a fuerza” a una civilización totalmente diferente, que no han entendido en lo más mínimo en estos 500 años, y que la siguen comparando tercamente de acuerdo a los procesos de desarrollo de la cultura europea. Es decir, la evolución de la materia (piedra, bronce, hierro, acero), en el desarrollo tecnológico de las armas y en el grado de complejidad de los mercados y las relaciones comerciales y de producción.

Pero el pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos del Anáhuac, aunque diferente, es parecido en su esencia a los de India y China. Los parecidos que hoy podemos observar en los pueblos de acuerdo a sus tradiciones, temperamentos, fiestas, usos, costumbres, comidas, vestidos, construcciones, nos confirman que la raíz de su concepción filosófica del mundo y de la vida, tiene muchas similitudes y en algunos casos, asombrosas semejanzas.

Como en todo pensamiento filosófico antiguo existían tres niveles de conocimiento. El más puro y sofisticado que manejaban los llamados hombres y mujeres de conocimiento, en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que debieron ser centros de investigación y de estudio, donde los niveles de la “filosofía del conocimiento” debieron alcanzar su máximo esplendor, mismo que, hasta el día de hoy desconocemos. El concepto filosófico de los toltecas tenía que ver, como hemos dicho ya, con los niveles de “percepción” de la energía. 

El segundo nivel, que está representado en las maravillosas creaciones materiales, desde las pirámides hasta los códices. Donde de forma artística siempre está presente el pensamiento filosófico. Como ejemplo, podríamos mencionar el “Quincunce” o la “Cruz de Quetzalcóatl”.

Todas las plantas arquitectónicas, especialmente del Período Clásico, están compuestas de una serie de patios rodeados de cuatro habitaciones en sus cuatro lados que, siempre están rigurosamente orientados a los puntos cardinales, mantienen medidas proporcionales a la mecánica celeste y encuentran un centro unificador o quinto punto en el centro del patio con una pequeña construcción como base de pirámide, estela o monolito esculpido.

El concepto dialéctico de los dos perfiles de serpiente que se convierten en un rostro humano y que, simbólicamente, humanizan la materia (serpiente). O los dos rostros de quetzal que se miran de perfil y que producen un tercer rostro con aspecto humano. El quetzal simboliza el cielo o el espíritu, y este símbolo nos habla de la necesidad de “humanizar la parte espiritual” del mundo y de la vida. La repetitiva imagen integrada por un felino (jaguar, puma, ocelote), un reptil  (serpiente de cascabel) y una ave (águila, quetzal, búho), que forman un rostro humanizado. Las mismas grecas, los colores y los diseños que están presentes, lo mismo en códices, estelas, monolitos, cerámica, lienzos, madera y metal. Un universo de formas y diseños que implican un lenguaje filosófico, que hasta ahora, poco se conoce y casi no se ha decodificado, pero esta ahí, esperando el momento revelador en el que los hijos de los hijos, tengamos la capacidad para entender o decodificar el mensaje.

El tercer nivel de conocimiento filosófico está explicito en la religión. Dentro de los mitos, ritos y las parábolas, siempre subyace un doble fondo filosófico y humanizador. Las antiguas religiones de la humanidad, contienen en su punto central, una clara estructura filosófica, que permite a los seres humanos comunes, resolver el problema ontológico del Ser, sin entrar a complejidades de carácter filosófico que, requieren mucho mayor grado de conocimiento y especialización. La filosofía como la religión permite al ser humano, en diferentes niveles, enfrentar el desafío de la trascendencia de la existencia.

Para penetrar al mundo filosófico del Anáhuac debemos de tomar en cuenta: Que los maestros toltecas, los creadores de “la tinta negra y roja”, desaparecieron literalmente en el llamado colapso del Período Clásico Superior destruyendo piedra sobre piedra sus majestuosos centros de conocimiento ocultando sus saberes. Que los mexicas cien años antes de la llegada de los invasores europeos mandaron destruir todos los códices antiguos que habían logrado conservarse de la época clásica, donde se recordaba la historia y la sabiduría de los toltecas y la Toltecáyotl, creando su propia historia, donde los mexicas ocupaban el sitio preponderante, aunque se sabía que habían llegado al Valle del Anáhuac en el siglo XIII, con una escasa cultura, pues eran nómadas-cazadores. Finalmente, debemos de tomar en cuenta las reformas filosóficas-religiosas que realizó Tlacaelel, el Cihuacoátl más longevo de los mexicas. Estas reformas transgredieron totalmente las normas espirituales que quedaban de la enseñanza de Quetzalcóatl e impusieron a los pueblos sojuzgados la ideología mística, materialista, guerrera de su dios tribal llamado Huitzilopchtli[30].

“Cuando morimos.
No en verdad morimos,
Porque vivimos, resucitamos,
Seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices”.
(Ms. Cantares Mexicanos)

FLOR Y CANTO.

La filosofía del Anáhuac, entendida como el conjunto de ideas que le dan significado a la vida. La podemos encontrar en dos formas, de una manera implícita y de una forma explicita. La primera la encontramos en el concepto de “Flor y canto”, entendida como  -belleza y sabiduría-

“No es verdad que vivimos,
no es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio misterioso!
Pero por breve tiempo,
Hagamos nuestros los hermosos cantos.”
(Ms. Cantares Mexicanos)

En efecto, la belleza del mundo interior y exterior del ser humano se basaba en el equilibrio. La búsqueda del equilibrio, personal, social, con la naturaleza y con el universo. Era la mayor aspiración y desafío de los Viejos Abuelos en la vida. Lo que es bello al espíritu es bello al mundo y, lo que es bello al mundo, es bello al espíritu. La metáfora de la belleza estaba consagrada en las flores. Los antiguos mexicanos veneraban las flores como símbolo de la belleza filosófica que deseaban alcanzar.

“Por esto en todos los órdenes de la cultura náhuatl hallamos siempre presente el arte: Comprendemos ahora que siendo la belleza, lo divino, y esto a su vez, lo verdadero, lo auténticamente enraizado, todo el pensamiento filosófico náhuatl giró alrededor de una concepción estética del universo y la vida. Conocer la verdad fue para los tlamatinime expresar con flores y cantos el sentido oculto de las cosas, tal como su propio corazón endiosado les permitía intuir.

Cultura y filosofía de metáforas, no aspiró a develar por completo el misterio, pero hizo sentir al hombre que lo bello es tal vez lo único real.”  (Miguel León Portilla. 1956.) 

En efecto, los cantos y las flores eran el símbolo de la sabiduría y la belleza que aspiraban los Viejos Abuelos en su pensamiento filosófico. Debemos de recordar que la misma divinidad suprema no tenía nombre y que se le llamaba a través de diversas metáforas poéticas. De la misma forma, al entrar al mundo filosófico del pensamiento abstracto, las figuras metafóricas saturarán los espacios de la reflexión de los misterios de la vida. Las flores y los cantos ocupan un lugar relevante en la filosofía del Anáhuac.  

“¿Yo quién soy?
Volando me vivo, cantor de flores,
Compongo cantares,
Mariposas de canto:
¡broten de mi alma,
saboréelos mi corazón!”
(Ms. Cantares Mexicanos)

Al leer las traducciones fragmentadas de los Manuscritos de los Cantares Mexicanos, no cabe la menor duda de que los Viejos Abuelos estructuraron parte de su filosofía (la que actualmente conocemos) a través de las metáforas poéticas. El problema ontológico del Ser esta presente en cada uno de los poemas.

“Brotan las flores, están frescas, medran,
abren su corola.
De su interior salen las flores del canto:
Tú, oh poeta, las derramas sobre los demás.”
(Ms. Cantares mexicanos)

Es el ser humano conciente, ante los dilemas universales del existir, del morir y del trascender. En efecto, el cantor clama a cada momento la angustia incierta de la razón de la vida y la trascendencia de la existencia a partir de su muerte. Filosofa poéticamente sobre la validez de esta vida y se pregunta si en el lugar de los descarnados, se encuentra la verdad de la vida.

“¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
no para siempre en la tierra aquí”.
(Ms. Cantares Mexicanos)

Los antiguos mexicanos desde los más arcaicos tiempos, acaso cuando inventaron la agricultura, la milpa y el maíz comenzaron a crear todo el complejo y profundo sistema de pensamiento. Son cuatro mil quinientos años, desde la invención de la agricultura hasta la irrupción de la cultura Olmeca entre Veracruz y Tabasco. Tiempo suficiente para crear y decantar las bases de su pensamiento filosófico.

La filosofía explícita del Anáhuac, de momento se encuentra oculta. Como las filosofías de las civilizaciones madres que a excepción de la India, para sobrevivir han tenido que mantenerse en absoluto y riguroso hermetismo. Pero además, en la mítica del Anáhuac se asegura “del regreso de Quetzalcóatl” y su sabiduría. También debemos de recordar que cuando Tlacaélel mandó destruir los códices antiguos, ordenó que “los más importantes” fueran guardados en secretas cuevas, por lo que no se ha perdido. De modo que el pensamiento filosófico “explícito” del Anáhuac esta esperando su momento para ser difundido.

EL ORIGEN.

Los Viejos Abuelos, se debe recordar -por más culturas diferentes en tiempo y espacio- tienen una misma matriz filosófico-cultural. De modo que a la luz de la historia “recuperada” hasta el día de hoy, podemos decir que cada una de las culturas estudiadas, tiene una parte del conocimiento general. En algunos casos coinciden, en otros existen variantes, pero todas comparten la misma raíz. Por ejemplo, en la Leyenda de los Soles, existen variantes en cuanto al orden de los Soles, los alimentos que se produjeron y la transformación que sufrieron los seres humanos. Pero en general, entendemos que tienen todas las historias un origen y un significado común. El mito del origen y la creación del mundo[31] es común en todas las culturas del planeta. Cada cultura tiene su propia concepción de la creación de la tierra y del ser humano, lo cual es indiscutiblemente un planteamiento filosófico. Si recurrimos al Popol Vuj, encontraremos una reveladora concepción de la creación:

“Al principio, todo estaba en suspenso, en calma y en silencio. Todo estaba sin movimiento porque toda la extensión del cielo estaba vacía. No había gente, animales, pájaros, peces, cangrejos, piedras, barrancos ni montañas; solamente el cielo estaba allí, sin nada. La tierra aún no existía y no había nada que pudiera hacer ruido. Todo estaba en silencio y solamente el mar estaba allí. Quieto en la oscuridad. Solamente los Creadores y Formadores, Tepew y Q´uk´umatz, estaban sobre las aguas, rodeados de luz y cubiertos con plumas verdes y azules. Ellos eran sabios y grandes pensadores, porque eran los ayudantes de Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios. Entonces decidieron crear los árboles y los bejucos. Por voluntad de Corazón del Cielo, que también es llamado Juraqan, ellos crearon las plantas de la oscuridad y dieron vida al ser humano. (Víctor Montejo. 1999)

Pero también encontramos en el Chilam Balam de Chumayel otra variante maya de la creación. Seguramente, si pudiéramos tener los mitos de creación de todas las culturas del México antiguo, encontraríamos en su diversidad una matriz filosófica, que nos habla de un origen compartido.

“Dominus vobisculum decían todos cuando allí donde no había cielos ni tierra.
Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra.
El que es la Divinidad y el Poder, labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo.

Y allí nacieron Siete piedras sagradas, Siete Guerreros suspendidos en el espíritu del viento, siete llamas elegidas.

Y se movieron. Y siete fueron sus gracias también, y siete sus santos.

Y sucedió que incontables gracias nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde antiguamente no había Dios, porque no había recibido a su Dios, que sólo por sí mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había cielos ni tierra.” (Chilam Balam de Chumayel)  

La pregunta ontológica, de dónde venimos, cómo se creó el mundo, cómo se crearon los seres humanos, encuentra respuesta en los fragmentos que han podido sobrevivir al colapso del período Clásico, a la decadencia del Período Postclásico, a las transgresiones de los mexicas, a las equivocaciones e ignorancia de los escritos europeos del siglo XVI, al dolo de los investigadores norteamericanos del siglo XX, a lo que se ha podido encontrar o se ha dejado ver hasta ahora, y a la “Historia oficial”. Estos fragmentos, son como partes de un valioso rompecabezas, en donde la imagen total representa la esencia de nuestra civilización, es decir, su filosofía. 

LA LEYENDA DE LOS SOLES.

La Leyenda náhuatl de los Cinco Soles es fundamental para entender la evolución humana de manera simbólica. Con todas las variantes que existen refiere que en el principio de los tiempos no existía nada y fue entonces que el Señor de la Dualidad Divina, Ometecuhtli, creó a Tonacacihuatl, la Señora  de Nuestra Carne y a Tonacatecuhtli el Señor de Nuestra Carne para que poblaran la tierra. Ellos se reprodujeron y tuvieron a cuatro hijos llamados: Tezcatlipoca Rojo, Tezcatlipoca Negro, Tezcatlipoca Blanco y Tezcatlipoca Azul. Luego los Tezcatlipocas pensaron que deberían crear una obra para que los veneraran como dioses. Tezcatlipoca Azul hizo una gran hoguera y los hermanos se centraron a su alrededor para crear a los seres humanos. Así nació el hombre y lo llamaron Huehuecoyotl y le crearon a su mujer. Les ordenaron tener hijos y les crearon a los animales, las montañas, los mares, los lagos y les dejaron como misión adorar a los cuatro dioses. Sin embargo, la obra no era perfecta porque Tlaltipac[32] estaba en tinieblas, dado que no existía el Sol.     

Fue entonces, que Tezatlipoca Blanco-Quetzalcóatl convirtió la hoguera en un débil Sol, lo que hizo que Tezcatlipoca Negro molesto se convirtiera en un potente Sol, que destruye la vida y marchita las plantas. Los gigantes que habitaban el mundo en aquella época llamados Tzoculiceque se alimentaban de los piñones. Fue Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl el que derribó de un bastonazo a ese inclemente sol y Tezcatlipoca Negro cayó en el fondo de un lago y emergió transformado en un inmenso jaguar, al que lo seguían muchos jaguares que devoraron a los gigantes. Este fue el Sol de Tierra o Tlaltipactonantiuh.

El siguiente Sol se creó porque Quetzalcóatl se transformó en Sol, pero fue un Sol menos intenso, lo que provocó que la agricultura prosperara y que los seres humanos se alimentaran de una fruta silvestre llamada acotzintli. Pero un día Tezcatlipoca Negro convertido en jaguar trepó a los cielos y de un zarpazo derribó a su hermano Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl, lo que provocó un vendaval que desgarraba los cerros, sembrando destrucción. Por la fuerza del viento los seres humanos tenían que caminar encorvados, por lo que se convirtieron en monos. Este Sol se le llamó Sol de Viento o Ehecatonatiuh.

El tercer Sol se creó cuando Tláloc toma el lugar de Quetzalcóatl y se convierte en Sol. Tlaltipac se vuelve a poblar y los seres humanos ahora se alimentan de maíz de agua. Al tiempo los seres humanos empezaron a corromperse con prácticas inmorales y a desatender sus obligaciones con los dioses. La tierra se convirtió en un páramo, de modo que Quetzalcóatl le ordena a Xiuhtecuhtli, Señor del Fuego, que destruya a la humanidad. Del cielo empezó a llover fuego y los seres humanos se convirtieron en aves. Este Sol se llamó Xiuhtonatiuh.

El siguiente Sol se creó por órdenes de Tezcatlipoca Azul-Huitzilopochtli (para los mexicas), quién ordenó a Chalchuiuhcueye, La Señora de las Faldas de Esmeraldas convertirse en Sol. El alimento de los seres humanos fue Nahui-xochitl. Pero en la lucha cósmica de los contrarios, Tezcatlipoca obliga a Chalchuiuhcueye a destruir a la humanidad, por lo cual empieza a llover de manera permanente hasta que los seres humanos se convierten en peces y los cielos perdieron el equilibrio y cayeron sobre la tierra. Este Sol se llamó Atonatiuh.

Entonces, los dioses apenados por sus errores se reunieron de nuevo en Teotihuacan para rectificar y decidieron crear a cuatro hombres llamados: Atemoc, Itzacoatl, Itzamaliza y Tenoch. Los cuatro emergieron por los cuatro puntos cardinales convertidos en frondosos árboles. Levantaron los 13 cielos y reconstruyeron los 9 estratos del Mictlán[33]. Los dioses ordenaron a Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl que viajara al Mictlán y le pidiera al Mictlantecuhtli, el Señor de la Muerte, que le diera los huesos de los seres humanos de que habían muerto en el Sol anterior. El Señor de la Muerte le puso unas pruebas que Quetzalcóatl pudo superar con ayuda de los insectos y su nagual Xólotl para rescatar a las “reliquias divinas” a las que dio vida al sangrar su miembro sobre los huesos. Faltaba el alimento de los seres humanos del nuevo Sol. De modo que los dioses decidieron que nuevamente Tezcatlipoca Blanco-Quetzalcóatl, ahora convertido en una hormiga localizara el Monte del Sustento llamado en náhuatl Tonacaltepetl y que trajera el maíz y las semillas para la nueva alimentación de los seres humanos. 

Los dioses se volvieron reunir en Teotihuacan y decidieron crear el Quinto Sol, pues Tlaltipac estaba a obscuras. Acordaron que uno de ellos se convertiría en Sol, para lo cual hicieron una gran hoguera y escogieron a Tecucciztécatl y a Nanahuatzin para que ayunaran por 13 días y purificaran su cuerpo y su espíritu. Mientras el primero evitó el sacrificio ofrendado joyas y piedras preciosas, el segundo se entregó con devoción a sacrificarse para lograr la purificación.

Cuando los dioses ordenaron a Tecucciztecatl saltar a la gran hoguera, no encontró el valor y la fuerza interna para hacerlo. Después de varios intentos fallidos, los dioses ordenaron a Nanahuatzin que saltara, lo cual hizo de inmediato. Poco tiempo después, en el horizonte apreció Nanahuatzin convertido en el Quinto Sol, pero enseguida, apareció por el Oriente Tecucciztecatl también convertido en Sol. Los dioses dialogaron y concluyeron que no podía haber dos Soles, de modo que tomaron a un conejo que pasaba y lo arrojaron sobre la cara de Tecucciztecatl, para opacar su luz y éste se convirtió en la Luna.

A pesar de todo lo hecho por los dioses el Sol no tenía movimiento. Nuevamente los dioses dialogaron y concluyeron que todos ellos debían sacrificarse, arrojándose también a la hoguera, para darle vida y movimiento al Quinto Sol. El único que no quiso saltar fue Xólotl, pero fue perseguido por Quetzalcóatl aún cuando pretendía evadir su destino convirtiéndose en maíz, maguey y ajolote. El sacrificio de los dioses dio como resultado la creación y la vida del Quinto Sol. Las divinidades se tuvieron que sacrificarse para que los seres humanos pudieran vivir. Por eso el nombre que le dieron al pueblo fue de macehualli o macehual, que significa en náhuatl “Merecido del sacrificio de los dioses”. Esto explica, filosóficamente, el profundo sentido de sacrificio que tenía la vida para los anahuacas y en los mexicanos contemporáneos. Los dioses se sacrificaron para darles la vida y los seres humanos “alimentaban” a los dioses a través de sacrificarse “espiritualmente”. Este concepto es del período Clásico, pues Tlacaelel el Cihuacóatl mexica cambió el sacrificio espiritual por el sacrificio material, al final del período Posclásico. Pero eso lo trataremos más adelante.

“Confirmando los mitos, estas imágenes subrayan el papel esencial que juega el hombre en el mantenimiento de la armonía cósmica asegurada únicamente por la constante regeneración espiritual.” (Laurette Séjurné. 1957)  

Podemos encontrar en la Leyenda de los Cinco Soles, cómo los antiguos mexicanos de una manera metafórica, nos hablan de una evolución y una serie de procesos en la búsqueda de mejores estadios de desarrollo humano. Esta conciencia no lineal de la evolución, en la que intervienen las fuerzas opuestas y complementarias del universo y los seres humanos, nos indica una visión más científica que los mitos de origen de la cultura judeocristiana. El aspecto filosófico esta presente en la historia y explica las actitudes que han tenido y tienen los mexicanos de ayer y de hoy, con respecto a lo divino y lo sagrado, con la vida y con la muerte. 

“Ninguna otra cultura de la antigüedad llegó a formular, como ellos (los mayas) tal número de módulos y categorías calendáricas ni tantas relaciones matemáticas para enmarcar, con infatigable anhelo de exactitud, la realidad cíclica del tiempo desde los más variados puntos de vista. Al mencionar algunos de sus logros en el campo de la astronomía, la cronología y las matemáticas, nuestro propósito ha sido destacar lo más conocido de la sabiduría acerca de las medidas del tiempo.” (Miguel León portilla. 1968)   

EL TIEMPO

Otro aspecto interesante, para acercarse un poco más a la visión filosófica que tenían del mundo los antiguos mexicanos, es sin lugar a dudas, la concepción del tiempo y del espacio. En efecto, el tiempo es producto del movimiento. De hecho, a la medida del movimiento le hemos dado la categoría de “tiempo”. Pero es sólo una abstracción, el tiempo no existe, lo que existe es el movimiento. Por ello, del movimiento de la Tierra sobre su propio eje, del movimiento de la Tierra en torno al Sol y del movimiento del Sistema Solar en torno al grupo de estrellas que llamamos Pléyades y del movimiento del planeta Venus en tono al Sol, los Viejos Abuelos dedujeron a partir de la rigurosa observación y de los exactos cálculos matemáticos la cuenta perfecta del tiempo, como pocos pueblos en el mundo lo lograron en la antigüedad.

“Si la moderna astronomía, nos dice que el año trópico tiene una duración de 365.2422 días, con asombro podemos enterarnos que los sabios mayas habían logrado una aproximación ciertamente extraordinaria, la de asignarle un periodo de 365.2420 días.” (Miguel León Portilla. 1968)

El tiempo era cíclico y no lineal. 22 unidades era la medida exacta en que dividían los tiempos de luz y de oscuridad mientras la Tierra gira sobre su propio eje. La concepción vigesimal hace perfectos sus guarismos. Donde el 5, 13, 18, 20, encontrarán asombrosas combinaciones.  Sus semanas de 5 días, sus meses de 20 días y sus 18 meses que conformaban un año, más los cinco días nemontemi y sus “atados de años” de 52 años. Los calendarios pueden verse muy bien como una serie de círculos que embonan perfectamente unos sobre  otros. Es decir, el calendario lunar o Tonalpohualli de 260 días, embona exactamente con el calendario solar de 365 días y este a su vez, de manera perfecta con el atado de años de 52 años o  Xiuhmolpilli  y los tres con el calendario venusino de 584 días. Sin embargo, la cuenta maya nos deja sin aliento, pues registran fechas, pasadas y futuras, que nos admira por su exactitud y tamaño. 

“Pero era en la obsesión de los Mayas por los ciclos donde residía en gran parte la importancia de Venus: 5 ciclos sinódicos de este planeta corresponden casi exactamente a 8 años de 365 días (5 X 584 días = 8 X 365 días = 2920 días). La conexión con el "año ritual" de 260 días se daba después de un Huehuetiliztli, período de 104 años que corresponde a 65 ciclos sinódicos venusinos y 146 "años rituales". Estos números están redondeados, ya que el ciclo sinódico de Venus es en realidad de 583.92 días mientras que el año dura 365.24 días. Los Mayas hicieron elaboradas tablas para corregir las pequeñas discrepancias entre el periodo sinódico de Venus, el año y otros ciclos. Así, al haber transcurrido 301 ciclos de 584 días, los Mayas habían restado en total 24 días (en forma análoga a nuestra costumbre de agregar un día cada cuatro años) y con esta corrección podían predecir la posición de Venus con un error de tan sólo ¡2 horas en 481 años! El conocimiento de esta última corrección por los Mayas es sin duda uno de los descubrimientos más sobresalientes de la astronomía antigua.”   

(Esperanza Carrasco Licea y Alberto Carramiñana Alonso)

Al considerar el tiempo como una abstracción resultado de la medición  del movimiento y de que éste, era circular y por ende cíclico, los Viejos Abuelos pudieron “evadir” la visión lineal del tiempo y por ello pudieron “escudriñar” el pasado y el futuro, como la civilización occidental no ha podido hacerlo nunca. Sin embargo, existe una fecha encontrada por los arqueólogos en el tiempo lineal, que se remonta más allá del año 1500 a.C. en el que los especialistas dan como surgimiento de la cultura olmeca. Este fechamiento paradójicamente es maya:

“Un tercer tipo de registro del tiempo fue conocido con el nombre de cuenta larga. Este cómputo del tiempo se inició en el periodo Formativo, en algún lugar del Istmo de Tehuantepec, y fue perfeccionado por los mayas en la época Clásica (300-900  d. C.). La cuenta larga registraba el número de días transcurridos desde un mitológico punto de partida, un principio imaginario del tiempo que los mayas situaron en el año 3114 a. C.” (Enrique Florescano. 1987) 

El tiempo para nuestros Viejos Abuelos era algo muy diferente que el tiempo de los europeos. De la misma manera que lo es hoy, para los indígenas y campesinos, en referencia a las personas urbanas. Esta percepción filosófica del tiempo, nos hace ser de una manera diferente, ya que el tiempo se alarga y se acorta, y aún deja de existir. El tiempo cíclico, sagrado, social y familiar, tiene en los mexicanos un sentido filosófico, sagrado y festivo.

“Los sacerdotes mayas computaban en sus estelas “veintenas de soles” que se remontaban cientos de millones de años hacia el pasado y preveen así mismo los ciclos futuros. Si el día es para ellos una presencia solar, el tiempo es la sucesión sin límites de todos los ciclos del sol”. (Miguel León Portilla. 1968)  

Una de las grandes preocupaciones y fuente de información de los Viejos Abuelos fue el tiempo. Pocos pueblos en el mundo han contabilizado el tiempo como los antiguos mexicanos. Se ha especulado mucho sobre la capacidad que tenían los sabios del Anáhuac de, no sólo medir con extraordinaria exactitud el tiempo, sino la posibilidad que pudieron tener de prever el futuro. En efecto, algunas de las antiguas profecías que hoy se conocen, se han ido cumpliendo rigurosamente. 

EL ESPACIO

La percepción filosófica del espacio es llevada por los Viejos Abuelos a una exactitud admirable. Existían tres niveles espaciales: el terrestre o humano (Tlaltípac) todo lo que esta sobre la tierra. El celestial o de las entidades divinas (Ilhuícatl) desde la nubes hasta el infinito y el inframundo o el lugar de los descarnados (Mictlán) lo que esta debajo de la tierra.

El espacio terrestre tenía un centro energético que era “el ombligo de la tierra”. En lengua náhuatl el prefijo “co” es más que centro geográfico, es una representación del centro energético. El punto central donde se inician los cuatro rumbos de la existencia. Cada uno apuntará a los cuatro puntos cardinales y fija su punto convergencia en el centro del mundo. Cada uno tendrá su propio color y será representado por un animal u objeto simbólicamente, en una referencia totalmente filosófica. Era el centro el lugar donde habitaba el dios viejo o del fuego, llamado Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli y de donde partían los cuatro rumbos del universo, su color era el verde: al Oriente, lugar por donde sale el Sol, identificado por el color rojo y el glifo "caña", regido por Xipe-Tótec que representaba la parte masculina del universo. EL Poniente, de color blanco y con el glifo "casa", regido por Quetzalcóatl; era la región de las mujeres conocida como Cihuatlampa. El Norte, de color negro, cuyo glifo era el "cuchillo de sacrificio", estaba regido por el Tezcatlipoca Negro; era la región del frío y de los muertos. El Sur, al que correspondía el color azul y el glifo "conejo", regido por Tezcatlipoca Azul, lugar del sacrificio conocido como Huitztlampa; era la región relacionada con lo húmedo. Debemos de recordar que el concepto, “la tinta roja y la tinta negra” significaba simbólicamente la sabiduría. De la misma manera, los cuatro Tezcatlipocas poseerán cada uno un color, que tendrá un significado filosófico. Los puntos cardinales y los colores tenían un significado filosófico para los Viejos Abuelos.

“La superficie de la tierra (Tlatípac) es un gran disco situado en el centro del universo que se prolonga horizontal y verticalmente. Alrededor de la tierra está el agua inmensa (Teo-atl) que extendiéndose por todas partes como un anillo, hace del mundo, “lo-eternamente-rodeado-por-agua” ( cen-a-náhuac). Pero, tanto la tierra, como su anillo inmenso de agua, no son algo amorfo e indiferenciado. Porque, el universo se distribuye en cuatro grandes cuadrantes o rumbos, que se abren en el ombligo de la tierra y se prolongan hasta donde las aguas que rodean al mundo se juntan con el cielo y reciben el nombre de agua celeste (Ilhuica-atl). Los cuatro rumbos del mundo implican enjambres de símbolos.” (Miguel León Portilla. 1956)

los Viejos Abuelos tenían otra forma de representar el espacio y lo hacían con un enorme árbol, que podía ser una ceiba, un ahuehuete o sabino y un nopal. Los trece cielos se representaban en la fronda, los nueve niveles del inframundo con la raíz y el plano humano la superficie de tierra donde estaba el árbol.

LOS TRECE CIELOS

El universo espacial de los Viejos Abuelos, es el inmenso escenario filosófico-religioso en el que en 13 niveles o cielos ocuparán la parte superior de su mundo. El espacio celestial para los antiguos mexicanos estaba totalmente identificado. El primer cielo o “cielo inferior” es el que los seres humanos ven, en él se encuentra la Luna y las nubes, este cielo es llamado Ilhuícatl Metztli. El segundo cielo era el lugar de las estrellas o Citlalco. El tercer cielo era el lugar del Sol o Ilhuícatl Tonatiuh. El cuarto cielo en el que habita el planeta Venus, conocido como Ilhuícatl huitzlan. El quinto cielo es donde se encuentran los cometas o estrellas humeantes, llamado Citlalin Popoca. El sexto y séptimo cielos son lugares donde sólo se ven los colores negro y azul, conocidos como Yayauhco y Xocouhco. El octavo cielo es el lugar de las tempestades. Los siguientes tres cielos están reservados para la morada de los dioses y se nombran Teteocan. Los siguientes dos cielos constituían el Omeyocan, mansión de la dualidad donde habita Ometéotl. 


EL INFRAMUNDO

Debajo del espacio humano o Tlaltípac, se encuentra el inframundo o Mictlán. Lugar donde gobierna Mictlantecuhtli y Micltlantecíuhuatl, el Señor y la Señora de la Muerte. Allí llegaban Los seres humanos que morían y no iban al Tlalocan, porque su muerte no estaba relacionada con el agua. El paraíso reservado sólo para los niños era el Chichihuacuahco,. Otros iban al Ilhuicatltonantiuh, el lugar reservado para las guerreras y los guerreros que morían luchando su Batalla Florida[34]. Las personas que morían de manera común y que su vida había sido intrascendente, iban en un penoso viaje al Mictlán, el cual duraba cuatro años. Los lugares que recorrería la persona para llegar al Mictlán eran: la tierra, el pasadero de agua (Apanohuaya), el lugar en donde se encuentran los cerros (Tépetlmonamicita), el cerro de obsidiana (Cehuecáyan), lugar del viento de obsidiana lugar donde tremolan las banderas, lugar en donde es flechada la gente, lugar donde se comen los corazones (Teocoyleualoyan), lugar de la obsidiana de los muertos y por último el Mictlán o sitio sin orificio para el humo.  Al término de esos cuatro años de sufrimiento se presentaban ante el Señor Mictlatecuhtli, quien les decía: Han terminado tus penas, vete, pues, a dormir tu sueño mortal y –se convertían en nada-, desaparecían.

En el mundo filosófico del Anáhuac, también existían espacios intangibles que se entremezclaban con la mítica, la religión, la historia y la realidad cultural de los Viejos Abuelos. En su conjunto podemos apreciar la profundidad del pensamiento complejo de nuestros antepasados que, penetraban en sus planteamientos a niveles muy elevados de la concepción del mundo y de la vida. Entre otros podemos mencionar: Ximoyan, el lugar de los descarnados. Topan in Mictlán, lo que nos sobrepasa, la región de los muertos. Tlallamanac, lo que sostiene al mundo. Tlamanitiliztli, lo que debe permanecer. Tlaxicco, en el ombligo de la Tierra. Tlaltipac, lo que está sobre la Tierra. Tomanchan, el lugar mítico, literalmente: la casa de donde bajamos. Cen Anáhuac, el continente. Tlalocan, el paraíso de Tláloc. Aztlán, lugar mítico: literalmente, el lugar de las garzas. Omeyocan, lugar de la dualidad divina. Chicomostoc, lugar de las siete cuevas. Tilan Tlalpan, perímetro de la sabiduría. Ayauhcalli, casa de la niebla. Centzon Huiznahua, las estrellas del hemisferio Sur, literalmente: 400 surianos. Cihuatlampa, rumbo de las mujeres. Ilhuicaatl, el océano. Ilhuicatitlán, en el cielo. Mictlampa, del rumbo de la región de la muerte. 

