MEXICO: El japonés Saburo Sugiyama identifica patrón numérico en pirámides teotihuacanas
La  probabilidad de que 83 centímetros haya sido la unidad de medida  utilizada en la antigua arquitectura teotihuacana, particularmente para  la construcción de las pirámides del Sol, de la Luna y de Quetzalcóatl,  fue planteada por el arqueólogo japonés Saburo Sugiyama, en la 5ª Mesa  Redonda de Teotihuacan.
El  arqueólogo explicó, que a partir de cálculos basados en las medidas de  estas construcciones se ha determinado la constante presencia de dicha  unidad numérica.
En  dicho encuentro, donde también participó el arqueólogo Eduardo Matos,  con una ponencia sobre las semejanzas arquitectónicas y de cosmovisión  de las culturas mexica y teotihuacana, el investigador de la Universidad  Estatal de Aichi, Japón, precisó que la posible medida longitudinal  utilizada por los antiguos arquitectos de la Ciudad de los Dioses,  corresponde a “una base numérica compuesta por 83 centímetros, porque es  la cantidad que, multiplicada por 4 o múltiplos de 4, se repite  constantemente en las medidas de las edificaciones del sitio  prehispánico”.
En  el foro, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e  Historia (INAH-Conaculta) del 23 al 28 de octubre, Sugiyama, dio algunos  ejemplos al respecto, como las medidas de la alfarda, escalera y  distancia entre las esculturas de cabezas de serpiente de la Pirámide de  Quetzalcóatl.
“La  alfarda mide 1.66 metros de longitud lo que corresponde al doble de la  unidad que sugiero; lo mismo pasa con la distancia entre las cabezas de  serpiente que es cuatro veces la unidad (3.32 metros), o con el largo de  la escalera que es de 13.2 metros, lo que equivale a 16 veces la  unidad; y así sucesivamente se puede también observar este patrón  numérico en las pirámides del Sol y de la Luna, así como en la  Ciudadela, en las que 83 centímetros es la base numérica que se  multiplica constantemente”, expuso.
Al  dictar la conferencia Cosmograma y política plasmada en la  planificación urbana de Teotihuacan, Saburo Sugiyama también habló sobre  el simbolismo de la Pirámide de la Luna, planteado a partir de los  avances de investigación de entierros humanos y ofrendas halladas  durante el proyecto de excavación de 1998 a 2004, que fueron encabezadas  por él.
En  este sentido, comentó que dichos contextos funerarios son muestra de la  importancia de la pirámide como templo sagrado, en el que se hicieron  ceremonias vinculadas con los movimientos celestes, la dualidad  fuego-agua y el renacimiento del día.
“Al  hacer excavación en la Pirámide de la Luna, por medio de un túnel que  hicimos hacia el interior, se halló evidencia de superestructuras y  sistemas constructivos, de los cuales determinamos más tarde la  existencia de siete niveles, cuya antigüedad va de 100 a 400 después de  Cristo.”, explicó el arqueólogo al añadir que asociados a estos niveles  constructivos se descubrieron algunos entierros, de los cuales describió  dos, denominados  V y VI, que fueron los que presentaban mayor cantidad  de elementos
El  entierro V fue hallado entre los niveles constructivos cinco (300 d.C.)  y seis (350 d.C.), por lo que expertos del INAH consideran que fue  depositada en una ceremonia de terminación. “Se encontró un espacio  abierto —sin mampostería ni construcción que sugiriera la evidencia de  un templo— donde posiblemente se realizaron rituales, pues se  descubrieron tres osamentas humanas en posición de flor de loto (común  entre personas de linaje), cuyos individuos seguramente fueron  ofrendados para llevar a cabo la ampliación constructiva de la Pirámide  de la Luna.
“Dichos  esqueletos —continúo Saburo Sugiyama— portaban collares y pendientes de  piedra verde, con diseños de lo que parecerían cuerdas amarradas, que  para la zona maya eran figuras ornamentales relacionadas con la élite o  la autoridad, lo que nos sugiere algún tipo de relación entre mayas y  teotihuacanos”.
El  segundo entierro, el VI —encontrado en el nivel constructivo cuatro  (200-250 d.C.) de la Pirámide de la Luna—, se integraba por varios  elementos simbólicos, entre ellos restos óseos de más de 50 animales  acomodados en el centro y esquinas de la ofrenda, de los cuales 18  correspondían a águilas, 13 a jaguares y pumas, 10 a lobos y el resto a  serpientes de cascabel y conejos; fauna vinculada con la guerra y  sacrificio, según las representaciones de murales de la Zona  Arqueológica de Teotihuacan.
Tenochtitlan y Teotihuacan, afinidades y divergencias
Por  su parte, el investigador emérito del INAH, Eduardo Matos, al hacer un  análisis sobre las semejanzas y diferencias entre ambas urbes, señaló  que si bien estuvieron alejadas en el tiempo, hubo algunos aspectos  ideológicos y arquitectónicos que las unieron.
En su conferencia El centro del universo en Teotihuacan y Tenochtitlan: afinidades y divergencias,  destacó el aspecto fundacional de estas dos civilizaciones, mediante la  presencia de una montaña sagrada y principal, representada con la  Pirámide del Sol y el Templo Mayor, ambas orientadas hacia el poniente, y  asociadas simbólicamente con la dualidad vida-muerte. “Las dos  estructuras están situadas hacia dónde cae el Sol para ‘entrar al  inframundo’ y volver a nacer al día siguiente; además, están delimitadas  por grandes plataformas circundantes que demarcaban el espacio de  sacralidad”, señaló Eduardo Matos.
Matos  concluyó que los actos rituales de ambas civilizaciones, que para el  caso de Teotihuacan, si bien no existen testimonios escritos, sí se ha  encontrado evidencia arqueológica que lo confirma, como entierros con  esqueletos humanos con huellas de sacrificio, y ricas ofrendas.
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