EL ANÁHUAC

El Anáhuac es un concepto muy profundo y complejo. Más allá de una vulgar delimitación de un territorio, el Anáhuac representa una triada: espacio sagrado-tiempo sagrado-divinidad solar. En efecto, el Anáhuac estará delimitado por el movimiento del Sol que durante un año delimita un territorio a través de su recorrido.

“¿Por qué escogieron los mesoamericanos esos límites? Seguramente por razones astronómicas, ya que sólo entre ellos puede pasar el Sol por el centro del cielo en algún día del año. Sin embargo, es significativo que, al dividir la esfera en 400 grados toltecas, la franja tropical abarque cincuenta y dos, número clave del calendario. Dentro de estos límites, los anawakas establecieron una frontera sur más realista a los 13 grados de latitud norte, en un punto al que llamaron Nik Anakak, hasta aquí anakak, hoy conocido como nicaragua.”   (Frank Díaz. 2001.)

La cruz que se forma en el rectángulo del territorio del Anáhuac, esta presente en todas las culturas del Anáhuac, comenzando por la cultura Madre. En una gran cantidad de esculturas, gravados y estelas olmecas, se puede apreciar este rectángulo cruzado por dos líneas que forman una “X”.

Esta misma cruz, que Laurette Séjurné llamó “Quincunce o Cruz de Quetzalcóatl”, también se aprecia de manera reiterativa en la iconografía de la civilización andina. Pero también la podemos observar en el trazado de un “pasa juego” o juego de pelota, en dónde existe un rectángulo determinado por dos líneas que se cruzan en el centro y sus extremos forman los cabezales de la cancha.

De esta manera el Anáhuac es un espacio sagrado determinado por el movimiento del Sol a lo largo de un año. Esta maqueta del cielo se reproduce en la Tierra y aún más, en las construcciones de los centros de conocimiento. Una armonía perfecta entre el movimiento, los astros y la superficie de la Tierra.

La palabra Anáhuac y anahuaca sigue presente en muchos pueblos indígenas del continente. Con diferentes variantes, el concepto se mantiene vivo hasta nuestros días y los “investigadores oficiales”, no han querido ver que en el continente siempre ha existido una sola civilización con una misma raíz filosófica. 

LA MUERTE

La percepción filosófica de la muerte y la vida es un punto muy rico, que nos proporciona mucha luz para aproximarse al pensamiento de los Viejos Abuelos. La vida y la muerte eran un par de opuestos complementarios. Si no existe la muerte, no puede existir la vida y viceversa. Para tener conciencia de la vida se requiere tener conciencia de la muerte. Pocos pueblos como el egipcio y el mexicano han incorporado a la muerte como la parte más viva de su cultura. Los Viejos Abuelos tenían un día muerte, al Señor y la Señora de la Muerte y el lugar de los muertos.


“Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
Allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
Mis flores, mis cantos, llevo a cuestas,
Los pongo ante el rostro de la gente”.

(Ms. Cantares Mexicanos)

Es importante apuntar que en general, para la iconografía del Anáhuac, cualquier representación de una osamenta significa filosóficamente la vida eterna o espiritual. En efecto, la osamenta representa la parte “imperecedera” del cuerpo humano. El cráneo es la última parte en desintegrarse de una osamenta y es tomada como un símbolo para referirse a la presencia eterna del espíritu. De modo que los Viejos Abuelos cuando usaban un cráneo, se referían filosóficamente a la vida eterna espiritual. 

“ Cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices”
(Ms. Cantares mexicanos)

Para los antiguos mexicanos la vida en la tierra era de carácter temporal. La vida eterna se encontraba después de la muerte. Ya sea en el Chichihuacuahco para los niños, lugar a donde iban los infantes que morían a edad temprana. Un paraíso donde existía un inmenso árbol del que brotaban gotitas de leche de sus ramas. Esos niños esperarían en ese paraíso la creación del Sexto Sol para volver a nacer. El Tlalocán era el lugar reservado para las personas que morían por causas relacionadas con el agua. Un concepto muy cercano a la idea judeocristiana del paraíso.

El lugar para los guerreros y las guerreras de La Batalla Florida. El Ilhuicatonantiuh era el cielo donde los guerreros acompañaban al Sol en su cotidiano camino, desde el amanecer hasta el cenit, y las guerreras desde el cenit hasta el atardecer. El lugar luminoso por excelencia. Y el Mictlán, el lugar para aquellas personas que morían de muerte común. En el Mictlán sufrirían para llegar ante el Señor de la Muerte y desaparecer.

“¿A dónde iremos que muerte no haya?
Por eso llora mi corazón.
¡Tened esfuerzo: nadie va a vivir aquí!
Aun los príncipes son llevados a la muerte:
Así desolado está mi corazón.
¡Tened esfuerzo: nadie va a vivir aquí!”
(Ms. Cantares Mexicanos.)

Todos los seres humanos cuando llegan a un estadio de desarrollo, desde el origen de los tiempos hasta nuestros días, se enfrentan a la pregunta obligatoria. ¿Existe vida después de la muerte? ¿Vivo para morir y renacer a la vida eterna? ¿Cuál es la razón de la vida?, porque ahí estará la razón de la muerte.

LA BATALLA FLORIDA.

El concepto de La Batalla Florida es muy revelador de la concepción filosófica del Anáhuac. Primeramente debemos de observar que la guerra para los antiguos mexicanos, probablemente desde las primeras sociedades que hoy llamamos olmecas, fue de carácter simbólico. Como hemos apuntado ya, no existe un avance proporcional entre las matemáticas, la medicina y la arquitectura, por citar sólo tres aspectos de la cultura, con la evolución de las armas. En efecto, las armas que encontramos en la iconografía del período Preclásico, serán las mismas que veremos en el período Postclásico con los mexicas. La pregunta es obvia; por qué existieron avances en otras áreas del conocimiento y en la tecnología militar se mantuvo casi igual, a excepción del atlatl, que fue inventado para cazar aves al vuelo por los toltecas.

“Es entonces probable que el trofeo que perseguía el guerrero de la “batalla florida” no era otro que su propia alma”. (Laurette Séjurné. 1957)

Lo anterior no es “incapacidad o inferioridad” cultural o tecnológica. Por el contrario, nos revela que los Viejos Abuelos no enfocaron su desarrollo en las armas y en la guerra. Ésta siempre fue, más de carácter simbólico-religioso, que una “industria” de expansión, explotación y aniquilamiento, como la ha usado hasta nuestros días la cultura occidental. La guerra desde la primera presencia de Quetzalcóatl en las batallas olmecas, se refiere al símbolo espiritual de la guerra interior, que los toltecas llamaron, en el período Clásico, “La Batalla Florida”.

“Hemos visto ya en varias oportunidades que la existencia humana debe tender a la trascendencia del mundo de las formas que esconde la realidad última. Esta realidad reside en el corazón, y es necesario obligar a éste a liberarlo cueste lo que cueste: he aquí la meta suprema de la “guerra florida”. Alcanzar, a apoderarse de su corazón significa entonces penetrar en la vida espiritual.” (Laurette Séjurné. 1957)

A pesar de que en el período de expansión mexica, la guerra fue usada como nunca se había visto en el Cen Anáhuac, la belicosidad de los mexicas, no tuvo el carácter de “guerra de exterminio”, como los europeos la aplicaron en su conquista en América. La guerra en el último período del Postclásico fue un ejercicio de poder entre los Señoríos, eminentemente ritual y con un alto sentido religioso.

“Los cholultecas, que nunca se habían visto con los mexicanos en campo (nunca se había enfrentado militarmente), quisieron probar su ventura y valor. Los cuales enviaron sus mensajeros a Cuauhquecholan y a Atzitziuacan –que eran las fronteras- a decirles que de su parte avisasen a Moctecuhzoma cómo ellos querían holgarse y regocijarse con ellos en aquel campo y regocijar al dios de la tierra y dar contento al señor de las batallas y al sol; que le suplicaban enviasen a sus gentes, que ellos estarían en el campo esperándolos a tercero día.”... “Pero, sintiendo su daño (los cholultecas), despacharon luego un mensajero a Moctecuhzoma, dándole cuenta de lo que aquel día habían hecho y de la mucha pérdida de su gente. Y esperando otro día, para ver si los cholultecas pedían más batalla, o quisiesen vengar a sus gentes, aparejados los mexicanos para vengar la pérdida suya, los cholultecas enviaron sus mensajeros al general del ejercito mexicano, diciéndole que ya se habían holgado y regocijado y pasado tiempo un poco con ellos; que bastaba, que se fuesen con Dios.” (Fray Diego Durán.) 

Los mexicas hacían una guerra sagrada y luchaban, según ellos, para mantener vivo al Quinto Sol que estaba amenazando su existencia -por las reformas religiosas e ideológicas que realizó Tlacaelel- y además, extendían su dominio e incrementaban el número de pueblos tributarios. Los guerreros que morían en estas batallas encontraban la más alta aspiración social.

“Que no tuviesen pena en ello, y que la muerte de su hermano (Moctezuma) le pesaba, por perder hombres tan valientes, pero que morir en honra y defensa de la patria iban matizados y esmaltados con el matiz y esmalte de su alta sangre y valor, adornados de piedras preciosas y de precisos plumajes de su grandeza y hechos valerosos y que aquel era el fin que él y todos habían de desear, pues no murieron como mujeres tras los tizones y fogones, sino con la espada en la mano, matizando con el de su sangre y de la ajena las yerbas del campo y los rayos del sol que por ellos se extienden, y que de esto se gloriaba y estaba muy ufano. Y así mando luego se hiciesen las exequias de todos los señores que en aquella batalla habían muerto...” (Fray Diego Durán.) 

Las guerras de los mexicas se hacían para conseguir prisioneros y llevarlos a Tenochtitlán y sacrificarlos. Los prisioneros eran tratados con mucho respeto, pues eran para ellos, “alimento del águila”. Se consideraba una torpeza que un guerrero matara en el campo de batalla a su adversario, pues el objetivo era tomarlo cautivo. Los mismos prisioneros de un bando y otro se sentían honrados por su destino final.

Lejos de ser una guerra de exterminio y rapiña, como las europeas, las guerras floridas de los mexicas, aunque habían sufrido un cambio grotesco, pues cambiaron el sacrificio espiritual por el material. La Batalla Florida dejó de ser una lucha interior, para pasar a ser una lucha por tomar prisioneros para la piedra de los sacrificios, mantenía un sentido de grandeza espiritual, aunque trastocada.

Los guerreros que iban a las Guerras Floridas llevaban sobre sus hombros la inmensa responsabilidad social y religiosa de “mantener con vida al Quinto Sol”. No existía ninguna actividad en la cultura mexica que tuviera más alto honor, pues se “servía”, no sólo al pueblo, sino fundamentalmente al universo.

“La causa porque se movían así tantos a la guerra, aunque la principal era su propio interés y ganancia de honra y bienes; lo segundo era no tener su vida en nada y tener por bienaventurados a los que en la guerra morían y así llamaban a la guerra xochiyaoyotl, que quiere decir “guerra florida”, y por el consiguiente, llamaban a la muerte del que moría en guerra xuchimiquiztli, que quiere decir “muerte rosada, dichosa y bienaventurada”. (Fray Diego Durán.) 
                  
Precisamente fue el cambio de los simbolismos toltecas de carácter espiritual, que Tlacaelel implantó, lo que les dio a los mexicas una doctrina materialista-mística-guerrera. La Batalla Florida de carácter interior y espiritual de los toltecas, fue cambiada por una Batalla Florida en contra de los vecinos y hecha con armas “relativamente inofensivas”. Estas guerras del período Postclásico se intensificaron en los últimos doscientos años antes de la llegada de los españoles, durante la formación de la Triple Alianza y la consolidación del Imperio Azteca. Estas guerras generalmente fueron más de carácter simbólico y ritual; aunque los mexicas llegaron a “castigar” excepcionalmente a algún pueblo, comúnmente no se destruían las ciudades y no se aniquilaba a la población civil.

“Las flechas, atributo principal de este guerrero celeste, no pueden evidentemente simbolizar más que los relámpagos interiores que descubren la existencia de una condición divina”... “De la inmersión en esta conciencia superior que disuelve la suya, Quetzalcóatl sale armado de las flechas que le permiten, convertirse en Señor de la Aurora, “disparar sus rayos” que revelan a los humanos la salvación que cada cual debe intentar por sí mismo.”  (Laurette Séjurné. 1957)

La Batalla Florida de los toltecas implicaba la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar. Hombres y mujeres se preparaban para esta “guerra interior” y por tal, se convertían en “guerreros”. La disciplina, la frugalidad y la austeridad en que formaban a estos guerreros eran rigurosas y muy estrictas. Las armas eran “flor y canto” y el campo de batalla era su propio corazón. Vencer la inercia que destruye la materia. Los vicios, la pereza, la ignorancia personal. Estos guerreros de la muerte florecida, eran impecables cazadores de conocimiento y forjadores de su templanza espiritual.

“! Esmeraldas son: turquesas
tu greda y tus plumas,
oh dador de la vida!
Dicha y riqueza de los príncipes
Es la muerte al filo de la obsidiana,
La muerte en la guerra.”
(Romances de los Señores de la Nueva España.)

Los toltecas desarrollaron una escuela hermética de conocimientos filosóficos, igual que las otras antiguas civilizaciones con origen autónomo. Los conceptos de: el guerrero, la batalla florida, flor y canto, el rostro propio y el corazón verdadero nos hablan en su conjunto de una visión filosófica, de las posibilidades espirituales que tenía la existencia humana y la capacidad para trascender los limitados espacios de la existencia material. La Batalla Florida es una de las expresiones más vigorosas de la concepción filosófica que tienen los toltecas del mundo y de la vida.    
                                           
LA RESPONSABILIDAD EXISTENCIAL      

Para nuestros Viejos Abuelos el ser humano tenía dos tareas muy importantes en el mundo. Mantener el equilibrio de las fuerzas que sostienen al universo y humanizar al mundo. Estos compromisos eran la más alta responsabilidad de nuestra civilización. No existe ningún camino hacia fuera que no se haya recorrido hacia dentro. Por lo cual, el “equilibrio” se tiene que lograr primero adentro del individuo y después en su entorno y orientado en “las cuatro direcciones”. Los Viejos Abuelos dividían al ser humano y al universo en cuatro partes a través de dos ejes imaginarios, uno longitudinal y el otro transversal, haciendo en el ombligo su centro y la cruz. Estas cuatro partes o rumbos de la existencia humana y del universo, interactúan como pares de opuestos y complementarios. El logro del equilibrio entre el par de opuestos complementarios, significa la elevación. La pérdida del equilibrio significa, por consiguiente, la degradación.

“La armonía” era el logro fundamental en la filosofía de los Viejos Abuelos. La armonía se lograba por medio de “el equilibrio” y éste a su vez se construía a través de “la medida”. Armonía, equilibrio y medida, eran el logro más elevado de la civilización del Anáhuac. Tanto en el plano interior del ser humano, para lograr forjar “un rostro propio y un corazón verdadero”. Como en el plano exterior, para “humanizar” el mundo.

La responsabilidad social e individual de la existencia, estaba fundamentada en estos valores y principios. Podemos observar en las culturas del México antiguo, como la armonía esta asociada a la belleza y ésta a su vez a los divino y lo sagrado. El equilibrio esta presente de manera constante y reiterada a partir del concepto del “par de opuestos complementarios”, que al equilibrase se humanizan. Y la medida que esta asociada al concepto de “mecatl” o mecate, “con el que se mide el mundo y sus cosas”. Por ello, el Calmécac, literalmente es “la casa de la medida” y Olmeca es “la medida del movimiento”.

De alguna manera estos conceptos siguen presentes en el “ser” más íntimo de la cultura que hoy llamamos “mexicana”, especialmente en las comunidades indígenas y campesinas, pues es nuestro legado más importante que nos han heredado los Viejos Abuelos. 

LA CRUZ DE QUETZALCÓATL   

Existe en la iconografía del Anáhuac un símbolo que es constante desde los olmecas hasta los mexicas. Una cruz o equis que se encuentra presente en la mayoría de las llamadas “obras de arte” del México antiguo. Esta cruz generalmente se ubica en la frente, en el pecho o en el plexo solar, si se trata de una figura humana. Si es un diseño geométrico, generalmente se encontrará en los puntos fundamentales. Esta cruz se conforma por dos ejes que dividen al espacio y al cuerpo humano a través de dos líneas que se cruzan en el “ombligo de la tierra” o en el ombligo humano.

“Esta Cruz, llamada de Quetzalcóatl, tiene el valor de punto central y, como simboliza el recuentro del cielo y de la tierra. Bajo este aspecto, el quincunce está abundantemente representado”. (Laurette Séjurné. 1957) 

La primera línea imaginaria dividía al cuerpo humano en dos mitades. Del ombligo a la cabeza era la representación del cielo y se simbolizaba con un ave. Simbólicamente tenía dos órganos que representaban la aspiración de la elevación, encarnando la máxima aspiración espiritual: el cerebro y el corazón. La segunda parte del ombligo a los pies, representando la tierra y siendo simbolizada por una serpiente. Tenía dos órganos que encarnaban la energía que une al ser humano con la tierra y el mundo material: los riñones y los genitales.

De modo que el ser humano, filosóficamente es el puente que une a los opuestos complementarios. Como lo decían los Viejos Abuelos poéticamente, “donde se besaban la tierra y el cielo”. Al ave la representaron generalmente  a través de un quetzal, una águila o una guacamaya. Al animal que representaba a la tierra  se le simbolizó con una serpiente, que en lengua náhuatl se nombra Coatl. De modo que El Quetzal-coatl, representa una figura filosófica espiritual, que esta en nuestro ser y que podemos llegar a encarnarla a través del equilibrio de nuestra parte espiritual con nuestra parte material. El ser humano es punto de contacto entre lo divino y lo mundano, entre la materia y el espíritu, entre el cielo y la tierra.

Pero al mismo tiempo, los Viejos Abuelos dividen al ser humano en dos mitades longitudinales, también a partir del ombligo. De lo que resulta que tenemos una parte derecha o “Tonal”, que esta asociada al mundo conocido, la parte masculina, al  día, el sol, lo caliente y específicamente a la racionalidad. La parte izquierda se llama “Nagual” y esta asociada al mundo desconocido, a la parte femenina, a la noche, a lo frío, a la luna y a la parte intuitiva.

“La primera gran sección del cuerpo humano se produce a la altura del obligo... Es posible la existencia de una antigua equiparación entre esta división del cuerpo en dos partes y algunos elementos míticos. Partamos de una triple correspondencia entre cosmología, la organización política y la división corporal. Según el mito, el monstruo cósmico originario fue segmentado por el centro de su cuerpo para con ello dividir los sectores que constituían el cielo y la tierra... La segunda sección del cuerpo lo divide en parte derecha y parte izquierda... No debe extrañar que en algunos casos la fuerza sobrenatural de los seres humanos señalados por los dioses se creyera ubicada en el lado izquierdo del cuerpo... Lo anterior sugiere que, así como el uso de la mano derecha estaba más ligado a las actividades cotidianas, sobre todo a las que exigían destreza, la izquierda se ligaba en forma más estrecha al mundo de lo sobrenatural... Por último, es necesario mencionar que el punto central del cuerpo, la región del ombligo, es uno de los más importantes en el pensamiento mágico, ligado a la idea del punto central de la superficie de la tierra, la casa del dios del fuego, sitio por el que el eje cósmico permitía la comunicación con el cielo y con el inframundo.” (Alfredo López Austin. 1980)  

El ser humano queda dividido en cuatro partes y representan los cuatro puntos cardinales o rumbos de la existencia. Sin embargo, existe un quinto punto, una quinta dirección: EL ARRIBA Y EL ABAJO. Lo que se eleva trascendiendo el plano humano si se logran unificar en equilibrio el par de opuestos complementarios. Y lo que se degrada y cae, si se pondera con exceso cualquiera de los cuatro elementos sobre los restantes.

LA LEY DEL CENTRO O QUINCUNCE

“La Ley del Centro” de los Viejos Abuelos nos habla de que el ser humano debe tratar de equilibrar los cuatro rumbos de la existencia en su centro, para lograr la trascendencia. El dilema de estar en medio de dos pares de opuestos complementarios y el desafío existencial de buscar su equilibrio para trascender.

No se puede ser en la vida, totalmente espiritual, ni totalmente material; ni totalmente racional, ni totalmente intuitivo. Cada uno de estos cuatro opuestos complementarios deben estar en equilibrio. Si el Equilibrio se logra (que se da en el centro) el individuo logra ascender y evolucionar; pero si el equilibrio se pierde y se pondera más uno de los cuatro opuestos, el ser humano cae en los degradados abismos de su estupidez, pues es arrastrado por la “inercia de la materia” que lo lleva a su destrucción o corrupción. Perdiendo la maravillosa oportunidad de trascender su existencia.

“El jeroglífico náhuatl más familiar es una figura que, bajo infinitas variantes, está formada siempre por cuatro puntos unificados por un centro, disposición llamada quincunce. Como lo demostró Eduardo Seler, el cinco es la cifra del centro y éste a su vez, constituye el punto de contacto del cielo y la tierra. Para mayor exactitud, el quincunce designa además, la piedra preciosa que simboliza el corazón, lugar de encuentro de los principios opuestos. He aquí entonces reunidos en un signo todas las características del Quinto Sol –Corazón del Cielo-, expresadas por la mitología... Todo esta admirablemente estructurado. ¿No es, en efecto, el Quinto Sol el del hombre-dios cuyo corazón se convirtió en el planeta Venus? ¿y no es justamente Quetzalcóatl quien inauguró la Era del Centro revelando la existencia de una fuerza capaz de salvar de la inercia?
Pero hay más. El quincunce acompaña también al dios del fuego –igualmente dios del centro y llamado por este hecho “ombligo de la tierra”-,... la Ley del Centro ha abolido la fragmentación de los contrarios. Basados sobre las revoluciones de los astros y sobre arduos cálculos estos ciclos van, partiendo del más simple –el de la muerte y resurrección de la Naturaleza-, hasta englobar unidades inmensas que tienen por fin la búsqueda mística de los momentos de liberación suprema, es decir, las concordancias entre el alma individual y el alma cósmica, el tiempo y la eternidad, lo limitado y lo infinito.” (Laurette Séjourné. 1957)

“La ley del Centro” los Viejos Abuelos la expresaron de manera reiterativa en todo cuanto consistió su mundo material e iconográfico. Lo expresaron en la arquitectura, pues las pirámides y recintos de investigación y estudio son una clara expresión de esta filosofía. Basta observar que la mayoría tienen un patio central y cuatro habitaciones o cuatro pirámides en cada punto cardinal. Las pirámides tienen en general cuatro niveles, cuatro caras y en la cúspide una base que las unifica. Otra forma muy recurrente era señalarlo a través de una flor con cuatro pétalos y un centro unificador Macuilxochitl (cinco flor). También a través de la llamada Cruz de Quetzalcóatl o sencillamente con una equis, un circulo con dos líneas cruzadas en sus grabados, con cinco círculos.

El “quincunce” como lo llama la maestra Séjourné se encuentra como motivo fundamental en los diseños arquitectónicos y artísticos que los Viejos Abuelos construyeron, pintaron, grabaron y bordaron, en pirámides, códices, estelas, textiles, frescos. Bástenos ver con respeto y detenimiento este mensaje filosófico-espiritual, en los vestigios materiales de esta maravillosa civilización. La aspiración fundamental de los Viejos Abuelos, como la de todas las grandes y antiguas civilizaciones, es la TRASCENDENCIA ESPIRITUAL DE LA EXISTENCIA.

“La Unión de los Contrarios en la Religión Náhuatl. La dinámica de la unión de los contrarios está en la base de toda creación, tanto espiritual como material.
Si el cuerpo “brota y florece” su alma,  solamente si es traspasado por el fuego del sacrificio, la tierra, a su vez, nos da sus frutos más que penetrada por el calor solar transmitido por las lluvias. Es decir, que el elemento generador no es el calor ni el agua simples, sino una combinación equilibrada de los dos.“ ( Laurette Séjourné. 1957)

Los Viejos Abuelos se propusieron a través de lograr el equilibrio un camino, similar al budismo, al cristianismo o al islamismo. Pero este camino es diferente para nosotros, en tanto “es el nuestro propio”, el que nació en nuestras tierras, con nuestra gente y sus experiencias y conocimientos. La filosofía que engendró el esplendor del México Antiguo sigue viva, presente, vigente y vibrante; y por ahora, nosotros somos parte inconsciente de ella. Como la grecolatina de la civilización Occidental en nuestros días, que la separa más de dos mil años y sigue viva en su esencia en Europa. El problema es que debido a la colonización mental, no la podemos hacer conciente.

La pregunta es: por qué los países colonizadores pueden tener conexión directa con su pasado filosófico, como los europeos del pensamiento grecolatino o los chinos y japoneses del pensamiento budista y, nosotros los mexicanos según nuestros colonizadores, no tenemos ninguna relación con los siete mil quinientos años de desarrollo de un pensamiento filosófico. 

LOS TRES CÍRCULOS DE CONOCIMIENTO

Como hemos dicho, el conocimiento en el México antiguo se manejaba en tres círculos excéntricos[35]. La palabra, que estaba en el centro del primer círculo. Era sólo conocida por un reducido grupo de personas.  La sabiduría se trasmite de labio a oído. Al igual que en el Tíbet o en Egipto, los hombres y mujeres de conocimiento vivían en aquellas construcciones milenarias que hoy se les nombra zonas arqueológicas. Eran centros de conocimiento reservado sólo a una élite de personas especializadas en conocimientos herméticos ancestrales. Estos maestros vivían apartados del mundo y eran respetados por las personas comunes o maceguales que vivían en las aldeas[36]. Los hombres y mujeres de conocimiento habían desarrollado un complejo y abstracto lenguaje de su sabiduría, en el que se transmitía y perpetuaba su milenario conocimiento a través de símbolos y representaciones gráficas, grabadas en piedra, madera, metales; pintado en códices, frescos y cerámica; bordado en telas con piedras y plumas. Este segundo círculo de conocimiento se trasmitió a través del lenguaje iconográfico, el cual contiene la esencia del pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos y este conocimiento queda enmarcado en los diversos materiales que trabajaron los Viejos Abuelos. Conocimiento al que podían acceder sólo los iniciados y algunos de los dirigentes y sacerdotes más importantes de las aldeas en el período Clásico. Para acceder a él se requiere decodificarlo. Esta ahí, pero no es para todos.

En el tercer círculo de conocimiento se encontraba básicamente en la religión y las normas morales y éticas de la civilización del Anáhuac. Estos principios básicos filosóficos que encarnaban la religión de los Viejos Abuelos, les permitía a los seres humanos comunes: los campesinos, amas de casa, artistas, maestros, artesanos, comerciantes, constructores, etcétera; contar con las bases necesarias para ordenar una vida armónica personal, familiar y en sociedad. Por ello, durante más de mil años, en el período conocido como Clásico o del esplendor, existió un deslumbrante y luminoso desarrollo humano, siendo el centro palpitante de este período clásico “la ciudad” donde los hombres aprendían a ser dioses, Teotihuacan.

“Por otro lado, si Teotihuacan se hubiera mantenido cuando menos 800 años como ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso de tal manera único en la historia, que es difícil de creer que haya sucedido.

No conocemos en toda la historia universal un solo imperio que no se haya podido formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente que por encima existe una ideología que las dirige. Hay también la posibilidad de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa que las demás, y que por ello no necesitara recurrir a la fuerza. El cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las armas hayan jugado un papel importante en su difusión.... Pero más bien indica que la raíz de todas las religiones mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacan haya impuesto sus dioses sobre los dioses de otras naciones.“  ( Ignacio Bernal. 1965)

Este Desarrollo Cultural fue el más importante y la cúspide de todo un proyecto civilizatorio del Cen Anáhuac. Sin embargo, este desarrollo no fue como el de los pueblos europeos. Sus principios y objetivos fueron tan diferentes como hoy en día son los principios de bienestar y desarrollo de una comunidad indígena Tarahumara de Chihuahua, comparados con la de los habitantes de la colonia Polanco de la ciudad de México. Como ejemplo diremos que los Viejos Abuelos habían inventado la rueda y no la usaron como los europeos; también habían desarrollado el lanzador de dardos, que multiplicaba la velocidad de un dardo, mucho más rápido que una flecha impulsada por un arco y jamás desarrollaron esta tecnología en el aspecto militar. El lanzador siempre se mantuvo como un instrumento de caza. Se supone que en el Periodo Clásico no hubo guerras y en el Postclásico las que hubo, se mantenían en un ceremonial místico y religioso, más simbólico que de guerra de exterminio[37]. En efecto, para los mexicas degradadores de las enseñanzas de Quetzalcóatl, la lucha espiritual con uno mismo, la “Batalla Florida” de los toltecas, la convirtieron en una batalla para tomar vivos a los guerreros vencidos y ofrendarlos en sacrificio mortal a Huitzilopochtli  y mantener con ello vivo al amenazado Quinto Sol, además de imponer grandes tributos a los pueblos vencidos.

La filosofía de la civilización del Anáhuac es la obra más decantada de sus creaciones. El pensamiento filosófico que no sólo explica el mundo y la vida; si no le da significado a la vida humana, permitiéndole la trascendencia de la existencia en el plano espiritual.

Todo cuanto podemos ver y sentir de la inconmensurable herencia de los Viejos Abuelos, encuentra sus cimientos y estructuras más sólidas, en la filosofía anahuaca. El mundo tangible e intangible de sus creaciones. Desde las impresionantes construcciones hasta las más finas creaciones artísticas. Desde los principios y valores individuales que se transmitían de una generación a otra en la familia o en las escuelas, hasta las grandes instituciones comunitarias como el calpulli, el tequio, la fiesta de día de muertos o la fiesta a Tonatzin, estuvieron sustentados sobre la base del pensamiento filosófico.

AGUA QUEMADA

Esta es otra de las metáforas filosóficas más interesantes del Anáhuac. Su compleja estructura nos revela un pensamiento muy profundo y dialéctico. Nuevamente estamos frente al drama cósmico de la lucha de los contrarios, El agua y el fuego. En efecto, el agua es el símbolo de la energía luminosa, como hemos apuntado con anterioridad. Todo cuanto nos rodea está constituido de la energía luminosa, y el agua multiplica con la acción de la luz a través de la fotosíntesis, el mundo que nos rodea. Gracias al agua y la luz, el mundo se reproduce y llena de vida.

El fuego es la representación divina de la liberación del Espíritu de la materia. Con el fuego se purifica la materia y trasciende. Lo mismo en la gran hoguera en Teotihuacan, en donde se arrojaron los dioses para que el Quinto Sol tenga vida, como la hoguera en la que se arroja Quetzalcóatl cuando se va del Anáhuac. La serpiente de fuego es el símbolo liberador por excelencia y el fuego también es el símbolo del sacrificio espiritual. De esta menara –Agua Quemada- representa filosóficamente la vida espiritual.

“Este principio espiritual es tan básico que le fue dedicado el Templo Mayor de Tenochtitlán: la circunstancia de que el dios de las lluvias y el del fuego celeste hayan sido colocados uno al lado del otro, en la cima de la misma pirámide, no puede seriamente interpretarse de otra manera. Sabiendo, además, que el templo fue construido sobre el emplazamiento de la fuente donde brotaban las aguas azules y rojas, se hace patente que las  divinidades que lo regían simbolizaban la fórmula mítica del agua quemada” ( Laurette Séjourné. 1957)

El concepto de “agua quemada” implica la lucha de contrarios, fuego y agua, que trasciende en un tercero, diferente a los dos que le crearon. De esta manera el encuentro en equilibrio del agua y el fuego, produce el vapor, que se eleva y se desprende simbólicamente de esta realidad material.    

Agua Quemada simboliza lucha interna de los opuestos complementarios, igual que la Batalla Florida. Pero de una manera más universal y cósmica. No así la Batalla Florida, que es una acción íntima y personal de cada guerrero, que tiene que ver con su “micro universo”, en donde la inercia de la materia conduce a la destrucción o corrupción del ser humano, en la medida que no pueda vencer los elementos que lo degradan o corrompen.

El mundo y el universo están regidos por las leyes universales del Espíritu. La lucha dialéctica del par de opuestos complementarios se vive todos los días y segundo a segundo en todo el universo. El día y la noche, la muerte y la vida, el ciclo cósmico de Venus, el mismo drama universal. En este sentido el universo y el ser humano están compartiendo el mismo desafío existencial. Razón por la cual se entiende la misión que los “macehuales”, los merecidos del sacrifico de los dioses, tienen que coadyuvar no sólo para el sostenimiento del Quinto Sol, sino también para su humanización. Agua Quemada es fundamentalmente un símbolo filosófico.

LA TOLTECÁYOTL

Los antiguos mexicanos llamaron Toltecáyotl, al conjunto de saberes y conocimientos de los toltecas. La Toltecáyotl seguramente se inició con la domesticación de las plantas, la agricultura y la invención del maíz hace ocho mil años y ha venido evolucionado y decantándose con los siglos. A pesar de que los conquistadores de ayer y los colonizadores de hoy, han querido negarle toda capacidad y valor intelectual a los pueblos originarios y a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, la sabiduría sigue viva y se ha sabido mantener agazapada estos últimos cinco siglos en la cultura popular. Mucha de esta sabiduría tiene orígenes remotos y aunque no la entendamos, vivimos con ella y es ésta sutil cualidad, que nos hace ser diferentes a otros pueblos y nos da ese “toque” del ser mexicano. Es lo que nos da “Rostro y corazón propio”.

“Lo más elevado de las que se nombran “instituciones” de un pueblo, las creaciones, que dan apoyo a la estructuración de una cultura, todo eso y probablemente también otras realidades, se incluían en el significado de Toltecáyotl”.  (Miguel León Portilla. 1980)

Existe un acervo riquísimo de sabiduría antigua en los pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo. En la cultura oral de algunos pueblos se sigue manteniendo en la memoria histórica a la llamada “Hermandad Blanca”. Herencia ancestral de los toltecas y la Toltecáyotl que no desapareció en el colapso del periodo clásico superior y que todavía Cortés registra su existencia en las cartas de Relación. En efecto, Cortés relata que cuando llegaron los españoles a las costas de Veracruz, Moctezuma mandó pedir consejo a los sabios de la Hermandad Blanca que vivían en el Calmécac de Cholula en donde estaban educando a los hijos de los “Píltin” o principales, es decir, la nobleza que gobernaría a los pueblos de la Triple Alianza.   

“Toltecáyotl, traducida a la letra, significa toltequidad: esencia y conjunto de creaciones de los toltecas. Pero cabe desentrañar mejor la riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y también colectivo es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos mexicanos lo empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla de inspiración y condicionante de ulteriores logros. La Toltecáyotl, el legado de Quetzalcóatl y los toltecas abarca la tinta negra y roja, -la sabiduría-, escritura y calendario, libro de pinturas, conocimiento de los caminos que siguen los astros, las artes, entre ellas la música de flautas, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del buen comer, la antigua palabra, el culto a los dioses, dialogar con ellos y con uno mismo...”. (Miguel León Portilla. 1980)

No podremos comprender a profundidad la historia y la cultura del Anáhuac sin conocer la base filosófica que estructuró esta civilización a lo largo de miles de años y que en los últimos cinco siglos, sólo se ha encubierto, pero que sigue representando la esencia verdadera de nuestra identidad de manera inconsciente.

Todas las grandiosas obras materiales e inmateriales de esta civilización, que fueron transformadas por las mentes, almas y manos de nuestros Viejos Abuelos, provienen de una línea de pensamiento muy clara y definida desde sus mismos orígenes. Fue esta “energía creadora” la que saco a la materia de su estado natural y le dio forma, color y sentimiento. Fueron los hombres y mujeres que aprendieron “a hacer mentir” al barro, los metales, los textiles, la madera, las piedras preciosas, las fibras vegetales y un sin número de materiales sacados de la naturaleza y humanizados al incorporarlos con un alto sentido estético y místico al mundo milenario del Anáhuac. Fue la sabiduría de estos hombres y mujeres que aprendieron de la naturaleza, la bóveda celeste y del Espíritu, a formar “rostros propios y corazones verdaderos” en sus niños y jóvenes.

Todo este vasto e inconmensurable tesoro artístico que está vivo en las llamadas zonas arqueológicas y que satura los museos de México y el mundo, surge inevitablemente de una estructura de pensamiento. Significa que la creación más elevada de la civilización del Anáhuac es el conjunto de conocimientos que explican el mundo, la vida y ubican a la existencia humana con una alta responsabilidad por contribuir con las fuerzas generadoras a la humanización del mundo y su mantenimiento a través de la armonía, el equilibrio y la medida. La filosofía del Anáhuac o Toltecáyotl, es el lenguaje en el que se expresa el Espíritu; cada una de sus maravillosas creaciones representan palabras que sostienen un diálogo eterno entre los seres humanos y lo inconmensurable, lo divino y lo sagrado.

No podemos seguir condenando a la civilización del Anáhuac al desprecio intelectual que ha sido sometida por el eurocentrismo y la colonización. La Toltecáyotl representa el patrimonio más importante y menos reconocido de los antiguos mexicanos. Es desde la Toltecáyotl, la creación más importante de los toltecas, es desde donde debemos de partir para conocer e interpretar el pasado y en consecuencia, entender nuestro presente. Es imprescindible la descolonización intelectual y cultural para poder construir un futuro “propio-nuestro”. La Toltecáyotl  deberá ser la línea de pensamiento que nos permita “recuperarnos a nosotros mismos”. El desafío es llevar esa sabiduría que existe en nuestro interior a planos conscientes del mundo cotidiano y con ella construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.

Cinco elementos son la herencia filosófica de los Viejos Abuelos. Aparentemente están escondidos y camuflajeados en el inmenso sincretismo cultural de nuestros días. Parecen elementos inconexos e intrascendentes cuando los apreciamos sin integrarlos a un todo. Sin embargo, son la esencia que distingue a nuestro pueblo milenario y la herencia del pensamiento filosófico en la vida diaria. Los elementos culturales que hemos heredado de nuestra antigua filosofía son: la alta vocación espiritual y mística por la vida, la defensa de la familia y sus valores, el inconmensurable amor por la naturaleza, el infatigable espíritu constructor y el permanente optimismo por la vida.

En efecto, la herencia más importante y valiosa de los Viejos Abuelos no se encuentra en la materia. No está en las zonas arqueológicas, los museos o en los metales preciosos. Se encuentra en la percepción espiritual del mundo y de la vida. En los valores, principios, sentimientos, actitudes, tradiciones, usos y costumbres, que han ido cambiando y amoldándose en estos cinco siglos de colonización, pero que mantienen viva la esencia de una civilización que no ha muerto. Está viva en el conglomerado de pueblos y culturas del Anáhuac de nuestros días. Entre el sincretismo y las apropiaciones, no sólo de la cultura occidental, sino de África y Asia que también la han enriquecido.  

12. EL COLAPSO DEL PERÍODO CLÁSICO.

El final del llamado período clásico superior, es hasta la fecha, uno de los grandes misterios de la humanidad. En efecto, todo el esplendor que por más de mil años se había dado en el Anáhuac y que fue precedido por casi 6 mil años de período formativo, llamado período Preclásico; fue misteriosamente truncado.

Al mismo tiempo, en todo el Cen Anáhuac, los hombres y mujeres de conocimiento, destruyeron ellos mismos, los milenarios centros de investigación y enseñanza que ahora conocemos como zonas arqueológicas. Las cubrieron de tierra y literalmente desaparecieron sin dejar rastro arqueológico alguno.

¿Por qué lo hicieron, adónde fueron, cómo lo hicieron? Es un gran misterio. Lo cierto es que los seres humanos que vivían en estos lugares, desaparecieron y dejaron en la orfandad intelectual, espiritual y cultural a los pueblos que vivían guiados por su sabiduría y conocimiento. En la memoria histórica de los pueblos del Cen Anáhuac, se recuerda este hecho a partir de que las fuerzas contrarias a la luz, vencieron a Quetzalcóatl, por lo cuál tuvo que salir del Anáhuac, dejando la profecía que regresaría el año uno caña para de nuevo instaurar su gobierno de sabiduría, equilibrio y armonía. De esta manera termina el período de mayor importancia y esplendor del México antiguo, aproximadamente entre el año 850 y 900 d. C.

“Pero, a pesar de la extraordinaria organización social y política que supone el esplendor Teotihuacano, a mediados del siglo IX d. C. sobrevino su misteriosa, y hasta ahora no explicada ruina.  Esta no fue un hecho aislado y excepcional.  En el mundo maya ocurrió por esos tiempos algo semejante.  La ruina y el abandono de los grandes centros rituales de Uaxacatún, Tikal, Yaxchilán, Bonampak y Palenque, tuvo lugar en una época muy cercana al colapso de Teotihuacan. Y hay que confesar que hasta la fecha no se ha podido explicar de modo convincente la causa de esto que pudiera llamarse muerte del esplendor clásico del México antiguo.” (Miguel León Portilla. 1961)


LA MAGNITUD DEL COLAPSO

Este colapso cultural fue un hecho sorprendente y de grandes dimensiones, pues se desencadenó en una sola generación en todo el Cen Anáhuac. Si tomamos como referencia Monte Albán, en los Valles de Oaxaca, diremos que los zapotecas iniciaron su construcción en el año quinientos a.C. y que lo abandonaron alrededor del año ochocientos cincuenta después de Cristo. Mil trescientos cincuenta años de increíbles y titánicos trabajos por labrar en la montaña, un testimonio espiritual de la aspiración suprema del pueblo zapoteca. Generaciones y generaciones trabajaron incansablemente en el mismo proyecto. Aplanaron a mano la base de la montaña, cargaron de lejanos lugares millones de toneladas de piedra y construyeron poco a poco este prodigio del Espíritu. Asombroso sin duda resulta un proyecto de esta magnitud y de esta longevidad. Sin embargo, resulta aun más increíble y asombrosa su desaparición, pues en tan sólo una generación se destruyeron todos los edificios hasta su base y en algunos casos fueron quemados. Luego se les cubrió a todos de tierra completamente, lo que implica una razón muy importante y un descomunal trabajo para una sola generación, si sabemos que no contaron con metales duros, explosivos, animales de carga y no usaron la rueda.

El colapso de la civilización del Anáhuac representa un gran misterio, no solo para los mexicanos, sino para la humanidad entera. ¿Cuáles fueron las razones de este inusitado hecho y algo que también resulta muy intrigante, por qué desaparecieron de la faz de la tierra los habitantes de estos numerosos centros de conocimiento? ¿Adónde se fueron, por qué lo hicieron, cómo lo hicieron? Preguntas que se tendrán que contestar para entender cabalmente el presente de los mexicanos y que puedan ayudarnos a construir nuestro futro.

Generalmente en los colapsos de otras civilizaciones se ha demostrado que fueron consecuencia de un conjunto de factores que coadyuvaron para la quiebra de un modelo civilizatorio. Para el caso de la civilización del Anáhuac aún es un misterio que no ha sido investigado con mayor profundidad, toda vez que se dio como una “acción concertada” en muy poco tiempo y en un enorme territorio, que comprende desde El Salvador en Centro América, hasta el estado de Zacatecas en México.

LA PERMANENCIA Y TRASCENDENCIA DEL COLAPSO

Los grandes problemas que arrastra la sociedad mexicana, tienen su verdadero origen en esta “fractura o colapso civilizatorio” que todavía no tiene explicación. La decadencia del periodo Postclásico, el efímero poderío azteca, la conquista europea y la colonización criolla hasta nuestros días, tienen mucho que ver con este súbito abandono de los milenarios hombres y mujeres de conocimiento de las tierras del Anáhuac y sus centros de conocimiento. La conquista no es más que un efecto de este asombroso hecho, que hasta la fecha sigue siendo un misterio.

La pérdida de la enseñaza espiritual y la misteriosa ausencia de los venerables maestros de la Toltecáyotl, así como la transgresión ideológico-religiosa que hicieron los mexicas, un siglo antes de la llegada de los invasores europeos, es el verdadero problema que enfrenta el pueblo de México hasta nuestros días.

Los mexicanos hemos quedado “huérfanos”, sin maestros y ajenos a nuestra milenaria filosofía y despreciando la cultura propia-nuestra. Siempre en la permanente espera del regreso de Quetzalcóatl. Los conquistadores europeos destruyeron casi en sus cimientos -las instituciones, las autoridades y las leyes- que nos habían regido por lo menos más de tres mil años. En su lugar se han importado las visiones del mundo y de la vida de España, Francia y ahora de Estados Unidos, y se ha impuesto un régimen colonial de explotación humana y depredación de la naturaleza, que a través de los últimos cinco siglos ha ido cambiando en la superficie para mantenerse incólume en su esencia.

Los mexicanos necesitamos recuperar nuestra memoria histórica para acabar con la colonización. Nos han hecho pensar que la conquista es el origen de nuestros problemas. Sin embargo, el problema es mucho más grande, profundo y más antiguo. En efecto, es el Colapso del Período Clásico Superior, donde los mexicanos de hoy encontramos nuestro verdadero problema. La destrucción física de todos los centros de conocimiento que hoy llamamos zonas arqueológicas del Período Clásico y la increíble desaparición de los seres humanos que los habitaban, representa una impresionante crisis civilizatoria para el Anáhuac. El efímero poderío y la transgresión filosófica-religiosa de los mexica y la invasión y colonización española son los efectos o resultados de esta catástrofe cultural.

13. EL PERIODO POSTCLÁSICO.

El final del llamado Período Clásico Superior, es hasta la fecha uno de los grandes misterios de la humanidad. En efecto, todo el esplendor que por más de mil años se había dado en el Anáhuac y que fue precedido por casi 6 mil años de período formativo, llamado Preclásico; fue misteriosamente truncado. Al mismo tiempo en todo el Cen Anáhuac los hombres de conocimiento, destruyeron ellos mismos, los milenarios centros de investigación y enseñanza que ahora conocemos como zonas arqueológicas, las cubrieron de tierra y literalmente desaparecieron de la faz del planeta. Dado que no dejaron rastro arqueológico o aparecieron posteriormente en otro lugar.

LA PROFECÍA DEL FINAL DEL QUINTO SOL

Por otra parte, existía un antiguo conocimiento que antes de esta humanidad, habían existido cuatro intentos fracasados por encontrar la perfección humana[38]. A cada periodo se le llamó Sol y se sabía que se vivía en el quinto Sol llamado “Sol de Movimiento”. Que éste terminaría cuando al cumplirse un ciclo de 52 años o atado de años, no saldrá al otro día el Sol. Sería la señal del inicio del final del quinto Sol.

Comenzó una época de oscurantismo y zozobra entre los pueblos del Anáhuac. Los maestros toltecas inexplicablemente se habían marchado súbitamente y los pueblos se quedaron en la orfandad. Al pasar de los  años, primero los dirigentes y después los sacerdotes, comenzaron a utilizar en su beneficio personal la religión, la organización social y las enseñanzas de los respetables maestros, representados por la figura simbólica de Quetzalcóatl.

Nada nuevo en la historia de la humanidad. Cuando los seres humanos comunes, toman para sus intereses personales las enseñanzas de los maestros o de los guías espirituales. Las normas morales, éticas y religiosas empezaron a cambiar y ajustarse a los intereses expansionistas y de poder personal de los dirigentes y sacerdotes. Se iniciaron las guerras y los sacrificios humanos, que habían sido totalmente prohibidos por Quetzalcóatl y que le dieron una paz total a los pueblos del Anáhuac.

Los 7 mil quinientos años que conforman la historia anahuaca del México antiguo, lo sitúan como una de las 6 civilizaciones “madre” más antiguas y con origen autónomo en el mundo. Podemos decir que el Período Preclásico o formativo es una época muy larga y muy importante, porque en ésta se construyeron las bases de la civilización anahuaca. Del Período Clásico, diremos que es el fruto de este largo camino, de este increíble esfuerzo que realizaron nuestros antepasados por llegar, tal vez, a culminar la aspiración más luminosa del espíritu humano. Sea como fuere, los conocimientos y adelantos en materia de Desarrollo Humano que lograron los toltecas, permitió vivir por siglos a los pueblos del Cen-Anáhuac una época dorada. Sin embargo, el misterioso colapso que provocó la súbita desaparición -hasta ahora inexplicada- de los maestros toltecas, causó el inicio del tercer período llamado Postclásico. El cual representa la orfandad y decadencia de los pueblos del Anáhuac, que sin sus maestros, distorsionan los preceptos generadores de la Toltecáyotl, hasta la completa trasgresión por parte de los mexicas que facilitó ideológica y religiosamente la conquista española posteriormente[39].

EL VALOR HISTÓRICO DEL PERIODO POSTCLÁSICO

De esta manera el Período Postclásico, es un período muy conocido y estudiado, pero el menos importante de nuestro valioso pasado. Es conocido en parte, porque los conquistadores y los misioneros escribieron sobre la conquista y el inicio de la colonización. Porque los criollos iniciaron la formación de su “patriotismo” en contra de los gachupines a partir de “apropiarse” de la confusa historia de los mexicas o mexicanos que escribieron gente como Fray Diego Durán. Porque los primeros “investigadores locales” del Siglo XIX, tomaron como el “inicio” de sus culturas regionales, los linajes y señoríos de finales del período Postclásico, especialmente de la información que recogieron las fuentes históricas.

“En contraste con las élites criollas de los virreinatos del Perú o Nueva Granada, que por diversas razones se alejaron del pasado prehispánico y de sus descendientes indígenas, los criollos de la Nueva España tuvieron la percepción genial de apropiarse el pasado indígena para darle legitimidad histórica a sus propias reivindicaciones. Al mismo tiempo, separaron ese pasado de sus verdaderos descendientes históricos. Esta expropiación que la inteligencia indígena criolla hizo del pasado indígena marca la diferencia entre los criollos novohispanos para asumir el liderazgo político en su país, y para reclamar, frente a los españoles peninsulares, el derecho de dirigir y gobernar el destino de la patria.” (Enrique Flores Cano. 1987) 

LOS DESAFÍOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA PROPIA

Los mexicanos necesitamos descolonizar el pasado antiguo de México. Requerimos releer con otros ojos las fuentes. Necesitamos reinvestigar nuestra historia “propia-nuestra”, necesitamos repensar y reinventar nuestra historia verdadera. Se necesita desmantelar el andamiaje de mentiras y verdades a medias que elaboraron: primero los españoles durante los trescientos años de colonia y después los criollos en los últimos doscientos años de “vida independiente” que han hecho de la Historia Oficial hispanista, la biografía del Estado colonizador en el que vivimos hasta nuestros días.

Resulta fundamental, conocer con profundidad la filosofía y las normas éticas y  morales con la que los Viejos Abuelos construyeron a lo largo de miles de años, sociedades armónicas, justas y respetuosas de los valores, principios y derechos humanos, que resultan universales en tiempo y espacio y reencontrarlas en los sólidos principios morales, éticos, místicos y sociales que de algún modo viven en los mexicanos contemporáneos, especialmente en los llamados “indígenas” y campesinos.

“Todo escolar sabe algo del mundo colonial. Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional.

Hay un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio donde estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, -ellos y nosotros-. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió asesinado –para unos- o redimido para otros en el momento de la invasión española. Sólo quedarían ruinas: unas en piedra y otras vivientes. Ese pasado lo aceptamos y lo usamos como pasado –del territorio-, pero nunca a fondo como –nuestro- pasado: son los indios, es lo indio. Y en ese decir se marca una ruptura y se acentúa con una carga reveladora e inquietante de superioridad. Esa renuncia, esa negación del pasado, ¿corresponde realmente a una ruptura histórica total e irremediable? ¿Murió la civilización india y lo que acaso resta de ella son fósiles condenados hace ya cinco siglos a desaparecer porque no tienen ni presente ni futuro posible? Es indispensable repensar la respuesta a estas preguntas, porque de ella dependen muchas otras preguntas y respuestas urgentes sobre el México de hoy y el que deseamos construir”. (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

La recuperación de la historia antigua “propia-nuestra” es una prioridad para desmantelar el sistema colonial y con ello poder construir una sociedad más justa. Requerimos recuperar nuestra memoria histórica, necesitamos quitarle a los académicos extranjerizados “la historia antigua de México” e incorporarla a la vida diaria. Sacarla de los museos, las bibliotecas y los centros de investigación. Incorporarla a los valores y principios de la nueva sociedad. Recrear nuevos mitos que apuntalen nuestro futuro “propio-nuestro”, con los cimientos de la antigua civilización. Sumarla a los paradigmas y a las mágicas historias que nos dan recuerdo y raíz. Hacer de los “antiguos mexicanos” nuestros entrañables y admirados Viejos Abuelos, y acabar con la maligna percepción que entre el pasado antiguo y el presente no existe ningún vínculo o continuidad. Entender y sentir que la civilización del Anáhuac está viva y vibra en cada uno de nuestros adormilados corazones.   

14 . LOS MEXICAS.

La cultura más estudiada y calumniada por los invasores ha sido la mexica. Los conquistadores tenían que aumentar desproporcionadamente las supuestas atrocidades y la capacidad guerrera y el poder de los “naturales”, dado que ellos mismos fueron los que los vencieron. Estas falsas historias, aumentaban las supuestas proezas y valentía que desarrollaron para vencer a los “poderosos mexicas”. Lo cual fue totalmente falso, pues sabemos que la guerra de conquista fue una guerra civil entre indígenas, provocada, alentada y dirigida por los españoles, debido a que se valieron de las profecías que pesaban sobre la clase dirigente mexica y sus propias contradicciones internas. Así como la resistencia existente contra la dominación mexica por los pueblos sometidos.

Después llegaron los misioneros que “investigaron” las costumbres y la religión de nuestros antepasados para erradicarlas, y los pocos que trataron honestamente de conocerlas se encontraron muy limitados por la lengua, pues el náhuatl del Siglo XVI era mucho más rico y profundo que el castellano de aquella época. En efecto, la filosofía, la religión y las ciencias en general, estaban mucho más avanzadas que la de los europeos a pesar de estar viviendo una época de decadencia.

Habían pasado siglos del colapso civilizatorio. En el Anáhuac existía una “depresión cultural” que esperaba en zozobra el cumplimiento del siguiente ciclo que se repetía cada 52 años, con el temido fin del Quinto Sol. Los principios y valores del periodo Clásico lentamente se disolvían en el tiempo y en la ambición material de los dirigentes de los recién creados “Señoríos”.  En efecto, los señoríos fueron las formas de organización que se desarrollaron en el periodo Postclásico. No eran reinos o monarquías de tipio europeo, pero poseían una dirigencia que no era hereditaria, pero si provenían de un grupo de familias con linajes. El Tlatocan[40] era el consejo supremo y tenían dos autoridades en quien delegaban el poder, una que se dedicaba a la administración, el cihuacóatl (mujer serpiente) y la otra a la organización, el tlatoani (el que habla). Estas nuevas organizaciones o “Señoríos” se enfrentaban en continuas luchas territoriales de sometimiento y de poder, haciendo alianzas y matrimonios para consolidarlas.

EL PUEBLO SIN ROSTRO

En esta “depresión cultural” estaban los pueblos del Anáhuac, cuando llegó del Norte el último pueblo salvaje y nómada. Los mexicas cuando llegaron al Valle de México no sabían hablar náhuatl, sembrar maíz, tejer algodón, en una palabra eran Chichimecas, un vocablo náhuatl que es igual a bárbaro en español.

“En seguida, los Aztecas comenzaron a venir hacia acá, [fueron ajenos a los pueblos establecidos]
existen, están pintados,  [estaban en permanente estado de guerra]
se nombran en lengua azteca
los lugares por donde vinieron pasando los mexicas.
Y cuando vinieron los mexicas,
ciertamente andaban sin rumbo, [no tenían un proyecto cultural]
vinieron a ser los últimos. [no vivieron como pueblo y cultura los períodos Preclásico y clásico y menos aun eran herederos de la Toltecáyotl.]

Al venir,
cuando fueron siguiendo el camino,
ya no fueron recibidos en ninguna parte.[eran rechazados por bárbaros y belicosos]
Por todas partes eran reprendidos. [no conocían las antiguas y complejas formas sociales]

Nadie conocía su rostro.[no eran herederos del milenario desarrollo cultural del Anáhuac]
Por todas partes les decían:
-”¿Quiénes sois vosotros?
¿De dónde venís?.
(Códice Matritense de la Real Academia de Historia, fol. 180r.)

Después de peregrinar algún tiempo y con muchas peripecias, pues nadie los quería aunque si se les temía, se asentaron en un islote de la gran laguna y establecieron su capital hacia el año de 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los europeos y la destrucción de su imperio. La maestra Séjurné nos dice que los mexicas iniciaron su expansión a partir de un primitivo bagaje cultural.

“Considerando la voluntad como la única fuerza mágica posible, los hombres de este episodio parecen desear diferenciarse con orgullo del mundo animal y vegetal con el cual estaban hasta entonces estrechamente fundidos, y sustituyen la hechicera por el jefe guerrero. Esto parecía indicar que los aztecas no conocían más que las leyes arcaicas de la brujería hasta que tomaron contacto con las creencias religiosas [y básicamente filosóficas N. A.] del Altiplano, creencias que ellos adoptaron inmediatamente a su mentalidad rudimentaria.”

“Mi principal venida y mi oficio es la guerra...Tengo que guardar y juntar todas suertes de naciones, y esto no es graciosamente’. (Fernando Alvarado Tezozomoc. Crónica mexicana)

Tales palabras pronunciadas por Huitzilopochtli, después de su victoria con Malinalxochitl, a un pequeño grupo de hombres desnudos que partían a la conquista del mundo, marca el comienzo de una dramática aventura humana... Cuando estén en contacto con otros pueblos, los veremos aplicar con rigor esta filosofía de voluntad de poder.

Llegados tardíamente al Valle de México, de inmediato se ponen a luchar por la tierra y la supremacía política con tribus que, por haber adoptado ya costumbres más civilizadas se dejan sorprender por la brutalidad de los recién venidos.” ( Laurette Séjurné. 1957)

Existe una historia donde supuestamente los mexicas partieron de un lugar mítico de siete cuevas y venían peregrinando en busca de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. La señal era encontrar a un águila devorando una serpiente encima de un nopal.

Debemos de recordar que Tlacaelel mandó destruir los códices antiguos y mando rehacer la historia. Lo más probable es que este “mito de origen” se remonte a tiempos mucho más antiguos, probablemente del periodo olmeca y los mexicas, al rehacer la historia, usurparon el lugar del pueblo originario del Anáhuac, pues resulta difícil creer que cuando llegaron al Valle del Anáhuac en condiciones muy pobres culturalmente, trajeran consigo una historia muy compleja que es de carácter universal, pues otros pueblos del mundo también afirman en su mítica de origen, venir de un lugar de siete pueblos, colinas o montañas. Afirman, coincidentemente, que su guía era un ser nacido de madre virgen y que los llevaría a establecerse en una tierra prometida.

“Traían un ídolo que llamaban Huizilopochtli, el cual traían cuatro ayos que le servían a quien él decía muy en secreto todos los sucesos de su itinerario y camino, avisándoles de todo lo que les había de suceder.
Y era tanta la reverencia y temor que a este ídolo tenían, que otro ninguno que ellos, no le osaban tocar ni llegar. El cual venía metido en una arca de juncos, que hasta el día de hoy no hay quien sepa ni haya visto de estos naturales la forma de este ídolo. A éste hacían estos sacerdotes adorar por dios, predicándoles la ley que habían de seguir y cumplir, las ceremonias y ritos con que habían de ofrecer ofrendas. Y esto hacían en todos los lugares en que asentaban real, a la mesma manera que los hijos de Israel lo usaron todo el tiempo que anduvieron en el desierto.” (Fray Diego Durán) 

Otro punto importante para tomar en consideración, es la actitud de algunos misioneros y religiosos que trataron de encontrar en Quetzalcóatl y en los primeros pobladores del Anáhuac a Santo Tomás[41] y a los descendientes del pueblo de Israel. Esto ha sido y es, muy común en los investigadores extranjeros, que al parecer pocos han llegado a conocer de verdad a la civilización del Anáhuac, para la mayoría de estos “estudiosos” fue hacer coincidir a nuestra civilización en sus preconcebidas ideas de lo que fuimos y somos. Si en el siglo XVI algunos dijeron que Quetzalcóatl era Santo Tomás, en el siglo XX dijeron que era extraterrestre.

“Los orígenes de la dinastía mexicana son obscuros, y esta obscuridad se ha hecho más densa por los esfuerzos que los historiadores aztecas realizaron para dotar de títulos de nobleza a su linaje soberano. Trataron de demostrar que esta dinastía reciente, compuesta en última instancia de “par-venus” descendía de la gran monarquía legendaria de los toltecas.”  (Jacques Soustelle. 1955)

Otro aspecto digno de tomar en cuenta, en la tergiversación de la “historia mexica”, fue cuando los criollos a mediados del siglo XVIII retoman la “historia antigua de México” y la hacen suya. En efecto, Clavijero[42] incorpora a la historia del Anáhuac a la nueva “historia antigua de los criollos mexicanos”. Donde los mexicas pasaran a ser aztecas y cobrarán una importancia suprema. Los españoles criollos hicieron de los mexicas, los griegos o los romanos, del nuevo mundo que ellos estaban formando. Muchas de las supuestas grandezas de los aztecas, nacieron en los mitos de origen que se inventaron los criollos del siglo XVIII.

EL IDEÓLOGO

Tlacaelel, el longevo cihuacoátl de varios tlatoanis[43] de Tenochtitlán en el momento de mayor esplendor,  fue el ideólogo y dirigente del imperio azteca, que al transgredir las leyes y normas de la enseñanza milenaria de Quetzalcóatl, le quitó el sentido espiritual de la vida y le dio un sentido material a la existencia, tanto de los individuos, como a la sociedad y el Estado. En efecto, los mexicas usaron las milenarias estructuras sociales y culturales que se mantenían como un legado remoto de los toltecas, pero les cambiaron el sentido y su fondo. Se supone que en su juventud, Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel, asistieron al Calmécac de Cholula, el cual era la última representación de la sabiduría de los toltecas en aquellos tiempos en el Anáhuac. Éste Calmécac preparaba a los jóvenes más capaces y con linaje de cada pueblo del altiplano, transmitiéndoles el antiguo conocimiento tolteca, para formarlos como dirigentes. Estos dos personajes serán muy importantes en la conformación del llamado Imperio Azteca.

Moctezuma Ilhuicamina fue el tlatoani que consolidó la derrota del tirano Maxtla de Aztcapozalco e inició, junto con Nezahualcóyotl de Texcoco la expansión militar de la triple alianza. Tlacaélel, fue el ideólogo de la reforma filosófica, religiosa, económica y política que encumbró a los mexicas en muy pocos años, no sólo como los dueños del Cen-Anáhuac; sino que contraviniendo las ancestrales profecías y mitos, los mexicas se auto proclamaron los sostenedores del Quinto Sol, proponiéndose con sus reformas impedir que se acabara la era cosmogónica en la que vivían.   

“Después de la victoria azteca sobre los tecpanecas de Azcapotzalco, engreídos los mexicas, sometieron también al señorío de Xochimilco y a los de Cuitláhuac y Chalco, en la región sur del Valle de México. Particularmente la conquista de Cuitláhuac resulta en extremo significativa. Planeada por Tlacaélel, después de haber vencido a Xochimilco, se convierte en algo así como un símbolo de lo que habrá de ser toda la obra del gran consejero azteca.

El rey Itzcóatl, persuadido por Tlacaélel, había enviado mensajeros a Cuitláhuac, exigiendo de ellos, so pena de ser conquistados, dos cosas: que les entregaran a sus hijas y hermanas doncellas para que vinieran a Tenochtitlán a cantar y bailar en sus casas de placer, así como el envío de diversas flores, con jardineros experimentados que las plantaran y cultivaran en la capital azteca. En pocas palabras, exigían los aztecas las flores de Cuitláuhuac y los cantos de sus doncellas. (Tal vez a lo que se referían simbólicamente los mexicas era a buscar alianzas sanguíneas con los sometidos y a apropiarse de los conocimientos, herencia de los toltecas y la Toltecáyotl, y no a sus flores, jardineros y mujeres para el placer. Nota del Autor.)

Ahora bien, recordando la expresión idiomática de la lengua náhuatl in xóchitl, in cuícatl, que literalmente significa “flores y cantos”, pero que en su sentido metafórico connota la idea “poesía, arte, y simbolismo”, podría vislumbrarse en la pretensión azteca el propósito de obtener para sí, aunque  fuera por medio de la guerra, las flores y los cantos, o sea, el mensaje cultural de los otros pueblos del Valle de México.

Vencida la gente de Xochimilco, Cuitláhuac y Chalco, antes de iniciar nuevas conquistas, Tlacaélel decidió consolidar por medio de una reforma ideológica el poderío azteca. Ante todo le pareció necesario forjar lo que hoy llamaríamos una “conciencia histórica”,  de la que pudieran estar orgullosos los aztecas. Para esto, reunió Tlacaélel a los señores mexicas. De común acuerdo se determinó entonces quemar los antiguos códices y libros de pinturas de los vencidos y aun los propios de los mexicas. Implícitamente se estaba concibiendo la historia como un instrumento de dominación:

“Se guardaba su historia.
Pero, entonces fue quemada:
cuando reinó Itzcóatl, en México.

Se tomó una resolución,
los señores mexicas dijeron:
no conviene que la gente
conozca las pinturas. [los códices]

Los que están sujetos, [el pueblo]
se echarán a perder
y andará torcida la tierra,
porque allí se guarda mucha mentira,
y muchos en ellas han sido tenidos por dioses.”
(Informantes de Sahagún)

Quemados los viejos libros de pinturas, dan principio los aztecas a una nueva visión histórica y religiosa.”  (Miguel León Portilla. 1961)

LAS REFORMAS FILOSÓFICAS Y RELIGIOSAS

Los mexicas dirigidos por Tlacaélel destruyeron los códices más importantes y antiguos, intentando borrar la historia y la filosofía de los toltecas. Con ello, pudieron transgredir la norma de Quetzalcóatl y modificar su religión. Es este, el verdadero problema -no resuelto hasta nuestros días- que los mexicanos hemos llevado por más de seis siglos. La conquista y todos los males posteriores derivan de “la ausencia de nuestros sabios maestros toltecas y de la transgresión filosófica e ideológica que iniciaron los mexicas y que más tarde remataron los españoles.”

Los mexicas dirigidos por Tlacaélel iniciaron una nueva era en la vida cultural de los pueblos que tenían miles de años de vivir en el Valle del Anáhuac y que tenían casi cinco siglos de decadencia cultural a partir del colapso del periodo Clásico Superior. Con el vigor y la poderosa fuerza de voluntad que caracterizó a los mexicas se “refuncionalizó” la cultura decadente y se creó una nueva propuesta para dinamizar a la cultura del Postclásico.
 
“Acabada esta fiesta, los señores de las ciudades se fueron a sus provincias y reinos y dieron en querer imitar a los mexicanos, y así, empezaron a hacer y a edificar templos y a sacrificar, con aquel modo y aparato, hombres, y a tener y a elegir sacerdotes y a hacer aquellas ceremonias y ritos; a ordenar ordenes de caballería y a tener ejércitos de armas, colegios y escuelas de cantar y danzar y de todos los ejercicios que en la ciudad de México había.” (Fray Diego Durán)

La nueva ideología proponía el cambio del culto al espíritu, por el culto a la materia. Sostenían que el sacrificio del corazón no era espiritual, que tenían que ser sacrificadas físicamente las personas y con su corazón palpitante alimentar al “Quinto Sol” ya que estaba amenazada su existencia, según las antiguas profecías. Pero la expansión no sólo fue religiosa y filosófica, los pueblos derrotados eran sometidos a pesadas cargas tributarias, como nunca antes se había dado en el Anáhuac. Los cambios de Tlacaélel dieron las bases del poderío Azteca y paradójicamente fueron, a la llegada de los europeos, su ruina.

“Victoriosos los aztecas, Tlacaélel tomó varias medidas que transformaron el pensamiento y la vida de su pueblo. Tlacaélel nunca quiso ser rey. Prefirió actuar sólo como consejero, primero de Itzcóatl y después de Moctezuma Ilhuicamina y de Axayácatl... La feliz conjunción de Tlacaélel y esos dos monarcas extraordinarios que fueron Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina, fue ciertamente el principio y la consolidación de los antiguos mexicanos. La figura de Tlacaélel, de quien llegó a decir a principios del siglo XVII  el célebre científico, según parece de origen alemán, Henrico Martínez, que era “a quien se debía casi toda la gloria del imperio azteca”, requiere mucho mayor atención que la casi nula, que hasta ahora se le ha concedido.” (Miguel León Portilla. 1961)

I
Tlacaélel desplazó el milenario binomio religioso Tláloc-Quetzalcóatl y a éste último lo suplió por Huitzilopochtli, dios tutelar mexica de la guerra, la sangre y la materia. Cambió el sacrificio espiritual por el sacrifico material de cautivos. En un periodo de decaimiento cultural, con la ausencia de los grandes maestros, con las profecías del retorno de Quetzalcóatl y con la amenaza de que cada 52 años se acabaría el Quinto Sol; los mexicas refuncionalizaron el sistema a partir del cambio de las premisas filosóficas y religiosas, en favor de un desarrollo material, bélico, fanático y de explotación de los pueblos vecinos. Es decir, los mexicas cambiaron el sentido espiritual de la vida, por un sentido material. La ideología materialista, místico guerrera fue al mismo tiempo su mayor logro y al mismo tiempo el origen de su derrota, pues cuando los españoles llegaron en el año que la profecía predecía el regreso de Quetzalcóatl, y que Hernán Cortés hábilmente aprovechó, asumiéndose como el capitán del personaje esperado. Casi todo el mundo en el Anáhuac se puso en contra de aquellos que cien años antes, habían transgredido milenios de un pensamiento humanista. Los mismos mexicas, muchos años antes de la llegada de los conquistadores y por iniciativa de Tlacaélel mandan a sus mensajeros al lugar mítico del origen, regresaron a decirle al primer Moctezuma, Ilhuicamina, que estaba amenazado el poderío de Huitzilopochtli.

“Y de las quejas grandes que Coatlicue tenía de Huitzilopochtli su hijo, y de cómo lo esperaba y lo que dejó dicho, que en cumpliéndose cierto tiempo, había de ser echado de esa tierra y que había de volver a aquel lugar, porque por la mesma orden que había de sujetar naciones, por esa misma orden le habían de ser quitadas y privado del dominio y señorío que sobre ellas tenía”. (Fray Diego Durán)

Muy caro pagaron unos y otros sus errores. Los aztecas por transgresores e imperialistas, y los pueblos que lucharon con los españoles en contra de ellos; porque al término de la guerra se dieron cuenta que los españoles no eran los enviados de Quetzalcóatl y resultaron más explotadores y sanguinarios que los mexicas.

El “famoso” imperio Azteca no duró más de 196 años, desde la fundación de Tenochtitlán en 1325, hasta su destrucción en 1521. El período más importante del México Antiguo fue el del Clásico, entre el año 200 a.C. y el 850 d. C.; la cultura representativa fueron los toltecas y el centro de este impresionante desarrollo cultural fue Teotihuacan. Los mexicas llegan al Valle del Anáhuac en los tiempos de la decadencia, cuando los maestros toltecas tenían siglos de haberse retirado y Teotihuacan era una serie de montículos cubiertos por tierra, maleza y olvido. El “famoso imperio Azteca” sólo tuvo escasos cien años de gran poderío y esplendor. Sorprende como la historia oficial -desde la época de la colonia- ha tratado de que los mexicanos pierdan la memoria histórica y crean encontrar su “lejano pasado”, en un pueblo como el mexica, que se caracterizó por ser: imperialista, centralista, transgresor de la filosofía, la ideología, la religión y las normas éticas y morales de nuestra herencia milenaria, la Toltecáyotl, que nació desde los milenarios tiempos de los olmecas.

LA MISIÓN DIVINA

Los mexicas se autodenominaron “los sostenedores del Sol” y se asignaron la misión divina para sostener y conquistar “la tierra rodeada por las aguas celestiales” a través de la imposición de su dios tribal Huizilopochtli, en sustitución del milenario Quetzalcóatl. Las reformas de Tlacaelel cambiaron el sentido espiritual de la religión y de la sociedad y le dieron un sentido material. Tlacaelel usó las formas toltecas, pero definitivamente cambió su fondo. Es por esta razón que el simbolismo de la religión mexica nos resulta poética, en sus prácticas totalmente deshumanizadas.

“ ¿Cómo admitir que la creencia en la tiranía del Sol sobre la vida física haya podido enraizar en el corazón de los hombres? Más verosímil es pensar que sólo por la fuerza pudo implantarse y que la espiritualidad de algunos aspectos de la vida azteca debía provenir de una tradición antigua, traicionada en su esencia en beneficio de una estructura temporal dominada por una implacable voluntad de poder”. (Laurette Séjurné. 1957)

Para llevar a cabo esta titánica empresa la sociedad se militarizó. Las escuelas dejaron de tener el carácter místico espiritual y pasaron a formar cuadros de guerreros de “batallas materiales”. El telpochcalli se transformó en una academia militar para los macehuales donde se formaba a la tropa. El calmécac pasó a ser una escuela de los pililis o hijos de los nobles, para formar cuadros de oficiales. La Batalla Florida espiritual de los toltecas, pasó a ser una guerra para tomar prisioneros y llevarlos al sacrifico ritual para “alimentar” al Quinto Sol e impedir su muerte y el fin del Imperio Azteca. La dualidad de Tláloc-Quetzalcóatl se cambió por la de Tláloc-Huitzilopochtli.

“Morir en el combate, o mejor todavía, en la piedra de los sacrificios, era para ellos la promesa de una dichosa eternidad: porque el guerrero caído en el campo de batalla, o sacrificado, tenía asegurado su lugar entre los “compañeros del águila”, los quauhteca, que acompañaban al sol desde su salida por el oriente hasta el cenit, en un cortejo deslumbrante de luz y resplandeciente de alegría, para reencarnar después en un colibrí y vivir por siempre entre las flores.” (Jacques Soustelle. 1955) 

Los mexicas cambiaron la milenaria organización de los pueblos en comunidades independientes y empezaron a desarrollar a partir de la Triple Alianza, una nueva unión de señoríos como una poderosa fuerza militar, política y económica, como nunca antes se habían visto en el Anáhuac. La guerra pasó a ser una razón de Estado y las pequeñas escaramuzas, casi simbólicas y poco sangrientas, pasaron a ser grandes campañas militares en las que se desplazaban miles de guerreros a grandes distancias, en ejércitos perfectamente organizados, armados y equipados, como no se habían dado antes en el Anáhuac.

“En la religión azteca, nos dicen, el hombre no tenía otro fin sobre la Tierra que el de alimentar al Sol con su propia sangre, sin la cual el astro moría agotado. Es este trágico dilema el que imponía a los dirigentes la triste obligación de elegir entre la matanza y el fin del mundo.” (Laurtte Séjurné. 1957)

Se sometieron a los Señoríos y se crearon las pesadas cargas tributarias, pues el objetivo de la guerra no sólo era conseguir “líquido divino” para alimentar al Quinto Sol, sino, además, conseguir bienes y materia prima en grandes cantidades de los pueblos sometidos, lo que permitió el formidable crecimiento de Tenochtitlán, que en pocos años pudo tener obras monumentales, que no hubieran podido crearse en ese periodo tan corto de tiempo por el esfuerzo y trabajo de los mexicas. Se le dio un vigoroso impulso al comercio, como nunca antes lo había tenido en el Anáhuac. Los pochtecas o comerciantes, pasaron a ocupar una alta jerarquía en la escala social de Tenochtitlán.

LOS POCHTECAS Y LOS GUERREROS

Los pochtecas llegaron a tener gran poderío, no sólo económico y político, sino también militar, a tal punto que en su momento se llegaron a enfrentar con el Tlaltocan de Tenochtitlán, pero fueron derrotados y castigados. Por la ideología del culto a la materia se fortalecieron y acentuaron dos actividades que nunca en el Anáhuac habían tenido gran relevancia, la del guerrero y la del comerciante.

Fue tanto el impulso y crecimiento que tuvieron los comerciantes y el comercio que, durante siete mil cuatrocientos años de desarrollo humano de la civilización del Anáhuac, llegando a tener grandes avances en la ciencia, las artes y la filosofía, pero nunca necesitaron crear la moneda. Fue con el poderío y expansión de los mexicas y el comercio, que un poco antes de la invasión europea se comenzó en el Anáhuac a crear las primeras formas de moneda, con el cacao y artículos de cobre. Esto no demuestra incapacidad, lo que demuestra es que los Viejos Abuelos no fundaron su civilización y el desarrollo humano en el comercio y en el consumo, por eso durante miles de años no necesitaron inventar la moneda. Sin embargo, por las modificaciones ideológicas que realizaron los mexicas a la herencia de sabiduría tolteca, la milenaria tradición espiritual del Anáhuac empezó a sufrir severas transformaciones, como la guerra, el comercio, la moneda y la propiedad privada.

“En la época que estudiamos se manifiesta una evolución significativa. Aunque teóricamente la propiedad privada sigue siendo colectiva, de hecho las tierras asignadas en usufructo a un tecuhtlli, son transmitidas por él a sus descendientes. Entonces pasan a ser pillalli, “tierras de pilli”; es decir que los hijos de los dignatarios, que ya por su nacimiento tienen derecho preferentemente a los altos puestos, se benefician además de los productos heredados. Un dominio privado se construye a expensas de un dominio público. Forzaríamos la palabra si dijéramos que el emperador y los dignatarios eran grandes propietarios de bienes inmuebles: en efecto, subiste la idea de que la colectividad tiene el derecho principal. Pero nos equivocaríamos igualmente si afirmáramos que este derecho era el único reconocido en la práctica.
La sociedad mexicana estaba en plena transición y la apropiación privada de la tierra afloraba, por decirlo así, a cada instante; las costumbres y los hábitos vigentes se alejaban cada vez más de la tradición.” (Jacques Soustelle. 1955) 

Este punto es muy importante, pues si tomamos en cuenta lo que ya se a dicho con anterioridad con respecto a las armas, vemos que la civilización del Anáhuac no fundamentó su expansión y desarrollo humano, ni en las armas ni en el comercio durante los períodos Preclásico y Clásico, y que las transformaciones de la antigua tradición se dieron cien años antes de la llegada de los invasores españoles.

La cultura occidental precisamente encuentra en el desarrollo de las armas, la expansión del comercio y la propiedad privada, las razones fundamentales para iniciar la conquista del mundo. Hasta nuestros días, la tecnología militar y los intereses comerciales siguen llevando a la cultura occidental a someter a otras culturas y países. La obsesión de destruir las formas propias y antiguas de organización de los pueblos e imponer “la democracia”, para abrir los mercados e imponer la libre empresa, ha caracterizado a Inglaterra en el siglo XIX y a Estados Unidos en el siglo XX y lo que va del XXI. La cultura occidental se sustenta en las armas, el comercio y la propiedad privada.  

“Organizaban y dirigían las caravanas de cargadores que, desde el valle central, llegaban a las provincias lejanas, semifabulosas, de la costa del Golfo de México y del océano Pacífico. Vendían en esos países los productos de México: telas, mantas de piel de conejo, vestidos de lujo, joyas de oro, orejeras de obsidiana y de cobre, cuchillos de obsidiana, tinturas de cochinilla, hierbas medicinales o para hacer perfume; de allá traían artículos de lujo: el chalchihuitl, jade verde, transparente, las esmeraldas, quetzalittli, los caracoles marinos, las conchas de tortuga de mar con las que hacían las paletas para preparar el cacao, las pieles de jaguar y de puma, el ámbar, las plumas de papagayo, de quetzal, de xiuhtototl. Su comercio consistía, pues, en exportar los productos manufacturados y en importar artículos exóticos de lujo.” (Jacques Soustelle. 1955)

El guerrero mexica fue la base material del poderío azteca y el pochteca su espía y explorador. Los hombres se dedicaron en mayor medida a la guerra, en virtud de que el Estado recibía por medio de los tributos: alimentos, textiles, materias primas, armas, artículos suntuarios, esclavos. La guerra permitía al mexica tener acceso a la riqueza y fundamentalmente al honor y ascenso en la escala social. Nunca dejaron de ser agricultores y artesanos, pero la guerra empezó a ocupar la mayor parte del tiempo y de su energía, lo mismo que el comercio. La sociedad mexica se convirtió en una sociedad militarizada muy bien organizada y los mercados o tianguis llegaron a tener increíbles dimensiones. Un formidable cuerpo de guerra que sometía a los pequeños e independientes señoríos. Una orden de comerciantes, con características de tipo militar, igual que la de los guerreros tigres o águilas. Los mexicas a pesar de haber recibido formidables derrotas por parte de los purepechas, tlaxcaltecas y cholultecas, entre otros, fueron casi invencibles, especialmente por la organización que tenían con los demás señoríos a quienes fueron incorporando en calidad de “aliados” después de haberlos vencido y la extraordinaria red de información que tenían a través de los pochtecas o comerciantes.

Es importante señalar que la guerra y las armas para la civilización del Anáhuac, nada tenían que ver con la concepción europea. La guerra era una actividad para “tomar cautivos para alimentar al Quinto Sol”. El objetivo de la guerra en el Período Postclásico no era matar, destruir o arrasar. Las guerras se pactaban entre mensajeros. Se acordaba el día, el lugar y el número de guerreros. Generalmente se realizaban en descampados y muy pocas veces en ciudades. Esto se daba sólo en condiciones de “castigo”, por ejemplo: cuando un aliado se sumaba a un enemigo. Existían las treguas por fiestas o exequias, y en un momento dado, cualquiera de las partes podía solicitar el fin de la contienda y los ejércitos regresaban a sus ciudades con sus heridos y sus cautivos. Algunas guerras se hacían sólo para mantener a los ejércitos en forma y tomar cautivos, como las que los mexicas obligaban a dar a los tlaxcaltecas.

Las armas, como ya se apuntó, no reflejan el avance científico que alcanzaron los Viejos Abuelos en otros campos del conocimiento. Lo que implica su desinterés histórico y cultural por la guerra. Un bastón con incrustaciones de pedazos de filosos cristales de obsidiana, lanzas con puntas de obsidiana, bastones con pesadas piedras en una punta a manera de mazos, y arco y flecha, fueron las armas ofensivas. Las armas defensivas fueron un escudo hecho con armazón de madera recubierto de piel y plumas, trajes hechos con manta reforzada y en algunos casos de caparachos y huesos de animales o pedazos de piel cocida a la manta. Lo que demuestra que la guerra fue para la civilización del Anáhuac algo muy diferente que para los europeos, chinos, indios, egipcios y mesopotámicos. Este punto no ha sido analizado con mayor profundidad por los investigadores, ya que desde los tiempos de Colón y Cortés, esta característica de las culturas invadidas fue tomada como una deficiencia y una falta de “capacidad civilizatoria”.

La organización de los pochtecas y sus famosos “tamemes” o cargadores, así como el sistema de mercados o tianguis, fue usado por los españoles durante los tres siglos de Colonia y de alguna manera sobreviven hasta nuestros días. No sólo en las comunidades indígenas y campesinas, sino en las grandes ciudades con los “tianguis urbanos” y los vendedores ambulantes.          
 
EL ROSTRO MEXICA

Se ha escrito mucho sobre los mexicas. Desde las llamadas “fuentes” y posteriormente los criollos que han tratado de dar validez a su proyecto de “país neo colonial”, en un remoto origen indígena. Los criollos manejaron la imagen de los mexicas, igual que los europeos han manejado la imagen de los griegos y los romanos, como sus más remotos y gloriosos antepasados.

Se han escrito muchas mentiras sobre los mexicas. Ya sea para denostarlos y pintarlos como poderosos salvajes idólatras demoníacos, que nadaban en ríos de sangre a través de sacrificar a miles y miles de seres humanos, que fueron vencidos heroicamente por un puñado de “soldados” españoles, dirigidos por un valeroso líder carismático o para pintarlos como una alta cultura, creadora de toda la grandeza del Anáhuac. Inventores del calendario, las matemáticas, la lengua, la arquitectura e ingeniería, así como de la religión y las formas de organización social. Poseedores de la “tinta roja y negra”, creadores de  La Toltecáyotl.

Ninguna de las dos versiones es cierta. No se debe fincar la descolonización de nuestra nación y la búsqueda de nuestra antigua raíz, en el último pueblo que llegó salvaje del Norte, cuando tenía siglos de haberse colapsado el esplendor del Anáhuac. No se puede sentir orgullo del pueblo explotador del Anáhuac, el pueblo trasgresor de La Toltecáyotl. No se trata de ubicarse en posiciones radicales en contra o a favor. Se trata, en cambio, de dimensionar en toda su extensión y potencialidad la historia antigua antes de la invasión, para reconstruir verídicamente nuestra memoria histórica y desmantelar los mitos y mentiras del colonizador. Debemos de darnos cuenta de que quien creó el mito del “Imperio Azteca” fueron los colonizadores, pues a final de cuentas, un puñado de sus antepasados conquistó y destruyó al “formidable” poderío mexica.

Mantener el mito del supuesto poderío azteca y su inexacta grandeza, es quedar en manos de los herederos culturales de los conquistadores, quien de esta manera nos impiden conocer con mayor profundidad la milenaria civilización de la que formamos parte viva.   

Por supuesto que se debe reconocer la formidable capacidad de romper la inercia depresiva que tenía la cultura en el Anáhuac en el período Postclásico por parte de los mexicas. Su gran fuerza de voluntad y su templanza para enfrentar los desafíos para consolidar su hegemonía. Su capacidad para refuncionalizar el arte, es una prueba innegable de los alcances y talento que tuvo la cultura mexica. Estas características y virtudes no pueden pasar desapercibidas, pero tampoco podemos exaltar vanamente lo falso y lo negativo. Debemos de analizar y conocer las razones por las cuales, un puñado de facinerosos, pudo someter a millones de indígenas. Conocer la verdad nos permitirá iniciar el camino de revalorización de nuestra antigua civilización.
Existen siete mil trescientos años de desarrollo humano, diversas culturas y periodos de increíble esplendor, que debemos de tomar en cuenta para estructurar la herencia cultural e histórica de Los Viejos Abuelos y actuar en consecuencia como, “los hijos de los hijos de ellos”, de cara al futuro. 

“Un estudio más profundo de esta sociedad (mexica) mostraría, sin lugar a dudas, profundas contradicciones, que explican a su vez las tensiones internas de las cuales se liberaba, ocasionalmente, en forma ritual. Y el origen de esas contradicciones debe buscarse en la superposición y la mezcla de culturas diferentes: la de los toltecas, transmitida por los habitantes sedentarios del valle, y la de las tribus nómadas de las cuales formaban parte los aztecas que contribuyeron a formar la civilización mexicana tal como era en la época de su descubrimiento.” (Jacques Soustelle. 1955)

La cultura mexica es entonces la fusión, a veces armoniosa y otras discordante, entre la milenaria sabiduría tolteca, llena de símbolos espirituales y religiosos, que se encontraba en un momento de decadencia, y la vigorosa cultura mexica, heredera de la férrea voluntad del poder material, para sobrevivir en mundo agreste y semiárido. Los aguerridos nómadas en asenso y los pacíficos sedentarios en decadencia. La mezcla de los pueblos místicos y los pueblos guerreros.

La mexica fue una cultura que no pudo concluir el sincretismo y la mezcla entre las dos herencias que le dieron vida. Realmente su tiempo fue muy corto (de 1325 con la fundación de Tenochtitlán a 1521 con su caída sólo duró 196 años) con relación al periodo de los siete mil quinientos años que abraca la civilización del Anáhuac, desde la invención de la agricultura hasta la invasión europea.

La historia de los mexicas la podíamos dividir en tres periodos muy cortos. El primer periodo se dio desde su llegada, como bárbaros nómadas, al Valle del Anáhuac en el siglo XII y la toma del poder del tlatuani Itzcoátl en 1424, donde inicia la carrera política de Tlacaélel siendo muy joven. El segundo periodo abarca toda la influencia y hegemonía de Tlacaelel como cihuacoátl de varios tlatuanis (Itzcoátl, Moctezuma el Viejo, Axayacatl, Tizoc y Ahuizotl) hasta su muerte en 1480. El tercer periodo, de la muerte de Tlacaelel a la caída de Tenochtitlán.

Los mexicas no tuvieron tiempo de reconstituir la ideología que creó Tlacaélel. En el último periodo, antes de la invasión española, existió una corriente de altos dirigentes civiles y religiosos que proponían volver a apegarse más a la ideología y la religión de los antiguos toltecas. Esta situación agravó aún más los conflictos de la clase dirigente a la llegada de Cortés, pues los seguidores del pensamiento de Tlacaélel deseaban exterminar a los intrusos y los que deseaban volver a la antigua doctrina de Quetzalcóatl de los toltecas, pedían recibir a Cortés como embajador de Quetzalcóatl.

Lo cierto es que les faltó tiempo a los mexicas para madurar y decantar su ideología y religión. En algunos campos, especialmente el del arte, los mexicas no sólo llegaron a igualar la destreza de los antiguos toltecas, sino que como lo podemos apreciar en nuestros días, especialmente en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia, llegaron en algunos casos a superar a los maestros toltecas.

CRONOLOGÍA DE LOS TLATOANIS MEXICAS

Los tres primeros tlatoanis gobernaron bajo el señorío de Atzapotzalco, y fueron sus tributarios porque les dejaron vivir en las tierras de su señorío.
Siguió el mando en Acamapichti, que significa “Manojo de Flechas”; de 1377 a 1389.
Después gobernó Huitzilíhuitl, que significa “Pluma de Colibrí”, de 1390 a 1410.
Le sucedió Chimalpopoca, que quiere decir “Escudo Humeante”, de 1418 a 1428.
Le siguió Itzóatl o “Serpiente de Obsidiana”, de 1428 a 1440. Bajo su mando cayeron los señoríos de Coyoacán y Xochimilco.
Tomó el gobierno Motecuhzoma Ilhuicamina, que significa “El Flechador del Cielo”, de 1440 a 1469.
El Tlatócan nombró a Axayácatl, o “Cara de Agua”, que gobernó de 1469 a 1481, Durante su mandato se esculpió el llamado “Calendario Azteca” y se combatió por primera vez con los purépechas.
Le siguió Tizoc, cuyo nombre quiere decir “El Sangrado”, de 1481 a 1486, se dice que fue envenenado porque no aumentó las conquistas de los mexicas. Durante su reinado se amplió el recinto del Templo Mayor.
A su muerte gobernó Ahuízolt, o “Perro de Agua”, de 1486 a 1502, fue un gran conquistador que amplió los dominios mexicas hasta Zacatecas y el Soconusco al sur, es decir hasta el límite con Guatemala. Inauguró el Templo Mayor y construyó un acueducto que provocó una inundación sobre Tenochtitlán, en la que murió accidentalmente.
Le siguió en el mando Motecuhzoma Xocoyotzin, “el joven”, de 1502 a 1520, quien sometió a algunos grupos independientes y luchó contra los tlaxcaltecas y huexotzincas. A él se debe el lujo y esplendor del imperio mexica y la imposición ante los aliados de Tlacopan y Texcoco. A Motecuhzoma le tocó recibir a Hernán Cortés.
En 1520 el Tlatocan desconoce como Huey Tlatoani a Motecuhzoma y nombra como a Cuitláhuac o “Excremento Seco”. Al mando de él se inició la lucha en contra de los invasores europeos, pero murió de viruela durante una terrible epidemia que cobró la vida de muchos mexicas.
En 1521 fue nombrado tlatoani Cuauhtémoc, o “Águila que Desciende”, quien defendió la ciudad de México Tenochtitlán y es tomado preso el 13 de agosto de 1521 y asesinado por Cortés en Isancanac, provincia de Acala, la madrugada del 28 de febrero de 1525.

 15 . LA CONQUISTA.

La historia del “descubrimiento” de América, su violenta conquista y su injusta colonización durante los últimos cinco siglos, ha estado en  manos de los vencedores y de los hijos de los hijos de todos los europeos que han seguido llegando a México, para hacer fortuna a través de los “nativos” y sus al parecer, inagotables recursos naturales. Ayer el oro y la encomienda, hoy el petróleo y el salario mínimo, pero la historia se repite. El conocer la historia, libera a los pueblos de cíclicos y repetitivos errores. Resulta imprescindible que los mexicanos debamos conocer nuestra “verdadera historia”, para que no siga habiendo vencedores y vencidos, dominados y dominadores, colonizados y colonizadores.

“No fue así lo que hicieron los Dzules (españoles) cuando llegaron aquí. Ellos enseñaron el miedo; y vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de los otros.” (Libro de Chilam Balam de Chumayel)

EL MUNDO DE LOS CONQUISTADORES

España venía de la expulsión de los árabes, quienes habían dominado la península a lo largo de ochocientos años[44]. Los reinos de Castilla y Aragón apenas en 1479 se habían unido para formar la Corona Española a partir de la boda de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, por lo cual eran una corona “nueva, pobre y con territorios desbastados” y hombres en armas.

La colonización nos ha hecho creer que cuando llegaron al Anáhuac los invasores ya existía el gran imperio español. Totalmente falso. En ese entonces lo que hoy es España, era un territorio que había sido dominado ochocientos años por los moros. Sus pobladores no tenían la identidad y el concepto de “imperio español”.

Al mismo tiempo que en América se realizó una sangrienta conquista a sangre y fuego, lo mismo sucedía en esos territorios que estaban integrados por pequeños reinos y naciones con una gran influencia musulmana. Los reinos de Castilla y Aragón invadieron y sojuzgaron a estas naciones con las armas para más tarde hacer la España que conocemos. Pero algunos pueblos no se dejaron sojuzgar totalmente, como el reino de Portugal, que más tarde se convertirá en un país y desde luego los pueblos vascos y catalanes, que hasta la fecha siguen pelando su autonomía.

El discurso colonizador nos hace creer que llegó a México un gran imperio representado por un ejército compuesto por “soldados” españoles. Totalmente falso. España no llegó a ser un gran imperio hasta finales del siglo XVI y eso se debió, indiscutiblemente, a las riquezas que saquearon de México y Perú a través de una feroz explotación de los pueblos invadidos y una depredación de sus riquezas naturales. Por otra parte, España y Europa en general, no tuvieron ejércitos en forma hasta el siglo XVII.

Por otra parte Europa había perdido el paso comercial al Oriente por la toma de Constantinopla[45] y del cercano Oriente por los Turcos. La economía de Europa en aquellos tiempos dependía del  comercio de las especias y de múltiples objetos de consumo que importaba de aquellas lejanas tierras.

“Fue Cristóbal Colón, financiado por mercaderes venecianos, y no por las escasas y modestas joyas que pudo haber tenido la Católica Isabel, quien abrió el camino a nuestro continente”. [José María Muría. 1982]

Inmediatamente después del encuentro accidental del Cen Anáhuac (Norteamérica) y del Tahuantinsuyo[46] (Sudamérica), los españoles inician la invasión, destrucción, saqueo, explotación y exterminio de los pueblos “descubiertos”, con el permiso divino de la iglesia católica y el apoyo legal de la corona española.

“En 1493, el Papa español Alejandro VI, árbitro supremo de la cristiandad, cedió a España los territorios vistos por Cristóbal Colón y sus compañeros, y “todas las islas y tierras firmes que se descubrieren hacia el occidente y mediodía” del meridiano distante cien leguas de las Azores y Cabo Verde, para reducir “a los  habitantes y naturales de ellas a la fe católica” y recoger, como premio de la cruzada, “oro, cosas aromáticas y otras muchas de gran precio, diversas en género y calidad.”  (José María Muría. 1982)

La búsqueda de vías alternas de comunicación con China y la India, significó más tarde para Europa, más que mantener el comercio, una fuente de poder continental y mundial. La tecnología oriental era muy superior a la europea, no sólo por la brújula, la pólvora, la cerámica, la seda, el papel y la aleación de los metales; sino la antigua y superior tecnología en la navegación, recuérdese que China y la India, son dos civilizaciones mucho más antiguas que la europea. Un ejemplo es que en 1400 d.C. el total de la flota china ascendía a 3500 barcos, de los cuales 400 eran de guerra, 400 mercantes y 2700 guardacostas[47].

“Probablemente, los barcos más seguros del mundo, y también los de mayor calado, eran chinos, y a partir de la época de los Sung, los mercaderes chinos viajaron a puntos muy distantes de sus propias aguas. Ibn Battuta, que visitó a la India y China en el siglo XIV, escribió que en sus tiempos todo el comercio entre Malabar y el sur de China se hacía en barcos chinos....Los navegantes árabes estaban familiarizados con las largas travesías oceánicas y disponían de barcos seguros. Es interesante observar que los árabes que tuvieron contacto con la gente de Vasco de Gama no se mostraron impresionados por las naves europeas; admiraron su recia construcción, pero los juzgaron poco manejables y lentos....En conjunto, es probable que los árabes deban colocarse al lado de los chinos entre los pueblos marítimos que en el siglo XV habrían podido circunnavegar África y quizá cruzar el Pacífico si lo hubiesen intentado.”  ( J.H. Parry. 1989)

De esta manera es interesante entender que los pueblos de Asia tenían una tecnología muy superior a la europea y que al ser apropiada por los europeos, se usó con fines comerciales, militares y de expansión. Las tecnologías que Europa copió de Asia y que le sirvió más tarde para invadir y apropiarse del planeta entero, los asiáticos a pesar de haberlas inventado, a pesar de tener el poderío militar y marítimo, no intentaron adueñarse y someter al planeta.

Las concepciones de la vida y el mundo, la guerra y el poder, entre los europeos y el resto del mundo han sido totalmente diferentes. De modo que la “heroica” empresa de “descubrir el nuevo mundo”, no fue más que una aventura comercial y guerrera, financiada por los voraces mercaderes y llevada a cabo, por los españoles más pobres e ignorantes de la obscura edad media, a cualquier precio y sin ningún escrúpulo.

“Es imposible imaginarse a los exploradores del siglo XV buscando el Polo Norte. Eran hombres prácticos, igual que los gobernantes y los inversionistas que financiaban sus viajes, y sus objetivos también prácticos: principalmente, establecer contactos con países no europeos concretos, países cuya existencia era conocida, países de cultura avanzada e importancia comercial, países cuyos habitantes podían suministrar mercancías valiosas y de cuyos gobernantes podía recabarse alianza y apoyos políticos. La exploración podía revelar otras ventajas, huelga decirlo: pesquerías no explotadas e islas fértiles donde había feudos y tierras cultivables a disposición de quien quisiera apoderarse de ellos. Con todo, hasta las islas eran mejores si estaban habitadas, preferiblemente por gentes dóciles y laboriosas... En su mayor parte, los exploradores no buscaban tierras nuevas, sino rutas nuevas para llegar a tierras conocidas... Así pues, la originalidad y la importancia de los viajes del siglo XV no consistían tanto en revelar lo deshabitado y lo desconocido como vincular, por medio de rutas marítimas utilizables, regiones separadas de lo habitado y conocido... la experiencia de Colón no era del todo distinta; pero, obviamente, no ocurría lo mismo en el caso de sus habitantes. Colón no descubrió un mundo nuevo; estableció contacto entre dos mundos, ambos habitados, ambos ya viejos en términos humanos.”   (J.H.Parry. 1989)

LA RAZÓN DEL “DESCUBRIMIENTO”

El “descubrimiento del Nuevo Mundo” en 1492, marca el inicio de la búsqueda del poder de los “comerciantes o mercaderes”. La invasión de América, África y posteriormente Asia, por las coronas europeas, generalmente estaba financiada y alentadas por los mercaderes, pues debemos de recordar que “la iniciativa privada” no existía en aquellos tiempos. La lucha frontal entre “el Estado y el Mercado” inicia con la invasión de América en 1492 y termina a finales del siglo XX con la imposición del neoliberalismo económico y la globalización económica.

Si bien es cierto que los conquistadores españoles traían los pendones de la corona española, eran totalmente financiados por los mercaderes. Esa fue una de las razones por las cuales la corona española no tuvo el control total de los conquistadores españoles, ya que no eran soldados, ni era la alta nobleza. En cambio, era la escoria de una España sumida en la pobreza y la ignorancia, pues acababan de terminar a un alto costo la guerra de reconquista con los árabes. Este tropel de hombres sin educación y deseosos de enriquecerse a través del saqueo y la explotación, fueron financiados y usados por los mercaderes para iniciar la conquista del mundo.   

“Una vez vide que, teniendo en la parrilla quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban a otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mando que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que un verdugo, que los quemaba, no quiso ahogarlos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen y atizoles el fuego hasta que se asaran de espacio como él quería. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas. Y porque la gente que huir podía se encerraba en los montes y subía a las sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco. Estos perros hicieron grandes estragos y carnicerías. Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen habían los cristianos de matar cien indios.”
“...muchas fuerzas e violencias e vejaciones que le hacían, comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo.”  (Bartolomé de las Casas. 1552)

De esta manera la invasión europea, no fue generada por un espíritu humanista y científico. Tampoco fue el ejercicio pleno de la autoridad de la corona española. Fue una empresa comercial y guerrera, protagonizada en parte por los “inversionistas”, ricos comerciantes que deseaban encontrar primero, una nueva ruta para comerciar con Asia y después, saquear de las tierras “descubiertas”, los metales preciosos y explotar hasta el exterminio a sus habitantes. El mismo Colón será impulsado por la codicia y la ambición. La “Historia oficial” hispanista nos lo ha presentado como un explorador humanista. Nada más falso que eso.

Cristóbal Colón, que recientes investigaciones demuestran que no era genovés, sino al parecer era un judío catalán. Quien fue asesorado por los mercaderes, hace firmar a los reyes de España, el 17 de abril de 1492, las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, en las que pidió los títulos de, “Almirante Mayor de la Mar Océano, Virrey y Gobernador General” de las tierras que descubriera, el derecho de terna (presentación de tres nombres) en los nombramientos de regidores, el décimo o 10% de todas las mercancías que se negociaran en las Indias, derecho de exclusividad en los pleitos que surgieran por las mercadurías indianas, y de contribuir con un ocheno u octava parte 12.5% de los gastos de armar naves comerciales, obteniendo entonces el mismo porcentaje de los beneficios. Como se aprecia, su avaricia y la de los mercaderes que financiaban la expedición, fue muy grande y eso a la larga fue lo que hundió a Colón y distanció a los mercaderes de la Corona española. 

Los compañeros de la aventura de Colón eran la gente más pobre y los condenados a cadena perpetua, que veían en el viaje la única posibilidad de salir de las mazmorras. Al tiempo los españoles que se fueron a “Hacer la América”, fueron los campesinos sin tierra, presidiarios, soldados de fortuna y la baja nobleza empobrecida, quienes buscaban ante todo, la fortuna inmediata y desmedida a cualquier precio.

“Como los hombres no somos todos muy buenos, antes hay algunos de mala conciencia, y como en aquel tiempo vinieron de Castilla y de las Indias muchos españoles pobres y de gran codicia, e caninos e hambrientos por haber riquezas y esclavos...”   (Bernal Díaz de Castillo)

La historia hispanista nos habla de un  grupo de valientes e intrépidos soldados y exploradores, que venían a descubrir un mundo primitivo y salvaje en favor del progreso. Que arriesgaron sus vidas en favor de la religión y de la humanidad. Este puñado de hombres heroicos, nos los han pintado como un grupo compacto de “soldados”, dirigido por un líder respetado por todos. La realidad encubierta nos dice todo lo contrario.

“Había muchas deudas entre nosotros, que debíamos de ballestas a cincuenta, y a sesenta pesos, y otros de una espada cincuenta, y de esta manera eran tan caras todas las cosas que habíamos comprado, pues un cirujano, que se llamaba maestre Juan, que curaba algunas malas heridas y se igualaba por la cura a excesivo precio, y también un medio matasanos que se decía Murcía, que era boticario y barbero, que también curaba, y otras treinta trampas y tarrabusterías que debíamos, demandaban que las pagásemos de las partes que nos tocaban.”(Bernal Díaz del Castillo). Este pasaje confirma la estructura privada rígida de la expedición en que ni las heridas corren a cargo del común, Se explica mejor la codicia de los soldados al reparar en que no había un verdadero cuerpo de ejército, sino una asociación.” (Silvio A. Zavala. 1933)

LA FILOSOFÍA DE LA CONQUISTA

Los españoles estructuraron una filosofía que justificara y legalizara la invasión, destrucción, sometimiento y explotación de los pueblos indígenas. Legitimar la injusticia, la atrocidad, el genocidio, fue el objetivo de juristas, teólogos, religiosos, nobles, comerciantes y aventureros. Generar la riqueza a partir del despojo y el crimen, fue “razón de Estado”.

“Y tenga vuestra majestad por muy cierto que según la cantidad de tierra nos parece ser grande, y las muchas mezquitas que tienen, no hay año que, en lo que hemos visto, no maten y sacrifiquen de esta manera tres o cuatro mil animas. Vean vuestras reales majestades si deben evitar tan gran mal y daño, y cierto seria Dios Nuestro Señor muy servido, si por mano de vuestra reales altezas estas gentes fueran introducidas e instruidas en nuestra muy santa fe católica...”  (Hernán Cortés. 1519)

La primera idea fue que los indígenas no eran “seres humanos”, sino animales. La segunda, que al estar ausentes del Dios europeo y la religión católica, eran producto del demonio. Tercera, que lo “Universal Humano” es para el europeo su cultura y él mismo; por lo que los indígenas y su cultura resultaban inferiores. Cuarta, desde sus mismos orígenes, los pueblos europeos han vivido en un mundo de amenazas, rivalidades, guerras, invasiones y saqueos; por lo que el “derecho de guerra y conquista” era el que tenía el pueblo vencedor de hacer uso en provecho y beneficio, indistintamente de los hombres, tierras y propiedades del pueblo conquistado.

“Las personas y bienes de los que hayan sido vencidos en justa guerra pasan a los vencedores. Los vencidos en justa queden siervos de los vencedores, no solamente porque el que vence en alguna virtud excede al vencido, como los filósofos enseñan, y porque es justo en derecho natural que lo imperfecto obedezca a lo más perfecto, sino también para que con esta codicia prefieran los hombres salvar la vida de los vencidos (Que por esto se llaman siervos: “se servare”) en vez de matarlos: por donde se ve que este género de servidumbre es necesario para la defensa y conservación de la sociedad humana...” (Juan Ginés de Sepúlveda. 1490-1573) [48]

La civilización europea tiene sus bases en el pensamiento judeocristiano, la cultura grecolatina y la cultura germánica. Del primero se desprende que, “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y lo hizo para gobernar sobre los seres y las cosas, usando al mundo y matando a los animales en su provecho”. De la segunda se argumenta, “El hombre grecolatino” tiene como misión: que debido a su supuesta “superioridad racional”, debe dominar, transformar y explotar a la naturaleza”. De la tercera se inspira la pasión y vocación militarista, que se torna agresiva, con su perpetua voluntad de dominio, alimentada por sus voraces impulsiones explotadoras, desde sus más remotos orígenes, hasta nuestros días. Por lo tanto, los indígenas estaban condenados “legalmente” a la esclavitud y a la explotación por medio de las armas y con la bendición de Dios, sin ningún derecho. Por primera vez en la historia de la humanidad se estigmatiza a una “raza y a una cultura” como inferior y como esclava “a natura”.

Desde la llegada de Colón a las Antillas, donde los indígenas fueron brutalmente exterminados en muy pocos años, el conquistador primero y después el colonizador, impusieron su derecho de apropiarse de lo que no les pertenecía, y en honor de este supuesto derecho; masacrar, mutilar, violar, herrar, robar, esclavizando y explotando a los pueblos invadidos; justificando estas acciones, como una empresa “civilizadora, evangélica y heroica”, como resultado de una supuesta superioridad religiosa, racial y cultural.

El problema para América y México, es que se sigue repitiendo este esquema, gracias a muchos cambios de forma, pero el fondo colonizador de las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, sigue siendo el mismo del Siglo XVI al siglo XXI.

“En el año de mil y quinientos y diez y siete se descubrió la Nueva España, y en el descubrimiento se hicieron grandes escándalos en los indios y algunas muertes por los que la descubrieron. En el año de mil y quinientos y diez y ocho la fueron a robar y a matar los que se llaman cristianos, aunque ellos dicen que van a poblar. Y desde este año de diez y ocho hasta el día de hoy, que estamos en el año de mil quinientos cuarenta y dos, ha rebosado y llegado a su colmo toda la iniquidad, toda la injusticia, toda la violencia y tirana de los cristianos que han hecho en las Indias, porque del todo han perdido todo el temor a Dios y al rey, y se han olvidado de sí mesmos. Porque son tantos y tales los estragos y crueldades, matanzas y destrucciones, despoblaciones, robos, violencia y tiranías, y en tantos y tales reinos de Tierra Firme, que todas las cosas que hemos dicho son nada en comparación de las que se hicieron; pues aunque las dijéramos todas, que son infinitas las que dejamos de decir, no son comparables ni en numero ni en gravedad a las que desde el dicho año de mil y quinientos y diez y ocho se han hecho y perpetrado hasta este día y año de mil quinientos y cuarenta y dos, y hoy, en este día del mes de septiembre, se hacen y cometen las mas graves y abominables. Porque sea verdad la regla que aquí pusimos, que siempre desde el principio han ido creciendo en mayores desafueros y obras infernarles.” (Bartolomé de las Casas. 1542)

La “historia oficial” hispanista evita difundir el pensamiento y la crítica de personas como Bartolomé de las Casas. Más aún, alienta que el común de la gente no investigue las mismas fuentes, pues al leer de manera crítica y analítica estos textos, el lector encuentra las mentiras, aberraciones y cinismo de los que los escribieron. El propio Cristóbal Colón, Hernán Cortés o Bernal Díaz del Castillo, en sus escritos relatan sus atrocidades.

“Al leer los escritos de Colón (diarios, cartas, informes), se podría tener la impresión de que su móvil esencial es el deseo de hacerse rico (aquí y más adelante digo de Colón lo que podría aplicarse a otros; ocurre que muchas veces fue el primero y que, por lo tanto, dio el ejemplo). El oro, o más bien la búsqueda del oro, pues no se encuentra gran cosa en un principio, está omnipresente en el transcurso del primer viaje. En el día mismo que sigue al descubrimiento, 13 de Octubre de 1492, ya anota en su diario: ‘No me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro’(15.10.1492). ‘Mandó el Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante salvo oro’(1.11.1492). ‘Incluso su plegaria se ha convertido en: -Nuestro Señor me aderece, por su piedad, que halle este oro..-’(23.12.1492)”.
(Jacques Lafaye. 1991)

Con base en este principio ideológico y filosófico, los europeos encontraron la justificación por “derecho” terrenal y divino, de la conquista y colonización, no sólo de América, sino del mundo entero. Pues a partir del siglo XVI, los europeos invadieron América, África, Asia y Oceanía. Destruyendo culturas y religiones, subordinando economías y mercados, esclavizando y exterminando pueblos enteros; todo en favor de sus intereses económicos y políticos, amparados por su religión.

La “historia oficial” ha sido hispanista desde 1520, cuando el propio Hernán Cortés escribe –Las Cartas de Relación-, que son una visión totalmente parcial de los sucesos, pues tenían la intención de justificar a Cortés ante el rey de España, por haber traicionado al gobernador de Cuba, quién le subrogó la concesión para robar oro de las costas del Golfo de México en lo que hoy conforma el territorio nacional. La historia hispanista sigue poniendo a Hernán Cortés como un gran héroe.

“Pero el adversario que más inquietaba a Hernán Cortés era Diego Velásquez; y no sin razón, ya que el gobernador envió, en cuanto pudo, a Narváez en su persecución. La preocupación por dar a su situación una apariencia legal nos instruye acerca de la importancia del respeto a las formas jurídicas en las conquistas”. (Jacques Lafaye. 1991)

EL CONQUISTADOR

Hernán Cortés fue un hombre de su tiempo. Hijo de un Hidalgo pobre, de joven fue expulsado de la Universidad de Salamanca donde quería estudiar derecho, por sus bajos resultados académicos. Más tarde se prepara para partir a una expedición a Italia, pero es tundido por un marido ofendido, pues escriben sus biógrafos con gran eufemismo, “que gustaba de visitar lechos de mujeres casadas”, lo que lo hace estar en cama por meses y a los 19 años zarpa a hacer fortuna a América y desembarca en la isla de Santo Domingo en 1502, en las nuevas tierras actuó como escribano, agricultor, granjero y más tarde como conquistador.

“Los principios de su estancia (Cortés) en el Nuevo Mundo como las circunstancias de su travesía, precedida por un vagabundo picaresco, contribuyen a presentárnoslo como un emigrante bastante oscuro.”
(Jaques Lafaye. 1991)

Acompañó más tarde a Diego Velásquez en 1511 en la conquista de Cuba. Fue luego secretario del mismo y más tarde alcalde de Santiago de Baracoa. A pesar de que tuvo dificultades con Diego Velásquez, pues sedujo a la hermana de la novia del gobernador, Catalina Juárez Marcaida, y no aceptó casarse con ella, huyendo de la ley se refugió en una iglesia. Al casarse posteriormente en 1514 con Catalina, logró que él fuera su padrino.

Es importante señalar que siendo gobernador de la isla de Cuba Diego Velásquez, obtiene la concesión de la corona española para ir a “rescatar oro”[49] a las costas de los que hoy es el territorio de México. Trata de subrogar la concesión primero con Baltasar Bermúdez y finalmente lo hace con Cortés.

“Diego Velásquez decidió poner en pie –a su costa, de acuerdo con el procedimiento habitual- una expedición. Pensó en confiar el mando a uno de sus compatriotas de Cuellar, Baltasar Bermúdez, pero éste puso condiciones que disgustaron a Velásquez; el gobernador, airado, lo echó en términos violentos como era su costumbre. Entonces, según Las Casas, Amador de Lares lo convenció para confiar el mando a Cortés –con el cual había de repartir los beneficios de la expedición. Pero aquí debemos ceder la palabra a Gómora (es decir, al propio marquez), de acuerdo con el cual, Baltasar Bermúdez rechazó el mandato porque Velásquez le reclamaba una participación de tres mil ducados; tras ese fracaso, Cortés fue sondeado, a condición de que tomara a su cargo la mitad de los gastos, ya que “tenía dos mil castellanos de oro en compañía de Andrés de Duero, mercader”, es decir, tenía un socio comanditario. Vemos aquí, en una escala modesta, cómo empezaba a ser invertido el capital comercial en las empresas coloniales.”  (Jaques Lafaye. 1970) 

LA INVASIÓN

En esta situación llega Hernán Cortés a las costas de Quinta Roo en 1519, con 11 barcos, 553 aventureros y 110 marineros, más un centenar de negros e indígenas caribeños. Había salido prófugo de la ley de Cuba, pues el Gobernador de la isla, Diego Velásquez, sabiendo de los planes de traición del flamante capitán, mandó detener a Cortés, pero éste adelantó su partida para evitar ser detenido y encarcelado.

Esta es la razón por la cual, ante la proximidad de un motín en la expedición ya anclada en las costas de Veracruz, aquellos que no querían a Cortés como capitán, pugnaban porque la expedición retornara a Cuba y entregaran preso a Cortés y que el gobernador Velásquez les asignara a otro capitán. Hernán Cortés mandó quemar las naves para evitar la lucha entre españoles y su probable encarcelamiento.

“Alzado” de hecho con la armada, pero reconociendo en sus cartas sus deberes públicos y privados hacia Diego Velásquez, salió Cortés de la isla de Cuba. En la costa de Veracruz, antes de la penetración militar a la Nueva España, el rompimiento, ya franco, cobró matices jurídicos.

Cortés había celebrado cuantiosas operaciones de rescate; la facción velasquizta se daba por satisfecha y temerosa del gran número de los indios pedía el regreso a Cuba; don Hernando y los soldados proletarios, incitados por la riqueza, deseaban, por el contrario, penetrar en empresa de pacificación y conquista de las tierras (saqueo y despojo N. A.). La vuelta a Cuba podía significar para el capitán su ajusticiamiento por rebelde.” (Silvio Zavala. 1991.) 

El gobernador Velásquez, había logrado obtener la “concesión de rescatar oro” de  lo que hoy es México, lo que se debe entender como un saqueo para no usar eufemismos. Es importante mencionar que salvo los dos primeros viajes de Colón, la invasión de América, fue una empresa popular y no de la Corona de España. En efecto, los inversionistas y los aventureros personalmente financiaron las expediciones, unos con sus propios recursos y otros con sus vidas. La corona española otorgaba la concesión mediante un cabildeo que se hacía en la corte y su “costo” era que, el 20% de lo robado le pertenecía a la corona, el famoso “quinto real”, el 80% restante, se dividía entre los cortesanos, inversionistas y aventureros, según la inversión que cada uno hubieran negociado en la empresa. Los españoles previamente habían realizado dos expediciones a las costas de México; la de Francisco Hernández de Córdoba (1517) y la de Juan de Grijalva (1518); sabían pues, de la existencia de aquellas tierras, sus riquezas y de sus habitantes.

“Es, pues, un hombre (Cortés) fuera de la ley (el gobernador había lanzado una orden de arresto en contra de él, sin efecto a doscientas leguas de Santiago de Cuba), el que salió de San Cristóbal, a mediados de febrero de 1519.”  (Jacques Lafaye. 1991)

Cortés al llegar a Isla Mujeres, se enteró de que en Chetumal vivían dos españoles, que en 1511 habían naufragado en los arrecifes de Alacranes, viajando de Panamá a Cuba  y mandó a rescatarlos.

Ocho años después del naufragio los dos españoles conocían a la perfección la lengua Maya. Mientras Jerónimo de Aguilar se mantuvo español, Gonzalo Guerrero se asimiló total y plenamente a la cultura Maya. Gonzalo Guerrero es un oscuro personaje en “la historia oficial”, un traidor para la visión hispanista de la historia. Gonzalo Guerrero compró su libertad, se hizo hombre libre y se incorporó al ejercito Maya y llegó a ser “Nacon” (Jefe de guerreros) y desposó a una doncella de la alta nobleza maya bajo sus costumbres y su religión, teniendo tres hijos con ella, que son los primeros mestizos de México y tal vez, lo más importante, enseñó a pelear a los mayas contara los españoles y murió luchando contra la invasión española. Gonzalo Guerrero es el símbolo del extranjero que al venirse a vivir a estas tierras y en nuestra cultura, no sólo da lo mejor de sí y se entrega en su defensa, sino que ofrece su propia vida en ello.

Cuando llegan por Jerónimo de Aguilar, inmediatamente se va con los españoles, pero cuando llegan por Gonzalo Guerrero, éste le manda dar las gracias a Cortés, y argumenta que ya tiene familia y que él se queda a vivir con los mayas.

Cuando Cortés llega a Tabasco, ahí le regalan a la Malinche, quien sabe hablar Náhuatl y Maya, por lo que se hace el “puente” lingüístico. Malinche en lengua Maya pone al tanto a Jerónimo de Aguilar y éste en español a Cortés de la situación que se vive en el imperio Azteca. Que ese año 1519, es el año uno caña y que su llegada coincide con la profecía de que cada 52 años se esperaba el anunciado regreso de Quetzalcóatl. Que él llegó por el Oriente, es blanco y barbado, que traerá la nueva era de Quetzalcóatl y que castigará a todos aquellos que transgredieron su filosofía y religión. Que el Tlatocan (supremo consejo mexica) y Moctezuma II lo estaba esperando con verdadera preocupación y gran temor.

SE CUMPLE LA PROFECÍA

En efecto, Moctezuma II y el Tlatocan estaban al tanto de las expediciones y naufragios de los españoles en estas tierras. Había sido anunciado el fin de la usurpación mexica de Hutzilopochtli por Quetzalcóatl a través de los llamados “presagios funestos”. Diez años antes, una espiga de fuego (cometa) cruzó por el cielo de la Gran Tenochtitlán; un día sin explicación lógica el templo de Huitzilopochtli ardió hasta destruirse completamente; otro día a plena luz, sin lluvia o trueno, ardió de Xiuhtecuhtli[50]; un día el agua de la laguna que circundaba a la ciudad hirvió sin explicación; en algunas ocasiones se escuchaba por las noches en las calles de Tenochtitlán, el grito desgarrador de una mujer, que lloraba por sus hijos que iban a morir; un ave encontrada en el lago, tenía un espejo en la cabeza, en donde Moctezuma vio la llegada de los españoles; le llevaban a Moctezuma hombres deformes que en su presencia desaparecían. Sea como fuera, la dirigencia mexica y muchos pueblos antiguos del mundo, conocían de las artes adivinatorias; además que ya estaba dicho en la tradición oral, lo que sucedería. Lo cierto es que una parte de los dirigentes  mexicas, vieron con temor en la llegada de los españoles, el fin de su transgresión filosófica y religiosa.

La conquista de México fue más bien una guerra civil entre indígenas, con profundas raíces filosóficas, religiosas y viejas heridas entre los pueblos por la dominación mexica, que una epopeya heroica de un puñado de españoles.

Hernán Cortés supo aprovechar las debilidades estructurales del sistema indígena que estaba en un momento de gran poder material, pero de suma debilidad filosófica y religiosa. El mito hispanista de que, gracias al valor y la superioridad en armas, caballos y religión, le dio a Cortés la victoria, es producto de la ignorancia y la colonización mental en la que hemos vivido estos últimos quinientos años. El costo de la partida e los toltecas, el cisma religioso-filosófico- ideológico que inició Tlacaélel y que le dio gloria y poder a los mexicas, lo vino a pagar Moctezuma Xocoyotzin.

Los pueblos que no transgredieron la milenaria norma de Quetzalcóatl y que se mantuvieron leales a la milenaria tradición Tláloc-Quetzalcóatl; como fueron los pueblos mayas de la península de Yucatán y sur de México; los zapotecas y mixtecas en Oaxaca, los purépechas en Michoacán, los tlapanecas en la montaña de Guerrero y los tlaxcaltecas de Tlaxcala, en principio no tomaron a los españoles como Quetzalcóatl y se mantuvieron en rebeldía, tanto de los mexicas primero, como después, de los españoles. No es casual en nuestro tiempo, encontrar en estas regiones y pueblos de México, la más fuerte resistencia cultural, que los llevan a ser en su conjunto “La Reserva Espiritual de México” y corazón palpitante del “México Profundo”.

Cortés buscó y logró la alianza de los Tlaxcaltecas, quienes primero los combatieron, pero hábilmente Cortés se hizo pasar primero, como el capitán de Quetzalcóatl, es decir, el rey de España, y después por el mismo Quetzalcóatl, tan esperado y temido por sus transgresores. Cortés aprovechó la profecía de Quetzalcóatl y la trasgresión a su pensamiento, provocando una guerra civil y religiosa en el Anáhuac. Es claro, que un puñado de aventureros, mal armados, sin entrenamiento y disciplina militar, llenos de pugnas, ambiciones y rivalidades internas no iban a vencer, por ellos mismos, al poderoso mundo indígena y en especial al temido y formidable imperio mexica, que contaba con cientos de miles de guerreros, perfectamente entrenados y organizados, con una larga tradición y experiencia militar. El número de los indígenas, arrollaba cualquier superioridad tecnológica militar de los españoles de aquellos tiempos. España para esos tiempos tenía aproximadamente 9 millones de habitantes, en lo que hoy es México se calcula que existían entre 20 y 25 millones de habitantes.

En España, y en toda Europa, no existían entonces conglomerados urbanos siquiera comparables con México, que, aunque hay quien le asigne hasta millón y medio de habitantes, lo más probable es que anduviera por el medio millón (Londres no pasaba de 40 mil y París, la ciudad más grande, apenas llegaba a 65 mil), y eso sin contar las demás poblaciones del Valle, que  iban muy a la zaga, como Texcoco, Aztcapozalco, Ixtapalapa, Tacuba, etc., que totalizaban más del millón y medio,”  (José Luis Guerrero. 1990)

Cortés supo hábilmente engarzar el problema religioso y las rivalidades de los indígenas, para asumirse como el capitán de Quetzalcóatl, llegar a Tenochtitlan con miles de aliados indígenas, pasando antes a la ciudad sagrada de Cholula y hacer la primera gran matanza, para fortalecer la alianza con los tlaxcaltecas, pues en ese momento eran sus rivales. Para los mexicas, el conflicto y la guerra eran religiosos, ellos no se estaban enfrentando a un enemigo invasor y depredador, ellos estaban en medio de un gran cisma religioso-filosófico y en una guerra civil.

“Esa desproporción, sin embargo, era sólo aparente: aparte de que pronto el número de indios aliados fue tan grande que la conquista realmente se puede decir que no lo fue, sino más bien una guerra civil de la que se aprovecharon unos pocos invasores extranjeros, dado que ambos peleaban más en terreno religioso que en el militar, la concepción española de la guerra les confería una fuerza demoledora, en tanto que la mexicana paralizaba a sus creyentes, haciéndoles actuar en forma tan inadecuada que era tanto como dejarlos inermes, como iremos viendo.

Es que los españoles -analiza brillantemente Soustelle-  hacían una guerra “total”: para ellos no había sino un Estado -la monarquía de Carlos V- y una sola religión posibles. Los mexicanos fueron vencidos porque su pensamiento, regulado sobre una tradición pluralista en el orden político y religioso, no estaba adaptado al conflicto con el dogmatismo del Estado y de la Religión unitarios.” (José Luis Guerrero. 1990)

En efecto, mientras que para los mexicas la llegada de los españoles significaba el cumplimiento de una profecía milenaria, que traería su desplome ideológico-religioso, en el que podía existir todavía alguna negociación; para los españoles implicaba una extraordinaria conquista militar y religiosa, que les traería riqueza personal y poder político.

Mientras que para los aztecas la guerra religiosa representaba la oportunidad de tomar vivos a los enemigos, para sacrificarlos a Huitzilopochtli en el Templo Mayor. Un enemigo muerto en el combate era una torpeza y una pérdida para sus dioses; para los españoles en cambio, la guerra significaba el extermino del infiel en el campo de batalla, con la ayuda de Santiago Apóstol en favor de la Cristiandad y de la Corona.

Moctezuma y el Tlatocan, trataban con seres mágicos y divinos, mensajeros y embajadores de Quetzalcóatl. No fueron cobardes y sí diplomáticos. Ellos buscaban una negociación. Nunca dejaron de creer en la validez y fuerza de Huitzilopochtli en contra de Quetzalcóatl. Los mexicas creían estar en una lucha religiosa y mágica; los españoles estaban empeñados en una empresa comercial guerrera. Unos hablaban de Quetzalcóatl-Cristo-rey de España; los otros hablaban de Huitzilopochtli-Tezcatlipoca-Tlacaélel. Los aztecas buscaban una negociación religiosa-ideológica honorable, los españoles buscaban la destrucción-dominación-riqueza. Unos eran gente noble y educada, los otros eran gente ignorante, sin escrúpulos y ávida de riqueza a toda costa.

LA ENTREGA DE LOS MEXICAS A LOS ESPAÑOLES

Finalmente, y contra la voluntad popular y de muchos dirigentes y sacerdotes mexicas, El Tlatocan ordenó a Moctezuma recibir en Tenochtitlán a Cortés, el capitán de Quetzalcóatl. Existe documentado por el propio Cortés y Bernal Díaz, un hecho, que revela claramente qué sucedió en la conquista. Moctezuma manda llamar a todos los Señores que le tributaban en el Cen-Anáhuac, y delante de los españoles les dice que por fin había llegado aquél que tanto esperaban y que le debía obedecer y tributar al  rey de España, como hasta entonces la habían hecho a él. Esto es, que el poderoso Imperio Azteca, sabedor de la transgresión que habían realizado sus antepasados al mando de Tlacaélel, aceptaban su usurpación ideológica y religiosa, entregándose a la voluntad del dios mítico y milenario de los pueblos del Cen-Anáhuac. En voz del propio Moctezuma y mandado tomar su discurso a través del escribano por Cortés, ya que el Tlatoani le dijo que sería un evento muy importante, Moctezuma les dice a sus Señores tributarios, que para el efecto había mandado traer de todo el imperio:

“Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbitos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mi habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria como nosotros [los mexicas]* no somos naturales de estas tierras, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor [Quetzalcóatl]* que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cual volvió desde ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera de que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir como señor de esta tierra [la trasgresión de su filosofía y religión]*; y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese constreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado [con temor]*, y según las cosas que el capitán [Cortés]* nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá [Carlos V-Quetzalcóatl]*, y según la parte de donde él dice que viene [del otro lado del mar, del Oriente, a donde se fue Quetzalcóatl y de dónde regresaría, según la profecía]*, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste [el rey de España]* es el señor que esperábamos [Quetzalcóatl], en especial que nos dice que allá tenían noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados [Tlacaélel y sus transgresiones]*, hagámoslo nosotros [reinstalar la filosofía y religión de Quetzalcóatl], y demos gracias a nuestros dioses [nótese que hasta aquí, los Aztecas pensaban que el problema era entre dioses “menores”, Quetzalcóatl-Huitzilopochtli, pero que la estructura de Tloque Nahuaque, el dios todo poderoso, seguía en pie y que los españoles no eran invasores-conquistadores, pues ellos creían que después de la “rectificación”, los españoles o enviados de Quetzalcóatl, se regresarían por donde vinieron]*, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mi me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey [Carlos V]*, pues él es vuestro señor, y en su lugar tengáis a este su capitán [Cortés] ; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mi me haciades, los  haced y dad a él, porque yo asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer” [ esta es la entrega del imperio azteca a los españoles, sin derramar una sola gota de sangre]*. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar, y asimismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. [ El dolor y sufrimiento de Moctezuma y sus Señores tributarios, es lógico entenderlo, pues significaba la aceptación tácita de su histórica equivocación, al transgredir la filosofía y religión de Quetzalcóatl, y la demostración de la caída de Huitzilopochtli, el dios usurpador de los aztecas]*. Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había tal de los españoles que oyese el razonamiento, que no hubiese mucha compasión.

Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían [a el rey de España]* por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por las razones que para ello les daba, quedan muy contentos de hacer, y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron, de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Mutezuma hacían y eran obligados, y todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles.

Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Mutezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos españoles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido, a les rogar que lo que ellos tenían sirviesen a vuestra majestad con alguna parte.”      
(Hernán Cortés, segunda carta relación del 30 de Octubre de 1520).
(* Texto anexado por el autor para hacer más explícito el contenido)

Este testimonio escrito por el propio Hernán Cortés desmitifica toda la “proeza guerrera” de los aventureros españoles, y aclara, la verdadera tragedia de los mexicas.  Si existió posteriormente la gran matanza y lucha, fue solo por la torpeza criminal y la ambición desmedida de los españoles. Poco después de este hecho, Cortés manda tomar prisionero a Moctezuma, quien los había hospedado en su propia casa y lo tortura para que entregue el oro que poseía.

LA GRAN MATANZA Y EL ORIGEN DE LA GUERRA

En esos momentos llega a Veracruz Pánfilo de Narváez, quien el gobernador de Cuba había mandado con 19 navíos y mil cuatrocientos hombres a tomarlo preso, por haber salido prófugo de Cuba y haberlo traicionado junto con todos los inversionistas que habían financiado la expedición. Sin embargo, Cortés con mucha astucia para corromper a los nuevos aventureros, que no soldados; pues Velásquez casi despobló Cuba para formar la expedición de captura, y gracias a que Narváez se creía invencible, mandó a un notario, un capellán y cuatro hombres armados a acordar la rendición de Veracruz al mando de Sandoval, quien a su vez los mandó a Tenochtitlán. Cortés los deslumbró con la ciudad, que en ese momento estaba a sus pies y los regresó cargados de oro, en calidad de cómplices para subvertir a la expedición de captura y que más tarde se pasarán con él por el oro ofrecido y prometiéndoles infinitas ganancias. La misión se logró con mucho éxito. Insistimos, para comprender la historia, hay que entender que los españoles[51] no eran soldados adiestrados y disciplinados. Eran parias en busca de fortuna y todas las atrocidades y traiciones, que hicieron contra los indígenas y como entre ellos mismos; solo demostraba la calidad humana, moral y ética, que guió todos sus actos en la Conquista y la Colonia.

“La sorpresa, de hecho, no existió sino para Narváez: cuando Cortés atacó por fin Cempuala en una noche de tormenta, aunque un centinela los había puesto sobre aviso, los de Velásquez apenas si quemaron una poca de pólvora para salvar las apariencias, celebrando al día siguiente su derrota con tanto descaro de pífanos y tambores que hasta sus vencedores llegaron a sentirse molestos.”  (José Luis Guerrero. 1990)
     
La historia hispanista dice que Cortés salió de Tenochtitlán y dejó a Alvarado al mando de los hombres que se quedaron en la ciudad de Tenochtitlán. Esto, para lavar las manos de sangre y de torpeza criminal al conquistador, pues según esta versión afirma que cuando Cortés estaba en Veracruz, la nobleza mexica le pidió a Alvarado permiso, para realizar una festividad en la plaza central de Tenochtitlán. Por la tarde llegaron más de cinco mil mujeres y hombres, la clase dirigente, ricamente ataviados con oro y totalmente desarmados, para bailar en la gran plaza. Los españoles al ver esto, mandaron cerrar las cuatro puertas de la plaza amurallada y a cuchillo mataron a mujeres y hombres para despojarlos de sus joyas.

“Inmediatamente cercaron a los que bailaban, se lanzan al lugar de los atabales [tambores]: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.

Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron cabezas; les rebanaban la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.

Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que  aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredares los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse.

Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se entrometieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentaron ser muertos, se salvaron. Pero sí entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.

Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí;” (Informantes de Sahagún). 

En el siguiente relato indígena encontramos una tenue muestra de las matanzas que hacían los españoles. Este fue el gran error de los españoles, pues muchos de los mexicas desde el primer momento querían exterminar a los españoles, sobre todo, aquellos fanáticos de Huitzilopochtli, pero el Tlatócan no lo permitió. Pero al darse la matanza la gente del pueblo reaccionó enérgicamente y se fueron a las armas.

“Y cuando se supo afuera, empezó la gritería: ¡Capitanes, mexicanos... venid acá!  ¡Que todos armados vengan: sus insignias, escudos, dardos! ... ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los capitanes, han muerto nuestros guerreros!... 

¡Han sido aniquilados, oh capitanes mexicanos!

Entonces se oyó el estruendo, se alzaron gritos, y el ulular de la gente que se golpeaba los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes, cual si hubieran sido citados: traen sus dardos, sus escudos.

Entonces la batalla empieza: dardean con venabolos, con saetas y aun con jabalinas, con arpones de cazar aves. Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan. Cual si fuera capa amarilla, las cañas sobre los españoles se tienden.” (Informantes de Sahagún).

Los españoles entonces se refugian en la casa de Moctezuma y le ponen grilletes. Estando rodeados los invasores al frente de Alvarado, dice la historia escrita por los españoles, que Cortés regresó y que mansamente lo dejaron entrar al cerco. Que la ciudad estaba desierta y que entraron sin ningún problema.

Esto es realmente imposible de creer e ilógico. Es difícil entonces explicar, por qué Cortés inmediatamente después de llegar al centro de la ciudad, trata de salir del cerco. Todo Tenochtitlán estaba en pie de guerra y el Tlatócan, había depuesto a Moctezuma y había nombrado en su lugar a Cuhitlahuac como nuevo tlatuani. Es una mentira que los mexicas dejaron entrar a Cortés a la ciudad, donde por las calles, resultaban un fácil blanco militar.

Lo más lógico de suponer, es que Cortés venció a Narváez y al regresar a la ciudad de Tenochtitlán, él mismo ordenó la matanza. Carnicería absurda, pues como ya sabemos, en primer lugar, que el propio Moctezuma juró obedecer a los españoles, y en segundo lugar; para los indígenas el oro no tenía el valor que los españoles le daban; por lo cual hubiera bastado que los españoles les hubieran pedido el oro, y seguramente todos lo hubieran entregado sin resistencia.

EL MISTERIO DE “LA NOCHE TRISTE"

Sea como fuere, cercados los españoles y Moctezuma depuesto por el Tlatocan, los mexicas tenían rodeados a los españoles y sus aliados. Cortés intentó huir una noche en la que caía una gran tormenta, cuando fueron descubiertos y diezmados, en la famosa batalla de “La Noche Triste”,  (el nombre oficial de la batalla, revela el origen de quien la escribió, pues fue triste para los españoles, más no para los mexicas). Sorprende encontrar en nuestros días como la cultura dominante a través de la SEP, mantienen en los libros de texto el concepto de “La Batalla de la Noche Triste” y nos demuestra que el Estado mexicano es eminentemente colonial. La historia oficial, miente y es tendenciosa. Deforma y coloniza a los niños mexicanos.

“La derrota tuvo proporciones de exterminio: aunque Cortés pretende reducir a 150 los españoles muertos, Bernal Díaz menciona 870, es decir, la gran mayoría, amén de los más de los indios aliados. La victoria pues fue aplastante para los mexicanos aun del punto de vista español, y, como siempre, sólo mediante el auxilio divino pudieron explicarse el no haber sido totalmente liquidados. Con un poco más de escepticismo para aceptar aliados sobre naturales podríamos preguntarnos: ¿Por qué, en realidad, no los ultimaron?”. (José Luis Guerrero. 1990).

Este es otro de los grandes misterios de nuestra historia. Por qué los mexicas dejaron a los españoles que se refugiaran en Tlaxcala y no los persiguieron y acabaron, por qué esperaron pacientemente, sin hacer nada, a que Cortés y sus hombres se curaran, se aliaran con los pueblos vecinos de Tenochtitlán, se armaran y construyeran tres barcos, para asediar con posterioridad a Tenochtitlán.

Fernando de Alva Ixtlixóchitl, prácticamente fue el verdadero conquistador de Tenochtitlán, pues gracias a él Cortés dispuso de tropas poco menos que ilimitadas -casi medio millón de guerreros- contra los, cuando mucho, 50 mil de Cuauhtémoc.” (José Luis Guerrero. 1990).

Para poder plantear una respuesta descolonizada debemos entender que la invasión de los españoles, para los mexicas significaba un conflicto religioso-ideológico. Puede ser probable que los mexicas, orgullosos de sí mismos, fieles a su dios tutelar Huitzilopochtli, conscientes de la trasgresión a Quetzalcóatl, practicantes de los sacrificios humanos; hayan decidido altivamente inmolarse en Tenochtitlán y aceptar el castigo divino que representaba la lucha en contra de los enviados de Quetzalcóatl, porque ellos sabían que sus vecinos ante los acontecimientos y temerosos de la fuerza de Quetzalcóatl, se estaban uniendo a “Cortés-Quetzalcóatl-Carlos V” para caer sobre ellos.

LA CAÍDA DEL ÁGUILA Y LA GUERRA DE RESISTENCIA

Sea como fuere, la ciudad de México Tenochtitlán cayó después de resistir 80 días heroicamente. Sin agua, alimentos y sin ningún auxilio posible, peleando casa por casa, cientos de miles de aliados indígenas y un puñado de españoles tomaron la ciudad el 13 de Agosto de 1521. Cuauhtémoc fue hecho prisionero y se concluyó el sitio.

“Y cuando aquellos fueron hechos prisioneros, fue cuando comenzó a salir la gente del pueblo a ver dónde iba a establecerse. Y al salir iba con andrajos, y las mujercitas llevaban las carnes de la cadera casi desnudas. Y por todos lados hacen rebusca [de oro] los cristianos. Les abren las faldas, por todos lados les pasan la mano, por sus orejas, por sus senos, por sus cabellos.” (Texto anónimo de Tlatelolco. 1528).

Lo que vino después, sólo pudo ser posible por la barbarie española y la confusión y rencor de los aliados indígenas. Los españoles encabezaron el saqueo, destrucción y ejecución de los mexicas, para quienes no existió ninguna compasión. Las atrocidades que cometieron, tanto los españoles como sus aliados indígenas no han sido documentadas cabalmente, pero resulta muy fácil deducirlas.

“Fue cuando le quemaron los pies a Cuauhtemoctzin.
Cuando apenas va a amanecer lo fueron a traer, lo ataron a un palo
en casa de Ahuizotzin en Acatliyacapan.
Allí salió la espada, el cañón, propiedad de nuestros amos.
Y el oro lo sacaron en Cuitlahuactonco, en casa de Itzpotonqui.
y cuando lo han sacado, de nuevo llevan atados a nuestros príncipes hacia Coyoacán.
Fue en esta ocasión cuando murió el sacerdote que guardaba
a Huitzilopochtli. Le habían hecho investigación sobre dónde estaban los atavíos del dios y los del Sumo Sacerdote de Nuestro Señor y los del Incensador máximo.
Entonces fueron hechos sabedores de que los atavíos que estaban en Cuauhchichiloco, en Xaltocan; que los tenían guardados unos jefes.
Los fueron a sacar de allá. Cuando ya aparecieron los atavíos, a dos ahorcaron en medio del camino de Mazatlán... Allá ahorcaron a Macuilxóchitl, rey de Huitzilopochco. Y luego al rey de Cuhulacan, Pizotzin. A los dos los ahorcaron.
Y al Tlacatécatl de Cuauhtitlan y al mayordomo de la casa Negra los hicieron comer por los perros.
También a unos de Xochimilico los comieron los perros.
Y a tres sabios de Ehécatl, de origen tetzcocano, los comieron los perros.” (Texto anónimo de Tlatelolco. 1528)  

Cortés mandó destruir piedra sobre piedra a la ciudad de Tenochtitlán, una de las ciudades más grandes y mejor urbanizadas de aquellos tiempos, para de sus escombros, fundar la capital de la Nueva España.

Significando con ello, la destrucción y negación de la civilización vencida, que inmediatamente fue proscrita y perseguida.

La civilización anahuaca, una de las 6 civilizaciones más antiguas de la humanidad y con origen autónomo, fue condenada aparentemente a desaparecer. El siguiente texto nos da una idea de lo que sucedió:

“Ixtlilxuchil [aliado texcocano de Cortés] fue luego a su madre Yacotzin y diciéndole lo que había pasado [la derrota de los mexicas] y que iba por ella para bautizarla, le respondió que debía haber perdido el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos de bárbaros como eran los cristianos, a lo cual respondió don Hernando [Ixtlilxuchil ] que si no fuera su madre la respuesta fuera quitarle la cabeza de los hombros,  pero que lo había de hacer aunque no quisiese, que importaba la vida del alma [Cristo-Quetzalcóatl ]; a lo cual respondió ella con blandura que la dejase por entonces, que otro día se miraría en ello y vería lo que debía hacer; y él se salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos donde ella estaba aunque otros dicen que porque la halló en un templo de ídolos. Finalmente ella salió diciendo que quería ser cristiana y llevándosela para esto a Cortés con grande acompañamiento la bautizaron y fue su padrino el Cortés y la llamaron doña María por ser la primera cristiana.”  (Códice Ramírez)

La conquista de México no terminó el 13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán. Los pueblos invadidos mantendrán una resistencia permanente, desde la insurrección del Mixtón (1541-1542) hasta la del EZLN en 1994. Unas veces intermitentes, violentas y explosivas, otras de manera permanente, subterránea y silenciosa, pero la resistencia siempre estará presente en estos cinco siglos de ocupación colonial.

La Guerra de la Gran Chichimeca, durante el período colonial. Las múltiples rebeliones de los indígenas mayas y yaquis durante el siglo XIX y principios del XX, son las más famosas, pero no necesariamente las únicas o las más importantes. La historia oficial de los criollos, desterró y desvaloró las historias regionales. Dentro de ellas, se encuentran muchas rebeliones indígenas. Por lo general muy violentas y sangrientas, pero sin una organización de carácter regional de mayor trascendencia. Generalmente fueron sofocadas a sangre y fuego, con todo el poder del Estado y los rebeldes exterminados con saña inaudita.

Lo interesante y novedoso de la rebelión de los indígenas mayas de Chiapas y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, es que es una insurrección armada que declara la guerra al gobierno federal, pero no combate. Lo segundo es que, por primera vez en estos cinco siglos de invasión colonial, los indígenas han procurado extender su levantamiento a otros pueblos indígenas y se vinculan con la sociedad civil no indígena, además de darle un carácter internacional a su lucha.    

CRIMEN DE LESA HUMANIDAD

La estabilidad cósmica y la armonía social en la que habían vivido, por lo menos durante tres mil años fueron rotas violentamente. El universo y el mundo se colapsaron de súbito. De poseer la calidad de ser humano, de vivir como pueblos soberanos y pueblos libres, de ser herederos de una civilización de más de siete milenios, los indígenas pasaron violenta y rápidamente a bajar a la calidad de animales. Su nueva condición era de ser derrotados y esclavos. Su religión y su cultura, pasaron a ser perseguidas y negadas.

“Tras la caída de los dioses y el desquiciamiento del orden cósmico, vino la perturbación del orden humano, la conversión violenta de los señores de la tierra en servidores de los conquistadores, y la alteración de sus tradiciones y formas de vida. La violencia y el cambio substituyeron la estabilidad del orden antiguo, de manera que la irrupción cotidiana de la violencia acentuó la sensación de vivir una alteración del tiempo, un “tiempo loco”, una era de cataclismo total...”.
(Enrique Florescano. 1987)

Los mexicanos contemporáneos, por efecto de la colonización mental y cultural que hemos sufrido a lo largo de estos cinco siglos, no podemos dimensionar cabalmente el tamaño de la tragedia que vivieron nuestros antepasados y lo que ha significado y significa para nosotros como pueblo y como seres humanos. Y por efectos de la educación colonizada, al parecer no nos importa. El sistema educativo oficial, los medios masivos de difusión, los intelectuales, artistas e investigadores están de tal manera deformados, que unos refuerzan la colonización y los otros no tienen la capacidad de romper la inercia de la colonización mental. Pero esta “hecatombe” cimbró totalmente el mundo indígena conocido hasta antes de la invasión, el mundo de nuestros Viejos Abuelos y nos sigue marcando hasta nuestros días.

Otros pueblos en la historia de la humanidad han sufrido cataclismos similares y al paso del tiempo han logrado recuperarse. Sean por causas humanas o producto de la naturaleza. Pero la diferencia sustancial con nuestro pueblo fue la saña brutal, la violencia deshumanizada y la absoluta intolerancia, con la que sistemáticamente los conquistadores primero y después los colonizadores, destruyeron la cultura y la identidad de los vencidos a través de borrar su memoria histórica, desaparecer sus lenguas, minimizar y desvalorizar sus conocimientos, despojarlos de los espacios físicos, sagrados, sociales y religiosos, y destruir y perseguir a su milenaria religión, matar a sus sacerdotes y destruir sus templos. Nunca en la historia de la humanidad se ha quitado a un pueblo, durante cinco siglos, su condición de seres humanos y su cultura. Este drama no sucedió hace cinco siglos, por desgracia es la cotidianidad en la vida nacional de muchos mexicanos, ahora matizado y subliminal, pero con el mismo objetivo y resultado. Oprimir, enajenar y explotar al pueblo de la civilización vencida.

"Mis dedos están rígidos por la edad. Ya no puedo escribir. La humanidad ignorará siempre lo que ha sido de este gran pueblo. Nuestra civilización le ha asentado un golpe tan duro que no podrá levantarse y puede ser que jamás se sepa que gran altura intelectual había alcanzado”. (Fray Bernardino de Sahagún)

El desconocimiento del pasado indígena, la incapacidad de “recordar”, la vergüenza por la raíz indígena, el desprecio a lo propio y la exaltación de lo ajeno, el ser educados en la casa y en la escuela como “extranjeros incultos en su propia tierra”, se pueden explicar solamente a través de la sistemática negación del pasado. Porque la negación del pasado es la negación de sí mismo. Sí un pueblo no conoce su historia no se conoce a sí mismo. Es ajeno a su destino.  

“El primer efecto de la Conquista sobre la memoria indígena fue la destrucción de ese sistema estatal de control sobre el pasado. El segundo fue la represión de todo intento de los vencidos para expresar y articular su memoria. A partir de la Conquista la trasmisión del pasado indígena se produjo en un campo de tensión creado por la sola presencia del conquistador, en un clima de represión general que ahogó las formas de recordación del pasado distintas a las impuestas por el vencedor. A ello se debe que la mayor parte de los sistemas ideados por los indígenas para preservar y transmitir su pasado se hicieran ocultos, se disfrazaran a menudo con ropajes cristianos, o se encerraban en prácticas secretas.” (Enrique Florescano. 1987)

Lo que se evita decir a toda costa en la sociedad mexicana, es que se conforma con un pequeño grupo de vencedores y una inmensa mayoría de vencidos. Se esconde la verdad y se disfraza de un “romántico encuentro” de dos culturas. A los poseedores del dinero, los criollos neocolonizadores no les gusta que a los vencidos-colonizados se les recuerde su pasado. Y mucho menos, la forma deshumanizada en la que han tratado de destruir a la civilización conquistada. Esta es la razón por la cual la mayoría del mexicano común desconoce su historia.

16 . LA COLONIA.

A partir del 13 de Agosto de 1521 en lo que hoy es México; las leyes, las instituciones y las autoridades, producto de más de 7 mil quinientos años de desarrollo cultural y civilizatorio; Que sirvieron para estimular el desarrollo de nuestros Viejos Abuelos, fueron desechadas y proscritas. En su lugar, primero el conquistador y luego el colonizador, impusieron sus propias leyes, instituciones y autoridades, que no eran las de España. Este nuevo orden jurídico y social, estaba diseñado especialmente para regular la explotación de los vencidos y sus recursos naturales, a mano de los españoles y en favor de la corona española. Este orden colonial se mantiene hasta nuestros días de manera maquillada, pero igual de eficaz.

Los indígenas, vencidos y los aliados de los invasores, pronto se dieron cuenta de su grave error, pero era ya muy tarde. La sociedad colonial hispánica nace en México, en las personas de los conquistadores. Ayer la escoria más ruin de la España Medieval, aventureros ignorantes y voraces miserables; hoy convertidos en grandes “Señores”, en algunos casos, con más riqueza y gente a su servicio que la propia nobleza española. Los pleitos y las intrigas serán comunes entre los mismos conquistadores primero, y después con la burocracia real y los comerciantes e inversionistas, que inmediatamente empezaron a llegar, desplazaron a los conquistadores y a sus descendientes.

Estas historias son una “tragedia” para muchos conquistadores que se vieron desplazados por los burócratas y cortesanos que empezaron a llegar a La Nueva España. El caso más evidente, es el del propio Hernán Cortés. Sus problemas con el Virrey Antonio de Mendoza, sus excesos y sus enemigos, lo alcanzaron al final de su vida. Murió en España el 2 de diciembre de 1547, a los 62 años, sin gloria alguna, pobre y perseguido por la justicia ya que sus enemigos lo sometieron a un largo y burocrático “juicios de residencia”.

El despojo, la injusticia, la ilegalidad, la violencia, fueron los cimientos con los que se construyó la Colonia en México; y esto, no sólo con los indígenas y negros, sino con los propios españoles criollos, lo que tres siglos después producirá la guerra de independencia, entre criollos y españoles.

“A los españoles también dañó profundamente [el oro], si no en lo físico en lo moral. Cortés no sólo robó todo lo que pudo a sus propios soldados, como ya vimos, sino que también halló el modo de extorsionarlo a sus propios aliados, a quienes todo debía. Fernando de Alva Ixtlixóchitl da fe que cuando su bisabuelo homónimo solicitó que liberara a su hermano Coanacochtzin, Cortés se negó, alegando que era prisionero del rey, y cuando le suplicó que al menos le quitara los grillos que lo tenían llagado, Cortés accedió, pero a cambio de oro contante y sonante.” [José Luis Guerrero. 1990.]

Durante estos trescientos años, los pueblos indígenas fueron tratados, primero como animales, hasta que se demostró jurídicamente en el Vaticano que tenían alma, y después como seres primitivos vencidos, que no tenían ningún derecho en el nuevo orden colonial. Se les trató de exterminar, no sólo físicamente, sino se fundamentalmente se trató de destruir sus culturas y su civilización.

“Sepúlveda utilizó las obras de los primeros cronistas de Indias, particularmente las de Oviedo, para demostrar la superioridad de la civilización española sobre las culturas americanas y para denigrar a los indígenas. Con los datos de Oviedo y las concepciones humanísticas acerca de los pueblos civilizados, mostró que los indios americanos carecían de ciencias, escritura y leyes humanitarias, lo cual los incapacitaba para constituir sociedades justas y racionales. Por el contrario, señaló que era adictos a la idolatría y practicaban sacrificios humanos y el canibalismo, acusaciones que hoy se asemejarían a las de crímenes contra la humanidad. Como carecían de las cualidades indicativas de la vida civilizada, merecían ser subyugados y gobernados por los españoles.” (Enrique Florescano. 1987) 

Los indígenas perdieron la libertad, el derecho a educarse,  mantener su cultura, su idioma, la propiedad de la tierra y de todas sus posesiones materiales y espirituales; las mujeres fueron sistemáticamente violadas y los hombres y niños fueron obligados a realizar trabajos forzados hasta la muerte sin ninguna paga, más que la evangelización. Las leyes, las autoridades y las instituciones muy pocas veces estuvieron de su parte. Estas son las raíces más profundas del país que crearon los criollos posteriormente en 1821 y explican hasta la actualidad, la pobreza e injusticia que vive México.

“En Chichicapan, no sólo fatigaron a los indios con el trabajo de las minas y los repartimientos, sino que destruyeron las sementeras, talaron los campos y se apoderaron del ganado y demás bienes de los escasos vecinos [indios] que quedaron vivos. Cuando el laboreo de las minas cesó, el templo y el convento estaban casi en ruinas, el asiento del pueblo convertido en pantanos, y los campos repartidos entre los mineros [españoles], que lo habían aprovechado para estancias de ganado. Aun mucho después, Burgoa tuvo que demandar a un español, dueño de una de estas estancias, porque no satisfecho con el terreno que había usurpado, se apoderaba del ganado de algunos miserables indios con el pretexto de que ‘las mulillas y machuelos de éstos [de los indios] eran hijos de sus burros’, lo que tampoco era cierto.

Los abusos de los repartimientos no eran privativos del valle de Oaxaca, pues de la misma o de distinta manera eran siempre vejados en sus intereses los indios de la Sierra y de la Mixteca. Aquel fácil y lucrativo comercio que habían inventado los españoles, de vender sus mercaderías, distribuyéndolas por fuerza entre los indios, aunque no las necesitasen, a precios obligatorios señalados al arbitrio del vendedor, estaba muy extendido y perseveró hasta el último siglo de dominación española.”  (José Antonio Gay. 1881)

Los españoles no cancelaron el sistema de tributos aztecas, por el contrario, lo hicieron más pesado y lo extendieron, poco a poco, a todos los confines de México. Desde el siglo XVI los pueblos originarios han sido condenados a través de la injusticia al despojo, la marginación y la explotación física y de sus recursos naturales en favor de sus colonizadores. Se supone que de 1521 a 1621, los españoles cometieron uno de los mayores genocidios de la humanidad, exterminando a cuchillo, con trabajos forzados y especialmente con enfermedades que trajeron de Europa, a 20 millones de seres humanos. México no volvió a tener esta población, hasta la década de 1940.

“Estos indios, escarmentados por los sufrimientos que tuvieron, llegaron a cobrar gran odio a los blancos, confundiendo en una común malevolencia también a los sacerdotes. Juzgaban que el oro era el único móvil de los primeros; y así, resolvieron llenarles las manos de riquezas, guardar exteriormente todas las formalidades de cristianos y continuar en lo privado sus viejos usos.”   (José Antonio Gay. 1881)

Sin embargo, los Viejos Abuelos, a pesar de los pesares, y en una prodigiosa y heroica lucha de resistencia, lograron mantener viva su cultura milenaria, en el abigarrado y complejo sincretismo cultural; no sólo en las comunidades indígenas y campesinas del presente, sino en la misma sociedad mestiza. Podemos suponer que en el siglo XVI, en vez de haber un “descubrimiento” hubo un “encubrimiento”. Que los españoles estructuraron un férreo sistema colonial, para extraer la riqueza de México y muy pocas veces, para desarrollar y mejorar a sus habitantes originarios y su civilización milenaria. Sin embargo, pese a la adversidad, los Viejos Abuelos iniciaron un descomunal e inteligente sistema de resistencia cultural al someter a las leyes, autoridades e instituciones a la corrupción. En efecto, el proyecto de crear La Nueva España, de los restos del Anáhuac, nunca se pudo cumplir cabalmente, por la corrupción en la que se vivió.

“De esta manera la forma corrupta en que se implementó el orden colonial, tanto entre los españoles como en contra de los indios, permitió que nunca se consolidara el nuevo proyecto civilizatorio. Los propios españoles corrompieron la ley, las instituciones y la autoridad; esto permitió de alguna forma la supervivencia de la cultura indígena, quienes implementaron desde una elaborada y compleja estrategia de resistencia, que tenía dos grandes vertientes. La primera era tratar de conservar de manera “disfrazada o camuflajeada”, los valores más importantes de su cultura ancestral en el nuevo orden colonial; y la segunda fue, corromper lo más que se pudiera las leyes, instituciones y autoridades de sus opresores, sabedores de que era el único medio que tenían a su alcance para enfrentar a los españoles, y sabotear el proyecto de la construcción de la Nueva España, donde ellos no tenían cabida.” (Guillermo Marín. 2001)    

El  período colonial, lejos de vivir una resignada paz, fue una escabrosa adaptación de un pueblo que había vivido en soberana libertad por miles de años, transitando a través de una sólida educación familiar y una rígida y escrupulosa estructura social; con respetadas y antiquísimas normas morales, sociales, éticas y religiosas, con antiguas leyes, con solventes instituciones y con honestas autoridades reconocidas y aceptadas; A una nueva realidad, en la que los pueblos invadidos y vencidos, no tenían ningún derecho. Sus Leyes, Instituciones y Autoridades fueron brutalmente destruidas y desmanteladas, en su lugar el invasor impuso aquellas que les servían para la explotación.  Durante los últimos quinientos años, primero los indígenas y luego los mestizos han creado, recreado y mantenido una amplia y compleja “cultura de resistencia”. Como diría el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, “incorruptibles en los espacios propios y sumamente corruptos en los espacios ajenos”. Sí, pero no.

“Así, la conformación de la sociedad novohispana fue un proceso tortuoso, conflictivo, con múltiples ensayos, experimentos y fracasos.  Fue el resultado de las polémicas de teólogos y juristas sobre la naturaleza de “los justos títulos” del rey al dominio de las Indias; de los desacuerdos y pugnas entre colonos, funcionarios y religiosos; de la necesidad de adecuar instituciones españolas al nuevo entorno. Y sobre todo, de las dificultadas prácticas de gobernar y controlar una numerosa población indígena que, aunque vencida, no había sido asimilada y frecuentemente presentaba una resistencia mucho más eficaz de lo que podría pensarse, aferrándose a sus tierras, formas de gobierno, creencias y costumbres.” ( Felipe Castro. 1996)

El periodo colonial representa para las comunidades indígenas un verdadero holocausto. La historia de las permanentes rebeliones no fue registrada en la “historia oficial”. Sin embargo, cada pueblo y en diversas formas, mantuvieron diferentes tácticas de resistencia, porque a pesar de la misma matriz cultural de los vencidos, éstos no actuaban homogéneamente.

“Así como no todos los grupos étnicos reaccionaron de manera uniforme ante el avasallamiento, en el interior de cada uno hubo distintas respuestas... como la huida hacia zonas de refugio, la migración temporal o permanente, el repliegue en el espacio comunal, el aprovechamiento de las ventajas relativas que les daba el propio sistema legal español, el bandolerismo y el tumulto...Todas fueron variantes de un mismo propósito: sobreponerse a la brutal conmoción provocada por la conquista, sobrevivir, mantener cierta autonomía, reconstruir su identidad... Los españoles mostraron una voluntad hegemónica que iba más allá de la ambición puramente material; para ellos, el sometimiento de los indios era un objetivo en sí mismo... A la vez, los indígenas renunciaban a los aspectos exteriores, más visibles y por ende más expuestos de su cultura.  Se replegaban dentro de cada comunidad, trataban de reducir al mínimo el contacto con los españoles, procuraban escamotear su vida interna de los ojos inquisitivos, delegaban la representación colectiva de sus intereses y el espinoso problema de tratar con los amenazantes poderes externos al reducido grupo de los oficiales de república... En conjunto, los pueblos elaboraron su propia versión del “obedezco pero no cumplo”: la sumisión y respeto a las autoridades civiles o eclesiásticas eran casi tan grandes como la falta de ejecución real de sus órdenes.  Marcello Carmagnani señala atinadamente que hablar de “resistencia pasiva” resume en forma poco clara esta lucha diaria, que se centraba en asuntos aparentemente menores pero que apuntaba hacia la reconstrucción de su identidad étnica, y en este proceso reelaborar y proyectar al futuro un patrimonio común, una nueva cultura diferente de la prehispánica pero no por ello menos india que la precedente.”

”Los españoles mostraron una voluntad hegemónica que iba más allá de la ambición puramente material; para ellos, el sometimiento de los indios era un objetivo en sí mismo.”

“Todas (las rebeliones)  fueron variantes de un mismo propósito: sobreponerse a la brutal conmoción provocada por la conquista, sobrevivir, mantener cierta autonomía, reconstruir su identidad.” (Felipe Castro. 1996)

El dominio español en la colonia fue abrumador y absoluto, llegando a extremos tan inhumanos, que sólo evidencian la miseria espiritual de los propios españoles que realizaron la invasión. Para finales de la Colonia se calcula que en la Nueva España existían aproximadamente 6 millones de personas, de ellas, según el censo de 1793 había 8 mil peninsulares, que controlaban el poder político, económico y social de toda la población.

Los trescientos años de Colonia fueron un verdadero infierno para los pueblos invadidos. Toda su cultura, conocimientos y su historia milenaria, pasaron a ser representaciones demoníacas. En la práctica no tuvieron ningún derecho ante la ley del colonizador. Su lugar en el nuevo orden era de esclavos y de seres primitivos, en permanente sospecha y desconfianza; dado que la cultura indígena siempre representó para los españoles, además de un atraso, una liga con lo diabólico y lo perverso.

“La vitalidad del antiguo sustrato cultural está presente en las prácticas que los antropólogos han llamado sincretismo. Estas revitalizaciones de la antigua cultura buscan incorporarla en el presente por el procedimiento de encubrirla con un barniz cristiano que permita su aceptación en la sociedad dominante.” (Enrique Florescano. 1987)

Sin embargo, para el siglo XVIII los criollos iniciaron una conciencia de “la patria”, en contraposición con los gachupines. El malestar que surgió a mediados del siglo XVI entre los hijos de los conquistadores nacidos en México y los españoles que llegaban de ultramar a “hacer la América” y que tuvo en Francisco Javier Clavijero al primer historiador “criollo-mexicano”, quien empieza a reclamar La Nueva España para los criollos. Clavijero escribe “La Historia Antigua de México”, pero a diferencia de los misioneros y conquistadores, Clavijero le empieza a dar a la historia antigua del Anáhuac una pertenencia al espíritu rebelde que se gestaba en los criollos de la Nueva España. En la dedicatoria del texto escribe “Una historia de México escrita por un mexicano”.

“A ese conjunto de valores y símbolos integradores, los criollos del siglo XVIII le agregaron la idea de que la patria tenía un pasado remoto, un pasado que al ser asumido por ellos dejó de ser sólo indio para convertirse en criollo y mexicano.

Así, al integrar a la noción de patria la antigüedad remota, los criollos expropiaron a los indígenas su propio pasado e hicieron de él un antecedente prestigioso de la patria criolla. La patria criolla disponía ahora de un pasado remoto y noble, de un presente unificado por valores culturales y símbolos religiosos compartidos, y podía por tanto reclamar legítimamente el derecho de gobernar su futuro”. (Enrique Florescano. 1987)

En el proyecto de construir “La Nueva España”, a los indígenas sólo se les permitió poner la mano de obra y sus recursos naturales gratuitamente, las ideas eran totalmente importadas de Europa. A los pueblos indígenas se les condenó a perder sus idiomas, su memoria histórica, sus conocimientos, sus espacios físicos y sociales, y desde luego su religión, y para el siglo XVIII los criollos empezaron a expropiarles hasta la historia antigua. Tenían que dejar de ser lo que habían sido por milenios, para pasar a ser resignados y sumisos esclavos de los colonizadores. El proyecto fue literalmente desaparecer todo vestigio de la milenaria civilización originaria. Sin embargo, no fue así. El árbol milenario de la civilización del Anáhuac fue derribado por el colonizador con el leguaje del hacha. Pero la raíz que se guarda bajo la madre  tierra, mantuvo con vida al pedazo de tronco que tercamente permaneció. Y de lo más profundo llegó con fuerza impetuosa la vida y el tronco floreció. La civilización del Anáhuac no murió y sobrevivió a la Colonia.

REFLEXIÓN JURÍDICA DE LA CONQUISTA Y COLONIA

La “historia oficial” es totalmente hispanista, fundamentalmente porque se trata de hacer creer al pueblo que la invasión y explotación que se viene haciendo de los pueblos del Anáhuac es algo “normal y correcto”. Que así fue y sigue siendo un modo ético y moral de hacer riqueza a partir de la injusticia, el despojo y la violencia a los más débiles y los legítimos herederos de estas tierras y esta civilización.

Sin embargo, desde el mismo Siglo XVI los hombres más honestos, preparados y preclaros de España señalaron aguadamente que se estaba cometiendo un crimen de lesa humanidad sobre los pueblos invadidos y colonizados.
No fue uno, sino muchos intelectuales y honestos evangelizadores que al conocer las grandes atrocidades que estaban cometiendo los hombres más bárbaros e ignorantes en nombre de Dios y de la corona española, elevaron sus protestas y alegatos, tanto al Vaticano como al rey de España.

Por supuesto que los intereses de los conquistadores y colonizadores lograron acallar estas voces españolas humanistas y sensatas, que exigían que se detuviera la barbarie y la injusticia. Los intereses económicos pesaron más que la inteligencia y el amor a Dios. Como en nuestros días, los intereses económicos y políticos pesan más sobre la verdadera historia de México, que dar a conocer al pueblo la injusticia en la que hemos vivido estos cinco siglos de vencedores y vencidos. La “historia oficial” pretende mantener ignorantes y ajenos a los mexicanos de su historia y su cultura Madre. Dado que la riqueza de unos cuantos criollos, se sustenta en la ignorancia y la enajenación de todo un pueblo.

Personajes como Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas,  Domingo de Soto, Toribio de Benavente, Vasco de Quiroga, Juan de Zumarraga, Alonso de la Vera Cruz, John Mair, Juan Ramírez y Tomás Mercado, entre muchos otras voces concientes se opusieron e hicieron críticas muy bien fundamentadas del porque era ilegal e injusta la conquista y la colonización.

En general los intelectuales y religiosos afirmaban que ni el Papa ni el emperador eran dueños y señores del planeta. Mucho menos de las personas que en ella vivieran y menos aún de sus propiedades terrenales.

Que el rey de España no tenía ningún derecho de hacerles la guerra, invadirles y aún menos, esclavizar a los indígenas, pues ellos no habían ofendido a la corona, ni habían agredido o invadido los bienes o territorio español, además de que no eran súbditos de la corona española y como desconocían la religión, el Papa no tenía ningún derecho sobre ellos, sus tierras y posesiones materiales. El Papa en el último de los casos podía tener alguna autoridad sobre las almas de los indígenas, más no sobre sus bienes materiales.

Que los españoles no podían tratar como infieles a los indígenas, pues ellos nunca habían conocido la palabra de Dios. Jurídicamente los indígenas estaban libres de pecado y lo único que si podían hacer los españoles, es hacerles la guerra si no se dejaban evangelizar, pero que esta guerra no les daba el derecho a la corona y a los españoles de esclavizar y quitarles sus tierras y pertenencias a los indígenas.

Que los indígenas tenían sus propia organización social y jurídica. Que tenían sus propias autoridades, leyes e instituciones, por lo que no se les podía imponer las leyes, autoridades e instituciones que la corona había diseñado para sus colonias. Por lo cual podrían ser incorporados al reino de España en calidad de súbditos, sí ellos lo deseaban, pero que era ilegal e inmoral esclavizarlos y destruir su sociedad y cultura.

Que no existe justificación para hacerles la guerra a los indígenas por el pretexto de evangelizarlos y menos aún la encomienda y el repartimiento, pues lo único que generaba era un rechazo total de los indígenas a la verdadera palabra de Dios. Que los excesos, injusticias, robos y violaciones de los españoles, además de contraponerse a la Ley de Dios, eran una gran contradicción a la evangelización, pues en general, los españoles que venían a hacer riqueza a la Nueva España, estaban muy lejos de ser “buenos cristianos y hombres honrados y decentes”.

“La quinta razón (de Juan Ramírez) es que el trabajo que se da a los indios es contrario a la Ley de Cristo, quien habla de un “yugo suave y carga ligera”. En efecto, los encomenderos les dan cargas tan pesadas que caen bajo ellas y a veces llegan hasta morir por los trabajos. Comenta el padre Ramírez que los indios se encuentran “en mayor y dura servidumbre que la que tuvieron los hijos de Israel en Egypto debaxo del rey Faraón, porque aquellos servían en tierra agena a los naturales y los indios en su propia tierra sirven a los extrangeros, tratándolos peor que si fueran esclavos, […] siendo libres vasallos de los reyes de España. Lo son porque han aceptado bautizarse, aunque “el nombre de christianos entre los indios no es nombre de religión, sino nombre aborrecible, por los malos ejemplos que les han dado los que se llaman christianos […] Los mismos virreyes se hacen de la vista gorda, por interés, para no percatarse de que a los indios se les ha quitado injustamente su libertad, sus vidas y sus haciendas.
La sexta razón es que la opresión va en contra de la ley eclesiástica, pues la iglesia habló por su pontífice, el papa Paulo III en 1537, cuando en su breve apostólico declaró que los indios era hombres verdaderos, capaces de religión y libres, con legítimas posesiones y dominios.” (Mauricio Beuchot. 1992)

A todas luces, la conquista y colonia que se comenzó en 1519 y que sigue dándose hasta nuestros días es injusta, ilegal e inmoral. La historia oficial a tratado de justificar y pasar como algo natural, lógico e histórico, que unos cuantos violentos se aprovechen de una mayoría indefensa y pacífica. La sociedad mexicana es injusta, abusiva y violenta, dado que sus cimientos coloniales (1521-1821), fueron utilizados por los criollos para construir “su país” (1821 a la actualidad). La historia oficial justifica la conquista y la colonización con un discurso lleno de mentiras y verdades a medias. Nos habla de la heroica gesta de Colón y Cortés. De una supuesta “independencia” y de la formación de una imaginaria “democracia”. Cuando en vedad sólo se trata de ocultar un crimen y abuso permanente en contra del pueblo y la civilización vencida.             
La invasión y conquista que sufrimos los pueblos del Anáhuac es injustificable. No sólo la del siglo XVI, sino la que se ha realizado a lo largo de estos casi cinco siglos. El conocimiento de nuestra verdadera historia es el vehículo que nos permitirá descolonizar nuestras mentes y nuestras relaciones sociales, políticas y culturales.

17. LA INDEPENDENCIA.

Durante los tres siglos de Colonia, la injusticia y la desigualdad en el  estricto sistema de castas, hacía inferiores en oportunidades y derechos a los criollos (hijos de españoles nacidos en México). Esto trajo como consecuencia que en el siglo XVIII, naciera un sentimiento de sublevación de los españoles criollos en contra de los españoles peninsulares. Los primeros, por el sólo hecho de haber nacido en estas tierras no tenían derecho a ocupar los más altos cargos entre las autoridades civiles, militares y religiosas; el poder, el comercio y la riqueza estaban celosamente restringidos en manos de españoles peninsulares.

“Los primeros criollos, por el hecho de que su posición y su prestigio se basara en las hazañas de sus padres, estaban orgullosos de su ascendencia hispánica: su situación social y económica descansaba en el prestigio de ser españoles y descendientes de conquistadores. Este sustento original entró en crisis cuando la Corona atacó el fundamento de su posición económica y social (las encomiendas), e instaló en el virreinato una burocracia de funcionarios españoles que los excluyó de los puestos directivos. A fines del siglo XVI, el resentimiento criollo ocasionado por el continuo deterioro de su posición social se expresó en una animosidad acerba contra los gachupines, los españoles que venían a hacer la América, permanecían unos cuantos años en ella y regresaban a España enriquecidos.

A esta frustración política se sumó un problema de identidad.”  (Enrique Florescano. 1987) 

A lo largo de los trescientos años de Colonia estas “injusticias”, y no las cometidas en contra de los indígenas, negros y mestizos, iniciaron el movimiento independentista. Un puñado de criollos deseosos de participar plenamente en la explotación de las riquezas coloniales, se puso a conspirar en contra del gobierno virreinal. A España, en esos momentos Napoleón Bonaparte la había invadido y tenía presos en Francia a Carlos IV, al heredero Frenando VII y a la familia real. Gobernaba “Pepe Botella”, el hermano alcohólico de Napoleón y en teoría, las riquezas que producían las colonias americanas de España, debían llegar a las arcas napoleónicas. Pero los ingleses, los eternos enemigos de Napoleón, lo impedían gracias a su poderosa flota naval, que en 1805 al mando del Almirante Nelson, había vencido a las armadas de España y Francia, en la famosa Batalla de Trafalgar, por lo que hacía muy difícil el contacto entre Europa y América. Los ingleses no dejarían pasar la riqueza colonial, porque sabían que sería usada para invadir a la propia Inglaterra.

“En 1808, España fue invadida por los ejércitos de Napoleón y el rey Carlos IV y el heredero Fernando VII cayeron prisioneros de los franceses. Por primera vez los habitantes de los reinos de España y de las Indias contemplaron azorados la desaparición del vínculo real que los unificaba. En Nueva España, las autoridades del virreinato declararon que la prisión de los monarcas no cambiaba en nada “las potestades establecidas legítimamente y deben todas continuar como hasta aquí”. Pero los criollos afirmaron que había una situación política nueva, y señalaron que esta situación obligaba a plantear el problema de en quién residía la soberanía y de quién la debería asumir en las circunstancias del momento”. (Enrique Florescano. 1987)

Mientras los reyes se encontraban presos por los franceses, las autoridades españolas peninsulares hacían omnipotente su poder  en América, lo que aceleró el movimiento insurgente de los criollos, además de la corriente liberal que se gestaba entre un sector importante de España. De esta manera empezaron a brotar pequeños conatos insurgentes, encabezados por los criollos, pero todos eran rápidamente sofocados; en parte porque no tenían respaldo popular y en parte, porque tres siglos después, los españoles ya contaban con un verdadero ejército organizado, disciplinado y armado, quien sofocaba de inmediato las pequeñas sublevaciones criollas que carecían de sustento popular.

“Pero ahora cada vez son más numerosos (los criollos) los que creen que las vías de reforma están cerradas, y que precisa acudir a medios violentos. Los principios son los mismos manejados por el partido criollo en 1808. Al año siguiente se encausa a Julián de Castillejos, oficial criollo, por haber hecho un llamado al virrey Garibay para formar una junta a nombre de Fernando VII, fundándose en que “en las actuales circunstancias la soberanía reside en los pueblos”. En septiembre del mismo año se descubre la conjura de Valladolid, encabezada por el capitán José María García Obeso y don José Mariano Michelena, en la que figuran varios oficiales criollos y miembros del bajo clero. Su plan consistía en juntar un congreso formado por vocales de las villas, que guardara en depósito la soberanía real.” (Luis Villoro. 1976)

Fue cuando los conspiradores criollos del Bajío, decidieron invitar a un cura, para que él a su vez, promoviera la rebelión entre los indígenas. Descubierta la conspiración y próximos a ser detenidos es cuando da el Grito de Dolores, el cura Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga (1753-1811). Es importante señalar que al final de la proclama, Miguel Hidalgo echa vítores a los reyes de España. Los criollos independentistas se mantenían ideológicamente cercanos a Fernando VII, preso por Napoleón en Francia.  

“El otro dirigente de la rebelión, Allende, no puede seguir fácilmente el sesgo popular que la revolución ha tomado. Sus desavenencias con Hidalgo se explican, más que por conflictos personales, por su situación social ambigua. Allende no entiende ni aprueba las condescendencias de Hidalgo con la plebe. Desde el comienzo se esfuerza en transformar la rebelión en un levantamiento ordenado, dirigido por oficiales criollos; pero su molestia llega al límite cuando el cura empieza a dejar caer en el olvido la figura de Fernando VII. La actitud de Allende es el primer signo de las vacilaciones de muchos criollos ante una revolución que tiende a rebasarlos”. (Luis Villoro. 1976)

La propuesta consistía en que los criollos pretendían liberarse del  yugo peninsular, independizándose temporalmente de España, por lo cual la Francia napoleónica, supuestamente no tendría derechos sobre la Nueva España. Pera cuando Fernando VII, lograra su libertad y reinara nuevamente en España, los criollos se reincorporarían a la corona española. Desde luego con otra correlación de poder con los peninsulares. Esta fue la verdadera intención de los criollos al inicio del movimiento insurgente y no el de darles la libertad y la independencia, a los indígenas y a  los negros.

Una prueba de lo anterior es que cuando Hidalgo, al frente, no de un ejército, sino al frente de una turba de indígenas enardecidos[52] y violentados por trescientos años de explotación e injusticia, se lanzan por todo el Bajío a destruir pueblos y asesinar a peninsulares, llegan a enfrentarse a las puertas de la ciudad de México, en la famosa Batalla del Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810; en donde supuestamente la versión “oficial de la historia”, Hidalgo no se da cuenta que venció al poderoso ejército virreinal al mando del teniente coronel realista, Torcuato Trujillo y da la orden de retirarse, en vez de entrar y tomar la capital de la Nueva España. Lo más probable es que Hidalgo sabía lo que estaba haciendo, supo que ganó la batalla, pero decidió no tomar la ciudad por la matanza que harían los indígenas incontrolables (no eran un ejército) de españoles indefensos. Miguel Hidalgo y Costilla se retira y será perseguido por un nuevo ejército virreinal hasta su captura. Muere fusilado el 30 de julio en Chihuahua.

En este proceso aparece José María Morelos y Pavón (1765-1815). Su propuesta es diferente a la de Hidalgo, él sí pretende una verdadera independencia de España y la creación de una nación independiente[53], como las que estaban surgiendo en Europa y los ya constituidos Estados Unidos de América. Pero debemos recordar que Morelos era mestizo, después de sostener la guerra insurgente corre la misma suerte de Hidalgo. El 5 de noviembre de 1815 fue derrotado decisivamente en Temazcala, en donde fue aprehendido. Fue llevado a México, en donde lo degradaron públicamente de sus investiduras sacerdotales y lo sentenciaron a la pena de muerte. El 22 de diciembre fue conducido a San Cristóbal, Ecatepec, en donde fue fusilado.

Toma la llama de la causa insurgente Vicente Guerrero Saldaña (1782-1831), en lo que hoy forma el estado de Guerrero, manteniendo una escuálida presencia insurgente. Guerrero sin armamento, soldados adiestrados, con poco apoyo económico y después de 11 penosos años de insurrección, decide negociar con Agustín de Iturbide Arámburu (1783-1824), quien a la sazón, ha sido puesto por el virrey Juan Ruiz de Apodaca (1754-1835) al frente de un numeroso ejercito, que terminará definitivamente la menguada insurgencia en el Sur. Los españoles peninsulares viendo que en España los liberales estaban peligrosamente ganado terreno en el poder y para poner distancia de un gobierno liberal en España, deciden sumarse a la independencia, proponiendo que la nación siguiera siendo católica, que la gobernara una monarquía “moderada”, encabezada por Fernando VII o uno de sus hijos y que se declarara a los criollos y peninsulares con igualdad de derechos.  De esta manera Vicente Guerrero a través del “Abrazo de Acatempan”, acuerda unirse a Agustín de Iturbide y con los dos ejércitos, regresar a la ciudad de México y consumar la independencia. Como se ve, se puede hacer un seguimiento de la guerra de independencia a través de las castas. Los criollos fueron Hidalgo e Iturbide, y los mestizos Morelos y Guerrero.

La guerra de independencia surgió como una pugna por el poder económico y político entre españoles criollos y españoles peninsulares. La masa indígena fue usada como carne de cañón y fueron los mestizos, quienes le dieron un verdadero sentido independiente a la insurrección. Finalmente, fue un criollo el que traicionó a los peninsulares y a los mismos criollos, al nombrarse emperador. Los indígenas sólo sirvieron como chusma armada, tanto de unos, como de otros.  

18 . El Siglo XIX

La supuesta independencia no trajo cambios sustanciales para los mexicanos indígenas y mestizos y sí, para los criollos. Durante el siglo XIX, no se canceló el sistema colonial de explotación, tanto de los indios, como los campesinos mestizos, siguieron sometidos por un feroz sistema colonial de explotación. La independencia sólo fue política de España, más no económica y social. Ahora Francia, Inglaterra y Alemania, penetrarán económica, política, social y culturalmente a la nueva nación mexicana y los criollos, que encabezan esta europeización del país, tendrán la vocación de modernizar y civilizar a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. En la Conquista los indios fueron tratados como animales demoníacos, en la Colonia como vencidos, en el siglo de las luces como primitivos y un verdadero lastre, para la deseada europeización de México que aspiraban los criollos.

“Al asumir su independencia, México era el más extenso de los países hispanoamericanos, y en 1822 se amplió aún más al incorporársele las provincias centroamericanas que medían casi medio millón de kilómetros cuadrados.  Con todo, los males geopolíticos eran mayúsculos: aislamiento internacional, líos en las fronteras, separatismo de regiones y deterioro de caminos.  Desde la revolución de independencia se paralizó el tráfico naviero con el remoto Oriente, América del Sur y Europa.  El Tratado Onis-Adams de 1819 no fijó suficientemente bien el lindero con Estados Unidos. Tampoco eran precisas las demarcaciones del sur y, sobre todo, la línea fronteriza con la colonia inglesa de Belice.  La mata de gente no creció durante las guerras de independencia.  Dentro de un territorio de 4 665 000 Km2 vivían en 1822 siete millones de habitantes.  La guerra contra España había costado seiscientas mil vidas, la décima parte del total; equivale decir, la mitad de la población trabajadora. Aparte de escasa, la población, como en los días coloniales, se apretujaba en el centro; nadie quería ir a la vasta zona del norte que sin gente era un peligro, una invitación al despojo, una arca abierta.

En el orden económico la cosa era peor. La producción minera se redujo en once años de lucha a 6 millones de pesos en vez de los 30 a que llegó en 1810.  El valor de la producción agrícola se contrajo a la mitad y el de la industria a un tercio. En 1822 los ingresos del erario fueron de nueve millones y medio de pesos, y los gastos de trece y medio.  Y como si un déficit anual de cuatro millones no fuera poco, el naciente país recibió en herencia una deuda pública de 76 millones.  La baja de los ingresos estatales no fue puramente pasajera; se debió en gran medida a la abolición de un impuesto injusto: el tributo per cápita de los indios [5 millones de indígenas y un millón de españoles, criollos, mestizos y negros. N .A.].  Tampoco el alza del gasto público podía ser transitorio: había que sostener un ejército numeroso y fuerte para conservar la independencia. La hacienda estaba condenada a un estado de bancarrota crónico y a caer en las garras de los agiotistas, como así sucedió.

En el orden social había mucho que hacer.  La declaración de la igualdad jurídica de todos los mexicanos deja a los indios, acostumbrados a un régimen de tutela, indefensos ante los criollos.  La igualdad de derechos agudiza la desigualdad de fortunas. Los 3,749 latifundios crecen a costa de los terrenos de las comunidades indígenas. También era de esperarse, con sólo la legislación igualitaria, un empeoramiento de las condiciones laborales del peón y del artesano.  Por otra parte, la discordia civil favorece la mezcla de razas y la consolidación de una clase media.  A partir de 1821 será ésta la que le dispute el poder a la aristocracia terrateniente.

Al otro día de lograda la independencia salieron a flote las dificultades políticas: inexperiencia de los criollos en la administración pública; inclinación de los caudillos menores a convertirse en reyezuelos de las zonas donde habían luchado; deseos de los caudillos mayores de ser reyes o presidentes del nuevo país; guerra de partidos (falta completa de entendimiento entre monarquistas y republicanos, militares y civiles, clérigos y burócratas); desinterés político de la gran masa de la población; vehemencia política aguda de la minoría y en especial de la clase media.” (Luis González. 1973)

En el período del llamado -México Independiente-, todos los criollos estaban de acuerdo que el modelo civilizatorio tenía que ser como el que los pueblos más avanzados de Europa estaban realizando y como los vecinos del Norte habían constituido. Después de Iturbide, José Antonio López de Santa Anna[54] (1794-1876) se encumbra en el poder por largo tiempo en sucesivos gobiernos y luchas fraticidas, en busca de crear una “nación moderna”. En efecto, en Europa en esos momentos se estaban transformando los viejos imperios y reinos, en las nacientes y modernas naciones-estado. Éste concepto de organización humana es relativamente muy nuevo[55] en la historia de la humanidad, y tiene que ver mucho con la revolución industrial, el macro comercio, la tecnología, el poderío militar y las comunicaciones. Fueron los dueños del dinero los que impulsaron, primero en Europa, y después en todo el mundo, el derrocamiento de todas las antiguas formas de gobierno y en su lugar, instauraron  los “países y las democracias”.   Una nueva forma de gobernar en el mundo, donde los que poseen el poder económico, pueden gobernar a nombre de la sociedad a través de los políticos y los partidos, sin exponerse públicamente.

Sin embargo, los criollos se dividieron en dos bandos a lo largo de casi todo el siglo XIX; si unos eran masones escoceses, los otros eran masones yorkinos; si unos eran federalistas, los otros centralistas; si unos pretendían modernizar el país con un dirigente europeo, los otros pretendían hacerlo con un nacional, si unos trataban de copiar a Europa, los otros a Estados Unidos. Enmedio de estas pugnas internas de los criollos, la nación fue invadida por los estadounidenses y los franceses, perdiendo más de la mitad del territorio que se había heredado de la Colonia española. Y sólo fue, que hasta la mitad del siglo XIX el proyecto civilizador europeo, ahora francés, se lograba consolidar gracias a un indígena y un mestizo: Bendito Juárez García (1806-1872) y Porfirio Díaz Mori (1830-1915), los dos oaxaqueños.

“México ingresa a la vida independiente con una población de poco más de seis millones, de los cuales el 60%  eran calificados como indios y sólo un millón de criollos y peninsulares.

Fue la minoría criolla la que tomó en sus manos las riendas del gobierno y pretendió definir un proyecto de país.

Para los criollos, la nación estaba inicialmente constituida sólo por ellos mismos, es decir, por la sexta parte de la población total. La inmensa mayoría no era parte de la nación: era, simplemente, un problema, su mayor problema."
(Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

En el siglo XIX, no se desmantelaron las estructuras coloniales de explotación, sólo se adaptaron a las nuevas circunstancias y en esta estructura, la civilización anahuaca tampoco tuvo un espacio. Las ideas de igualdad, fraternidad y libertad eran sólo patrimonio de los criollos y nunca se pensó en extenderlas a los mestizos, indígenas y negros, y mucho menos permitir que ellos propusieran cambios.  Los indígenas y los campesinos, fueron los que nuevamente se sacrificaron para modernizar la estructura colonial. Los intereses de Francia, Inglaterra y Alemania, alentaron las iniciativas de los criollos.

“En treinta años de vida independiente, México no había tenido paz, ni desarrollo económico, ni concordia social, ni estabilidad política.

Entre 1821 y 1850 reinó la inquietud en todos los órdenes.  En treinta años hubo cincuenta gobiernos, casi todos producto del cuartelazo; once de ellos presididos por el general Santa Anna. La vida del país estuvo a merced de divididas logias masónicas, militares ambiciosos, intrépidos bandoleros e indios relámpago. Los generales producían guerritas a granel para derrocar presidentes y gobernadores... La norma fue la pobreza y el aislamiento en todos los sectores de la actividad humana, sin embargo, los contactos con el exterior fueron mayores que en la colonia. A México, río revuelto, vinieron a pescar sastres, mercaderes, zapateros y boticarios de Francia, comerciantes de Alemania, hombres de negocios de Inglaterra.” (Luis González. 1973.)

El México del siglo XIX, había sido concebido por un puñado de criollos nacionalistas que se inspiraban en modelos extranjeros, ya fuera el  estadounidenses o el europeo. Pero la civilización milenaria y su gente seguiría negada y explotada, sin poder ejercer el derecho de decidir. Las leyes, las instituciones y las autoridades ahora serían diseñadas para que los criollos y sus voraces socios europeos, pudieran explotar los recursos naturales, especialmente la minería y el petróleo, y a la masa indígena y mestiza que todavía no encontraba acomodo en la nueva sociedad y que no tenía derechos reales. El sistema colonial que se edificó a lo largo de tres siglos dejó de funcionar. El 80% de los “mexicanos” de inicios del siglo XIX eran de origen indígena; pero sus leyes, sus instituciones, sus autoridades y su civilización, ni remotamente tenían derecho a diseñar la nueva nación que los criollos querían crear.

Mientras los criollos-conservadores-masones escoceses pretendían formar una monarquía europea para salir del caos:“Perdidos somos sin remedio si la Europa no viene pronto en nuestro auxilio” escribía  Lucas Alamán. Los criollos-liberales-masones-yorkinos, negaban cualquier herencia europea o indígena, y pretendían crear un modelo idéntico al del vecino del Norte, para diseñar el futuro de esta patria que estaba en formación.

Los dos bandos de criollos estaban de acuerdo en una sola cosa, la civilización milenaria no tenía cabida en el nuevo proyecto, los criollos discrepaban únicamente en cuanto a que, sí el modelo era europeo o estadounidense.

Para mediados del siglo XIX, entre las pugnas de los criollos y la incapacidad para gobernarse, las potencias europeas encabezadas por Francia, Inglaterra y España deciden en la Convención de Londres intervenir en México, no tanto para asegurar el pago de las deudas contraídas con ellos por la incipiente y pésimamente administrada nación; sino para construir un muro de contención europea a los expansivos y voraces Estados Unidos, que empezaban a construir su poderío; que en esos momentos no podían ayudar a sus aliados “criollos liberales” pues se encontraban en la “guerra de secesión”.  Las tropas intervencionistas desembarcaron en Veracruz y el gobierno liberal negoció con Inglaterra y España mediante el tratado de La Soledad, para que se retiraran sus tropas. La Francia de Napoleón III inició la invasión con apoyo y simpatía de los criollos conservadores. El Imperio de Maximiliano duro menos de tres años, en parte porque los Estados Unidos al término de la Guerra Civil, exigieron la salida del ejército francés, en parte porque Napoleón III necesitaba sus tropas para defenderse de sus peligrosos vecinos los Prusianos, dado que ya se veía venir la Guerra Franco-Prusiana en Europa, y en parte por la permanente lucha que sostuvieron los criollos liberales a través de los generales Mariano Escobedo, Ramón Corona y Porfirio Díaz.

“La historia Moderna de México comienza con una caída y acaba con otra. Se inicia en julio de 1867, al derrumbarse el imperio de Maximiliano, y concluye en mayo de 1911, cuando se desploma el gobierno de Porfirio Díaz. Esta historia abarca cuarenta y cuatro años, que, sin embargo, se dividen habitualmente en dos épocas.  La inicial, de escasos diez años (1867-1876), se llama la República Restaurada. A la segunda, de treinta y cuatro (1877-1911), se le nombra El porfiriato.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)

Finalmente triunfaron los criollos liberales. Paradójicamente serán dos oaxaqueños, uno de profunda estirpe indígena Benito Juárez García y el otro, Porfirio Díaz Mori, mestizo, pero con una innegable herencia indígena, los que realizarían el sueño que habían iniciado los criollos desde 1824. El sueño de crear una nación moderna como las de Europa.

El modelo fue francés, los capitales y tecnologías de Francia, Inglaterra y Alemania.  México se volcó a “la modernización”, que no era otra cosa que una nueva europeización. Los que pagaron el costo fueron fundamentalmente los indígenas, con sus recursos naturales y los campesinos mestizos, con su mano de obra barata.

“La formula de “poca política, mucha administración” funcionó satisfactoriamente durante largos años porque el país ansiaba la paz y quería mejorar su condición económica, y porque Porfirio demostró que podía mantener la paz y sabía cómo impulsar la economía nacional. Al final, sin embargo, se hizo cada vez más ingrata hasta provocar la rebelión maderista.
Jamás ha habido en el mundo una sociedad igualitaria en que la riqueza se reparta en porciones exactamente iguales entre todos y cada uno de los miembros de esa sociedad. Pero en México la desigual repartición de la nueva riqueza pareció muchísimo más marcada, y por ello no se le halló otra explicación que el apetito insaciable de los ricos de hacerse cada día más ricos, a costa, por supuesto, de unos pobres que deberían ser tratados como hermanos.” (Daniel Cosío Villegas. 1973)

19 . El Siglo XX.

El costo social de esta neo europeización modernizadora fue muy alto. La explotación de los peones acasillados y de los trabajadores, especialmente de las minas y las fábricas textiles, fue muy elevado. La política expansionista de Estados Unidos, que bajo su flamante política Monroe, “América para los Americanos”, no estaba dispuesta a tolerar, los cada vez mayores intereses económicos y políticos de Francia, Alemania e Inglaterra, en lo que ellos consideran desde aquellos tiempos, el “traspatio de su casa”.  Todo esto  propició el estallido de la revolución de 1910 y la nueva invasión de Estados Unidos en 1917.

“...México es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría  otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirles a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos. México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros...” ( Richard Lansing, Secretario de Estado del presidente Wilson. 1924.)[56]

Cuando Porfirio Díaz prepara una nueva reelección por sexta vez consecutiva y el poder estaba entre los hombres del Centro y Sur del país, aparece Francisco Indalecio Madero (1873 - 1913)  representando los intereses de los nacientes grupos económicos del Norte de México. El grupo del Norte primero intentan que Madero sea el vicepresidente para la siguiente elección.

“Madero proponía que el hombre a elegir de inmediato fuese sólo el vicepresidente. Éste aprendería así el oficio de gobernar para que, al desaparecer Díaz, ocupara en forma natural, sin sobresaltos, el lugar del mandatario.” (Eduardo Blanquel. 1973)

Al no aceptar el dictador, Madero funda el Partido Antirreleccionista y se lanza a la contienda electoral por la presidencia apoyado por Estados Unidos. Díaz no permite el tenue intento democrático y persigue a Madero metiéndole a la cárcel. Díaz se reelige presidente y Madero ya libre se refugia en Estados Unidos, quienes alentaron el movimiento en contra de los intereses de Europa en nuestro país. Con el Plan de San Luis Potosí el 20 de noviembre, Madero convoca a la lucha bajo el lema “Sufragio efectivo. No-reelección”. Pascual Orozco (1882-1915), y Francisco Villa (1877-1923) en el Norte y Emiliano Zapata ( 1879 - 1919) en el Sur serán los primeros en secundar el inicio de la revolución. Después de 6 meses de “escaramuzas” la revolución maderista había triunfado y Madero, como más tarde dijo Díaz al abandonar el país rumbo a Europa, “había soltado al tigre”.

Efectivamente a los 20 días de haber recibido la presidencia de manos de Francisco León de la Barra (1863-1939) (el presidente interino), Madero enfrenta la verdadera lucha armada. Zapata se levanta en armas con el Plan de Ayala, que busca un cambio profundo y real en las condiciones de los campesinos e indígenas con la tenencia de la tierra. Madero no cambió inmediatamente las estructuras políticas, económicas y militares de la dictadura, un sentido extremo de democracia le impidió consolidar su revolución y fue una de las razones de su caída.

“Momento a momento, la situación nacional se hacía más compleja. El clima de inseguridad que se vivía preocupó hondamente a los dueños del poder económico. Para ellos la paz y la seguridad eran condiciones esenciales de su existencia y prosperidad. Si Madero era incapaz de ordenar al país, se requería de una acción enérgica contra el gobierno. Con mayor razón cuando el presidente mexicano se atrevió a corregir la situación ilegal lograda por algunos inversionistas extranjeros, gracias a la cual se eximían hasta de las obligaciones mínimas para con el país, como era el de pagar los impuestos. La alarma creció, y acaudillados por los representantes de esos intereses extranjeros y con la embajada de Estados Unidos por cuartel general, los mexicanos vencidos por la revolución, aliados con el ejército porfiriano casi intacto a pesar de su derrota, asaltaron el poder y asesinaron a Madero.” 
(Eduardo Blanquel 1973)

El “Chacal” Victoriano Huerta (1873-1916), peón de la embajada de Estados Unidos se apropia de la presidencia, fusila a Madero y a José María Pino Suárez (1869-1913) y luchará contra Venustiano Carranza (1859-1920), quien será el caudillo en esta nueva etapa de la revolución al lado de Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón (1880- 1928), quienes después de sangrientos combates vencerán a Huerta en 1914. Carranza asume la presidencia y empieza a desmantelar los intereses europeos y al ejército de Díaz, con la simpatía de los Estados Unidos. Le da a su gobierno un carácter nacionalista y sobre la base de la Constitución de 1917, trata de iniciar la solución a siglos de injusticia, pero el clima en el país es de total inestabilidad. El pueblo en armas y pletórico de “generales” deseosos de poder y redención, hacen imposible su gobierno. El caudillo pierde el control y se enfrenta a Zapata, Villa por su parte se enfrenta con Obregón. Es asesinado Carranza y Obregón en 1921 asume la presidencia y con ello termina la lucha armada y se inicia la “Revolución institucionalizada” o como dijera el escritor Mario Vargas Llosa “La dictadura perfecta”, que llegará intacta hasta 1982, año en que se implanta en México el Neoliberalismo, que tendrá que desmantelar la ideología nacionalista y revolucionaria, para abrirle las puertas al capital financiero supra nacional a través de la firma del Tratado Trilateral de Libre Comercio, que es la cancelación sumisa a la auto determinación y la soberanía.

“En 1921 daba principio la verdadera reconstrucción nacional. A pesar de su lentitud y de las fluctuaciones en su ejecución, la Reforma Agraria se ponía en marcha. El latifundio, ahora proscrito, iría cediendo ante la pequeña propiedad, pues según el criterio oficial del momento, ésta era la formula óptima de explotación de la tierra. Junto a ella, pero como solución secundaria, la restitución y la dotación ejidal. Así, a pesar de sus deficiencias, la redistribución de la tierra se constituyó en la base fundamental de una economía más compleja y productiva; en la única garantía real para emprender con posibilidades de éxito el proceso de industrialización nacional.”  (Eduardo Blanquel. 1973)

Después de la lucha revolucionaria, las estructuras coloniales de explotación y negación de la cultura autóctona no se desmantelaron. Nuevamente sólo se transformaron y adaptaron a la influencia y los intereses norteamericanos. Para iniciar el camino, ahora llamado del “Progreso”, de nuevo se sacrificó a los campesinos para impulsar la supuesta industrialización de México; ellos tenían que poner en la mesa del obrero el alimento a precios muy bajos. Los Estados Unidos nos prestarían el capital y nos venderían la tecnología. Después de la Segunda Guerra Mundial, México entró de cabeza a la supuesta industrialización, que según los norteamericanos y sus teorías “desarrollistas”, nos aseguraba entrar al selecto grupo de países desarrollados.

Después de cuatro décadas perdimos la autosuficiencia alimentaria, el país está alarmantemente contaminado por comprar cara una tecnología obsoleta; la planta industrial esperada se convirtió en sucursal de las grandes empresas transnacionales, que producen básicamente bienes de consumo y no bienes de capital, la televisión comercial y la publicidad en general ha causado verdaderos estragos en la identidad cultural y la conciencia de los mexicanos, y tal vez lo más injusto; México se quedó con una deuda externa, creciente e impagable, una especie de “macro encomienda nacional”.

En 1982 México debía 53 mil millones de dólares. En 2002, veinte años después la deuda ascendía a 157 mil millones de dólares, tres veces más que en 1982. Pero en esos 20 años los mexicanos pagamos 460 mil millones de dólares tan sólo de intereses. Una cantidad muy superior a los 13 mil millones de dólares que se invirtieron en el Plan Marshall para recuperar a la Europa devastada por la II Guerra Mundial.

Para entrar al siglo XXI, México enfrenta: el neoliberalismo y la globalización. La vertiginosa pérdida de las identidades culturales. El desmantelamiento de su planta productiva y la agresión a su mercado interno. El peligroso empobrecimiento de la mayoría de los mexicanos y la insuficiencia presupuestal para atender las demandas y los rezagos sociales. La venta de las empresas nacionales, patrimonio de todos los mexicanos y la condena a convertir a México en un país maquilador, es decir, “regalar” la mano de obra al capital financiero supra nacional. A vivir una sociedad esquizoide, en tanto el paradigma es orientado a la sociedad y la cultura norteamericana; pero al mismo tiempo, esta sociedad nos desprecia y nos rechaza. A perder, día a día, la soberanía y la identidad, a quedarnos sin “un rostro propio y un corazón verdadero”... perdidos inútilmente en el cinco centenario,  “Laberinto de las soledades”; pero sobre todo, que nuestros altos dirigentes sigan manteniendo tercamente una ideología criolla del “desarrollo nacional”. En efecto, el modelo económico dictado por las grandes capitales y los reducidos círculos de poder de los “mercaderes internacionales” y sus instrumentos supra nacionales de control[57], no cambia ni un milímetro, aunque nos esté conduciendo a la pobreza extrema de la gran mayoría de las familias mexicanas, a la pérdida de la identidad cultural y fundamentalmente, a la enajenación y embrutecimiento del pueblo, cerrándose a cualquier sugerencia de los pueblos mestizos e indígenas, que todavía guardan una raíz viva y profunda, de la civilización anahuaca, que tiene una diferente visión de la vida y el mundo, del progreso y el bienestar; que tienen un largo proceso de desarrollo, brevemente interrumpido estos últimos quinientos años.

20 . UNA HISTORIA PROPIA NUESTRA.

Estamos iniciando un nuevo siglo y muchos mexicanos están inconformes con lo que esta sucediendo en el país. Los valores y principios que siempre han sostenido a la sociedad se están deslavando. El modelo económico neoliberal y la docilidad ante las instituciones financieras supra nacionales han limitado la capacidad del Estado. La injusticia y la pobreza avanzan furiosamente sobre amplios sectores de la sociedad. Las instituciones públicas y sociales se están fracturando alarmantemente. La destrucción y contaminación del patrimonio natural esta llegando a niveles insostenibles. El sistema político ha entrado en descomposición. La narco-política y el crimen organizado esta ganando muchos espacios de poder de la vida nacional. La sociedad mexicana se torna cada día más violenta y se desquicia.

Los mexicanos creyeron que el cambio del partido político en el poder era la solución a todos los males de la nación. En poco tiempo se comprueba que se cambió de colores pero que el sistema corrupto, no sólo se mantiene, sino que ha incrementado sus tentáculos. Pareciera que el futuro es cada vez más oscuro e incierto.

¿Cómo es que hemos llegado hasta aquí?     


EL COLONIALISMO CULTURAL

A partir del siglo XVI, los europeos invadieron América, África, Asia y Oceanía, con la tecnología oriental pero con la ideología europea de la guerra, el comercio y el culto a la tecnología. Los españoles, portugueses, ingleses, holandeses, entre otros pueblos, surcaron los mares para llegar a “descubrir”, conquistar, explotar y extraer las riquezas naturales en favor del desarrollo de los mercaderes afincados en Europa. Para ello argumentaron una supuesta superioridad racial, religiosa y cultural, que les permitía tomar de los hombres y las tierras invadidas todo cuanto ellos desearán. Hegel afirmó que “América pertenece al porvenir, y por eso carece de historia. La historia universal comienza en Asia, pero sólo en Europa adquiere plenitud espiritual.”  Hegel niega la milenaria historia de América, pero, además, la adjudica al futuro de los europeos. El concepto de la “universalidad” de la cultura europea ha sido uno de los argumentos de sometimiento de los colonizadores. En efecto, los pueblos europeos han desarrollado un sincretismo a partir de la cultura judeocristiana, la cultura grecolatina y la cultura germánica. La férrea voluntad de dominio y explotación en que han sometido a todos los pueblos del mundo y sus recursos naturales, ha hundido a la humanidad en una de las más severas crisis de la historia planetaria. Aristóteles pilar del pensamiento occidental señala en su obra, “La Política” que:

“la guerra... es, en cierto modo, un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que nacidos para obedecer se niegan a someterse, es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima”. Aristóteles también sostiene que “los vencidos estén sometidos a los vencedores” a esto llamó “derecho legal” y afirmó “ que los vencidos deben ser movidos al trabajo servil, y esto es justo según la naturaleza”. (Aristóteles)

Los conquistadores en México impusieron el sistema colonial, que implica la explotación inhumana de los vencidos y la depredación de sus recursos naturales y la destrucción de su cultura, en favor de los vencedores. Para lograr esto, inmediatamente sometieron a los vencidos a la perdida de: “el lenguaje, la memoria histórica, los conocimientos y tecnologías, los espacios físicos y sagrados y finalmente los sometieron a la pérdida de su religión -el último espacio de su existencia- para dejarlos completamente indefensos y con ello lograr, que en el fondo de sus corazones naciera la aspiración, no de liberarse del invasor-explotador, sino a ser exactamente igual que él, de convertirse en otro conquistador-explotador.

Durante cinco siglos se nos obligó a olvidar todo cuanto fuimos y es nuestro orgullo; se nos enseñó con suma perfección a despreciar lo propio y a exaltar lo ajeno. Hemos vivido estos cinco siglos en un “laberinto de soledades”, siempre buscando nuestro rostro, nuestras ideas, nuestro corazón, nuestras soluciones, en el extranjero. Durante tres siglos fue un modelo español, después durante el siglo XIX el modelo fue francés y en el siglo XX el modelo es estadounidense. Para que la explotación deshumanizada de nuestros pueblos y la depredación irracional de nuestros recursos naturales se mantengan “por los siglos de los siglos” en favor de nuestros colonizadores, es necesario que el pueblo pierda su Identidad Cultural y su memoria histórica.

Es necesario que el pueblo no se reconozca a sí mismo, que se niegue, que se menosprecie. Cuando a un pueblo le han amputado estos cinco Elementos Culturales, queda silente, amnésico, ignorante, impotente e insensible y se ha realizado el colonialismo cultural, cimiento fundamental del colonialismo económico. El pueblo colonizado no deseará expulsar y liberarse de su colonizador. En cambio, deseará convertirse en otro colonizador de su propio pueblo.

Los españoles en cambio, sufrieron la invasión de los árabes ochocientos años, pero nunca se destruyó su cultura. Por el contrario, durante este período, España vivió una pluralidad cultural enriquecedora. Los árabes, judíos y españoles vivieron en armonía y realizaron a través de los siglos, un gran intercambio cultural. Los españoles seguían siendo españoles por medio de su cultura y, cuando lograron expulsar a los árabes ocho siglos después, siguieron siendo españoles y no ven en los árabes a “la madre patria musulmana”, aunque muchas de las costumbres, tradiciones, palabras, cocina y arte, esta íntimamente ligada con la cultura musulmana. Los árabes no le quitaron a los españoles la lengua, la memoria histórica, los conocimientos y las tecnologías, los espacios y su religión, por lo cual sólo invadieron, pero no colonizaron.  

Para mantener un sistema permanente de extracción de la riqueza de un pueblo, se requiere destruir su Cultura y su memoria histórica. El elemento para que un pueblo no piense en acabar la explotación y se convierta en un explotador de sí mismo en favor de su colonizador, es colonizarlo culturalmente es hacer que los colonizados ignoren su cultura y la desprecien. La educación que se da en México, en la casa, en la escuela y en la sociedad, es una educación colonizada. No busca que nuestros niños y jóvenes se eduquen para liberar a su pueblo, sino por el contrario, se educan para someter, enajenar y explotar al más débil. Triunfar en una sociedad colonizada implica convertirse en un despiadado explotador de sus propios hermanos.

LOS HIJOS DE LOS HIJOS DE LOS VIEJOS ABUELOS

Los descendientes de los Antiguos Mexicanos somos todos nosotros. Somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. Es bien cierto que poseemos una herencia occidental pero, debemos analizar que, por una parte tenemos una “Madre Cultura”, la indígena o anahuaca; ella nos ha dado  la forma de sentir y relacionarnos con los seres humanos, la naturaleza, el universo y con lo divino y lo sagrado. Nos ha dado también el alimento, los valores éticos y morales de la familia. Que no tengamos “conciencia” de ella, no quiere decir que no exista. Hemos sido educados durante cinco siglos para no ver, no valorar y despreciar lo mejor de nosotros mismos.

Por otra parte tenemos una “Cultura Padre”, que nos ha dado el idioma, la religión y el sentido material de la existencia y la supuesta “pertenencia” a la cultura occidental. Sin embargo, Europa y Estados Unidos, siempre nos desvaloran y marginan. Somos producto de una mezcla de culturas. No lo podemos negar y lo debemos de potenciar.  Tenemos de una y de otra, somos mestizos. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que la civilización del Anáhuac esta viva, presente y vigente, en cada uno de nosotros y que representa lo “único propio nuestro”.  Que es la parte más fuerte y sólida de nuestra cultura, aunque nos sea por ahora muy difícil reconocerlo, aflorarlo y concientizarlo. Por lo que no podemos llegar a la plenitud negando la mitad de nuestro Ser, sea cualquiera de las dos partes, sea la occidental o la anahuaca.

EL MÉXICO PROFUNDO

Un pensador mexicano, Guillermo Bonfil Batalla, plantea que existen simbólicamente dos Méxicos. Uno Profundo, que hunde sus raíces en una milenaria civilización, que le ha dado un rostro propio y un corazón verdadero a nuestro pueblo, de una manera definitiva e imborrable.
Y que existe otro México, el Imaginario. Bonfil señala que lo nombra Imaginario, no porque no exista, sino porque su proyecto es imaginario, en tanto toma sus inspiraciones en lejanas tierras, con disímbolas culturas, todas ajenas y extrañas a la nuestra.

“La historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encauzar el país en el proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de estirpe mesoamericana.” [ Guillermo Bonfil Batalla. 1987.]

Otro elemento del México Imaginario es, que mientras trata de rescatar, cristianizar, civilizar, modernizar, industrializar y globalizar al México Profundo desde 1521; nunca ha sido tomado en cuenta. El México Imaginario ha negado la civilización anahuaca sistemáticamente desde la conquista hasta nuestros días, pero paradójicamente siempre ha tratado de rescatarla. El México Profundo y el Imaginario han estado en permanente lucha desde hace quinientos años, unas veces violenta y explosiva, otras más, de manera silenciosa, resistiendo callada pero vigorosamente. Esta desgastante lucha se da también en el corazón y en la mente de todos los mexicanos, las más de las veces inconscientemente, hundiéndonos en los obscuros pantanos de nuestro laberinto de soledades.

“Los pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia; callan o se rebelan, según una estrategia afinada por siglos de resistencia.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

Es necesario reconocer la parte negada de nuestro ser y asumirnos como mexicanos de primera y no, como gringos del tercer mundo. Apropiándonos de todas las tecnologías y de todas las ideas modernas del mundo, pero usándolas para nuestro propio proyecto y desarrollo civilizador. No se trata de vivir en un “museo”, ni en el pasado; por el contrario, el desafío es seguir siendo tradicionales y fieles a nuestra identidad, pero al mismo tiempo, punta de lanza de la modernidad y el progreso, como lo hace Japón o Inglaterra. Construir el futuro con los cimientos del pasado. No existe ninguna posibilidad de futuro, sin la plena conciencia del pasado.

LOS INDIOS DESINDIANIZADOS

Sin la prodigiosa lengua madre, sólo con limitados “dialectos”. Sin la memoria histórica, sólo con dudosos mitos y confusas leyendas. Sin los milenarios conocimientos, en medio de la ignorancia, sólo con la perversa brujería y el sórdido atraso. Sin espacios físicos, sociales y sagrados, sólo en criminales desiertos, desoladas montañas o en los paupérrimos cinturones de miseria. Sin un lenguaje artístico, tan solo con insignificantes artesanías. Sin la antiquísima religión, en medio de un confuso sincretismo religioso manejado por el dominador. Sin “un rostro propio, sin un corazón verdadero”, sólo como “extranjeros incultos en su propia tierra”. Despreciando lo propio y exaltando lo ajeno. Sin el recuerdo glorioso de nuestros antepasados, queriendo ser “un colonizador colonizado”, tan solo un híbrido occidental del tercer mundo, un gringo de tercera. Inseguro, violento y temeroso.

“La presencia de la cultura india es, en algunos aspectos, tan cotidiana y omnipresente, que rara vez se repara en su significado profundo y en el largo proceso histórico que hizo posible su presencia en sectores sociales que asumen hoy una identidad no india.”

“...los campesinos tradicionales ya no se reconocen indios, aunque vivan una cultura predominantemente india; los grupos urbanos subalternos no son culturalmente homogéneos: algunos mantienen como cultura de referencia la de sus comunidades de origen, indias o campesinas; otros, han forjado una cultura popular urbana de vertiente indi,...”

“Porque lo que aquí llamamos avanzado, moderno y urbano, no es la punta de lanza de un desarrollo propio, interno, sino la resultante de la implantación de la civilización occidental desde arriba; y lo que llamamos atrasado, tradicional y rural, no es el punto de partida de aquella avanzada, sino el resultado indio de civilización mesoamericana.”  (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

Los mexicanos a pesar de los pesares, de nuestra ignorancia y orfandad de nosotros mismos, somos los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, que esperan pacientes el momento de la luminosa conciencia y el potencial reencuentro. Somos un pueblo mestizo, debemos luchar por ser dignos herederos de Miguel de Cervantes y al mismo tiempo de Netzahualcóyotl. Debemos conocer las dos partes que nos conforman. No podemos y no debemos, hacer menos a ninguna de las civilizaciones que nos conforman.

Los mexicanos somos: Indígenas por dentro (en lo espiritual, lo místico, en lo ontológico) con rasgos occidentales por fuera; pero nunca seremos occidentales por dentro, con rasgos indígenas por fuera. Que todo mundo quiere ocultar.

UN ROSTRO PROPIO Y UN CORAZÓN VERDADERO

A partir de 1521 en que Hernán Cortés mandó destruir piedra sobre piedra La Gran Tenochtitlán; metrópoli que estaba más adelantada que cualquiera ciudad europea del momento. Toda la herencia de los siete mil quinientos años de la civilización de los Viejos Abuelos, fue negada y condenada por ser para los conquistadores, primitiva y diabólica. Nada que tuviera que ver con la sabiduría de los Viejos Abuelos, podía entrar en el proyecto civilizador europeo, para crear en las tierras conquistadas “La Nueva España”.

Desde 1521 se les ha inculcado a los mexicanos el sentir desprecio y pena por la herencia cultural de los Viejos Abuelos. Cada mexicano para “progresar económicamente” o “mejorar socialmente”, tiene que alejarse lo más posible de sus raíces y negar su -cultura madre-. El camino es hablar, vestir, comer, trabajar, consumir; en síntesis, ser como sus conquistadores. Asumir el rostro del colonizador y maquillar el rostro milenario de nuestra propia cultura, hasta aparentemente borrarlo. Pintarse el cabello, blanquearse la piel, alisarse el cabello, ponerle nombres a los hijos en inglés. Negarse a sí mismo y sentir vergüenza por su propio fenotipo.

El supuesto problema es que los mexicanos para “ser modernos”, tenemos que dejar de “ser tradicionales”. Ser “moderno” implica, ser como el extranjero colonizador; ser “tradicional” implica ser como el indígena colonizado. La exaltación de lo extranjero y el desprecio por lo nacional, no solo se dio en productos y modas, sino lo que resultó aún mucho más dañino; el asumir el corazón y los sentimientos, imponiendo por encima de nuestro rostro, el rostro del conquistador-colonizador.

Los mexicanos podemos ser extremadamente tradicionales y mantener un profundo y encendido orgullo de nuestra cultura, nuestro pasado y nuestro Patrimonio Cultural; y al mismo tiempo, ser escalofriantemente modernos. Como ahora en día lo hace el pueblo japonés, quienes son defensores furibundos de sus orgullosas tradiciones y al mismo tiempo, son punta de lanza de la tecnología mundial. Los mexicanos necesitamos, desarrollar “Un rostro propio y un corazón verdadero” en el siglo XXI, que sea al mismo tiempo moderno, pero que se sostenga en nuestra milenaria tradición. Debemos de dejar de ser “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”; y debemos luchar por ser mexicanos de primera y no, occidentales del tercer mundo. El México del siglo XXI necesariamente tendría que ser construido con nuestra Cultura Madre, no contra ella.

UNA CULTURA MILENARIA DE CALIDAD TOTAL

Nuestra cultura ha sido siempre de CALIDAD TOTAL. Prueba de ello, es que han sobrevivido al tiempo nuestras pirámides, templos, monumentos, y los museos están repletos de objetos, que por estar bien hechos y tener una excelente calidad estética, han podido sobrevivir al tiempo. Esta Calidad Total en nuestra estructura familiar y espiritual, nos han permitido cruzar venturosos estos cinco siglos de negación. Todo esto, en su conjunto, los ha llevado a ser reconocido como PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD.

Somos un pueblo con una sólida cultura, que ha sabido trascender su muerte histórica. La conquista, la encomienda, el progreso, la modernidad, el desarrollo, el neoliberalismo y la globalización, no han podido en estos cinco siglos de negación, borrar el “Rostro propio y el corazón verdadero” de la cultura de nuestros Viejos Abuelos.

Los mexicanos como dignos herederos del Patrimonio Cultural del México Antiguo, debemos conocerlo y estar conscientes de estos valores, para transformar nuestra realidad, con la misma pasión de “ser y trascender”, como lo hicieron nuestros sabios abuelos. La excelencia en nuestro desempeño, cualquiera que éste sea, debe estar fundamentado en la pasión que nuestros antecesores mantuvieron para crear una de las seis civilizaciones más antiguas e importantes del mundo. Esta es nuestra mejor herencia.

La excelencia no puede surgir como decreto, mandato o moda importada. La excelencia nace de la conciencia de lo que hemos sido y somos, tanto como individuos, como pueblo. La excelencia es una de las más valiosas herencias culturales que tenemos. La excelencia en un patrimonio cultural que necesariamente, como todo el patrimonio, debemos recuperarlo a partir del estudio, reconocimiento y resignificación de los valores que conforman nuestra civilización originaria.

EL MÉXICO DEL SIGLO XXI

Los mexicanos somos herederos de una de las más antiguas civilizaciones del mundo, que sigue viva, presente y vibrante en cada uno de nosotros, “Los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos”.  Desde que los maestros toltecas partieron, y los aztecas primero y los españoles después, destruyeron nuestras antiguas instituciones, leyes y autoridades; hemos vivido en la orfandad de nosotros mismos.  Unos y otros, transgredieron nuestra esencia civilizadora, para dominar y explotar, tanto a los seres humanos, como a los recursos naturales.  Para ello, los colonizadores han pretendido que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos pierdan el lenguaje, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la profunda espiritualidad de la vida. En una palabra, todo vínculo con el pasado antes de la invasión.

Estos últimos cinco siglos, de los más de ocho mil años de existencia de nuestra civilización, son tan sólo una larga y oscura noche. Los mexicanos tenemos cinco fortalezas para construir el México que todos deseamos: “El sentido espiritual por la vida, los valores morales y éticos en torno a la familia, nuestra  armoniosa relación con la naturaleza, nuestro permanente optimismo por la vida, a pesar de las más terribles adversidades y nuestro infatigable espíritu constructor”

Pero fundamentalmente tenemos vivo, en lo más profundo de nuestros misteriosos adentros, el espíritu de la filosofía, que rigió el desarrollo civilizatorio del Cen Anáhuac.  En nuestro “Banco genético”, en nuestra “Memoria histórica”, en nuestras más vivas tradiciones, usos y costumbres, se guarda el potencial para construir una nación, en donde ya no existan más los vencedores y vencidos, en donde se clausuren los quinientos años de salvaje y deshumanizada colonización, en donde amalgamemos armoniosamente las dos civilizaciones de las que formamos parte. El México del siglo XXI, tendrá que ser construido con las mejores ideas y las más sofisticadas tecnologías de México y el mundo, pero la selección de ellas deberá de ser a partir de nuestros propios principios y criterios, sobre la base de lo que hemos sido y realmente somos, pero fundamentalmente, de acuerdo con lo que deseamos ser como individuos y como nación.

El México soberano, justo, libre y humanizado, que todos deseamos construir para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, tendrá que tener presente la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos.


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[1] EFE. Washington.- Una sonda de la NASA que se ha adentrado en los extremos del espacio ha determinado que el Universo nació hace 13.700 millones de años como resultado de lo que, según la teoría astronómica, fue una Gran Explosión (Big Bang).

[2] LA TEORÍA DE LA GRAN EXPLOSIÓN. El sistema solar empezó siendo una difusa masa de gases y polvo que giraba y se concentraba lentamente por la fuerza de gravedad. El calor generado por este proceso produjo un pequeño sol que brillaba débilmente en el centro. De este sol se desprendió un disco plano de gases que giraba a su alrededor. En el interior de este  disco se concentró el gas formando los planetas, mientras el sol se contraía y calentaba progresivamente. Cerca del sol los elementos más pesados se condensaron formando los planetas interiores, como la Tierra; más afuera, los átomos ligeros se condensaron a su vez dando origen a los planetas exteriores.

[3] Aunque existen antecedentes como: el Zijanthropus (hombre de África oriental); el Homo hábilis que fabricaba herramientas; el Australopithecus Africanus; el Hombre de Java, el Homo erectus, el Pithecantrhopus y el Homo Sapiens Neanderthalis, que es el más conocido de los hombres prehistóricos y que apareció en Europa, Asia y África hace 150,000 años que sabía encender y usar el fuego que llego a tallar la piedra, fabricó utensilios, herramientas y armas para la cacería y empezó a dibujar y a grabar,  Sin embargo, el Homo Sapiens Sapiens, durante los últimos 30,000 años ha constituido la única variedad humana del mundo.

[4] En la antigüedad había una serie de ciudades a lo largo de los ríos Tigris y Eufrates, esta región se conoce como Mesopotamia que quiere decir "tierra entre ríos". Ocupaba el actual territorio del país de Irak. La cultura más antigua fueron los Sumerios.
[5] El territorio sobre la cordillera de los Andes que actualmente ocupan los países de Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
[6] Continente. Grande extensión de tierra que, si bien rodeada de mar, no se puede llamar isla, ni península. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
[7] Concepto en lengua náhuatl que se refiere al continente. La tierra rodeada de las aguas celestiales.
[8] “Mesoamérica, sus límites geográficos,  composición ética y caracteres culturales. 1943.
[9] Tesis que sustenta la existencia de “dos Méxicos”. Uno “profundo” que hunde sus raíces en el milenario tiempo del Anáhuac y otro “imaginario” que surge con la invasión y colonización.

[10] Es una, gramínea herbácea anual pariente de los zacates y los pastos. Esta planta ha sufrido grandes transformaciones debido a que originalmente era un pasto que en la actualidad se le denomina teozintle. Esa transformación ha originado una gran variedad de clases las cuales se diferencian en el tamaño que varía, de dos a cuatro m. de altura; en la forma y tamaño de la mazorca, el color y la textura etc. Hay pruebas concluyentes, aportadas por los hallazgos arqueológicos y paleobotánicos de que, en el valle de Tehuacán, al sur de México ya se cultivaba maíz hace aproximadamente 4,600 años.



[11] Se dice de aquella cultura primigenia de la que se desprenden otras culturas.
[12] Aquellos que ven en Europa el centro y origen de la civilización humana.
[13] La ciencia que estudia las imágenes y que estructura una línea de pensamiento en sus diseños.
[14] La ley del centro según Laurette Séjurnét. Los cuatro puntos cardinales y el centro que los unifica en una quinta dirección arriba y abajo.
[15] Una investigación realizada por los antropólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mari Carmen Serra Puche, Jesús Carlos Lazcano Arce y Manuel de la Torre, bajo la dirección de la primera, da muestra de estos conocimientos que, de confirmarse, establecerían que la destilación del mezcal no data de 1650, como indican los primeros reportes, sino de 400 años antes de Cristo. ´´ La Jornada´´ 19 abril de 2004.
[16] La experiencia humana es atesorada y sistematizada en el inconsciente colectivo de los pueblos. Si los genes poseen información bioquímica, también el ser humano debe  “guardar” la información de su experiencia existencial.
[17] La palabra Tollan significa literalmente en náhuatl "lugar de tules", pero también era la manera de decir "ciudad", la palabra "tolteca" también dimana de la expresión nahuatl toltecatl que es "el habitante de Tollan".
[18] Consejo supremo donde se tomaban las grandes decisiones.
[19] Farmacología. Parte de la materia médica, que trata del compuesto de los medicamentos.
[20] Augustus Le Plongeon. Archaeological Comminication in Yucatán. Worcester: Press of Charles Hamilton, 1879. Arqueólogo norteamericano de origen francés que descubrió el Chac Mol. 
[21] Ver en la página 112 del libro citado.
[22] El Cihuacoátl azteca que realizó la reforma filosófica y religiosa del pensamiento tolteca y creó una nueva ideología místico-materialista-guerrera. 
[23] Forma de gobierno en la que un “Señor o Señora” poseían dominio político, económico y religioso sobre un pueblo y un territorio determinado. Pero que no tenía las características de un reino.
[24]  E. de Jonghe "Histoyre du Mechique" manuscrito francés del XVI (Biblioteca Nacional de París.)
[25] Popol Vuj. Libro sagrado de los mayas.
[26] “México profundo una civilización negada” Guillermo Bonfil Batalla. CIESAS/SEP. 1987
[27] Cal-pulli. Término en lengua náhuatl aumentativo de casa. Etimológicamente significa “gran casa” y, por extensión, barrio o sector en el que viven personas ligadas familiarmente y por un trabajo determinado.
[28] Adaptado por el autor para un entendimiento más sencillo y actual.
[29] Quién soy yo, de dónde vengo y adónde voy.
[30] Colibrí Zurdo en lengua náhuatl.
[31] Cosmogonía.
[32] La superficie de la Tierra.
[33] Inframundo.
[34] La lucha ritual y simbólica por vencer la inercia de la materia, es decir, los vicios y debilidades humanas, para trascender la existencia material de la vida y penetrar a los insondables misterios del Espíritu.
[35] Del centro hacia fuera.
[36] Generalmente los macehuales no accedían a lo que hoy llamamos zonas arqueológicas. Representaron siempre lugares sagrados. Esta milenaria tradición de respeto a los vestigios de estas construcciones se mantuvo viva todavía hasta la primera parte del siglo XX. Por eso se explica que, los buscadores de fortuna  del siglo XIX “descubrieran” las zonas arqueológicas para la cultura dominante, pero las comunidades indígenas, siempre habían sabido de su existencia y se les trató de mantener lejos de los colonizadores y su permanente impulso de saqueo.
[37] Las armas que encontraron los españoles en 1519 eran más simbólicas que ofensivas. Es interesante observar que los anahuacas llegaron a niveles muy altos de conocimiento en las matemáticas, la astronomía y la ingeniería; y sin embargo, en la tecnología militar se mantuvieron con las mismas armas del inicio de la civilización miles de años atrás.
[38] La Leyenda de los Soles.
[39] Los pueblos que no aceptaron la substitución en jerarquía de Quetzalcóatl, la figura mítica de los toltecas, por la divinidad mexica de Huitzilopochtli, como los mayas (península de Yucatán y Chiapas), zapotecas, mixtecas (Oaxaca), tlapanecas, yopis (Guerrero), purépechas (Michoacán) en el período Posclásico, en la actualidad son los pueblos que han tenido mayor resistencia cultural a la colonización. 
[40] Consejo Supremo de donde emanaba la toma de decisiones. 
[41] El Apóstol que nunca se supo donde predicó.
[42] Francisco Javier Clavijero. “Historia antigua de México”.
[43] Fue cihuacoátl de Iztcoátl, Moctezuma I, Axayáctl. Después solo siguieron a la llegada de los invasores: Tizoc, Ahuízotl y Moctezuma II. 
[44] La invasión comienza en 711 d.C. y termina en 1492  d. C al caer Granada, el último reducto de los árabes en la península española.
[45] La caída de Constantinopla fue en 1453 bajo el mando del otomano Mohamed II.
[46] Significa literalmente “las cuatro regiones que se integran”, pero que simbolizan el continente.
[47]  Fuente: “Cuando China controlaba los mares” Louise Levathes. 1994.


[48]  “Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios”.
[49] Los españoles le llamaban “rescatar y pacificar” con mucho eufemismo a saquear y colonizar.
[50] Deidad del fuego, Señor del año.
[51]  Es necesario hacer una aclaración. Cuando nos referimos en la historia de la conquista y la colonización de “los españoles”, no nos referimos al noble pueblo español de ayer y de hoy. En cambio nos referimos a un puñado de facinerosos, delincuentes que escribieron con sangre e injusticia una de las más tristes páginas de la historia humana.
[52] Los insurgentes eran más de 80 mil hombres, de los cuales sólo unos 2 mil eran soldados con regular preparación y armamento, el resto seguían con fe al cura de Dolores armados únicamente con su valor. Las fuerzas realistas se componían de 2 mil infantes, 400 efectivos de caballería y dos piezas de artillería
[53] El 13 de septiembre de 1813, se reunió el Primer Congreso en Chilpancingo, en donde se redactó la famosa Acta de Independencia, en la cual fue proclamada la abolición de la esclavitud.  
[54] Por primera vez es declarado Presidente de la República en marzo de 1833, pero él argumenta que está enfermo y deja el poder en manos de Valentín Gómez Farías, el vicepresidente. De 1833 a 1855, Antonio López de Santa Anna participó constantemente en la política. Intervino en muchos golpes militares, luchas internas y tropiezos económicos que vivió México. Lo mismo los liberales que los conservadores, muchas veces lo buscaron para que se hiciera cargo de la presidencia del país. Durante estos años, México perdió gran parte de su territorio y padeció la intervención norteamericana y francesa.  La última ocasión en que sucedió esto fue en 1853

[55] La primera sociedad  en constituirse como país fue Estados Unidos de Norte América en 1776.
[56] Reproducido en el Boletín de Economistas 1963-1967, de la Escuela Nacional de Economistas, UNAM.
[57] Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio, Naciones Unidas. Organización de Estados Americanos.